La decisión de Carmen 4

Carmen es llevada por su Ama Sara a su primera fiesta sado, donde contemplará un espectáculo que la dejará impactada

El teléfono móvil de Carmen comenzó a sonar una y otra vez. Emitía una canción que últimamente no paraba de sonar por la radio. Sara que era la que estaba más cerca del aparato decidió cogerlo por su sumisa, que estaba ocupada usando su lengua entre sus piernas.

-          Dígame- dijo la mujer mientras descolgaba.

-          ¿Quién es usted?- preguntó la voz de la madre de la sumisa al otro lado del teléfono.

-          Soy Sara, la jefa de Carmen- se presentó- ella no está ahora ha salido a hacer unos recados, pero al ver que era su madre he preferido cogérselo para que no se preocupe.

-          Es un placer conocerla, Carmen habla muy bien de usted- dijo la mujer. Sara sonrió y agarró el pelo de su sumisa para hundir su rostro en su sexo.

-          ¿De verdad? Me alegro mucho- dijo el Ama- Carmen es una gran chica y muy aplicada, no se puede imaginar lo mucho que me está ayudando.- comentó mientras la lengua de la sumisa pasaba una y otra vez sobre el clítoris de la Dominante.

-          Solo la llamaba para ver si Carmen podía venir a cenar esta noche a casa- dijo la madre de Carmen.

-          Lo lamento mucho, pero eso va a ser imposible, esta misma noche tenernos que coger un vuelo a Barcelona, pero estaremos de vuelta pasado mañana- mintió Sara, aquella era la noche de la fiesta sado en casa de Eliana.

-          Bueno, no pasa nada- dijo la mujer un tanto desilusionada.

-          Le diré a Carmen que la llame tan pronto como termine- dijo el Ama.

-          Muchas gracias y cuídela bien por favor.

-          Descuide, la cuidaré muy bien- dijo Sara antes de colgar- Era tu madre, sumisita, así que en cuanto termines de hacerme correr llámala para que no se preocupe.

-          Sí mi Ama- dijo la sumisa metiendo su lengua todo lo profundo que podía y moviendo su rostro lentamente para que el rozamiento de su cara con el clítoris de su Ama la excitase.

Después de unos minutos de continuos lametones sobre el sexo de Sara la mujer acabó por empapar la cara de su sumisa por completo. Carmen había acabado por acostumbrarse a aquella práctica que a su Ama la gustaba tanto, y ya no necesitaba que fuese Sara la que apretase su cara contra su delicioso sexo, Carmen procuraba restregar bien su rostro contra él, para disfrute de su Señora.

-          Muy bien mi putita, ahora ve a lavarte- le ordenó Sara al ver el rostro de su esclava.

Su Ama llevaba ya unos días llamándola esa clase de cosas (putita, zorrita, esclava, comecoños…). A Carmen la chocó el primer día, pero después de eso lo aceptó e incluso comenzaba a gustarla sin comprender el porque. Pese a aquel nuevo trato dialéctico la sumisa sentía las mismas muestras de cariño por parte de su Señora, que no la maltrataba ni físicamente ni psicológicamente sin un motivo justificado.

Sara llevaba unos días ya empleando aquella actitud para que no se sorprendiese en exceso cuando viese el trato que dispensaban a sus sumisos y sumisas algunos de  los Dominantes que encontraría en la fiesta aquella misma noche. También se había encargado de iniciar en el dolor de un modo bastante leve a su sumisa, pinzando sus pezones, azotándola con diferentes látigos y fustas las partes más sensibles de su cuerpo, algunas humillaciones como obligarla durante unas horas a comportarse como una perra (obligándola a ladrar, ir a cuatro patas, mendigar comida a su Ama…)

-          Esclava, ven a vestirme- ordenó la mujer a voz en grito, haciendo que la sumisa llegase a la habitación de su Ama, donde estaba totalmente desnuda esperándola.

