La decisión de Carmen 9
Después de varios días en la finca, Carmen asiste al castigo público y degradación de uno los capataces de Ama Sonia que se atrevió a desobedecer las órdenes de su dueña
Como todas las mañanas el reloj de digital de Carmen comenzó a sonar a las 9 de la mañana, la sumisa ya llevaba más de tres horas levantada, ya que su día en aquella finca comenzaba a las 6 de la mañana, pero el día de su Ama comenzaba cuatro horas más tarde y pese a encontrarse fuera de su residencia habitual la rutina a la hora de despertar a la mujer no había cambiado.
Carmen, que en aquel momento estaba haciendo trotar a un par de las jóvenes ponys de Ama Sonia movió las riendas para que diesen la vuelta y se dirigiesen a la casa rápidamente. La sumisa poco a poco iba soltándose a la hora de usar las riendas y cada día las movía con mayor habilidad.
- Ana, me tengo que ir a despertar a mi Ama- le dijo a su compañera que asintió con la cabeza, desde que había llegado allí cinco días antes la sumisa siempre tenía que dejarla sola a la misma hora.
- Muy bien nos vemos luego entonces- se despidió mientras espoleaba a sus tiradoras para que iniciasen la marcha.
- Bueno chicas, deprisita que tengo que preparar el desayuno a mi Ama y asearme para ir ante ella- las dos sumisas al oír aquello comenzaron a trotar a un buen ritmo.
Carmen sonrió complacida de que la obedeciesen sin necesidad de usar el látigo sobre sus atléticos cuerpos, a la sumisa no la agradaba maltratar los cuerpos de las jóvenes, la gustaba la sensación de manejarlas a su antojo usando las riendas, pero no el espolearlas con fustas y látigos para hacer que corriesen más deprisa por temor.
Carmen tan solo tardó cinco minutos en llegar a la puerta del establo, donde hizo soltarse a las mujeres del carro. Carmen rápidamente les quitó las mordazas a las dos esclavas, primero la de Laura, la altísima pony rubia de pechos grandes y figura estilizada que había impresionado a Carmen el primer día, y después de la de Jesica, la sumisa de pelo rapado y cuerpo atlético aunque que parecía poca cosa comparado con el de su compañera. Carmen al verlas jadeantes las cogió de las riendas y las llevó a beber algo de agua.
- Gracias Señora- dijeron las dos casi al unísono cuando sacaron sus caras del abrevadero.
- Me habéis traído rápido y os recompenso- dijo la sumisa sonriendo mientras tiraba de las riendas.
Una vez en su respectivo establo la sumisa comenzó a quitarlas las riendas, las botas y el corsé, dejándolas tan solo con sus braguitas que evitaba que se saliesen los consoladores que llevaban y la cola que las salía del culo.
- Bueno chicas, regresaré dentro de algo más de una hora si mi Ama no desea que me quede con ella, sino supongo que Ana se encargará de vosotras- dijo mientras colocaba los grilletes en cada una de las piernas de las ponys dejándolas del todo indefensas ya que no abrió las esposas que retenían sus brazos a la espalda.
Las dos sumisa una vez estuvieron totalmente retenidas se arrodillaron y dieron cada una un beso en los pies a Carmen, lo que a la sumisa la agrado, sabía que aquella era una muestra de que la pony estaba agradecida del trato que recibía de su dominante.
Carmen corrió a la habitación de Ana donde se dio una rápida ducha que despegó el sudor de su piel sintiendo un considerable alivio.
Una vez limpia y relajada bajó a la cocina donde comenzó a elaborar el desayuno de su Ama, llegaba con el tiempo justo, media hora. Sara había sido clara con su sumisa y la había dicho que no solo quería que la sirviese el desayuno, sino que tenía que estar preparado por ella. Carmen se afanó en la cocina, preparándola unos cereales con leche fresca, exprimiendo un zumo de naranja en uno de los exprimidores con los que contaba la lujosa cocina de la casa de Ama Sonia, untando mantequilla y mermelada en las tostadas… hasta que finalmente a falta de 10 minutos lo tenía todo listo en una bandeja.
