La Degradación de una Viuda (06)

No entiendo qué me pasa, cada vez estoy más caliente y dispuesta a dejar que ese par de hijos de puta hagan conmigo lo que se les de la gana.

Capítulo VI

Me toca mano… – dijo Benny.

Ni mierda, ahorita la tengo yo… – le respondió Braulio.

Ya le hiciste un montón de cosas a esa puta, dejame a mi ahora

Esperate a que acabe y te la doy

La verdad es que me sentía como un vil objeto oyendo a esos 2 discutir por mi, tratándome como a un cosa que pueden usar por turnos. Pero no dije nada, mi mente estaba totalmente obscurecida, mi razón casi en cero, tan solo había cabida en mi para mi excitación y esa terrible necesidad de ser saciada.

Braulio no le cedió el lugar a su hermano y continuó cogiéndome la garganta. Esta vez me decidí tener un papel un poco más activo y tomé la base del pene con una mano y para masajearlo mientras continuaba entrando y saliendo de mis fauces. Alce mi vista y lo vi quitándose la camisa, dejando ese torso delgado pero nervudo a la vista, marcado y cubierto de un tupido vello ensortijado. Braulio ciertamente no era guapo, pero era un estupendo macho arrogante.

Iba aumentando el ritmo de la mamada a medida que crecía su ardor, quería depositar su semen dentro de mi boca y verme saboreándolo, y lo consiguió poco después. Noté que iba más y más agitado cada vez, que empezaba a sudar copiosamente y que, justo en el momento, se tensaba por completo. Enterró su duro fierro hasta el fondo de mi garganta y, sin sacarlo y casi asfixiándome, depositó en mi interior una inmensa cantidad de semen. Tosí desesperada, me estaba ahogando, gruesos borbotones se me salían por las comisuras de los labios y cuando por fina me la sacó, una gran cantidad de su esperma fue a dar al piso.

Ja, ja, ja, ja, ja… ¿te gustó perra? – pero yo no le podía contestar, tan solo tosía en medio de arcadas, vomitando algunas de las golosinas que comí en la feria.

Si, si, solo se está haciendo de la boca pequeña, pero seguro que se le hacía agua… así como se le hacen agua otras "partes". – dijo, metiéndome los dedos en mi más que encharcaba vulva.

Benny se me acercó por detrás y me levantó cogiéndome de las axilas, me arrastró hasta un sitio en donde había mas lugar y me tiró allí. Se me quedó viendo con ojos llenos de lujuria, contemplando y admirando la hembra madura desnuda que estaba a punto de cogerse. Yo era una mujer de 54 años aun bien conservada, en general delgada pero con una aceptable dotación de grasa bien distribuida por todos lados. Mi rostro era algo alargado de nariz prominente pero fina. Mis labios eran finos también y mis ojos cafés. Abajo, colgaban de mi pecho un par de senos medianos, aun no muy caídos, con amplias aureolas, ligeramente más claras que el resto de mi piel, con unos pezones gorditos y erectos en medio. Mis caderas eran anchas y mi trasero grande, ya no tan firme como antes, pero de muy buen ver aun.

Braulio se me acercó blandiéndome la verga y yo, tan trastornada como estaba, se la agarre y me la llevé a la boca, saboreando por primera vez el semen que me dejó entre la boca y que él aun llevaba embadurnado en su miembro. Benedicto aprovechó esto y me agarró de las caderas y me colocó la punta de la verga en la entrada de mi feminidad. Se entretuvo por unos momentos tan solo restregándomela por todo lo largo de mi raja, impregnándosela con los jugos que emanaban de mi interior.

Yo cerraba los ojos, con la boca llena de la verga del hermano, sintiendo ese glande que cada vez amenazaba con meterse, pero que siempre me dejaban con las ganas. Incluso empecé a mover las caderas suavemente para tratar de alguna forma de capturar ese hermoso príapo. Pero entonces, cuando menos lo esperaba, me la clavó de golpe hasta el fondo, causándome un tremendo dolor que me hizo gritar.

