La Detective
Laura Cuevas es la más talentosa y joven agente de la división de homicidios del CICPC, que tendrá la responsabilidad de resolver uno de los asesinatos más crudos y extraños de su país...
A veces, todo es cuestión de estar en lugar y momento equivocado…
Eso lo sabía muy bien la investigadora del CICPC (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas) Laura Cuevas, que con sus treinta años había tenido una carrera meteórica desde que termino sus estudios de Criminalística como la mejor de su clase, rompiendo todos los registros de notas.
Eso, permitía que muy a pesar de vivir en una sociedad machista como la venezolana, se hubiera ganado el respeto de sus colegas, incluso de los que tenían muchísima experiencia en el departamento de homicidios.
Aunque seguía siendo gracioso que algunos nuevos agentes confundieran a Laura con una adolescente perdida en su edificio, por su delgado y pequeño cuerpo, unido a su cara de inocente adolescente con su blanca piel y pecas.
Pero lejos de eso, Laura había resuelto no menos de una veintena de casos de máximo secreto, y alto perfil, aunque nada la hubiera preparado para lo que la noche del primer domingo del lluvioso mes de junio le tenía guardado.
Ese domingo Laura estaba libre, por lo que había decidido pasarlo descansado y leyendo un libro de zombies, que juntos a los de investigaciones famosas, eran sus preferidos.
Su novia Ana Ramos, era patóloga residente de la morgue más importante de Caracas, por lo que era imposible para ella estar libre uno de los fines de semana sangrientos, que cada vez aumentaba sus registros de homicidios.
Laura extrañaba pasar su día entre las sabanas con Ana, besándose hasta que sus labios dolieran, solo parándose entrada la tarde a comer algún bocadillo.
Laura se había enamorado perdidamente desde el primer momento que vio su piel trigueña, cabello enrulado, y preciosos ojos miel, entrar al salón de un simposio de pensamiento criminal, que realizaron unos investigadores norteamericanos.
Lo que hizo que Laura se llenara de valor, y sin pensarlo mucho, atravesó todo el gran salón de conferencias, para preguntarle si quería tomarse un café con ella.
Dos años habían pasado desde ese momento, y muchas aventuras habían experimentado, la más grande, vivir juntas, sin importar los prejuicios de sus familias, o sus amistades.
Pero sus apretadas agendas pasaban factura, y tener el tiempo de salir a tomar o comer algo era cada vez más difícil, y aunque su vida sexual seguía siendo excelente, ya no sucedía tan seguido como ambas quisieran que fuera.
Ya estaba atardeciendo cuando Ana entro al apartamento, había logrado escaparse de su turno en la morgue, y quería sorprender a Laura, tenía tantas ganas de besarla y hacerla suya, que su sexo estaba húmedo desde que iba de camino en su carro.
Nada más entro, la sorprendió la visión del cuerpo desnudo de Laura, acostada en el mueble de la sala mientras leía su libro, y no pudo evitar quedarse contemplando sus hermosas piernas abrirse y cerrarse, lenta y juguetonamente.
Su delicioso sexo rosado estaba cubierto de un fino bello, mientras sus pequeños pero firmes senos le mostraban esos pequeños pezones, rodeados de unas claras aureolas, que tanto le adoraba besar y morder.
Ana Lenta y silenciosamente se desvistió, quedando completamente en cueros, para luego sin mediar palabras recostarse en el mueble abriendo las piernas de una sorprendida Laura, que luego del susto inicial, sonrió dulcemente, dejándose hacer.
El sabor del sexo de Laura era el máximo manjar para Ana, sentir el calor que emanaba, y como vibraba su cuerpo con cada movimiento de su lengua, hacia que su propio cuerpo experimentara placer.
Los dedos de Ana no tardaron en explorar las profundidades del sexo de su amada, sintiendo como sus paredes se expandían con cada penetración, y el liquido emanaba producto de su excitación.
Laura se sentía en la gloria, cada movimiento en conjunto de los dedos y lengua de Ana hacían que sus caderas acompañaran la ola de primitivo placer que se sucedía, y la aproximaba a uno de los orgasmos más fuertes que había sentido desde hacía semanas.
