La desvirgué... y ella me violó

ella viviría una desconocida experiencia, pero a mí esto me destrozó el culo.

DESVIRGUÉ SU CULO... Y ELLA ME VIOLÓ

INTRODUCCIÓN

Tenía 22 años y me encontraba prestando servicio en una fuerza de seguridad que custodia las fronteras de mi país, en un puesto en medio de la cordillera de los Andes, en un pueblito de 1000 habitantes llamado Villa Nueva, en la provincia de San Juan, República Argentina.

Abreviando la introducción les diré que una jovencita -de 13 años- venía dos veces por semana para retirar la ropa que ella me lavaba. Mis camaradas me cargaban por la forma en que ella me miraba, apostando cuando me la "voltearía" a lo que yo siempre respondía con una sonrisa y diciéndoles "es una niña".

Por diferencias limítrofes con Chile en 1978, ordenaron desde el escuadrón una patrulla de reconocimiento que involucraba a todo el personal excepto a mí dado que era el radio operador. Marcharon entonces mis compañeros montados en sus mulas rumbo al limite entre los dos países, dejándome solo en el puesto.

EL ENCUENTRO

Era una tarde calurosa, me encontraba en la entrada del puesto tomando solitariamente unos mates (infusión tradicional de la región), cuando noté que venía Graciela -la lavanderita en cuestión- que traía el bolso con mi ropa ya lavada.

Luego de recibir el bolso y de mantener una trivial conversación la invité a pasar, a lo que aceptó rápidamente. Saque una cerveza de la heladera y le invité un gran vaso, la bebida actuó en ella en forma desinhibitoria, mientras conversaba por -efecto del alcohol- apoyaba sus manos sobre mi cuerpo, se reía por cualquier cosa graciosa que yo digiera.

Aprovechándome de esta situación me acerque a ella hasta tener mi rostro frente al suyo. Se calló y con sus delgadas manos tomó mi rostro, me besó como nunca me habían besado. Me incorporé y la abracé seguidamente acaricié su cuerpo lentamente hasta llegar a sus redondos senos, mis manos percibieron debajo de la tela sus pezones bien paraditos, respondió con un suspiro en mi oreja la estimulación recibida, bajé lentamente mi mano derecha buscando su entrepierna, subí su corto vestido hasta llegar a su diminuta braguita, mis dedos juguetearon unos instantes por encima de la delicada prenda, suavemente la desplacé hacia un costado de su rajita e introduje tímidamente un dedo, realmente estaba mojada la muchacha. "Quiero ser tuya" -me sorprendió-, sin más preámbulos la tomé entre mis brazos y la llevé hasta mi dormitorio, depositándola en mi cama.

Presurosamente le quité su vestido dejándola solamente -dado que no tenía corpiño- con su blanca braguita, la que arranqué rompiéndola de un fuerte tirón. Mi boca -fuera de sí- buscó sus redondos senos, mis dientes mordisquearon esos sabrosos pezones que tanto deseaba, mis dedos exploraban su cuevita extrayéndole suspiros de placer.

Sus manos me desvistieron velozmente, sus ojos se posaron en mi miembro totalmente erguido que superaba ampliamente sus expectativas de lo que hasta ahora había visto. Se levantó y lascivamente me tiró a la cama, subió sobre mí montándose, asió mi miembro con las dos manos y se lo introdujo fácilmente debido a lo mojada que estaba, con gran experiencia comenzó a cabalgarme como poseída. Primero tuvo un pequeño orgasmo, el que fuera seguido por uno de mayor intensidad y posteriormente otro que hizo que cayera sobre mi pecho totalmente extenuada.

Había disfrutado intensamente de sus orgasmos pero faltaba mucho para que yo llegara al mío, opte por retirar mi miembro y acariciar su espalda, mis manos descendieron a sus redondos glúteos, sin quererlo rocé con la punta de uno de mis dedos el orificio de su ano, generándole una pequeña contracción en sus nalgas y una descomunal erección en mí.

-"Conque es eso lo que te gustaría comerme..." -me dijo-, yo solamente suspiré, ella se sentó sobre mi abdomen primero y seguidamente se incorporó sobre sus rodillas, tomo mi miembro y describió pequeños círculos alrededor de su virgen agujerito diciéndome "esto es lo máximo que te puedo ofrecer, no quiero saber nada con ser penetrada por ahí... lo reservo para el que sea mi esposo el día que me case...".

La aparté suavemente y le dije que satisfacía muchísimo lo que estaba haciendo pero que ya se habían secado sus deliciosos jugos de mi miembro y el roce me incomodaba. Me levante de la cama y retiré un pan de manteca de la heladera, lo coloque en la mesita que estaba al lado de la cama y reasumí la posición debajo de ella dejándola hacer. Extendió su mano y retiró un pequeño trozo de manteca para pasarla por la cabeza de mi pene, hecho esto, siguió describiendo los pequeños círculos alrededor de su ano.