¡¡¡AAAAAAYYYYYYGGGGGHHHHHH!!! ¡¡ANIMAL!! – lo insulté, pero solo conseguí que se riera y continuara con mi suplicio.

Empezó a cogerme con furia, metiéndomelo hasta topar con mi matriz entre cada vez más potentes golpes de caderas. Ese hijo de puta me quería partir a la mitad, me taladraba como queriendo romperme en mil pedazos. Y yo, en 4 patas como una perra, berreando ahogadamente con la poderosa verga de Braulio en la boca y siendo salvajemente cogida desde atrás. Mis senos rebotaban enloquecidamente de un sitio a otro, cada músculo de mi cuerpo se estremecía ante cada nuevo ataque, me iban a matar.

Decidieron cambiarme de posición y me colocaron boca arriba sobre el frío y sucio piso. Braulio se puso de rodillas sobre mi cara y nuevamente me metió la verga hasta el fondo de mi boca mientras Benny me levantaba las piernas para clavarme sin piedad. La cogida recomenzó, me había reducido a un mero objeto de excitación sexual y aquello, por desgracia para mi, me gustaba.

En una de esas Benedicto echó hacia delante mis piernas y Braulio las atrapó, poniéndoselas por debajo de sus brazos, prensadas cerca de sus sobacos, simultáneamente me tomó de las muñecas, dejándome completamente inmovilizada y con las rodillos a la altura de mi cara. Benny aprovechó esto para empezar a torturarme a su gusto, me agarró los pezones y me los retorcía, los estiraba hasta que me veía retorcerme en el suelo, gritando del dolor que me provocaba, rogándoles compasión y tratando de zafarme.

Pero de nada me sirvió, esos 2 se regodeaban de verme sufrir, eran un par de sádicos enfermos, unos malditos. Y al mismo tiempo el menos de los hermanos no paraba de cogerme con fuerza, por la posición en que me tenía las penetraciones eran muy profundas, me hacía daño. Pero concomitantemente sentía placer, mucho placer. No me lo explicaba, ¿cómo a la vez que me hacían sufrir horrores era capaz de obtener un intenso placer?

Aparentemente mi creciente sufrimiento era directamente proporcional a su creciente excitación, por lo que sin previo aviso sentí la enorme verga de Benny vaciarse entera en el interior de mis entrañas, saturándome por completo y rebalsándome de sus fluido de hombre. En ese momento si grité, pues por la intensidad de su orgasmo Benedicto me jaló con demasiada fuerza, sentí que casi me arrancaba los pezones.

¡¡¡AAAAAAAYYYYYYYY!!! ¡¡¡CUIDADO, YA NOOOOOGGGGGHHHH!!! – grité yo.

¡¡¡¡PEEEERRRRRAAAAAAAAAGGGGGHHHHHHH!!!! – bramó Benny.

Se quedó jadeando, con su vergota goteando sobre mi vientre. Por su parte, Braulio seguía cogiéndome por la boca, pero como acababa de tener su orgasmo, no llegó al final esta vez, prefería esperar para más tarde. Me soltó las piernas y las muñecas, dejándome tirada como una inerte muñeca de trapo.

Ambos hermanos se pusieron de pié, sonreían con satisfacción, orgullosos de ver a la distinguida señora tirada en el suelo y a sus pies. Encendieron un cigarro cada uno y fueron a fumárselo sentados en una esquina, a pocos metros de mi. Platicaban, y aunque no lograba escucharlos del todo bien sabía que comentaban sobre mi. En una de esas escuché a Benny preguntarle a su hermano:

¿Creés que ya está ganada vos?

Mmmm… si no lo va a estar cuando terminemos con ella. – le respondió su hermano.

¿Le damos las drogas?

¿Las traés? – Benny asintió con la cabeza – Bueno, metámoselas entonces… – ¿meterme, qué, de qué estaban hablando, cuáles drogas?, por desgracia el encuentro me había dejado tan relajada y agotada que no atiné a reaccionar.