Bajo sus manos hasta tomar la cabeza de Ana, y apretándola contra su sexo para profundizar el contacto, avisándole a su amante que el clímax estaba cerca, lo que hizo que aumentara los movimientos de su lengua y dedos, como hambrienta de ese placer.
El orgasmo fue brutal, de su sexo emano cantidades de jugos que Ana no desperdicio en lo más mínimo, para luego subir hasta besar los dulces labios de su amor.
Laura se disponía a devolverle el favor a su amante, cuando el teléfono de emergencias de ambas sonaron, casi al mismo tiempo, lo que las sorprendió de sobre manera.
En cualquier otra situación, abrían dejado que sonara hasta el día siguiente, para darse placer hasta que sus ganas se saciaran, pero ambas sabían que debía ser algo verdaderamente grave como para que las llamaran de esa forma.
-¿Quién crees que sea?- Fueron las primeras palabras que salieron de Ana, que estaba visiblemente extrañada.
-Bueno, realmente no creo que sea algo muy bueno, déjame contestar a mi primero.- Le respondió Laura, mientras se incorporaba para alcanzar su celular.
Antes de contestar, Laura le dio un beso dulce y lento, ambas sabían que no había forma de saber, cuando tendrían de nuevo la oportunidad de estar juntas de esa manera.
-Aquí Cuevas.- Contesto secamente Laura mientras ponía su teléfono en altavoz para que Ana pudiera escuchar.
-Lucena al habla, necesito que vengas al Hotel Gran Meliá, no me hace falta decirle que es de urgencia, y por supuesto, extremo secreto.- El Jefe del CICPC no espero la respuesta de Laura, no la necesitaba, sabía perfectamente que en menos de quince minutos la tendría allí.
-Que el Jefe en persona este en una escena del crimen, no puede ser nada bueno.- Se limito a decir Ana, que no pudo evitar llevar su mirada hasta los pequeños y rosados pezones de Laura mientras le hablaba.
-Tengo ocho años en el CICPC, y nunca lo vi en campo, ni siquiera con los asesinatos más mediáticos, esto debe ser algo completamente fuera de lo común.- Le contesto Laura, devolviéndole la mirada a Ana, recorriéndola por todo su cuerpo.
Ana ya sabía que se trataba entonces su llamada, por lo que no se molesto en contestarla y se incorporo para vestirse de nuevo y salir.
A Laura le dio dolor ver a Ana poniéndose su ropa, deseaba con todas sus fuerzas pasar su lengua por cada palmo de su piel trigueña, devorar sus grandes senos, mordiendo sus oscuros pezones, pero el deber la llamaba, y tenía el presentimiento que este sería el mayor reto de su carrera.
Se puso su jean negro preferido, una sudadera blanca tres cuartos, las botas policiales, se agarro su largo cabello castaño en una coleta y se puso su placa en el cinturón.
No acostumbraba a ir armada, incluso tenía su 9mm de reglamento debajo de metros de ropa sucia, pero prefirió prevenir y tomarla, poniéndose su pistolera y una chaqueta de cuero negra, que Ana le había comprado.
-Sabes que te vez sexy con esa chaqueta mi detective.- Le dijo Ana mientras mordía sus labios esperándola en la puerta.
-Lo sé…- Le contesto Laura con rostro serio mientras se acercaba a ella, y le daba un rápido beso en sus labios.- Te amo.- Termino de decirle.
Ambas se fueron por separado, Ana en su pequeño Fiat Uno del año noventa y dos, y Laura en su moto de paseo, que raramente usaba de noche, pero quería llegar lo más rápido posible.
No tardo ni diez minutos en llegar desde su apartamento hasta el Gran Hotel Meliá Caracas, uno de los más costosos y exclusivos del país, lo que la sorprendió de sobremanera, es que todo estaba excesivamente normal, incluso pudo ver algunos turistas entrar para alojarse.
No le costó mucho ver a Gil o para ser más específicos, su cabeza rapada y brillante, este espigado hombre es uno de los agentes más veteranos del CICPC, y la esperaba en la entrada del lujoso hotel, usando una ropa completamente de civil, sin llevar la placa visible.
