La de 65 I

Una de mis primeras aventuras sexuales. En plena adolescencia conozco a una casada que me saca casi 50 años.

Yo era un adolescente muy cabrón y guarro para la corta edad con la que contaba. Hacía todo lo posible por meterla en caliente a diario, como cualquier adolescente, por otro lado, pero con la salvedad de que, yo, casi siempre conseguía mi objetivo. Ya fuera con las chicas del instituto, del barrio, o cuando salía con amigos por el centro de Madrid. Eso sí, siempre de mi edad, más o menos.

Solía entrar de vez en cuando en chats on line para divertirme y matar el tiempo o para hacerme alguna pajilla si estaba muy cachondo, y aquel día no era una excepción. Estaba muy cachondo y se la hubiera metido a lo primero que pillase. Tanto es así que me hice una foto de mi enhiesto rabo con un objeto cotidiano al lado para que se comparara el generoso tamaño de mi miembro con algo fiable, y la subí al chat como foto de perfil.

No tardaron en abrirme algunos chavales pidiendo que me dejara mamar, pero aunque estaba cachondo siempre prefiero una tía, así que me puse a buscar yo mismo. Lo intenté con varios nombres: “guarra”, “zorra”, “mamona” o cualquier otro apelativo que se me ocurriera, hablé con alguna pero no hubo suerte, ya que o bien eran ‘fakes’ o no vivían en Madrid.

Cuando estaba punto de dejarlo y meterme en Todorelatos a leer algo con lo que acabar la paja me abrió privado una mujer, de nick “madura65”, diciéndome que tenía una polla muy grande, cosa que agradecí, y empezamos una breve conversación donde me contó que estaba ya jubilada y que vivía con su marido en una zona pija cercana a la capital, y aunque me pillaba algo lejos de donde vivo dejaba entrever que me gustaría quedar con ella, a lo que sorprendentemente ella aceptó, no sin antes decirme que era al chico más joven con el que había quedado nunca (tenía 16 años por aquel entonces).

En una cafetería de Moncloa, a medio camino entre donde vivíamos cada uno,  nos encontramos tras 2 horas escasas de nuestra primera charla. Yo estaba algo preocupado por si no aparecía pero el morbo me podía y estaba con la polla durísima, tanto que se me notaba y alguna me miraba el paquete de más en el camino en metro, lo cual me puso aún más cachondo si cabe.

Para mi sorpresa ella estaba allí cuando llegué, en la puerta de la citada cafetería, vestida tal y como me dijo: con una elegante falda negra y una blusa de color gris, enjoyada y con taconazos negros. En fin, toda una puta.

Yo: “Hola, ¿eres Mar verdad?”

Sin miedo me dirigía esa desconocida. Podría no haber sido Mar, pero la calentura me envalentonó y, fuera quien fuera, esa mujer me daba un morbo increíble por su edad y forma de vestir.

Mar: “Hola. Sí, y tú debes ser mi merienda, ¿no guapetón?” Dijo, mientras me guiñaba un ojo, melosa

Y: “Ufff, tienes más morbo de lo que me imaginaba incluso. Estás para empotrarte aquí mismo sin café ni hostias.” Yo nunca me he cortado en decir lo que pienso, por guarro que sonara.

M: “Me alegro de que me lo digas porque ahora mismo prefiero lo que vi en la foto que el café.” Directa y sin cortarse, pese a la diferencia de edad.

Ahí fui presa de la calentura y me apreté a ella para que notara mi rabo duro como una piedra mientras sobaba, discretamente, su culo.

M: “No me esperaba esto de un chavalito tan joven, pero me gusta que tengas decisión.”

Al ver que no le disgustó, si no todo lo contrario, me envalentoné más y decidí meter boca a lo que me respondió con ganas mientras me empezó a sobar la polla mientras decía:

M: “Tenía miedo de que no cumpliera mis expectativas, pero parece real la foto que vi.”

