La desfloración de Jesús.
"Hombre, casado, 40 años, buena presencia.Busco similar con experiencia.Para iniciarme en sexo anal.Me ofrezco para ser penetrado, por primera vez.Pido y ofrezco seriedad, discreción e higiene.Dispongo de sitio para encuentro.Abstenerse profesionales. Aquel anuncio no se diferenciaba mucho de otros tantos que poblaban aquella página web.
Aquel anuncio no se diferenciaba mucho de otros tantos que poblaban aquella página web.
“Hombre, casado, 40 años, buena presencia.
Busco similar con experiencia.
Para iniciarme en sexo anal.
Me ofrezco para ser penetrado, por primera vez.
Pido y ofrezco seriedad, discreción e higiene.
Dispongo de sitio para encuentro.
Abstenerse profesionales.”
Tampoco era exactamente lo que yo andaba buscando aquella tarde en Internet.
Porque yo deseaba un hombre “activo”, me apetecía dar vida a mi lado femenino, abrirme y recibir, ser sumiso y dócil, mientras una polla ávida de deseo exploraba la oscuridad de mi recto, hasta “morir” vomitando semen dentro de mí.
Pero desflorar un culo no es una oportunidad que se dé todos los días.
Después de aquel día en que ensancharan el mío de forma brutal, yo también había estrenado algunos.
Pero hacía ya mucho de ello, habían pasado al menos diez años dese la última vez que “rompí” mí ultimo esfínter.
Así que, sin pensarlo más respondí al anuncio, y tras unos días intercambiando mensajes y algunas fotos, decidimos quedar en una cafetería para una primera toma de contacto. Yo vivía en un pueblo, y él en la capital, así que decidimos vernos allí, además, en la ciudad alquilaban habitaciones por horas, y en mi pueblo no sabía de ello.
Cuando entré al local, le reconocí de inmediato, estaba en una mesa al fondo, fui hacia él, se puso en pie, y nos estrechamos la mano.
Era idéntico a las fotos que me había mandado, moreno, de estatura media, un poco más bajo que yo, y con aspecto de ser un hombre fuerte, aunque no era gordo, ni tampoco un musculitos.
Yo era un poco más alto que el, rubio, y algo menos fornido.
Pedimos unos Martinis, y una vez sentados intentamos entablar una conversación.
A pesar de mi experiencia sexual, soy muy tímido fuera de la cama.
Intercambiamos unas pocas frases, torpes y mal construidas, parecíamos dos adolescentes nerviosos.
—Hola Jesús.
—Hola Toni.
—Tú dirás, si te apetece que sigamos adelante o no, yo si quiero.
—Yo tampoco he cambiado de idea, pero hoy no puede ser.
— ¿Y eso?
En resumen, me dijo que aquella tarde no nos era posible hacer nada, ya que tenía que alquilar la habitación con un día de antelación, y no lo había hecho al no estar seguro de si íbamos a seguir adelante.
Resignado acepté la situación, y lo dejamos para el día siguiente, acordamos la hora, y él decidió espérame en la habitación.
Aquello se parecía más a una reunión de negocios que a un encuentro para tener sexo.
No entramos en más detalles, tan solo me indicó donde estaba el apartamento y quedamos para la tarde siguiente.
Me volví a casa un poco decepcionado, con mis “herramientas” en el bolsillo de la chaqueta. Un dilatador anal, unos preservativos, y un tubo de crema lubricante, todo ello comprado para la ocasión. De vuelta a casa mi frustración se fue convirtiendo en morbo y deseo, y tuve una erección mientras conducía.
Al llegar a casa mandé un correo a Jesús, me cuesta menos expresarme por escrito que verbalmente. Así que le expliqué todo lo que había sentido al verle esa tarde, y como había vuelto a casa con la polla tiesa, pensando en él.
También le rogué que no me fallara al día siguiente.
Me respondió casi de inmediato, asegurando que cumpliría con lo prometido.
Aquella noche fue mi mujer quien apagó mi calentura, me la follé por el coño y luego por el culo, y ella sin saber que mí fogosidad había sido provocada por el morbo de penetrar otro culo, pero en aquel caso, uno sin estrenar, el de un hombre.
Al día siguiente era sábado, el reloj parecía ir más lento que nunca, y yo, loco por que fuese la hora del encuentro, ansioso y a la vez temeroso de que saliese algo mal.
Era época de campaña electoral, así que le dije a mi mujer que iba a un mitin político, y
a las cinco en punto, mi dedo, nervioso, estaba pulsando el timbre del apartamento.
Un zumbido me indicó que la puerta principal estaba abierta.
El ascensor me llevó hasta el segundo piso, y allí tras el marco de una de las puertas, estaba él esperándome, sonriendo, me invitó a pasar.
