La despedida - Capítulo final - La resaca
Un desenlace inesperado para esta gran serie, una descarga importante de sexo que concluye con un cambio de vida
Capítulo 10: La resaca
La la temperatura de la habitación completa empezó a subir en ese momento. Después del nutritivo desayuno, todos parecíamos, activos, con nuevos ánimos. ¿Existe una mejor forma que curar la resaca y la mala noche, que un poco de sexo? Creo que no. Todos en la habitación pensábamos igual, aunque nadie se había atrevido a decirlo, hasta que la modelo se insinuó directamente a Gaia.
La hermosa modelo, se puso de rodillas sobre el alfombrado suelo, tomó suavemente las piernas de Gaia, separándolas lentamente. Suavemente, ubicó su rostro frente a la jugosa vagina de Gaia. Para ese momento, Gaia ya tenía, semi introducido el consolador en su vagina.
Gaia se relajó, dejó que la modelo se haga cargo de la situación, mientras mi pene comenzó a incrementar su volumen. La modelo retiró suavemente el consolador y lo arrojó hacia donde yo estaba. Lo tomó Carolina, se lo llevó a la boca provocativamente. Pasó su lengua sobre él y jugueteo un buen rato.
Carmina se calentó bastante con la situación. Dio la vuelta hacia donde estaba Leo, lo beso frenéticamente. Yo me encontraba justo tras de ella, podía ver su delicioso trasero moviéndose suavemente. En ese momento lo pude notar, su ano tenía un tamaño considerable, bastante dilatado. Su vagina en cambio, se notaba pequeña, ajustada. Su sexo lucía unos delicados labios mayores, mostrando escasamente sus labios menores rosado oscuros. Se me apetecía probar. Carolina notó mi atención en el trasero de Carmina, me dijo algo que me sorprendió.
- ¿Lo quieres? – no espero a que respondiera - ¿Quieres que lo prepare para ti?
- Si - respondí aunque no entendí completamente a que se refería
Carolina se puso de pie, en ese instante y caminó los dos pasos que la separaban el sofá de la cama en la que nos encontrábamos. Se agachó para acomodarse mejor, acercó su rostro y luego pasó su lengua, desde muy abajo tratando de abrir aquellos los labios menores. Finalmente subió hasta su ano, lamiéndolo suavemente. Carmina regresó su mirada, tratando de encontrar a quien causaba ese delicioso placer. Cuando descubrió a Carolina, se puso un poco nerviosa, pero se dejó hacer. Carmina se volvió hacia Leo y continuó besándolo. Pude notar que Leo no podía mantener una erección, algo parecido a lo que me pasó ayer.
Gaia comenzó a dar sus primeros gemidos de satisfacción. Cerraba sus ojos, agarraba fuertemente una de las sabanas de la cama. Carolina seguía poniendo más ritmo a sus lamidas, saboreando los genitales de Carmina. Era una exquisita visión y mi pene había alcanzado su límite de erección. Me senté al filo de la cama, para observar mejor, Carolina esporádicamente regresaba su mirada hacia mí. Sus ojos viciosos, invitándome a disfrutar del manjar que había encontrado.
Carolina se estiró un poco para encontrar mi falo, con su mano izquierda. Lo tomó firmemente, lo jaló hacia su cuerpo. Tuve que levantarme, instintivamente me acerqué a ella. Carolina manoseó mi falo para luego acercarlo y frotárselo por encima de sus senos. Luego se incorporó, sin soltar mi verga, subió, lentamente, lamiendo mi pecho y mis tetillas. Llegó a mi cuello, besó mi rostro y finalmente plantó un beso muy húmedo en el que transmitió parte de los líquidos de Carmina.
Fue exquisito saborear la mescla de sabores, de mujeres, y mucho más cuando Carolina con su mano izquierda seguía frotando mi pene. Algunas veces lo acercaba a su monte de Venus, lo restregaba contra sus escasos bellos haciéndome excitar cada vez más.
Luego se agachó nuevamente volvió con Carmina, para continuar con su tarea. Pude ver nuevamente las nalgas de Carmina, ahora lucían mucho más separadas, mostrando mejor aquellos deliciosos órganos femeninos. Carolina siguió saboreando con su lengua, hasta que consideró que estaba bastante húmedo. Dejó su manjar y se dirigió a mi palo, el cual nunca había soltado. Se lo introdujo en su boca húmeda, jugo con su lengua, se dedicó a chupar como ella sabía hacerlo, mamaba provocándome un placer indescriptible.
Intercambió algunas veces, entre su pene y el trasero de Carmina. De pronto Carmina dejó de besar a Leo, quien no consiguió una erección, empezó a gemir fuertemente, Carmina estaba alcanzando un orgasmo.
Mire otra vez, el ano de Carmina, extremadamente dilatado, excitado, listo para recibir castigo. De inmediato, me ubique tras Carmina, decidido a penetrarla. Estaba tan excitado, pero por alguna razón me detuve cuando miré aquel manjar, preferí primero probarlo. Me agaché para pasar mi lengua, primero en su tibia y húmeda vagina, luego sobre el ardiente agujero trasero, la experiencia fue asombrosamente deliciosa, lo disfruté al máximo.
Repase algunas veces mi lengua en la parte posterior de Carmina. Pude notar como ella se estremecía más, cuando introducía mi lengua en su agujero posterior. Insistí varias veces hasta que logré un orgasmo muy fuerte, sus espasmos me hicieron retirar mi rostro. Junto a mi encontré a Carolina, ella había visto atentamente mis acciones, sin pensarlo me besó y compartimos los jugos en nuestras bocas.
Carolina tomó entonces, con sus dos manos, las bien formadas nalgas de Carmina, manoseo, jaló y finalmente introdujo todos sus dedos, por todos los agujeros por los que cabía.
El resultado fue un par de manos mojadas. Compartió, deslizó los dedos de su mano izquierda en mi boca, mientras ella saboreaba la derecha. Luego repitió la acción, pero esta vez su mano izquierda la introdujo en su propio sexo, mientras la derecha en Carmina.
Jugamos así por un buen rato, bebiendo todo el líquido que era posible, untándolo en nuestros cuerpos, envolviéndonos en aquella epicúrea escena.
Cinco minutos después, Carmina, totalmente desinhibida, se incorporó y fue a colocarse de pie al filo del sofá, con sus manos sobre la cabecera. Se inclinó ligeramente mientras separaba sus piernas.
La postura nos daba un panorama aún mejor, para continuar. Al poco rato se deshizo de la camiseta que traía puesta, ahora dejaba ver completamente su exquisito cuerpo.
Carolina continuó saboreando, esta vez se introdujo entre la abertura de las piernas de Carmina y se dedicó exclusivamente a su vagina. Yo me coloqué tras Carmina, procedí a tocarla suavemente, desde sus senos, hasta sus piernas, toda ella se estremecía, se retorcía de placer con mis caricias. Luego ubiqué mi pene en su entrada trasera, lo deslice fácilmente hasta lo más profundo, ella gemía desesperadamente.
El cielo completo rodeaba mis genitales, empujaba con fuerza tratando de fraguar mi pelvis con los acolchonados glúteos de Carmina. De alguna manera mis bolas fueron a dar con la entrada principal de la mujer. Carolina aprovechó, tragó mi escroto con hambre feroz, retrocedí algo adolorido.
