La dependienta de la tienda de hípica 2
Yo no dejaba de pensar en ella, se lo dije, y ella tampoco dejaba de pensar en mi. Nos volvimos a ver y fue inolvidable. Su novio pensaba que estaba en un evento de hípica.
Después de varios meses yendo a comprar a la tienda de hípica con total normalidad, después de lo ocurrido.
El primer día que fui después de aquello, fui un poco cortado, pero ella me saludó como siempre, me sonrió como siempre y la verdad que se me pasó el corte.
Un día estaba hablando con mi amigo en mi casa y le decía que no me la podía quitar de la cabeza, que no hacía más que repetir una y otra vez lo que pasó ese día y, al final, mi amigo me convenció para que le escribiera y le dijera eso a ella. Después de decirle que estaba loco, que como le iba a decir eso y cosas así, al final accedí, cuando me dijo “¿pero qué coño tienes que perder? El no ya lo tienes.” Le escribí un mensaje diciéndole que nunca había sentido algo así por otra persona, que me gustaba demasiado y que no podía dejar de pensar en ella.
Para mi sorpresa, me respondió bastante rápido diciéndome que también había pensado mucho en aquel momento, que no paraba de darle vueltas a la cabeza porque estaba muy a gusto con su novio y lo quería muchísimo, pero que había algo en mí que le atraía muchísimo y se había puesto a pensar cosas “raras”.
Tras una conversación en la que intercambiamos nuestros más profundos sentimientos, me atreví, impulsado por mi amigo, a invitarle a pasar una noche en una casa rural en la sierra de Madrid, sin compromiso, solo pasar un día juntos, quizás le valiera para que se aclarase alguna idea, a lo que me dijo que si, que le parecía bien, pero que no intentara nada que no quería que se repitiese lo de la otra vez.
Yo estaba entusiasmado, antes de que se pudiera arrepentir, entré en una página web y reservé una casa rural que estaba muy chula por la Sierra de Madrid y le envié una captura con la reserva y la fecha, que era el fin de semana siguiente.
Llegó el día, habíamos quedado en que nos veríamos allí directamente ya que ella le iba a decir a su pareja que se iba a un Clinic en una hípica en Ávila, aprovechando que él trabajaba y que no le gustaban mucho esas cosas.
Allí la esperé, llegué un buen rato antes para preparar un poco todo, coger la habitación y demás, y ella llegó muy puntual, a la hora que habíamos quedado.
Me dio un abrazo y nos dispusimos a entrar en la habitación. Una vez en la habitación, empezamos a hablar de muchísimas cosas, conociéndonos más, nos reímos muchos, nos fuimos a dar un paseo, seguimos riéndonos.
Me daba cuenta que ella cuando se reía me solía tocar el brazo, o ponerme un poco la mano por encima, por lo que pensé que todo iba bastante bien.
Por la noche, cenamos en el restaurante de la casita rural, pescado y vino, tomamos varias copas y nos fuimos tonteando para la habitación.
Una vez en la habitación, ella empezó a quitarse el vestido, y yo pensé que estaría algo tomada, pero me dijo que no, que solía dormir desnuda y que, después de lo que habíamos tenido, no había nada que ocultar, por lo que yo hice lo mismo, me desnudé y me metí en la cama.
En la cama continuamos hablando un poco y la conversación fue subiendo de tono, recordando sobre todo lo que hicimos en la tienda. En un momento dado, me preguntó por lo más raro que había hecho, y le contesté que nada demasiado raro, hacerlo en el coche, en la playa, en un apartamento mientras los demás estaban en la piscina, y poco más.
Ella me contó alguna cosilla, que tampoco era nada del otro mundo, pero que si le gustaba experimentar, y que lo más raro había sido lo de la tienda conmigo.
En eso de experimentar, me dijo que en la maleta tenía un antifaz y unos grilletes de su último viaje con su pareja, yo no me lo creía, pensaba que me tomaba el pelo, entonces se levantó y los sacó, diciéndole yo que para qué los había traído. Ella insistía en que estaban del último viaje que hizo con su novio, que siempre los llevaban en la maleta, pero que no pensara cosas raras que no le gustaba el sado ni nada parecido.
Entonces saqué todo mi valor, y le pregunté que como las solía usar, a lo que me contestó que le gustaba que su novio se las pusiera en la espalda, como si estuviese detenida, y le pusiera el antifaz. Una vez así, él le daba algún azote, le metía la polla sin avisar en la boca, la movía por la cama comiéndole el chocho de repente, y cosas así; que a ella le excitaba mucho el no saber que es lo que su novio estaba haciendo y sentir esas cosas de pronto.