Sobre la mesa de la cocina, había una botella de cava metida en hielo y dos copas.
—Esto estaba dentro del frigo, —me dijo—, está incluido dentro del precio del alquiler.
—Dime cuanto tengo que darte por los gastos.
—Invito yo, digamos que es a cambio de lo que me vas a enseñar hoy.
—Gracias, será un honor para mí ejercer de maestro por un día.
A pesar de lo corta que fue la conversación, la botella estaba casi vacía cuando dije la última palabra.
Brindamos con la última copa.
—Por que todo salga bien, —dijo él.
—Y por los hijos, —añadí yo.
— ¿Qué hijos?
—Los hijos de puta que no toleran a quienes somos diferentes.
Ambos reímos con aquella ocurrencia, y apuramos la copa de un trago.
—Bueno, yo me he duchado antes de que llegases, si tienes que lavarte, ahí tienes el baño.
—Yo también me he duchado justo antes de salir, pero a pesar de ello, voy a lavarme un poco en el bidet, espérame en la habitación, voy enseguida.
Me desnudé en el cuarto de baño, y me dirigí a la habitación, cual Adam, pero sin la absurda hoja de parra, le encontré sentado en el borde la cama, en calzoncillos.
— ¿Supongo que te los quitaras? —Dije, mientras se me escapaba la risa.
—sí, claro. —Dijo, a la vez que sentía su mirada sobre mi polla la cual estaba engordando por momentos.
Se puso en pie para desnudarse del todo, al fin pude ver su falo, aún no estaba totalmente erecto, pero su grosor me pareció considerable.
“El grosor es la parte que más me atrae de una verga, considero que la longitud es importante, sobre todo desde un punto de vista psicológico, pero lo que realmente produce placer a quien es penetrado, sea hombre o mujer, es más el diámetro de la polla.”
Me acerqué a Jesús y me abracé a él, sentí el calor de sus manos en mi espalda, cuando respondió a mi abrazo.
Le pregunté al oído, en voz baja, como en secreto:
— ¿Dime, hasta dónde has llegado con un hombre?
—Como mucho, a hacernos alguna paja unos a otros cuando era un adolescente, pero siempre me quedé con ganas de probar algo más.
No entiendo como he tardado tanto en dar este paso.
— ¿Y besar un Hombre?
—Eso sí, nos besábamos a veces por practicar para saber hacerlo luego con las chicas, o al menos ese era el pretexto.
Sin más nuestros labios se buscaron, fue un beso largo, sin demasiado ardor, pero cargado de ternura y complicidad, casi de amor.
Mis manos buscaron sus nalgas para atraerlas hacia mí, y sentir así el contacto de su polla sobre mis huevos, dura y húmeda.
Mi pene babeaba de deseo, comprimido entre nuestros vientres, sentí que podía llegar a eyacular si este abrazo duraba más tiempo, por lo que decidí liberar la presión que había entre nosotros.
Cuando nuestras bocas se separaron, nuestros corazones latían con la fuerza de un tambor. Fui bajando despacio por su cuerpo, hasta quedar de rodillas ante él.
Acaricié sus huevos, tensos ya por la erección, agarré su polla con mi mano y besé su glande húmedo.
Era gordo, me recordaba el sombrero de un champiñón, pero rojo y lleno de vida, sentía como el tronco de aquel enorme hongo latía dentro de mi mano.
— ¿Te la ha chupado alguna vez un hombre?
—No.
—Pues yo voy a hacerlo, pero después te toca a ti.
No respondió, mientras yo habría mi boca al máximo para tragarme aquello. Aunque se me saltaron las lágrimas, me la metí hasta la garganta, y luego, intentando no hacerle daño con mis dientes debido a su grosor, seguí moviendo mi cabeza arriba y abajo, lamiendo su glande cada vez que me era posible hacerlo.
Su respiración se hacía cada vez más profunda, y su cuerpo se retorcía de placer, hasta que me pidió que parase para no correrse aún.
— ¿Te ha gustado?
—Mucho, creo que nunca me la habían chupado tan bien, ahora voy yo.
— ¿Quieres que me tumbe sobre la cama?
—No, quiero hacértelo de rodillas, mereces que me postre ante ti.
Me imitó, haciendo lo mismo que yo le había hecho a él, aunque dejándome llevar por el placer, fui yo quien sujeté su cabeza para metérsela hasta la garganta, tuvo que sacársela para toser un poco, pero volvió enseguida a la faena.
Aguanté tanto como pude, acariciando su pelo, resistiendo a la tentación de follarme su boca como si de otro agujero se tratase.
—Dejado ya, no aguanto más. —Retiró su boca—. Parece mentira que nunca te hayas comido una polla antes, lo haces muy bien, mira como me tiemblan las piernas.
