La deuda

Una pobre mujer,ama de casa,comete el error de estrellar su coche contra el de un eminente y prestigioso hombre de negocios. La mujer acude a su despacho, dispuesta a resolver el problema. Es recibida por una joven encantadora pero quizás la negociación no sea como la mujer se había esperado...

-Siéntese, por favor- dijo amablemente la secretaria, con un ademán de su mano. La mujer parecía nerviosa, sudaba ligeramente y sonreía de forma forzada. La joven secretaria observó que se retorcía las manos.

Allí permaneció ella, sentada, teniendo ante sí la mesa del director, su gran sillón cómodo de piel y numerosos retratos y cuadros del director junto a otros amigos suyos: jugando al golf, inaugurando algún parque de atracciones, asistiendo a eventos importantes... Todo un despliegue de poder. La secretaría no dudaba de que aquello era algo planeado de antemano. Conocía a Robert, el director de la empresa MapsandShops. Llevaba trabajando con él desde hacía unos cinco años.

-¿Quiere un trago?-le preguntó la secretaria, con un tono cortés.

-Sí, por favor-musitó ella. La secretaria sacó una pequeña copa y una botella de whisky y le ofreció el vaso. Ella se lo tragó de un golpe, arrugando el rostro. Se bebió tres vasos más, impresionando a la secretaria.

De repente, las puertas se abrieron y entró el director. La secretaría recogió la copa y la botella y las guardó en el armario, saludando con una leve inclinación de su cabeza al director.

Era un hombre de cincuenta años, anchos hombros, alto y ya con cierta barriga y papada. Su pelo grisáceo estaba peinado hacia atrás con gomina y lucía un mostacho cuidado. Ocultaba sus ojos tras unas lentes de media luna apoyadas en una nariz algo afilada. Vestía un traje oscuro, con una corbata roja. Caminó por la sala y se sentó en el sillón, enfrente de la mujer.Ella bajaba la mirada, intimidada.

La secretaria se colocó de pie junto al director, contemplando a la pobre mujer.

El hombre sacó una libreta del interior de su traje y empezó a leer los detalles del accidente del coche. La mujer había chocado lateralmente con el coche del director y éste la había convocado a la empresa para hablar de ello. La mujer, de unos cuarentitantos años, asentía con la cabeza, sin reprochar ni cuestionar nada.

-Terminemos con esto de una forma pacífica-decía el director con una voz pausada y grave-que el seguro pague los daños.

-Yo...no tengo seguro, señor-dijo la mujer, casi en un susurro. El director se recostó en el sillón, soltando un largo suspiro.

-¿Y querrá usted que yo pague los costes, verdad? ¿Y querrá que todo quede solucionado con unas disculpas, no? ¿E irse de aquí, con su consciencia tranquila y su bolsillo intacto?-preguntaba el director, en un tono enfadado.

Se hizo un incómodo silencio en la sala, roto por un leve sollozo de la mujer.

-No llore, no soporto eso- dijo el director, fastidiado-todas las acciones tienen sus consecuencias y se debe asumir la responsabilidad de ellas-comentó él-ponte en pie.

La mujer se prestó a obedecer, aguantando el sollozo.

-Sabe que su esposo trabaja en una de mis fábricas- dijo él-sería una pena que él fuera quien asumiera su responsabilidad.

-¡Por favor! No despida a mi marido, necesitamos el dinero. Tenemos gastos-se apresuró a decir ella, compungida.

-Gire sobre sí misma-le pidió el director. Ella frunció el ceño y obedeció.

-Parece que tiene un buen cuerpo, ¿verdad?-comentó él a la secretaria. La joven sonrió, con un brillo extraño en sus ojos.

-Eso parece, habrá que comprobarlo-dijo ella, caminando hacia la puerta y echando el pestillo.

-¿Qué va a...?-preguntó la mujer, confundida y con los ojos muy abiertos.

-Se pondrá a mi servicio durante dos semanas-explicó el director, sonriendo levemente-de cualquier tipo. Lo contrario-hizo una pausa-sería denunciarla a la policía y despedir a su marido.

-¿Qué quiere que haga?-preguntó ella, tras una pausa.

-Tranquila, mujer, él es un hombre como su marido-le susurró al oído la secretaria, tras ella y tocando sus nalgas. La mujer dio un respingo y se alejó levemente de la secretaria.

