La denuncia
Una mujer casada sale a divertirse en una cena de trabajo.
LA DENUNCIA
Elena había estado todo el día enganchada al móvil, al parecer preparando los últimos flecos de la cena de navidad con sus compañeros de trabajo. Pese a que algunos, los llamados subversivos por el resto, habían declinado ir el grueso de trabajadores estaban ansiosos por quedar todos juntos fuera de la oficina y pasarlo bien. Y es que diciembre siempre era un mes de mucho trabajo.
Pedro, su marido, notó un cambio en el semblante de su mujer apenas hora y media antes de salir esta:
-¿Qué te pasa? –preguntó más curioso que preocupado.
-Nada –contestó con desdén ella –resulta que Fuly no viene.
-¿Y eso? –preguntó de nuevo su marido, ya sin un interés real. Lo hizo de manera automática por no parecer grosero.
-Dice que el marido está enfadado y han tenido bronca…
Pese a que Fuly era la gran compañera de Elena en el trabajo, a Pedro le pareció excesivo el comportamiento de su mujer cuando la oyó renegar en voz baja en la habitación antes de lanzar el móvil contra la cama. No le dio mayor importancia. Últimamente Elena tenía cambios de humor repentinos que Pedro combatía dejándole más espacio vital.
A las 10 de la noche, Elena apareció por el salón de su casa para despedirse de Pedro y su hijo pequeño:
-Que no se acueste muy tarde –Ordenaba la mujer a su marido mientras termina de colocarse un pendiente en su oreja derecha–. Y que se lave los dientes.
-Estás espectacular. –Alabó Pedro a su mujer embutida en una falda de cuero y una camisa semitransparente blanca abotonada el máximo que permitiera lucir su espectacular escote.
A las 10:30, Elena estaba sentada junto al resto de sus 9 compañeros haciendo el primer brindis de los muchos que quequedaban aquella noche. Una hora después comenzaban con el segundo plato y el vino había regado buena parte de la conversación. A las 12:30 envió una fotografía de grupo a su marido, donde todos brindaban con algún tipo de licor tras el postre antes de salir hacia el bar de copas de turno.
En el salón de su casa, Pedro se sorprendió al ver la foto de whatsapps que recibió de su mujer. Estuvo tentado a comentarla pero prefirió que siguiera divirtiéndose sin tener que mirar el móvil. A lo largo de la noche hubo muchas más pero él dejó de atenderlas sobre la 1 de la madrugada.
A las 4 de la madrugada, Elena se decidió a saludar al chico alto que llevaba toda la noche marcándola. Era Juan Carlos, trabajador de la gestoría donde ella repartía a menudo. El tipo era unos 20 años menor que ella, rondaría los 26. Guapo, buen cuerpo, alto y con una sonrisa cautivadora:
-¿Qué tal Juancar, veo que llevas un rato mirando y he decidido venir yo? –Le dio dos besos acercando el cuerpo al suyo todo lo posible.
-Es cierto que te he visto, pero estabas con tus compañeros y no quería importunar.
-Tú no inoportunas hombre. –Comentó ella guiñándole un ojo antes de ofrecerle un brindis.
En el momento en que hacían chocar sus vasos apareció otro joven:
-Mira, te presento a Daniel. Mi compañero.
Elena saludó al amigo de Juan Carlos:
-¿Tu compañero? Nunca le he visto por la oficina.
-No, no es compañero de trabajo. Es compañero de piso. Él acaba de llegar a la ciudad y hasta que encuentre una casa donde vivir compartimos piso.
-Así que compañero de piso, ¿eh?... –Elena asintió con la cabeza mientras les miraba con media sonrisa
-Sí ¿por qué?
-Ya me gustaría a mi saber la que liaréis en ese piso, dos chicos jóvenes, guapos y fuertes.
Elena no dudó en apretar el musculado brazo de Dani.
