La decisión de Isabel (III) FINAL

Se recomienda leer antes La decisión de Isabel (I) y (II) Una inocente apuesta lleva a una mujer a adentrarse en un mundo de perversión y fantasías sexuales de la mano de un desconocido.

LA MERIENDA

Una nueva interrupción truncó aquella escena lésbica y urófila. Por un panel de la suite aparecieron dos figuras, era una especie de puerta secreta camuflada como una pared más de la estancia. Se trataba de una mujer, vestida como una doncella del siglo pasado, con un vestido oscuro y largo, con muchos botones, el pelo recogido, unas gafas, los puños en blanco y unos botines de cuero negro y tacón grueso que vestían sus pies. A su lado un hombre negro, ataviado como un mayordomo, con levita y camisa blanca de cuello duro, portaba una bandeja con vajilla lista para servir el té, entraron de forma ceremonial, depositaron los enseres en una mesa y quedaron quietos mirando a las invitadas.

Por fin, la mujer se decidió a hablar: - El "señor" les invita a que repongan energías, por favor aquí tienen un tentempié -

Miriam acudió presta al baño, algo avergonzada y mojada aún. Isabel apeló de nuevo a ser desatada para poder corresponder al ágape, pero le fue negada una vez más la petición.

A cambio el fornido negro tomó la butaca con sus brazos elevando a Isabel en alto y la acercó a la mesa donde se encontraba la doncella disponiendo una deliciosa merienda.

A sus ojos se extendían una bandejitas con pasteles, pastas, chocolates, una tetera con sus correspondientes tazas, y también fresas, piñas y plátanos, crema de chocolate, nata montada, además nuevas botellas de cava fueron introducidas en la cubitera.

Miriam salió del baño, limpia y recompuesta y exclamó

  • ¡Qué buena pinta tiene todo! ¡Qué hambre!

Las dos mujeres se acomodaron frente a frente en la mesa. La doncella se situó al lado de Isabel y se ofreció a servirle en la boca lo que se le antojara para salvar la inconveniencia de su inmovilidad. Al lado de Miriam se colocó el mayordomo, firme y con la mirada al frente, como esperando atender cualquier demanda que su oficio requiriera.

Isabel indicó a la asistente que le sirviera una taza de té y unas pastas. Ésta diligentemente le colocó una servilleta en el escote, acercó la taza y la endulzó con azúcar, con delicadeza la puso en los labios de su anfitriona para que pudiera dar sorbitos, a su vez alternaba esta operación con la de poner una pasta entre sus dientes para que pudiera mordisquearla. Se sentía como una prisionera en una cárcel de oro, todos los caprichos a su alcance pero sin libertad de movimientos.

Mientras tanto Miriam se mostraba juguetona, inquieta en su silla, jugaba provocativamente con la comida, metía el dedo en el chocolate y lo chupaba profusamente, ponía una fresa entre sus labios y la mordía de forma sensual para que el zumo asomara por las comisuras. A su vez, comenzó a bromear con los dos personajes que servían la merienda.

  • ¿Te has fijado en nuestros sirvientes?- comentó a Isabel

  • Estoy seguro de que el mayordomo y la doncella esconden más de un secreto.

Sus frases iban cayendo cadenciosas en el silencio de la suite, hablaba con tono mimoso, sensual, aterciopelado. Su mano derecha comenzó a recorrer el uniforme del hombre negro, que aparentemente no se inmutaba y mantenía su postura firme.

  • ¿Has visto qué atractivo es este autómata uniformado? Jajajaja...

Sus manos seguían manoseando, cada vez más intensamente, muslos, pantorrillas, caderas... por fin de forma obscena empezó a amasar la entrepierna del varón que ya empezaba a mostrar evidencias de alteración por los gestos de su cara.

-  Ufff vaya, creo que han escondido aquí lo mejor de la merienda- Dijo la rubia.

  • Madre mía, esto es butifarra de primera calidad…

Isabel visualizó con claridad como un enorme bulto iba creciendo en aquel flojo pantalón de fieltro negro que portaba el mayordomo.

-       Seguro que la doncella ha catado más de una vez el embutido de esta casa... jajajaja

El tono procaz de Miriam seguía aumentando.

  • Pues yo no me voy a quedar sin probar algo tan delicioso- añadió

Ni corta ni perezosa bajó la bragueta al joven y con su mano extrajo aquella vigorosa polla, enorme, oscura y con un capullo reluciente.

