La despedida - Capítulo 7 - Borrachera colectiva
Alcohol, sexo y mucha depravación a convertido esta fiesta en una orgía difícil de controlar, pero algo esta pasando, un giro inesperado espera a nuestros protagonistas
Capítulo 7: Borrachera colectiva
Entonces se escuché en los altavoces unos quejidos amplificados por todo el lugar. Ahora que lo podía ver todo, identifiqué rápidamente el origen. Era Sabina, la muy puta, estaba montando a horcajadas al Dr. Cornejo, provocándole una cabalgata mundial. Al parecer, ella misma se estaba provocando un orgasmo, usando el pequeño pene del doctor como un instrumento de placer.
En los parlantes retumbaban estridentemente aquellos ruidos como gemidos o más bien unos chillidos, absolutamente insoportables y que lastimaban los tímpanos de Juan. El pobre hombre tapó instintivamente sus oídos con sus manos y abrió ligeramente los ojos, por un par de segundos. Las luces del lugar, por alguna razón parecían más fuertes que antes y lastimaron sus ojos.
En ese corto instante tuvo una rápida visión, que lo dejó desconcertado. Las autoridades al frente, sentados en sus lujosas sillas tapándose los oídos igual que Juan. Incluso Carolina, ahora sentada a su lado derecho extendía tenía sus manos cubriendo sus oídos.
De pronto, vio cruzar a Leo como un rayo, completamente vestido, no supo en qué momento lo hizo, pero apareció como un héroe pues se acercó al amplificador y bajó el volumen. Lo que todos escuchaban era el irritante sonido provocado por el retorno entre el parlante y el micrófono.
Al fin se calló, Juan parpadeo un momento y extrañamente el Dr. Cornejo apareció otra vez junto a los profesores, sentados en el podio principal. Lo más extraño, todos vestidos formalmente y esperando algo que no terminaba de entender. << Otra vez mi mente me juega una mala pasada >> pensó, pero cerró nuevamente sus ojos y trató de concentrarse.
Cuando al fin pude recobrar, lo que creía era mi estado de desdoblamiento astral, pude entender claramente lo que pasaba. No me había dado cuenta hasta entonces pero al parecer los improvisados camarógrafos, llevaban en una mano la filmadora y en otra una botella de licor, la cual bebían directo del pico descontroladamente. Cuando les era posible lo servían al resto de presentes. Eran, por así decirlo los repartidores oficiales de licor. Los que aceptaban el alcohol bebían también de pico de botella.
Al parecer, este estado de inconciencia alcohólica provocaba, entre los repartidores. De vez en cuando, provocaba que acercaran involuntariamente los micrófonos a los parlantes, dando como resultado el característico chillido insoportable.
Una vez solucionado el problema de los parlantes. Juan pudo escuchar claramente la voz del doctor Cornejo hablándole al público en general. Hablaba cosas incomprensibles, de la responsabilidad, del compromiso que tenían los representantes de la nueva asociación.
Juan no prestó mucha atención, apretó sus párpados, muy fuerte. Lo último que escuchó lo alegró. El decano de la facultad hablaba de una fiesta, de esta fiesta. Decía que llegó el momento de compartir con los amigos, de brindar con una copa de licor, sin excesos. Extraño discurso sobre todo ahora que la gran mayoría de asistentes, debía ya estar por demás ebrio.
Pude ver cómo, estos camarógrafos amateur, acercaban el micrófono por un lado y la cámara de video por el otro para obtener una mejor toma. Pero cuando lo hacían se balanceaban peligrosamente sobre las parejas. Estas acrobáticas acciones de mis ebrios amigos, había provocado que la amante del doctor, de la cual nuca conocí su nombre, tuviera que separarse del grupo.
La hermosa chica permanecía sola en un rincón, sin que nadie le prestara mucha atención, pese a su excepcional belleza. Podía notar mucha excitación en su rostro, pero nadie parecía interesarse en ella. Quizás debido al recelo o respeto a la amante del doctor, el decano de la facultad.
