La decisión de Carmen 2
Carmen comienza a adaptarse a su vida de sumisa de manos de su Ama Sara que la empieza a aproximar a personas que comparten sus mismos gustos
- Bueno Carmen, es hora de que elijas- le dijo su Ama que iba vestida con un vestido rojo con un gran escote que dejaba entrever sus sobresalientes pechos. A cada lado de la mujer había un hombre desnudo, ambos debían de ser esclavos porque los dos tenían un collar al cuello y los testículos atados por cuerdas cuyos extremos se encontraban en la mano de Sara- estos dos esclavos llevan 2 meses en castidad, los dos se han portado muy bien con su Ama, pero solo uno de ellos puede correrse y como el que se vacíe hoy lo hará dentro de ti nos parece que te podemos dar la licencia de elegir el que más te guste.
Carmen que estaba de rodillas en una esquina esperando a su Ama miró a los dos candidatos, uno era un hombre de unos 30 años, piel clara, bastante atractivo y con un pene totalmente erecto que llegaba a los 20 centímetros, el otro por el contrario parecía algo mayor y su sexo era bastante mas pequeño, no llegan a los 15 centímetros. La única característica en común que tenían era que sus genitales tenían un color bastante más morado de lo que se podía considerar saludable, y se les veía muy hinchados. La chica después de pensarlo durante un par de segundos se decantó por el hombre de mayor edad, estaba seguro que si el otro joven se la metía la haría mucho daño, debido a su gran tamaño y a las ansias que tendría por llegar a un orgasmo después de tanto tiempo.
El elegido por Carmen dio un paso al frente tan pronto como Sara soltó su cuerda colocándose a la espalda de Carmen y apuntando su polla sobre el sexo de la chica. Carmen se colocó a cuatro patas, pero al parecer no era lo que el hombre quería, en su lugar la levantó, la hizo abrir la piernas y se deslizó entre ella para que fuese la chica la que se esforzarse en hacerle conseguir el orgasmo, cabalgándolo. La sumisa deseando que acabase cuanto antes comenzó a botar sobre el miembro del esclavo una y otra vez, hasta que vio al otro esclavo que había sido descartado junto a su Ama, Sara le estaba entregando un látigo negro que chasqueó con violencia contra el suelo.
- Es el premio de consolación- informó Sara acercándose a su sumisa- te azotará hasta que hagas este perro se corra- dijo dando una patada en el costado al sumiso que estaba en el suelo- se ha esforzado mucho para poder correrse y no lo va a conseguir por una zorra como tú, eso no le sienta bien a nadie compréndelo- dijo sonriendo y besando los labios de su esclava.
- A… Ama…- dijo temblando de miedo, paralizada mientras su Ama se alejaba de ella. El joven esclavo echó su mano hacia atrás cogiendo todo el impulso posible para descargarlo sobre su pobre cuerpo desnudo…
Carmen se despertó con la respiración acelerada en su habitación, su frente estaba empapada en sudor, y al poco rato se dio cuenta de que no solo su frente, sino todo su cuerpo, aquel no era el primer sueño que tenía desde que había aceptado la oferta que Sara la había hecho dos semanas antes, pese a que la mujer mayormente la usaba como sirvienta en casa para hacer las tareas domesticas y alguna que otra vez para darla sexo oral o algún masaje de pies, nunca se mostraba tan sádica como en sus sueños, donde la sometía a toda clase de castigos físicos y vejaciones.
Aquello sueños Carmen los achacaba a la cantidad de información que la chica estaba tratando de recopilar por su cuenta, no quería que las prácticas que seguramente su Ama hiciese con ella la pillasen por sorpresa y todos los días trataba de indagar algo más sobre el extraño mundo en el que se había metido casi sin querer. La búsqueda de información era muy sencilla, en el dormitorio que Ama Sara la había facilitado tenía toda clase de comodidades, una tele, un ordenador portátil con internet, un amplio armario en el que guardar su ropa y la que su Ama la compraba… Había entrado en un par de chats para preguntar a Amos y Amas, las clases de castigos que acostumbraban a aplicar y se había encontrado con cosas bastante salvajes, lo que asustó un poco, pero también había encontrado dominantes justos que premiaban a sus sumisos si cumplían con sus tareas. La chica esperaba que su instinto no estuviese equivocado y su Ama fuese una de esas últimas, tal y como ella pensaba.