  • Mmmmmm --- exclamó Miriam

Sacó su lengua y la apoyó en la punta de aquel glande oscuro, mientras miraba a la doncella como inquiriendo que tuviera algún tipo de reacción al respecto.

  • Venga ¿Es que no váis a participar? Moveos un poco que aquí hay una señorita que requiere servicios especiales.

Como si hubiera activado un resorte, una vez pronunciadas esas palabras, tanto doncella como mayordomo abandonaron su actitud pasiva. El chico desabotonó su pantalón del todo y lo dejo caer, agarró el pelo rubio de Miriam y le hizo tragar un poco más de su pene. A Miriam aquel trozo de carne le entraba con dificultad pero intentaba engullirlo, era tremendamente grueso, pero ella hacía lo posible por satisfacer el requerimiento del musculoso pollón aunque casi le asomaban las lágrimas en el intento. La doncella se aproximó a ambos. Se puso detrás de la joven mamadora de polla negra y le dijo --- ¿ Así que la señorita desea servicios especiales?... sus deseos son órdenes Señorita Zorrón-- Dicho esto agarró a Miriam por los pechos y comenzó a magrearla. El trío se iba volviendo más activo, Miriam chupaba aquella polla como si le fuera algo en ello, la doncella con gesto morboso y serio manoseaba a la rubia con verdadera maestría. Miriam se sacó la verga de la boca e invitó a la mujer de negro a chuparla, cosa que hizo gustosa, mientras, la rubia desnudó el torso del africano dejando a la vista un cuerpo proporcionado y con los músculos bien marcados, se lanzó con la boca a su pecho y le comió a bocados los pectorales y los pezones color cacao, la doncella sostenía en sus manos los cojones gordos y rotundos del chico mientras seguía proporcionándole una felación profunda y húmeda.

Miriam miró a Isabel:

  • Creo que deberíamos compartir la merienda contigo, no podemos dejarte a dieta...

Los tres fueron desplazándose entre sobeteos hacia la silla de la mujer maniatada, la escena se mostraba muy excitante e Isabel comenzó a sentir en sus pezones y en su sexo nuevos síntomas de agitación. Pronto tuvo frente a ella aquel tronco de ébano, firme y con las venas bien marcadas por la erección, las dos mujeres libres de movimiento comenzaron a masturbar aquel falo, Miriam a la vez se aplicó en acariciar el perineo del hombre y de lamerle el ano agachada detrás de él. La seria doncella mostraba su cara más viciosa deslizando sus dedos por el glande hinchado y pringoso, jugando con el viscoso lubricante y la firmeza de aquel pene que apuntaba al rostro de Isabel. La escena cambió de repente, la doncella, como fuera de sí, se puso delante del obelisco de carne y se apoyó en los hombros de Isabel, la posición indicaba claramente que quería que el negro le diera por el culo. El mayordomo no se hizo de rogar, remangó el vestido de su compañera y dejo al aire su trasero tan pálido como el rostro, comenzó a estimular su asterisco con brutalidad haciendo amagos con su miembro de penetrarlo, la verdad que era difícil que en esa lucha desproporcionada de tamaños el agujerito servil pudiera acoger aquella estaca, pero empellón a empellón lo iba consiguiendo... Miriam desde atrás asistía al evento completamente salida, animando, empujando las nalgas del chico para que hicieran presión sobre las de la mujer, besándole en la espalda, mordiéndolo.

La doncella a cada embestida caía sobre el cuerpo de Isabel y aprovechaba para besarla y meterle mano. Miriam no tardó en colaborar y comenzó a acariciar a todos los habitantes de la suite, de forma alternativa. Finalmente, el mayordomo consiguió empalar analmente a su pareja, con mucha potencia, provocando un grito desgarrado que la mujer ahogó en el pecho de Isabel, a continuación la elevó agarrándola por los muslos y mientras clavaba aquel instrumento en el ano puso el coño jugoso de la enculada a la altura de la boca de la prisionera. Isabel se encontraba húmeda de nuevo y no rechazó aquella oferta, cató en su boca el sabor fuerte de aquel chocho y no dudó en proporcionarle placer bucal.