Entonces la monumental mujer regresó la mirada a donde yo me encontraba, justamente mirándola a ella, nuestras miradas se encontraron por un momento rápido. Yo seguía intercalando entre la vagina de Gaia y la boca de Carolina. No me di cuenta en que momento, la amante del doctor Cornejo, había tomado una copa de whisky y bajado el graderío hasta ubicarse justo donde yo estaba.
Me tomé mi tiempo para observarla de pies a cabeza. Era una chica alta 1,80 aproximadamente. Cabello castaño, lacio hasta los hombros. Su piel lucía bronceada al sol y una figura espectacular, indudablemente entallaba las medidas perfectas. Sus senos resaltaban bajo su espectacular vestido negro con un escote frontal que llegaba casi hasta su ombligo. Era claro, que no llevaba la parte superior de su ropa íntima. Me puse a divagar un momento, acerca de lo que debía llevar abajo.
El vestido corto, entallaba perfectamente con su cintura estrecha. Su abdomen plano perfilaba perfecto su estupenda figura. Más abajo unas caderas espectaculares, casi increíbles, las cuales a propósito las movía cadentemente mientras caminaba. Al poco rato, paso junto a mí, quise saludar o saltar sobre a ella, pero su espléndida presencia me intimidó y me dejó sin palabras:
- Hola, muñeca – casi atorándome
Pasó con indiferencia, pero esbozó una sonrisa casi fingida, note es como bajó intencionalmente sus ojos, hasta mi erecto aparato, echándole un rápido vistazo a mi erección y quizás también a la frenética penetración, que en ese momento propinaba a Gaia.
Pasó la chica torciendo la mirada, mientras apuraba su copa de whisky. Al pasar instintivamente regresé la mirada, notando como sus bien formadas nalgas se movían al compás de sus pasos. Al parecer, ella disfrutaba mucho de causar esa sensación, entre los hombres.
Aun con su soberbia, se acercó a una de las mesas, detrás de donde me encontraba. En ella se encontraba Leo junto a Carmina, completamente desnudos. << Vaya que leo era muy rápido para vestirse y desvestirse. >> pensé. Trate de no dedicar mis pensamientos en ideas tan tontas en ese momento. Pude ver a la pareja, sentados charlando mientras se servían unas copas de alcohol.
La amante del decano, tomó al apuro un par de copas de whisky, solicitando a Leo que llene su vaso, al parecer el alcohol le encantaba. Cruzó unas palabras con Leo y Carmina, quienes estaban a cargo del improvisado bar. Al poco rato, hizo una mueca de displicente, giró sobre sus talones y regresó por el mismo camino por el que había llegado.
En ese momento me percaté, Carolina había soltado mi palo. Las dos mujeres seguían con el 69 pero más apasionadas que nunca, sus cuerpos blancos se fundían en sudor. Sus líquidos vaginales, inundaban sus lenguas. Sus cuerpos no paraban de moverse, amabas permanecían dándose un placer único.
Las mujeres desprendían gritos, gemidos. Carolina ya había perdido todo el pudor, movía además su enorme culo, como tratando de simular una penetración con la lengua de Gaia. Me complació demasiado la visión, había logrado lo que quería, estaba tan excitado, que decidí provocarme una masturbación con esta excepcional imagen.
Cuando apenas comenzaba sentí una golpecitos muy delicados en mi espalda, era la amante del doctor, me ofrecía una copa.
- Espero que tú no estés demasiado ebrio, como el resto de tus amigos – no respondí por un momento, tratando de tomar aire
- ¿Y tú estás bien? – pregunté un poco avergonzado
- Pues… nadie parece interesado en follarme, a excepción de eso estoy bien
- No creo eso – respondí
- ¿Entonces estoy inventando? no ves acaso, que los chicos parecen más interesados en gravar las morbosidades de ese gordo, que en estar conmigo. Los pocos que parecen interesados, tienen sus penes flácidos, por el alcohol, y a ti parece que te gusta más ver, que entrar en acción
Dio vuelta, he hizo el ademán de retirarse, con ese típico andar de niña rica. Como aquel que no pisa el suelo. Quizás esa misma actitud de desprecio, la hizo merecedora de su desgracia. Pero yo no soy de los que se da por vencido tan fácil, no podía perder esta oportunidad.