Retiré mi verga, dejando solo mi glande escondido en su culo. Entonces sentí aquel palpitar, este culo delicioso tenia vida propia y pedía más. Me excité tanto, empujé nuevamente con fuerza, entrando y saliendo, varias veces. Carmina tuvo que empujar, con todas sus fuerzas para evitar que la tumbara. Mis azotes eran continuos, intensos, acompañados solamente de aquel sonido de cuando choca la carne.
De vez en cuando retiraba mi pene, lo rozaba con los labios mayores de Carmina, pero pasaba de largo hasta alcanzar la boca de Carolina. Ella gustosa recibía mi pene, lo succionaba deliciosamente. Repetí esta operación varias veces, los tres disfrutamos mucho, los tres nos entregamos.
Carolina succionaba mi pene, como intentando conseguir su preciado alimento. Después de un buen tiempo de intentarlo, prefirió acomodarse en el sofá frente a Carmina. La miró un momento, como queriendo abalanzarse sobre su rostro jadeante. Luego esbozó una sonrisa maliciosa, había encontrado la posición perfecta.
Hábilmente dio vuelta, sobre el sofá, colocó sus largas piernas sobre la cabecera del sofá, separándolas y ofreciendo su sexo completo a Carmina. Por abajo, su cabeza fue a ubicarse en medio de las piernas bien abiertas de Carmina, las cuales estaban a punto de quebrase por mis arremetidas. Carmina no pudo más, sus rodillas flaquearon, su mojada vagina fue a dar directo con la boca de Carolina.
Desde esa posición y aun penetrando el trasero de Carmina, estiré mi mano derecha, alcancé el sexo de Carolina, froté rápidamente su clítoris, encontré sus labios menores rebosantes de jugos. Luego introduje dos de mis dedos en su vagina, lo cual le gustó mucho, Carmina observó mi acción y me imitó. Tiernamente llevó sus dedos, los paseo por ese chorreante sexo.
Carolina entendió de inmediato las intenciones de Carmina, separó lo más que pudo sus piernas, logrando su intención. Su sexo completamente desflorado, yacía expuesto justo en frente de Carmina. No me había dado cuenta hasta entonces, las chicas formaban un perfecto sesenta y nueve vertical. Mientras yo, no dejaba de penetrar a Carmina por aquel refinado culo.
Carmina se halló perpleja por la situación, empalada por mi tranca en su culo, la lengua ardiente de Carolina introduciéndose en su vagina y un delicioso manjar frente a sus ojos. Seguramente trataba de decidir, el placer en el cual debía concentrarse primero.
Carmina gemía fuerte, sus graznidos inundaban la habitación. Carmina no resistió más, la tentación era intensa, pasó su lengua sobre la concupiscente vagina de Carolina. Carmina saboreó despacio, quizás como ella lo hubiera deseado, no obstante mis embestidas la empujaban con tanta fuerza que terminaba clavando todo su rostro en aquella fosa húmeda.
Después de apenas cinco minutos de lascivo tironeo y constante fricción carnal. Carolina alcanzó a su primer orgasmo. Estaba tan excitada, que bastaron las cadenciosas lamidas de Carmina, para hacerla llegar al éxtasis profundo.
Entonces pude ver a Leo a nuestro lado izquierdo, sin inmutarse por nuestro hedonista derroche de placer, miraba atento la televisión. En ese momento, los gritos de la habitación se confundían con los de la televisión. Gaia, literalmente gritaba desesperada, como si alguien la estuviese golpeando. Muy difícil pensar, que los vecinos no escucharon nada, los gritos de Gaia eran estremecedores.
La siguiente en llegar al éxtasis fue Carmina, comenzó por contraer los músculos de su esfínter mientras todo su cuerpo daba pequeños saltitos con cada penetración. La sensación por demás fenomenal. Podía sentir como su ano convulsionaba, atrapando mi falo en su interior. Todo su cuerpo se hallaba inundado de un exquisito sudor, tanto que me era difícil sujetarme de sus tetas, como lo había hecho hasta entonces.
Finalmente Carmina cayó vencida, extasiada de tanto placer, se desplomó sobre el bello cuerpo de Carolina. Ella la ayudó a incorporarse tiernamente y nos invitó a ir a su cama. En el lugar yacía Gaia, retorciéndose de un placer inconmensurable, causado por la modelo. Gaia no tenía más voz para gritar, solo habría su boca y cerraba sus ojos, de vez en cuando recuperaba el aire y soltaba obscenos monosílabos, apenas audibles.
Nos recostamos en la cama, una mujer de cada lado. Carolina me besó en la boca, me dijo que le había encantado ver como penetraba a Carmina
- Me excitó mucho ver, como entraba y salía tu verga de su cuerpo, nunca me imaginé, pero me vuelve loca observar como partes el culo de esta puta – soltó Carolina - Jamás había sentido esto, es un lujurioso deseo de poseerte, como si estuvieras dentro de mí mismo – yo no sabía que responderle, también lo había disfrutado. Carmina en cambio, no decía nada, solo tenía una mirada tierna fija en mí. Estaba agradecida por el placer que había sentido
- No sabía que podría terminar tantas veces, con una penetración anal – dijo al fin Carmina
- Chicas ustedes son maravillosas – les dije
- Gracias - respondieron todas, mientras Carmina decía que deberíamos repetir más seguido, estas fiestas y yo estuve de acuerdo
De pronto Carmina, quiso decir algo pero se detuvo, pues justo en ese momento Gaia comenzó nuevamente con sus gemidos y respiración fuerte. Gaia gritaba ahora dando órdenes a la modelo para que no parara - sigue perra, sigue – le decía – eres la mejor puta que a chupado mi concha, sigue perra
Entonces Carolina, pidió a Carmina que nos contara lo que estaba pensando, en esta situación no había nada porque tener vergüenza. Carmina dudó pero al final accedió.
- Es solo que… no sé cómo decirlo – regresó su mirada mí, me habló cerrando los ojos - quiero que me penetres por delante, de la forma tradicional. Tú fuiste quien me quitó la virginidad. Quiero cumplir una fantasía – se detuvo nuevamente, pero continuó antes que le dijéramos algo- Yo… quería perder mi virginidad en una cama grande, blanca, como esta, mientras alguien nos observe – soltó Carmina avergonzada
- ¿Así que eso quieres? – respondió Carolina - y ¿porque querías que alguien te observe?
- Porque así, me podrían explicar lo que debo hacer – soltó Carmina, como si la respuesta fuera obvia
- Pues bien Juan – Carolina reaccionó enérgica - ¿qué esperas? hay que cumplir la fantasía de esta niña, los guiaré – yo quedé sin saber que decir, la situación era por demás extraña, pero no podía negarme
Carolina se levantó como impulsada por un resorte, fue directo a uno de los muebles, farfullando frases incomprensibles, de virginidad y matrimonio, nadie la entendió. Entonces tomo algo blanco y corrió hacia la puerta de entrada y llamó a Carmina esta fue a encontrarla tras la puerta.
Dos minutos después me llamaron. Lo que encontré me cautivo de inmediato, Carmina vistiendo un velo de novia en su cabeza, un pequeño ramillete en sus manos, un ligero que rodeaba sus cintura y terminaba ajustando unas panty también blancas. Completamente expuesta su vagina con vellos largos y desordenados.
Carolina balbuceo con desgano algo como “los declaro marido y mujer” y luego entró a la habitación, dejándonos sin saber qué hacer. Entonces comenzó a darnos órdenes gritando desde dentro de la habitación.
