La decisión

No hay que elegir si puedo tenerlo todo.

A mis veinticinco años me encontraba en el mejor momento de mi vida. Mi primer trabajo como vendedora de pisos iba genial y aunque aún vivía con mis padres pronto podría permitirme mudarme con mi novio. Llevaba dos meses con él y todo era perfecto. Nos había costado mucho tiempo estar juntos pero al fin era mío. Tras años de amistad, la chispa del amor surgió entre nosotros. Teníamos mil planes para hacer juntos, nuestro propio plan de vida. Recuerdo uno de los primeros sábados que tras consolidarnos como pareja pasé en su casa.

  • Pau, vemos una peli? - me preguntó mientras compartíamos el sillon de su pequeño salón.

  • Vale, pero para verla hasta el final, no para que te entretengas con el móvil. Te obligo a verla!

  • Es Marcos que no para de escribirme. Está depre otra vez. - contestó mientras esbozaba media sonrisa tras mi bronca con tono maternal.

Marcos era uno de sus mejores amigos. Ambos lo conocíamos desde hacía tiempo. Aún me impactaba oir a Sergio decir su nombre. Todo no había sido siempre tan idílico entre nosotros. Yo me había dado cuenta mucho antes que Sergio de que no quería sólo una amistad con él. Pero cuando se lo hice saber, él que tenía pareja en ese momento, no tenía claros sus sentimientos. Así que pasaba el tiempo y no daba el paso que yo quería que diera para estar conmigo. En esa época, Marcos me escribía muy a menudo. Era tan simple como guapo. Y era muy guapo.

Escuchar su nombre en los labios de Sergio me hizo recordar meses atrás. Era un domingo por la tarde, estaba muy enfadada porque acababa de ver a Sergio con su novia de paseo. Llegué a casa de mis padres muy disgustada. Cuándo iba a ser mío de una vez. Cuándo demonios daría el paso. Sonó un mensaje en mi móvil.

  • Qué haces morenita? - Marcos volvía a escribirme.

  • Llegando a casa. - contesté bastante seca.

  • Estás solita? - empezaba de nuevo con su juego eterno.

  • Sí, mis padres estan de viaje.

  • Por qué no me invitas a ver una peli? - volvía a insistir como días atrás.

De repente, sentí fuego por dentro. Era la mezcla entre la rabia por ver a Sergio y el saber que un tío tan guapo insistiera en que quería venir a mi casa.

  • Ya me sé yo tus pelis... - contesté algo más receptiva.

  • Mientras la vemos te puedo dar un masajito. - propuso.

  • Suena interesante, pero conociéndote se te van a ir las manos a sitios peligrosos. - imaginaba sus manos grandes empezando por mi espalda y acabando en mis pechos.

  • Puede que se me vayan a saludar a esas dos, que ya sabes que me vuelven loco. - dijo sin titubeos.

  • Y cómo las vas a tratar? - pregunté cada vez mas decidida.

  • Primero las liberaré del sujetador sexy que vas a ponerte para mí y luego, una vez libres, las empezaré a recorrer lento. Pequeñas caricias, primeros roces en los pezones. Luego tendré que comprobar que caben enteras en mis manos...

Me estaba poniendo muy cachonda así que no lo pensé y le envié una foto de un sujetador de encaje negro sobre mi cama.

  • Me pongo éste?

  • Me encanta. - contestó en cuestión de segundos.

  • Ven. - no aguantaba más. Era absurdo retrasarlo más, quería follar con él. Si Sergio no me quería yo tendría que divertirme al menos.

A los veinte minutos, Marcos tocó en la puerta. Me había puesto el sujetador de la foto y un tanga a juego. Encima, un traje sencillo muy veraniego. Al abrir la puerta lo encontré de frente. Guapo como siempre, piel morena y con sus ojos verdes.