Estiré el brazo, con el que antes sostenía mi pene, la tomé del hombro izquierdo, regresó a verme con algo de reproche. De inmediato la abordé con un tema que esperaba que le interese.
- Espera ¿te conozco de alguna parte? – fingí
- No…no lo creo – dijo tratando de soltarse el brazo
- No te vayas me gustaría charlar… parece que te he visto en alguna parte
- Tal vez – asintió y dio media vuelta, entonces sentí que había ganado
- ¿Segura? –pregunte nuevamente- Nunca olvido un rostro
- Bueno… soy modelo de ropa interior, tal vez me viste en alguna de mis presentaciones
- No… no lo creo, no acostumbro a ir a esos lugares
- Tal vez… en una de las revistas de la firma – dijo con más interés
- Hmmmm – traté de simular que me costaba recordar- ¿puede ser la revista SOHO? - Se ruborizó algo y sonrió sinceramente
- ¡Ah! Eso… fue solo una vez, nunca pensé que alguien me reconociera por esa revista y menos que alguien leyera
- Posaste desnuda ¿verdad? – comenté tratando de ignorar su anterior aseveración
- Si… pero fueron fotos muy discretas ¿Podemos ir a otro lugar? Tus amigas parecen muy ocupadas, no me gustaría interrumpirlas
- Todo está bien, a ellas no les molestará ¿por qué no tomamos asiento? ¿por allá? - caminamos dos pasos, sin perder de vista a Carolina y Gaia que ahora habían intercambiado posiciones, pero no dejaban de gritar. Pensándolo mejor, quizás si era un poco molestoso quedarnos ahí
Le mostré el asiento cediéndole el paso, mientras rozaba intencionalmente mi mano derecha por aquellas hermosas nalgas. Las pude percibir firmes, perfectas redondeadas casi a precisión. Ella quiso protestar el abuso de confianza, pero los gritos de Gaia le recordaron donde estaba y prefirió no decir nada.
Conversamos un rato sobre nuestros gustos, reímos un poco. Hasta que tocamos el tema de su profesión. Le pedí que modelara para mí, para que me deje ver su ropa interior, el calor del alcohol se hizo presente, ella reía algo ruborizada mientras se negaba.
- Vamos porque no, eres una profesional - insistía, hasta que al fin me confirmó lo que ya había deducido
- Lo que pasa es que… no llevo ropa interior – dijo al oído como para que nadie más se entere
- ¿lo dices en serio? – fingí que no sabía nada – bueno… es muy interesante, una modelo de ropa interior, que no usa ropa interior
- Entiéndeme… estoy harta de usarla, me molesta, siempre estoy usando en mi trabajo, es como mi uniforme. Pero ahora no estoy trabajando, prefiero no usarla
- En parte tienes razón ¿Sabes cuál es la mayor fantasía de todos los hombres, cuando vemos una chica, en ropa interior?
- ¿Cuál?
- Pues precisamente, verla sin dicha ropa interior
- Vaya… eres un morboso, igual que el viejo Rafael –refiriéndose al doctor Cornejo – al igual que tú, él también me pidió que le modele mi ropa interior
- ¿Y aceptaste?
- ¡Claro!…Él tiene dinero. Eso no quiere decir que solo me interese el dinero, no intérpretes mal
- Pero bueno me vas a mostrar tu ropa interior ¿sí o no?
- ¡Que no traigo ropa interior!
- Es cierto… bueno lo que tengas debajo de ese vestido
- ¿Eso quieres? Está bien, pero no desesperes, no sé, si te guste lo que vas a ver - fue la primera vez, que pude interpretar en sus palabras un sentimiento de insatisfacción para consigo misma
Se puso de pie frente a mí, comenzó deslizando suavemente la parte izquierda de su vestido, luego la derecha. Enseguida me mostró, un par delicioso de senos grandes, no demasiado, pero impecables, firmes, con unos pequeños pezones rozados apuntando siempre al cielo. Esas dos perfectas esferas, monumentales parecían como si no fueran afectadas por la gravedad. Deliciosas para cualquier hombre y seguramente la envidia de todas la mujeres. Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que de todos los senos que he visto esta noche, ninguno tiene las cualidades de los que ahora estoy observando ahora.