Sin esperar contestación, y ante los acordes de una conocida canción de moda, Elena sacó a bailar a Dani. A partir de ese momento alternó, intercambió y compartió bailes con ambos jóvenes al tiempo que el alcohol diluía cualquier rastro de pudor y recato. Roces impúdicos, gestos obscenos y algún que otro pellizco al amparo de la oscuridad reinante en el local les llevó a pasar una noche estupenda.
Hacía más de una hora que había perdido el contacto con el resto de sus compañeros cuando Elena, Juancar y Dani salieron riendo del bar de copas. Eran las más de las 4 de la madrugada.
A las 7:30 de la mañana, Elena estaba sentada en el bordillo de una acera cuando una patrulla de la policía loca se acercó a ver que le ocurría. La mujer con la mirada perdida mostraba signos de agresión. El maquillaje de su cara deshecho, despeinada, con la camisa rota dejando ver marcas en uno de sus pechos. Y sus medias totalmente rasgadas. La falda estaba rota a la altura de la cremallera de cierre.
En la comisaría de policía, Elena hizo una denuncia por violación contra los dos chicos del bar. En su declaración dijo que:
-… conocía a Juan Carlos por una relación estrictamente profesional. Ella, mensajera, solía repartir paquetería en la oficina gestora donde él trabaja.
-Vio a los chicos en el bar y entabló conversación con ellos. Luego se ofrecieron a llevarla a su casa. Pero una vez en el coche la convencieron para parar un momento en el piso que ambos comparten. Ella, ante el temor de que se enfadaran, aceptó y no se atrevió a decirles que no. Una vez en el piso, fue maniatada y forzada a mantener sexo oral y relaciones…. –Elena comenzó a llorar.
Una agente la acompañó a una estancia apartada, mientras el compañero se ponía en contacto con su marido, Pedro. Cuando este llegó, Elena se abrazó a él antes de romper a llorar. En medio del desconsuelo preguntó por su hijo pero su marido le comentó que no se preocupase, que lo había dejado con una vecina.
En un primer reconocimiento médico se decía que la mujer mostraba señas de haber mantenido relaciones sexuales vaginales y anales. Aparecían restos de semen en ambas cavidades, incluso un pequeño desgarro anal. Además de marcas de mordeduras en el seno izquierdo y el hombro derecho. Una leve marca de una palmada en uno de sus glúteos y arañazos en las piernas.
A las 13 horas, una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía se presentaba en el domicilio de Juan Carlos y Daniel con una orden de detención. Sin saber muy bien que estaba sucediendo, los dos hombres fueron esposados y conducidos a la comisaría de policía donde les fue tomada declaración por separados. En ella declararon que:
Juan Carlos: -…efectivamente conocía a Elena por ser la mensajera que repartía en su oficina. Que aquella noche, la mujer le reconoció en el bar y se acercó a hablar con él. Luego apareció su amigo Daniel y estuvieron pasando toda la noche hasta que decidieron terminar la velada en el piso de ambos. En ningún caso forzaron a la mujer a ir a su vivienda ni a mantener relaciones sexuales. Fueron relaciones consentidas. Nunca hubo intención de hacer nada que ella no quisiera. Y que nunca la habían maniatado .
Dani: -…al volver del baño se encontró a su compañero de piso, Juan Carlos, que hablaba con una mujer que conocía. Se la presentó como Elena. Después de un rato de conversación la mujer les sacó a bailar y les propuso terminar la velada por todo lo alto (según palabras textuales de ella) en el piso que compartían ambos. No, no le preguntaron si deseaba mantener relaciones sexuales pero la situación se fue dando de tal forma que todo se precipitó. En ningún caso la forzaron. Todo fue consentido y que para nada la habían maniatado.
Tras ponerse en contacto con el grupo de compañeros de trabajo ninguno aportó luz al asunto. Alguno dijo haber visto a Elena hablar con alguien aquella noche pero que les era imposible recordar cuando y con quién. La policía consiguió que la compañía telefónica de Elena les facilitase el listado de llamadas y mensajes de su teléfono móvil. Aparecía un número con el que había mantenido contacto vía whatsapps durante el último mes y medio. Y especialmente el día previo a los hechos. Se llegaron a intercambiar hasta 70 mensajes de whatsapps siendo el último a las 7:30 de la tarde. Desde entonces no volvieron a estar en contacto.
