La Deuda IV

Continuo con las degradación de mis perros

Antes de salir, les puse su collar de perros

-         Sera como una parte de vosotros mismos – les dije. A partir de hoy, los llevareis siempre. No quiero veros ningún momento sin ellos o el castigo será terrible

-         Si Amo – dijeron los 2 al unísono.

Fuimos al garaje y pregunte a Luis donde estaban las llaves de su coche. Pidiéndome permiso, fue a por ellas y volvió rápidamente. Me las entregó y salimos los 3 en el. Le hice sentarse detrás a los 2. Le advertí que no quería que miraran al exterior y que mantuvieran la cabeza baja todo el camino.

Fuimos a un bar de copas que conocía yo, ya que me apetecía enseñar a mis nuevas bestias y tomar algo. Al llegar, nos sentamos en una mesa que había muy cerca de la barra. Mande a Luis a pedir por los 3 antes de que el camarero se acercara, dejándole claro que tenía que pedir por su mujer, por él y por mí.

Mientras el pedía, yo empecé a tocar a Isabel en la pierna, levantándole la falda que ya de por si era corta. En ese momento, la agarré del cuello y empecé a besarla sacando mi lengua y diciéndole a ella que hiciera lo mismo. De reojo miraba a Luis y al camarero que le atendía. La cara del camarero al principio fue de sorpresa, pero después puso una sonrisa burlona y fue a buscar lo que le había pedido Luis.

Luis regreso con las bebidas y empezamos a tomar algo tranquilamente escuchando la música. Entonces vino el camarero con algo para picar y lo puso en la mesa mirando descaradamente a Isabel. Era un hombre de unos 50 años, que pese a ser hombre hetero, debo decir que era bastante feo. Tenía el pelo llevo de grasa y era gordo (de unos 100 kg).

-         ¿Te gusta la perra?

-         Ya lo creo Señor. Es un pedazo de hembra

-         ¿Tenéis algún despacho o sitio donde podamos estar tranquilos?

Isabel me miro con cara de incredulidad. Parecía que los ojos se le iban a salir de las orbitas.

-         Si Señor. Tenemos un almacén

-         Llévanos allí pues.

Nos levantamos los tres y fuimos detrás del camarero hasta un cuartito que estaba lleno de cajas y material. Entramos los 4 y con una sola mirada mía, Isabel supo lo que tenía que hacer. Se arrodillo frente al camarero, le bajo la cremallera y le saco la polla. Creo que lo hizo tan rápido para evitar ser follada por él. Tenía una polla enorme, de unos 23 centímetros y con el grosor de una botella.

A Isabel no le cabía bien en la boca debido a su grosor y tuvo que emplearse a fondo para poder metérsela en ella.

-         Menuda polla tienes muchacho – le dije.

-         Muchas gracias Señor, pero hay veces que es un inconveniente. Muchas mujeres no la aguantan dentro.

-         Isabel es una puta profesional y le cabe todo lo que quieras. Adelante.

El me sonrió e hizo incorporarse a Isabel. La reclino sobre unas cajas y le levanto del todo la falda, dejando al aire su magnífico culo. Entonces fue el quien se puso de rodillas y empezó a chuparle el culo, metiéndole la lengua en su agujero varias veces. Esto lo supuse por los gemidos de placer de Isabel. Mientras tanto había hecho arrodillarse a Luis y lo tenía a mi lado, por lo que aproveché y dije

-         Y tu perro, ¿Te parece bien que tu mujercita sea la única que trabaje hoy?

Luis me entendió perfectamente, vino a 4 patas hasta mí, me bajo la cremallera y empezó a chupármela. Lo hacía como una autentica puta, Parecía que lo llevase tiempo haciendo. Mientras lo hacía, me masajeaba los huevos y de vez en cuando los lamia con devoción.

El camarero, cuando hubo acabado con el culo de Isabel, se incorporó y se puso detrás suya y desde detrás, de un solo golpe, se la metió hasta el fondo. Isabel grito tan fuerte que tuve miedo de que alguien nos hubiera oído. Por suerte la música estaba puesta bastante alta y nadie lo hizo.

Ver a Isabel con ese pedazo de tranca enterrada en sus entrañas fue una sensación indescriptible de placer para mí. El camarero empezó a bombear y los giros de dolor de Isabel fueron tornando en gemidos des placer poco a poco. Yo mientras, tenía a Luis afanado en lo suyo, exprimiéndome los huevos como si quisiera su alimento.

Pasado un rato, el camarero empezó a respirar más fuerte y de pronto dio un grito con el que supe que había acabado. Se vacío por completo dentro de Isabel y se quedó acoplado a ella un rato.

A su vez, yo también noté que me iba por la que cogí la nuca de Luis y le hice pegarse a mí, corriéndome totalmente en su boca.

-         Trágatelo todo, puto. No vamos a ensuciarle el almacén a la persona que le ha dado tanto placer a tu mujercita.

Él lo hizo y trago como si fuese la última vez que iba a comer. Se separó entonces y vi como mi semen la caía por la comisura de sus labios.

El camarero mientras, había puesto a Isabel de rodillas a chuparle la polla

-         Chúpala bien zorra. La quiero reluciente como antes de penetrarte con ella – le dijo.

Cuando acabo con ella tenía un aspecto un poco desastroso, La falda subida del todo, las tetas fuera de la blusa, el pelo sudoroso. Daba gusto verla así.

Luis tampoco estaba muy bien con toda mi corrida en su boca. Y pensar lo que había sido ese matrimonio en la vida social de Madrid y lo que eran ahora. Muchas revistas habrían pagado un dineral por verles así.

Le hice adecentarse un poco, aunque no del todo. Quería que la gente viese lo putos que eran. Salimos a nuestra mesa. Las miradas de todo el mundo se posaron en ellos 2. Luis aun tenia restos de mi corrida porque no le había permitido limpiarse bien e Isabel iba tan desastrada que se notaba lo que había estado haciendo a kilómetros.

Detrás nuestra, salió el camarero con una cara que no podía ocultar su felicidad. Se había quedado a gusto. Le pedí la cuenta y en seguida me dijo que estábamos invitados, que no iba a permitir que pagásemos nada. En ese momento se fue y volvió con otra ronda para los 3. Se notaba lo agradecido que estaba.

Cuando acabamos las copas, salimos y nos fuimos para casa. Ya era tarde y tenía más cosas pensadas para mis perros.

Estaré encantado de vuestros comentarios en garvil42@hotmail.com . También podéis agregarme para hablar si queréis.