Luego tomó sus senos con ambas manos y ofreciéndolos me dijo:
- ¿Te gustan?
- Por supuesto - respondí casi babeando
- Bueno… ahora toca lo mejor, porque a ustedes los hombres, les encanta ver el sexo femenino ¿o No?
Continuó, bajando el vestido sin esperar mi respuesta. La vi agacharse ligeramente y alzar sus piernas para deshacerse del vestido. Conservó los zapatos de tacón muy alto y fino.
- ¿Y bien? - preguntó airosa, estirando los brazos
Me tomé un tiempo, observando su acicalada vagina. << Así debía ser una vagina de una modelo >> pensé. Mis ojos penetraban aquella zona pélvica, sin rastro de vello púbico. Su sexo, pequeño, lo suficiente para ocultarlo con su más diminuta tanga.
Más abajo, un par de labios mayores, perfectamente alineados y discretamente cerrados. La perfecta conchita, formaba un hermoso triángulo equilátero. Aunque busqué, no pude distinguir dilatación alguna. Llegué a pensar que era virgen. Un pensamiento por demás tonto, era la amante del doctor Rafael. Y cuando aún divagaba en mis pensamientos, me habló.
- ¿No te gusto o qué? – preguntó molesta
- ¿bromeas? A quien no le va a gustar, eres… hermosa
- Gracias…- pareció relajarse- ahora yo quiero algo y no puedes negarte, mírame estoy desnuda como querías
- ¿y qué quieres tú? Yo, ya estoy desnudo - sonrió maliciosamente, mientras se acercaba contorneando segura su esbelto cuerpo
Primero me abrazó con su mano izquierda, me ofreció un cálido beso en los labios. Sus besos, tenían una finura especial, eran firmes, apasionados. Permitía un suave jugueteo con nuestras lenguas pero sin exceso, evitaba todo lo voraz, lo excesivamente apasionado, me costó acostumbrarme a esta mujer.
Y de pronto, sentí como su mano derecha, resbalaba hacia abajo, buscando seguramente mi falo. Cuando lo encontró, estaba semi flácido, lo tomó delicadamente, se dedicó a acariciarlo suave, pero firmemente hasta que logró una erección completa. Una vez lograda su meta, procedió a acariciar mis huevos, con idéntica finura. Al mismo tiempo ella seguía besándome. Yo disfrutaba sus labios carnosos.
Unos minutos después, volvió a mi pene, excepcionalmente erecto, a punto de estallar. Rodeó con sus dedos y empezó a masturbarme << Siii esto definitivamente, me gusta >> De vez en cuando, dejaba escapar unos gemidos, sus besos ahora eran más tiernos. Sus caricias, por llamarlas así, no paraban. En ese momento, me percate de algo extraño, cuando rozaba mi pene, no lo hacía con ansia o deseo, lo hacía más bien, como intentando conocerlo o medirlo.
Me excitaba, sus jugueteos, pero seguro, jamás hubiera llegado a eyacular, si hubiera seguido así. Ahora retozaba con ambas manos, sin despegar sus labios de los míos. Continuó su extraño esparcimiento, hasta que al fin me soltó y me dijo casi gritando.
