La decisión de Carmen 3
Carmen espera ansiosa su primer orgasmo proporcionado por su Ama, pese a saber que el dolor no estará ausente...
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Tal y como Ama Eliana le dijo antes de salir del baño se encargó de llevarla hasta su casa en el coche de Samuel. Carmen se despidió de la dominante dándola un beso en la mano que esta le ofreció antes de salir del vehículo.
- Espero que nos veamos muy pronto Carmen- le dijo con una sonrisa impecable.
- Igualmente, Señora ha sido un placer conocerla- respondió la sumisa tratando de parecer jovial e ignorando el dolor que poco a poco se hacía más punzante en el pecho que llevaba pinzado.
Carmen observó el coche alejarse rápidamente y comenzó a caminar hacia la casa de su Ama. No tuvo necesidad de abrir la puerta del portal ya que el portero al verla acercarse se encargó de flanquearla el paso y saludarla con educación. Carmen le devolvió el saludo, pero no fingió la alegría de unos instantes con la amiga de su Ama.
Lo primero que hizo al entrar en la vivienda fue quitarse los zapatos, eran unos zapatos con más tacón del que estaba acostumbrada y la dolían los pies, Carmen no había contado con el tiempo extra de la invitación de comer de Ama Eliana antes de salir de casa. Después de eso fue a la habitación de su dómina y colocó con mimo en el centro de la cama el látigo de cuero negro que había comprado para aquella noche. Una vez lo dejó miro el reloj de la mesilla, aún quedaban más de tres horas para que su Ama regresase y no tenía ninguna tarea por delante.
Aquello no supuso un problema para la muchacha que se dirigió al salón a ver la tele y tratar de desconectar, no echaban nada que mereciese la pena así que la dejó en un canal que emitía una comedia romántica. La sumisa trató de centrarse en el argumento con la esperanza de abstraerse de los dos dolores que la acosaban: el de sus pies y el de su pezón.
Después de ver que el argumento de la película era insulso comenzó a tratarse el único dolor para el que tenía permiso, el de los pies. Sin perder un momento apoyó su pie derecho sobre el muslo izquierdo y comenzó a masajearlo con dulzura, hundiendo cada vez un poco más sus pulgares sobre la planta del pie. Casi sin darse cuenta estaba gimiendo de placer. Cambió de pie un par de veces hasta que finalmente quedó del todo relajada.
Pero la sensación de bienestar comenzó a diluirse poco a poco, a cada movimiento que hacía, su sujetador rozaba con la pinza que llevaba en su pezón y aquello hacía sufrir a la chica cada ver más. Carmen interesada por el estado de su pezón se quitó el vestido y luego el sujetador quedando vestida tan solo con sus braguitas blancas.
Carmen agarró su pecho por la base para verlo mejor, no quería tocar la pinza directamente, su pezón estaba demasiado irritado y con solo tocarlo sería suficiente para producirla aún más dolor. La zona donde estaba la pinza estaba adquiriendo un tono rosa oscuro, que la sumisa estaba segura que seguiría oscureciéndose mientras la pinza estuviese allí. Por su mente pasó por un instante la idea de quitársela y ponérsela de nuevo, pero eliminó aquel pensamiento de su cabeza de un plumazo.
Le daba miedo desobedecer a aquella mujer, Carmen aquel día había conocido una faceta amable de Ama Eliana, pero también había podido vislumbrar su personalidad sádica, durante la comida con el trato que le daba a Samuel para hacerle sufrir, y después en el baño cuando la dijo que si por ella fuese la pondría la pinza de un modo que le se asegurase que no pudiese quitársela ella misma, de manera más dolorosa. Eso último había sido lo que había impactado a Carmen y por lo que no quería desobedecer, le daba miedo pensar como lo haría la próxima vez si aquella vez no cumplía adecuadamente.
Después de unos minutos soplando su pezón con ternura se dio cuenta de que el dolor iba remitiendo, no por el soplido, sino porque la pinza y la pesa ya no rozaban con nada, con lo que tomó la iniciativa de quedar así hasta que regresase su Ama.
