La disciplina de mamá 11: La novia

Mamá deja a Júlia y a su zorrita a solas en casa, en lo que sera el principio de una nueva relación.

Desperté a la mañana siguiente y Júlia y mamá no estaban en la habitación. Mis manos seguían atadas al cabezal de la cama y no podía moverme demasiado. Por la ventana pude ver que el sol brillaba, por lo que debía estar ya bien entrado el mediodía. Me estaba orinando y tuve que aguantar un rato hasta que las dos mujeres entraron en la habitación. Mamá vestía unos pantalones tejanos y una ligera blusa. Júlia había optado por un corto vestido veraniego.

-Nuestra princesita ya se ha despertado. – dijo Júlia.

-Buenos días mi zorrita. – Mamá me dio los buenos días acercando su cara a la mía, abriéndome la boca con los dedos y soltando unos espesos salivajos en mi boca. Me desató y me llevo al baño. Sin ninguna intimidad hice mis necesidades, me lavé la cara y los dientes delante de las dos mujeres. Mamá se acercó a mí.

-Hoy te quedaras con Júlia, dos jóvenes de vuestra edad necesitan cierta intimidad. –Le guiñó un ojo a Júlia. – Ella y yo hemos estado hablando y la verdad es que es un encanto.

-Gracias María.

-Es verdad cariño. Eres perfecta. – Mamá volvió a mirarme a mí mientras añadía.- Creo que es hora de que mi zorrita tenga una novia… - Pensé en aquello unos segundos. Júlia… mi novia. Obviamente no tenía mucho sentido. – Como eres un niñito de mamá saldrás con la chica que yo elija y Júlia digamos que te ha… pedido.

-¿No es lo que querías zorrita? – Júlia se acercó a mí y me dio un largo beso. Antes de estar con mamá habría matado por tener una relación de pareja convencional con Júlia, ahora no sabía cómo encajar todo aquello. Además, ninguna de las dos mujeres me había dado ninguna opción para opinar. – Esta tarde tengo que volver a la ciudad, pero vendré a visitaros y tu mami y tú también podéis venir a visitarme también. Mientras tanto hemos decidido que te quedes aquí, recibiendo tu adiestramiento para que tu mami te convierta en el novio perfecto. – Saber que me quedaría con mamá fue un auténtico alivio.

(…)

Mamá se marchó con Mohamed y Juan, los dos hombres que había traído la noche anterior para que se follaran a Júlia y también a ella. Se despidió de mí con un beso y una advertencia.

-Se bueno con Júlia y haz todo lo que ella te diga, igual que si fuera yo. Volveré por la tarde y si Júlia tiene alguna queja sabrás lo que es bueno. – Acabó su amenaza apretando con fuerza mis testículos. Una vez se fueron Júlia me llevo al cuarto de mamá donde empezó a rebuscar en los cajones de mi ropa interior. Me vistió con unas bragas rosas de encaje.

-Estas guapísimo. – Me ató las manos detrás de la espalda y me puso de rodillas delante de ella. La visión de su cuerpo, aún vestido, y la manera en la que me estaba tratando no tardaron en provocarme una erección. Empezó a jugar con su pie y mi polla, que estaba atrapada en las bragas que vestía. – Ayer me dijiste que eras la zorrita de mami, supongo que ahora que somos “novios” sabes que también eres mía. ¿Eres mi zorrita virgen? – No lo era, no aún, yo era de mi madre.

-Soy la zorrita de mamá. – Lo dije mirándola a los ojos, desafiante. Ella me miró con una expresión divertida. Me dio dos bofetadas. En aquel momento estaba muy cachondo aunque sabía que el día seria largo y lleno de humillaciones. Me sentía firme en mi decisión de no darle a Júlia las palabras que quería, pero realmente no sabía cuánto podría aguantar.

-Antes de que acabe el día lo vas a gritar. – Me abrió la boca con los dedos y escupió varias veces. Tragué. Mientras tanto ella seguía pasando el dorso de su pie desnudo por mi polla. Agarrándome del pelo me tiró sobre la cama. Se subió también ella y puso su cabeza entre mis piernas. Empezó a lamer la tela de las bragas de arriba a abajo y buscó con su boca mi capullo. A través de la tela pude sentir la calidez de su boca. Mis bragas se mojaron de  su saliva.

