La deseada señora de la casa
Durante un mes por motivos de trabajo tuve que quedarme en una ciudad próxima a la mía, afortunadamente para mí la familia tenía un conocido en esta ciudad con lo que se entabló contacto con él para poder pasar este tiempo en su domicilio para de esta forma ahorrarme al menos la estancia...
Durante un mes por motivos de trabajo tuve que quedarme en una ciudad próxima a la mía, afortunadamente para mí la familia tenía un conocido en esta ciudad con lo que se entabló contacto con él para poder pasar este tiempo en su domicilio para de esta forma ahorrarme al menos la estancia en aquella ciudad. Este señor era ya mayor, superaba los sesenta y cinco años, apenas le conocía y creo que solamente lo vi de pequeño, con lo que mis expectativas no eran muy halagüeñas, sabía que no tenía hijos ni hijas, con las que al menos poder recrearme la vista si estaban buenas, pero que tras enviudar se había casado en segundas nupcias hacía dos años.
Vivía en una especie de chalet en una urbanización de las afueras, enorme con piscina y gimnasio, no escatimaba de nada, había amasado una buena fortuna con sus negocios. Al llegar me recibió el matrimonio, para mi sorpresa este señor maduro se había casado con una jovencita de veintiséis años, de muy buen ver por cierto, estaba mejor que buenísima, de esas de las que te enamoras solo al verla y, piensas, que se ha casado por el dinero, dándole estabilidad y comodidad, quién sabe si a través de un pacto entre los dos, de todas formas esto no me preocupaba. Era muy hermosa, elegante y sofisticada, con un cuerpo de y ver algo de escote mientras en la parte inferior se la sujetaba con un nudo marcándole los pechos. Estaba muy sexy y sugerente dejando advertir todos sus encantos, se apoyaba sobre unos taconazos que la para el vicio, las medidas eran las perfectas, me atrevería a decir que la típica 90-60-90, no obstante las de sus pechos parecían algo superiores, con 1,70 de altura, morena con el pelo largo y fino algo ondulado, acabado en punta, llegándole un poco más arriba de la cintura, unos ojazos negros algo rasgados que le otorgaban más atractivo todavía, y vestía aquel día unos vaqueros azules algo despintados por el uso que le hacían un culo redondeado y respingón y una camisa blanca abotonada dejando hacían más alta. Solo con verla mi estancia en aquella casa ya merecía la pena, “¡qué suerte tiene el viejo!” , “¿se la follaría?” fue lo primero que pensé al verlos juntos.
Los días fueron transcurriendo con relativa rapidez, mi relación con el matrimonio era mejor que excelente, se sabían comportar como buenos anfitriones, siempre muy atentos. Con ella, pues bien, aunque la ansiaba y admiraba como mujer la cosa no pasaba de ahí, era la señora de la casa y se comportaba como tal. Pensaba cogerla alguna vez en un descuido en el baño, en la ducha, o en la piscina, pero era inútil tenía un lavabo en su habitación y era el que solía usar; en alguna ocasión pude entrever su ropa interior al sentarse o doblar las piernas, pero eso no era nada en verdad yo quería verla desnuda y follármela si se diese el caso, el deseo que tendría cualquier hombre, pero eso no podía ser y además no daba opción alguna a pesar de la diferencia de edad con su marido. Pusiese lo que se pusiese siempre estaba muy sexi y deseable, la llegué a ver en vaqueros, pantalones cortos, mallas, vestidos, minifaldas con sus esculturales piernas que me parecieron perfectas, pero por encima de todo la disfrutaba visualmente cuando se bañaba en la piscina con aquellos bikinis diminutos, especialmente llamó mi atención la primera vez que la vi de esta guisa, sola bajo la ducha de la piscina con el pelo recogido por una trenza y luciendo cuerpazo con un bikini azul eléctrico retozándose sensualmente sus partes hasta introducirse fugazmente con disimulo una mano en la entrepierna por debajo de la braga del bikini para limpiarse, sin darle importancia, de forma desinhibida, erotismo y naturalidad que podemos encontrarnos en cualquier playa o piscina cuando una mujer se coloca el traje de baño. Esta escena se me hizo muy frecuente, nadie solo los más íntimos podían verla al estar el jardín cercado con altos setos ocultando la vista al exterior, lo cierto es que su presencia me hacía los días más placenteros en aquella casa, al menos me alegraba la vista durante mi estancia, aunque de la misma manera me excitaba recurriendo en ocasiones a masturbarme en la soledad del baño o de mi habitación pensando en como debía de follar, en sus muslos, tetas y nalgas agarrables, trayendo a mi mente escenas tan eróticas como la referida del bikini azul enjuagándose con toda sencillez su sexo, aquel día me hice un buen pajote en su honor.