Miriam exclamó - joder, menudos guarros egoístas, ¿y a mi ? ¿no me dejáis nada?- La doncella acudió a su requerimiento, y mientras seguía siendo forzada por su tubería más estrecha y lamida en su almeja abierta, extendió su brazo y comenzó a manosear el sexo de Miriam, introdujo los dedos y la pajeó sin concesiones, metiéndolos como un garfio y haciendo poner los ojos en blanco a la preciosa rubia. La doncella gritaba como poseída – “Cabrón, me rompes.... me voy a correr... y usted Señorita me come como la mejor de las zorras...ahhhhhh” --- sus espasmos ventrales se acrecentaban y el sudor perlaba su rostro por la situación y por aquellos ropajes a medio quitar.

Mientras, Miriam no se conformó con la masturbación digital, desaforada tomó un plátano de la olvidada merienda para introducírselo por su ano, parecía que no era la primera vez, ya que iba entrando con pasmosa facilidad.

Después de unos minutos el negro extrajo su sable del trasero de la doncella que había sufrido ya varios orgasmos con su meneo. El chico dio a la vuelta a la mujer, a la que le temblaban ligeramente las piernas, y les mostró a las otras dos féminas vestidas de fulanas el boquete en que había convertido aquel estrecho agujerito lleno de pliegues, mientras lo hacía, la mujer de negro parecía encantada y jadeaba extasiada, impresionaba ver aquella zona anal enrojecida, dilatada varias veces en su dimensión normal y palpitando de gozo. Miriam se acercó y dejo caer un hilo de saliva por aquel pozo oscuro, luego metió su lengua y sacando la banana de su ano le dio el relevo en el de la penetrada que lo agradeció con un suspiro desmayado. Miriam no pudo ocultar su sonrisa más morbosa mientras su coño chorreaba flujos que se deslizaban por sus muslos. Rápidamente incitó al fornido negro para que le enchufara la picha por su raja deseosa, cuestión que atendió inmediatamente, la tomó del culo, la levanto en andas y la dejo caer sobre su incansable torre. Follaban compulsivamente, el miembro no entraba del todo en aquella rajita, pero es que las dimensiones no eran las habituales, Miriam se agarraba al robusto cuello de su penetrador y colaboraba en la cópula moviendo desaforadamente su pelvis, se escuchaba como aquellos rellenos testículos golpeaban por el impulso contra el culo o los muslos de la rubia. Mientras, la doncella, en el suelo, se daba placer con el plátano y golpeaba su clítoris repetidamente con la palma de la mano, observando a su vez como fornicaba su enculador.

Isabel se sintió desatendida pero notaba esos pellizcos de placer en su vientre y como se su cuerpo le iba a regalar el enésimo culmen de gusto. Miriam se percató de esa cuestión, y sin abandonar su posición se inclinó hacia la mesa de la merienda, el mayordomo fue cómplice de aquella maniobra y sin desacoplarse facilitó a la joven que tomara en sus manos una de las bandejas. Después, con un ágil movimiento de cadera y potencia de piernas acercó a Miriam hacia la butaca de Isabel dejándola balancearse hacia su cuerpo --- Disfruta cariño--- le dijo... y comenzó a introducirle por el coño fresas, trozos de piña natural, gajos de naranja… a presión, soltando su jugo, Isabel comenzó a correrse sin remisión sobre aquel amasijo frutal. Miriam se acercó de nuevo a la mesa y tomó la jarra con la crema de chocolate, y ladeándose otra vez la vertió sobre el cuerpo de Isabel de modo irregular ya que seguía siendo follada.

La doncella parecía no poder soportar la estampa y se lanzó con su boca como una loba hambrienta sobre aquella mujer decorada de apetitoso dulce y fruta. Lamió, mordió y besó todo el cuerpo de Isabel, deleitándose con todo el pringue que vestía su piel. A continuación Miriam y su follador se unieron a la fiesta. Isabel se encontró con tres bocas jugueteando por todo su cuerpo, merendándola a ella literalmente, gimió y se abandonó a un nuevo chorreo de placer. Para terminar la faena, Miriam comenzó a recoger parte del chocolate utilizando como cuchara el falo negro, utensilio que chupeteaba en la boca junto a la doncella. El hombre empezó a ofrecer síntomas de estar a punto de eyacular, así que las dos hembras lo ayudaron con sus manos a hacerlo, dirigiendo el punto de mira al cuerpo de Isabel. La explosión de semen fue grandiosa, los chorros de líquido blanco eran poderosos y largos, como los de un surtidor de gasolina, e iban cubriendo el cuello y el pecho de la invitada inmóvil, pasaron largos segundos y espasmos hasta que el ritmo de la polución fue descendiendo, fue entonces cuando las tres bocas regresaron al territorio isabelino para entregarse a deglutir la mousse que se había creado sobre la piel. El trío sorbía de nuevo junto y compartía besos y flujos de manera voraz, dejando a Isabel prácticamente limpia y con la piel brillante por las salivas recibidas.