-¿De verdad no quieres ser mi zorrita? – Dijo con voz sensual.

-No- En aquel momento estaba muy caliente pero aún mantenía algo de frialdad en la cabeza. Ella siguió jugando de aquella manera, chupándome la polla por encima de las bragas. Cuando le pareció se incorporó y subiéndose un poco la falda del vestido se sentó a horcajadas sobre mí. Pude entrever un tanga blanco. Nuestra ropa interior estaba en contacto y podía sentir, a través de las dos prendas, el calor de su coño en mi polla. Ella empezó a moverse imitando el movimiento del sexo. Gemí mientras ella seguía frotándose.

-¿Te lo estas pensado mejor?- Negué con la cabeza mientras ella acercaba sus labios a los míos y empezaba a besarme suavemente. Nuestras bocas se fundieron. – Es una pena. –Se separó unos centímetros mientras susurraba. - Nos lo podemos pasar tan bien si lo aceptas de una vez. – Incremento el ritmo de su movimiento y suspire con fuerza, concentrándome para no correrme antes de tiempo. - ¿Quieres correrte zorrita? Tan pronto. – Siguió moviéndose con más intensidad. –No tienes permiso. – A pesar de eso cada vez se movía más rápido y fuerte.

-Por… favor – Suspiré mientras aunaba mis últimas fuerzas e intentaba evitar lo inevitable.

-¿No puede aguantar la zorrita? – Efectivamente no pude y me corrí, abundantemente, en las bragas. – Si no recuerdo mal ¿Qué pasa si la zorrita se corre sin permiso? … - Júlia esperaba mi respuesta y al ver que yo dudaba unos instantes me pellizco un pezón con fuerza.

-Un castigo. –Respondí dolorido. Júlia se separó de mí y me quitó las bragas manchadas de semen.

-Mira cómo has dejado la ropa interior. Eres un niñito muy guarro. – Me encajonó las bragas manchadas en la boca. –Toca ir a la habitación de castigo. – Me llevó a rastras, tirándome del pelo hacia el pequeño cuarto donde yo recibía los castigos. Me dejó de rodillas en el suelo mientras ella abría el armario donde mamá guardaba los utensilios para castigarme. –Veamos que tenemos aquí. – Cogió el viejo cinturón de cuero y la pala y los tendió en la cama. Miró las zapatillas con las que mamá me zurraba y sonrió. – Creo que tu mami es demasiado blanda con su zorrita, pero no te preocupes que ahora estoy yo aquí para darte lo que te mereces. –Me tiró del pelo para levantarme y me colocó de pie, contra la pared con las piernas bien abiertas. Cogió la pala. Yo esperaba un golpe en mis nalgas pero un repentino dolor en los testículos me dobló y me hizo volver al suelo de rodillas. Había puesto la pala debajo de mis piernas y me había golpeado con ella los huevos. No había sido un golpe excesivamente fuerte, pero la sensibilidad de la zona me había hecho ver las estrellas. – Pobre zorrita… ¿He sido muy mala? – Se colocó de rodillas a mi lado y empezó a acariciarme los doloridos testículos. Me quitó de la boca las bragas sucias de mi propio semen. – Si admites ahora que también eres mi zorrita virgen dejaremos el castigo.- Pensé unos instantes pero otra vez un orgullo estúpido y también cierta curiosidad por como continuaría el castigo me hicieron contestar.

-Soy la zorrita virgen de mamá. – Ella volvió a sonreír. Volvió a ponerme las bragas en la boca.

-Me encantan los retos. – Dijo simplemente mientras se levantaba y cogía el cinturón. Yo seguía de rodillas en suelo, aún dolorido en mi zona genital. Júlia se limitó a mover un poco mi cuerpo para que mis nalgas quedaran expuestas. El primer golpe de cinturón fue fuerte, duro, pero no tan doloroso como el golpe con la pala en mis huevos. Un segundo latigazo se estrelló contra mi desnudo culo. -¿Vas a llorar? Venga que quiero ver a la zorrita llorando. – Dijo mientras me daba un tercer golpe, esta vez más fuerte, contra mis nalgas, que empezaron a arder y enrojecerse. Siguió golpeando varias veces hasta que vio mi expresión. Yo mordía con fuerza las bragas intentando evitar, inútilmente, que varios lagrimones cayeran por mis mejillas. -¿He hecho llorar al niño de mamá? Pobrecito. – Su tono era terriblemente burlón. Se sentó en el borde de la cama y me puso enfrente. Volvió a sacarme las bragas de la boca. – Di lo que quiero y esto acabara. Di que eres mi zorrita.