- ¿Qué esperan? Vamos Juan, incorpórate al papel, se han casado, es su noche de bodas, vas a des-virginar a tu esposa, ahora cárgala y entra a la maldita habitación
- Ok, ya entendí ahí voy – Se me hizo muy fácil tomar el frágil cuerpo de Carmina, la levanté con delicadeza mientras ella me miraba con una chispa en sus ojos pero sin decir nada, llegué al filo de la cama, tuve que evitar los pies estirados de Leo y luego la coloque lo más separado que pude de donde estaba la modelo y Gaia
- Ya muchachos, olviden a estos calenturientos y concéntrense. Primero, Juan párate al filo de la cama, Carmina siéntate frente a él. Toma suavemente su pene con las dos manos y acarícialo. Ahora saca tu lengua y pásala por la cabeza y luego por todo el cuerpo, bien, repítelo muchas veces… ahora debes metértelo a la boca, completamente, chúpalo pero no lo muerdas, justo así mi amor, repítelo muchas veces. Si sigues así pronto obtendrás una deliciosa leche. Pero recuerda, esa leche es mía, solo mía, no es parte de tu fantasía, no te la vayas a tomar
- Está bien - respondió Carmina
- Después del sexo oral, viene la penetración, bueno así fue mi primera vez. Por ahora, tu sigue mamando, hasta que te de la señal de que has terminado. Mámalo con todas tus fuerzas. Cómelo completo, perfora tu garganta, hasta que no puedas más – Mientras más tiempo lo hacía, sentía como mejoraba su técnica, sentía la sabrosura de aquella lengua, me estaba dando tanto placer, empecé a gemir – Basta – gritó Carolina
- OK ¿qué hago ahora?– respondió Carmina empeñosa
- Separa tus piernas, todo lo que puedas, súbelas por sobre las de él. Juan, primero debes chupar las tetas de Carmina – así lo hice – vamos… Carmina tiene que aumentar su respiración, hazlo con más fuerza. Carmina no te guardes nada, que se dé cuenta que estas excitada, gime más duro, deja que el lametee tu cuello, que lo muerda de vez en cuando, si sientes dolor, grita pero no lo sueltes nunca. Tómalo por la espalda, pégalo a tu piel, siente como tus senos se aplastan con su peso. Juan, comienza a frotar tu pene contra su vagina, como si intentaras entrar pero no lo lograras. Ahora Carmina… toma la verga con una de tus manos, colócalo en el lugar correcto, siente como en este momento, estas ardiendo, estás explotando como un volcán. Muy bien… es hora que Juan haga su trabajo, lo siguiente que sentirás será un golpe fuerte. Te dolerá mucho, solo si no estás completamente mojada, piensa que es tu primera penetración vaginal, aunque ya lo hayas disfrutado antes, y seguro lo has estado practicando mucho anoche, pero no importa, disfruta cuantas primeras veces quieras, tu puedes ser desflorada cuantas veces desees, todo depende de ti
- Sí… ayer si lo sentí… por primera vez, ahhhhhhhh, es lo más delicioso, que he probado en mi vida – entré otra vez en la mujer, su deliciosa vagina seguía estrecha
- Sé que te gustó, ahora debes continuar, muévete al ritmo que él te indique, levanta ligeramente tu pelvis para disfrutar mejor. Muy bien, sigan así, no paren
- Si… esto es fenomenal me encanta sentir este falo dentro de mí, no te detengas por favor, sigue, soy tuya, solo tuya
Continué, no me detuve hasta obtener un orgasmo largo desde su interior, me encantó poseer una vagina que se estrechaba alrededor de mi ardiente pene. Poco faltó para que terminara dentro de ella, pero Carolina nos detuvo.
- Bien chicos me encantó – Carolina parecía apurada, como si estuviera asteada del juego - lo hacen muy bien, me hizo recordar mi primera vez, ahora quiero que los dos me den placer a mí
- Pero por supuesto – Respondió Carmina recuperándose y retirándose completamente el velo
Carolina se recostó junto a Carmina, separó sus piernas indicándome por donde debía entrar. Salí con algo de dificultad del estrecho agujero de Carmina. Me recosté sobre Carolina, coloqué mi pene en su entrada y empujé sin piedad. Mi falo entró sin ningún problema, era un alivio para mí, entrar en coño tan cómodo, lubricado y holgado.
Otra vez volví a bombear rápidamente, Carolina disfrutaba. A los pocos minutos, pidió que Carmina mordiera sus pezones. Su vagina lubricaba más y más, entonces me pidió que parara y metiera mi palo chorreante en la boca de Carmina.
- ¿Te gusta mi sabor? - preguntó Carolina
- Me encanta - respondió
- Pues bien, prepárate porque en cuanto termine quiero que bebas todos mis líquidos, ¿entendiste?
- Así lo haré – respondió Carmina, quien estuvo atenta a la faena
Mientras penetraba a Carolina, podía disfrutar de su piel sus senos y sus piernas. Seguía entrando y saliendo, a veces con fuerza bruta y otras tantas delicadamente, algunas veces empujaba tan profundo, que hasta sentía que mis bolsas querían entrar. Su sexo era tan profundo, parecía que nunca iba a tocar fondo.
Lo único que parecía llenar aquel poso de placer, era su humedad. El cristalino líquido era tal, que desbordaba por entre sus labios mayores y menores. Los cuales se abrían de par en par, especialmente cuando envestía. La habré poseído por cerca de unos diez minutos, en los cuales Carmina no descuidó los pezones des su compañera, ni un segundo. Mordía cada vez que tenía oportunidad.
De vez en cuando, Carmina venía hacia mí, para alentarme con sus dulces labios apasionados. Otras veces, besaba Carolina en la boca con igual intensidad, con igual pasión. Esta Carmina que estaba conociendo era una experta bisexual.
Al fin, aparecieron los estremecimientos de Carolina, primero despacio, luego rápidos, hasta terminar explotando como un volcán, con gritos, temblores y retorciéndose como una loca.
Me alejé un poco, Carmina rápida, fue a plantar un beso directo en la mojada vagina de Carolina. Esta chilló, como una perra en celo, pataleando y sacudiéndose, como tratando de liberarse del ataque de la mujer. Pero Carmina no cedió ni un centímetro, parecía tener pegada su boca al sexo de su amiga, que eyaculaba sacudiéndose sin control.
Como había prometido Carmina, dejó todo el sexo limpio, succionando cada gota de aquellos maravillosos jugos vaginales. Cuando terminó su labor, Carolina quedó tendida en la cama exhausta, semi inconsciente. Pero Carmina no había terminado, tomó mi pene, se lo metió nuevamente en su boca, bebió los restos que su amiga había dejado en mí.
- Fue una experiencia única, ayer no lo puede apreciar, pero hoy me resultó tan excitante ver a alguien teniendo sexo frente a mí – dijo Carmina
- Parece que ustedes dos, tienen los mismos gustos – respondí
- Quizás todas las mujeres lo tenemos, pero no queremos darnos cuenta
Me invitó a acostarme junto a ella, descansar un rato, mientras acariciábamos suavemente nuestros cuerpos. En ese momento apareció Leo, de pie nos observaba atentamente, parecía algo molesto, quizás por nuestra rápida escena de matrimonio. Entonces pude notar que estaba logrando una erección.