- Perfecto
No pude entender, de que hablaba, a ella no le importó mucho, al rato me dijo:
- Quiero que se hagas tuya
Sin dudarlo, me acerqué con el ferviente deseo de disfrutar ese delicioso cuerpo. En cuanto estuve frente a ella, quise comenzar por acariciar esos deliciosos senos. De inmediato me detuvo con su mano izquierda y me explicó lo que debía hacer:
- Primero, vas a darme placer con tu boca, espero que sepas utilizarla tan bien como la usas para besarme. Ten mucho cuidado, se muy delicado y suave eso me excita muchísimo. Ni se te ocurra morderme o causarme algún daño - Estaba algo incómodo, jamás había recibido órdenes de una mujer antes de follar. Daba igual, iba a seguirle el juego, por nada del mundo iba a perderme esta hermosura
- No te vas a arrepentir – le dije, ella pareció aprobarme y de inmediato, se acercó a una de las butacas vacías. Tomó asiento, con una elegancia única y levantó una de sus piernas mientras recostaba ligeramente su cuerpo para darme una mejor visión de aquel espectacular sexo. Entonces entendí a qué se refería
Ella me miraba sensualmente, con una sonrisa de placer, quizás sintiéndose dueña de la situación. Yo me inclinaba con la vista puesta en mi objetivo, esa delicada y bien tratada conchita, estaba a mi disposición. Me preguntaba cuántos hombres habrían probado esa delicada vagina ¿a todos habría dado las mismas órdenes?
Comencé despacio muy cerca de su entrada, lamiendo su ingle, captando un delicado aroma, un exquisito perfume que se desprendía de aquel sexo. Frente a mí, una grieta semi abierta, se mostraba espléndida, deliciosa, sus labios menores apenas empezaban a desplegarse como pétalos de rosa. Un color rosado pálido, aparecían relucientes pequeños y pegados entre sí. Otra vez tuve la extraña sensación, volvió la idea ¿nunca se habían alojado antes un miembro masculino aquí?
Disfruté cada lamida de su jugoso sexo, delicado como ninguno, humedecía lentamente sus labios, con una finura difícil de explicar. Ella cerrada los ojos, dejaba escapar unos gemidos cortos y a veces órdenes para que siguiera.
Cada vez que pasaba mi lengua, intentaba separar más sus labios menores, ella respondía abriendo más las piernas y pegando su sexo a mi boca. Entonces trató de contener sus espasmos, pero todo su cuerpo parecía revelarse, mientras ella pedía que no pare.
No me detuve, no separé mi boca de su vagina, hasta que encontré un muy pequeño agujero, difícil de entender, era su entrada. Introduje mi lengua ahí lo más que pude, mi amante comenzaba a dar gemidos más fuertes. Quizás eso hizo que Carolina y Gaia dejaran su actividad y se acercaran a nosotros. Al principio no lo percibí, pero después noté que se acercaron por detrás de mí. Ellas comenzaron a besarme la espalda, Gaia más interesada por mi miembro se recostó en el suelo colocando su boca al alcance de mi pene.
Gaia comenzó su trabajo, sin piedad, parecía tragar mi falo, solo disminuyó el ritmo de sus mamadas cuando Carolina, cayó en cuenta, la vagina de Gaia estaba regando sus líquidos, entonces decidió limpiarlos. Los cuatro hacíamos una especie de tren sexual. La modelo con sus piernas bien abiertas a la cabeza, yo bebiendo sus líquidos. Gaia, atorada con mi verga incrustada en su boca. Finalmente Carolina embelesada en el dulce sexo de Gaia.
Mi nueva amiga la modelo, cambió de posición, dio vuelta, posó sobre sus cuatro extremidades, dándome la espalda, mostrándome todo el esplendor de su hermoso culo, me dijo:
- No pares papi, por favor, sigue
Entonces noté por primera vez aquel inconfundible acento, que antes parecía esconderlo. Sin más, me adueñé de su delicioso y redondo trasero. Disfruté mucho, pasando mi lengua por sus dos agujeros húmedos. Acariciaba esas deliciosas nalgas, que se movían lentamente, hacia mi rostro con un armonioso compás.
Gaia, seguía devorando mi falo, mi verga ardía, estaba a punto, no podía sostener por mucho tiempo más mi semen. Me incorporé un poco, tratando de aguantar, intentando liberar mi órgano de la febril boca de Gaia. La modelo interpretó mi acción como mi propuesta de penetrarla y regresó su mirada con sorpresa:
- Está bien papi –me dijo – si eso quieres, hazlo, pero muy suavemente
- Claro – conteste absorto
Entonces coloqué mi pene en su entrada, froté suavemente, hasta empujarlo hacia dentro, no me costó mucho. Su agujero, parecía dilatarse y humectarse mientras ingresaba. Esta nueva vagina, era suave, delicada, recibía mi falo, con una precisión casi perfecta. El agujero no era ni más ni menos, era lo justo, a mi medida, llegué hasta imaginarme que había sido echo justo a mi talla.