Un sábado, su marido tuvo que ausentarse por negocios, como en otras ocasione; me fui a la piscina y tras darme un baño me tiré en la toalla que previamente había colocado sobre el césped. Apareció como de costumbre con su habitual contoneo de caderas, pelo suelto, vestía un escueto bikini, dejando observar toda su anatomía, de color morado clarito con estampados rosas y blancos en la parte superior y el triángulo que era la inferior sostenidas ambas por una cinta al cuello y caderas de color morado oscuro. Estaba muy impactante, sugerente, de sus orejas colgaban dos argollas moradas que la hacían más sexi, no la perdí de vista desde que la vi llegar a lo lejos acercándose para situar su toalla al lado de la mía. Me coloqué boca abajo para que no advirtiese mi erección, ella estaba situada boca arriba, por lo que sin que se diese cuenta disfrutaba de la silueta que le hacían sus piernas y pechos, así como del resto de su escultural cuerpo e incluso distinguí como algo de vello púbico sobresalía por la parte superior de la diminuta braguita del bikini, sin duda un descuido motivado por lo escueto de la braguita, más pequeña que las de otros bikinis que le había visto.
Tras charlar un poco, ante la ausencia de su marido y como ya había confianza, me indicó que le embadurnara de crema la espalda, algo tan natural como a la vez insinuante y erótico, ya sabéis…, dándose la vuelta se colocó boca abajo despojándose sin tapujos de la prenda superior del bikini, aunque le salía por ambos lados parte de sus pechos solo veía su espalda desnuda al completo y las nalgas al aire de su agraciado culazo de melocotón, redondo y prieto, cubierto simplemente por la tela del pequeño bikini que se le metía por la hendidura del culo señalándole bien la pipa, parecía dibujado por lo perfecto que era todo. Me ungí de crema las manos pero no tuve el valor de situarme encima de ella, para que no percibiese que estaba sumamente empalmado, en las tres semanas que nos conocíamos no había hecho ningún ademán de querer follar conmigo con lo que me tomé la situación como de lo más normal entre dos amigos en una piscina, que era lo que era en principio sin más. Desde un costado le extendí suavemente la crema a la vez que le daba unos masajes que la hicieron estremecer y suspirar en algunas ocasiones, me ponía nervioso cuando llegaba a la cintura y zona superior de sus caderas.
Al acabar le indiqué que me extendiese la crema, aceptando amablemente se incorporó lentamente cubriéndose las tetas con los brazos y manos para que no pudiese ver nada, si bien pude percibir la parte superior de una de las grandes aureolas marrones que no logró ocultar, me situé boca abajo y a diferencia de lo que yo hice, se acomodó encima de mí, colocando su sexo sobre mis glúteos percibiendo todo el calor corporal, comenzó a untarme suavemente y me la imaginaba con las tetas colgándole con sus erectos pezones a pocos centímetros de mi espalda. Mi polla estaba completamente empinada, debo suponer que ella debía al menos entreverlo, no era tonta, no obstante era joven y se la veía fogosa, de esas que follan, follan y follan sin cansarse, en el momento de los masajes en algunos descuidos al inclinarse sus pezones rozaron mi espalda, los noté rígidos y erectos, del mismo modo pensé que debía de estar algo excitada por las circunstancias, aunque no pretendiese nada de nada sexualmente hablando, pero la imaginaria línea existente entre la nada y el todo era ya muy delgada, si me decidía ha intentar algo no tenía nada que perder, si no me aceptaba todo se resolvería por mi parte con “ha sido un malentendido” y si lo hacía alcanzaría el enorme placer de tener sexo con esta diosa terrenal. Por primera pensé que estaba muy cerca de follármela y quería intentarlo.
No esperé más, sin pensarlo más y ante mi excitación, me giré y ante su sorpresa me situé boca arriba mirándola a los ojos, ya no tenía su sexo sobre mi culo sino sobre mi tranca notándola dura y bien empinada, le veía las tetas en plenitud, ¡vaya tetas y pezones!, moviéndose cadenciosamente de adelante hacia atrás, eran grandes, redondas, de esas movibles con gran canalillo, con hermosísimos y perfectos pezones redondos de color marrones que, como me imaginé, estaban bastante empitonados por la situación. Era fascinante verla así encima mía, y sin esperarlo comencé a besarla en los labios, sin salir de su sorpresa incorporó su busto sin levantarse, y efectivamente al estar sentada evidencié su leve vello púbico a modo de breve hilera, poniéndome más burro, mirándome cara a cara tras una breve pausa con una mano liberó mi polla del bañador saltando como un resorte, y con prisas, nerviosa y muy excitada comenzó a acariciarla, la agarró por el tronco dándome un corto y gustoso masaje hasta que se agachó y me lamió los huevos, subiendo al miembro chupando como si de un helado se tratara, sin prisas y sin pausas la dejaba hacer, refregándolo del mismo modo por las tetas, pasando por el resto de cuerpo hasta llegar a mi boca metiéndome la lengua para darme un besazo de tornillo mientras sus pitones se clavaban en mi pecho y mi verga en su abdomen.