El número pertenecía a un hombre de cierto reconocimiento social que declaró que:
-…conocía a Elena, primero como a cualquier otra persona de la ciudad, solamente de vistas, pero desde hacía un mes y medio, por mediación de unos amigos en común, habían estrechado la relación.
Se negó por completo a revelar el contenido de los whatsapps intercambiados con Elena al considerarlos de ámbito privado pero ante el requerimiento del agente y la posibilidad de imputación en un caso de violación el hombre declaró que:
-…desde que fuimos presentados por ese amigo común ambos comenzamos a intercambiar whatsapps. Al principio sobre “chorradas” después de índole sexual hasta terminar con ardientes peticiones de contacto sexual.
A la pregunta de si llegaron a mantener relaciones sexuales el hombre declaró que:
- Sí, en los últimos 15 días nos decidimos a dar un paso más y hemos tenido relaciones sexuales hasta cuatro veces. Aprovechamos las ausencias por motivos laborales de su marido para vernos en un piso de mi propiedad.
El hombre se echó a llorar:
- Mi mujer no puede enterarse. Es el fin de mi matrimonio. ¿Y mis hijos?....
Se le volvió a preguntar. Esta vez si se podría considerar aquello como una relación que se fuera a prolongar en el tiempo. A lo que el hombre declaró que:
-Para nada. De hecho, ella si quería, decía que no estaba bien con su marido, que se aburría. Pero yo no quería. Me vi atrapado y decidí cortar. Por eso ayer nos escribimos tantos whatsapp. Ella quería que nos viésemos aquella noche que ella tenía cena de trabajo y podría estar muchas horas fuera de casa. Yo le dije que no, que aquello tenía que acabarse. Y se enfadó. Desde las 7:30 no volvimos a escribirnos… Por favor que no se entere mi familia de esto… -El hombre volvió a llorar…
En casa. Después de un baño y una vez su hijo se quedó dormido. Se metió en la cama junto a su marido quien la abrazó con cariño:
-¿Por qué me dijiste que Fuly no iba a la cena?...
Elena no contestó.
-Me enviaste una fotografía en la que aparece ella…
Elena contuvo la respiración pero, de nuevo, no contestó.
-Me dijiste que te habías contrariado porque ella no iba pero no era cierto, ¿con quién hablabas? ¿y por qué te enfadaste?
Elena no contestó. Su respiración era relajada y parecía dormida. Pedro no volvería a insistir. Pero sus sospechas tomaban cuerpo.
En una primera inspección ocular al lugar de los hechos, la policía no logró encontrar ningún tipo de elemento que sirviese para maniatar a la víctima. Sobre un sofá sí se encontraron fluidos corporales de tres personas. Semen, sudor, flujo vaginal, vello púbico… Pero por ningún lado algún tipo de lazo, cuerda o prenda que sirviese para maniatar a Elena.
El lunes a las 8 de la mañana la mujer fue llevada a una clínica donde se le volvió a realizar un exhaustivo reconocimiento. El informe reflejaba que no existían las heridas propias de una penetración forzosa. Ni siquiera el pequeño desgarro anal, perfectamente explicable con cualquier penetración consentida o no. Las mordeduras bien podrían ser productos del momento del clímax o de una verdadera agresión aunque la ausencia de otras de mayor daño descartaba ese hecho. Tampoco aparecían marcas en las muñecas que demostrasen que en algún momento hubiese estado atada.
Con todo lo recogido hasta ese momento, la policía se hizo una versión más o menos fiable de lo sucedido. Todo apuntaba en contra de la mujer. En el juicio rápido, el juez declaró inocentes a los dos acusados por falta de pruebas concluyentes en su contra. Elena se derrumbó y comenzó a llorar. Abrazada por su marido abandonó el Juzgado. Antes de llegar a casa, Pedro aparcó y miró a su mujer. Elena, tras 10 minutos de llanto desconsolado comenzó su versión:
Tras salir del bar, el trío se marchó en dirección al piso de los dos chicos. Por el camino, las risas y los chistes con doble sentido eran la banda sonora al inicio de una noche grande, pensaba Elena.