Esta acción me estaba excitando por demás, ella noto esto y torturándome se colocó el miembro bien en la entrada del culo sosteniéndolo con una mano, bajando y subiendo su torso para ejercer presión sobre la cabeza del mismo.

Descontrolado, mis manos buscaron primero sus senos estrujándolos, ella excitadísima aumentó la frecuencia del sube y baja tratando de hacerme acabar.

Yo no aguantaba más... La tomé firmemente de sus largos cabellos y acompañé con mis manos el movimiento de su cabeza, y cuando ella descendía la tiré con fuerza salvaje hacia mí. Favorecido por la manteca solo quedaron mis testículos afuera de sus entrañas. Gritó como si la hubieran partido al medio. Me sorprendió que algo caliente mojara mi abdomen, baje la vista a su cuevita ...se estaba orinando profusamente. Seguía sosteniéndola de sus cabellos traté que continuara subiendo y bajando, no logré mi cometido, se resistió a ello, opté por sacársela.

Sollozando me dijo "hijo de puta, quería dárselo al que fuera mi esposo...", se desplomó boca abajo en la cama. Fuera de mí me incorporé, me coloqué detrás de ella y diciéndole "ya es tarde mi amor.." la levanté suavemente y coloqué una almohada en su abdomen exponiéndome de esta manera su hermoso culo al que le propiné una corta lamida. Con la mano izquierda le abrí sus nalgas, con la derecha agarré mi miembro, un fino hilo rojo comenzaba a salir de esa dulce cueva, no me importó ver que sangraba, acerque nuevamente mi pene -a punto de explotar- a la entrada de su hoyito, parecía que toda la sangre de mi cuerpo había confluido a un solo lugar, la cabeza de mi miembro -que había crecido a un tamaño bestial-, sin más salvajemente la penetré arrancándole nuevos gritos de dolor, estos gritos y las contracciones involuntarias que sufrían sus glúteos, como así también las palpitaciones de los músculos de la entrada de su ajustada cuevita ejercían sobre mi miembro hacían que me excitara aún más, mis manos se asieron fuertemente a sus nalgas primero y más tarde a su negra cabellera, sacaba toda la extensión de mi miembro y la volvía a meter destrozándole cruelmente su orificio, una y otra vez durante media hora.

Cuando percibí que mi orgasmo era inminente, me retiré lentamente hasta que solamente la mitad de la cabeza de mi pene quedó adentro y acabé, unos segundos después, exhausto, me retiré para observarla -cosa que siempre quise ver-, su agujerito totalmente dilatado manaba con pequeños espasmos mi leche calentita que descendía lentamente por una de sus piernas.

La abracé por la espalda y ella me insulto diciéndome "hijo de puta, me despedazaste el culo ...yo solamente quería tener sexo con vos", "bueno -le respondí-, hoy no solamente tuviste sexo como hasta ahora conocías, sino que aprendiste algo nuevo..." y agregué "Es cierto te he abierto bien, pero lo que se dice bien el culo. Cuando seas más grande, no sé si te acordarás de quien te desvirgó el hímen, pero seguramente te acordaras de quien te desgarró el culo" -debo reconocer que disfruté mucho diciéndoselo-.

Consolándola la bese, acaricie sus senos y su clítoris hasta que se excitó nuevamente. Ella repuesta del mal trance quería más -y pensar que yo no la quería tocar porque era una niña-, la satisfice dos veces hasta que se sintió completamente saciada.

Nos mantuvimos un buen rato abrazados. Ella se pasaba una de sus manos por su devastado culito, diciéndome "...me has satisfecho como nadie, pero también que has dejado el culo como una flor... esto no terminará aquí...", ya casi dormitado no le di importancia.

EN LA DUCHA

Después de la corta siesta, extenuado me dirigí a la ducha, tomé aire unos segundos mientras abría la ducha, apoyé la cabeza y mis manos contra la pared, el agua caía sobre mi espalda masajeando todo mi cuerpo. Ella entró sigilosamente al baño, yo sin cambiar de posición la miré apenas dado que el agua caía copiosamente sobre mí, observé que tenía una mano detrás de la espalda, como ocultándome algo... no le di mayor importancia.

Suavemente se colocó detrás, me besó la nuca y lamió mis orejas murmurándome "tu me hiciste sufrir y me diste placer, después de haberte dado placer te haré sufrir" -sentenció-, a lo que yo no di demasiada importancia por el cansancio que tenía. Siguió lamiendo mi espalda y suavemente se fue agachando hasta arrodillarse, su rostro quedó a la altura de mis glúteos y su lengua impetuosa los recorrió buscando un orificio al cual lamer. Disfrutaba yo ese placer cuando algo punzante se apoyó a la altura de mis riñones, rápidamente intente darme vuelta pero ella ejerció más presión produciéndome un ligero corte, giré entonces solamente mi cabeza y vi el cuchillo de cocina que sostenía firmemente apoyándolo en mi espalda y al costado de ella un paquete de manteca que había sacado furtivamente de la heladera.