-No… - A pesar de mis lágrimas, el dolor y la humillación yo seguía en mis trece. Si ella quería ser también mi dueña se lo tendría que ganar. Empezó a jugar con el pie y mis huevos. Aún me quedaba algo de dolor residual pero la caricia de la chica también empezó a excitarme. Mientras ella me abofeteó con fuerza un par de veces. Me abrió la boca con los dedos y escupió en ella varias veces mientras me insultaba.

-Eres una puta guarra, una pobre pollita virgen que es capaz de soportar cualquier cosa simplemente para que le toquen un poquito. – Siguió abofeteándome sin piedad. Cuando se separó un poco de mi pudo ver que mi polla volvía a estar dura. – Mira que zorra eres, que cachondo vuelves a estar. – Júlia volvió a cruzarme la cara con el dorso de su mano. Mis mejillas estaban rojas y ardiendo por sus golpes. - Después continuaremos. Ahora es hora de comer. – Era ya bien entrado mediodía y si, era la hora de la comida. Yo estaba hambriento a la par que algo nervioso por saber que me daría Júlia para comer y aún más importante, cómo.

(…)

Júlia me arrastró hacia la cocina y me ató a una de las sillas sin dejar de tocarme y acariciarme para mantenerme duro. Seguidamente puso en el horno una pizza congelada. Mientras se cocinaba se sentó a horcajadas encima de mí. Me cogió el pene duro y se sentó encima de él. Mi polla quedaba pegada a su culo por la presión, que junto con el contacto de la tela de su ropa interior hizo yo suspirara de placer. Me rodeó con sus brazos y plantó un húmedo beso en mis labios. Al igual que había hecho antes, empezó a moverse arriba y abajo, frotándome el pene con sus nalgas.

-¿Te gusta zorrita?

-Si…- Conteste disfrutando de aquella original paja.

-¿No te iras a correr otra vez tan pronto? – Aún podía aguantar un rato aquel sensual movimiento. Ella no esperó una respuesta y siguió frotando su culo contra mi polla mientras me besaba. Estuvimos un rato así, besándonos mientras Júlia seguía moviéndose encima de mí y acariciándome todo el cuerpo. Poco antes de que el pitido del horno nos indicara que la comida estaba hecha ella se levantó y se quitó el vestido que llevaba.

-No quiero mancharme, María me ha contado como te gusta que te den de comer. – Pude volver admirar aquel delgado y suave cuerpo, solo cubierto por su tanga blanco y un sencillo sostén del mismo color. Cuando se dio la vuelta para sacar la pizza del horno observé como su culo duro y apretado se movía al ritmo de sus pasos. Dejó la pizza en la mesa de la cocina y mientras esperara que se enfriara un poco para cortarla me preguntó:

-¿Tienes sed?- Asentí. Ella cogió la botella de agua y dio un largo trago. Se acercó a mí y esta vez sorbió un poco, aguantando el agua en su boca sin tragarla. Puso su boca encima de la mía y yo la abrí. Ella dejó caer el agua directamente en mi boca. Repitió la operación un par de veces más, hasta que yo apagué mi sed. Cortó en trozos triangulares la pizza y dejó el plato al alcance de su mano mientras volvía a sentarse encima de mí de la misma manera de antes. Mi polla volvió a quedar aprisionada entre sus dos nalgas. Cogió una de las porciones de pizza y le dio un mordisco.

-Mmmhh… que rica. ¿Tiene hambre la zorrita? – Asentí. Ella dejo caer un salivajo justo al lado de donde ya había mordido y me acercó la porción. Arranqué con los dientes un buen mordisco, llevándome toda la saliva de Júlia conmigo. - ¿Esta rica? – Preguntó con tono burlón. Volvió a comer ella, a escupir en un trozo y a acercarme otra vez la porción para que yo mordiera. Seguimos comiendo así hasta que acabamos el primer trozo. Júlia cogió un segundo.