Los cuatro cuerpos fueron recuperando el resuello en la suite, como si estuvieran saliendo de un trance hipnótico. Mayordomo y doncella recogieron y ordenaron el maremágnum en que se vio convertida la mesa. Miriam estaba tendida en el suelo sobre la alfombra, con los ojos cerrados, con sonrisa relajada y disfrutando del envite tan intenso que acababa de vivir. Isabel por su parte notaba ya cierto cansancio, el familiar sopor que produce tanto placer seguido, y se preguntaba hasta cuándo iba a continuar aquello, las muñecas comenzaban a dolerle.

Sonó un timbre. El hombre negro y la sirvienta agilizaron su tarea de orden y limpieza

– Nos reclaman- colocaron sus vestimentas, portaron las bandejas y se despidieron al unísono --Buenas tardes señoritas, que tengan una buena estancia.

EL BAÑO

--- Bueno ¿Y ahora qué? --- Dijo Isabel

--- ¿En qué piensas? ---- Respondió Miriam

--- ¿Qué más va a pasar ahora? ¿Me va a soltar alguien? ¿Alguna idea para salir de aquí? –

--- ¿Salir de aquí? ¿No te parece una maravilla estar en un sitio como éste? Gozando, con todas las comodidades a nuestro alcance, con sirvientes atentos… --

--- Es una forma de verlo, pero yo no quiero que nadie decida sobre mí sin mi aprobación ---

--- Y así será --- Una voz masculina retumbó desde el fondo de la suite.

Era “él”. El hombre amable de la mañana, el desencadenante de toda aquella cadena de sucesos increíbles.

--- Siento mucho la incomodidad causada Isabel—

Diciendo esto se acercó y liberó por fin las manos, Isabel miró sus muñecas que estaban enrojecidas y algo hinchadas.

  • Podría denunciar esto a la policía -

  • Estarías en tu derecho, pero por tu comportamiento no creo que no lo harás - Dijo mirando de reojo a la zona donde se escondía la cámara. Isabel no contestó.

--Creo que necesitáis un baño ¿no os parece?

Las dos mujeres se miraron, estaban sudadas, pegajosas, su ropa interior sucia…

El hombre iba impecablemente vestido, de traje oscuro, probablemente Boss o alguna marca italiana, tenía ojos verdes y una mirada que Isabel recordaba muy bien de la mañana. Cuando tomó su mano sintió que la sujetaba firme pero sin violencia, la izó de la butaca, Isabel se tambaleó ligeramente, llevaba mucho tiempo en aquella posición, pero recuperó el control rápidamente, el hombre la acompañó al gran baño de la suite, Miriam les siguió.

La estancia que albergaba el baño estaba a la altura del resto de la suite, amplia, totalmente equipada, mármol en las paredes, un ventanal con cortinajes a la antigua usanza, bañera inmensa de grifería dorada, ducha con mamparas de cristal, lavabo alargado con cuatro tubos de diferentes formas para hacer caer el agua, además de los inodoros, armarios, estantes, grandes espejos y unas luces ambientales especialmente agradables.

El hombre abrió el grifo de la bañera y la dejó caer, invitó a las mujeres a que se despojaran de sus pocos ropajes. Invitó a Isabel a entrar en la bañera, Miriam se decidió por la ducha que quedaba justo en frente. La temperatura del agua hizo relajar las piernas de Isabel a su contacto, se acomodó en ella con la ayuda de “él”. Una vez dentro, sintió la levedad que sólo el líquido elemento proporciona, un bienestar que necesitaba, su compañero quitó su americana, remangó su camisa y vertió una esencia aromática de un gran frasco y añadió unas sales a lo largo de la bañera agitando el agua para producir espuma. A continuación cogió una gran esponja y la empapó en un gel verde que olía a hierbas naturales.

  • ¿Te importa? -- Inquirió haciendo el ademán de querer frotarle él mismo.