-Quítate la ropa-ordenó él, en un tono autoritario. Sacó de su bolsillo un cigarrillo y lo encendió, dando una calada.

La mujer se desprendió de la chaqueta sin mangas que llevaba, dejándola en manos de la secretaria. Sin alzar los ojos del suelo, siguió desnudándose. La blusa de flores que llevaba, las botas altas y marrones que llegaban casi hasta las rodillas y la falda negra. El director soltó un suspiro. La secretaría sonrió. La mujer estaba en ropa interior.

No era alta, pero poseía unas curvas atractivas. Su rostro era carnoso, con los labios finos pintados de rojo, la nariz delicada, unas cejas cuidadas y el cabello castaño oscuro sobre los hombros, terminando en pequeños tirabuzones. Su sujetador escondía dos grandes pechos, con pezones que se clavaban en la superficie. El vientre no era plano, y sus nalgas eran carnosas. En sus braguitas azules, se vislumbraba una pequeña mancha oscura de humedad y unos labios gruesos.

La mujer parecía reticiente de desprenderse de lo que le quedaba y la secretaria le quitó el sujetador. La mujer se sorprendió y se tapó los pechos con las manos, escapando sus senos de la protección de sus dedos. La secretaria rió suavemente y se arrodilló tras ella, bajando sus braguitas hasta los tobillos. La mujer no opuso resistencia y se estremeció ligeramente cuando la joven deslizó un dedo por su raja.

-Ya está húmeda-comentó ella, jubilosa.

-Parece que también te gusta esto a ti-comentó el director, riendo entre dientes. La mujer seguía tapando sus pechos, y cruzó las piernas. La secretaria masajeó sus nalgas, acariciándolas.

-Os va a gustar su culo, dire-le dijo ella.

-Que se ponga las botas-ordenó él, dando una gran calada al cigarillo. La joven se agachó y se las calzó.

-Pasea por la sala-pidió él, sonriendo. La secretaria dio una leve cachetada a las nalgas y la mujer se prestó a obedecer.

-A cuatro patas, mujer-añadió él, riendo. Ella se agachó y empezó a caminar. El director se enderezó en el sillón, observando como la mujer se alejaba.

Sus nalgas se movían, alzándose y bajando. Llegó hasta la puerta y se volvió. El director se deleitó con la imagen de sus senos, moviéndose junto a su cuerpo y colgando. La secretaria clavó ligeramente sus uñas rojas en el hombro del director y éste asintió con la cabeza. La secretaria caminó hacia la mujer y cogió un puñado de su cabello, guiándola hacia el sofá amplio que había en la sala. Allí, la secretaria pidió que se sentara y ella obedeció.

-Con su permiso, director-dijo ella, sonriendo y arrodillándose ante la mujer. La secretaria separó sus muslos y hundió su rostro entre ellos.

La joven besó los muslos, deslizando su lengua por la cara interna de éstos. Sentía en su rostro el leve calor que desprendía la vagina de la víctima del director y sonrió para sus adentros.

Dio una pasada con su lengua, muy cerca de su rajita húmeda, y observó como la mujer se mordía el labio inferior con cierto disimulo. El director gozaría con ella.

Besó el monte de Venus, poblado de un vello púbico negro y rizado pero recortado en forma de flecha. Deslizó un dedo por su rajita, percibiendo que sus labios vaginales eran gruesos. Encontró el clítoris, rugoso y húmedo, y lo acarició con la yema de los dedos.

-Mmm-gimió levemente la mujer.

-¿Cómo te llamas, bombón?-le preguntó ella, mientras deslizaba su dedo arriba y abajo.

-Mmm...Sara-dijo ella, mordiéndose un labio. Sus ojos estaban cerrados y sus dedos se crispaban en sus muslos.

La joven lamió su raja, al tiempo que seguía acariciando el clítoris con un dedo. Los gemidos de la mujer se volvieron más sonoros. La penetró levemente con la lengua, sintiendo que Sara se removía en el asiento.

-Mi secretaria es la mejor-comentó el director, que contemplaba aquella escena. Sara asintió con la cabeza, incapaz de pronunciar una palabra sin gemir.

La joven metió un dedo en su vagina, mientras jugaba con el clítoris usando la lengua. Su dedo se deslizaba con facilidad, gracias a la humedad de su interior. Lo metía y sacaba, mientras la lengua seguía acariciando y lamiendo el clítoris, que se hinchaba levemente.