Sentada en un sofá, entre los dos hombres, la mujer bebía una copa mientras ellos contaban aventuras sexuales grupales que habían disfrutado. Dani fue el que introdujo a Juancar en los tríos. El primero tenía una novia que le excitaba mucho la idea de hacerlo con su mejor amigo, así que una noche quedaron los tres y se lo montaron. Elena oía a los amigos que se quitaban la palabra uno al otro para explicar detalles pormenorizados de aquel momento. La mujer cada vez se encontraba más excitada con el relato de aquellos dos jóvenes buenorros. Todo se le iluminó cuando Dani contó lo bien dotado que estaba Juan Carlos y como su novia quería repetir con él.
La mujer, totalmente desinhibida por todo el alcohol ingerido aquella noche comenzó a mirar como crecía el paquete de Juancar sentado a su derecha. El hombre la miró:
-¿La quieres ver?
Ella sonrió. Se giró dando la espalda a Dani:
-Claro que sí. Me encantan los pollones.
Juan Carlos se desabrochó el pantalón ante la atenta mirada de su entregada admiradora. No sin esfuerzo se bajó de un tirón el pantalón y el bóxer liberando un miembro de más de 20 centímetros y considerable grosor. Sin dudarlo ni un instante Elena alargó su mano y agarró aquella polla. Se había librado de la copa cuando comenzó un lento movimiento de su mano sobre aquel miembro. Hombre y mujer se miraban cuando comenzaron un acercamiento hasta unir sus bocas en un húmedo beso. Elena no dejaba de pajear a Juan Carlos.
Dani, se había acomodado justo detrás de ella para acariciarle las tetas. Con suavidad fue desabrochando los botones de aquella camisa semitransparente hasta conseguir alcanzar el sujetador de encaje negro. Amasaba las tetas hasta lograr pellizcar los pezones que se marcaban en la prenda íntima.
Como pudo, Elena se colocó de rodillas en el sofá, se desprendió de la camisa y el sujetador dejando a la vista de aquellos dos jóvenes unas maravillosas tetas de milf. Pese a ser madre, y sus 47 años, sus pechos soportaban más que bien la gravedad. Sus areolas marrones se coronaban con un pezón pequeño ahora endurecido por la excitación. Acercó su cabeza a la polla de Juan Carlos y comenzó una espectacular mamada. Con paciencia, llevaba su cabeza desde el capullo hasta la base haciendo que entrase más allá de su garganta. El chico suspiraba de gusto cada vez que notaba como su tremendo miembro taponaba la garganta de su amante.
Dani, comenzó a recorrer la espalda de Elena hasta llegar al límite de su falda. Con menos cuidado del previsto, el joven tiró de esta y de las medias hacia abajo provocando que la cremallera de cierre no lo soportase y se cediese. Las torneadas piernas de la mujer también quedaron marcadas por un par de arañazos. Ante él se descubrió un precioso culo blanco, con un lunar en uno de los glúteos. Entre las piernas asomaban unos henchidos labios vaginales rasurados que no lograban cubrir un hermoso clítoris. El hombre no lo dudó y recorrió con su ardiente lengua desde el coño hasta el culo. De arriba abajo. Ida y vuelta. No dejó escapar la oportunidad de dar un par de cachetazos que dejaron marcados sus dedos, LA mujer hizo un sonido gutural de satisfacción.
Con Elena entregada por completo al sexo oral, dando y recibiendo, Juan Carlos la miraba con suficiencia antes de definirla:
-Que puta eres. Desde que te vi el primer día sabía que eras una guarra.
Esto excitaba a la mujer, que nunca había imaginado verse haciendo un trío con dos jóvenes musculosos.
