La dependienta del Springfield
Veo follar a una dependienta que me había vendido un polo sólo unas horas antes
El viernes me había llegado un mensaje de móvil de Springfield, la tienda de ropa. Descuentos en la compra de ropa. Así que el sábado por la tarde, aprovechando que debía dejar a mi mujer en casa de su madre para un jaleo familiar, fuimos a un Springfield. Elegimos el que hay en el centro comercial de Alcalá de Guadaira. Aparcamos tras un par de vueltas en el parking subterraneo y subimos a la tienda. La idea era comprar un par de polos nuevos y aprovechar el descuento. La verdad es que había bastantes polos a buen precio, pero mi vista se fue a las tres dependientas que había. Tres chicas jóvenes con vaqueros apretados, marcando piernas, cortos por abajo enseñando tobillo, por arriba camisetas que dejaban ver los ombligos y marcando pechos. Todo ello acompañado por tres bonitas sonrisas. Una de ellas se acercó a decirnos si nos podía ayudar. Nos indicó las tallas a mi mujer y a mi y nos confirmó el descuento. Fui al probador me los probé y a pagar. Mientras lo hacía no podía quitar la mirada de la boca de la chica que nos cobraba. Preciosa.
Pero la compra terminó y nos fuimos. Ya que estábamos en el centro comercial aporvechamos para cenar allí. Estando allí un amigo, precisamente de Alcalá, me preguntó si queríamos luego una cerveza. Mi mujer me dijo que ella se quedaría en casa de los padres pero que fuera yo. Así que tras dejarla en su casa, me dirijí donde había quedado con mi amigo y su pareja.
Habíamos quedado en un bar de copas que se llama Zeppelin, en el centro de Alcalá. Allí estuvimos con un par de tercios echando unas risas. Hacía calor y estábamos en la terraza del local. Y precisamente allí, cuando estaba tomándome la parte final del segundo tercio, vi llegar una cara conocida. Era una de las chicas del Springfield. Unos 20 años. Pelo oscuro recogido en una larguísima colsa. Delgada. Venía con un chico rubio, musculado y lleno de tatuajes. Se sentaron justo en la mesa de al lado. No pude dejar de mirarle el culo mientras se sentaba. Me ponía a mil ese culo.
Convencí a mis amigos de tomarnos otra. Y allí nos quedamos tomándola mientras yo lanzaba miradas a la mesa de al lado. Pero cuando llegó el final de la cerveza mis amigos dijeron que se iban ya. Asi que no tuve más remedio que irme con ellos. Los despedí junto a mi coche y ellos siguieron caminando hacía su casa.
Pero me armé de valor y en vez de irme, y aprovechando que la mesa donde habiamos estado seguía vacía, solo con nuestros botellines vacios encima, me volví al bar. Me pedí una cerveza sin y me senté en la mesa de nuevo, pero cambiando de silla, quedándome con la más cercana a la pareja.
La conversación de la pareja no era nada del otro mundo. No sé pero me daba un enorme morbo escucharlos allí. Al rato, y tras un par de cervezas sin para mi y un par más de copas que se tomaron ellos, eramos de los pocos que quedábamos en el local. Yo me hacía el tonto mirando el movil y tal. Y cada vez más nervioso porque la conversación de la pareja iba subiendo de temperatura. La chica se reía ya de una forma que denotaba que el alcohol le iba apretando las tuercas y el chico empezó a decirle entre risas que se la iba a follar.
Fui por otra sin, pagué la cuenta y me senté de nuevo, echándole una mirada a la pareja. Creo que ellos sabían que, al ser los únicos ocupantes los tres de la terraza, yo me estaba enterando de todo, pero eso no los cortaba, y parecía que se divertían diciendo que esa noche iban a follar de lo lindo.
Al rato escuché al tio decir que iba a pagar y que se iban. Cuando regresó de pagar, le di un sorbo a mi cerveza, les di unos metros de ventaja y me fui detrás. No sé lo que buscaba, pero me ponía a mil seguirlos y ver adonde iban. Suponía que a un coche pero bueno....
Subieron por una cuesta. A un lado había un parque enorme que estaba cerrado a esa hora. Pero a unos metros de la esquina faltaban unos barrotes del cerramiento y estaba claro que la parejita lo sabía. Entre risas se metieron por allí. Yo hice lo mismo un instante después. Vi que se dirijían a una zona arbolada, iluminado pero oculta de las miradas de la calle. Yo me mantenía oculto, avanzando con cuidado.
Fue llegar a esa zona y empezaron a besarse, apretandola él a ella cotra si mismo. El apretón en el culo sonó fuerte. Mi polla estaba ya a mil
Veía desde mi sitio como la mano de ella ya empezaba a tocarle la polla. Y perfectamente vi como le abría el pantalon y se la sacaba. Tras un par de meneones, la chica se agachó y empezó a mamar.
No pude aguantar y me la saqué yo también para masturbarme. La tenía durísima.
Y joder, como se me puso al ver como la comía la niña. La comía de una forma impresionante, con fuerza e impetu.
El chico tenía las manos sobre la cabella de ella y hacía que se la metiera entera en la boca.
Luego la agarró, la levantó y la puso de espaldas contra un arbol. La chica se desabrochó el pantalon, que se fue a los tobillos. Sólo tenía ya unas braguitas blancas de algodón que el chico bajó.
La echó un poco para atrás y la penetró. Escuché hasta el gemido que ella lanzó al sentir la polla dentro. El chico empezó a moverse, apretandose contra ella. El sonido de piel contra piel me volvía loco.
Mi paja iba viento en popa, ya que el show que estaba viendo era tremendo. Nada me hacía pensar esa tarde, cuando veía a esa chica en la tienda, que la vería follar de aquella forma. Uffff
Tras unos minutos de pajearme solté mi semen allí, junto al tronco de un viejo arbol.
Me quedé allí, con la polla chorreando semen, mirando como el chico terminaba de follarse aquel precioso cuerpo.
Lo hizo poniéndose de puntillas y dejando caer su cuerpo contra el de ella. Todo acompañado con un gemido de él. Tras unos segundos así, y entre risas, la chica se incorporó y entre besos empezaron a vestirse.
Yo me subí el pantalón y me fui rapidamente. Salí del parque por donde había entrado y me dirigí al coche. El corazón todavía me latía a mil.
Al subirme al coche decidí que uno de los polos que había comprado lo devolvería el lunes. Quería mirar a los ojos a aquella dependienta que me había ayudado a hacerme una gran paja.