La sumisa ayudó a su Dómina a ponerse su vestido, un vestido negro de seda, tan provocativo como elegante, ya que dejaba toda su espalda al descubierto y sus senos eran cubiertos tan solo por un par de tiras de tela.

-          Está usted preciosa Ama- dijo la sumisa maravillada mientras arrodillada la ponía unos zapatos de tacones largos y finos a su Dueña.

-          Gracias sumisa, ahora ve a vestirte, tienes 5 minutos de lo contrario te castigaré- dijo la mujer y Carmen se levantó y salió corriendo para su cuarto.

Cogió del armario un vestido verde oscuro y se lo puso sin tiempo para decidir cual la sentaba mejor. Una vez se lo vio puesto en el espejo se sintió complacida era justo como su Ama la había ordenado que fuese, un vestido poco escotado y que no llamase la atención de los Amos y Amas de la fiesta.

-          Estoy lista Ama- dijo la Carmen cuando regresó a presencia de Sara.

-          Pues coge esa maleta y vámonos- ordenó la mujer y la chica obedeció, agarrando por el asa el maletín negro que había junto a la puerta.

A Carmen aquella maleta apenas la costó llevarla hasta el coche de su Señora, un precioso mercedes negro deportivo. La metió con cuidado en el maletero del vehículo y a continuación se sentó en el asiento del copiloto.

Durante el trayecto casi no hablaron, ya estaba todo dicho, su Ama se había encargado de pulir a su sumisa hasta convertirla en una esclava perfectamente educada que no la pusiese en evidencia ante sus amigos dominantes. Ya la había asegurado que si la hacía quedar mal delante de sus amigos sería automáticamente despedida, con lo que Carmen había puesto todo su interés en el adiestramiento.

La sumisa se quedó impresionada al ver la increíble casa con la que contaba Eliana, había imaginado que viviría en un piso, al igual que su Ama, pero parecía que aquella mujer estaba aún mejor económicamente que Sara. El chalet ante el que la conductora aparcó era una casa de dos plantas, vallada con unas altas verjas negras con pinchos en el final y un verde césped rodeando la vivienda.

Carmen lo primero que hizo fue sacar el maletín que había guardado en el coche y ponerse al lado de su Ama, muy cerca de ella. Su Ama había insistido en aquello, en un principio no debería de separarse de ella. Y así lo hizo hasta que llegaron a la puerta.

-          Buenas noches Señora Sara- dijo Samuel que al parecer era en encargado de recibir a las visitas.

-          Hola Samuel- lo saludó la mujer entregándole su mano para que la besase- ¿La habitación que me gusta está libre?- preguntó y el sumiso asintió con la cabeza nervioso.

-          Sí Señora Sara, Ama Eliana me dijo que se la guardase a usted- dijo el sumiso cediéndola el paso para que pasase junto a su sumisa al interior de la casa.

Carmen dio una rápida mirada a la sala en la acababa de entrar, una docena de personas la ocupaban, la sumisa fue capaz de diferenciar sin problemas a los Dominantes de los sumisos, pero no pudo tratar de reconocer a nadie porque su Ama pasó rápidamente por la sala hasta alcanzar unas escaleras que llevaban al piso de arriba.

-          No puedo dejar que te vean aún- dijo la mujer mientras las dos entraban en una habitación con una cama, una mesilla de noche, un gran armario y una enorme ventana abierta por la que se podía ver la parte de atras de la casa, que contaba con un jardín de importantes proporciones-  tengo que ponerte presentable. Comienza por desnudarte.