La modelo, recibió la empalada con gemidos cortos, parecía satisfecha, se agachó un poco más para acomodarse mejor, y entonces se dedicó a disfrutar.
Gaia no aceptó su perdida, ella quería mi palo en su boca y seguro se molestó por haber preferido a otra mujer. Jugó un rato con Carolina, pero al rato la dejó, se plantó frente a mí con sus brazos cruzados. Solo observaba, parecía buscar una disculpa, pero yo solo penetraba a la hermosa mujer frente a mí. Gaia se levantó, plantó su mirada a lo lejos, sus ojos brillaron, como si hubiera encontrado un juguete nuevo. Al rato Gaia salió corriendo sin rumbo aparente.
Unos minutos después entendimos, dos conocidos de Gaia, al parecer se habían recuperado y la reclamaban a su lado. Gaia no lo dudó ni por un segundo, dos hombres, seguramente le ofrecerían una sesión de sexo, más entretenida que la que hasta ahora había tenido.
Al llegar a donde estaban los dos tipos, Gaia se lanzó sobre uno de ellos y lo besó frenéticamente en la boca. Mientras ambos jugaban con sus lenguas, el segundo se acercó por detrás, se dedicó a manosear el blanco trasero de Gaia. Los penes semi flácidos de los hombres, comenzaron a crecer, más y más.
Gaia ahora estaba en su ambiente. Feliz y deseosa, bajó sus dos manos en dirección del falo que la apuntaba. Sin de dejar besar al hombre, tomó el miembro, muy duro en ese momento, lo frotó con sus hábiles manos. El otro tipo también reclamó atención, acercándose más a Gaia y restregando su verga contra la espalda y glúteos de la mujer.
Gaia notó el gesto, era hora de hacer gozar a los hombres. Sin esperar más, tomó asiento en una de las butacas, se colocó en el centro de los dos muchachos a la altura de los dos mástiles, ambos casi del mismo tamaño. Tomó un falo con cada mano, empezó a saborear, primero uno, luego el otro, a veces los dos al mismo tiempo cuando cabían en su boca. Gaia se deleitaba, haciendo gozar a sus amantes. Lo hacía cada vez con más fuerza, entonces extrañé su boca ardiente en mi verga. Instintivamente, cada vez que tragaba uno de los penes, abría sus piernas hasta más no poder. Pude ver desde mi posición aquellos finos labios menores, que pedían a gritos un castigo real.
En algún momento, se tomó un respiro, recuperando el aliento, abrió sus grandes ojos, y me encontró mirándola, sonrió pícara, luego puso su cara de inocente, y me lanzó un beso descarada. Yo, volví en mí, regresé mi vista un poco abochornado.
En cuanto dejé de mirar el espectáculo de Gaia, me dediqué a lo mío, no tenía nada que envidiar. La vagina de mi pareja ahora se mostraba más húmeda que nunca, penetrarla era realmente delicioso. Carolina por su parte, besaba mi cuerpo, mientras restregaba frenéticamente su vagina con dos de sus dedos. Yo me deleitaba con el delicioso sexo que recibía mi órgano, sus labios menores parecían ajustarme y absorberme tanto que era difícil de aguantar la verdad no creía tener más semen con tantas eyaculaciones que había tenido ese día. Justo cuando estaba a punto del clímax sentí los espasmos de la modelo que movía sus nalgas tratando de contener un orgasmo muy fuerte.
En ese momento, pensé que sería bueno insertar mi pene en su delicado ano, este parecía bastante cerrado. Imaginé profundo placer que sentiría al estar dentro de ese pequeño asterisco. << ¿Qué mejor lugar para mi última eyaculación? >> pensé.