-Me parece que se cómo le gustará a la zorrita más la comida. – Empezó a masticar un generoso trozo de pizza. Con los dedos me abrió la boca y dejo caer la comida masticada. Tragué, excitadísimo. -¿Esta buena la pizza?-  Preguntó burlona. Antes de que yo pudiera responder Júlia empezó a masticar otro trozo y esta vez me escupió toda la comida masticada por la cara. – Perdona... soy una torpe. – Me dijo con una perversa sonrisa. Empezó a recoger con sus dedos los cachitos masticados de comida ensalivada y a ponérmelos en la boca. Mientras seguía masticando más pizza que esta vez escupió sobre mi polla dura. La fue recogiendo, paseándola por mi cuerpo y poniendo la comida en mi boca. Cuando terminamos de comer todo yo estaba sucio de queso, grasa y tomate. Trozos de comida ensalivada estaban por todo el suelo.

-Mira cómo te has puesto y como has puesto el suelo. – Había sido ella la que lo había ensuciado todo, pero era parte de la humillación que tan loco me volvía. Me desató de la silla y me tiro al suelo de rodillas. – Límpialo. - Dijo señalando la suciedad. Yo aún tenía las manos atadas detrás de la espalda y solo podía hacerlo de una manera. Con asco acerque mi boca al suelo y empecé a lamer. –Que guarra eres. – Aguanté el asco pensando que desde que yo me encargaba de la limpieza en la casa el suelo de la cocina estaba impecable. Estuve un buen rato lamiendo los restos de comida de las baldosas pero resultaba una tarea imposible. Júlia me ordenó parar y desató mis manos. – Acaba de limpiarlo todo. – Ahora sí, con mis manos libres, un trapo y la fregona dejé el suelo resplandeciente. – Cuando seas mi zorrita ya veo que no necesitaré hacer nada en casa. Ahora te toca a ti. – Mi cuerpo aún estaba lleno de restos de comida y grasa. Júlia me agarró del pene duro y de esta manera me llevo al baño del cuarto de mamá.

-Lávate bien, puta. – Me dijo Júlia y me dejó solo en el cuarto de baño. Una vez limpio entré en el cuarto. Júlia seguía vestida con el sexi conjunto de lencería blanco. Me tumbó en la cama y me ató las manos al cabezal. – Te lo voy preguntar otra vez ¿Eres también mi zorrita? – Insistió otra vez Júlia. Esta vez fui menos firme en mi respuesta, aunque siguió siendo negativa. Ella reaccionó riéndose. – Ya verás como de aquí un rato estarás suplicando. – Me agarró de los testículos con fuerza y yo me removí en la cama. Con la otra mano empezó a tocarse por debajo de las bragas mientras seguía jugando con mis huevos pellizcando y apretando. Me agarró el pene y lo empezó a mover arriba y abajo con suavidad. Pude ver como la tela de su tanga empezaba a humedecerse. Cuando su respiración ya estaba bastante alterada se sentó encima de mi cara apartándose un poco el tanga.

-Vamos zorrita, cómeme el coñito. – Empecé a saborear el sexo de Júlia con fruición. Me agarró del pelo y la cabeza con las dos manos y empezó a empujarme contra su coño y a restregarlo por mi boca, ni nariz y toda mi cara. – Si…zorrita…sigue… - Se volvió loca de aquella manera, cabalgándome la cara como una posesa. No tardó en alcanzar el orgasmo pero en lugar de levantarse siguió frotándose contra mi boca. Yo intentaba buscar con mi lengua su clítoris, penetrar aquella dulce cueva, pero con su frenético movimiento yo apenas lograba alcanzar mis objetivos y cuando lo hacía apenas estaba un instante en ellos. A ella no parecía importarle y seguía moviéndose, ahogándome con todo su peso, con violencia mientras jadeaba y gemía. Apenas podía respirar y me ahogaba entre su coño, atragantándome con sus jugos y mi propia saliva. Me estaba usando como si el relieve de mi cara y mi lengua fueran un objeto diseñado para su placer. Aquel pensamiento aún me excitó más. Finalmente, con mi dolorida boca, pude saborear un segundo orgasmo. Júlia aún se quedó unos instantes sentada sobre mi cara mientras su respiración se normalizaba. Se deslizó sobre mi cuerpo, aprisionando mi polla entre sus piernas y se quedó tumbada encima de mí, con su cara a escasos centímetros de la mía. Me besó con pasión sin importarle que mi boca estuviera empapada de su corrida. Cerró aún más sus piernas, aprisionando mi polla contra sus cálidos muslos.