A sus casi cincuenta años Gil había visto y hecho de todo, incluso se dice que rechazo el cargo de Jefe en un par de oportunidades, sin duda, de los mejores sabuesos que tiene el cuerpo, si él, y el propio Jefe estaban acá, Laura no entendía que querían que hiciera.
-Señorita Cuevas, feliz noche, será mejor que te guardes la placa, y no dejes que nadie te vea la pistolera.- Le dijo Gil al oído con toda la naturalidad del mundo, abrazándola al saludarla, como si de un padre y una hija se trataran.
-Lo siento, no lo sabía.- Le contesto Laura visiblemente apenada, aunque casi todos sus casos habían sido secretos, no habían tenido un escenario tan público.
-Tranquila Cuevas, el Jefe no quería darte mucha información por teléfono, este caso es prioridad uno, te puedo decir que ni el propio ministro de defensa sabe de esto.- Le siguió diciendo mientras le abría la puerta del elevador de servicios del hotel.
-¿Pero es que acaba de ocurrir acaso? ¿Quién consiguió el cuerpo?- Pregunto Laura sin duda, completamente incomoda, aunque conjeturaba que había sido un asesinato, tenía demasiadas dudas para tanto secretismo.
-El cuerpo lleva muerto desde la madrugada de hoy, pero nos acabamos de enterar, uno de sus guarda espaldas lo consiguió cuando entro para buscarlo, nadie más sabe de su muerte.- Las palabras de Gil hicieron que sus dudas lejos de disiparse se multiplicaran, este hotel solo podía ser pagado por alguien importante, y si tenía guardaespaldas, hacia que todo se complicara.
El elevador abrió sus puertas, y pude ver al agente Arias, y la agente Gutiérrez hacer guardia, también vestían de civil, y eran piezas de extrema confianza del Jefe, incluso por lo que ella sabía, la agente Gutiérrez estaba de permiso.
-Buenas noches.- Atino Laura a decir, antes de que ambos agentes sacaran sus pistolas quien sabe de dónde, pero rápidamente enfundaron al ver que no había peligro.
-Carajo Cuevas, no somos unos niños, otro susto de esos y moriremos de un infarto.- Dijo Arias, que de todos los agentes en el CICPC, era el único que nunca dejaba de bromear, incluso en los peores momentos, aunque sea difícil reírse de un hombre de casi dos metros, de tez morena, que parecía más un gran oso, que un humano.
-Lo siento Arias, pero ustedes están demasiado sensibles.- Le contesto Laura con una sonrisa, mientras los saludaba abrazándolos cariñosamente, ambos agentes habían sido los primeros en hablarle cuando entro al departamento, y siempre les agradecerá haberla tratado como una igual, desde el primer día.
-Niña, cuando entres a esa habitación sabrás porque estamos así, en veinte años que tengo en campo, es primera vez que veo algo tan fuerte.- La voz cortada de la agente Gutiérrez rompía cualquier profesionalismo, pero evidenciaba lo afectada que estaba por lo que vio, el cuerpo moreno y atlético de Gutiérrez no evidenciaba su edad madura, pero su rostro demacrado por horas de insomnio, si lo hacían.
-Compostura, conserven la compostura.- Dijo el Jefe al salir de la habitación doscientos uno, Haciendo que Laura casi trastabille cuando lo vio vestido en short, tenis, y una camiseta blanca.
En casi ocho años conociéndolo, Laura nunca lo había visto sin su elegante traje gris plomo, y sin duda, tampoco ninguno de los presentes, ya que todavía se notaba la mirada curiosa de todos.
-Jefe, aquí Cuevas reportándose.- Dijo Laura firmemente, que sin duda, con traje o no, era intimidada por su sola presencia, aunque no fuera un hombre realmente grande, o alto, sus ojos oscuros, tez blanca, corte militar y enormes manos, lo hacían.
-Dejemos las formalidades para otro día, ya le informe a doctor en jefe de la morgue para que buscara a su mejor forense.
-¿Tenemos los videos de vigilancia? Con ellos puedo identificar al asesino en medio día.- Pudo decir Laura luego de ubicar una cámara de vigilancia justo en la esquina del pasillo.