La sumisa obediente se quitó toda la ropa que llevaba y su Ama abrió el maletín que la sumisa había dejado sobre la cama. Una vez lo abrió, Carmen pudo ver lo que había en su interior, un collar, una correa, muñequeras y tobilleras con argollas…

Sara puso a su sumisa el collar de perro de color rosa, con una plaquita plateada en la que ponía “Carmen perra de Sara”, a continuación la colocó gruesas muñequeras y tobilleras de cuero negro, que no tenían un solo enganche como a Carmen la había parecido en un momento, sino varios. La sumisa no sabía para que la ponía aquello, pero por alguna razón prefirió no hacer preguntas y callar, deseando que no la pusiese más artilugios, pero no fue así. A lo anteriormente nombrado la mujer la colocó un par de pinzas en los pezones, dos pinzas metálicas a las que se les podía regular la presión y que estaban unidas por una cadena. Por suerte su Ama se apiadó de ella y no apretó con demasiado fuerza las pinzas, lo justo como para que se pudiese tirar un poco de ellas sin soltarlas.

-          Para finalizar toma esto- dijo la mujer tendiéndola una careta a su esclava- no quiero que por alguna casualidad te encuentres con alguien conocido y te pueda descubrir, pero en cuanto compruebes que ahí abajo no conoces a nadie te la quitas.

-          Sí mi Ama, muchas gracias- dijo la chica cogiendo la careta y besándola la mano, la gustaba la manera en que su Ama la protegía normalmente y se sentía afortunada.

Carmen y su Ama bajaron las escaleras, la sumisa detrás de su Dómina. El corazón latiéndola a mil por hora, estaba a punto de presentarse desnuda delante de un montón de personas que seguramente no dudarían en sobar su cuerpo, y según ordenes de su Ama debía de mostrarse lo más accesible posible.

-          ¿Conoces a alguien, perra?- preguntó el Ama después de un par de minutos de su sumisa examinando.

-          No Ama Sara- dijo la sumisa entregando la careta,

-          Muy bien esclava, entonces ponte a cuatro patas- la ordenó mientras dejaba a careta sobre una mesa- así estarás salvo que te dé otra orden.

Carmen sin dudarlo apoyó sus rodillas y sus palmas de la mano en el suelo y comenzó a seguir a su Ama muy de cerca. Por suerte el salón no era demasiado grande y pararon después de una docena de pasos, aunque en ese tiempo la sumisa notó una mano que acaricio su espalda y un ligero azote en su trasero.

La sumisa no levantó la vista cuando su Ama tomó asiento en uno de los sofás individuales, ella sencillamente se colocó muy cerca de Sara. Su soledad no duró mucho ya que en pocos minutos un par de mujeres, una con un esclavo y otra con una esclava se acercaron a ellas.

Una de ellas era Ama Eliana, no la reconoció por verla, ya que si no tenía permiso, como era el caso, lo más alto que podía mirar a un dominante era su cintura. Reconoció a la anfitriona de la fiesta por su voz, pero la sorprendió ver que  el esclavo que llevaba no era Samuel, sino un chico alto, de piel clara, pelo muy corto y rubio y pese a estar a cuatro patas como ella notó que era altísimo, seguramente rondaría los 2 metros. Pero Carmen a lo que no pudo retirar la mirada hasta pasados unos segundos fue a su pene, que estaba encerrado en un tubo de metal algo mas grande y grueso que una barra de labios y debía de llevar algún tiempo así, porque la sumisa se quedó impactada el ver la diversidad de tonos morados y azules claros que teñían sus genitales, pero una voz imperativa femenina la hizo levantar la cabeza.

-          Alza la cabeza esclava, quiero verte bien la cara- dijo la segunda mujer Dominante y Carmen obedeció.

Los ojos de Carmen se cruzaron con los de la otra Ama, una mirada fría y segura de si misma. Era una mujer de cabellos rubios y largos, piel clara y a juzgar por su aspecto había pasado sobradamente los 40 años, lo que no la quitaba ni una pizca de su atractivo, su figura estaba muy bien modelada y sus senos, no demasiado grandes no estaban para nada caídos.

-          ¿Cual es tu nombre, esclava?- preguntó sin retirar la vista de los ojos de la sumisa.

-          Me llamo Carmen Señora, soy sumisa de Ama Sara- se presentó.

-          Yo me llamo Sandra y esta es mi perra Fátima- dijo dando una patada en el costado a la sumisa que estaba junto a ella, que aparentaba algo mas de 30 años.