-Aaah...síi-gimió Sara.

La joven metió dos dedos, el corazón y el índice, y trazó círculos en su interior.

-Mmmm, me gustaa-gimió Sara, pasando su lengua por sus labios. La joven separó los labios vaginales con dos dedos y la penetró con la lengua, lamiendo su interior.

-¡Síii! ¡Sigue, sigue, siguee! ¡Máas, máas!-pedía Sara, alzando ligeramente su voz. Sus piernas apretaban ligeramente a la secretaria y sus manos volaron hacia sus senos, pellizcando sus puntiagudos pezones. La joven volvió a penetrarla con dos dedos, y se levantó, buscando el rostro de ella. Compartieron un largo beso y las manos de Sara se deslizaron por la espalda de la secretaria.

-¡Más, por favor, máas! ¡Necesito más!-pidió ella, cuando el rostro de la joven se separó un poco. La joven sonrió ante la expresión anhelante de la mujer.

-¿Quieres que el director te folle?-le preguntó al oído, susurrando y mordiendo ligeramente el lóbulo.

-Mmm, ¡síii, por favor!-exclamó ella, gimiendo.

-Dire, su esclava quiere pedirle algo-dijo la secretaria, agachándose y lamiendo su vagina. Sus dedos seguían entrando y saliendo.

-¿Qué desea?-preguntó el director, con un tono fingido de cortesía.

-Díselo, Sara, díselo-la animó la joven, girando sus dedos en el interior, mientras su lengua se peleaba con el clítoris. La mujer parecía reticente, pero la joven sabía que no podía aguantar mucho más.

-¡Mmm...fólleme, por favor!-pidió ella, gimiendo con fuerza. Sus dedos se deslizaban por el cabello rubio de la secretaria.

-Venga aquí, Sara-dijo él, alejándose un poco de la mesa. Sara se levantó y caminó hacia el director mientras éste se desabrochaba el cinturón y se bajaba los pantalones y los calzoncillos. Su miembro estaba erecto, era alargado y tenía dos gruesas venillas en su tronco.

La mujer se sentó sobre él, cogiendo su polla con una mano y guiándola a su interior. La secretaria fue hacia el armario, dispuesta a beber un trago. Tenía el corazón acelerado, y sentía una humedad entre sus piernas. Aquella mujer la había puesto cachonda pero debía controlarse. Ahora Sara era del director, su turno ya había pasado.

La joven no perdió detalle de la felicidad y placer que inundó el rostro de Sara cuando la polla del hombre empezó a hundirse en su vagina. Las manos del director se aferraron a sus pechos, agarrándolos y amasándolos, deleitándose con su tacto esponjoso y cálido. Sara apoyó sus manos en los posabrazos del sillón y empezó a cabalgarlo.

La polla del hombre era más gruesa que la de su marido y parecía incluso más dura. Su calidez la extasiaba.

-Su cuerpo me encanta, Sara-comentó el director, pellizcando sus pezones. Ella llevaba el ritmo de la penetración, y ahora movía su cintura, apretando la polla del hombre en su interior.

-Mmmm, es todo suyo-gimió ella.

-¿Por cuánto tiempo?-preguntó él, besando su espalda.

-Por toda la eternidad-contestó ella, cabalgando su polla.

-Trato hecho-sonrió el director. Alzó una mano y giró el rostro de la mujer hacia el suyo. Los ojos de Sara eran verdosos, con tonalidades marrones y escondían un brillo de lujuria. Sus bocas se encontraron y compartieron un largo beso. La lengua de ella se precipitó en busca de la suya. Sara ahogó sus gemidos en la boca del director.

-Su hijo dice que pronto estará aquí-comentó la secretaria.

-Acabe pronto...mmmm, ¡oooh, síii! ¡Máas, máaas!-gimió Sara, mordiéndose un labio hasta que se hizo sangre.

Sentía que un orgasmo se aproximaba. Aumentó el ritmo de las embestidas y sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Su vagina se contrajo, apretando aquella polla que le provocaba tanto placer.

-¡Oooh! ¡Síii, síii! ¡Oooh! ¡Mmm!-gimió Sara, mientras su interior soltaba nuevos jugos.

El hombre la mordió ligeramente en el hombro y pidió que se tumbara sobre la mesa. La mujer obedeció y el director arrojó al suelo los objetos que había sobre ella. La secretaria se acercó a recogerlos y guardarlos mientras Sara se tumbaba boca arriba sobre la mesa.