Después de aquel descubrimiento la tarde se la hizo mucho más llevadera físicamente, el pezón ya no la dolía tanto y el dolor de pies era tan solo un recuerdo, pero el alejar el dolor de su cuerpo la había servido para devolver a su cabeza las dudas sobre el orgasmo que su Ama la había prometido y que la daría esa misma noche, sabía que iba a ser algo muy diferente a todo lo que había sentido hasta entonces.
Carmen miraba al reloj del salón una y otra vez, estaba deseando que su Ama regresase, para recibirla, se había puesto una falda negra y seguía en toples, había pensado en ponerle un top y dejarse los pechos por encima, pero desechó la idea, no quería sufrir más dolor a causa de tocar accidentalmente la pinza.
La sumisa comenzó a preocuparse cuando después de las 7, su Ama no había aparecido, acostumbraba a ser muy puntual y por ese motivo Carmen solía rondar por la puerta para recibirla de rodillas a su llegada, aquello no era una exigencia de su Ama sencillamente lo había dejado caer, pero la sumisa que deseaba tenerla lo más contenta que pudiese se lo había tomado como una norma.
Carmen escuchó la puerta de la casa cuando la sumisa tenía el móvil entre las manos, llevaba unos minutos pensando si mandarla un mensaje a su Ama o no hacerlo. Carmen corrió rápidamente descalza y se puso de rodillas de golpe, con la cabeza, gacha, pero comenzó a enrojecer cuando vio que no solo los pies de su Ama habían entrado junto a los zapatos de tacón de su Ama había otro par. Unos zapatos de caballero negros y un pantalón del mismo color, Carmen no se atrevió a alzar la cabeza, estaba roja de vergüenza.
- No te azores sumisita, a todo al que invito a esta casa está al corriente de lo que aquí sucede, así que no perdamos las buenas costumbre- dijo Ama Sara con un tono jovial.
- Buenas tardes Ama, Sara, espero que haya pasado un buen día- dijo rápidamente sin alzar la cabeza, aún se sentía demasiado avergonzada.
- Arriba esa cabeza Carmen, no seas vergonzosa, además este hombre es casi un conocido para ti, es el Amo de Mónica.
La sumisa levantó la cabeza despacio, el invitado de su Ama era un hombre alto, de piel clara, pelo corto, medio temido de rubio y de punta, demasiado moderno para un hombre como aquel que debía de estar cerca de los 40 años si no los había rebasado ya. A parte de eso vestía un traje elegante color negro y una corbata oscura.
- Buenas tardes a usted también Señor- dijo la sumisa aún de rodillas pero ya mirando al hombre a los ojos.
- Me llamo Carlos, aunque para ti soy Señor Carlos- dijo de modo dominante, con lo que Carmen se intimidó un poco.
- Sí Señor Carlos- dijo la sumisa estando casi convencida de que no olvidaría ese nombre.
- Vamos Carlos no seas así que me la vas a asustar- comentó Sara sonriendo- ¿por cierto que es eso que te cuelga del pecho, sumisa?- Carmen con aquella inesperada visita había olvidado la curiosa invitación de Ama Eliana.
- He comido con Ama Eliana y su sumiso después de estar en el sex-shop, ella me dio esto para usted Ama Sara- dijo la chica levantándose para que la mujer pudiese acceder al seno de la joven.
Carmen sintió las cálidas manos de su Ama por su pecho derecho, donde estaba colocada la pinza, se lo agarró por debajo y lo levantó un poco, haciendo que el peso se balancease un par de veces antes de que la mujer se decidiese a retirar la pinza. Una vez la quitó Carmen sintió un gran alivio, en su pezón se veía perfectamente la marca de presión que había dejado aquel artefacto. Pero las horas de dolor que había estado sintiendo desde que Ama Eliana se la había puesto hasta que su Ama se la retiró, las olvidó cuando Sara pasó su lengua por el dolorido pezón de Carmen. La sumisa reprimió el gemido, pero sintió que solo por eso había merecido la pena pasar toda la tarde con el pezón pinzado. Sara retiró su lengua del seno de la chica y acercó sus labios a los de su sumisa, la chica no se movió, no podía besar a su Ama si no era ella la que iniciaba el beso. Carmen comenzó a abrir la boca despacio para que su Ama metiese la lengua dentro, pero la mujer tan solo la pasó por sus labios y luego la mordió el lóbulo de la oreja.