En ese momento Carolina recuperaba el aliento, giró sobre su cuerpo encontrándose cara a cara con Carmina, quien le sonrió.
- Lo hiciste muy bien – dijo Carolina montó sobre su cuerpo
- Pensé que solo Gaia llegaría a satisfacerme, pero tú lo has hecho muy bien hoy, quiero que continuemos dándonos placer – le dijo Carolina
- Yo también deseo eso - contestó mientras iniciaban un largo y profundo beso en el que destacaban sus lenguas
De pronto, las mujeres abrieron sus ojos y regresaron la mirada hacia mí, yo solo las observaba muy excitado aun, ellas disfrutaban eso. Entonces comenzaron a moverse entre ellas, frotando sus cuerpos, sus senos se juntaban, se aplastaban, las dos abrieron sus piernas y entrecruzaron sus sexos, como queriendo hallar una penetración imposible.
<< Estas mujeres son insaciables >> pensé, cada vez se excitaban más. El enorme trasero de Carolina se movía frenéticamente, como si en lugar de vagina tuviera algo con que penetrar a Carmina. Ella también levantaba su pelvis, tratando de mezclar sus líquidos.
Me acerque a sus cuerpos fundidos, los acaricié, especialmente a Carolina que estaba por encima. Luego me levanté, creyeron que me iba, pero no fue así, me ubique en la espalda de Carolina. Sin piedad inserté mi falo en su agujero posterior, este ofreció resistencia, era pequeño, no tan abierto ni dilatado como el de Carmina.
Dos intentos más, logré entrar completamente, me dolió un poco, pero seguro a Carolina aún más, ella no se lo esperaba, no estaba suficientemente lubricada. Intentó levantarse, protestar pero Carmina, debajo de ella, lo impidió, le gustaba.
Carmina comenzó a gemir, como si fuera ella quien recibiera mi pene. El ano de Carolina era muy estrecho, tanto que me costaba entrar y salir. Las primeras veces, Carolina gritó, no sabía si de dolor o placer. Carmina en cambio, se éxito más, observaba a su amiga lujuriosamente, invitándole a seguir, a no rendirse.
Yo envestía fuertemente, el agujero iba dilatándose pero en ese momento lo entendí, no duraría con este ritmo, mi pene estaba estancado en una caverna rugosa, que intentaba por todos los medios sacar mi leche.
Al poco rato grité, - me vengó - en ese momento apareció Gaia, se apoderó de mi verga. La sacó del agujero de su amiga, masturbó esperando la ansiada leche. Carolina tampoco esperó, empujó a Carmina hacia un lado de la cama, quedó tendida boca arriba.
Gaia intentó interponer su boca, pero era muy tarde, Carolina más rápida, alcanzó a jalar mi palo hacia ella, los chorros de semen caliente brotaron cual manantial. Dos grandes caños fueron directo a caer sobre los senos y vientre de Carmina.
Gaia y Carolina luchaban por probar mi semen, de la fuente, la primera fue Gaia quien se lo introdujo en la boca hasta donde le permitió la mano de Carolina. Gaia recibió una tercera descarga del blanquecino líquido dentro de su boca, quiso continuar pero Carolina no se lo permitió. Jaló mi tranca, se lo metió en la boca absorbiendo los restos, tratando de sacar aún más, no lo logró pero seguía insistiendo.
Gaia desistió, pues la descarga de semen que había recibido, era suficiente para su pequeña boca. Introducía su dedo intermedio en entre sus labios, sacaba parte del semen, luego se lo insertaba otra vez, como simulando una penetración con sus propios dedos. Carmina se dio que cuenta, no podía obtener más semen de mi pene, lo dejó, pero decidió tomarlo del cuerpo de Carmina, donde había gran cantidad, comenzó a limpiarlo con su lengua.
Lo que sucedió a continuación es un poco borroso. Como si mi cuerpo hubiera actuado a control remoto, inconscientemente. Me recuerdo a mí mismo siendo devorado por la modelo. Me recuerdo recuperando una erección.
Me recuerdo haciendo un sesenta y nueve con la modelo, recuerdo con un orgasmo sobre mi rostro. Y luego aparezco, recostado sobre la cama siendo cabalgado, por Gaia, por Carolina, por Carmina y la modelo, no estoy seguro del orden, sus rostros cambiaban, pero mi falo continuaba en un infinito ciclo de penetración.
Debí estar desfalleciendo, pues entonces sentí los golpes, tirones – Despierta – decían, luego sentí en delicioso beso, era Carolina, sus inconfundibles labios me volvían a la vida. Mientras las mujeres repetían – no puedes parar, aun debes darnos mucho placer – yo trataba de responder, pero de mi boca solo salía – eso intento, intento…
Abrí los ojos agotado, la silueta de Leo apareció y fue la primera vez que sentí algo de alegría de ver un hombre desnudo, era mi única esperanza, él podía ayudarme, evitar que muera en el intento de satisfacer a estas insaciables mujeres. Hice lo posible por recuperar mi conciencia y disfrutar el momento.
Lo que siguió, fue una sesión de doble penetración a todas las chicas. La modelo fue quien más resistencia puso, pero al final cedió. Pude disfrutar de aquel ansiado trasero.
Todas estas mujeres, descontroladas y desinhibidas, produjeron en mí, momentos que puedo solo traducirlos, en éxtasis total, lujuria descontrolada. Cerca de treinta minutos, deleitándonos de las más sibaritas, demostraciones de placer. Un derroche de carnal deseo, un desaforado apetito coital.
Al final, eyaculé dentro del trasero de la modelo. Gaia limpió con su boca la abertura anal de la modelo. Luego hizo lo mismo con mi cansado pene, y dejó para el último el de Leo.
Todos quedamos dormidos, exhaustos, rendidos, sobre una cama víctima de nuestro lascivo coito descontrolado. Nos acomodamos cada uno como pudo, entremezclados, formando una impúdica masa de piernas, nalgas, tetas, vergas y culos irritados por el uso, formando una obscena pintura hedonista.
A lo lejos se escuchaba una música lejana, parecía acercarse, el volumen se incrementaba rápidamente. << ¿Qué diablos es eso? >> pensó Juan. Como si la bruma se despejara, la mente de Juan iba apareciendo, armando los retazos de realidad y ficción.
Un par de segundos tomó a Juan cobrar conciencia, se había quedado dormido y su teléfono ahora sobaba, lo despertaba << ¿Mierda dónde estoy? >> pensó. Un agudo dolor inundó su cabeza. Juan se estiraba para alcanzar el infernal aparato que no dejaba de sonar.