-Quiero más, director, quiero mucho más-pidió ella, sonriendo al hombre y separando sus piernas descaradamente, mostrando su entrada sin pudor. Sus botas se apoyaban en el borde de la mesa.

El hombre se acercó y pasó un dedo por su raja, la cual lo engulló.

-Quiero su polla, director-dijo ella, lanzándole un beso. El hombre se sorprendió. Aquella mujer que al principio parecía tan reacia a aquello, y ahora ella lo pedía de aquella forma...

El hombre pasó su polla por la raja, provocando cierta desesperación en Sara.

-Mmmm,quiero que me folle, quiero que me provoque otro...mmm-gemía Sara, cerrando sus ojos y anhelando aquel miembro lujurioso.

-Aaah, síii, la siento, mmm...es tan dura y cálida, mmm-gimió ella mientras el director la penetraba.

-Me vuelve loco-susurró el director, mientras la penetraba. Inició un mete saca lento, sin perder detalle del rostro ansioso de la mujer.

Aumentó el ritmo, observando como sus pechos se movían, empujados por sus embestidas.

-Mmm, aaah, síii, más, ¡máaas!-pedía ella, abriendo ligeramente su boca.

-Suplícalo-dijo el director, ralentizando sus embestidas.

-¡Por favor, máas, máas! ¡Se lo suplico!-exclamó ella, aferrando un seno e incluso deslizando su mano hacia su entrada. El director volvió a aumentar el ritmo y la mujer volvió a gemir con fuerza.

-¡Síi, me gusta, me gusta! ¡Aaah, síi, siga, me voy a correr, aaah!-gemía ella. Sus dos manos se aferraban a sus pechos, apretándolos ligeramente y amasándolos.

-¿Quieres más, Sara?-preguntó él, bajando el ritmo.

-Mmmm, síi, así, suavecito, me gusta, mmm-comentó ella, sonriendo ampliamente.

-Puedes jugar con ella, Marta-dijo el director, observando a la secretaria. Ésta se había sentado en el sofá, separadas sus piernas, y deslizando un dedo por encima de su tanguita.

-Gracias, dire-agradeció ella, levantándose y acercándose a la mesa.

-¡Oohh, siga, siga, máas!-gemía Sara, mientras la joven deslizaba su tanguita por sus piernas y se subía la minifalda que llevaba y que dejaba a la vista sus piernas torneadas y delgadas.

-Lame, zorra, o el director parará- dijo ella, agarrando su pelo y guiándolo hacia su depilada vagina. Sara se apoyó sobre sus codos y giró su rostro, dirigiéndolo hacia la vagina de la joven.

Marta era buena secretaria, guapa y tenía aquella iniciativa sexual que tanto gustaba al director. Había mejorado con los años, perdiendo su vergüenza inicial y ahora el director estaba orgullosa de ella.

-Mmm, sabe lamer-comentó ella, mientras Sara sacaba su lengua y la pasaba por su rajita.

-Seguro que se habrá comido algún coño en su vida-comentó el director, amasando sus pechos.

Mmm, no...yo...nunca...aaah, síii, había...mmm...hecho...aaah, siga, siga ¡máas!-gemía la pobre Sara, besando la vagina de la joven y gimiendo.

-Vamos, Sara, lame el clítoris...mmm, síi, eso es...ese capuchón de ahí...mmm, sigue...-gemía Marta.

-¡Aaaah, me voy a correr, mmm,aaaah!-gimió Sara, hundiendo su boca en la raja de ella, ahogando sus gemidos. Los gemidos de ambas mujeres se entremezclaron, provocando un enorme gozo en el hombre.

Los lametones de Sara aumentaron de ritmo y Marta soltó un largo gemido de placer. El director sacó su polla del interior de Sara e hizo una señal a Marta. La joven rubia entendió y acompañó a la mujer al sofá. Sara tenía el rostro sofocado y parecía ansiosa de volver a ser follada.

Marta pasó un brazo por los hombros de Sara, acercándola a su cuerpo. Atrapó su rostro con la otra mano y la besó en la boca. Sara no opuso resistencia y acogió su lengua con cierta alegría. Las dos mujeres siguieron besándose apasionadamente, hasta que Marta empujó suavemente a Sara contra el sofá.

