La despedida de soltera de mi prima Ana - 9
9. Los jefes. Laura cuenta su historia de cuando fue a un congreso con sus jefes y de cuando se la follaron todos.
La despedida de soltera de mi prima Ana:
- Los jefes.
Terminado el relato de Elena le tocaba a Laura que era la única que faltaba por contar su experiencia.
Antonio se había pasado al asiento de atrás del coche para clavársela a Laura, que sentada sobre su polla y de espaldas a él se preparaba para iniciar el relato. Elena al lado, también se sentaba sobre las piernas de Fran dándole igualmente la espalda y con la polla de este engullida por su coño se estiraba para pajear a Enrique que seguía conduciendo. En el otro coche, Emilio se había pasado al asiento del conductor y se colocó debajo de Miriam que sentada sobre él follaba y conducía a la vez. En el asiento de atrás Caridad, encaramaba sobre Héctor, era doblemente penetrada, por Héctor por delante y por Esteban por detrás. El panorama en nuestro coche era parecido, Ana emparedada entre Martín y Lucas, el primero por delante y el segundo por detrás y yo con la polla de Jorge en la vagina y pajeando a Carlos que conducía.
-Pues yo me follé a mis seis jefes a la vez. Así empezó Laura su relato. Y siguió:
Trabajaba de secretaria en una empresa de ventas de productos financieros. Se celebraba un congreso nacional en Salamanca, al que asistían todos los vendedores repartidos por el país y me llevaron como parte del equipo de la oficina central. Al final de las aburridas sesiones del dichoso congreso se celebró la fiesta de despedida. Bebí demasiado como la mayoría de los asistentes y me quedé hasta el final, entretenida con mis jefes que una vez uno y otras otros alababan mi trabajo, mi inteligencia, mi sonrisa, mi peinado, mi vestimenta, blusa y falda cortita, mi porte, mi belleza, mis piernas y mi culo y mis tetas por supuesto. Bueno al final quedamos los seis jefazos y yo. Es decir, el director general, y los jefes de las zonas norte, sur, este, oeste y centro, que así se dividían la península e islas. Yo les permitía todo embriagada como estaba, y la verdad que eran jóvenes y apuestos y más de una vez habíamos comentado entre las compañeras lo que nos gustaría tirarnos a más de uno, bueno ahora era la ocasión. Ya no me acuerdo como se llamaban, solo el director general, Jaime y el jefe de la zona centro Ramón, que por cierto eran los únicos casados de los seis. La mujer de Jaime le acompañó en los primeros días del congreso, pero no se quedó el último día y la de Ramón se fue pronto a dormir. Pasadas las doce nos echaron del salón y me invitaron a la suite de Jaime a tomar la penúltima.
Allí me fui, escoltada por los seis maromos, que me agarraban de las manos, me pasaban el brazo por la espalda, por la cintura, me abrazaban y me besaban las mejillas. Llegados a la suite y puesta la música y servido el champán, tuve que brindar con cada uno y darles otros dos besos. Alocada como estaba me quité los zapatos y me subí a bailar en una mesa que había en la salita de entrada. Me contoneé y la falda se subió hasta dejar ver mis muslos y supongo que mis bragas, ya que ellos me miraban desde abajo. A uno de ellos se le ocurrió la idea de agitar una botella de champán y rociarme con el líquido, ejemplo que siguieron varios de ellos con lo que me dejaron empapada. Jaime que era el mayor, alrededor de los 35, se acercó y me tomó en volandas para bajarme de la mesa.
-Con cuidado que todavía queda mucha noche, le oí decir, pero al tenerme en sus brazos me besó, le correspondí y oí un estruendo a mi alrededor, si, si, así, así, oé, oé y otros sonidos parecidos. Me siguió besando alzada como me tenía, me enzarcé a su cuerpo, enrollando mis piernas a su cintura y morreándole con furia. Los gritos proseguían. Me bajó y comprobé como le había mojado toda la camisa. Me arrojaron otro chorro de champán a la cara y a las tetas y Jaime dijo: -Hay que quitarte esa ropa no te vayas a resfriar. Dicho y ello, allí había seis voluntarios. Rápidamente me quedé en bragas y sostén. Los gritos de aprobación arreciaban, si, si, qué buena, qué buena, qué cuerpazo, qué tía, cómo está. El champán no se acababa porque me seguía lloviendo en cara y cuerpo, pero también empezaron a bañarse entre ellos, con lo que una vez todos mojados se quedaron en gayumbos y comenzaron a besarme y lamerme por todos lados con la excusa de secarme. Sentía los labios y las lenguas de ellos saborear todo mi cuerpo, mientras uno besaba mis labios, otro besaba mis senos, y otros mi espalda, mis muslos, mi vientre y mis nalgas. Disfrutaba con las lenguas que por turno iban introduciendo en mi boca y con las caricias y lamidas que dedicaban a mi cuerpo. De esta guisa en algún momento perdí sostén y bragas y volví a escuchar las alabanzas a mi bien formado cuerpo. Allí de pie, los seis me rodearon y quedaron atónitos mirando mis tetas. El de la zona sur, detrás de mí, las agarró y zarandeó enseñándoselas a los demás y exclamando: ¡Esto sí que es un buen par de tetas! El mismo me dio la vuelta para enseñarles al resto mi culo, el cual también causo grata impresión y alaridos del tipo: ¡Qué culo! ¡Culazo! ¡Está para comérselo! Pero antes de hacer esto último, lo tocaron, lo palparon, lo manosearon y lo palmotearon a su gusto hasta enrojecer un poco y arder de placer. Un chorro de champán me bajo la calentura. De repente me alzaron entre dos y abriendo mis piernas enseñaban mi vulva al resto. Recibí otro rociado de champán exactamente en la raja para a continuación uno de ellos postrarse ante mí y comerme el coño.