- Resérvate para esta noche perrita- la susurró- ahora llévanos una bebidas al salón mientras veo de que se trata- dijo la mujer.
- Tomaré un whisky con limón, esclava- le dijo el hombre justo cuando pasó junto a ella.
- Sí Señor Carlos- respondió tratando de disimular la intimidación que la había producido aquel Amo, era muy diferente a las dos Amas que había conocido hasta el momento, parecía mucho más severo.
Carmen caminó rápido hacía el salón con una bandeja en la que llevaba las bebidas para los dominantes, no quería demorarse ni un momento en su tarea, aquel severo Amo no parecía demasiado comprensivo y no quería que acusase de su Ama de no tratarla con la suficiente dureza. Por suerte cuando entró y colocó las bebidas sobre la mesa el hombre no hizo ningún comentario.
- ¿Alguna cosa más Ama Sara?- preguntó la sumisa dócilmente.
- No sumisa ahora estoy bien, pero Carlos me ha comentado que le dolían un poco los pies, anda y hazle un masaje- la dijo sorprendiendo a Carmen, hasta el momento solo había servido a su Ama, pero no dudó en acercarse al hombre arrodillarse a sus pies.
- ¿Me permite que le de un masaje de pies, Señor Carlos?- preguntó dócilmente.
- Adelante esclava, pero hazlo bien o pediré a tu Ama que te castigue- dijo en tono duro.
- Sí Señor Carlos- dijo la sumisa centrando ya toda su atención en los pies del dominante.
Lo primero que Carmen hizo fue descalzar al hombre, apartando sus zapatos y calcetines. Tenía unos pies grandes, perfectamente proporcionados y acabados en unas uñas muy cuidadas. La sumisa comenzó a darle un masaje similar al que acostumbraba a dar a Sara, agarrando el pie con las dos manos y hundiendo sus pulgares en la planta con cada vez más intensidad.
- ¿Te gusta como lo hace, Carlos?- le preguntó Sara que estaba cómodamente sentada en su sillón, mientras comenzaba a manipular la pesa que hasta hacía solo unos instantes colgaba del pezón de Carmen.
- No está mal- respondió el hombre- aunque sería perfecto si tuviese una fusta para ir animándola un poco.- Carmen al oír aquello tembló un poco y rezó para que su Ama no lo permitiese. Sara rió.
- Ella es diferente a tu esclava- comentó la mujer mientras comenzaba a desenroscar la parte de debajo de la pesa- Carmen es una sumisa novata y voy a ir a introduciéndola en el dolor poco a poco- informó mientras sacaba un pequeño papel de la pesa.
- La fiesta es el día 18 en su casa- dijo Carlos con su voz ronca- mi perra me trajo la invitación la semana pasada, pero ella me la trajo grapada a un pezón- comentó y soltó una carcajada.
Carmen al oír aquello quedó paralizada de miedo, aquel hombre se reía de que a su sumisa la había atravesado un pezón con una grapa, Carmen estaba convencida de que si a ella la hiciesen eso el grito se oiría en las ciudades vecinas.
Pese al terror que la producía la imagen mental de su delicado pezón rosado travesado por grapas, la sumisa decidió seguir sobando el pie que tenía entre sus manos, antes de que el sádico hombre optase por hacer un comentario negativo sobre el masaje que estaba recibiendo.
- ¿Te veré allí entonces?- preguntó el hombre, a Sara que parecía dudar.
- Aún no estoy segura- respondió- solo quedan 10 días y no sé si tengo a mi perrita lo suficientemente adiestrada.
- En diez días te la tendría perfectamente adiestrada para la fiesta- sugirió el hombre que dejó a Carmen de nuevo helada. La sumisa no movió la cabeza hasta que escucho un sonido que su Ama producía con la boca cerrada cuando estaba pensado. Carmen giró la cabeza rápidamente y la miró suplicante, mirada que su Ama percibió al momento. Para soltar al final una carcajada.
- Estás riquísima con esa carita mi sumisita- la dijo con una sonrisa de oreja a oreja- tan suplicante y tan linda, pero no te apures no te voy a dejar con nadie- aquello hizo que el rostro de la sumisa volviese a la normalidad y su corazón recuperase su ritmo habitual.
