La Decoradora 3 - Progresos
Continua el día a día de Tania en Nueva York trabajando para y mi trabajo para Elektra, y como ésta comienza a introducirla en su círculo de amistades. En ese ambiente, Tania tiene algunas agradables experiencias.
La verdad es que resulta un poco tedioso narrar de manera pormenorizada el día a día de mi estancia en Nueva York y mi trabajo para Elektra, pero quería expresar mis sensaciones durante mis primeros días en la “Gran Manzana” y como ella me fue introduciendo en su círculo de amistades así como de gente con la tendría relación durante el trabajo. Como ella me había dicho, las empresas de construcción y limpieza empezaron a trabajar a los pocos días de mi llegada, aunque vieron su trabajo interrumpido por una serie de tormentas que azotaron la Costa Este y que impidieron su trabajo. Durante ese tiempo seguí trabajando desde casa, aunque realizaba frecuentes visitas al loft para comprobar los progresos y me ponía en contacto con proveedores, propietarios de tiendas, etc. Al poco tiempo ya tenía preparados diversos esbozos y diseños así como algunos presupuestos, aunque no quise presentárselos hasta no tenerlos perfectamente preparados.
Nuestra vida en común seguía como siempre, realizando frecuentes salidas de compras (con lo que mi fondo de armario fue aumentando), a comer o cenar, o directamente de fiesta. Incluso realizamos algunas visitas a un par de amigos suyos que tenían yates en los que realizamos travesías que en algunos casos llegaron a ser de una duración relativamente larga. Había empezado a entrar el buen tiempo, aunque mi llegada se había producido en primavera, y por fin podía empezar a disfrutar de la sensación de tomar el sol luciendo los bikinis que me había comprado. Una cosa que les sorprendió fue que lo hiciese en top-less, ya que en algunos estados de aquel país está prohibido el nudismo. Me resultó paradójica esa doble moral, sobre todo por la enorme industria del porno que existe allí o su facilidad para desplegar un contingente militar en el otro extremo del mundo. Les comenté que en España nos llamaba mucho la atención precisamente eso, que pudiese liarse una intervención armada antes de decir
“Jesús”
mientras que una chica no podía lucir sus pechos en la playa salvo en zonas estrictamente acotadas. La verdad es que no les molestó que lo hiciese, acompañándome Elektra en algunas ocasiones u otras de las mujeres con las que compartíamos momentos. La verdad es que empecé a lucir un esplendoroso bronceado y me preguntaba a mí misma si no me estaría convirtiendo en una de las chicas que salían en
“Sexo en N.Y.”
, siempre de fiesta en fiesta y preocupadas únicamente por lucir los últimos modelos de zapatos de
Manolo Blahnik
.
También, y para qué negarlo, he de decir que al poco tiempo también empecé a tener relaciones sexuales que sin duda me alegraron la estancia. Cuando tomaba el sol podía notar miradas que recorrían mi cuerpo, desnudándome con los ojos más todavía de lo que ya estaba físicamente. La primera de ellas fue con John, uno de nuestros anfitriones, y durante un tiempo sentí ciertos remordimientos ya que su mujer había sido realmente atenta conmigo, aunque esa sensación de culpa cesó cuando me dijeron que eran bastante liberales y que a ella no le importaba, ya que a su vez ella también realizaba “sus labores” por otro lado…
Nos encontrábamos en la casa que tenían junto a la playa, aunque dentro de la propiedad también tenían piscina. Estaba siendo un fin de semana bastante entretenido, con barbacoa y sarao nocturno incluidos. Podía notar como John estaba siendo especialmente atento conmigo. Cuando me encontraba tumbada en la hamaca se acercaba con frecuencia para ver si quería tomar algo o simplemente se sentaba a mi lado a charlar, ofreciéndose en ocasiones a darme crema para que no me quemase. La verdad es que lo hacía muy bien, masajeando mi espalda, aunque también percibía que era especialmente cuidadoso con mi culito ya que notaba como sus manos se recreaban en él. Sin duda el espectáculo de mis nalgas morenas con el tanga perdiéndose entre ellas no debía pasar inadvertido para nadie.