Carmen llegó con algunos minutos de adelanto a la habitación de su Ama, la muchacha dejó la bandeja sobre la mesilla que había a la derecha de la cama donde Sara descansaba, estaba destapada y como siempre totalmente desnuda. Carmen observó su bonito cuerpo durante unos instantes, cuando la conoció no le parecía que su Ama gozase de un cuerpo especialmente sensual, pero con el transcurrir de los días su percepción se había visto alterada, y en aquel momento a la sumisa la resultaba el cuerpo de su Dominante algo realmente irresistible.
La mujer despertó tan solo cuando sintió los labios de Carmen succionando sus pezones, para después confesarla que llevaba ya un buen rato despierta, pero que la gustaba comenzar el día sintiendo el su cuerpo su ágil lengua.
- ¿Qué tal te lo pasaste ayer con Ana?- preguntó Sara mientras tomaba su desayuno.
- Muy bien Ama- dijo la sumisa, era muy cierto, gozaba de un sexo de muy alta calidad con su amiga- gracias por dejarme tener sexo con Ana todas las noches, Ama.
- Yo diría que mejor que bien por como te oigo gemir como una perrita todas las noches- dijo con una sonrisa en la cara.
- Procuraré controlarme un poco, no sabía que nos oyese Ama- dijo la sumisa mientras masajeaba los pies de Sara.
- No es necesario que te controles, lo cierto es que lo de tener sexo con Ana lo hice a modo de prueba, quería ver si dándote mucho placer te volvías perezosa, pero por lo que veo no es así. Las dos sumisas que tuve antes que tú se volvían muy vagas cuando estaban aliviadas sexualmente, tu en cambio aún teniendo que ayudar en la finca de sol a sol y follando todas las noches varias veces sigues mostrándote diligente con tus tareas, estoy muy contenta contigo- dijo sonriendo de oreja a oreja, lo que hizo que la sumisa también sonriese agradecida.
- Gracias mi Ama, me alegra mucho que esté contenta con mi comportamiento.
Cuando Sara terminó su desayuno indicó a la sumisa que ya podía regresar a sus tareas asignadas en la finca. Carmen obedeció rápidamente el mandato de su Ama y se marchó a los establos para seguir el adiestramiento de las dos ponys que tenía a cargo aquella mañana, pero antes pasó por la cocina para coger algo de fruta.
La sumisa se encontró a Laura y a Jesica tal y como las había dejado, con sus manos a la espalda y arrodilladas sobre la paja las dos se levantaron rápidamente al ver a su instructora entrar en el establo.
Carmen sin decir demasiado comenzó a liberarlas de sus ataduras y vestirlas, estaba cogiendo tanta practica que en menos de cinco minutos logró ponerlas las botas y los corsés a las dos, pero los bozales no se los puso.
- Como habéis sido muy buenas antes al traerme, el agua que os deje beber me pareció poca recompensa así que os traje algo de fruta de la cocina- dijo sacando un par de manzanas de la bolsa, Carmen sabía que tenía permiso para premiar a las ponys si la parecía conveniente.
- Gracias Señora- dijo Laura visiblemente contenta- es usted muy buena.
- Sí, gracias Señora- dijo Jesica también.
La sumisa comenzó a cortar la manzana en trozos y a meterlos en las bocas de las ponys, que los devoraban con rapidez. Mientras las alimentaba, la muchacha preguntaba sobre como habían llegado hasta allí. A Carmen la sorprendió saber que tanto Jesica como Laura eran estudiantes, de una universidad de Valencia, la sumisa rapada estaba en su primer año de económicas a sus 20 años y Laura estaba en el quinto y último año de la carrera de derecho.
- Yo llevó dos veranos viniendo aquí Señora, pero durante el curso tan solo puedo acudir los fines de semana, los días de diario para mantenerme en forma y seguir con mis estudios voy a gimnasio- explicó Laura.
- Yo igual, este es mi primer verano aquí Señora- dijo Jesica a continuación ante lo que Carmen asintió.
- Oye Jesica una pregunta ¿Por qué llevas el pelo rapado? ¿Te gusta así?
- No Señora- respondió la sumisa agachando un poco la cabeza- pero tuve que aceptarlo para que Ama Sonia me aceptase aquí, el primer día vine con unas rastas y me dijo que solo podría quedarme si me rapaba la cabeza así que ese mismo día lo hice.