Después de serenase un poco tras la pesadilla giró su cabeza para ver la hora que era, las 7 de la mañana, en un cuarto de hora comenzaría a sonar su despertador .Aquello ya formaba parte de su rutina diaria tenía que levantarse todos los días con tiempo suficiente para estar ante su Ama a las 7:45 con su desayuno servido en una bandeja que la permitirse desayunar en la cama. Carmen por el momento no había fallado ni un solo día, y aquel tampoco estaba por la labor que fuese el primero.
La chica se metió bajo la ducha antes de comenzar a servir a su Ama, pero a diferencia de cuando estaba en su casa no podía relajarse masturbándose, lo tenía prohibido, Sara la había explicado el primer día que pasó a vivir en la casa que ella no podría tener orgasmos sin el consentimiento de su Ama, si se la ocurría hacerlo sería inmediatamente despedida, con la consiguiente anulación de su matricula de periodismo. Carmen retiraba la mano de su sexo cuando notaba que su cabeza comenzaba a pensar con poca sensatez, otra norma de la casa esa que Carmen no tendría ninguna clase de intimidad cuando estuviese en casa sola con su Ama, se ducharía con la puerta abierta, la puerta de su dormitorio nunca podía estar cerrada…
Carmen salió muy relajada de la ducha, vistiendo un albornoz blanco y con unas chanclas negras que dejaban al descubierto sus dedos de los pies.
Entró en la cocina y se puso a preparar la primera comida del día para su Ama, un nutritivo desayuno, Sara tenía la buena costumbre de tomarse mucho tiempo en su desayuno, que constaba de un zumo de naranja, una taza de café cortado, un par de tostadas y un pequeño bol de cereales.
A las 7:40 de la mañana Carmen entró sin hacer casi ruido en la habitación de su Ama, lo primero que hizo fue dejar la bandeja del desayuno en una mesita que había a la derecha de la puerta y a continuación de preparó para despertarla. Sara la había avisado que no debía de despertarla con demasiada antelación ni retraso, lo que quería decir que tenía que hacerlo cinco minutos por encima o por debajo de las 7:45 y tenía que despertarla de un modo muy particular: besándola.
Carmen la primera vez que lo hizo se sintió rara, pese a que en su primer encuentro había devorado su sexo, pero se sorprendió a si misma de lo rápido que se había acostumbrado a besar el cuerpo de la mujer, incluso llegando a disfrutarlo.
La chica de puntillas se acercó al lecho de su Ama, dormía en una cama de matrimonio. Lentamente separó un poco el sedoso edredón rojo y se metió dentro de la cama, tenía un rostro totalmente en calma, lo que indicaba que aún no se había percatado de su presencia o que fingía estar dormida mucho mejor que lo que Carmen estimaba. La sumisa sintió el cuerpo desnudo de su Ama bajo la colcha, ella dormía desnuda y sin que Carmen la preguntase la había dicho el porque:
- Duermo desnuda para que puedas besarme donde desees, pero para que sepas donde me gusta más te daré una pista: mis lugares preferidos son los que no muestro en público.
Carmen comprendió perfectamente la adivinanza de su Ama y lo primero que hacía para tratar de despertar a su Ama era besar sus pechos, tenía unos senos algo más grandes que los suyos de pezones marrones y algo más pequeños que los de la sumisa. Oír el gemido de su Señora la indicó que estaba haciendo bien su trabajo y la animó a seguir con ello, hasta que sintió la mano de su Ama cogiéndola con delicadeza de la nuca y tirando de ella hacía arriba, no paró hasta que colocó los pechos de su sumisa sobre los de Sara quedando sus caras a escasos centímetros.
- Buenos días Ama Sara- la saludó la chica como hacía todas las mañanas.
- Buenos días mi sumisa- la respondió mirando el reloj de su mesillas, eran las 8:44- tan puntual como siempre.
- Trato de cumplir sus ordenes lo mejor que sé Ama Sara- respondió lo que hizo sonreír a su Ama contenta del compromiso que Carmen había adquirido en tan poco tiempo.
- Tráeme mi desayuno ahora Carmen- ordenó, pero no de un modo severo, sino bastante dulce, sabía que a Carmen no era necesario tratarla con brusquedad para que obedeciese.
- Sí Ama Sara- respondió la chica saliendo del lecho.