- Hola… hola – Juan, adormitado, contestó el celular, el sonido lo había sacado de un sueño profundo, su malgenio era evidente
- ¿Juan dónde estás? – se escuchó una voz femenina aún más irritada. Juan hecho un vistazo a su alrededor, todo parecía un sueño, el sueño de un sueño mas bien. Algo muy raro estaba pasando, quizás estaba volviéndose loco. De pronto como un flash, recordó, reconoció la habitación, había amanecido en el dormitorio de Carolina, era real
- Yoooo… acabo de despertar – al fin respondió con voz de sorpresa
- ¿Sabes qué hora es? 9 y 30 a.m. ¿qué mierda te pasa Juan? ¿Cómo que acabas de despertar? ¿Recuerdas que día es hoy? ¿Dónde estás? – el teléfono se inundó de preguntas difíciles de contestar
- Si… amor – bajó la voz, lo más que pudo - lo recuerdo estoy un poco retrasado, lo siento… te prometo que al medio día voy a tu casa, te recompensaré, no tienes que gritar
- Tú no tienes remedio, te espero a medio día… y espero que tengas una buena excusa – Juan colgó el teléfono, contrariado y tratando de recuperar la cordura. Estaba solo, pero definitivamente era la cama de Carolina, la amplia cama de Carolina, no lo había soñado pero ¿Dónde estaba ella, ahora? Entonces, escuchó la ducha, debía ser ella. Juan tenía que darse un baño y salir lo antes posible de este lugar. Pero no podía interrumpir no importaba lo que hubiese pasado esa madrugada. Juan se recostó otra vez, tratando de pensar que iba a hacer. Pasado un tiempo la puerta se abrió
- Hola bello durmiente… así que al fin despertaste – Juan se quedó pasmado, era Gaia, vistiendo solo una larga toalla blanca, la cual rodeaba su hermoso cuerpo, su cabello húmedo, rodeado de otra toalla también blanca pero de menor tamaño
- Hola ¿dónde está Carolina?
- ¿Porque? ¿Extrañas a la perra?- Gaia parecía molesta por la pregunta
- ¿Por qué te refieres de esa forma a tu amiga? – preguntó Juan con sorpresa
- Porque lo es ¿crees que no sé, lo qué pasó anoche? Te acostaste con ella, sentí claramente todos sus movimientos, escuche todos sus gemidos ¿ella tiene novio sabes? – Gaia se acercó segura a donde estaba Juan – acabas de revolcarte con mi mejor amiga. En la misma cama, donde seguramente su novio debe haberla poseído, eso la convierte en una perra ¿no te parece?
- No es lo que tú piensas, y no soy quien, para juzgar a tu amiga –Juan se levantó indignado por las acusaciones, tratando de sujetar su pantalón para que no cayera, fue directo al baño – Quiero tomar una ducha si no te molesta
- Claro que no me molesta… ya has tomado a la señora de la casa, usa lo que quieras, quizás, yo debería pedirte permiso a ti. Ah… y claro cuando me vaya, podrás poseerla completa, es eso lo que te ofreció ¿o me equivoco?
Juan prefirió no responder, se metió al cuarto de baño. Se desnudó, tomó una larga ducha, pensando en lo que había pasado, todo por culpa del alcohol y un estúpido sueño. Seguramente Carolina debía estar igual de arrepentida ¿cómo la volvería a mirar a los ojos? Y lo más importante, su novia ¿Qué pasaría si su novia se entera? << No, no, ella no puede enterarse de nada >> pensó.
El agua fría hizo que Juan replantee sus pensamientos << ¿Había algo de que arrepentirse? >> Se preguntó. Realmente no había pasado nada. Una chica ebria que había tenido que vestir en el baño y otra más que lo besó, también en el mismo estado de ebriedad. << A todo el mundo le pasa esas cosas >> Juan esbozó una sonrisa pícara. A él nunca le había pasado este tipo de cosas y sin embargo, lo que pasó, realmente no significaba nada. El único problema real, era Gaia, esta mujer estaba demasiado alborotada, su enfado sin sentido podría llegar a perjudicarlo.
Fuera del cuarto de baño, Gaia lucia histérica, tomó una de las cremas que había sobre el mueble, parecía decidida untársela en su cuerpo pero de pronto la arrojó contra la pared fuertemente, haciéndose pedazos y manchando la pared y la alfombra.
Gaia estaba muy enojada y ni siquiera estaba segura del porqué, se preguntaba a si misma << ¿exactamente qué era lo que me molestaba tanto? >> Se quedó un buen rato pensando, tratando de ordenar sus ideas. Quizás debía pedir una disculpa, decidió esperar, Juan no salía de aquel cuarto de baño.
Gaia no resistió más, tenía que hablar con el hombre, no le importó nada. La puerta estaba abierta, se introdujo sin pensarlo. Miró indiscreta sin saber exactamente qué decir.
Juan había terminado su duchazo, se disponía salir. De pronto, sintió una mirada en su espalda, volteó asustado. Era Gaia, lo observó de pies a cabeza, sin la menor vergüenza.
- Hmmmm, ahora entiendo porque se le hace tan difícil resistirse a mi amiga – soltó al fin. Algo dentro de Gaia de pronto se encendió, la visión le resultaba por demás agradable, el atlético hombre, lucía apenas cubierto por una toalla que rodeaba su cintura, sus trabajados pectorales se mostraban orgullosos
- ¿Tú qué haces aquí? – respondió Juan desafiante - Carolina podría llegar en cualquier momento
- Dejaste la puerta abierta – respondió rápidamente Gaia - pensé que necesitabas que te talle la espalda
- Mejor vete – soltó Juan - por favor – agregó tratando de controlar su mal genio
- Justo ahora… estoy viendo algo que me gusta, y no lo voy a dejar. Además Carolina salió a comprar el desayuno, se va a tomar su tiempo pero me dejó un mensaje
- ¿Cuál mensaje? – preguntó Juan algo contrariado
- No quiere que te vayas, me pidió que te mantenga entretenido, y eso voy a hacer – Inmediatamente Gaia se despojó de su toalla, quedando completamente desnuda frente a Juan. Su rostro desencajó por un instante, luego desvió la mirada, sin poder creer lo que había visto. Ese cuerpo perfecto desnudo, era la primera vez que los miraba y sin embargo parecía conocerlo. Los recuerdos de su sueño aparecieron nuevamente, pudo comprobar que no se había equivocado en nada. Gaia poseía una hermosa figura, de piel tersa y blanca, sus senos pequeños, pero excelentemente bien formados, un sexo perfecto, depilado, unas caderas prominentes, enloquecedoras, finalmente sus contorneadas piernas, alucinantes, perfectas. Gaia entró de inmediato a la ducha, agarró al hombre lo besó. Él no sabía cómo actuar, a veces se resistía
- No te hagas el inocente conmigo – reprochó Gaia ese momento - se bien lo que querías, sé que es a mí a quien deseas. ¿Cómo decías? a… si, te gustaría mis hermosos labios alrededor de tu pene… eso fue lo que dijiste mientras dormías ¿lo recuerdas? - no esperó a que reaccione, de inmediato su mano derecha rebuscó bajo la toalla, se enganchó al miembro semi-flácido de Juan
- ¿Qué haces? – fue muy difícil resistir los tirones de la hermosa mujer, su falo poco a poco iba endureciéndose hasta lograr una perfecta erección.
La situación era una locura completa jamás imaginada por Juan. El peligro despertaba en él un morbo nunca antes conocido. Algo estaba cambiando en su interior, nunca antes este tipo de situaciones le habían parecido normales.
De pronto, Gaia empujó con fuerza al hombre, haciéndolo chocar contra la fría pared de baldosas. Sin querer, la llaves de agua se activó y el liquidó frio cayó sobre sus cuerpos desnudos. Juan abrió los ojos despabilado por el agua fría. Para ese momento Gaia lo besaba por el cuello y bajaba lentamente. Los amantes ardían de pasión evaporando el agua que caía sobre ellos.
Juan acarició los hermosos y mojados risos de la mujer, recordó la noche anterior, recordó su sueño. Su mente se hundió en un profundo abismo sin salida. Las imágenes de lo sucedido y no sucedido, se fundieron en una perversa sombra, hundiendo al hombre que había sido hasta entonces.