-No, parece que lleva dañada más de una semana, no consiguen repuestos o algo así, me dijo el gerente del hotel.- Me contesto Gil, sacando su vieja libreta de apuntes.
-No perdamos más tiempo, quiero que entres a la habitación, confió en que no vomites Cuevas, pero si lo haces, hazlo fuera.- Las palabras del Jefe no le hicieron gracia, por más que sonaran a chiste, estaba lejos de eso.
Todos los años de experiencia, no la podrían haber preparado para lo que vio, luego de que el Jefe abriera la puerta de la habitación doscientos uno.
No era solo el olor a sangre, tripas y porquería, el ambiente pesado, cargado de una energía extraña golpeo de inmediato a Laura, haciendo que por primera vez en su vida, tuviera ganas de salir corriendo de algo.
El agente Gil, dándose cuenta de la duda, puso su mano en la espalda de la joven agente para empujarla disimuladamente dentro de la habitación.
Laura lejos de ofenderse, agradeció el gesto de Gil, y término de entrar a la habitación, intentando controlarse haciendo ejercicios de respiración rápidos que Ana le había enseñado.
El cuerpo de un hombre maduro estaba literalmente regado por toda la habitación; piernas, brazos, torso y cabeza, estaban puestos en una especie de hexágono, que no hubiera podido reconocer, si no hubiera sido capaz de detallar la posición de cada parte cercenada.
En ese momento agradeció no haber comido prácticamente nada en todo el día, porque seguramente si hubiera cenado, le habría tomado la palabra a su Jefe.
-¿Si vieron que el cuerpo esta regado en forma de hexágono?- Pregunto Laura a todos los presentes, sin dejar de observar la cabeza buscando identificar su rostro.
Todos los agentes miraron de nuevo cada pedazo del sujeto, ya que ninguno había notado ese detalle importante, y era justo por eso que el Jefe había llamado a Laura, no solo era detallista, sin duda era casi una enciclopedia viva, a pesar de su juventud.
-Bien hecho Cuevas.- Contesto el Jefe, lo que lleno el pecho de Laura de puro orgullo, que no recordaba que en ninguno de sus casos la hubiera felicitado por algo.
-Gracias Jefe… pero no logro identificarlo, ¿Me podría de quien se trata?- Pregunto Laura que se acercaba hasta la cama, donde reposaba la cabeza de la víctima.
-Era Luis Noriega, jefe de seguridad de la Conferencia Episcopal Venezolana.- Se limito a decir el Jefe, lo que me permitió entender la gravedad de la situación.
La increíble tensión política del país podría soportar el asesinato de un político, sea del partido que sea, pero que una persona “neutral”, tan ligada a la población, muera de esta forma, sería algo imprevisible.
Laura se acerco hasta la mesa de noche, sobre ella había varios billetes perfectamente acomodados, la billetera de la víctima, su celular y un reloj, que a simple vista era sumamente costos, lo que descartaba el robo como motivo del asesinato.
La ropa de la víctima, incluyendo su ropa interior, estaba perfectamente doblada en el closet de la habitación, por lo que dedujo que estaba desnudo al momento de su muerte.
Se puso unos guantes de hule, y reviso la ropa, encontrando bajo ella una Glock 40 cargada. –Este sujeto conocía a su asesino, eso estaba claro.- Pensó en voz alta Laura, mientras sacaba el arma para inspeccionarla.
-No “lo conocía”, la conocía.- Contesto el Jefe, mientras levantaba del suelo una pequeña tarjeta con un nombre escrito en ella… -Valentine.- Repitieron todos los presentes al unisonó.
El Jefe le dio la pequeña tarjeta a Laura, y esta pudo ver una dirección de Twitter impresa detrás del nombre, esta es una dirección de Twitter.- Explico a los agentes.
-Somos viejos, pero no significa que no estamos en las redes sociales.- Le contesto Arias, mientras levantaba su teléfono inteligente, con la imagen sonriente de su perfil de Twitter.
-Ok, ok, lo siento, fue mi error.- Intentó corregir, sorprendida por cómo podía este enorme hombre bromear justo al lado de una pierna de la víctima.
