La Degradación de una Viuda (05)
Un desconocido me tomá por la fuerza y me lleva a rastras hasta una especie de almacen, en donde hace conmigo lo que se le da la gana.
Capítulo V
Raúl quedó deshecho, tirado en el suelo boca abajo, desnudo, cubierto de sudor y con el ano grotescamente abierto como un flor. Braulio tomó asiento de nuevo, frotándose su enhiesto falo, feliz y satisfecho, mirando a mi nieto con complacencia. Johana se le acercó a gatas y se arrodilló a su lado. Él le acarició la cabeza y luego la tomó de la nuca, la inclinó sobre su garrote y ella se lo comenzó a limpiar feliz y orgullosa.
Pero mi atención no estaba en ellos, estaba mirando absorta los chorros de semen salirse de su interior, sintiendo mis partes erógenas palpitar calientes, cuando alguien me agarró por la espalda, me tapó la boca y me empujo hacia el interior de la ferretería. Yo traté de forcejear, de oponerme, pero no pude, mi captor era muy fuerte y me dominó con mucha facilidad.
Me llevó a rastras por unos 20 metros a través de un pasillo oscuro y con las paredes de los lados llenos de estanterías. El tipo abrió una puerta y me empujó adentro, estaba muy oscuro y al cerrarse la puerta la oscuridad se hizo total. Me quedé inmóvil, en el centro de una habitación intentando penetrar las tinieblas y aguzar el oído. Mi corazón latía a mil por hora, estaba asustadísima y no sabía qué pensar.
De repente detrás unas fuertes manos me empujaron contra una estantería y un cuerpo mucho más grande que el mío me posicionó en mi espalda, impidiéndome moverme y clavándome algo duro en medio de las nalgas.
Vas a ser nuestra perra, no intente resistirse Berta
Esa voz, me parecía muy familiar pero no la reconocí al principio. Y el hombre, mientras tanto, pegaba su pelvis contra mi espalda, pasándome un brazo por encima de mi vientre, con lo que de paso me inmovilizaba los brazos, y el otro sobre mis senos, apretándomelos con fuerza haciéndome daño. Comenzó a recorrer mi cuello con la lengua, deteniéndose en mi oreja, que chupó y mordió con mucha agresividad.
Y yo, luego del susto inicial, traté de resistirme, de oponerme, pero rápidamente mis vanos intentos de lucha fueron sofocados poco a poco por la tremenda excitación que ya llevaba desde antes y que no hacía otra cosa que aumentar con ese ataque. De todas maneras no habría podido hacer nada, ese hombre era mucho más fuerte que yo, igual me habría hecho lo que se le diera la gana.
No tardó en abrirme la blusa rompiéndome varios botones, para deslizar su mano por dentro. Como pudo hizo a un lado mi sujetador y se encontró con mis pezones regordetes de antemano duros y excitados, parados firmemente en medio de unas aureolas amplias y ligeramente más claras que el resto de mi piel. Se puso a jugar con ellos y a pellizcarlos con fuerza sin parar de chuparme el cuello.
Por más que me duela reconocerlo, estaba ardiendo de la calentura. Mi calzón estaba empapado, me encontraba mojada como nunca en mi vida. Las piernas me temblaban y tenía la piel de gallina, estaba extasiada. Pero ¿por qué, qué me estaba pasando, yo no era así?
Pero todo intento de reflexión fue detenido cuando sentí su manota metida en medio de mis piernas. Estaba tan trastornada que ni siquiera supe cuándo fue que me zafó la falda y la dejó caer, metiéndome esa mano por debajo de mis bragas. Introdujo un dedo dentro de mi raja peluda sin piedad, sobresaltándome y sacándome un corto y agudo grito. Inició un mete y saca con él, asegurándose de enterrármelo tan profundo como le fuera posible y de estimular mi extasiado clítoris.
Y yo aun continuaba preguntándome qué me estaba pasando, que cómo era posible todo aquello, que cómo fue que llegué hasta allí. ¿Una violación? no aquello ya no era una violación, lo estaba gozando intensamente. Y precisamente eso era lo que más me mortificaría después, que una señora de edad como yo terminara actuando de las formas tan bajas como haría después. Pero, si no me estaba violando, ¿entonces qué?
Lo cierto es que no quería que parara, estaba ardiendo, excitadísima y deseando que me hiciera más todavía. El hombre me soltó y ni siquiera hice el intento de escapar. Me tomó de los brazos y me los colocó al frente, instintivamente yo los apoyé en la estantería dándole la espalda, una aceptación tácita a todo cuánto me quisiera hacer. Hizo que abriera las piernas e introdujo dos dedos en mi interior y luego tres, sin parar de moverlos arriba y abajo, adentro y afuera, sobándome todo mi sexo, arrastrándome a mi primero orgasmo de esa noche.