Nos incorporamos y continuamos comiéndonos la boca hasta la campanilla cogiéndola por el talle rodeándola con un brazo a la vez que acariciaba un pezón con los dedos de la otra mano, luego pasé a magrearle y remagrearle las deliciosas tetas metiéndome los pezones en la boca para chuparlos como se merecían, avivándola aun más, aprovechando para despojarla del resto del bikini para empotrarle mi dura pija por la vagina hasta el fondo, su cuerpo se estremecía, sosteniéndola y empujándola por las nalgas, proporcionándole fuertes embestidas con la pelvis mientras permanecía sentada sobre mí estiró los brazos hacia atrás apoyando las manos en el césped comenzó a efectuar movimientos suaves y sinuosos a medida que jadeaba por el placer que estaba sintiendo en su interior, tomó el mando con acometidas más profundas, dando grandes gemidos y alaridos comenzando a bombear y bombear progresivamente gobernando el acto sexual, llegó pronto al orgasmo, volví a tumbarme boca arriba sobre la hierba dejándola hacer, se colocó en cuclillas y mi polla entraba y salía con más energía cada vez más lubricada a la vez que se contoneaba realizando movimientos circulares aumentando cada vez más nuestra excitación, me cabalgaba muy bien por cierto con lujuria subiendo y bajando su cuerpo jadeando a compás, viendo su cara lasciva mordiéndose el labio inferior y la oscilación de las tetas logré correrme a satisfacción llenándola de viscoso semen, pero la señora de la casa seguía y seguía brincando y gritando follándome con deleite, era una máquina de sexo deliciosa, para provocarla le apretaba los muslos y acariciaba las nalgas en redondo, se inclinó para besarme rozándome con los afilados pezones, me provocó en exceso e, incorporándome, levanté sus piernas atrapándola por la cara interna de los muslos moviendo aceleradamente la pelvis a la vez que admiraba como ante mis ojos saltaban aquellos melones que acto seguido comencé a lamer y comer a la vez que echaba la cabeza hacia atrás dando fuertes gemidos mientras estaba teniendo un nuevo orgasmo descomunal. Me supo deliciosa.
Por fin descansamos tumbados desnudos sobre la hierba del polvazo brutal que habíamos echado, muy ansiado por mi parte dicho sea de paso, me comentó que no era su intención follar conmigo, que todo había salido de improviso y de manera casual al no haber sabido medir las consecuencias, pero que no se arrepentía una vez hecho, al notar mi verga no pudo resistirse y quiso probarla, necesitaba liberarse y le supo muy rica, con su marido tenía poco sexo y estaba algo necesitada, no en vano le triplicaba la edad y, constantemente, los diferentes socios de negocios de su marido, tanto mayores como jóvenes, a espaldas de éste se le insinuaban y tiraban los tejos sin disimulo para follarla, prometiendo inclusive presentes, pero siempre les dio calabazas porque no quería que al final la pudiesen chantajear repetidas veces para acostarse con ella y tirársela cuando o cuantos quisieran a cada momento, no quería nada de aquellos hombres, ésta era la primera que fornicaba con otro desde que se casó, con anterioridad tenía cierta promiscuidad y eso se notaba por como se movía.
Ante estas confesiones me sentí un agraciado que estuvo a la hora exacta en el momento preciso para follar a esta hembra dotada de todas las hermosuras posibles. Mientras la escuchaba se encontraba tumbada de costado en el césped y yo sentado frente a ella dejándole percibir como crecía y engordaba mi polla ante sus ojos sin ocultársela, le exponía mi mercancía que ya me cosquilleaba y quería más acción en aquel cuerpazo, alcanzó una buena dimensión llegándome sentado más arriba del ombligo. Tras terminar el descanso cogió mi plátano introduciéndolo en la boca comenzando una felación, permanecí tumbado y dándose la vuelta me puso al mismo tiempo su espectacular trasero ante mi vista y boca, “cómeme el chichi, cariño, cómemelo bien…me gusta…, disfrútalo como hago con tu polla…” , me dijo introduciéndose dos dedos en la vagina para alentarme a la vez que me la chupaba y comía con avaricia, acaricié y masajeé sus muslos para pasar a comerle el conejo, di bocaditos en los labios para posteriormente con la lengua estimularle el clítoris, le llegó un nuevo orgasmo, notaba como se corría empapándome con sus jugos, aumentando su felación, era muy estimulante y comencé a eyacular con varios golpetazos de leche tragándose toda corriéndole por la barbilla y comisuras mientras jadeaba.