—Tiéndete sobre la cama, voy a traerme unas cosas. —Añadí.
Mi chaqueta se había quedado en la cocina, fui allí y me traje todo lo que tenía guardado en los bolsillos, más un rollo de papel.
—Necesitaremos todo esto para tu primera vez. —Le dije a la vez que le mostraba el dilatador anal y todo lo demás —. Ponte de rodillas, y ponte cómodo, voy a prepararte el culo.
Obedeció en silencio, se puso de rodillas apoyando los codos sobre el colchón.
Ahora tenía ante mí su culo para empezar a “trabajar” en él, en primer lugar, quise ser afectuoso con él, le besé y mordisqueé las nalgas, para luego agarrar sus huevos con mi mano y acariciarlos suavemente, mientras mi lengua lamia su asustado ano.
—Ahora te voy a meter el dilatador, no tengas miedo, le voy a poner bastante crema.
—No tengo miedo, más bien parece que estemos jugando a los médicos. —Añadió riendo.
Puse una generosa cantidad de vaselina entre sus nalgas, y empujé parte de ella con el dedo para lubricar su esfínter, sentí su resistencia en torno a mi dedo, era evidente que los músculos de su ano estaban realizando su misión, impidiendo la entrada de cualquier cuerpo extraño.
Mi amigo estaba aguantando en silencio, solo algún quejido involuntario se había escapado hasta ahora de su boca.
—Ahora te voy a meter el dilatador, —lo había dejado sobre la mesita de noche, junto a los preservativos, se lo enseñé y le dije—, Mira la forma que tiene, solo te dolerá un poco cuando llegue a la parte más ancha, una vez lo tengas todo dentro, ya verás como no te duele.
—Aguantaré, confío en tu experiencia, además esto lo he querido yo.
“Quien haya visto un plug anal sabrá a que me refiero, los hay de varias formas y tamaños, este era de forma cónica, con un tope la final, para que no se cuele entero. Yo personalmente he caminado con él dentro del culo, para mi gusto es muy placentero, pero aconsejo no hacerlo en público, se nota mucho al andar que llevas algo dentro.”
Apliqué la punta del cono sobre su ano y empecé a empujar despacio, cada vez un poco más.
Jesús no decía nada, apenas gemía entre dientes, pero su esfínter se negaba a ceder, y rechazaba el dilatador cada vez que yo aflojaba la presión, era lo lógico al tener éste forma cónica El paso final era metérselo entero para que se quedase dentro, seguí con el juego, empujando cada vez un poco más, hasta que de un golpe se lo metí todo dentro.
Dejo escapar un alarido de dolor.
— ¿Estas bien? —Le pregunté, podía ver el sudor en su espalda y el rojo de su cara, era evidente que le había dolido.
—Ya estoy mejor, ha sido horrible cuando has empujado de golpe, espero no tener ningún desgarro.
Saqué el plug, y comprobé el estado de su ano, se veía dilatado, pero en perfecto estado, así que se lo volví a meter, esta vez no gritó.
—No te preocupes, tu culo está bien, y ya lo tienes a punto para lo mejor.
Voy a ponerme un preservativo.
—Espera, ya sé que es arriesgado, pero es mi primera vez, me gustaría hacerlo sin ningún plástico entre nosotros, quiero sentir el contacto de tu piel, de la carne dentro de mí.
—Por mi parte lo prefiero también, te puedo asegurar que puedes estar tranquilo, también tengo relaciones con mi mujer, lo hacemos por todos los orificios, y lo hacemos sin protección. Por lo que puedes estar seguro de que no corres ningún riesgo.
—Entiendo, no pondrías en riesgo la salud de tu mujer a propósito.
—Así es, nunca lo hago sin preservativo con otros hombres, pero en tu caso es diferente, es tu primera vez.
Saqué el dilatador de su culo, su ano se veía ahora más relajado, incluso se quedó ligeramente abierto. Jesús se estaba acomodando para ser penetrado, creo que ahora lo estaba deseando con ansiedad, pero le interrumpí.
—Espera un momento, —le dije, —quiero que me metas el plug por el culo, me gustaría tenerlo dentro mientras te follo, así tendré la sensación de tener yo también una polla dentro de mí.
Me puse de rodillas, inmediatamente sentí el frescor de la crema entre mis nalgas, y a continuación su dedo índice dentro de mi culo.
—No hace falta que tomes demasiadas precauciones conmigo, puedes meterme ya el chisme ese por el culo, estoy acostumbrado a que me follen sin compasión.
Así lo hizo, puso la punta del dilatador en la entrada y empujo, despacio, pero de una sola vez, no pude evitar soltar un gemido de dolor cuando sentí la parte más gorda dentro de mí.