Carmen cogió la bandeja y se giró hacía su Ama para presentársela, a penas tardó quince segundos, pero para cuando se dio la vuelta su Ama esta totalmente desnuda sobre el edredón, esperándola. Así solía ser todos los días, pero aun así la muchacha seguía sorprendiéndose al ver lo poco pudorosa que era su Ama, el primer día estuvo a un pelo de tirar la bandeja al suelo del sobresalto que la produjo.
Carmen se acercó a su Ama y colocó la bandeja sobre el regazo de su Ama, para a continuación colarse de pie con las manos a la espalda, a un lado de la cama, esperando órdenes.
- ¿Desea alguna otra cosa Ama Sara?- preguntó la sumisa, cada día estaba más acostumbrada a comportarse como una sirvienta.
- Para empezar un masaje de pies, que sea mixto- ordenó la mujer con una sonrisa en la cara mientras cogía su taza de café.
- Sí Ama Sara- respondió Carmen acercándose a los pies de la mujer, sabía bien lo que era un masaje de pies mixto: alternando el tratamiento de manos, con el de lengua.
- Otra cosa, no es necesario que me llames siempre Ama Sara, después del tiempo que llevamos ya puedes llamarme solo Ama, o mi Ama ¿Entendido?
- Sí mi Ama- respondió Carmen mientras comenzaba a sobar los pies de su Ama con las manos.
- Aprendes rápido Carmen, eso me gusta en una sumisa- dijo la mujer después de sentir el primer lengüetazo de su sumisa a sus pies desnudos.- por cierto no te has masturbado desde que estás a mis ordenes ¿verdad?
- No Ama- respondió Carmen al momento.
- Es que es raro ¿no te parece?- preguntó la mujer después de probar su zumo- Que una chica joven y llena de vida como tú aguante la castidad con tanta entereza ¿segura que no me estás mintiendo?- preguntó de nuevo lo que asustó a Carmen, ¿estaba desconfiando de ella?
- No Ama se lo juro, no me he masturbado ni una sola vez desde que soy su sumisa, no lo haré sin su permiso Ama Sara- dijo la chica suplicante, casi al borde de las lágrimas. Sara rió con ganas con su clásica musicalidad.
- Te creo sumisita mía-dijo con una sonrisa- sé que no me engañas, lo veo en tus ojos. ¿Y tienes ganas de correrte sumisa?
- Sí Ama Sara- respondió Carmen al instante, la primera semana no la había costado demasiado no relajarse mediante un orgasmo, pero la segunda ya comenzaba a ponérsele cuesta arriba.
- ¿De verdad?- preguntó haciéndose la sorprendida, ella sabía perfectamente la excitación que aquella situación estaba comenzando a despertar dentro de Carmen- ¿Y cómo no me lo has pedido aún? Será que no tienes aun suficientes ganas- comentó y Carmen rápidamente contestó viendo que su hipotético orgasmo comenzaba a alejarse.
- No mi Ama, la verdad es que estoy ansiosa- dijo la chica, con la consiguiente sonrisa de su Ama.
- ¿Quieres que te folle esta noche?- preguntó Sara.
- Sí mi Ama, por favor- pidió Carmen, pero Sara rió enérgicamente.
- Como sumisa imagino que sabes que eso no es así de fácil, tienes que ganártelo. Lo primero pídemelo, pero hazlo de una manera que me excite lo suficiente como para que desee usarte esta noche.
- Sí mi Ama, por favor la ruego que folle a su sumisa, estoy ansiosa porque me folle como a una perra, desde que estoy a sus pies estoy muy mojada y me estoy volviendo loca mi Ama.-Carmen soltó todo aquello casi sin pensar y su Ama volvió a reír musicalmente.
- Me encanta oírte decir cosas así de tu boquita- comentó la mujer colocando los dedos de su pie derecho sobre la boca de su sumisa- Una chiquita tan recatada como tú diciendo esa clase de cosas… me gusta, esta noche serás complacida.
- Gracias Ama- dijo mientras lamía los dedos de los pies de su dueña.
- Pero no va a ser tan fácil, aún tendrás que hacer un cosa más- Carmen la miró expectante- tendrás tu orgasmo, sí, pero lo usaré para que comiences a combinar el placer y el dolor. Hoy volveré sobre las 7 de la tarde, para esa hora quiero que hayas comprado un látigo corto, iras a un sex-shop que tiene una amiga mía allí tienes permiso para elegir el que más te guste.