Dani, totalmente empalmado se colocó de rodillas detrás de ella y la agarró por las caderas. Sin previo avisó incrustó su polla en el fondo del coño de Elena. Con un golpe de cadera seco, hizo que la mujer se tragara más allá de sus posibilidades la tremenda polla de Juan Carlos provocándole una arcada. Como pudo se la sacó de la boca para poder respirar mientras Dani bombeaba sin cesar agarrado a sus caderas:
-Sigue comiéndomela, guarra.
Ante la orden de Juan Carlos, Elena no dudó en seguir chupándosela, se sentía utilizada por aquellos dos amigos a los que casi doblaba la edad. De repente, la mujer paró y ordenó parar a Dani:
-Quiero follarte. –Le dijo a Juan Carlos
Se colocó a horcajadas sobre el hombre y poco a poco comenzó a introducirse la polla. Se notaba completa. Su vagina apenas podía abarcar aquel trozo de carne duro como el acero. Con un grito de satisfacción logró engullirla entera. Mirando a su amante, le abrió la camisa arrancándole los botones. Se deleitó con el cuerpo del tipo y mordió sus pectorales antes de comenzar a cabalgarlo. Como una auténtica bestia, Elena subía y baja sobre aquel embolo incandescente que laceraba el interior de su sexo. Juan Carlos, aprovechó que la mujer se incorporó para agarrarse a una de sus tetas y dejar la marca de su mordida al tiempo que succionaba:
-¿Qué haces cabrón? No me dejes marca, ¿qué quieres que le diga a mi marido?
-Que eres una puta guarra.
La mujer comenzó a reír y se tiró sobre él sin dejar de follarlo. Dani volvió a colocarse tras ella. Abrió sus glúteos dejando a la vista un agujero anal arrugado y marrón. Escupió en el centro y comenzó a dilatarlo con los dedos. Los gritos de Elena eran de excitación. No era la primera vez que le daban por culo, ni mucho menos, pero si sería la primera vez que la empalasen al mismo tiempo por detrás y por delante.
Cuando Dani entendió que aquel agujero ya estaba preparado, dirigió su polla al centro y con cuidado comenzó a presionar. Poco a poco notó como el esfínter de aquella puta iba cediendo al ariete. Con la entrada del capullo, Elena dio un grito de dolor que inmediatamente fue acallado por un beso de Juan Carlos. Seguidamente, Dani, la penetró despacio.
Después de unos segundos de acople, los tres sincronizaron los movimientos. Dani percutía con cuidado pero sin pausa. Intentando conquistar con cada embestida un poco más de recto. Por fin alcanzaron un movimiento constante. Elena, en una sensación indescriptible, iba y venía movida por el empuje basculante de las dos pollas que perforaban cada uno de sus agujeros sin pausa. La polla de Juan Carlos alcanzaba límites inexplorados por nadie hasta entonces. Dani, mucho menos dotado, la sodomizaba con fuerza.
Durante más de 10 minutos estuvieron percutiendo sobre Elena que gritaba cada vez más excitada. Nunca había hecho nada tan morboso en su vida y estaba encantada con la situación. Dani fue el primero que anunció que se corría. Apoyado sobre la espalda de la mujer, mordió su hombro al tiempo que descargaba su semen en el interior de sus entrañas. Juan Carlos le siguió con una corrida impresionante que Elena no pudo contener dentro de sí. La leche caliente de aquel joven salía a borbotones y el movimiento sobre su polla producía un sonido líquido. Ella, todavía empalada por los dos, se terminó una paja que la llevó a un glorioso orgasmo…
En medio de aquella orgía, Elena tuvo una insoportable sensación de culpabilidad. Su semblante se volvió serio. En su cabeza las imágenes de su marido y su hijo la golpearon. Ordenó que la dejasen salir de allí:
-Pero ¿qué te pasa? –preguntaron los hombres sin entender su comportamiento.
-Dejadme en paz.
La mujer se puso a buscar la ropa. Se recomponía con prisas. Dani le ofreció la camisa y ella, en un intento de arrebatársela de las manos, acabó rompiendo algunos botones. Sin decir nada más. Abandonó la casa dando un portazo y dejando a los dos amigos sin explicación…