Isabel cansada asintió y el atractivo moreno comenzó el ritual de acariciarle con la esponja, delicadamente, fue recorriendo el cuello, pecho, abdomen, tomó cada uno de sus brazos y los restregó con mimo sin dejar un milímetro, la mujer estaba experimentando un estímulo sensual en cada poro de su piel, además el vapor fragante que emanaba de la bañera parecía adormecer su mente de forma poderosa. Sintió como un reguero de agua mojaba su cabello, entornó los ojos, aquel hombre le iba a lavar el pelo, y lo hacía de una forma pausada y sensitiva, aplicó el champú, activó la espuma, masajeó el cuero cabelludo, deslizó las manos a lo largo del cabello varias veces para que las burbujas invadieran todo su pelo, después tomó un pequeño cuenco de cerámica del borde de la bañera y le aclaró, Isabel reflejaba en su rostro un placer similar al que le había proporcionado el sexo hacía unos minutos.

Miriam contoneaba su espectacular cuerpo dentro de la ducha… celosa de sus vecinos reclamó atención:

  • ¿Me puedes pasar el gel, por favor? -

El hombre se levantó y se acercó a la ducha, Miriam extendió la mano haciendo ademán de coger el gel pero en realidad aferró el antebrazo masculino y lo atrajo hacia ella, con el otro brazo rodeó su cuello y comenzó a besar dulcemente su boca. Mientras lo hacía abrió los ojos y miró a Isabel, como incitándola a tener celos, y de hecho consiguió un efecto similar. La bañista contraatacó:

  • Creo que alguien se está empapando la camisa -  La rubia y el hombre se apartaron ligeramente, éste decidió despojarse de la camisa, dejo al aire un pecho con vello, no muy abundante, un abdomen liso y una fina línea de vello que volvía a surgir a partir de su ombligo perdiéndose en la cintura de su pantalón.

El dueño de la casa sacó unas toallas de baño de un armario y las depositó cuidadoso en las perchas contiguas a la ducha y en una banqueta próxima.

– Señoritas -  dijo - creo que pueden terminar solas su aseo, las espero fuera.

Isabel y Miriam continuaron un largo rato más recreándose en el agua, después se secaron cuidadosamente el cuerpo, se miraban de reojo, en silencio, se aplicaron crema y se vistieron de nuevo. Cruzaron el dintel del baño para volver a la suite.

El hombre había ocupado una de las butacas, seguía con el cabello mojado, pecho desnudo y en pantalones, en su mano sostenía una copa de cava, parecía absorto en sus cosas. Las dos hembras se le acercaron, la más joven se puso a sus espaldas, acarició el pecho velludo con sus manos y comenzó a estimular el lóbulo de la oreja con su boca. Isabel por su parte se tendió en la alfombra, a los pies de la butaca mirando fijamente a aquellos ojos verdosos. Miriam continuó jugando ahora por el cuello, magreando pectorales y costados. Isabel no quería sentirse desplazada, se arrodilló y apoyó sus manos en los muslos masculinos, que se separaron ligeramente, gesto que provocó que Isabel mordiera su labio inferior, a continuación llevo sus manos hacia el cinturón de aquellos pantalones y lo desabrochó de un movimiento, Miriam se agachó desde el dorso de la butaca y se coló por un lado para prestarse a colaborar bajando la cremallera, Isabel tocó la tela de aquellos boxers blancos y notó un abultamiento prometedor, por su parte la veinteañera, muy activa, tiró de los pantalones desde la altura de las rodillas y el resto del descenso fue facilitado por el dueño de los mismos. Ambas chicas manosearon la ropa interior masculina que empezaba a transparentar por la humedad que desprendía la punta del capullo.

Isabel no quiso perder la iniciativa y extrajo el pene liberándolo de aquella presión, era una verga de un tamaño normal, no tan descomunal como las que había visto en la mansión durante la jornada, estaba bien formada, con aspecto apetecible, se podía decir que era una “polla bonita”, sonrió mientras su mente elaboraba aquellos pensamientos. Sin dilación puso sus dientes sobre el glande, no llegando a morder comenzó a rozar con ellos la henchida y suave superficie, provocando en el hombre un respingo de placer, Miriam no quería quedar atrás y se ocupó de lamer el ombligo y el vientre, alternado con algún beso sobre el pene, juntando sus labios casi con los de su compañera de juegos. La pasión por complacer dio paso a una mamada a dos en toda regla, las chicas se relevaban en ocuparse de aquel tronco duro y su cabeza jugosa, subían y bajaban por él, lo atrapaban en sus bocas, devoraban sus huevos. El hombre presentaba una erección potente y hermosa, y aquellas mujeres le proporcionaban un placer indescriptible, tanto fue así que se le ocurrió tomar la botella de cava y comenzó a derramar el contenido sobre su polla, el burbujeante líquido helado cayó sobre las ávidas bocas femeninas, siguieron chupando con fruición, con ganas, apurando el alcohol mezclado con el sabor a macho, estaban ebrias pero de sexo.

