La de la 238
La penunbra de un hospital, una habitación, la hermosa rubia...
LA DE LA 238
Tardecita calurosa en Buenos Aires, de esas que tientan a beber una cerveza bien helada, a pesar de que iba rumbo a mi trabajo, me detengo en un pub irlandés, uno de los tantos que abundan en la calle Reconquista o San martín, miro el reloj, son las 19,30 por lo tanto tengo bastante tiempo hasta las 22, 00 que comienza mi turno en el hospital de Clínicas.
Dada la hora que es, el pub está lleno de mujeres, por donde miro me cruzo con alguna mirada que me obliga a bajar la vista, mi timidez me impide acercarme, pero no obstante mi mente, luego de observar las hermosas piernas de una morocha descomunal, tapadas por una diminuta pollera, que deja entrever en su entrepierna el blanco de una bombacha, funciona a mil por hora imaginando mil escenas sexuales.
Mire donde mire, veo culos, piernas y tetas, rubias, morochas y teñidos diversos, en verdad me agarro tal calentura que mi mente parece estallar, quisiera cogérmelas a todas, tenerlas al alcance de mis manos, de mis labios, sacar mi pija para que me la agarren y me la chupen hasta acabar.
Es tanta la morbosidad que siento en ese momento que pienso donde poder descargar semejante energía, energía que me vuelve loco hasta el punto de ser capaz de cometer cualquier locura, y mi mente vuela al hospital donde trabajo, habitación 238, rubia de 26 años con ACV (accidente cerebro vascular) pérdida de conocimiento y sin reacciones a las
pruebas de sensibilidad de pies y manos, aparentemente con hemiplejia completa.
Pago la cerveza y salgo, no voy a tomar el colectivo, voy a ir caminando para tener más tiempo y poder pensar como normalizar mi mente, ya que no puede ser que esté pensando de esa manera con una paciente.
Ya en el hospital, saludo como de costumbre a la gente de vigilancia que se encuentra por la entrada de Av. Córdoba, camino a la sala de enfermería donde desarrollo mi tarea, me cruzo con Vanesa una enfermera que hace rato me tira onda, pero no acuso recibo de sus directas. No está mal, pero hay algo que no me termina de cerrar, no me convence, ni siquiera para hacerme los ratones.
Ya en la sala comienzo a preparar toda la medicación de los pacientes que debo de atender, ya que desde las 24,00 hasta las 06,00 estoy solo, y me gusta tener todo preparado y ordenado.
Mientras preparo sigo pensando en la rubia de la 238, es tan así, que de repente se me empieza a parar, no me puedo controlar, no se como sacármela de la mente, cada ves que pasa alguien, tengo que tirar el culo hacia atrás para que no se me note el bulto, es terrible, voy al baño y me hago una paja de película, hacía tiempo que no acababa de esa manera, realmente la goce y liberó un poco la carga que sentía.
Miro el reloj y es hora de que comience a bañar a los pacientes, son 20 en total y la verdad que limpiarle la mierda a los demás no es muy grato pero no queda otra, tengo que hacerlo. Inconscientemente dejo para lo último a la del 238, ya es noche avanzada, no circula nadie por los pasillos, ya bañe a los demás y los mediqué, apagué varias luces para que todo quede en penumbras y me dirigí a la 238. Al entrar a la habitación siento un hermoso aroma de loción importada, se ve que los parientes estuvieron higienizándola, pero no obstante con suavidad corro la sabana que la cubre, con miedo, como si fuera a despertarse, dejando su cuerpo solo cubierto por la camisola del hospital, que al ser abierta en la parte de atrás, deja ver sus hermosas nalgas, la giro de tal forma que quede con el culo para arriba, que perfección, parece tallado a mano , dan ganas de morderlo todo, desato el moño y deslizando la tela dejo toda su parte trasera al desnudo, tomo la esponja húmeda y comienzo a pasarla por su espalda hermosamente curvada, subiendo por sus nalgas y entrando en su entrepierna hermosamente calentita, Repito los movimientos una y otra vez, observando e imaginándome mil fantasías, me agarro tal palo de nuevo que con la otra mano empiezo a acariciarme la pija, a la ves que sigo en su entrepierna pasando la esponja. La giro dejándola boca arriba, con sus redondos pechos parados apuntando al cielorraso, como si estuvieran esperando ser acariciados, cosa que hago con la esponja, deslizándola entre ellos en forma circular y bajando por la panza hasta sus bellos púbicos, pero a éste punto ya no puedo continuar, no puedo seguir adelante, a pesar de que mi mente me lo pide a gritos, la seco con rapidez, le pongo una camisola limpia, la tapo y salgo corriendo de la habitación.
Con la respiración jadeante me dirijo nuevamente al baño, abro la ducha y me sumerjo en el agua fría para volver a la realidad, pero me es imposible su imagen se me presenta nítida, de tal manera que hace que me masturbe nuevamente, pensando en sus pechos, en sus formas tan hermosas, me revuelco bajo el agua, otra acabada genial, nunca vivida de esa manera.
Sin darme cuenta llegó el momento de retirarme, no viendo la hora de que llegue nuevamente mi turno para volver a vivir lo mismo, para tenerla nuevamente desnuda.
Volví a mi departamento pensando en avanzar un poco más, de ir un poco más lejos, total estoy amparado por el estado en que se encuentra ella y por el hecho de que en ese turno estoy solo, así que me dije que esa noche me iba a pajear en la misma habitación.