-Que bien mi zorrita ¿Te gusta mi coñito? – No esperó a que yo respondiera y empezó a besarme el cuello, el pecho y el vientre para finalmente llegar a mi polla. La recorrió con la punta de su lengua de abajo a arriba. Al llegar mi capullo se lo puso en la boca y lentamente se la tragó toda. Subió, bajó, aprisionándome con los labios y jugando con la lengua. Lo hacía todo muy despacio y cuando se separó y empezó a recorrer el mismo camino de antes, besándome el cuerpo para acabar en mis labios yo solo podía pensar en una cosa: correrme. Ella lo sabía perfectamente.

-¿Quieres correrte zorrita? Supongo que ya sabes que solo dejaré correrte cuando admitas que eres tan mía como de tu madre. Que aceptes que tengo todo el poder sobre ti. – Me puso toda la mano en la boca. –Pero no creas que ya he acabado contigo. –Moja bien mis deditos. – Yo los humedecí bien. Ella retiró su mano y la puso entre mis piernas, a la entrada de mi culo. Me penetró con fuerza con dos dedos y yo suspiré. Empezó a moverlos, entrando y saliendo rápidamente de mi interior. Su otra mano me rodeo la polla.

-Por favor… - Solo pude decir yo.

-Ni se te ocurra correrte. –Me amenazó. Se levantó y de un cajón sacó el arnés de cintura. Su esbelta figura contrastaba con la amenazante polla de plástico que le sobresalía entre las piernas. Se quitó el sujetador y pude admirar aquellos precisos y bien formados pechos. Se relamía como una gata cuando se puso entre mis piernas, me levantó un poco el culo y me perforó de un golpe fuerte y seco. Se retiró un poco hacia atrás sin sacar del todo el consolador y otra vez me lo clavó todo hasta el fondo. Siguió follándome de aquella manera mientras mi polla se movía al aire a cada golpe. Sus pechos también se sacudían con violencia con cada envestida. Una de sus manos me agarró el pene y empezó a apretar hasta que el dolor me hizo suplicar.

-Por favor…Por favor…

-¿Eres mi zorrita? – Me preguntó por enésima vez aquel día. Al decir esto y sin dejar de apretarme la polla empezó a pajearme. En aquel momento comprendí que Júlia había conseguido algo parecido a lo que conseguía mi madre, llevarme a un punto de excitación donde nada me importaba, solo quería ser tratado como la puta que era. Así fue como, empalado por detrás y con mi polla adolorida pero aun dándome placer, me rendí a Júlia de la misma manera en la que me había rendido a mamá.

-Si… soy tu zorrita… fóllame… humíllame… haz lo que quieras conmigo… - Júlia me interrumpió con un beso. Su lengua recorrió toda mi boca y cuando se acabó me miró con una sonrisa en los labios.

-Te he prometido esta mañana que gritarías que eras mi zorra y yo siempre cumplo mis promesas. Ahora ¿Se correrá mi zorrita para mí? – Me dijo mientras me pajeaba con fuerza y seguía penetrándome, sus golpes dejaron de ser duros y secos para ser rápidos, follándome con un ritmo frenético. No aguanté mucho y su mano se llenó rápidamente de mi espesa esperma, que también salió disparada por mi vientre. Júlia por fin me sacó el arnés del culo. Lamió sus dedos manchados de semen y con su mano libre empezó a jugar con los grumos que quedaban en mi barriga. Acercó esa mano a mi boca y yo también lamí. Se acercó a mí y empezó a besarme. Fue recogiendo toda mi corrida, y pasándosela a su boca o a la mía para a continuación iniciar un sensual beso. Cuando ya no quedaba me miró de una manera que yo había deseado mil veces.

-Sabes, ahora somos novios. – Me giñó un ojo con picardía. Me desató y nos lavamos. Júlia se vistió y en aquel momento llegó Mamá, sola.

-Veo que os lo habéis pasado bien. ¿Cómo se ha portado la zorrita? – Le preguntó a Júlia.

-Perfectamente. –Contestó la muchacha.

Mi nueva novia se despidió un rato después, no sin antes prometer que nos volveríamos a ver pronto.

Continuara…