- Sí mi Ama- respondió la chica al momento.
- Dirás que vas de mi parte y que lo apunten en mi cuenta-dijo la mujer visiblemente contenta de la predisposición de la chica.
La mujer tardó 20 minutos en desayunar, tiempo que Carmen invirtió en seguir adorando los pies de su Ama con los consiguientes gemidos que emitía cuando sentía la lengua de su sumisa entre los dedos de sus pies, Carmen sabía que aquello era lo que más la gustaba del masaje a su Dueña y no tenía intención de racanearla si un gota de placer.
Cuando Sara estuvo vestida y lista para salir a trabajar dio un beso en los labios a Carmen. Últimamente la mujer se despedía de ella de aquella forma ante lo que la chica no iba a poner ninguna queja, la gustaba el tacto de los labios de su Dómina.
- Hoy tenía pensado hacerte que me dieses un orgasmo con tu lengüita pero prefiero reservarme para la noche, la tarjeta del local la he dejado en la mesa del comedor con una pulsera con la que no habrá duda de que eres mi sumisa.
- Que pase un buen día Ama Sara- dijo la sumisa como despedida.
- No se si pasaré un buen día- comentó mientras esperaba que llegase el ascensor para bajar a la planta baja- lo que estoy segura es que pasaré una noche sublime. Pórtate, bien sumisita.- lo último que Carmen escuchó cuando su la puerta del ascensor de cerró tras su Ama fue su risa cargada de felicidad.
Carmen no salió de casa hasta casi las doce del mediodía, desde el primer día que llegó a servir en aquella casa ni una sola vez había salido a la calle dejando en casa la más pequeña tarea pendiente. Aquella mañana hizo las tareas más rápidamente que lo habitual, la idea de comprar un látigo a su Ama sabiendo que tenía intención de usarlo sobre ella esa misma noche era algo que la intimidaba un poco, pero los deseos de poder desahogarse sexualmente después de dos semanas la hacían a la vez estar ansiosa de entregar el instrumento de castigo a su Señora.
La tienda a la que Sara la había remitido estaba bastante lejos así que Carme optó por ir en autobús, era una habitual del transporte urbano con lo que no la costó deducir cual era el que la dejaría más cerca de su destino.
Durante el trayecto la muchacha miró la pulsera que se había puesto y que según su Ama en el sex-shop la reconocerían como su esclava. Para Carmen era una pulsera bastante normal, tan solo una cadena de plata con una pequeña chapa en la que estaban grabadas una A y una S mayúsculas.
El sex-shop, tan solo estaba un par de calles más abajo de donde la había dejado el autobús. El local estaba en una esquina de un barrio bastante frecuentado, pero desde que lo divisó hasta que llegó a la entrada nadie había pasado dentro. Carmen pese a que sabía que no estaba haciendo nada malo miró a su alrededor para asegurarse que nadie que la conociese la viese entrar a un lugar así, una vez cerciorada de que nadie se fijaba en ella entró.
El chico que estaba en el mostrador ni siquiera levantó la vista de la revista que estaba leyendo para interesarse por su nueva clienta, así que Carmen comenzó a mirar entre los productos expuestos buscando un látigo pequeño que no la diese demasiado dolor para la primera vez. Los había de todas las formas, colores y tamaños. Automáticamente descartó los más grandes y poco a poco descubrió que cada caja tenía una etiqueta que indicaba el grado de dolor que proporcionaban aquellos artilugios.
- Perdona, pero estoy a punto de cerrar- dijo el chico del mostrador que se había acercado con sigilo hasta Carmen, era un chico más alto de lo que había pensado, de piel clara, pelo castaño y corto, y ojos marrones. Debía de estar en torno a los 27 o 28 años. Carmen sobresaltada miró su reloj, eran casi las dos, y ya había transcurrido casi una hora desde que había entrado.
- Lo siento, es que no sé por cual decidirme- dijo Carmen señalando los látigo lo que hizo al empleado.
- Sumisa novata ¿Verdad?- preguntó el hombre dedicando a la chica una ligera sonrisa.
- Sí Señor- respondió Carmen automáticamente, su Ama la había dicho que a los dominantes tenía que tratarlos con una educación exquisita. El chico rió al oír a la sumisa.
