La dependienta de la tienda de ropa.
Ana necesita comprarse ropa nueva, y acude a la primera tienda que divisa. Lo que no sabe, es que el morbo, y el placer, están instalados allí.
Siempre me lo han dicho desde que tengo uso de razón: "Ana, eres una obsesa de la ropa". Y razón no les falta. Me encanta la ropa, me encanta comprar, y me encanta probarme modelitos. Y, ahora, que os cuento esto, estoy recordando algo:
Era una mañana bochornosa de verano, y, yo, como buena idiota que a veces soy, había salido de casa con un conjunto que daba bastante calor. Decidí, por mi coño moreno, que ese día lo aprovecharía para hacer algunas compras. Así que, al centro comercial que me fui.
Al llegar, el aire acondicionado me hizo un grandísimo favor, recorriendo todo mi cuerpo, por aquel entonces, casi exhauto.
-Joder, qué maravilla - Dije, hablando sola, sí. Pero me di cuenta cuando algunas miradas recayeron en mí, mirándome de arriba a abajo.
Miré a mi alrededor, y me introduje en la primera tienda de ropa que vi.
-Buenos días.
-Hola, guapa - Me saludó la dependienta - ¿Qué deseas?
-Quería mirar algún vestido veraniego. Mi armario se ha quedado un poco corto.
-Mmmm. Tengo alguno que te sentaran como un guante - Dijo ella, mirándome de arriba a abajo.
La seguí por la tienda, y, al mirar un par de vestidos, y ver que no me convencía ninguno, me propuso.
-¿Por qué no te les pruebas? Así elegirás el que más se ajuste a ti.
No se me escapó su mirada viciosa recorriéndome todo el cuerpo. "Pues no sabes con quien te las estás habiendo, amiga", pensé.
-Encantada.
Me dio varios vestidos y me invitó a pasar al probador, donde comencé a desnudarme para probármelos. Al quedarme en ropa interior, e ir a agarrar el primero, miré de refilón en el espejo, y ahí estaba ella, observándome fijamente. Sin pestañear.
-Puedes empezar por ese - Dijo, señalándome uno de ellos.
Me lo puse, y, mirándome a través del espejo, me dijo:
-Te hace buen culo. Podría ser una buena opción.
-¿Tú crees?
Entró en el probador, se situó detrás de mí, y recorrió mis caderas con sus manos.
-Date la vuelta y compruébalo por ti misma.
Me volteé, me miré al espejo y asentí, encantada.
-Mira, ahora este.
Me tendió un vestido floreado, y, ni corta ni perezosa, comencé a desnudarme, hasta quedar en ropa interior frente a ella.
-Me encanta tu ropa interior, ¿Dónde la compraste?
-En una tienda de Londres.
-Caray.
Recorrió con sus dedos mis bragas, haciendo que soltase un pequeño gemido. Me miró, con ojos entornados.
-¿Has soltado un gemidito? - Preguntó, quitándose la camisa.
-Me encanta tu ropa interior - Dije.
-Pero yo no la compré en Londres. Toca, toca. Seda pura.
Toqué su sujetador violeta, e, inesperadamente, me agarró la mano, introduciéndola dentro.
-Realza los pechos. Es muy bueno - Contestó.
Comencé a mover mis manos, en torno a sus pezones. Noté como se endurecían. Me besó en la boca, dejándome petrificada. Me dejé llevar, la devolví el beso. Un torrente de besos, inundó el probador, manos nerviosas intentando desnudarnos. Miradas a través del espejo del probador, tentándose. Inevitablemente, quedamos desnudas, a excepción de los calcetines.
-Mira como estoy - dijo, sentándose en el taburete del probador. Dos dedos, abriendo su coño, para mí.
Mis labios, produjeron una mueca que pretendía ser sensual. Creo que lo conseguí.
-Lámeme el coño. No aguanto más.
Me agaché hasta que mi boca, quedó a la altura de su coño. Le lamí despacio. Ella soltó un gemido. Sus piernas, encima de mis hombros, temblaron.
-No pares - Suplicó.
Mi mirada se dirigió a su rostro, contraído por el placer. Se tocaba las tetas, con fruición.
-Para, para - Dijo, dejándome confundida, ante su contrariedad - Vuelvo ahora mismo.
Antes de salir, miró a ambos lados del probador. Una vez segura, me dejó sola. Mi coño palpitaba, mientras gotas de sudor resbalaban por mi escote. Hacía calor... O quizás era provocado por la excitación, no lo sabía con certeza.
-Ya estoy de vuelta, cierra los ojos - Dijo, desde fuera. Sin pensarlo, obedecí - Siéntate. Así.
Noté el duro suelo bajo mi culo.
-Abre un poquito las piernas, pero no abras los ojos.
Lo hice, y, al sentir algo introducirse dentro de mí, solté un gemido. Imaginé lo que sería, pero no quise abrir los ojos bajo ningún concepto.
-Dios, mío - Gemí.
Pasaron unos segundos, hasta que me pidió que abriese los ojos. Y la estampa que me encontré, ante el espejo, no podía ser más excitante. Dos mujeres, completamente desnudas, en el suelo de un probador, con un gran consolador entre ellas, comenzando a gemir, despacio.
-Siempre he querido... Hacer esto.
Gimió, mientras no parábamos de meternos el consolador entre las dos. Ayudándonos, como si fuésemos amigas de toda la vida.
-Noto como comienzas a sentir que vas a correrte - Dijo.
Miré hacia mi coño, que empezaba a contraerse, lentamente. Tenía razón, estaba a punto de correrme. Y, ella, parecía seguir el mismo camino.
-¿Como... Te llamas? - Preguntó.
-Ana - Contesté entre gemidos entre cortados.
-Mmmmmm, Ana... Vamos a corrernos juntas, cielo.
Comenzamos a acelerarnos. Queríamos hacerlo. Queríamos corrernos al unísono. Nuestros mojados coños, entraban y salían con rapidez. Estaba a punto.
-Me voy a correr... - Anuncié.
-Sí, Ana. Córrete para mi.
Me froté el clítoris con un dedo, mientras, ella, se retorcía los pezones con la mano libre.
-Me... Corro - Anunció ella.
Se levantó, se frotó el clítoris, y me bañó la cara con sus flujos, mientras, mi coño, chorreó hasta mojar el suelo del probador. Respirábamos entrecortadamente. Nos miramos a través del espejo. Sonreímos. Nos mimamos con la mirada.
-Toma - Dijo, tendiéndome una caja de pañuelos.
La cogí, con las piernas temblorosas a causa del orgasmo que había tenido. No podía levantarme.
-Espero volver a verte muy pronto.
Y, sin más preámbulos, salió del probador, completamente desnuda. A mí me costó un buen rato reponerme... Creo que voy a volver aquí más a menudo.