Para no ser menos que ellos y para corresponderles de alguna manera hablé con Elektra, ya que se me ocurrió organizar una fiesta estilo ibicenco y necesitaba alguna ayuda. Para la música no tenía problema, ya que gracias a Internet pude buscar bastante música chill-out de Café del Mar, Chambao, etc., aunque para las viandas iba a necesitar que me dijese dónde conseguirlas. Su respuesta fue que le encantó la idea y así se lo comunicamos al resto del grupo, añadiendo ante sus ofrecimientos que de los preparativos nos encargábamos nosotras y que ellos tan sólo deberían procurar venir vestidos de blanco, valiendo desde un bikini y un pareo a un vestido o un pantalón y una camisa de lino. Elegí para la fiesta una minifalda blanca y una especie de camiseta de rejilla que dejaba mi hombro al aire y mostraba el bikini que llevaba debajo, por supuesto también blanco, aderezado mi conjunto con unas sandalias de tacón que estilizaban mis piernas y realzaban mi culito respingón.
Para mi sorpresa la fiesta salió bastante bien, mejor incluso de lo que yo misma había imaginado. Las chicas íbamos con flores en la oreja o en el pelo y ellos con guirnaldas de flores que preparé yo misma con ayuda de Cinthya, una chica habitual de nuestras reuniones y con la que hice una muy buena amistad. En el aire flotaba el delicioso aroma de la carne y el pescado de la barbacoa y la bebida fluía, aunque procurando no perder los estribos, mientras que algunos empezaron a bailar, bien fuese en pareja o en solitario. Llegó un momento en que me apeteció bailar a mí también, disfrutando de la música que yo misma había elegido, haciéndolo con los ojos cerrados en un estado próximo al trance sin percatarme de que se había hecho un corro a mi alrededor por la sensualidad de mis movimientos. Tan ensimismada estaba que no me percaté de que unas manos masculinas se posaban suavemente en mis caderas y una voz me susurraba al oído que se notaba que era española por lo bien que bailaba. Entreabrí los ojos y me percaté de que era John, por lo que intenté separarme suavemente mientras le susurraba que su mujer estaba allí y no sabía qué podría pensar. Me contestó simplemente que se había ido a dormir, ya que se había tomado un par de copas de más y se sentía mal. “¿Seguro…?”, le susurré, a lo que me aseguró que sí. Me giré para verle y seguí moviéndome ante sus ojos, diría que casi insinuándome. No puedo negar que me apetecía que me echasen un buen polvo y que me había excitado con sus caricias. Aquello que había notado bajo su pantalón contra mi culito no podía estar nada mal.
En ese momento me cogió por la cintura y me abrazó contra él, a lo que únicamente se me ocurrió responder lanzándome a besar sus labios. Casi al instante nuestras lenguas luchaban por apoderarse de la boca del otro, jugando dentro y entrelazándose, mientras los movimientos de mis caderas se habían vuelto más insinuantes, frotando contra mi vientre aquella virilidad oculta. Por el rabillo del ojo pude ver como Elektra me miraba con una sonrisa un tanto extraña, aunque cuando la miré durante un momento en el que él me besaba el cuello me hizo un gesto con el pulgar hacia arriba. No pude ver mucho más, ya que los besos en mi cuello me hicieron cerrar los ojos y disfrutar de ellos mientras sus manos se habían apoderado de mi culo y lo masajeaban apretándome contra él. A esas alturas no cabía entre nuestros cuerpos ni un papel de fumar. Pude notar como se retiraba de mí cogiéndome la mano y guiándome hacia la playa.
Allí en la arena volvimos a besarnos, mientras sus manos me despojaban de la camiseta y de la minifalda dejándome únicamente con el bikini, por lo que pude notar sus caricias mejor si cabe. Por mi parte le había desabrochado la camisa y la había tirado al suelo para acariciar su torso. La verdad es que su aspecto cambiaba de estar vestido a como lo tenía ahora ante mí, ya que estaba más fibrado de lo que su ropa habitual disimulaba y que ya había podido ver mientras tomábamos el sol o nos bañábamos. Mi otra mano había bajado y frotaba su durísima polla por encima del pantalón, hasta que abrí la cremallera y metí mi mano sorprendiéndome ya que no llevaba ropa interior. Desató los lazos de mi sujetador y me despojó de él lanzándose a acariciar y besar mis pechos, notando casi al instante como su lengua lamía mis pezones o mordiéndolos suavemente en ocasiones, sintiendo el enorme placer que empezaba a invadirme mientras notaba como mi coñito emanaba flujos ante lo que ya se veía ocurriría en breves instantes.