- No, yo también soy sumiso, me llamo Samuel y soy el sumiso de Ama Eliana- dijo.
- Yo soy Carmen, soy la sumisa de Ama Sara- dijo copiando la presentación de su homologo.
- Voy a ir cerrando para que no entre nadie más y ahora nos ponemos con lo de tu látigo- comentó dirigiéndose a la puerta y dejando a Carmen siguiendo sopesando sus posibilidades.
Tras tres minutos en los que la verja se resistió a los fuertes brazos de Samuel, Carmen eligió el instrumento que la parecía más apropiado, un látigo que por la descripción de la caja medía 40 centímetros, 15 de ellos eran un mango de cuero para que el dominante lo cogiese y los 25 restantes eran unas 15 tiras también de cuero negro destinadas a fustigar el cuerpo de la sumisa.
- ¿Este estará bien?- preguntó Carmen confiando en obtener una opinión más experta que la suya.
- ¿Depende del daño que quieras recibir?
- No demasiado- respondió por no decir abiertamente que poco.
- Ese puede valerte bien, aunque si no te fías mucho del daño que te puede hacer puedes probarlo en la trastienda- le indicó amablemente el muchacho.
- Muchas gracias- dijo la chica comenzado a abrir la caja, para sopesar el aparato que con bastante seguridad la daría una noche dolor. Lo agitó lentamente viendo como se balanceaban las tiras de cuero.
El primer lugar donde lo descargó fue sobre su mano izquierda, la cual no sufrió demasiado, dio un segundo golpe con mayor ímpetu y al no dolerla casi comenzó a quitarse el vestido que se había puesto aquella mañana, una vestido rojo que su Ama la había comprado días atrás, la mujer insistía en que sus sumisas tenían que ir elegantes. Una vez en ropa interior comenzó a darse latigazos suaves por todo el cuerpo, los muslos, el culo, los brazos, el dolor iba creciendo hasta que la dio la locura de sacar uno de sus pechos del sujetador y darle un golpe fuerte. Que le hizo gemir de dolor y que se le saltase alguna lagrima. Samuel al oírla gritar se interesó por su estado, pero le dijo que estaba bien.
- Estoy bien- dijo la chica guardando su pecho enrojecido de nuevo en el sujetador, por si el muchacho tenía la tentación de entrar.- ¿No tienes uno que haga menos daño que este?- preguntó la muchacha desde el otro lado de la puerta.
- Lo siento Carmen, pero ese es de los más suaves que tengo, lo mejor será que te lo lleves y soportes tu castigo con el.
- Es que me he dado en el pecho y a dolido mucho- comentó comenzando a abrir la puerta.
- No creo que te fustigue los pechos por muy mal que te hallas portado aun eres novata.
- No me he portado mal- respondió Carmen- mi Ama quiere hoy darme dolor y placer.
- Pues entonces seguro que no te dará en los pechos y si lo hace seguramente lo haga con delicadeza, ¿los has probado en tu culo y en la espalda?- preguntó el muchacho que aún no había entrado pese a que la puerta ya estaba abierta.
- No, no llego, ¿te importa entrar y darme un par de golpes suaves?- Carmen imaginó que como la mayoría de los chicos abría entrado sonriente y dispuesto, pero Samuel no lo hizo.
- Está bien-dijo después de pensarlo un poco- pero ponte ya de espaldas por favor.
Carmen aceptó y se colocó dando la espalda a la puerta de la trastienda, que aquel chico se engase a verla en ropa interior la sorprendió un poco, consideraba que en aquel mundo la desnudez era algo más que habitual, pero la sumisa obedeció dejando el látigo sobre un estante para que el sumiso lo cogiese.
- ¿Estás preparada?- preguntó el chico y Carmen asintió lentamente con la cabeza. Al segundo sintió un roce en su espalda, pero muy muy suave.- uno un poco más fuerte- anunció el chico descargando el látigo con bastante más energía y haciendo sobresaltarse a Carmen.
- Dame cinco más así por favor- pidió la chica, quería saber hasta donde podía forzar su cuerpo sin llegar a un dolor intenso.
Tras el primero de los cinco la espalda comenzó a picarla un poco, con los dos siguientes el picor fue en aumento lo malo era que el dolor también comenzaba a sentirse. Pero no fue hasta el cuarto y quinto latigazo donde no pudo evitar gemir de dolor.