-"Quédate quieto... –me grito- y si no quieres que te apuñale... agáchate y no saques las manos y la cabeza de la pared".

No podía salir de mi asombro que esa jovencita me estuviera amenazando, pero el solo ver las dimensiones de semejante cuchillo apoyado en mi espalda no me hizo dudar, me agache como me lo había ordenado. Siguió con las labores de lamer mis glúteos, con la otra mano (la derecha) suavemente los abrió mostrándole mi diminuto orificio, hacia allí se encamino su mojada lengua y al igual que yo le había realizado comenzó dando círculos alrededor del mismo.

-"Saca las manos de la pared y ábrete los glúteos" -me ordenó firmemente-.

Yo acepté dado el placer que me propinaba con sus lamidas. Su mano buscó en el medio del agua aquel pan de manteca y extrajo un pequeño pedazo. Lo apoyó en el orificio y comenzó a ejercer una leve presión, la manteca al entrar en contacto con mi cuerpo se comenzó a derretir levemente, primero ingreso el pequeño trozo de manteca y luego metió en toda su longitud su dedo mayor. Jugueteó en un ir y venir dentro de mí y lo extrajo suavemente, sólo para ir en busca de un nuevo trozo de manteca aún más grande que el anterior, nuevamente comenzó a describir círculos alrededor de mi ano, para después empujarlo hacia adentro lo que me produjo un ligero dolor que hizo que me retirara un poco mis glúteos de su mano, ella respondió apretando más el cuchillo en mis espaldas, me quedé quieto a su merced. Siguió empujando con más fuerza logrando que ingresara, inmediatamente embadurnó toda su mano en la manteca que por el calor que hacía ya estaba muy blanda.

Acomodó su mano juntando los dedos extendidos tal como si fuera la punta de una lanza, suavemente apoyó la yema de su dedo mayor y comenzó a forzar la entrada poco a poco, le siguió la punta del dedo anular y después el dedo índice, esto me generó una erección involuntaria, pero reaccioné quejándome por esta intrusión a lo que me respondió apretando aun más el cuchillo sobre mi espalda diciéndome "¡¡¡quédate quieto de una buena vez!!!", a la vez que introducía su dedo meñique.

A partir de allí todo fue un doloroso transe para mí, al igual que un brutal pistón arremetió salvajemente con sus cuatro dedos hasta sus nudillos, dilatando de esta manera hasta cuatro centímetros de diámetro mi ano. Giré mi cabeza y vi su cara de satisfacción. "Me estas rompiendo el culo" –le dije-, sonrió y arremetió con fuerza salvaje hasta que solamente su pulgar quedo afuera, sentía como palpitaba mi roto agüerito -dilatado ahora a seis o siete centímetros de diámetro-. Sus dedos descubrieron mi próstata y al observar lo que esto hacía en mi pene, comenzaron a masajearla ferozmente. Era una mexcla de placer y dolor simultáneamente. Tanto era así que mi pene adquirió una dimensión que nunca había tenido en toda mi vida, ella lo noto enseguida, me obligó a girar enfrentándola y ordenándome que apoyara el pié izquierdo sobre su hombro, mi miembro que quedó a la altura de su boca. El cuchillo lo colocó en mi abdomen, y ya entregado le dije "Nena, ya no tiene sentido que me sigas amenazando, no me puedo mover sin lastimarme", al darse cuenta que yo tenía razón lo dejó a un costado, su mano izquierda buscó ahora algo más placentero... su clítoris al que frotó con irracional lujuria, mientras que en forma simultanea sus cuatro dedos entraban y salían acariciando el interior de mis entrañas.

Su auto satisfacción estaban dando resultado, su cara denotaba el placer del orgasmo que estaba saboreando. A su vez sus dedos me estaban llevando al más extraño y placentero orgasmo que he tenido en toda mi vida, tener una eyaculación sin que me toquen el pene. Ella notó en mi cara el goce que me propinaba, incremento aun más el movimiento de su mano, mientras abría su boca, sacaba en toda la extensión posible su lengua, el sentir su cálido aliento sobre la cabeza del pene me desencadeno la mejor acabada de mi vida. El chorro de semen caliente fue directo a su boca -en tal cantidad que me asombró-, colmo toda su boca para desbordarse por la comisura de sus labios deslizándose hasta alcanzar sus redondos senos.

Degustaba este nuevo y desconocido sabor mientras suavemente retiraba la mano de mi trasero, dirigiéndola hacia mis testículos, apretándolos fuertemente, como queriendo exprimir todo su néctar. Se introdujo todo mi miembro en su boca lamiéndolo y succionándolo -como si su vida dependiera de ello- hasta el último vestigio de leche.

Se incorporó relamiéndose un pequeño "bigote" blanco que le había quedado en su labio superior, para besarme apasionadamente haciéndome descubrir el sabor de mi propia leche.

Luego de bañamos nos secamos mutuamente y caminamos con dolorosa dificultad hasta mi dormitorio.

EL MISIONERO

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