Benedicto se puso de pié y se dirigió hacia un mostrador sobre el cual se encontraba una maleta negra. Sacó de ella varios paquetes envueltos en plástico de colores. Su hermano tomó algunos y entre los 2 los abrieron. De un paquete verde sacaron una bolsa tranparente, de las que tienen cierre hermético, llena de tabletas de un pálido verde menta, ovoides y un poco aplanadas a lo largo. De un paquete rojo sacaron lo que parecía ser una botella de vino tinto; de otro de color café sacaron un frasco transparente con una sustancia turbia, espesa y viscosa de un color beige. Entonces me voltearon a ver

¿Estás caliente perra? – me preguntó Braulio sonriéndome con malicia – Si, lo estás

¡Está más caliente que un horno la vieja puta! – agregó Benny.

Lo que no sabe es que se va a poner peor… mucho peor

Benny me tomó del pelo con brusquedad y me arrastró unos cuantos metros, yo trataba de oponerme, traté de pararme pero no pude, entonces grité, pero igual nadie me iba a ir a ayudar. Braulio me acalló colocándome la botella en la boca.

¡Quiero que te tomés un buen trago, estúpida! – me ordenó.

Traté de evitarlo, de no beberme esa cosa, fuera lo que fuera. Pero no lo conseguí, me metieron la botella muy adentro y me taparon la nariz, no tuve opción más que tragar, fueron varios tragos grandes los que me bebí. Me soltaron entonces, yo tosí y escupí un poco que todavía tenía entre la boca. Efectivamente era vino lo que me dieron, aunque sentía un saborcillo ácido al fondo.

Luego vi que tomaban el frasco con la sustancia beige, lo abrieron y Benny metió 2 dedos dentro, sacando un buen poco en ellos. Puso uno de sus pesados pies sobre mi espalda y me aplastó contra el suelo, luego se agachó sobre mi y me obligó a abrir las piernas. Yo no conseguía liberarme, les suplicaba que me dejaran, que no me hicieron lo que fuera que me estaban haciendo. El menor de los Juárez me empezó a untar la vulva y el interior de la vagina con esa sustancia, que al tacto con la sensible piel de esas áreas lo sentía igual al ungüento de mentol.

"¡¡Nooooooo, déjenme, animales!!", mis protestas eran totalmente inútiles, esos 2 jóvenes no se iban a detener. Frente a mi vi a Braulio metiendo un consolador rojo entre el frasco, llenándolo de una buena cantidad de esa extraña sustancia y mirándome con maldad.

Vas a sentir cosas que jamás en tu vida sentiste antes, nos vas a suplicar que no nos detengamos… abrile bien el culo a esta perra Benny

Benedicto separó mis 2 glúteos, exponiendo mi oscura entrada posterior. Braulio se arrodilló a mi lado y, despacio, empezó a presionar sobre mi anillo anal con ese consolador. Me revolvía, protestaba y trataba de zafarme pero no podía, me tenían completamente inmovilizada. Poco a poco, centímetro a centímetro, sentía como ese frío dildo se iba internando dentro de mi ser, sin hacerme daño, cierto, no era muy grueso. Pero ese no era el fin de esa acción, lo que querían era introducirme esa viscosa sustancia en el interior de mi indefenso culo.

Lo repitieron una y otra vez, me metieron el consoladora hasta que se convencieron que ya tenía una buena cantidad de esa cosa adentro. No me dolía pero me era muy incómodo e indescriptiblemente humillante, esa especie de mentol me hacía sentir una frescura demasiado intensa adentro. Pero claro, no era hacerme sentir fresca lo que ellos querían conseguir.

¿Cómo te sentís, decime qué es lo que sentís? – me preguntó Braulio con sorna.

¡Y cómo me sentía, era una cosa increíble, esas drogas que usaron no eran normales en absoluto!

Continuará

Garganta de Cuero.

Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.