Le dije que se colocara a cuatro patas, aceptándolo sin condiciones, tenía ese puntito de dama y puta al mismo tiempo, una combinación por cierto que me enloquece, mientras me recuperaba jugueteé con sus muslos y continué comiéndole el chocho, cuando me recuperé me puse de rodillas y, sosteniéndola por las caderas, se la encajé nuevamente por la vagina dándole fuertes acometidas que acogió con sumo placer al mismo tiempo que trabajaba empujando el culo hacia atrás facilitando la penetración, estaba sobreexcitada y follaba de escándalo esta chica, aproveché para acariciarle la espalda y el cuello, besándola y lamiéndola, le di varios cachetazos que la avivaron bombeándola intensamente a la vez que movía intensamente el culo adelante y atrás, en todas las posturas follaba maravillosamente, viendo el contoneo de sus tetas ondulantes me incliné hasta que se las agarré retorciéndole los pezones y apretándoles los senos. Ante tanta pasión y lujuria apoyó los antebrazos en la cama quedándose en pompa, yo seguía dándole y dándole, nuevamente cambió de postura colocándose en cuclillas de nuevo, aunque esta vez de espaldas, se impulsaba con las ancas botando y botando cada vez con más energía sobre mi pene que entraba y salía cada vez más brillante por causa de su corrida, ¡que culazo se le veía en esta posición que, por otra parte, tanto me pone!, ahora era yo el que estaba sobreexcitado al verla follar así, agarré y apreté aquellas asombrosas nalgas masajeándolas para ayudarla a impulsarse, no tardé en correrme viéndola botar sobre mi polla larga y gorda que resplandeciente de sus jugos y mi corrida emergía del coño. Yo estaba agotado, sin embargo como suponía ella era insaciable y hubiese estado así toda la tarde, sentía convulsiones y me venía de nuevo llenándola de semen todo su interior. Caímos redondos sobre el césped jadeando ansiosamente mientras nos mirábamos.
Dejamos el sexo y nos metimos en la piscina, al cabo de media hora salió y se metió en la ducha para quitarse el cloro, no pude evitarlo y necesitaba desfogarme nuevamente, no me reprimí y me coloqué tras ella dándole un buen rabazo en el culo que aceptó con gusto y complacencia, comencé a meter mano entre las piernas, posteriormente el pene erguido entre los muslos dándole golpecitos en el chichi, pero solo duró el tiempo de ponerse cachonda y agarrarme el sable refregándoselo por el trasero y muslos interiores mientras se agachaba, cogí la indirecta y situándola en ángulo recto y, sosteniéndola por la cintura, se la incrusté nuevamente por el coño dándole suavemente primero para finalizar con enérgicos embates, hasta que pasado un tiempo llegamos al orgasmo bajo el agua caliente de la ducha, ver moverse sus tetas y oír a esta mujer como jadeaba, gemía y disfrutaba con cada embestida hacía que me pusiese más caliente. Fue muy rico, estaba siempre deliciosa y me gustaba metérsela por atrás disfrutando y mirando el espectacular culo de ese cañonazo de hembra. Duró poco, llegaba la hora del regreso de su marido y no era cuestión de que nos pillara in fraganti , por lo demás había que retirar, cambiar y destruir la cinta de la cámara de seguridad que lo había grabado todo.
Todo acabó en una semana, volvimos a tener sexo dos días antes de la partida, esta vez no sobre el verde césped sino en la comodidad de mi habitación repitiendo y experimentando nuevas posturas para nuestra satisfacción. Mi despedida consistió en una agradable cena junto al matrimonio en un caro restaurante, iba muy guapa y atractiva ataviada con una fina blusa negra de seda, falda de tubo roja ceñida presumiendo de cintura y retaguardia, medias de red muy eróticas, y taconazos igualmente rojos. Durante la velada, me invitaron insistentemente para otras ocasiones, quien sabe quizás vaya una semanita y así, si tengo suerte, poder fornicar con la joven, hermosa, dulce y amable mujer de la casa, toda una señora pero una buena puta en la cama.