Lastimosamente, en cuanto se dio cuenta de mis intenciones, la modelo, tomó aire y se incorporó de un brinco. Dio vuelta hacia mí y besó suavemente mis labios, la pude notar fatigada y acalorada. Tenía una carita de satisfacción, que contrastaba con algunas gotas de sudor removiendo parte del maquillaje en su frente y pómulos. En ese momento, me percaté de una de las pocas actitudes humanas, en esta chica tan difícil de entender.
Observó tiernamente a Carolina, quien me besaba suavemente mi hombro y brazo derecho. Estiró su mano derecha y acarició los cabellos de Carolina, tan sutil como empezó, besó mis pechos bajando suavemente hacia mi órgano, lo acariciaba bondadosamente con ambas manos, una vez frente a él, se puso en cuclillas y acercó su boca lentamente. Sacó su delicada lengua y la pasó justo sobre mi zona más sensible, el glande. Pude haber terminado, con esa única y excitante acción de la mujer, pero en ese momento soltó unas palabras que me dejaron atónito.
Levantó su mirada, posando sus ojos en los míos y dijo:
- Muchos hombres hubieran deseado lo que tuviste, siento que debo agradecerte por portarte como un caballero, y no tratar de aprovechar la situación
Habiendo terminado sus palabras, se levantó, tomó su vestido con su mano derecha y caminó hacia el lugar de donde había venido. Me quedé ahí, sin saber si seguirla o quedarme, completamente absorto por esa actitud tan extraña. ¿Qué rayos quería decir con “siento que debo agradecerte”?
Carolina en cambio, no desaprovechó la oportunidad, tomó mi verga más erecta que nunca, se la llevó a su boca, frotándola con su mano izquierda, sin compasión alguna. No le costó nada hacerme eyacular dentro de su boca, el poco líquido que expulsé, inundó su paladar y ella lo bebió completo.
Me senté agotado en la butaca más cercana, fue la primera vez que sentí ese ardor en mi pene flácido. Quizás de tantas penetraciones y fricciones, habían terminado gastando mi falo. Algo no estaba bien, entonces solicité a Carolina que dejara de mamarme pero ella insistía.
De alguna parte, apareció Daniel justo detrás de Carolina. Embobado quizás por todo el alcohol que llevaba encima, o tal vez por el espectáculo que representaba Carolina, en cuatro, meneando su enorme trasero a todos los que estaban atrás.
Daniel surgió tan rápido, que tomó por sorpresa a Carolina. El tipo posó ambas manos sobre el blanco trasero de la chica. Seguramente hasta introdujo sus dedos en alguno de los deliciosos agujeros de mi amiga.
A mí me pareció buena idea que alguien más la poseyera. Dada mi actual situación, estaría en desventaja además, ella no era mi novia, ni nada parecido. Carolina parecía opinar diferente, dibujó un rostro de disgustó y se incorporó de un solo respingo, asustada y enfadada.
Daniel seguía manoseando descaradamente a Carolina, su estado de ebriedad no le permitía dilucidar la actitud hostil de la mujer. Él mascullaba algo casi incomprensible:
- No recuerdo haberme follado este ano
Quise explicarle a Carolina, que no me molestaba, si ella decidía fornicar con alguien más. Pero no me dio tiempo, ella estaba decidida a rechazar al hombre. Más astuta, que los dos hombres presentes, Carolina tomó las riendas de la situación, como si no fuera la primera vez que tiene que lidiar con este tipo de gente.
- Hola Daniel ¿cómo estás? – le dijo mientras alejaba sus manos y las posaba sobre sus hombros, hizo el ademan de presentarme - Mira este es Juan, mi amante – recalcó tal vez esperando, que yo dijera algo, no fue así
- Si –con un largo siseo de la palabra- ya lo conozco Carolina. Te reconocí… cuándo observé ese delicioso trasero, sabía que eras tú. Siempre quise tu culo, lo quiero ahora ¿dónde te escondiste todo este tiempo?