Haciéndome el tonto, le dije que como funcionaban las esposas, que si eran como las de policía, diciéndome ella que no, que era muy sencillo, y me dijo “mira, pónmelas” colocando las manos atrás.
Al ponérselas, vi que tenía un botoncito para quitarlas, que ni siquiera era con llave. Una vez puestas, me dijo “¿ves? No tiene ciencia” y yo, haciéndome nuevamente el tonto, cogí el antifaz y dije “a ver, y el antifaz sería...” diciendo ella “pues igual, lo pones delante y por detrás tiene un belcro”; mientras lo decía se lo colocaba yo.
Entonces me alejé un poco, y ahí estaba ella, con tan solo un tanga, esposada, de rodillas en la cama y con los ojos tapados. No podía creerme que no quisiera que pasara nada.
Ella me preguntó un poco nerviosa que qué estaba haciendo y que le quitara las esposas, a lo que le dije “voy, voy” acercándome y dándole un pequeño azote en el culo.
Ella se rió y me volvió a decir entre risas que le quitara las esposas, volviéndole a contestar yo lo mismo, al tiempo que me ponía de pie en la cama y dejaba mi polla, que estaba dura como un pepino, a la altura de su boca.
Sin llegarla a tocar todavía, me preguntó otra vez, entre risitas también que qué estaba haciendo. Yo no contesté, porque estaba encima de ella, simplemente acerqué mi polla hacia su boca, y al rozar sus labios, ella se volvió a reír, agachó un poco la cabeza mientras se reía, incorporándose poco después y abriendo la boca para metérsela.
Empezó a chuparla mientras se reía al mismo tiempo, diciendo de vez en cuando “qué malo eres, y yo explicándotelo con toda mi inocencia”, momentos en los que yo le cogía la cabeza y se la empujaba contra mi polla, llegando a darle alguna arcada cuando la forzaba un poco a metérsela entera. Ella se separaba un poco para coger aire, se reía, y volvía a metérsela en la boca como si fuese el último día de su vida.
Después de un buen rato chupándomela, la empujé contra la cama, boca abajo y empecé a darle besos por la espalda, subiendo al cuello y bajando nuevamente desde ahí hasta llegar al culo. Cuando estaba por el cuello notaba su respiración acelerarse, y unos pequeños gimiditos que me ponían más cachondo aún. Llegué a su culo y, dando besos y pasando la lengua por sus nalgas, empecé a lamer entre ellas, aparté un poco el tanga y pasé la lengua por el ano, bajando hasta la vagina, lamiendo arriba y abajo todo entero una y otra vez, notando como ella gemía cada vez más, intentando llegar a agarrarme el pelo con las manos en la espalda esposadas, sin poder resistirse, aunque tampoco creo que tuviera muchas ganas.
Estuve un buen rato lamiendo todo, estaba disfrutando cada lengüetazo que daba entre el chocho y el culo, saboreando cada flujo, viviendo un sueño.
Tras ese rato, me dispuse a penetrarla, parándome ella y preguntándome si había traído preservativos, contestando que si y yendo a mi bolso a cogerlo.
Me puse a la altura de su boca mientras lo abría y le metí nuevamente la polla en la boca, abriendo ella la boca al notarlo y metiéndosela una y otra vez.
Ya abierto el preservativo, me lo puse y me coloqué sobre ella, la puse en su vagina y empecé a penetrarla desde atrás, notando como ella tenía la zona totalmente húmeda, gimiendo a cada embestida, mientras yo le daba azotes, la agarraba del pelo y la empujaba contra la almohada. Cada situación de “forcejeo” notaba como le ponía más y más, gimiendo más fuerte a cada torta o cuando le tiraba del pelo.
Pasado un rato, saqué la polla, le di la vuelta bruscamente, se colocó ella un poco por la incomodidad de las esposas, y cuando ya estaba, empecé a metérsela nuevamente, volviendo a embestirla una y otra vez. Ella seguía con los ojos vendados, sin esperárselo, le di una torta flojita en la cara y esperé a ver su reacción, y apretando los dientes me dijo “buuuffff como me pones, Dioss”, por lo que le di otra torta pero esta vez ya más fuerte, pidiéndome que le diera más, que le encantaba. Le di unos cuantos tortazos mientras me la follaba, hasta que en uno de ellos me dijo “ufff vale, vale, déjame descansar la cara”, agachándome yo a darle un beso, comiéndonos la boca como el primer día.
Seguí dándole en esa postura hasta que probé suerte, y empecé a apuntar hacia el culo, diciéndome ella que cogiera lubricante que tenía en su maleta.