- Perdona- se disculpó el chico al instante-¿te di demasiado fuerte el último?
- No, lo hiciste bien- respondió dándose la vuelta sonriéndole, para quitar importancia y que no creyese que la había hecho demasiado daño. Pero la reacción del chico la sorprendió. Samuel se había tapado los ojos y había salido de nuevo de la trastienda.
- No sé si eres muy tímido o soy muy fea para ti- comentó la chica mientras se volvía a poner el vestido para salir fuera y poder seguir conversando con Samuel con normalidad.
- Ni soy tímido, ni mucho menos eres fea- respondió el dependiente.
- Es una prohibición de tu Ama ¿verdad?, perdona si lo que te he pedido te va a dar problemas…- pero el sumiso la cortó.
- No, mi Ama no me tiene prohibido ver a mujeres en ropa interior ni nada así, pero es que cuando veo alguna normalmente me duele.
- ¿Cómo que te duele?- preguntó Carmen que no llegaba a entender
- Ahora te lo explico
Carmen miró al muchacho entrar rápidamente en la trastienda y comenzó a hurgar entre la ingente cantidad de productos que almacenaba, rebuscó en el interior de un par de cajas de madera hasta que al final encontró lo que buscaba. Un pequeño tubo de plástico negro del tamaño de un dedo del cual salían unas cuantas cuerdas con enganches y sobre el que había un mini-candado.
- Ahora mismo llevo uno de estos- dijo pasándoselo a su clienta- es un cinturón de castidad- Carmen lo cogió y comenzó a mirarlo interesada, era muy pequeño para un pene normal, incluso para introducirlo sin estar en erección estaba muy apretado- ahora mete un dedo- Carmen obedeció y comenzó a sentir los pequeños picos de plástico que había dentro del tubo negro- por eso no suelo mirar a las mujeres con poca ropa y procuro pensar en cosas lo menos eróticas posibles.
- Lo… lo siento- se disculpó Carmen arrepentida por haberle, sin saberlo, hecho pasar una prueba tan dura.
- No tiene importancia, mi Ama no me lo permite contar a no ser que sea preguntado, por eso no te lo dije antes, no te culpes.
Carmen y Samuel salieron de la tienda por la puerta trasera del negocio, que daba a un callejón bastante oscuro. La sumisa caminó con precaución, mirando fijamente al suelo, no quería tropezar y arruinar por completo el caro vestido que llevaba.
Una vez fuera Carmen se dispuso a despedirse de su acompañante para marchar a la parada de autobús, pero sus planes se retrasaron cuando el teléfono móvil de Samuel comenzó a sonar. Era su Ama.
- Buenas tardes Ama Eliana- contestó con voz potente sin vergüenza alguna de que alguien pudiese oírle.- Sí Ama, acabo de cerrar, estaba con la sumisa de Ama Sara- dijo lo que Carmen no estaba muy segura de que fuese buena idea, pero no hizo ningún gesto.- Sí Ama Eliana, ahora mismo se lo propongo.- Samuel colgó el teléfono y lo metió en el bolsillo de su camina- ¿Te apetece venir a comer conmigo y con mi Ama?
- Sí claro- respondió la sumisa al momento. Su Ama había sido muy clara al respecto, si un Ama o Amo la invitaba a cualquier cosa y no tenía ningún compromiso debía de aceptarlo. Otra cosa era que aquel dominante tratase de forzarla a algo para lo que no se sintiese preparada o que su Ama no permitiese, entonces tenía su permiso para levantarse y marcharse.
Llegaron al restaurante en el que Samuel había quedado con su Ama después de que el sumiso aparcase el coche en la misma calle. A cada paso que daban Carmen se ponía más y más nerviosa, era su primer encuentro con un Ama que no fuese la suya y eso la hacia sentir insegura.
Llegaron a presencia de Ama Eliana en un par de minutos, la mujer se levantó para recibirlos, era una mujer realmente preciosa, alta, de pelo rubio muy claro, media melena, piel un poco bronceada, y además vestía una vestido negro elegante que dejaba entrever un poco unos pechos bastante más grandes que los de Carmen.
- Tú debes de ser Carmen- comentó la mujer encantada al ver a la sumisa sonriendo ampliamente y mostrando sus dos filas de dientes perfectos.- Un placer conocerte, me llamo Eliana.
- El placer es mío Señora Eliana- dijo en tono humilde.