Nuevamente la rutina de todos los días, dormir, bañarse, comer y salir hacia el trabajo, lo único distinto el día de hoy fue que estuve pensando en la rubia más de lo que debería, pensando atrocidades que nunca antes se me hubieran cruzado por la cabeza, si quizás, leyendo en los policiales de la prensa amarilla, pero nunca que me ocurriera a mi.
Traté de distraerme pero fue imposible, nada me sacaba de la mente la imagen de ese hermoso cuerpo desnudo a mi merced, con el cual puedo dejar de lado mi introvertida y enfermiza personalidad, y hacer todo lo que se me ocurra.
Ya en el hospital realizo la rutina de todos los días, con un agregado, leo la historia clínica de la rubia para saber si hubo algún cambio en su estado, y veo con alegría que se encontraba tal cual la dejé noche anterior.
Dejando nuevamente todo en penumbras, ingreso en la habitación con la respiración jadeante, el corazón latiendo a mil como si fuera un animal en celo, me dirijo hacia ella y la destapo sin ningún cuidado, sin nada de delicadeza dejando a la vista su contorneado cuerpo desnudo, el cual sin pensar comienzo a acariciar con frenesí, que tetas por favor, no podía dejar de tocarlas, con la otra mano saqué mi pija y comencé a acariciarme, a chupar sus tetas, fui bajando mi mano hasta llegar a su concha, que sensación hermosa, meter mi dedo en lo profundo de su cuerpo y sentirla a mi merced, que poder me daba, me sentía el amo del universo.
Mi pija parecía que iba a explotar, era tal el palo que tenía que comencé a masturbarme a la vez metía y sacaba con rapidez mi dedo de su concha, acabando encima de ella entre sus pechos, que placer tan inmenso invadió todo mi ser, que momento sublime pudiendo controlar yo la situación, desparramando mi leche por todo su cuerpo inerte, como si estuviera esperando a que repita de nuevo el momento vivido.
La limpio con mucho esmero y suavidad, cuidando de no dañarla, como si fuese de porcelana, para poder usarla de nuevo.
Durante la semana todos los días me masturbo delante de ella, tocándola, acariciándola, besándola, pero ya últimamente no me estaba produciendo el mismo placer, necesitaba avanzar más, necesitaba penetrarla, cogérmela bien cogida, hacerle el culo de tal manera como nunca se lo hice a ninguna, me daba cuenta que ya no podía quedarme tranquilo mi mente me pedía más y más, a tal punto de llegar a cometer una locura como la violación.
Durante todo el día estuve como loco, no soportaba nada, todo me caía mal, lo único que aceptaba mi mente era la imagen de la rubia desnuda.
Ya en el hospital, no le pasé bola a nadie, discutí con varios sin motivos, y no llegaba nunca la hora de ir a la 238, se hacía de goma, cada vez más largo, más pensaba más loco me ponía. Por fin llego la hora, se fueron todos y salí corriendo para la habitación, la desnudé de un tirón, estaba enloquecido, enceguecido, no controlaba mis actos, una fuerza oculta dirigía mis movimientos, me bajé los pantalones y me subí sobre ella, comencé a chuparle las tetas con frenesí, y a meterle la mano en la concha, acariciándosela con mucha fuerza, como si quisiera hacerla acabar, recorro todo su cuerpo con mis labios, metiendo mi lengua en cuanto agujero encuentro, que culo, que sabroso, lo mojo bien con mi saliva y comienzo a penetrarla, que placer sentirla entrar tan apretada, se la meto toda y comienzo a moverme como si fuera un pistón, una y otra vez, arriba y abajo hasta que acabo, pero no termina todo allí, la doy vuelta y me sorprende verle los pezones parados y su conchita mojada y muy lubricada, pero no le presto demasiada atención, ya que sigo recaliente, por lo tanto le chupo la concha mientras le meto mi dedo en culo, uno, dos, tres dedos cada vez es más grande el placer, no aguanto más, se la meto y en dos bombazos acabo nuevamente.
La higienizo y salgo silbando como si nada hubiera pasado, en los pasillos todo está tranquilo y los demás pacientes duermen placidamente.
Ya en la sala de enfermeros, me pongo a pensar en los pezones parados y en su concha tan lubricada, no puede ser en su estado vegetativo, no tendría que sentir nada que produjera esas reacciones, pero no le encontraba una explicación. Leo su historia clínica y todo sigue igual, no hay ningún cambio.
Pero la duda me carcome el cerebro, regreso a la habitación y paso la punta de mi lapicera por la planta de su pie y veo que reacciona al contacto y lo mismo con la palma de las manos, tiene una leve reacción. Pero no le doy demasiada importancia.
Ya al otro día preparo la medicación como siempre, y distribuyo las mismas en la bandeja para pasar por las habitaciones, pero primero me dirijo a la 238, ya que no podía esperar hasta más tarde, estaba recaliente y quería cogérmela ya. Me dirigí a la habitación, apague las luces y puse la bandeja en la mesita que se encontraba al lado de la cama, luego procedí a desnudarla y empecé muy suavemente a chuparle el cuello, bajando a sus pezones, metiendo mi dedo en su concha no dejo de morderle los pechos, la panza y bajo hasta su clítoris, pasándole la puntita de la lengua con mucha suavidad, es tal la calentura que se la pongo sin más vueltas y comienzo a cogerla de tal manera que la cama parece que se va a desarmar, que placer siento, es increíble, pareciera que estoy volando pero de repente siento un pinchazo imperceptible en el cuello, algo frío comienza a recorrerme por dentro el cuerpo, llevo mi mano al cuello y noto que tengo una jeringa clavada en el mismo, miro a la rubia y la veo observarme con los ojos desorbitados y con una mueca de placer, siento que me desvanezco, me muero.