Ahí se quedó esperando, tumbada en la cama boca arriba, desnuda, con las esposas puestas y los ojos tapados. Cuando volví, me lancé directamente a comerle ese perfecto coño que tenía, tan afeitadito y tan cerradito a pesar de haber estado dándole un buen rato. Se lo comí mientras le iba metiendo los dedos en el culo, llenos de lubricante.
Tras ello, me coloqué sus piernas en los hombros, dejando su culo un poco más elevado, y empecé a meter poco a poco mi polla, llena de lubricante, en su estrechito ano.
Esta vez, de frente, pude ver su pequeño gesto de dolor las primeras veces que la metía, preguntándole que si quería que parase, y me contestaba que no, que eso era normal, que al principio dolía un poco pero que le encantaba.
Seguí metiéndosela hasta que ya estaba completamente metida, embistiendo una y otra vez, con la polla apunto de explotar, viendo como sus tetas rebotaban al son de mis pollazos reventándole el culo, y viendo como ella disfrutaba también de cada uno de ellos.
Me pidió que le quitase las esposas para poder tocarse mientras, cosa que hice, se quitó también el antifaz y empezó a tocarse mientras yo follaba su culo y mirándome a la cara me decía “Dios, me pones muchísimo, eres un cabrón” apretando los dientes. Me agarró el cuello con la mano izquierda y me acercó a ella para comerme la boca, todo mientras yo seguía metiéndosela una y otra vez por el culo, y viendo que ella estaba cada vez más y más cachonda, diciéndome que me corriera en sus tetas, que esta vez no la quería en su culo, sino en sus tetas.
No tarde mucho más en correrme, sacando la polla rápidamente de su culo y echando todo en sus tetas, llegándole a caer algo en la mejilla. Al terminar de correrme, se la puse en la boca y empezó a chupármela como si acabásemos de empezar, mientras se estaba tocando cada vez más rápido, viendo después que era porque estaba a punto de llegar. Se sacó la polla de la boca y empezó a chuparme los huevos, llegando a pasar la lengua cerca del ano, cosa que, otra vez sorprendido, no me disgustó. Ya con la lengua entre mis huevos y mi ano, noté como ella se estaba corriendo, y le volví a dar un tortazo justo en el momento climax por si le podía gustar, viendo que si por como gimió y como me miró.
Una vez que terminó, me tiré a su lado en la cama y le pregunté que si nos pegábamos una ducha, diciéndome que si pero que quería quedarse unos minutitos en la cama, se pegó a mi dándome un abrazo y le devolví el abrazo, que si por mi fuera, se hubiese quedado en eterno.
Después de estar un rato abrazados en silencio en la cama, nos fuimos a la ducha los dos juntos, donde empezamos a hablar de los orgasmos masculinos y femeninos, diciéndole yo que a mi me costaba mucho correrme dos veces seguidas, cosa que se tomó como un reto con un “¿ah si?”, se agachó y empezó a chupármela, mirándome a los ojos mientras lo hacía, jugando con mis huevos, lamiéndolos de vez en cuando y volviendo a meterme un dedo en el ano.
Poco después se sacó la polla de la boca, me empujó diciéndome que me diera la vuelta, y empezó a lamerme el culo mientras me masturbaba, metiéndose también la polla en la boca desde atrás. Cada vez me dejaba más flipado todo lo que hacía esa chica que tan buenecita me parecía en la tienda.
Finalmente, cuando ya notaba yo que no me quedaba mucho para correrme, después de un rato, me di la vuelta y ella volvió a metérsela en la boca, llevando su lengua a menudo hasta los huevos mientras me la masturbaba rápidamente, notando por mis gestos que estaba a punto, puso la lengua y su boca abierta delante de mi punta, pajeándomela y diciéndome que le corriera la cara, que no le importaba que estaba en la ducha.
Con todo eso, le corrí la mitad en la boca y la mitad en la cara, siendo ya un agüilla blanca que caía por sus mejillas, y pasando ella sus labios por la puntita, volviéndosela a meter cuando ya había terminado, y yo encogiéndome del gusto que me estaba dando.
Se levantó, me miró con esa sonrisa picaresca limpiándose las comisuras de los labios y me dijo “parece ser que YO si lo conseguí”.
Terminamos de ducharnos y nos volvimos a meter en la cama, quedándonos dormido medio abrazados hablando de muchísimas cosas, pasando una de las mejores noches de mi vida.
Por la mañana antes de irnos, repetimos, pero no voy a contar detalles que ya aburriría y ese fue más normalitos, y sin besos porque decía que sin lavarse los dientes no le gustaba porque tenía la boca pastosa (a buenas horas, mangas verdes).
No sé lo que pasará entre nosotros, pero si se que yo acabaré o muy bien (con ella) o muy mal.