- Pero que dices Daniel –Carolina reía, parecía contenta- estoy aquí desde temprano, y ya estuvimos juntos, hmmm fue muy rico ¿me vas a decir que no te acuerdas? Vas a herir mis sentimientos
- Nada de eso mi amor… -Daniel parecía tan perplejo como yo, obviamente estaba mintiendo, no estoy seguro si él se percató de eso - lo que yo quiero… es repetir esa deliciosa experiencia y en vista que tú amante, no parece tener inconveniente. Yo quiero probar nuevamente ese delicioso cuerpo ¿qué dices nena? ¿Te animas? – Carolina frunció el ceño, parecía muy molesta, pero, aun así lo tomó con calma, esa forma de ser siempre me encantó de ella
- Danielito claro que me gustaría, no estaría aquí de lo contrario, pero mírate, creo que estas un poco pasadito de copas. Primero tendrás que levantar –señaló el flácido pene de Daniel- a tu amiguito. Si quieres complacerme, recuerda soy muy exigente – Daniel pareció darse cuenta de lo que hablaba y solo atinó a decir mientras daba media vuelta.
- Solo déjame que busque una de esas pastillitas
Carolina regresó la mirada con su rostro encrespado, fue en busca de su ropa con un gesto de enojo único, pensé que me dejaba pero mientras subía su pantalón me miró y dijo:
- ¿Qué esperas? Tenemos que irnos ya – esbozó una pequeña sonrisa
- ¿A dónde? – pregunté
- A donde más, a mi apartamento, me canse de esto, te quiero solo para mí, así que toma tus cosas y nos vamos
- OK – respondí, mientras trataba de conseguir mi ropa
Mientras me apresuraba a vestir, observé a la modelo, ella también se perfilaba su vestido de una pieza, enrollando su entallada figura. Luego pasaba a sentarse lo más cerca posible a su amante oficial. El doctor, Cornejo, poco o ningún caso le hacía a esta pues se encontraba envuelto en una nube de cuerpos masculinos y femeninos.
En esa masa de cuerpos desnudos pude distinguir a Patricia besando frenéticamente a Sabina mientras esta, recibía una dosis de sexo oral por detrás, por alguien a quien no pude distinguir. Las luces habían comenzado a flaquear, alcancé a ver mi reloj eran casi las dos de la mañana, algunos grupos yacían exhaustos en las esquinas del local.
El más grande grupo de gente, esparcidos al rededor del Doctor Cornejo. En el grupo las chicas, gemían, gritaban otras se movían con afán, pero no dejaban ver claramente sus rostros. Yo solo miraba, sus cuerpos desnudos, se entremezclaban en una masa de senos, caderas, vaginas y piernas en todas las posiciones imaginables.
Uno que otro pene, soportaba sus últimas erecciones, mientras aquellos cuyos penes lucían flácidos, preferían hacer de camarógrafos o periodistas, filmando, tomando fotos o acercando micrófonos a los actores improvisados.
Encontré también a Gaia cerca de ahí, saboreando las últimas gotas de semen entre sus dedos. Sus dos compañeros yacían sobre las butacas, descansando después de la faena tan ajetreada que seguro Gaia les hizo pasar. Ella sonreía feliz, frente a ellos estirando una de sus desnudas piernas, hacia el rostro de uno de los chicos, mientras charlaba amenamente algo que no alcazaba a oír.
Al poco rato se acercó a mi Carolina completamente vestida, reclamaba por mi lentitud. Me abochornó un poco su reproche, tuve que incorporarme bruscamente mientras trataba de calzar uno de mis zapatos. Ella dio vuelta y en un parpadear, estaba en la puerta << ¿Cómo hizo eso?>>, pensé. No me quedó más remedio que seguirla sin poder colocar bien mi zapato. De pronto, Carolina desapareció, tras la puerta extrañamente abierta, a lo lejos escuchaba claramente sus gritos:
- Vamos…vamos…despierta… ya basta… despierta, despierta – Despierta qué diablos quería decir, por más que corría tras ella, el pasillo parecía infinito, no la alcanzaba
CONTINUARÁ...