-Venga vosotros también, les ordenó Jaime a los otros tres que no me tenían en brazos. Por turno los cuatro metieron su lengua en mi raja y me lamieron el clítoris y mientras lo hacía uno, los otros lamían mis pezones y mi lengua. De repente me encontré en horizontal alzada por encima de sus cabezas y mis piernas en los hombros de Jaime aprisionando su cabeza y con su boca chupándome el coño. Me dieron la vuelta para ponerme boca abajo, pero seguía en el aire sobre sus cabezas y ahora era Ramón u otro el que metía su lengua en mi orificio de delante y también en el de atrás, fueron pasando todos, uno tras otro por ahí. Por fin me sentaron encima de la mesa con mi culo en el borde y ¡oh! al jefe de la zona oeste se le ocurrió meterme el cuello de la botella en la vagina y descargar en ella el champán. Sentí la fría andanada en mi interior y un gran alivio cuando retiró la botella y salió con inusitada fuerza un enorme chorro de champán que el jefe de la zona oeste se apresuró a beber acercando la boca a mi coño. Repitieron lo mismo los de las zonas norte y sur mientras los del centro y este se dedicaban a chuparme los pezones. Yo seguía en el borde de la mesa y fue Jaime el que después de lamerme el chocho me hizo ponerme de pie inclinada y apoyada sobre la mesa para meterme la lengua en el culo, Ramón me abría el coño y metía la lengua en el mismo, otros dos me lamían los pezones, un quinto la lengua y el sexto me besaba la espalda. Me corrí, descargué bastantes jugos mezclados con champán en la boca de Ramón.
No me dejaron descansar mucho. A esto ya estaban todos desnudos con sus instrumentos tiesos como palos. De pie, rodeada por ellos, me manoseaban tetas, culo y coño y me llevaban las manos a sus pollas para que las masturbara. Las pajeé todas primero, para a continuación arrodillarme entre las seis verticales pollas y comérmelas, las chupé una a una y de dos en dos, pajeaba dos con mis manos y mantenía una o dos en mi boca. Chupaba sus huevos y mordisqueaba los frenillos, algunos me colocaban la polla entre las tetas y se masturbaban con ellas, mientras los otros seguían con sus pollas en mi boca o en mis manos. De repente sentí la corrida de Ramón en mi garganta y casi al unísono el grito de placer que pegó. Esto fue el aldabonazo de salida para los demás que se fueron viniendo uno tras otro en mi cara, y en mi boca en cuanto Ramón sacó su polla de ahí. Me corrí otra vez. Todavía quedaba champán porque alguno me echó un chorro en la cara que limpió las corridas y abrí la boca para que el siguiente chorro hiciera bajar la leche hasta mi estómago.
