La desfortunada historia de la medicina

¿Hace cuanto no vas al médico? Podrias arrepentirte de no hacerlo.

La desafortunada historia de la medicina y un niño afortunado.

Triste miraba Manuel como la pelota de plástico rojo se perdía entre los matorales de la casa embrujada. Los demás chicos le hostigaron y le instigaron a que fuese por ella solo, como hombrecito, y como hombrecito, minusculo se veía. Se "rajó" tantas veces pudo pero fue inútil; él perdió la pelota. No le quedó más remedio que saltar la barda y recoger la pelota.

Se rumoraba que hace veinte años, el médico del pueblo, hombre rico y respetado murió linchado por no atender a un niño que agonizaba. Ahora el niño que se aventura a entrar rara vez sale de ahi y los que han vuelto regresan aterrados y nadie les saca una palabra de lo que pasó ahí. La gente sabe que es el espiritu de ese médico que cobra venganza y si no han quemado la casa es porque su influencia fantasmagórica les ha mantenido apartados de ella. Manuel aterriza sobre la maleza tan alta como la barda misma.

Buscando la pelota oye un susurro entre el viento, una invitación inaudible pero irresistible. Se dirije a la casa y con cada paso sus rodillas tiemblan y el corazón se le atranca el la garganta impidiendole respirar pero avanza sin parar. Llega a la puerta del frente y esta se abre ante él. El miedo inicial no desaparece y aumenta un poco, más la curiosidad le lleva a ricones desconocidos. Penetra el umbral y camina por los corredores de la casa tan aterrado como maravillado de la exquisitez de la casa, que a pesar de que lleva dos decadas muerta no ha perdido su encanto y ninguna mancha le ha dañado en lo absoluto.

En una habitación le espera la pelota en una cama y al lado un hombre muy aliñado. Manuel le saludo y la figura sólo movió la cabeza indicandole acercarse. Y Manuel lo hizo sin temor alguno. Extendió sus manos y estuvo así unos segundos. Sientate, escuchó el muchachito. '¿Sabe usted, señorito, que está usted invadiendo mi propiedad?'- anunció el fantasma, Manuel solo negó con la cabeza. 'Hay un precio por ello, solo que hay que ser hombre suficiente, ¿sabe a que me refiero...?' '...Manuel, señor', interrumpió el chico. 'Desnudese, señor Manuel' y le asió por la camisa ayudandole a desabotonar su prenda al tiempo que Manuel se quitaba el pantalón. '¿Es todo?' dijo Manuel un poco desesperado. 'Soy médico y hace buen tiempo que no practico. Sería agradable examinar un cuerpo como el tuyo, saludable y hermoso' contestó el espiritu. Manuel esperó a que el médico le auscultara y no se hizo esperar mucho.

Inmediatamente sus manos pasaron ágiles por aquí y por allá deteniendose en los pezones pellizcandolos suavemente y en los labios acariciandolos, Manuel se dejó ser y a sus doce años conoció por primera vez las delicias del erotismo en sus hábiles manos. Las escalofriantes manos se metieron en la ropa interior que aun traía puesta y jugaron con su ano y testiculos haciendole retorcese de risa y placer. Y cayó al fin en la cama y el fantasma le arranó su blamco calzoncito y le dijo que lo que quería hacer a continuación sería una lavativa y atascó su lengua en el hoyito rosado y virgen. Un torrente sin fin de saliva inundó sus entrañas mientras la lengua reptaba por sus paredes y despues de un rato, soltó el hectoplásmico líquido.

Después con gusto se disponía a aplicar una intraveosa y de sus etereos pantalones asomó una espesa selva de vellos púbicos oscuros y espectrales y un autentico pepino de dimensiones un poco reducidas y tieso como muerto se apresuró como abate lenguas primero en su boca, examinando las anginas y palpando las papilas gustativas preparando la inyección masajeó sus carnes, verdaderos trozos de primera clase, suavizando el punzón que inmediantamente clavaría en el lugar especifico con la preciscion de cirujano y arremetió contra sus muros, derribando toda clase de resistensia y penetrando como ejercito barbaro en ciudadela sin proteccion, saquendo sus muros y violando cada pieza apetecible en un festín de dolor y aullidos de euforia rabiosa y alegre. Acabó soltando inmensos aullidos macabros terminando de depositar el líquido fantasmal en sus dentros y se tumbó sobre Manuel, sofocado y alegre. Al no tener un peso especifico, Manuel no resintió el hecho de tener al médico encima.

El médico le contó, en lo que esperaba recuperar sus fuerzas hectoplásmicas, que el último niño que había revisado tenía una enfermedad terminal, hijo de dos proscritos que una vez confirmado que nada podía hacer, salió de allí, no teniendo mas motivo para prolongar su estadia. Pero los padres le secuestraron y le obligaron a revivir al hijo único y moribundo pero estaba fuera del alcance humano traerle salud. Murió irremediablemente y los secuestradores hicieron que el pueblo entero creyera que se negó a curarlo y los convencieron de lincharlo sin importarles en nada las explicaciones del infortunado médico.

Saldada la cuenta, El médico le entregó el balón y le dió las buenas noches. Más en un inesperado giro, Manuel le rogó quedarse con él y seguir jugando al médico por siempre, inventando enfermedades cada vez mas creativas como los remedios. Nada más se supo de Manuel en el pueblo. Una comisión de hombres valientes entró a la casa y no encontró nada en su podrido interior.

Clausuraron las puertas y ventanas y cortaron los medios para escalar la barda para que la tragedia no se repitiera jamás. Aun en las noches se escuchan los gemidos orgiásticos por todo el pueblo provenientes de la casa como recordatorio de que en esa casa, el médico aun vive.