- Debe de gustaros muchos ser pony-girls- comentó Carmen mientras daba el último trozo de manzana a la sumisa que acababa de hablar.
- Sí Señora, nos gusta mucho- respondió Laura mientras Jesica asentía enérgicamente con la boca llena.
- Bueno, pues sigamos con el entrenamiento- dijo Carmen levantándose de un brinco para a continuación ser seguida de las dos sumisas a su cargo.
Tan pronto las tuvo atadas al carro Carmen inició la marcha alejándose de los establos en busca de Ana, la cual no debería de andar muy lejos ya que como rutina solía hacer correr a las ponys sin alejarse demasiado para que a Carmen no la resultase costoso encontrarla después de servir a su Ama Sara.
La sumisa movió ligeramente las riendas que la unía a sus yeguas cuando a lo lejos vio un carro similar al que ella montaba. Al notar como acariciaba sus espaldas las riendas de cuero las dos tiradoras echaron a correr para dar alcance al vehículo que iba delante suyo, pero cuando llegó a su altura se dio cuenta de que no era Ana, sino Marina una pony, que al igual que Ana había sido reconvertida a capataz.
Marina era una mujer de medias estatura, de buen físico para sus casi cuarenta año, de piel morena y una larga melena rojiza, Carmen la había conocido al segundo día de su estancia allí y sabía que ella se encargada de las ponys maduras que servían tanto como para tirar de carros como para correr pero aquella mañana también se estaba ocupando de las gorditas que tan solo eran usadas como bestias de tiro.
En aquel momento la mujer estaba manejando a cinco pony-girls a la vez, dos mujeres maduras que tiraban del carro sintiendo la fusta de la mujer sobre sus carnes y otras tres gorditas que corrían detrás del carro con una cadena rodeando cada unos de sus cuello obligándolas a seguir el exigente ritmo que la capataz exigía.
- ¡Vamos putas gordas, estáis haciendo ralentizar la marcha! ¡Os acabáis de ganar un calambre!- dijo Marina a voz en grito mientras cogía un mando a distancia con una gran botón rojo, el cual giró un poco y a continuación apretó provocando un gemido de dolor de las tres sumisas que corrían asfixiadas tras el carro. Las tres mujeres después de gemir de dolor comenzaron a correr con más entusiasmo tras el carro, pese al evidente cansancio.
- Oye Marina- le dijo Carmen cuando había llegado a su altura en su carro. Cuando Marina la vio paró en seco.
- Perdona Carmen, no te había oído llegar, con tanta campanita- comentó sonriendo refiriéndose a las campanas que tintineaban de los pechos de sus sumisas.- ¿Qué tal va todo?
- Bien, estaba buscando a Ana ¿la has visto?- preguntó la muchacha.
- Sí, me dijo que iba a llevar a las corredoras hasta el rió pero que no tardaría en volver- respondió la mujer amablemente, pero justo antes de que dijese nada más su móvil comenzó a sonar- Sí ama- respondió automáticamente y calló durante unos segundos.
Antes de que Marina volviese a pronunciar palabra el móvil de Carmen comenzó a sonar y la sumisa lo cogió al instante.
- Sí mi Ama- dijo la sumisa al igual que su compañera había hecho antes.
- Carmen, tienes que venir aquí ahora mismo, Sonia desea reunir a todas sus ponys
- Sí mi Ama ahora mismo voy- dijo la sumisa al momento intrigada.
- ¿Te has reencontrado con Ana?- preguntó la mujer.
- No Ama estaba buscándola, ahora estoy con Marina- respondió la sumisa al momento.
- Bueno, pues que ella te indique el camino, no encontraremos en la sala de castigo- la sumisa se asustó un poco al oír el lugar donde debía ir.
- Sí Ama ahora mismo vamos- dijo Carmen tratando de disimular el nerviosismo.
Carmen y Marina no necesitaron decir nada para iniciar la marcha rápidamente en dirección a la casa. Marina nerviosa espoleando a sus sumisas mediante el látigo y ordenando a las ponys que fuesen rápidamente a la casa, Carmen por su parte indicó a la suyas que no se separasen del carro comandando por Marina, tarea que a la dupla formada por Jesica y Laura no les resultó nada complicado debido a su evidente superioridad física.