Pero ahora cuando lo tenía todo dentro, era realmente placentero, y apreté tanto como pude mi culo pera sentirlo mejor, y por supuesto, para que no se saliese, y así me mantuve mientras mi amigo, impaciente, se volvía a poner de rodillas, a la vez que me pedía que lo follara ya de una vez.
Mi erección era total en ese momento, sentía incluso algo de dolor en mi pene debido a la tensión, mis dieciocho centímetros de polla estaban tan duros como la piedra.
No le hice esperar más, guié mi glande hacia la entrada de su culo y de un solo empujón vencí la resistencia de su orificio.
No oí ningún quejido por su parte, al contrario, fue él quien, hablando entre dientes, me pidió que siguiese empujando, y así lo hice, hasta que no quedó nada de mi verga fuera.
Me cuesta expresar el placer que sentí en ese preciso instante, mientras mi polla seguía empujando, aunque ya le era imposible entrar más profundamente.
Apretaba mis glúteos para que el consolador no se saliese, lo sentía dentro, era casi como si me estuviesen follando a mí también a la misma vez.
--Lástima que no sea de verdad.--pensé, recordando otras vivencias.
Alargué mi mano para tocar su polla, estaba dura y mojada, su excitación era sin duda tan fuerte como la mía.
Yo mismo me había corrido en varias ocasiones mientras me follaban, es por ello que sabía que le podía ocurrir también a él.
Agarrando sus caderas, empecé a bombear dentro de su ansioso culo, cada vez con más fuerza, intentando controlarme para no vaciarme muy pronto.
—Sigue, dale fuerte, no imaginaba que esto fuese tan bueno. —Su voz ardiente delataba todo el placer que sentía.
Y yo aguantando todo lo posible para no correrme, quería que aquello durase eternamente. Aquel ano prieto y el ardor de sus entrañas quemando mi polla, me estaban llevando al cielo.
—Creo que me voy a correr, no aguanto más. —Dijo en voz baja, entre dientes.
—Lastima, me hubiese gustado que me follases tú a mí también.
Apenas dije esas palabras, cuando sentí como el semen corría por mi uretra, metí mi polla hasta el fondo, y con unos últimos empujones, tan fuertes como incontrolados, me vacié hasta la última gota dentro de las profundidades de Jesús.
En ese momento mi mano agarro su polla para sentir que él también se estaba corriendo, le masturbé para ayudarle, hasta que me dijo que lo dejase ya.
Cosa que hice con mi mano ya llena de semen.
Sin sacar aun mi polla de su culo, limpié mi mano sobre su espalda.
Despacio se tendió sobre la cama, y yo dejé caer el peso de mi cuerpo, cansado, sobre él.
— ¿Te ha gustado? —Le pregunté.
—Ha sido mucho mejor de lo que esperaba, me duele el culo, pero ha sido mucho mayor el placer y el morbo que he sentido al oír tus jadeos y tus gritos cuando me has llenado de leche.
La prueba es que yo también me he corrido casi a la misma vez que tú, ha sido delicioso. En ese momento no pude evitar mostrar mi faceta de experto.
—Pues, si te ha gustado, puedes estar seguro de que has quedado enganchado a ello, pasará el tiempo, y tal vez olvides mi cara e incluso mi nombre, pero nunca olvidaras lo que has sentido, y lo seguirás buscando como lo hago yo.
Dicho esto, besé con ternura sus hombros, y acercando mi boca a su oído, añadí con voz suave:
—Me llena de orgullo haber sido tu primer amante, no quiero que esta sea nuestra última vez.
—Yo tampoco quiero que todo acabe aquí. —Respondió.
Me incorporé ligeramente, retirando mí polla de su culo, sentí que estaba a punto de tener una nueva erección, pero no había tiempo para echar otro polvo.
Cogí el papel y limpié mi polla y sus nalgas, retiré el tapón de mi culo, lo limpié también y lo metí en el suyo, entró sin esfuerzo en lo que ahora parecía la boca de un pozo.
—Esto impedirá que se te salga la leche mientras vas al baño.
Ya en pié, nos quedamos mirando la cama, la sabana tenia semen por todas partes, interrogué a Jesús con la mirada.
—No importa, —me dijo, —el dueño solo me pidió que dejásemos la ropa sucia junto a la lavadora, supongo que debe de estar acostumbrado a ver sabanas así.
—Es lógico. —respondí riendo.
Ante el peligro de volvernos a calentar, y suponiendo que la habitación estaría comprometida para más tarde, nos duchamos rápidamente y por separado.
Pronto estábamos los dos en la calle.
Nos despedimos con una mirada de complicidad, y con la promesa de seguir en contacto.
Y así ha sido, después de aquel encuentro hemos tenidos otros.
Un abrazo.
Toni.