Juan, ya no era Juan, había nacido el etónico monstro, hambriento de carne humana. Entonces tomó con sus dos manos la cabeza completa de la mujer, enredó sus dedos en los rizos de la fémina y la jaló hacia sí, la jaló hacia abajo. Necesitaba poseer la boca de la mujer, quería insertar su miembro completo, como lo había hecho en su sueño.
Gemía… <> pensaba Juan. La mujer seguía bajando, Juan pensaba que la había doblegado. << ¿Porque antes no tuve estas oportunidades? >> Se preguntó. Por alguna razón, esta mujer estaba completamente desinhibida, él quería poseerla salvajemente y no importaba nada. Gaia abrió su boca y deslizó su fogosa lengua por el duro falo del hombre, por donde él le indicaba, pero Juan quería más.
– Levántate perra, quiero penetrarte – le dijo a la mujer decidido, ella lo miró sorprendida, sonrió pícara
- ¿Dónde quedó el caballero de anoche? – guiñó uno de sus grandes ojos, mientras se incorporaba- creo que vamos entendernos bien – la mujer se incorporó finalmente pero en lugar de acercarse, retrocedió. Tomó con una de sus manos fuertemente el erecto falo del hombre y lo jaló. – No se te va a hacer tan fácil ¿lo quieres? Vas a tener que seguirme – decía, mirándolo lujuriosamente a los ojos. Gaia lucía orgullosa su cuerpo entero, desnudo, radiante, húmedo. De sus senos perfectos, goteaban grandes gotas de agua en el suelo, no le importó en lo más mínimo, siguió jalando al hombre como si de una animal se tratara. Lo llevó directo al dormitorio, subió a la cama, se impulsó con sus rodillas, dejando un rastro mojado sobre el edredón blanco – te quiero aquí mismo, donde la hipócrita de mi amiga intentó seducirte, te quiero aquí, para mostrarte lo que es, una verdadera mujer – sin dejar de mirar fijamente los ojos del hombre, lo extendió sobre la cama. Volvió a juguetear con el duro miembro, agarraba fuerte, masturbaba el falo con una rapidez sobre humana. Seguía mirando al hombre, mordía sus labios gruesos, mientras sentía como empezaba a salivar. Juan estaba algo asustado, la fricción de su pene ardía, el cuerpo venoso parecía a punto de explotar y su color era rojo carnoso. Juan no resistió el juego de la mujer, por ningún motivo iba a permitirle tomar el control, la empujó con sus brazos fuertes
- Es mi turno perra – soltó un Juan con los ojos llameantes
Ardiendo todo su excitado cuerpo, se puso de pie al filo de la cama, de pronto sintió como si fuera observado, recorrió rápidamente la habitación. Estaba vacía, aunque la puerta lucía completamente abierta, por unos pocos segundos pareció ver una sombra, pero de inmediato lo descartó. ¿Qué diablos hacia pensando? Tenía frente a si, una espectacular mujer desnuda, excitada y capaz de hacer todo por él, tenía que cumplir.
No perdió más tiempo, la puso boca arriba, separó las piernas de la mujer y se dispuso a entrar mientras ella gemía sin control, únicamente sintiendo las manos del hombre sobre su cuerpo. Colocó su falo en la entrada, era la primera vez que sentía a la mujer, Gaia gritaba, pero entonces Juan rió malicioso
- Tengo algo mejor para ti – le dijo Juan
De inmediato bajo de la cama fue arrodillarse colocando su rostro frente al sexo femenino, percibió su olor a mujer, empezó lamiendo las piernas, ingle, podía sentir su sabor chorreando por doquier.
Gaia soltó un grito, pudo sentir como todos sus órganos inferiores se contraían, no podía controlarse, necesitaba sentir al hombre dentro de sí.
- Espera – soltó Gaia jadeante – mejor así, me gusta así
Rápidamente dio vuelta, se puso de rodillas sobre la cama de Carolina, su mirada era morbosa, lujuriosa. Levantó ágilmente su parte trasera, mostrando sus amplias caderas, sus perfectos glúteos y un dilatado sexo
– ¡Vamos! – Gritó - entra de una vez ¿Qué esperas? lléname completa, castígame como a una perra en celo – Juan estaba estupefacto por esas palabras.
Las mismas palabras que había escuchado en su sueño, quizás todo en realidad pasó, quizás era una señal, debía tomar esta oportunidad, debía ceder a sus instintos. La mujer pedía con alaridos que la tome, la sola idea del coito, la desquiciaba. Su grado de excitación había despertado la bestia que llevaba dentro y no podía controlarla.
Primero, Juan agarró fuerte las grandes nalgas de la mujer, las manoseó, jugó con aquellos espectaculares glúteos. Descubrió un agujero trasero, rosado oscuro, delicioso comprimido. Tocó suavemente y luego pasó su lengua, lamió desde abajo, tratando de absorber todo el líquido que pudo.
Juan tomó su pene, definitivamente tenía que entrar en esa cueva estrecha, húmeda, deliciosa. Colocó su miembro en la entrada, empujó con fuerza y sin la menor sutileza, como queriendo partirla en dos, falló.
Gaia se quejó, el intento fallido le causé dolor y casi le hace perder la concentración.
Juan intentó otra vez, no recordó que en su sueño hubiera tenido este tipo de problemas. Ubicó su glande nuevamente, esta vez Gaia gritaba, chillaba, todo ella, era un mar de sensaciones. Juan ingresaba, despacio, deslizaba su falo al interior de la mujer hasta llegar al fondo.
Era la primera vez que Juan estaba dentro de la mujer, sin embargo sentía como si hubiera vivido ya, esta sensación. Aprovechó para levantar su mano, y bajarla rápidamente, aterrizar su palma extendida sobre la redondeada nalga de la mujer. Plantó un fuerte golpe, acompañado de un sonido de choque de carne.
Gaia rugió gustosa, sus sonidos guturales eran de un animal en celo. Juan repitió las nalgadas, dos, tres veces, hasta que todo su trasero quedo al rojo vivo
– Dámelo todo cabrón, que esperas dame placer – Gritó Gaia
Pero Juan se hallaba entretenido en otra de las delicias que había soñado con probar. Colocó su mano derecha, acarició, llegó con su pulgar a un pequeño agujero trasero, masajeó, lo sintió dilatado. Luego lo humectó usando los mismos líquidos que escurría la mujer más abajo. Sin previo aviso, insertó su pulgar, profundo, la mujer bramó sin esperar esta acción
- ¡No por favor!, por ahí no – le dijo pero él no hacía caso, estaba embobado por la vagina que rodeaba su duro pene
- ¿Quieres más placer perra? –preguntó Juan desafiante - que aún no he terminado contigo, si quieres que continúe, vas a dejarme entrar por tu ano – la mujer sonrió se liberó ágil mente de Juan y dio vuelta rápidamente. Separó completamente las piernas frente a Juan ofreciendo su manjar
- Ven aquí, cabrón pervertido, te quiero así, sobre mí – Juan se acostó sobre la mujer, saboreó por primera vez, esos delicados pezones, los mordió fuertemente – ¡mierda que delicia! vamos entra que esperas
- Ya sabes lo que quiero - respondió
- Así que… eso te gusta ¿lo quieres todo en la primera cita? ¿Carolina te lo dio?