Sara sonrió pícaramente, se tumbó y separó sus piernas, provocando a Marta. La joven rubia soltó una risilla suave y se tumbó en el sofá, encima de la mujer. Siguieron besándose con cierta ansia.

-Mmm, tus labios son suaves-comentó Sara, acariciando la melena corta de la joven. Marta atrapó un seno de Sara y lo apretó, tras hundir el pezón. Llevó la otra mano hacia la entrepierna de Sara y pasó un dedo por su rajita húmeda.

-¿Quieres que devore tu coño?-preguntó Marta, hundiendo el dedo en el interior. Sara gimió levemente y mordió un labio de la joven.

-Deseo que lo hagas-confesó ella.

La secretaria sonrió ferozmente y colocó su rostro entre las piernas de Sara. El director se acercó y cogió la cintura de Marta entre sus manos. La joven movió las nalgas, incitándolo y bajó su cabeza, lamiendo la cara interna de los muslos.

-Fólleme como usted sabe, director-pidió ella, aplicando un beso a la vagina de Sara. La mujer cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo del sofá.

-Me encanta tu lengua...ahíi, mmm-susurró Sara, agarrando sus senos.

La polla del director se acopló entre los labios de la joven. Su rajita estaba mojada. Era más pequeña que la de Sara y sus labios eran delgados pero su clítoris era más grande que el de Sara. Era un auténtico botón del placer. Una de las maravillas que Marta escondía entre sus piernas.

-Así, dire, así, ooh-gimió Marta. La polla del director entró levemente, retrocedió, profundizó un poco más, volvió a retroceder y así sucesivamente. A un ritmo lento, provocando que Marta sintiera aquello perfectamente.

-Aaah, Marta, mmm, sigueee-gimió Sara. La mujer agarró un seno y lo alzó, intentando llevarlo a su boca. Bajó el rostro y sacó su lengua, lamiendo el pezón. Aquello gustó al director pues aumentó el ritmo de la penetración,

-Mmmm-gimió Marta, lamiendo con ansia la rajita de Sara. Introdujo dos dedos en su interior y los giró, con lo cual Sara gimió con fuerza.

-¡Aaaah!-exclamó Sara, abriendo su boca en una mueca de placer. Poco quedaba ya de la mujer tímida que había entrado en el despacho. Para alegría del director.

El director agarró a Marta y la atrajó hacia sí, clavando su polla en su interior hasta que sus testículos chocaron contra sus nalgas. Marta alzó su rostro, soltando un gemido largo mientras dos dedos penetraban a Sara con rapidez.

-¡Más rápido, máaas. máaas!-pidió Marta, moviendo sus nalgas hacia los lados levemente. Sara apretó sus senos.

-Mmm, Marta, chúpalo todo...¡Oooh, me corro, me corroooo!-exclamó ella, relajándose. Marta devoró su vagina, lamiendo sus jugos mientras el director la embestía con fuerza y rapidez.

-¡Oooh, siga, sigaa, director, sigaa!

-Vamos, vamos, zorrita, mueve tus nalgas, eso es! ¡Mmm! ¡Tu coño es el mejor! ¡Síii!

-¡Aaah, mi coño está...mmmm...estoy...oohhhh...muy cachonda....síiii, más, más, máaas!-clavó sus dientes en el muslo de Sara.

-¡Ooooh! ¡Me voy a correr!!-anunció el director. Marta se dio la vuelta y engulló la polla del director, recibiendo su semen cálido en su boca. Parte de él se derramó por la comisura de uss labios, bajando hacia su mentón. El director agarró su cabeza mientras su polla daba, dos, tres, cuatro sacudidas, liberando su carga.

Marta se separó del director y se volvió hacia Sara. Le hizo un ademán con su mano y Sara se incorporó. Marta aproximó su boca a la suya y compartieron un beso relajado, deslizando Sara su lengua en la boca de la joven y lamiendo el semen del director.

El hombre se sentó en el sofá, resoplando. Tras besarse, Marta se incorporó, colocándose la minifalda.

-Buen servicio, Sara-comentó el director, observando a la mujer que corrió hacia su ropa, abandonada en el suelo.

-Yo...no soy así, mi marido...yo...no sé-musitaba ella, nerviosa, mientras se vestía a toda prisa.

El director soltó una carcajada, a la que se unió Marta.

-Realmente, esto va a ser divertido-añadió el director, apurando el cigarillo y tirándolo al suelo.