Miriam abandonó la felación y se colocó de rodillas en el suelo, con el culo en pompa mirando hacia la polla

– ¡Vamos, fóllanos!- espetó con su voz melosa y provocativa

– Venga Isabel, colócate tú también.

Isabel tuvo un pensamiento absurdo, desde que había entrado en aquella mansión, hacía no sé cuántas horas , era la primera polla que se llevaba a la boca y todavía no se había follado ninguna, además sentía una atracción inexplicable por aquel tipo, deseaba que la poseyera de verdad y entregarse sin remisión a sus deseos, así que se colocó al lado de Miriam, en la misma postura, parecían dos actrices de película porno pidiendo guerra.

El hombre se levantó de su butaca, quitó sus pantalones y se puso en cuclillas detrás de las dos zorras calientes, hizo una penetración profunda en el sexo de Miriam, que emitió un chillido felino. Después hizo lo mismo en la raja de Isabel, a continuación regresó a la rubia y la penetró dos veces, así inició un juego de progresión, aumentando en un golpe de polla cada turno de coño, se iba produciendo un aumento en expresiones gozosas, entre jadeos y aullidos “él” se estaba follando a dos bellas hembras de una forma salomónica.

Miriam, salida como una gata, apoyó su cara en la alfombra, los brazos le flaqueaban, los colocó sobre sus nalgas de forma que las separó y con sus dedos abrió más el coño.

  • Por favor, fóllame más, estoy a punto de correrme, ahhhh -

El hombre se arrodilló y clavó en aquel coño toda su potencia viril, acometió con fuerza, la cara de aquel rostro tan hermoso se aplastaba contra la alfombra, su cutis pálido se enrojecía por momentos, su boca emitía resoplidos que crecían en velocidad e intensidad

  • Ahhh, ahhh,, asíiii, diosss, joderrrr, dameee….. ahhhhhhhh.

Su vecina de postura contemplaba aquella escena extasiada y esperando ansiosa su turno para recibir lo mismo.

  • Me corroo, me corrooooo… ohhhhhh… qué gustooooo.

La rubia taladrada por aquel martilleo continuo explotó en un tremendo orgasmo. La polla salió empapada de aquel glorioso agujero, aún estaba erecta y en forma, cosa que alegró a la propietaria del coño vecino.

Así fue, Isabel fue tomada por la cintura y penetrada con pasión por su secuestrador, las oleadas de gozo eran contínuas cada vez que se la metía, notaba aquellas bolas golpear en su perineo, aquel tubo de carne llenando su vagina, aquellas manos fuertes sujetándola, un alarido invadió su boca --- Ahhhhhh… ahhhhhhhhhhhhh…. Ahhhhhhhhhhhhhhh --- la corrida casi la deja inconsciente por intensa, al instante notó como el semen invadía su follado coño, el hombre bombeaba dentro de ella su leche y esto le proporcionó un nuevo clímax.

Miriam a su lado temblaba, juntaba sus muslos y parecía estar teniendo repetidos miniorgasmos.

– Ponte de pie, por favor --- le dijo a Isabel. Esta lo hizo con la ayuda del hombre, Miriam reptó por la alfombra y se colocó con la cara entre las piernas de su compañera, pronto el reguero de crema empezó a bajar por los muslos y pantorrillas y a gotear desde el coño recién follado, cayendo sobre su rostro y relamiendo aquella leche en su boca.

  • Lo sé, soy una auténtica guarra- dijo con su angelical sonrisa, mirando con la cara glaseada de lefa a sus dos acompañantes.

LA DESPEDIDA

La estancia fue invadida por un silencio solo roto por algún jadeo y suspiro. Por fin Miriam se puso en pie, empapada como estaba en sudor y fluidos

– Voy al baño—dijo lacónicamente.