Tardaron algo menos de diez minutos en llegar a la puerta de la casa donde se encontraron a la tercera adestradora de ponys de la finca con la que Carmen no tenía excesiva relación. Lo única que sabía de ella era que se llamaba Esther y que era la encargada de adiestrar a las pony más gordita, por lo que la sorprendió que tras ella, estuviesen vestidos tan solo con sus botas los tres hombres-pony de la finca. Esther era una mujer de más de 40 años, de piel no excesivamente morena y de pelo castaño claro similar al de Ama Sonia.
- Desatad a vuestros animales y seguidme- dijo con un tono bastante enfadado.
Carmen y Marina obedecieron, Carmen liberó a Jesica y Laura algo antes de que Marina lograse desatar del carro a sus cinco sumisas.
- ¿Que sucedió con tu día libre?- preguntó Marina mientras tiraban de las correas de dos de sus sumisas.
- Ha sido suspendido en el último momento, Ama Sonia me llamó cuando estaba a punto de marcharme- respondió caminando con paso firme.
Las tres adiestradoras y sus sumisas entraron el interior de la casa, lo que a Carmen la sorprendió, esperaba que la “sala de castigo” fuese un edificio independiente igual que lo era el gimnasio, pero no era así y resultó estar en la tercera y última planta de la edificación principal el lugar donde Ana la había informado que se encontraban los dormitorios de los ponys.
Marina abrió la puerta que había al fondo y las tres adiestradoras y todas las sumisas entraron. La sala que se encontró allí era muy amplia y al igual que la que Carmen había visto en casa de Ama Eliana estaba repleta de toda clase de artilugios sado tanto normales, como fustas, pinzas y velas, como mucho más sofisticados y caros, como látigos grandes, cruces de más de dos metros en los que inmovilizar a los sumisos o una serie cadenas que caían del techo que se utilizaban para encadenar al esclavo dejándole indefenso ante los castigos de su Ama.
Ana tan solo tardó unos minutos en reunirse junto a sus compañeras seguida de las cuatro ponys que tenía a su cargo, reuniendo en aquella sala a casi los 20 sumisos y sumisas con lo que contaba Ama Sonia.
- Colocaros todos en fila antes de que llegue Ama Sonia- dijo Ana autoritaria ante lo que los sumisos formaron una cadena humana que llegaba de una pared a otra. Empezando el extremo derecho por las pony-girls corredoras, y terminado el otro por el sumiso gordito que tan solo era usado para tirar de pesados carros.- Tú ven con nosotras- dijo Ana agarrando la mano de Carmen para colocarla frente a los pony junto a las tres adiestradoras.
Permanecieron así durante unos minutos hasta que la puerta de la sala de castigos se abrió de nuevo. La primera que entró fue Ama Sara, seguirá de Ama Sonia que llevaba a un sumiso atado por una correa de perro y al que le obligaba a caminar a cuatro patas.
El sumiso que la seguía estaba totalmente desnudo, lo que a Carmen no sorprendió demasiado, lo que si la sorprendió fue identificarle. Era Ramón un hombre bastante alto, de piel bronceada y de grandes músculos que lucía un pelo rubio teñido y de punta, hasta donde Carmen conocía aquel era el capataz de los hombres pony de aquella finca.
- Buenos días esclavas- dijo la dueña de la finca cuando se colocó cara a cara con las esclavas y dando la espalda a las capataces.
- Buenos días Ama Sonia- dijeron todos al unísono.
- Como no quiero que perdamos demasiado el tiempo iré directamente al grano- dijo en voz bien alta para hacerse escuchar- dentro de 3 días celebraré una fiesta aquí en casa, vendrán bastante Amos, Amas y curiosos a los que como es habitual os subastaré para alquilaros durante esa noche.- la mujer hizo una pausa mirando de un extremo a otro- como podéis ver a mis pies está Ramón, un perro asqueroso que no ha sabido obedecer a su Ama y que ha traicionado mi confianza ya que obligó a una de mis corredoras a chuparle su insignificante pollita, como es normal será castigado delante de todos para que veáis lo que le sucede a los que traicionan mi confianza.