-          Es un honor para mí conocerla Señora Sandra- dijo la sumisa dócilmente.

-          Perra, saluda a tu nueva amiga- dijo dirigiéndose a Fátima, la esclava que casi sin darse cuenta se había acercado a Carmen gateando.

Carmen tardó un par de segundos en sentir los labios de Fátima sobre los suyos, tenía unos labios carnosos y una piel bastante suave. El beso se alargó durante unos pocos segundos, hasta que Sandra tiró del pelo de su esclava con violencia haciéndola caer a sus pies de nuevo.

-          ¡Perra te dije que la saludases, no que te la tirases!- le dijo elevando el tono de voz.

-          Lo siento Ama Sandra- dijo la sumisa arrodillándose y alzando un poco la cabeza hacia su señora, para que viese lo arrepentida que estaba, pero su Ama sin piedad la cruzó la cara de una bofetada.

-          No quiero disculpas, estúpida puta, quiero que hagas las cosas bien- dijo y Carmen se quedó impactada al ver la espalda y el culo de la sumisa, estaban totalmente marcados por líneas rojas y alguna que otra herida, como si hubiese sido fustigada recientemente.

A la sumisa la sorprendió especialmente su estado, porque cuando la había visto de frente nada la había hecho imaginar que la parte trasera de su cuerpo estuviese tan maltratada, por delante tenía la piel bastante clara, unos pechos no demasiado grandes un poco caídos un evidente aunque ligero sobrepeso y lo que más la llamó la atención un sexo que no estaba depilado.

-          Vamos, vamos- intervino Sara para calmar un poco a su amiga- los labios de Carmen son realmente adictivos, se un poco más comprensiva Sandra-  comentó sonriendo.

-          ¿Me dejas probarla?- le preguntó Ama Sandra a Sara, ante lo que la mujer sonrió.

-           Eso ni se pregunta, sírvete tú misma- la indicó y Carmen rápidamente gateando se acercó hasta Ama Sandra.

La mujer agarró con fuerza la barbilla de la muchacha de un pellizco, pero Carmen no hizo gesto de dolor alguno, sabía del gusto de algunas Amas de causar dolor a las sumisas solo por placer, pero también sabía que normalmente si se aguantaba un poco lo dejaban. La Dómina hizo levantar la cabeza a Carmen hasta quedar a su altura. La mujer se acercó lentamente a la sumisa y esta abrió la boca un poco para recibir la lengua de la madura Dominatriz, no hizo ningún movimiento hasta que sintió su lengua dentro de la boca y una vez dentro tan solo intentó dejarse hacer sin tomar la iniciativa absolutamente en nada. Como despedida después del baile de lenguas la mujer mordió el labio inferior de la chica hasta que Carmen gimió un poco.

-          Está bastante rica, tiene una boca muy sensual- comentó visiblemente contenta.

-          ¡Yo también, yo también quiero probarla!- intervino Ama Eliana imitando a una niña pequeña, Carmen gateando se aproximó hasta ella.

La sumisa se acercó alagada, sin duda de las tres Amas que estaban reunidas Ama Eliana era la más joven y bonita, Carmen estaba segura de que aquella mujer podría tener a cualquier hombre que desease, y posiblemente a casi cualquier mujer.

-          Ven aquí perrita- dijo al igual que Sandra un instante antes- déjame que te pruebe.

Los labio de Eliana se pegaron a son suyos y en breve sintió su lengua enredándose con la suya y un delicioso sabor a fresa que provenía de la boca del Ama, la sumisa no pudo evitar cerrar lo ojos al sentir semejante placer.

-          Te la cambio- dijo Eliana cuando sus labios se separaron, mirando directamente a Sara y sonriendo ampliamente.

-          No la cambio- dijo la mujer automáticamente.

-          Venga Sara, no seas así- le pidió la mujer- al menos me la dejarás esta noche un rato para que la disfrute.