- Por lo que veo ya conoces a mi esclavo Samuel- dijo acercándose al sumiso para darle un beso en los labios y a continuación agarrarle con la mano la entrepierna. El gesto de dolor en el rostro de Samuel se vio muy claro, pese a que el hombre trató de disimularlo.
Los tres se sentaron en la mesa, Eliana, como era normal junto a su sumiso y Carmen al otro lado. La mujer la contó que Sara la había hablado maravillas de ella y la sumisa se sintió bastante alagada. También la invitó a tomar lo que quisiera asegurándola que ella se ocuparía de liquidar la cuenta.
Aun con la generosa invitación de aquella Dómina Carmen pidió un par de cosas de precio moderado, no quería abusar de la amabilidad de una amiga de su Ama Sara. Durante la comida Eliana hizo muchas preguntas a Carmen sobre como estaba siendo su vida de sumisa, ante las que la chica contestó a todas y cada una de ella, ninguna era demasiado comprometida.
La comida transcurrió tranquila y de manera muy agradable, a Carmen la gustaba aquella mujer, pese a que imaginaba que tenerla como Ama debía de ser bastante duro a juzgar por los gestos de dolor que ponía Samuel cuando la mano derecha de Eliana desaparecía de la mesa para posarse sobre el sexo de su sumiso. Además la mujer no paraba de excitarlo constantemente, acercándose a él, acariciándolo, obligándolo a tocar sus pechos en un par de ocasiones como si fuesen unos auténticos amantes…
- Carmen, podrías acompañarme al baño un momento por favor- pidió la mujer educadamente.
- Sí Señora Eliana- dijo la sumisa levantándose al momento.
- Tú ve pagando la cuenta- indicó a su sumiso.
Carmen siguió a la mujer de cerca, temerosa de lo que podría pedirla una vez se metiesen en el servicio y estuviesen fuera de la visa de los comensales, la chica había hablado con una sumisa por un chat a la que su Ama la obligaba a limpiarla después de ir al cuarto de baño, aquella idea a Carmen la daba asco y temía que la mujer pudiese ordenarla una cosa así.
- Tranquilízate Carmen- le pidió la mujer mientras cerraba con pestillo de puerta del baño- esto será rápido y poco doloroso.
- ¿Qué…Que va a hacerme?- preguntó asustada. La mujer sonrío y sacó una especie de pinza pequeña de su bolso, de la que colgaba una pequeña pesa negra.
- Solo te voy poner esto para que se lo des a Sara, es una invitación a una fiesta- la informó- como llevaba algún tiempo sin sumisa se lo he tenido que mandar de una manera tradicional, pero ahora que te tiene a ti puedo volver a las buenas costumbres. Sácate un pecho, te lo pondré ahora- dijo la mujer y Carmen obedeció al instante, bajándose el vestido hasta dejarlo por debajo de sus senos y sacando el pecho que no se había azotado en el sex-shop.- Que pezón más rico- comentó la mujer- casi da pena ponerles pinzas- dijo soltando una risita.
Eliana pellizcó el pezón con los dedos levantando todo el pecho tirando de el, Carmen no lo sintió excesivamente doloroso pero aún con eso se sentía extraña en aquella situación. Una vez se lo soltó mimó el pezón de la sumisa acariciándolo con los dedos hasta que por la excitación se puso duro, momento que sin avisar la colocó la pinza. Carmen ya se había puesto por su cuenta alguna pinza de la ropa en aquella zona para probar su resistencia, pero siempre se las quitaba pasado un rato debido a la molestia que la producía. Aquella pinza tenía algo menos de presión que las de la ropa que tenía en casa de su Ama, pero igualmente era molesta.
- Esa pinza solo te la puede quitar tu Ama, ni se te ocurra tocarla ¿entendiste?
- Sí Señora Eliana- respondió al momento.
- Tengo otros métodos para asegurarme que no la retires, son más dolorosos y soy partidaria de ellos, pero Sara me ha dicho que eres disciplinada y obediente, con lo que yo también confiaré en que no te la quitarás tu misma.
- Gracias Señora Eliana, no la quitaré.
- Muy bien perrita- dijo acariciando la cara de la sumisa- tápate y salgamos, te dejaré en tu casa.
- Gracias Señora Eliana- dijo Carmen en tono sumiso.
Continuará…
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