Carmen se quedó impresionada ya que con un solo movimiento de cabeza las tres capataces cogieron al sumiso de los brazos, lo pusieron en pie y lo llevaron a la zona de la que caían cadenas del techo, una se encargó de coger unos grilletes para atar los brazos de ramón al techo otra de apartar las cadenas que sobraban, Carmen hasta aquel momento no se había dado cuenta de que todas las cadenas estaba ligadas a raíles que había por el techo que permitían varias su disposición, y Ana se acercó a una de las pareces para coger una vara de madera que entrego a su Ama después de hacer una reverencia.
- Que se acerque la agraviada- ordenó la mujer después de cortar el viento con la vara un par de veces. La sumisa que salió de la fila era Marina, aunque las capataces las llamaban Mari para no confundirse con Marina la capataz, era una sumisa de mediana estatura, pelo largo y negro, una piel clarísima y un cuerpo más que agradable- Toma esclava- dijo la mujer entregándola la vara- tienes mi permiso para darle con la vara 30 veces sobre su espalda, te aseguro que no habrá ningún represalia contra ti por su parte después de esto.
La sumisa un poco dudosa comenzó a varear la espalda del sumiso que gemía de dolor tras cada golpe, pero esos gemidos se convirtieron en gritos cuando Sonia amenazó a la joven Marina de que si no le daba más fuerte sería ella la azotada. Ama Sonia mientras su sumiso era fustigado recibió de manos de Ana unos guantes de látex que la mujer no tardó en ponerse para usarlos para torturar los testículos del sumiso pellizcándolos y dándoles golpes.
- Ya están los 30 de la esclava- dijo Ama Sonia soltando las bolas del sumiso por un momento- ahora recibirás otros 30 de la adestradora a la que has faltado al respeto.
Ana cogió la vara que le entregó la sumisa a la que adiestraba y comenzó a fustigar con dureza la espalda del desdichado esclavo, el cual no se sabía bien porque gritaban, si por la violencia con la que Ana descargaba la vara sobre él o por los insufribles apretones que sufría en la zona más sensible de su cuerpo.
Cuando la tanda de Ana terminó la mujer le sonrió, el sumiso la miraba suplicante. Ama Sonia comenzó a caminar a su alrededor un par de vueltas hasta que finalmente se paró en su espalda marcada por la vara y la acarició.
- Sabes bien que esto no ha terminado- le dijo el voz alta se quitaba la blusa y la tiraba al suelo para que la recogiese alguna de las sumisa. Carmen no pudo evitar dejar clavada su vista en los generosos senos de la mujer, que parecían estar a punto de salírsela del sujetador negro que llevaba- Ahora te voy a fustigar por delante, tu pecho y abdomen, pero con esto seguro que lo soportarás mejor ¿verdad?- preguntó sonriendo mientras levantaba sus dos senos a la vez.
- Sí Ama Sonia- dijo el sumiso sin separar la vista de los pechos de su Ama.
- Mejor, porque no pienso parar hasta que se parta la vara- informó y sin decir más comenzó a golpear con violencia el torso del ex capataz.
El sumiso aullaba de dolor cada vez que sentía la vara golpeando su moldeado tórax, después del varazo numero 20 las marcas comenzaron a hacerse visibles en el cuerpo del hombre y después del 30 comenzó a suplicar que parase manifestando su arrepentimiento, pero no fue hasta el 54 que la mujer partió la vara sobre el abdomen del sollozante esclavo.
- Desatarle- ordenó Sonia mientras tiraba su vara rota al suelo, el sumiso agotado de tanto golpe cayó al suelo tan pronto le liberaron de las cadenas- No te relajes esclavo, esto no ha terminado, ahora tienes que pedir perdón a todos los que estamos en esta sala de rodillas y besando sus pies.
- Sí Ama Sonia- dijo el sumiso que comenzó a caminar a cuatro patas hasta la mujer que acababa de castigarlo para besar sus pies- Lamento mucho mi comportamiento Ama Sonia, la ruego me perdone- dijo y nada más pronunció la frase recibió un latigazo que se escuchó por toda la habitación, el látigo se había encargado Marina de alcanzárselo- eso quiere decir que puedes pasar a la siguiente, a cada disculpa te daré un latigazo.