- ¡No pares esclava!- dijo autoritario el hombre ante lo que Carmen terminó con su relajación para volver a afanarse en su tarea.
Carmen estuvo sobando los pies de Carlos hasta que este decidió que tenía que marcharse, la sumisa se alegró al escucharle decir eso, aquel hombre tenía un aura que la ponía extremadamente nerviosa y la hacía sentir muy insegura a la hora de servirle.
- ¿Te ha gustado mi amigo Carlos?- preguntó Sara cuando regresaba al salón seguida de su sumisa, después de despedir a su visita.
- Me ha parecido muy autoritario y me ha asustado un poco- dijo la sumisa.
- Lo sé por eso lo he traído a casa, para que vayas sintiendo la sensación de obedecer a otros amos, aunque de momento no tengo intención de que lleguen demasiado lejos contigo, no tienes de que temer- la dijo sonriendo.
- Gracias Ama, con usted me siento protegida- dijo la chica dócilmente.
- Lo sé perrita y esta noche voy a hacerte mía- le dijo acariciándola la cara- ahora ve a hacerme la cena, comienzo a tener hambre.
Carmen se retiró a la cocina y no salió de ella hasta después de 40 minutos entre los fogones. Su madre la había enseñado a cocinar y a Sara la gustaba la manera en la que lo hacía. La sumisa tratando de agradar aún más a su ama, en la cocina se desnudó por completo y se puso tan solo el delantal como única prenda. Cuando Carmen fue al salón para informar que la cena estaba servida y se dio una vuelta completa para que su Ama la viese esta sonrió complacida.
Sara cenó con Carmen al lado, la chica tenía algo de hambre, había picado alguna cosa mientras preparaba la cena de su Ama, pero al parecer no había sido suficiente. La sumisa tenía prohibido comer con su Ama, ella podía hacerlo cuando la Dominante terminase o acabase, pero nunca durante, ese tiempo lo tenía destinado a estar de pie a su lado por si necesitaba alguna cosa.
- No sé si estás preparada para ser expuesta ante otros dominantes Carmen, pero también es cierto que cuanto antes comiences antes te acostumbrarás- comentó la mujer mientras se limpiaba los labios con una servilleta.- ¿Tú que opinas Carmen? ¿te gustaría ir?- preguntó finalmente.
- No lo sé Ama Sara, confío en su juicio y que hará lo que más me convenga- dijo la sumisa, no quería dar ni un sí ni un no tajante.
- Si dentro de 10 días considero que estás preparada posiblemente vayamos- dijo la mujer.
- Como usted desee Ama- dijo acató Carmen.
Después de que su Ama terminase de comer la mujer fue al salón a ver un rato la tele, la chica se había llevado una desilusión, puesto que pensaba que se lanzaría sobre ella tan pronto como terminase de cenar. Carmen le siguió y le preguntó si necesitaba alguna otra cosa, pero Sara le dijo que no era necesario y que se ocupase de fregar y limpiar la cocina.
Carmen estuvo pensando en lo que estaba sucediendo mientras cumplía con la orden de su Ama, no podía ser que su Ama se hubiese olvidado de lo que la había prometido aquella mañana, sencillamente no podía ser eso porque se lo había recordado cuando había regresado a casa acompañada de Amo Carlos.
Finalmente se decidió a actuar y ser ella la que se ofreciese a su Ama de un modo excitante. Así que cuando terminó con la cocina se quitó el delantal y las sandalias para ofrecerse a su Ama, pero antes pasó por la habitación de su Señora. El látigo estaba en una posición diferente a como ella lo había dejado, su Ama ya debía de haberlo encontrado.
Carmen cogió el látigo con las manos y se lo colocó en la boca, como un perro cogería un hueso, animal que a continuación imitó y comenzó a caminar cuatro patas hasta llegar al salón, su Ama cuando la vio sonrió muy ampliamente. La sumisa continuó su camino hasta que dejó el látigo en el suelo, a los pies de su Ama.
- Ama, por favor, le ruego que me folle- dijo la sumisa que provocó una risita de Sara.
- ¿Alguna vez habías pedido que te follasen? – preguntó la mujer cogiendo el látigo y mirándola interesada por oír la respuesta.
- No Ama, nunca antes- respondió.