¡¡¡AAAAAHHHHH!!! ¡¡¡DIOS MIO, QUE ME ESTA HACIENDOOOHHH!!! entonces estallé ¡¡¡¡OOOOOOOOAAAAAAAAAGGGGGGHHHHHHH!!!!
La intensidad del placer me conmovió de pies a cabeza e hizo que me zarandeara, estrellando mi humanidad varias veces en contra de la estantería. Perdí el equilibrio y caí de rodillas frente a él, estaba toda sudada, con la blusa rota, jadeando y con el pulso aceleradísimo.
Siempre supe que usted era una perra señora, me dijo el hombre, su voz nuevamente se me hizo un familiar una puta calientavergas. Por eso es que se murió su marido, ¿no? pero, ¿cómo supo la forma en que murió?, los bomberos fueron muy discretos, lo mismo el juez de paz y las personas de la morgue!
Volteé a ver hacia arriba en ese momento, me topé con una verga increíble colgando a pocos centímetros de mi cara sobre unos huevos impresionantes, peludos y gordos. Seguí viendo hacia arriba y por fin lo reconocí, ¡era Braulio hijo, él era el hombre que me había raptado hacia ese rincón sucio!
¡Braulio! exclamé llena de sorpresa y vergüenza ¡¿Qué estás haciendo?!
Me la voy a coger perra
¡No, dejame en paz! ¡No quiero nada de ti!
Pero señora, mirese, tirada en el suelo medio desnuda, sudada como un cerdo vea como me dejó la mano, casi me la restregó en la cara vea como está de mojada está empapada señora, empapada como la perra que es
¡No te permito que ¡ZAP!, no pude decir nada, Braulio me cayó de una fuerte bofetada.
Nunca nadie me había hablado así, mucho menos me había pegado de esa forma. Bueno, en realidad si, una vez Andrés me propinó una cachetada, estábamos en medio de una discusión acalorada y perdió el control. Claro, él era un hijo de su tiempo y así fue educado y yo pasé una semana sin dirigirle la palabra después de eso y él tratando de hacer que lo perdonara. Pero ese día todo cambió, por desgracia me gustó, me excitó sobremanera ese trato brusco, salvaje, violento y hasta terminé deseando que ese joven me poseyera y me utilizara a su antojo, como un objeto sexual en sus manos.
Y mis malsanos deseos fueron cumplidos, lo escuché decir "te voy a hacer mi perra" y se me echó encima sin piedad. De un tirón fuerte me arrancó la blusa y el sostén, igual suerte corrió mi calzón, dejándome totalmente desnuda. Me dio la vuelta para ponerme de frente a él, en seguida volvió al ataque, esta vez agarrándome violentamente del pelo y obligándome a ponerme de pié. Me dio un húmedo y desbocado beso en la boca, luego fue bajando, lamiéndome la cara y el cuello, mordiéndomelo, hasta alcanzar mis pezones, los cuales chupo y mordió sin piedad.
¡¡AAAYYY!!
Cállese vieja perra que se le nota que le encanta esto me dijo.
Siguió prendido a mis tetas por un rato más antes de tomarme de los hombros y empujarme hacia el suelo, me hizo arrodillar frente a su rígido falo. Ya sabía lo que venía ahora y tampoco hice nada por evitarlo, al contrario, lo dejé introducírmelo con fuerza y sin miramientos en la boca hasta llegarme a la garganta mientras que me sujetaba del cuello con una mano y con la otra del pelo. A punto estuve de vomitar, pero aun logré contener la arcada, logré sobreponerme y, como una autómata y totalmente fuera de mis cabales, comencé a chuparle ese soberbio trozo de carne con ganas y esmero.
Ya sabía yo que a esta perra le encantaba mamar vergas. dijo Braulio.
Sí, le encanta, agregó otra voz familiar desde el fondo de la habitación y la verdad no pensé que fuera así tan recatada y altiva que se veía la señora
Y resultó ser una gran ramera con ganas de ver concluyó Braulio.
De pronto la luz se prendió y me cegó por unos segundos, Braulio no me dejó parar por lo que me costo aclimatarme. En cuanto pude ver bien, reconocí al otro hombre, era Benny, el hermano menor de Braulio. Ya suponía yo que se trataba de él, los 2 siempre andaban juntos. Ya tenía la verga fuera del pantalón, no era tan grande y gruesa como la de su hermano, pero tampoco desmerecía nada, era impresionante.
Sentía pavor de solo pensar en lo que me podrían hacer ambos hermanos pero también un morbo indescriptible y una ansias incontrolables por averiguarlo pronto
Continuará
Garganta de Cuero.
Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.