-Deja de payasear y busca el perfil de la tarjeta Arias.- Ordeno visiblemente exasperado el Jefe, que seguía al pendiente de cada detalle.
-Bingo.- Grito Arias, como un adolescente.- Oh la la… pero si es un bombón.- Termino de decir volviendo a mostrar la pantalla de su teléfono a todos.
El cuerpo imponentemente hermoso, de una mujer cubierto en un traje de cuero negro, mientras sostenía una especie de fusta, aparecía en la foto de perfil, junto con su nombre, y la información de su biografía. “Valentine, Ama del mundo, solo necesito tu entrega total, y te mostrare el más primitivo placer… el dolor”.
-Santo dios.- Exclamo Gutiérrez, que lucía sorprendida por las imágenes que luego mostro Arias desde su teléfono.
-Parece una especie de dama de compañía, especializada en BDSM, o eso creo.- Exclamo Laura, que nunca había visto tantas imágenes reales de sesiones de este tipo en su vida.
-¿Qué es BDSM?- Pregunto Gil, que por primera vez Laura miraba algo perdido y fuera de lugar.
-Para ponerlo sencillo, lo diré en español por sus siglas, Amarres, Dominación y Sado Masoquismo.- Contesto Laura, que en alguna oportunidad había leído sobre el tema, pero en realidad, era una práctica que desconocía.
Todos, incluyendo el Jefe, asintieron.- Este hombre no era un padre, aunque fuera el padre de la seguridad eclesiástica, por lo que nos tan extraño que solicite los servicios de una prostituta.- Agrego Arias, que seguía buscando información.
-Tenemos que establecer contacto con ella, hasta el momento, es nuestra única y principal sospechosa.- Exclamo el Jefe, mientras sacaba su teléfono de su short, y salía de la habitación llamando a alguna persona.
-¿Pero y el guardaespaldas que lo encontró?- Pregunto extrañada Laura, que estaba a punto de salir a buscar a su Jefe.
-Ya confirmamos su coartada, estaba cuidando al mismísimo cardenal de Caracas, en una reunión entre el presidente y algún político de la oposición.- Le contesto Gil, que volvía a sacar su libreta de apuntes.
-Cuando será el día que dejes la prehistoria, y uses la tecnología.- Le dijo Arias, poniéndole en el rostro su teléfono inteligente.
-Cuando a mi libreta de apuntes se le acabe la batería, o se me caiga y no me sirva más.- Le dijo en tono cortante Gil.
Justo cuando los dos hombres se empezaron a encarar, el propio director forense de la morgue, Ángelo Colmenarez, entraba a la habitación, junto con Ana.- Buenas noches agentes.- La voz gruesa del director, no correspondía a su delgado y pequeño cuerpo.
Todos incluyendo a Laura correspondieron el saludo.- Necesito que abandonen la habitación, mientras hacemos el verdadero trabajo científico.- Termino de decir en tono cortante el director, mientras señalaba hasta un charco de sangre que salía del cuarto de baño y que todos habían pasado por alto.
-Seguramente fue allí que cercenaron el cadáver.- Exclamo Laura, que intentaba buscar la mirada de Ana, pero esta evitaba cualquier acercamiento, ambas eran abiertamente lesbianas, pero solo algunos cercanos del cuerpo sabían que ambas eran pareja.
-Sera nuestro trabajo descubrirlo.- Le respondió el Director, otra vez con ese tono despectivo, sin siquiera mirarla cuando lo hizo.
Gil volvió a tocarle la espalda, pero esta vez para sacarla de la habitación.
-Maldito misógino de mierda.- Exclamo Laura, cuando todos estuvieron fuera, y cerraba la puerta de la habitación.
-Esos estarán allí toda la noche.- Dijo Gutiérrez, a lo que agrego.- Y por ende, nosotros también.- Golpeando la espalda de Arias mientras lo decía.
-Hablando de “esos”, esa hermosa trigueña que acompañaba al condón usado, se me parece a tu “mujer”, Cuevas.- Exclamo Arias, mientras cruzaba sus brazos y ponía una de sus enormes manos en su barbilla haciéndose el pensativo.