-          Vale, pero antes tendremos que hablar sobre lo que le puedes y lo que no le puedes hacer- dijo la mujer acariciando la cabeza de Carmen como si fuese una perrita-  a esta sumisa aún le quedan muchas cosas que estrenar y quiero hacerlo yo todo.

-          ¡Que egoísta!- dijo la anfitriona de la fiesta haciéndose la ofendida.

Carmen tuvo que permanecer quieta sobre sus rodillas lo que a la chica le parecieron horas, su Ama, lo único que hacía allí era charlar con sus dos amigas, hablando sobre cosas sobre su vida, tanto profesional como personal, pero no hacían absolutamente nada con sus sumisos, lo que a la muchacha la comenzaba a extrañar. En la cabeza se había hecho la idea de que aquella noche sufriría alguna clase de humillación o castigo que ampliarían sus horizontes como esclava. Pero la monotonía se rompió de repente cuando un sumiso al que Carmen conocía apareció en escena.

Era Samuel, por los visto su función en el recibidor había terminado. En aquel momento  estaba totalmente desnudo, salvo al igual que David, por el cinturón de castidad en el que estaba apresando su miembro. Carmen no pudo evitar mirarlo, estaba más musculado de lo que había imaginado y a la joven la resultaba bastante atractivo, de todos modos tan solo le dedicó una rápida mirada, no quería tener problemas o causárselos a Samuel si algún Ama o Amo la pillaba mirando demasiado a alguno de los otros sumisos.

-          Ama Eliana, el espectáculo está listo- informó en voz baja, lo que a la Dominante la hizo sonreír.

-          ¿Nos has preparado un espectáculo?- preguntó Sara encantada, con una sonrisa de oreja a oreja- los espectáculos de Eliana son realmente buenos- comentó la mujer a su sumisa.

-          Sí id saliendo al jardín, ya está todo preparado- informó la mujer mientras se levantaba para ir a informar al resto de sus invitados.

Sara, curiosa por ver lo que su amiga había preparado para deleitarlos aquella noche, enganchó la correa al collar de Carmen y tiró de ella enérgicamente para que la siguiese lo antes posible.

El jardín trasero de Ama Eliana era de una elegancia exquisita, estaba rodeado de setos cortados con formas poligonales, y toda la valla metálicas que lo separaba de los chalets vecinos estaba cubierta por flores de colores vivos. El resto era una explanada de césped con un pequeño camino de piedra que la llevaba hasta la puerta trasera. Lo único que a Carmen la intrigaba era el qué era lo que había bajo una sábana en medio del jardín, fuese lo que fuese intuía que era el entretenimiento de aquella noche.

En menos de cinco minutos el jardín se llenó de gente, pero ninguno de los invitados se acercó al extraño bulto que ante ellos se hallaba. Ni Dominantes ni sumisos se atrevían a pisar el cuidado césped de su anfitriona.

-          ¡Dejen paso!- pidió la voz jovial de Eliana que era seguida de sus dos sumisos, ambos a cuatro patas y colgando sobre sus espaldas una alforjas. – Buenas noches a todos- saludó la mujer mientras miraba a sus invitados- aquí viene el plato fuerte de la noche- dijo tirando de la sábana y mostrando lo que ocultaba.

De rodillas junto a Eliana pareció una mujer de piel morena, pelo largo y castaño bastante gordita y de unos 35 años. Observó la figura arrodillada tratando de agudizar la vista lo más que pudo y se dio cuenta de que la mujer llevaba al igual que ella y todos los sumisos con un collar de perro, pero la diferencia significativa era su cadena, sin duda tenía más de 3 metros de gruesa cadena uniéndola a una piqueta que estaba clavada en el suelo.

-          Esta sumisa nadie la conoce ¿verdad?- preguntó al grupo- es normal, la adopté hace tan solo un par de semanas, pero en ese par de semanas ya me ha desobedecido- informó a todos sus invitados, pudiéndose escuchar algunos murmullos de desaprobación- Sin duda si no hubiese celebrado esta fiesta esta noche la habría echado nada más me desobedeció, pero como soy una mujer de recursos he decidido aprovecharla- algunas risitas entre los dominantes se escucharon-. Por favor, acercaros y hacer un semicírculo, no os preocupéis por el césped, mañana Samuel y David se ocuparan de arreglarlo.

