La Desilusión de Lya
Esto le puede pasar a cualquier mujer. Tengan cuidado muchachas a la hora de elegir su macho...
Acostados, en la cama, comenzaron a besarse con gran pasión. Pronto se casarían
-Mmmm, mi amor.
-Sácame el sostén.
Sus grandes y blancas tetas descargaron todo su volumen hacia el lado derecho de Lya.
-Qué delicia, las tienes enormes, nena. Ahh! Muaaaa.
Brend acariciaba uno a uno los portentosos pechos. Los chupaba, como tratando de libar algún elixir secreto.
Se dio un respiro para quitar los panties de la mujer.
-Déjame besar tu chochita, nena.
Ohh, si.
La punta de su lengua ahora rozaba la entrada de la vagina y con sus manos vehementes desplegaba, como un jugoso fruto, aquella rosada y suave carne.
-La lengua, méteme la lengua. Exclamó Lya.
Ya exitada, Lya enjuagaba el rostro de Brend con sus abundantes jugos, tomándolo del cabello, apretándolo contra su caliente abertura.
-No pares, sigue así, así. Mi vida. Qué rico.
Con sus inquietas manos atrajo la cintura de su novio hacia ella y comenzó a tirar del calzoncillo hasta bajarlo a las rodillas. Desde ese ángulo miraba la línea que partia en dos el trasero del hombre.
-Es un magro culo. Pensó.
Cuando metio su mano derecha debajo de las nalgas, palpó los dos huevos.
-¿Queeeeeeeé?. Se dijo a si misma.
Su emoción, su ardiente fogosidad casi llega a cero cuando pudo observar, al abrir las piernas de Brend, un órgano minúsculo, escuálido y fofo.
-Lo tienes dormido, muy dormido. ¡Mi vida!
El instinto la acerco al pequeño pene y comenzó a chuparlo con desilusión. Era una experta, sus antiguos amantes podrían corroborarlo.
El incesante y tenáz ritmo de la succion causo un leve aumento del falo. Era la ereccion esperada. Brend se levanto de su posición para penetrar a Lya, era evidente que estaba a punto de eyacular.
-Empuja, empuja con fuerza, mi vida. No te siento. Exclamaba la sedienta mujer.
-Dame duroooooo
Brend sudaba copiosamente. Trataba de aguantar más de lo que daban sus fuerzas.
Sospechando, Lya lo previno:
-No vayas a terminar, empuja más, empuja más.
Brend podia darse cuenta: Lya ya no estaba excitada. Además, su pene nadaba en la caliente cavidad, como si sobrara un pródigo espacio imposible de llenar.
Lya recordó el dia de su encuentro con él, cuando se besaron por primera vez, cómo su espigado cuerpo lo presagiaba a manera de un buen amante.
Pasaron por su mente muchas cosas: el día glorioso, hace diez años, cuando un vecino acabó con su virginidad. A su ex novio Charlie, que la colmaba con su potencia. Y ahora, esto.
Sus divagaciones fueron interrumpidas por la urgente voz de Brend.
-Me corro, linda. Ya no resisto más.
-Toma, toma, nena. Ohhhhhhh.
-Hazlo afuera. Ordenó ella, aburrida.
La leche cálida alcanzó su ombligo y Brend manipulaba el exiguo miembro extrayendo las últimas gotas, mojando las blancas sábanas. Al mismo tiempo esparcía el líquido sobre el vientre de la dama.
Lya estiro su mano para evaluar la pobre dimensión.
-¡Ni cinco pulgadas! Dijo entre si.
Estuvo casi media hora en la ducha con un consolador entre sus grandes nalgas y su preferido, el de 8 pulgadas, en su vagina. Mientras se repetía a si misma.
-Charlie, oh si, Charlie.