- No – respondió Juan algo molesto
- Entonces… este si va, a ser tuyo, cuando termines lo que estabas haciendo – Juan asintió y de inmediato se puso en su tarea. Separó con sus dedos unos rosados labios menores - tienes mi permiso para entrar, penétrame aquí, ahora, entra cabrón, dame placer – Gaia levantó completamente las piernas rodeando las caderas de Juan, incentivándolo a entrar – vamos cabrón atraviésame, déjame tu huella, si, si, más duro ahhhh – la mujer dejó escapar unos estremecedores y ensordecedores bramidos, quizás todo el edificio se enteró
Entonces la habitación se hizo eco, de un grito aún más estremecedor, un grito hasta entonces jamás escuchado.
- ¡Mierda! malditos hijos de puta ¿qué están haciendo en mi cama? – era Carolina
De pronto, se esfumaron todos los gemidos en la habitación. Carolina de pie en el marco de la puerta, crispada, iracunda, irradiaba un halo de ira y maldad. Si su mirada pudiera matar ya ambos hubieran desaparecido de la faz de la tierra.
Sus ojos no daban crédito a lo que estaba mirando. Su cama era un charco de agua, un rio que empezaba desde la salida del baño. Hasta donde yacían pegados los dos amantes. Ella con sus dos piernas bien separadas y en medio, él, completamente desnudo, mojado, fundidos en coito salvaje.
Carolina se asqueó de la imagen, hasta llegar a sentir náuseas, indignada hasta el extremo. Sentía que debía matar a los traicioneros, tomó una pequeña lámpara que yacía sobre una mesita, lanzó con una fuerza sobre humana. Para bienestar de los presentes, Carolina gozaba más de fuerza que de precisión pues la lámpara terminó chocando contra la pared y despedazándose. Algunos pedazos rebotaron sobre la espalda del asustado Juan
– Se largan, ahora mismo, de mi casa –soltó sin importar que su propia saliva escapaba al pronunciar las maldiciones del caso
- Cálmate mujer… – gritó Gaia tratando de recuperar el aire – por lo menos déjalo terminar, lo estábamos pasando tan bien. Carolina arqueó sus cejas indignada por la respuesta tan atrevida de la mujer
- Lárguense a hacer sus cochinadas en otro lugar, mi cama, mi casa se respeta, salgan inmediatamente, no quiero verlos
- ¿Yo también? – preguntó Gaia alarmada por primera vez, ella seguía acostada boca arriba con sus piernas bien separadas, sin intención de levantarse, mientras Juan se vestía rápidamente con visibles rasgos de nerviosismo
- No… tu puedes quedarte, tú vas a limpiar este desastre, el que se va es este bastardo - de inmediato la mujer se puso llorar amargamente.
Gaia se levantó pesadamente, se acercó a la mujer. La abrazó fuertemente, disculpándose, regresó la mirada a Juan, quien se disponía a salir, le regaló una sonrisa, un guiño y le indicó que debía salir con una mano
Juan salió de la habitación apresurado, en su camino pudo dilucidar una silueta que se ocultaba rápidamente. Cuando llegó a la sala, alcanzó a divisar Angélica, dejando unas hojas sobre la mesa de comedor. Las reconoció de inmediato, reconoció su letra en ellas, era las hojas en las cuales, la noche anterior había escrito todos los detalles de su sueño.
Fue presuroso hacia la mesa del comedor, temeroso de una reprimenda de Carolina. Tomó las hojas, lanzó una mirada recorriendo el cuarto de cocina, halló en un rincón sentada en una de las sillas, Angélica la modelo. Ella alzó su brazo izquierdo, le hizo la señal de despedida, esbozando una amplia sonrisa cómplice y dijo unas palabras que resultaron incomprensibles.
- Me gusta mucho París… pero no los viejos… Adiós…
Juan no tuvo tiempo para reaccionar, un miedo inmenso lo invadía y su instinto de supervivencia solo le permitía buscar la puerta. Guardó las hojas en un bolcillo, dio vuelta y de inmediato salió corriendo en busca de la calle principal.
En cuanto pudo, tomó un taxi, pidió que lo lleven hasta a su casa, en el camino fue leyendo lo escrito, sin poder dar crédito a lo que había pasado. Embobado, sin poder diferenciar lo que era un sueño de lo que era realidad.
Juan llego a su casa y se encerró en su habitación, miró su reloj eran las 11:00 am, se recostó un rato, tratando de armar las piezas en su cabeza. Cerró sus ojos, cansado, sin entender como había llegado a ser el protagonista de tan singulares escenas.
El sueño invadió el lugar, el silencio solo era perturbado por algunas respiraciones fuertes de vez en cuando. Pasó un buen tiempo, no sabría decir cuánto, pero mi sueño no era del todo profundo, solo recuerdo haber estado cansado.
De pronto, escuché ruidos en la habitación, pasos o algo parecido. Alguien despertó, caminaba como zombi, arrastrando los pies, desperté también, fui víctima del hambre. Alcancé a ver un reloj, era más de medio día, la falta de alimento era notable en todos pero nadie, ni siquiera la servicial Carmina quería levantarse a preparar algo. Preferimos llamar para pedir una pizza. En cuanto llegó la devoramos gustosos, en la misma cama.
Entre risas y pequeñas narraciones de lo ocurrido, disfrutamos de un ameno almuerzo, el cual estuvo marcado por la definitiva aparición de las parejas. Carmina y Leo parecían complementarse no solo en la parte sexual, sino que también en la sentimental. La nueva pareja lucia inseparable, se acostaron juntos, compartieron su almuerzo, como una romántica pareja, actuaba con total naturalidad, riendo, jugando y de vez en cuando besándose apasionadamente frente a todos.
La otra pareja, o algo parecido, eran Gaia y la modelo. Ambas conversaban amenamente de temas, que solo ellas compartían. Las dos, parecían muy felices de compartir sus experiencias, en diversos temas pero sobre todo de tipo sexual. Hablaban abiertamente de sus puntos sensibles, de sus fantasías, el sabor de los penes que han probado, tamaños, amantes, hombres y mujeres. Hablaban de la forma en las que les gustaba ser tomadas, sus preferencias con hombres o mujeres. Llegaban a ser tan explicitas, como describir lo que sienten, cada vez que una lengua pasaba por su clítoris, vagina o ano. En fin, una conversación que no solo era amena, sino que de vez en cuando muy gráfica, llegando a mostrarse la una a la otra, sus formas de satisfacerse, sexualmente.
Y por último, Carolina y yo, habíamos entablado algo parecido a una relación, especialmente porque ella decía, haber encontrado su verdadero complemento sexual. Al fin alguien la había llenado completamente. Lo único que le importaba en ese momento, es iniciar una relación seria conmigo. Prefirió no tocar el tema de su novio, con el cual había compartido por varios años. Se mostraba optimista, respecto a nuestro amorío, realmente estaba ilusionada. Insistía que para ella, esto parecía verdadero amor.
Me habló con tal empeño, que un buen rato, me hizo olvidar completamente a mi novia. Llegué a fantasear un poco, con la idea de una relación con esta hermosa mujer. Todo lo que podía ofrecerme, iba más allá de solo sexo. La verdad es que, me sentía atraído por su forma de vida.