Todos los Dominantes y sumisos avanzaron con rapidez, Sara ocupándose de coger una buena plaza para ella y su sumisa. Carmen pudo contemplar a algunos dominantes como usaban a sus sumisos como asientos, cosa que Sara no hizo con su esclava.

-          Erika, ¿tú quieres seguir siendo mi esclava?- le preguntó la mujer a la sumisa.

-          Sí Ama Eliana, lamento mucho haber desobedecido sus órdenes- dijo la mujer al momento, el tono de su voz sonaba desesperado.

-          Es un comienzo, pero no es suficiente. Ponte en pie y muéstrate ante nuestros invitados- ordenó y la sumisa se levantó rápidamente, era un poco más alta que su Ama-. Desde este momento todos los límites anteriormente pactados desaparecen, eres mía enteramente ¿estás de acuerdo, perra?- dijo la mujer.

-          Sí Ama Eliana- dijo en voz bien alta después de que Carmen leyese un destello de duda en su mirada.

-          Muy bien perra, entonces el trato es el siguiente, yo te concedo una segunda oportunidad, pero para lograrla tienes que aguantar la noche entera sin decir tu palabra de seguridad, si la dices se acaba todo esta noche- le dijo mientras rebuscaba en las alforjas que llevaba David.

-          Acepto Ama Eliana, pero por favor, no me deje.

-          Muy bien, entonces comenzaré yo y luego te prestaré a mis amigos- dijo mientras se colocaba unos guantes. – ¡Las manos detrás de la cabeza puta vaca!- ordenó y la sumisa las colocó en esa posición, mostrando sus grandes pechos morenos, adornados con grandes pezones marrones.

Ama Eliana se acercó sigilosa a su presa por la espalda de la sumisa, y sin previo aviso comenzó a sobar los senos de la mujer. La mujer tan solo tardó unos segundos en comenzar a gritar de dolor, pero ni aun así separó las manos de su cabeza. Carmen alarmada trató de ver que era lo que tenían aquellos guantes para causarla tanto dolor, pero no vio nada.

-          ¡Ahora separa tus patas!- ordenó la mujer cuando estuvo satisfecha con los senos de su sumisa.

-          No Ama por favor ahí no- pidió la mujer con la voz un poco entrecortada.

-          No quiero que digas nada más si no es tu palabra de seguridad- le dijo mientras la sumisa comenzaba a separar las piernas temblorosa.

El grito que la mujer profirió cuando sintió los guantes del Ama en su sexo fue estremecedor. Carmen vio la amplia sonrisa de la Dominante y el como Eliana al ver el sufrimiento de su sumisa lo pasó lentamente desde el sexo de la esclava, hasta el culo. Los gritos de la esclava se escuchaban nítidamente por todo el jardín.

Carmen después de ver aquel espectáculo por unos minutos comenzó a observar los rostros de los demás sumisos y dominantes, había de todo; su Ama Sara miraba interesada el espectáculo, algunos sumisos lo observaban un tanto asustados seguramente temiendo ser ellos algún otro día el centro de atención, gesto que contrastaba con los dominantes que sonreían deseosos de que llegase su turno.

Eliana finalmente separó el guante de la zona intima de la mujer, con lo que la sumisa después de unos segundos dejó de gritar. El Ama soltó un par de hojas verdes que tiró al suelo, donde Carmen pudo reconocerlas, eran ortigas. Carmen se pasó las manos por las zonas que Ama Eliana había recorrido el cuerpo de la sumisa, solo imaginarlo la asustaba, de niña accidentalmente había cogido una ortiga con la mano, y aún se acordaba de lo mal que lo había pasado, estaba segura de que si la pasasen esa clase de hojas por partes del cuerpo tan sensibles habría gritado su palabra de seguridad al sentir el contacto.