-Lo fuese o no, es una ventaja.- Respondió el Jefe que salía del interior del ascensor, sorprendiéndolos a todos. –Tendremos información de primera mano de lo que descubran los forenses, ese desgraciado podrá ser el mejor, pero no confió en el.- Termino de decir el Jefe, antes de darle una carpeta a Laura con todo lo que tenían de la víctima.
-Cuevas, este caso es tuyo, mantenme informado en todo momento de lo que descubras.- Seguía diciendo el Jefe, mientras seguía intentando hacer una llamada.- Responderás ordenes solo de mi, ni el mismísimo presidente puede pedirte que busques un café sin mi consentimiento.
Laura estaba estupefacta, que el Jefe la hubiera escogido a ella para este caso, antes que a agentes tan experimentados como Gil, o el mismo, le alegraban, pero a su vez, la asustaban.
-Pero, pensé que solo seria apoyo.- Respondió por lo bajo Laura, que no terminaba de salir de su asombro.
El Jefe viendo la desconfianza que sentía sobre si misma Laura, puso su mano en el hombro de la joven agente.- Cuevas, viste cosas en esa escena que nosotros no abríamos podido descubrir tan rápidamente, eres la indicada, ellos estarán bajo tus ordenes, y te apoyaran en todo, yo hare lo imposible para que esto no salga a la luz pública todavía.- Termino de decir el Jefe, antes de irse de nuevo en el ascensor.
-Eres la Jefa, Cuevas, dinos que hacer.- Prácticamente dijeron todos al unisonó poniéndose frente a ella, visiblemente orgullosos de que esta niña que habían apoyado hubiera llegado tan alto.
-Gracias chicos, son mi familia, no querría trabajar con nadie más en este caso.- Le respondió emocionada, pero intentando mantener el profesionalismo.
-Eeeeee, eso no te lo creo, estoy seguro que preferirías trabajar con la forense sexy.- Laura no pudo evitar reír, pero lejos de que fuera verdad o no, era que nunca hubiera imaginado a alguien decir “forense sexy” en una misma oración.
-Bueno, dejemos los rodeos, Arias tú te quedas acá cuidando a los forenses, ayúdalos en lo que puedas, y si tienes la oportunidad de tomar alguna foto, hazlo.- Ordeno Laura con voz seria y autoritaria.
-“A su ordenes Jefeee.”- Contesto Arias imitando una frase de afamado Cantinflas, pero haciendo caso de inmediato, colocándose en la puerta de la habitación.
-Gutiérrez, quiero que pidas los números de todos los del turno de anoche en el hotel, y averigües lo que puedas de lo que vieron o no, además de los videos de seguridad del lobby.- Las órdenes de Laura fueron claras, y Gutiérrez asintiendo bajaba por las escaleras del hotel rumbo a las oficinas administrativas.
-Gil, quiero que investigues lo que puedas sobre la víctima, y hazme un informe detallado de lo que averigües.- No había sabueso mejor que él, si alguien podía averiguar cualquier pasado oscuro, seria Gil.
-Considéralo hecho, pero Cuevas, será mejor que siempre lleves tu arma contigo, este caso es extraño, y tal vez nos metamos muy hondo en mierda.- Las palabras crudas pero sabias de Gil, le dijeron que debía hacerle caso.
-Gracias por el consejo, yo iré directo a nuestras oficinas a intentar averiguar lo que pueda de la sospechosa.- Le contesto Laura, mientras bajaban en el ascensor hasta el lobby.
-Perfecto Cuevas, pero mejor llévate la patrulla que traje, es un riesgo que andes con tu moto a estas horas.- En ese momento mire la hora de mi reloj, no había caído en cuenta que eran ya pasada la media noche.
-Gracias Gil, estamos en contacto.- Se limito a contestarle mientras tomaba las llaves y entraba en la patrulla.
Laura siempre le impresionaba como cambiaba Caracas a estas horas, no solo en su tráfico, ese lado oculto de la ciudad salía a flote, ese que les daría pesadillas a los niños, y a sus padres.
Sin duda, la ciudad no estaba preparada para enterarse de lo que paso, y Laura sabía que lo tocaba un largo y difícil camino hasta conseguir al asesino.