Por su parte el hombre abrazaba a Isabel desde atrás, la besaba en el cuello y le proporcionaba caricias en los pechos como buscando la calma después de aquel estallido de los sentidos. Sin embargo esas caricias fueron tornándose en una terapia contraria, la mujer se empezaba a excitar de nuevo, y su cuerpo se comenzó a restregar contra el de su acompañante casi de forma automática. La respuesta del varón dio constancia de su poder de refracción, ya que su sexo parecía estar de nuevo en forma. Isabel relamió sus labios con malicia. Sintió como los besos se hacían más duraderos y profundos, en su cuello, en su nuca, finalmente el hombre la tomó en sus brazos y la acercó al dormitorio – qué curioso, llevamos horas en una suite y por fin voy a probar la cama --- susurró. Los brazos masculinos la depositaron encima del amplio colchón, no había ganas de rodeos, ni hacían falta, sintió como aquellos labios le comían la boca, los pechos, el ombligo, se estremecía a cada roce… las manos parecían multiplicarse recorriendo su piel, estaba realmente cachonda y con ganas de recibir de nuevo al portador de aquella mirada intensa. Notó como su pelvis era izada camino del encuentro de la verga nuevamente erecta. Esta vez se acoplaron de forma más suave, las acometidas eran acompasadas, dulces, sentidas, se encontraban en absoluta comunión. Los besos, las caricias, eran a cámara lenta, los jadeos sordos, un acto más íntimo que el que habían vivido en la alfombra.

Se miraban, como retándose a mostrar el placer que el contrario le proporcionaba. Después de un largo rato y sin necesitar más gestos o palabras notaban que se avecinaba el derrame de placer, Isabel aprisionó las nalgas masculinas y las apretó esperando que aquella polla la llenara por segunda vez. Sin embargo el hombre extrajo su pene y se arrodillo en el colchón. La tranca palpitaba sola, Isabel acudió a ella con su boca por puro instinto, nunca había probado el semen, había tenido infinidad de oportunidades de hacerlo pero nunca le había apetecido y sin embargo en esa ocasión casi se volvió una necesidad. Se puso frente a aquel pepino y abrió la boca, sacó su lengua y sujetó con sus manos los muslos masculinos, el hombre agitó apenas cuatro veces su polla… una, dos, tres, cuatro…. --- Ahhhhhhhhhhhhhhhhh---- Isabel sintió una avalancha de fluido caliente en su cara que le hizo cerrar los ojos, luego aquel alud se centró en su boca, se vio obligada a tragar para no ahogarse,  el sabor seminal era más dulce de lo que esperaba, por lo menos el de aquel hombre, aunque tenía un regusto neutro algo fuerte, el sabor de la esencia de hombre. Lo engulló a placer, se relamió los labios y una gota que caía desde su nariz, apenas podía despegar los párpados y opto por despejarlos con sus dedos y degustar esos restos, por fin se metió de nuevo aquella porra en su paladar y la dejó libre de cualquier traza de leche.

Transcurrieron unos minutos, ambos quedaron tendidos en la cama con el cuerpo ardiendo y la piel pegada. Al fin se separaron.

  • ¿Quieres quedarte?- Dijo el hombre.

  • ¿Te refieres a pasar la noche?

  • Sabes que no me refiero a eso, sino a quedarte aquí, en esta casa, el tiempo que desees.

  • Creo que no, pero seguro que a Miriam le interesa—dijo riendo.

  • Miriam lleva seis meses aquí, no te lo habrá dicho porque le gusta aumentar el morbo con sus estratagemas - Isabel asintió mientras reubicaba la situación de la rubia.

  • ¿Y qué se supone que tendría que hacer yo aquí si me quedara?

  • Creo que hoy te has hecho una idea… no preocuparte de nada, tener cualquier capricho a tu alcance, gozar como quieras y cuando te apetezca, y por supuesto ser libre de irte si un día lo decides así.

  • Ciertamente es una oferta tentadora, pero tengo una vida, otra vida.

  • ¿Mejor vida?

  • Más libre que una en la que estaré prisionera por cadenas invisibles.

  • Comprendo - respondió el hombre sonriendo por primera vez en su presencia.

Sin añadir más el dueño de la mansión se levantó de la cama, recogió sus ropas del salón y abandonó la suite.