Sin decirle una palabra me retiré y desabroché su pantalón dejándolo caer hasta sus tobillos, aunque se los quitó casi al instante. Besé y recorrí su pecho con mi boca y mi lengua bajando hasta que llegué hasta las cercanías de aquella enorme y dura polla arrodillada ante él. La lamí en toda su longitud, subiendo y bajando por ella hasta llegar a sus huevos que me metía en la boca en ocasiones. Lamía su glande mientras rodeaba la base con mi mano hasta que empecé a metérmela en la boca despacio, disfrutando de aquel exquisito manjar. Estaba realmente cachonda, como demostraba lo mojado de mi coñito y la cantidad de baba que salía de mi boca haciendo brillar su durísimo miembro. Me gustaba tanto aquella polla que intenté metérmela entera, aunque no fue del todo posible, hasta que la noté en mi garganta. Empecé a mover mi cabeza sintiendo sus manos en mi nuca guiándome en la mamada, a la vez que le escuchaba gemir de placer y decir cosas como que se la chupaba muy bien, que tenía una boca deliciosa, etc. Mis manos por otra parte tampoco se estaban quietas y frotaban mis tetas, pellizcándome yo misma mis pezones, y mi coñito que había dejado libre al apartar el tanga a un lado, deteniéndome en frotar mi clítoris. Estaba a punto de correrse, como me demostró que aumentase el ritmo, y aceleré mis movimientos. Quería sentir su leche en mi boca, que se derramase dentro de mí, cosa que así ocurrió empezando a sentir los trallazos en mi garganta y que me tragué en su totalidad mientras yo también me corría, derramándome y sintiendo las descargas que recorrían toda mi espalda hasta llegar a mi botón del placer.
Se agachó junto a mí y continuamos besándonos y acariciando nuestros cuerpos. Mi mano no dejaba de acariciar su polla, notando sorprendida como se encontraba dura todavía a pesar de su reciente orgasmo. Poco a poco me fue bajando el tanga hasta que me lo quitó mientras sus labios volvían a besar mis pezones. De mi coñito no dejaba de manar líquido y sentí como sus labios bajaban por mi cuerpo, se entretenían en mi ombligo, mordisqueaban suavemente mis caderas provocándome espasmos de placer, hasta que noté su lengua en mi rajita. La recorría entera, con sus labios pegados a mi coñito como si fuesen dos bocas besándose, mientras su lengua ya se dedicaba plenamente a mi clítoris. De mi boca no cesaban de salir gemidos de placer que se convirtieron en gritos cuando sentí como su capullo entraba en mi vagina, así tumbado como estaba sobre mí en la postura del misionero con mis piernas entrelazadas a su espalda para que no la pudiese sacar de mi interior. Poco a poco sentía como me iba llenando más y más y le besaba lujuriosamente. Cuando la tuvo toda dentro la dejó unos instantes hasta que empezó a moverse poco a poco. El ritmo fue aumentando mientras me volvía loca de placer. La sacaba casi en su totalidad y me la introducía de un solo golpe, mientras poco a poco fue levantando mis piernas hasta que las puso sobre sus hombros y pude notar como sus huevos golpeaban mis nalgas. Muy pocas veces me habían follado como en esa ocasión y así se lo decía al oído, notando como mis palabras hacían que su polla se pusiese todavía más dura y me follase con más ímpetu.
Poco a poco y sin dejar que la sacase de mi interior empezamos a girarnos hasta que quedó debajo de mí empezando a cabalgarle como una posesa. Sentir aquella polla me volvía loca de placer y hacía que acariciase mis tetas o cogiese mi pelo disfrutando de ella. Una de sus manos ocupó el lugar de las mías y jugaba con mis pezones, juntándolos y pellizcándolos mientras su otra mano amasaba mi culito y jugaba entre mis nalgas hasta que pude notar como entraba por mi hoyito trasero, lo que hizo que me corriese de nuevo. La verdad es que perdí la cuenta de los orgasmos que tuve esa noche hasta que sentí como su polla se contraía dentro de mi vagina llenándomela con su leche quedando desmadejada sobre él.
Nos quedamos así, desnudos y abrazados mientras seguíamos besándonos hasta que decidimos levantarnos y volver a la casa, donde nos dimos cuenta de que no habíamos sido los únicos que nos habíamos escapado para disfrutar íntimamente, como demostraban las ya no tan acicaladas ropas de algunos de ellos.
Tan sólo una persona parecía no haber dado rienda suelta a su lujuria, Elektra, que se acercó a mí para preguntarme si lo había pasado bien. Al decirle que sí me respondió con una sonrisa y un beso en mi mejilla, añadiendo un suave
“Me alegro, cielo”
…
(Continuará)