- Pues eres realmente irresistible- Dijo la mujer cogiéndola de las mejillas y apretándoselas como se hace a los mofletes de los niños pequeños- eres realmente adorable.
Después de decir aquello la mujer se levantó y comenzó a caminar hacia el dormitorio lugar donde exigió a Carmen que volviese a arrodillarse y cerrase los ojos. La sumisa obedeció y comenzó a sentir los dedos de su Ama por su cuello, estaba colocándola un collar, no la cabía duda. Cuando finalmente escuchó un “clic” su Ama ordenó que los abriese. Carmen se miró al espejo grande que había en la habitación, en el se reflejaba una chica joven, con un collar de perro rosa y arrodillada a los pies de una mujer 20 años mayor que ella. Si a Carmen se lo hubiesen mostrado un mes atrás no habría dado crédito y la parecería algo degradante, pero en aquel momento la sumisa estaba deseosa de que su Ama la tomase.
- No quiero que te vayas muy lejos- le dijo mientras enganchaba una cadena de no más de un metro al cuello de la sumisa.- ahora ponte a cuatro patas sobre la cama esclava- ordenó autoritaria y Carmen obedeció al momento.- estarás en esa posición hasta que regrese, si te mueves un milímetro solo habrá látigo esta noche.
A la sumisa la sorprendió aquella orden tan severa, pero aseguró a su Ama que no se movería y escuchó los pasos de la mujer saliendo del dormitorio. Pese a su ausencia la chica no se movió, ni siquiera giró la cabeza mirar el reloj para saber la hora que era. Carmen escuchaba ruidos por la casa y comenzaba a preocuparse de los planes que tenía su Ama para ella, no sabía a que hora había entrado a la habitación, pero sabía que su Ama llevaba fuera del cuarto más de 20 minutos. La ansiedad de ser penetraba se estaba comenzando a hacer visible en ella, notaba como su excitación aumentaba y no comprendía el porque, se sentía expuesta y desprotegida, ¿Por qué la excitaba aquello? Finalmente la sumisa se hartó de esperar y estuvo a punto de girar su cabeza para mirar el reloj, pero por fortuna su Ama regresó a la habitación.
- Bueno mi perrita puedes girarte- la dijo y Carmen se giro rápida deseosa de verla.
Allí estaba la mujer, totalmente desnuda y tan solo portando un arnés de unas proporciones impresionante, sin duda cercano a los 25 centímetros que a los 20. Carmen la miró sobrecogida, la mujer en un principio no la había parecido atractiva cuando la conoció en la cafetería, ni siquiera después de comerla el coño el primer día, ni tras los primeros días de convivencia, pero después de conocerla durante aquellas dos semanas la sumisa realmente comenzaba a sentirse atraída por el carácter dominante de Sara
Y poco a poco comenzaba a desear sentir más el contacto del cuerpo de su Señora con el suyo.
- Menos mirar y más chupar perra- dijo la mujer y Carmen saltó al suelo gateando como si de una perra se tratase. Se arrodilló a los pies de la mujer y comenzó a meterse la polla de plástico en la boca.
Ella nunca había realizado sexo oral a ningún hombre, eso su Ama lo sabía, pero trató de imitar todo lo que había visto en algunos de los videos de sumisión en los que la sumisa movía la cabeza y miraba a su Amo mientras metía y sacaba su miembro de la boca. Pero Carmen no comprendía como había mujeres que llegaban a meterse el pene de sus dominantes hasta el final, por muy grandes que estos fuesen, la sumisa a lo más que llegaba era la mitad del arnés.
- Llega más al fondo sumisa- dijo su Ama y puso su mano 5 centímetros más allá del límite de Carmen- si eres capaz de tocar mi mano con tu nariz comenzaré a penetrarte- dijo la mujer.
Carmen al oírlo redobló sus esfuerzos y comenzó a tratar de llegar un poco más lejos, sentía que cada vez el pene de plástico llegaba más dentro y casi tocaba su garganta, pero aún no era suficiente, sentía que no iba a ser capaz, pero no podía rendirse y dejar toda aquella excitación dentro de su cuerpo, aquella mañana no sentía la necesidad de correrse, pero todo había cambiado, en aquel momento estaba casi dispuesta a cualquier cosa con tal de que su Ama la follase por fin. Así que reuniendo todo su valor puso las manos sobre las caderas de su Ama y avanzó su cabeza sin detenerse hasta que sintió como el dildo empujaba su campanilla, pero también notó en su nariz el contacto del dedo de su Ama.