De seguido, el asistente que había abierto la puerta a Isabel cuando llegó a aquel lugar entró en la habitación, ceremonioso, depositó en una butaca la ropa negra original que vestía antes de cambiarla por la de furcia, miró de reojo hacia el dormitorio, dio la vuelta y marchó por donde había venido.

Isabel se puso en pie un poco aturdida, se vistió, recolocó un poco el pelo frente al espejo y se asomó a la puerta entornada del baño, se limpió la cara en el lavabo, optó por no ducharse, el vapor inundaba el baño que estaba tomado por la chica rubia:

  • Me voy Miriam- dijo en voz alta.

Desde la ducha se oyó la voz agradable contestar

  • Nos vemos en la cena.

  • Me temo que no - dijo en voz más baja Isabel, con la duda de si la habría escuchado o no emitir esas palabras y cerraba la puerta.

Salió al pasillo, el aire estaba menos cargado, y en su mente se empezó a producir un proceso de despertar paulatino, como si saliera de un largo sueño que hubiera durado días. Enfiló las escaleras, las bajaba despacio, realmente notaba un cierto cansancio físico, y algunas molestias, no era de extrañar. Llegó al espacioso vestíbulo de nuevo, el asistente le dijo: - Un taxi le espera fuera señorita- Isabel no contestó y se acercó a la puerta de salida, que unas horas antes había sido de entrada. El mayordomo, presto, se adelantó para abrirla

– Gracias por su visita, señorita.

Isabel hizo un pequeño gesto con su cabeza. Al final del camino de grava se encontraba el vehículo, juraría que era el mismo que le trajo allí, cuando lo ocupó y lo confirmó al reconocer al conductor.

  • ¿Qué tal señorita? ¿Todo en orden?

  • Sí, claro, gracias- Lo que menos le apetecía era dar explicaciones y datos en aquel momento.

  • ¿A dónde? -

  • ¿Cómo?

  • ¿A dónde la llevo señorita?

  • Al mismo lugar donde me recogió por favor.

  • De acuerdo.

Arrancó el coche y salió despacio hasta coger la pequeña carretera de nuevo. Isabel tuvo la tentación de echar la vista atrás, dar un último vistazo a aquel lugar, pero no lo hizo, aunque tuvo la sensación, casi la seguridad, de que algunas miradas seguían a aquel taxi desde los ventanales.

Según iba alejándose, la realidad iba atenazándola y lo que acababa de vivir le parecía una locura, sino fuera por las marcas físicas y el aroma del que iba impregnada que le hacían revivir imágenes y momentos concretos en su cabeza, podría decir que aquello nunca había sucedido.

En alrededor de una hora había llegado de nuevo al pueblo, se bajó:

  • El viaje está pagado señorita, buenas noches.

Era cierto, no se había percatado de que ya era de noche, y al día siguiente a trabajaba, tomó calle abajo hasta llegar a casa, se tumbó en su sofá, vestida, y quedó dormida inmediatamente hasta el día siguiente, la mañana fue dura, cansada, la ducha le recordó las señales en las muñecas, algún pequeño enrojecimiento en sus rodillas, y la sensación de que en su sexo había estado aposentado algún huésped.

Pasaron días, meses, alguna vez le pareció volver a ver el taxi secuestrador, pero nunca terminaba de estar segura o al verlo más de cerca constataba que no lo era… menos aquel día de verano, en aquella villa de playa donde se encontraba descansando, era el mismo vehículo, se acercó hacia él, tocó en la ventanilla, el conductor la bajó:

  • ¿Es usted, verdad? - Inquirió Isabel

  • No sé de qué me habla señorita -

  • Es usted el hombre que me llevó a aquella mansión, hace unos meses.

  • Lo siento señorita, pero el taxi está ocupado, disculpe.

En ese mismo instante una mujer entró por una de las puertas traseras, parecía ligeramente mareada. Isabel alzó su cabeza y miró a un lado y a otro de la calle donde se encontraba, le pareció ver a un hombre moreno con una forma de andar familiar alejándose y montar en un coche oscuro. Mientras, el taxi había arrancado e iniciaba camino, Isabel se fijó en la silueta femenina que de espaldas se dibujaba en la luneta trasera, no pudo contener un sentimiento claro de envidia y un cosquilleo en su vientre.

FIN

(Gracias a todos por la acogida, aquí concluye La decisión de Isabel, aquí terminan sus aventuras...o quizás no)