Ramón gateó de unos pies a otros expresando la misma disculpa que había pronunciado con su Ama, la cual lo seguía de cerca para propinarle un potente latigazo sobre su maltrecha espalda después de arrepentirse ante cada uno de ellos.
Ramón no tuvo problemas en expresar su arrepentimiento antes Ama Sara, las capataces, Carmen y los pony-boys, la dificultad se inició cuando el hombre tuvo que disculparse con las sumisas, de las que en la mayoría de casos desconocía el nombre.
Sonia, sonriente, comunicó a su esclavo que debería adivinarlos. Ramos asustando ante lo que se le venían encima siempre comenzaba llamando María a la sumisa ante la que estaba arrodillado, pero para su desgracia tan solo había una sumisa con ese nombre. Ama Sonia mostrando piedad de su esclavo al ver la cantidad de latigazos que recibiría si tenía que adivinarlo sin ayuda le ofreció ir dándole letras a cambio de latigazos hasta que lo adivinase.
El sumiso tuvo suerte con sumisas como María, una pony de tiro gordita de unos 40 años con unos senos enormes y apetecibles, que la adivinó a la primera y no necesitó pistas, o Sofía otra sumisa de características similares a María de la que tan solo necesitó las dos primeras letras.
Por el contrario sufrió a la hora de adivinar nombres como Geraldine, cuyo nombre no averiguó hasta que la sumisa le dio la séptima letra de su nombre, o Katrina que tuvo que darle letras de su nombre hasta que llegó a la N.
Ramón terminó la ronda completa de disculpas tuvo que seguir a su Ama de rodillas hasta que esta se colocó delante de las pony-girls. Carmen desde aquella posición tenía una imagen perfecta de la espalda del sumiso, que estaba totalmente marcada por rayas de un rojo intenso y algunas incluso sangrantes.
- Esto es lo que les sucede a los que traicionan mi confianza- dijo en voz bien alta ante todos sus sumisos- pero el castigo de este perro no acaba aquí- anunció ante sorpresa de Carmen que ya veía a Ramón excesivamente torturado.- Desde esta noche y durante dos semanas este perro dormirá en los establos, encadenado. Además hasta el día de la fiesta las capataces están autorizabas a entrar en su cuadra a usarlo del modo que consideren oportuno amén de la ponys que ellas consideren y de todos los sumisos que estaban a cargo del perro Ramón. Podréis disponer de él hasta las 3 de la mañana luego lo dejaréis descansar hasta las 6 donde comenzará su jornada. ¿entendido?
- Sí Ama Sonia- respondieron todos al unísono.
- Bien a partir de ahora Ana se encargará de las ponys corredoras- dijo señalando a las más atléticas- Marina de las maduras y las gorditas y Esther se ocupará de los machos, poniendo especial énfasis en este perro- dijo la mujer levantado su pierna y clavando su zapato de tacón sobre la maltrecha espalda del sumiso que gimió de dolor- No quiero que tengas piedad de él como vea que eres blanda serás castigada del mismo modo- dijo la mujer mirando con fijeza a la capataz a la que encomendaba la misión.
- No le daré tregua Ama Sonia- dijo la sumisa un poco intimidada tras la mirada de su dueña.
- Perfecto, de momento no voy a ascender a ninguno de vosotros a capataz mientras cuente con la ayuda de la sumisa de Sara- dijo señalando a Carmen- pero cuando se marche subiré a alguna de vosotras así que procurad hacer méritos.
- Sí Ama Sonia- dijeron todas a la vez.
Sonia sonriente se acercó a Sara y se dirigió a la salida seguidas del pobre Ramón al que era evidente que le comenzaban a fallar las fuerzas debido a tanto dolor. Carmen se había quedado impresionada, nunca había visto a nadie recibir un castigo tan severo y como solía pasarla cuando veía algo así se imaginaba a ella en el lugar del castigado, estaba convencida de que de haber recibido ella semejante correctivo se habría desmallado antes de llegar a pedir disculpas a su Ama.
Por suerte para ella los instintos sádicos de su Ama aún no los había visto y deseaba con toda su alma no conocerlos nunca.
Continuará…
Agradeceré comentarios y sugerencias.