Carolina tenía un departamento amplio y lujosos, muy íntimo, nunca le hacía falta nada, su padre siempre le proveía de todo. Si necesitaba algo, solo tenía que pedirlo. Debo reconocer que me sentí tentado a quedarme con ella, un par de noches. Me insistió muchas veces, quería tenerme a solas, según sus propias palabras, si me quedaba, ella desataría el cien por ciento su sensualidad.
Carolina llegó hasta a ofrecerme su departamento, para que viviera ahí con ella. Parecía convencida, pero lastimosamente yo no estaba preparado aceptar una relación de ese tipo. Para ser sincero, casi no conocía a esta mujer y no podría atarme a alguien que se veía hipnotizada por un buen sexo. Le propuse esperar, lo que si prometí fue darme uno que otro salto por el lugar, para visitarla cada vez que pudiera.
Al finalizar el día, todos estuvimos de acuerdo en que era hora de retirarse. Nos vestimos, todos a la vez, paseamos un rato por el departamento, buscando nuestras prendas. Carolina cedía alguna de sus ropas a Carmina, pues las suyas estaban desechas, especialmente sus ropas íntimas. Salimos juntos, Carolina nos acercó en su auto, a nuestros respectivos hogares.
La despedida fue amena en cada parada, Leo y Carmina se quedaron en el mismo lugar, a dos cuadras de la casa de Carmina. Ella se despidió con un beso en la boca, a cada uno de nosotros, luego salieron y caminaron románticamente tomados del brazo, como cualquier pareja de recién enamorados, hasta provocaron suspiros.
Luego fue Gaia, con su tradicional apertura, se despidió, dando besos y deslizando sus manos a diestra y siniestra. Cuando me tocó a mí, no fue la excepción, besó apasionadamente mi boca y dirigiendo sus manos a mi pene, del cual también quería despedirse, según dijo. La detuvo Carolina, recordándole que había mucha gente. Salió del auto, se dirigió a la puerta de entrada, contorneando exageradamente sus curvas, ella sabía que la mirábamos alejarse, antes de entrar dio vuelta y nos envió besos al aire, así es Gaia, única.
A la modelo la llevamos a una estación de taxis, según nos dijo solo tenía que recoger algunas cosas de su departamento y de inmediato saldría de viaje.
A mí me dejó muy cerca de mi casa, me despedí, siempre esperando que nadie me reconozca. El chisme sería fatal para mi novia, me alejé con la promesa de llamarla e ir a visitarla lo más pronto posible.
En cuanto llegué a mi casa, tome una ducha y fui a descansar, quedé profundamente dormido, soñando en todos aquellos hermosos momentos que había vivido.
Juan despertó asustado << ¿Qué hora era? ¿Dónde estaba? >> Últimamente sus sueños le habían traído bastantes, sorpresas. Sin embargo esta vez estaba en su casa, eran casi las 12 de medio día, tenía que salir y sin embargo esta pequeña siesta le había dejado un pensamiento rondado su cabeza.
<< A veces la vida puede ser más increíble que un simple sueño >> Algo había transformado su interior, sus sueños por fin tenían un sentido, por decirlo de alguna manera, entendible. << Tengo que escribir todo lo que he vivido >> pensó, pero rápidamente recordó que ya lo había hecho. Buscó en los bolcillos de sus ropas, encontró las hojas arrugadas y manchadas pero legibles aun.
Juan revisó minuciosamente, cada una de las casi treinta hojas escritas con su puño y letra. Treinta hojas de un ensueño o alucinación que inicialmente parecía de lo as irreal, pero entonces recordó lo que realmente pasó. El sueño en realidad no era importante, ni toda la calentura que sintió, lo realmente importante era como se había involucrado esa noche, con algunas desconocidas, las cuales, no estaban interesadas en un sueño. Estaban interesadas en él, en sus pensamientos, en sus deseos.
Recordó primero a Carmina, la niña más linda y especial de esa noche, tan culta, inteligente pero sobre todo tan decorosa y recatada. Jamás antes había salido con ella, por respeto a su novio o por sus múltiples actividades. Bastó estar en el lugar adecuado, un buen punto de interés e indirectamente había podido convencerla para ir a pasar un buen rato. Luego un poco de alcohol quitó toda la timidez y hasta fue capaz de ofrecerse en cuarto de baño. Quizás estaba borracha pero de ninguna manera eso quita la atracción que ella debía sentir por Juan.
Con Gaia las cosas fueron mucho más fáciles, su mente abierta y su facilidad para hacer amistades, le hacen fácil de llegar. Gaia definitivamente es una mujer ardiente, casi la había podido tener ese día y de ninguna manera esto podía quedarse así. Gaia es una chica popular y frecuenta sitios populares, llegar a invocarse con ella, llegarla a la cama definitivamente puede llegar a ser una realidad. Juan tomó nota mental de esto y se propuso terminar lo que había empezado esa mañana.
La modelo, Angélica, hablaron tan poco esa noche y sin embargo Juan parecía conocerla tan bien. Recordó las palabras incomprensibles de la modelo algo debían significar. “Me gusta mucho Paris… pero no los viejos… Adiós” << por supuesto >> ¿cómo no lo había entendido antes? Angélica había leído por completo su manuscrito, conocía todo lo que Juan escribió y una vez más había coincidido. Era Modelo, había vivido o trabajado en Paris.
Quizás el resto de información que tenía, también le podía ayuda para llegar a ella. Incluso ahora Juan pudo recordar claramente, la sombra que vio alejarse cuando estuvo en la cama con Gaia. Ella los estuvo observando, vestía su ropa de dormir ella no había salido esa mañana. Lo vio todo, o lo escuchó por lo menos, leyó por completo la historia de Juan. Angélica definitivamente era una mujer intrigante que debía volver a ver.
Finalmente Carolina, una verdadera diosa, una mujer espectacular. La atracción que Juan sentía por ella, evidentemente era correspondida. Si bien estaba comprometida, la noche anterior pareció no importarle, quizás necesita algo de emoción en su vida. Puede que esté muy enojada ahora pero precisamente eso a Juan le hacía pensar en los sentimientos que ella debía guardar para con él. Solo el tiempo podrá decir lo que realmente les depare el destino.
¿Y todas las mujeres que Juan conoció esa noche en sueños? En su cabeza, en sus escritos, tenía la imagen viva de varias hermosas mujeres, sin tan solo algunos de los detalles que recordaba de sus cuerpos o sus personalidades podrían ser verdad, él tenía un mundo de oportunidades que estaba dispuesto a averiguarlas.
La visión que tenía Juan de sí mismo, cambio por completo. Se dio cuenta que por alguna razón, tiene éxito con las mujeres. Además entendió que las mujeres de hoy, de su país y más específicamente de su entorno, tienen ya un criterio sexual mucho más abierto del que él pensaba.
Sabiendo llegar a ellas de la manera correcta, él podría motivarlas a experimentar nuevas sensaciones, emociones completamente fuera de los tabús de la sociedad. Lo que había vivido le hacía pensar en complicados romances y aventuras que podría vivir. A partir de este día, nunca más, dejaría escapar una oportunidad. Esa noche pudo ser mucho más placentera, tres mujeres se le insinuaron abiertamente y no pudo aprovechar, pero quizás aún estaba a tiempo.
Juan guardó cuidadosamente las hojas, especialmente de su novia, con el tiempo las pasó a un documento electrónico, más fácil de guardar. Pasado algunos años se lo entregó a uno de sus mejores amigos, quien se encargaría de reconstruir la historia y publicarla.
FIN