La sumisa sacó el dildo de golpe tosiendo y notando sus ojos llorosos, se había forzado demasiado. Se secó las lágrimas que empañaban sus ojos y alzó la mirada a su Ama, parecía complacida.
- Ves como cuando quieres puedes sumisa- la dijo la mujer- ahora en cuatro sobre la cama, prepárate que empieza lo bueno- la avisó y Carmen volvió a tomar posición separando las piernas todo lo que podía.- Que receptiva-comentó la mujer metiéndola la punta del arnés por el sexo de la chica que no pudo evitar gemir de placer un gemido largo que se prolongó hasta que el dildo estuvo por fin dentro- puedes correrte solo después de que yo te de la orden ¿Quedó claro, sumisa?- preguntó la mujer.
- Sí Ama Sara- respondió la chica dócil.
Aquella fue la señal que Sara esperaba y comenzó e meter y sacar lentamente el dildo del sexo de su sumisa. Carmen gimió de placer las primaras tres acometidas, pero la cuarta la sorprendió un latigazo suave en la espalda. Aún con eso la chica no protestó, sabía que el dolor y el placer debían compatibilizarse y su Ama estaba golpeando con mucha delicadeza. Carmen comenzaba a sentir cada vez más calor dentro de ella, nunca había imaginado que ser follada por otra mujer pudiese llegar a ser tan excitante, pero después de unos minutos de lentos movimientos sintió la necesidad de que su Ama se moviese con más energía, de lo contrario estaba segura de que nunca alcanzaría el orgasmo.
- Ama Sara- dijo la sumisa.
- ¿Que ocurre mi perrita?- preguntó la mujer que sujetaba con una mano la correa y con la otra el látigo que descargaba sobre la espalda de Carmen.
- ¿Podría darme un poco más duro, Ama Sara?- preguntó la sumisa sintiendo como comenzaba a sentir su cuerpo aún más caliente.
- Claro que si mi perrita.
Aquello fue lo último que le dijo antes de comenzar a sacar y meter el dildo dentro de su esclava con más fuerza y velocidad, lo que Carmen agradeció en los primeros movimientos, pero no pudo evitar gritar de dolor cuando el primer latigazo potente aterrizó sobre su espalda. Carmen gritó de dolor y sorpresa pero trató de controlarse en los siguientes, eran bastante más duros que los golpes que había recibido de Samuel en el sex-shop, pero supo soportarlos mejor que con el sumiso, y después de recibir golpes durante dos minutos el placer comenzó a ser superior al dolor.
La sumisa empezó a jadear sintiendo un cosquilleó en su vagina y no dudó en avisar a su Ama, sabía que correrse sin su permiso la haría merecedora de un castigo ejemplar.
- Ama, ¿puedo correrme?- preguntó
- No antes que yo esclava y aún me queda bastante- respondió la mujer, su voz sonaba más serena que la de su esclava.
- Es que… estoy a punto- informó.
- Bien…- dijo el Ama
Carmen por un momento sintió que Sara se compadecería de ella, pero no fue así, la mujer retiró el dildo por completo, haciendo sentir a Carmen vacía de repente y gimiendo lastimeramente, pero el gemido acabo en grito. Ama Sara había descargado su látigo sobre el delicado coño de la sumisa que cayó a la cama con las manos cubriendo su sexo.
Tras aquel golpe inesperado Sara levantó a su sumisa tirando de la correa con delicadeza, para que fuese la propia Carmen la que ofreciese su sexo por si misma. La sumisa ya sin ninguna gana de correrse se colocó de nuevo a cuatro patas con las piernas abiertas para que su Ama siguiese con su combinación de penetración y látigo.
Carmen tardó un poco en conseguir volver a obtener placer por la zona en la que estaba siendo penetrada, durante unos minutos solo sintió dolor: por su vagina por un lado y por la espalda por el otro, que era fustigada con energía por su Ama, que la envestía cada vez con más ímpetu. La sumisa sintió que su Ama se iba a correr cuando en un momento determinado comenzó a follarla con mucha más fuerza, Carmen se alegró de que por fin su Ama llegase al orgasmo, pero lo lamentó también cuando mientras gritaba y gemía de placer comenzó a fustigarla con muchísima más saña, ante lo que Carmen no pudo evitar gritar.