La sumisa permaneció en el suelo a cuatro patas durante el tiempo que Eliana cogió el segundo instrumento de tortura, un látigo de mano de unos 60 centímetros, con más de 20 colas de cuero que se movían amenazantes.

-          Ofréceme tus tetas esclava- ordenó la mujer sin una pizca de compasión en su voz.

La sumisa despacio y temerosa agarró sus senos por debajo y los levantó lentamente, Carmen estaba segura de que aquel sencillo movimiento causaba dolor a la esclava. Pero no tuvo tiempo de estar pendiente de eso ya que sin previo aviso Ama Eliana descargó un fuerte latigazo sobre uno de los senos de la mujer, que la hizo gritar de dolor.

-          Ese no cuenta- dijo la mujer- solo contarán lo que cuentes después de recibirlos.

-          Sí Ama Eliana, lo siento mucho- dijo la sumisa sin poder contener las lágrimas.

Carmen observó la tanda que Ama Eliana impartió a su sumisa, que gritaba cada vez con más energía los golpes que recibía. Después de azotarla los senos 20 veces seguidas la obligó a separar las piernas y la esclava sin dudarlo obedeció.

Aquello aparte de tortura física fue también psicológica, ya que el Ama, en más de una ocasión amagó antes de fustigar con violencia el sexo de la mujer. Cuando llevaba 10 golpes seguidos la esclava cayó de rodillas gritando de dolor, ante lo que Ama Eliana agarró de la cadena que tenía enganchada al collar, levantándola con violencia, mirándola fijamente a la cara y diciéndola que como se cayese una sola vez más empezaría desde el principio. La sumisa asustada se disculpó y volvió a su posición sin volver a caer de nuevo al césped hasta que su Ama le dio los 20 latigazos en su coño.

-          Bueno queridos, desde ahora es toda vuestras- dijo tirando el látigo dentro de una de las alforjas de sus sumiso- podéis ir viniendo a usarla como os plazca durante toda la noche. No hace falta que vengáis todos a la vez- les dijo al ver como media docena de Amos y Amas se aproximaban.- Estoy seca- le comentó a Sara, estaba sudando un poco.- ¿Nos tomamos una copa y hablamos un rato Sara?- le preguntó y a su interlocutora asintió sonriente, al parecer había disfrutado del espectáculo.

-          Si no estás cómoda viendo esto ve a donde estábamos sentadas, luego iré a buscarte- le dijo  Ama Sara con dulzura a su sumisa, asintió agradecida y comenzó a gatear al salón.

Carmen se arrodilló junto al sofá sobre el que minutos antes había estado sentada su Ama, antes de que su mente se viese alterada después de ver el espectáculo que Ama Eliana les había ofrecido. Ver sufrir a aquella sumisa tan salvajemente había creado un miedo en el interior de la sumisa ¿Y si su Ama un día la llevaba hasta ese extremo? ¿Sería ella capaz de aguantar todo aquello a cambio de lo que Sara la ofrecía? El cerebro de Carmen analizaba todo lo sucedido con celeridad, hasta que una mano helada se colocó sobre su espalda desnuda.

-          Sara me ha dado permiso para usarte- dijo la voz de Eliana mientras enganchaba una correa al collar de la joven. Carmen miró en dirección a su Ama, pero no la encontró- Tu palabra de seguridad es plátano- informó al ver las dudas de la sumisa.

Sin duda su Ama estaba al corriente de aquello, solo ella y Sara conocían la palabra de seguridad que tenían durante aquella fiesta. Si la pronunciaba en algún momento de la noche su Ama la había garantizado que se marcharían, pero que también recibiría un castigo si lo hacía demasiado pronto.

Carmen tratando de disimular el nerviosismo que la causaba tener que servir a Ama Eliana agachó la cabeza y comenzó a seguir los pies de la dominante tan cerca como podía.

Continuara…

Agradeceré comentarios y sugerencias