Me duché para limpiarme semen y champán, pero al salir del baño ya me esperaban con las pollas en la mano desperdigados por la habitación. Otra vez Jaime me cargó en sus brazos para dejarme tumbada boca arriba sobre la cama. Entre todos me quitaron la toalla que llevaba anudada alrededor del cuerpo y se quedaron observando mi cuerpo desnudo como extasiados o pensando en que hacerme. Tres a un lado de la cama y otros tres al otro, me separaron las piernas y me hicieron estirar los brazos con lo que quede como en aspa. Sus manos buscaron y acariciaron mis tetas, coño y cara. Sus dedos masajeaban mi clítoris, acariciaban mis pezones y mis labios vaginales y unos dedos se introducían en mi boca. Uno me agarró del clítoris y estiró de él mientras otros dos estiraban de mis labios vaginales, otros dos agarraban mis pezones y estiraban de los mismos y el último agarró mi lengua y estiró también de la misma sacándola de la boca. Los seis agarraban y estiraban a la vez de una parte sensible de mi cuerpo, pero me gustaba y casi me corro. Pronto dejaron de estirar de mis apéndices y se concentraron en introducir sus dedos en mis orificios, los dos que estaban más próximos, a un lado y al otro, de la cabecera de la cama, introdujeron sus dedos en mi boca y tocaban mi lengua, los dos del medio metieron sus dedos en mi concha y los dos que estaban al pie de la cama me alzaron las piernas hacia arriba y después de ensalivar sus dedos los fueron metiendo poco a poco en mi culo. Una vez introducidos todos los dedos y después de unas suaves entradas y salidas me abrieron los agujeros de par en par, los seis tenían un dedo en alguna de mis cavidades y tiraban hacia su lado de tal forma que veían el fondo de mi boca, vagina y culo, es decir garganta, ovarios e intestino. Después uno de rodillas en la cama me alzó un poco y me penetró por delante, otro acomodó su miembro entre mis tetas, dos acercaron sus pollas a mis manos para que les pajeara y los otros dos hacían lo propio con las plantas de mis pies. El que estaba sobre mi pecho alternaba la fricción de su pene entre mis tetas con la introducción de este en mi boca. Los seis disfrutaban conmigo y mi cuerpo titilaba de placer. Pero querían más. Me pusieron boca abajo, brazos y piernas extendidos en cruz, otra vez admirando mi culo, manoseándolo y besándolo. Creo que fue el de la zona este quien se arrancó primero y me la endiñó por detrás, otro me la puso en la boca y los otros cuatro se conformaron con que les pajeará con las manos o frotándosela con la planta de mis pies. No tardé mucho en orgasmar otra vez.
Pero quedaba lo mejor. El de la zona norte se tumbó en la cama boca arriba para que yo lo montara, otro me la metió por detrás y Ramón me la enchufó en la boca. Después se fueron intercambiando y probando mis tres agujeros. Ninguno se quedó sin metérmela en los tres sitios. Me colocaron de todas formas, de frente, de espaldas, de lado, a cuatro, de pie, encima, debajo, alzada, tumbada con las piernas hacia arriba. Siempre los tres agujeros rellenos, a veces también con las manos ocupadas pajeando a dos, otras con una polla entre las tetas, otras veces se pajeaban con mis pies. Siempre los seis disfrutando de mí. Me corrí. Pero seguían, recibí dos pollas en el coño, otra en el culo, otra en la boca y dos en las manos. Más difícil, dos en el culo, una en el coño, otra en la boca y dos en las manos. Me corrí otra vez. Mis esfínteres titilaban de placer. Ellos ya no podían más. Tenía a tres, no se a quienes, uno en cada agujero, yo de espaldas al que tumbado en la cama me daba por el culo, otro que me daba por delante y otro en la boca cuando los tres como si estuvieran sincronizados explotaron y derramaron su esperma cada uno en uno de mis agujeros. El del sur se tumbó boca arriba en la cama para cuando los tres que se corrieron dentro de mi sacaran la polla de mis interiores pudiera girarme y caer sobre él y ensartarme su polla en el coño, para que otro me diera por el culo y el que faltaba la metiera en mi boca. Estos tres también se corrieron a la vez, cada uno en el agujero en el que estaba y me colmaron de semen en coño, culo y boca, al mismo tiempo que me venía por última vez. Al sacar sus pollas de dentro de mí, la leche salía a borbotones de mi coño y mi culo y se derramaba por mis muslos y nalgas, también se me escapaba de la boca y resbalaba por la comisura de mis labios hacia la barbilla un reguero de esperma sobrante de todo el que me tragué.
Quedé totalmente exhausta y satisfecha y dormí toda la noche en aquella cama a pierna suelta. Desperté en la tarde del día siguiente. Los jefes se habían marchado en la mañana, pero habían dado orden de que no se me despertara y que me pagaran un taxi para volver a casa.
Terminó Laura su relato y se oyó susurrar a Emilio -ya llegamos, para después escucharle un alarido, lo que nos dio a entender que descargó y llenó de semen el coño de Miriam que no tardó en rugir también de placer. Cómo si fuera el detonante de una explosión a continuación se oyeron los gritos de Héctor y Esteban que saturaban de esperma los orificios de Caridad que a su vez aullaba de gozo. En el coche de Enrique los gritos tapaban los nuestros, Antonio y Fran descargaban dentro de Laura y Elena y Enrique en la mano de Elena. Ana bramaba al sentir la leche de Martín y Lucas en vagina y ano y ellos berreaban de gusto y yo también gritaba al sentir la humedad en mi coño y en mi mano y correrme como una loca acompañada de los rugidos de Jorge y Carlos. Después de la tempestad se hizo la calma y Emilio todavía debajo de Miriam y con la polla desinflada en el interior de esta, conducía el coche dirigiendo la caravana al chalé de sus padres en el que íbamos a pasar la noche.