- A partir de este momento te puedes correr cuando quieras esclava- dijo el Ama volviendo sus movimientos rápidos y acompasados.
- Gracias Ama Sara- dijo en voz bien alta mientras notaba sus lágrimas correr por sus mejillas, los últimos golpes estaban por encima de su tolerancia al dolor.
Desde aquel momento los latigazos no se detuvieron, pero la sumisa tardó poco en volver a sentir calores recorriendo todo su cuerpo, y sabiendo que se podía correr los golpes de látigo llegaban casi a ser placenteros.
- Ama Sara, por favor más rápido- suplicó la sumisa aún sabiendo que los latigazos también serían de mayor potencia. Su Ama incrementó la frecuencia tanto de las penetraciones como de los latigazos, un torrente de placer comenzó a invadir su cuerpo, no podía soportarlo más- ¡me corro!- gritó la sumisa sentido como sus fluidos salían de su cuerpo y una sensación de bienestar absoluto recorría hasta el último de sus músculos.
Sara soltó la correa que la unía a su sumisa y esta cayó sobre la cama, con las piernas separadas y exhausta de placer después de su primer orgasmo como sumisa. Aún así una vez relajada sexualmente trató de levantarse para mirar a su Ama, pero unas manos sobre sus nalgas evitaron que se levantase.
- No te levantes Carmen- dijo en tono dulce- te has esforzado mucho, relájate ahora- pidió y la sumisa se quedó tendida sobre la cama.
Carmen cerró los ojos tranquila mientras escuchaba los pasos de su Ama por la habitación y el como abría un cajón, a los pocos segundo notó un chorro de algo frio sobre su espalda y a continuación las manos de su Ama repartiéndolo por la zona fustigada. Carmen sintió un alivio del dolor prácticamente al instante una vez el placer había desaparecido el dolor había comenzado a volverse más intenso, pero su Ama había actuado rápido para que remitiese.
- Gracias por el orgasmo y por curarme la espalda- dijo la sumisa.
- El orgasmo te lo has ganado y esto es para que mañana tengas la espalda sin las marcas del látigo- explicó el Ama.
Desde que había entrado a vivir en casa de Sara era la primera vez que la mujer se mostraba tan cuidadosa con el cuerpo de su sumisa, lo que complació mucho a Carmen haciéndola esbozar una sonrisa.
Cuando la mujer terminó de untar la crema por la espalda de su sumisa esta se levantó para marcharse a comer alguna cosa y luego a dormir, pero Sara la retuvo agarrándola de la muñeca.
- Hoy quiero que duermas conmigo- dijo la mujer.
- Como quiera Ama Sara- dijo la sumisa tratando de no sonreír demasiado.
Las dos mujeres se metieron en la cama, ambas totalmente desnuda, Carmen prefirió no arrimarse demasiado a su Ama, no quería tocarla por lo que a esta podría parecerla que su sumisa se tomase semejantes confianzas, así que colocó su cuerpo en posición fetal mirando en dirección opuesta a su Ama.
Carmen estuvo así algunos minutos, hasta que notó los cálidos pechos de Sara aplastándose contra su espalda, pasándola un brazo por cada uno de sus costados y agarrando uno de sus senos con cada mano.
La sumisa sonrió más ampliamente bajo el amparo de la oscuridad, contenta de que a su Ama le gustase su cuerpo y gozase tocándolo, siempre había estado acomplejada por su cuerpo pero desde que conocía a su Ama la chica estaba comenzando a sentirse bonita y espacial y era una sensación que la agradaba mucho. La sumisa no dejó de sonreír, hasta que escuchó que su Ama se había dormido, y una vez estuvo dormida la sumisa comenzó a imitar su respiración, para tratar de conciliar el sueño, había sido un día muy excitante.
Después de unos minutos Carmen comenzó a relajarse y al poco rato quedó dormida junto a su Ama, ambas respirando de un modo totalmente acompasado.
Continuara….
Agradeceré los comentarios y sugerencias para poder seguir intentando mejorar este relato.