A todo esto yo ya le sobaba las tetas y le comía el cuello sin ningún pudor en plena calle, al lado de la cafetería que fue nuestro punto de encuentro.

Y: “Necesito follarte ya” Dije mientras intentaba acceder a su coño maduro.

M: “Tranquilo, vamos a mi coche que lo tengo aquí cerca, cielo, y acabamos lo que empezamos.”

El camino lo hicimos al trote entre besos, sobeteos y azotes por las ganas que nos teníamos el uno al otro. A los 5 minutos ya estábamos montados en un Nissan Qashqai blanco del que comenté que era perfecto para follar, por el tamaño, a lo que me respondió que por eso escogió venir con este coche y no con el Volkswagen Passat, que también tenían.

Y: “Así que lo tenías todo preparado para que te diera polla, eh zorra”

M: “Eres un jovencito de lo más descarado, eh. No me esperaba que a tu edad fueras a ser tan cabrón, a ver si lo demuestras, también, follándome como tal.”

Cada minuto estaba más cachondo, y una vez entramos dentro le dije que me la chupara que me daba igual no salir de donde estaba aparcado y me saqué la polla del pantalón, a lo que ella no dijo nada y solo empezó a darme besitos por el capullo húmedo de precum.

M: “Cabronazo sí que tienes un pollón como prometías.”

Y: “Disfrútalo que en casa no tienes de esto y esta tarde tienes la oportunidad de quedarte bien a gusto zorrita.”

M: “Eso haré” Dijo mientras intentaba tragarse mi polla por completo.

La mamada la hacía muy profunda la zorra, y me llenaba de babas el rabo como a mí me gusta; yo de vez en cuando de lo caliente que me tenía la cogía del pelo y le follaba la boca lo más que podía, en algunas ocasiones casi se ahogaba pero nunca se quejó

A los 10 minutos de comerme la polla me dijo “Quiero tragarme toda tu leche y que me alimentes bien cabrón”. Y no aguanté mucho más. Cuando me corría le apreté la cabeza hacia abajo para que le llegara directa al fondo de la garganta y se la tragara toda sin pasar por la boca.

Las otras chicas a las que había tratado tan duro se habían quejado, casi siempre, por eso me maravillaba que Mar no lo hiciera, y encima disfrutaba la muy golfa. Diferencias entre crías y mujeres hechas y derechas, pensé.

Cuando arrancó el coche yo aún estaba extasiado de la corrida que acababa de sacarme la zorra que estaba conduciendo, a no sé dónde, mientras me decía que había sido muy malo al no dejarla saborear mi leche y que por eso me llevaba a un sitio donde podría vaciarme más y mejor los cojones. A lo que yo le respondí que tenía mucha leche para ella aún.

Al cabo de media hora llegamos a un polígono semivacío cuando ya el día empezaba a oscurecer, y yo me volvía a poner cachondo tras la primera corrida. Nos empezamos a besar como adolescentes en su primer polvo y a meternos mano como si fuera a ser la última vez (que por suerte no lo sería), y descubríamos nuestros cuerpos con la boca, la lengua, las manos, etc.

Salimos del coche y nos metimos en la parte de atrás para estar más cómodos y desnudarnos completamente, y en cuanto saqué la polla de su prisión se abalanzó como una loba a mamar, a lo que no pude contenerme y emepecé de nuevo a follarle la boca como un poseso, esta vez en mejor posición, ya que podía a la vez agarrarle sus tetas de abuela.

M: “¡Me vas a romper cabrón!”

Y: “Sí… el coño, y a pollazos.”

M: “Pues vamos a ello nene que me muero de ganas.”

Tras decir esto me escupió bien mi tieso rabo y me lo llenó de babas entero: “para que me entre mejor”, dijo. Y sacó del bolso un bote de lubricante que aplicó en la entrada de su coño.

M: Rómpeme sin contemplaciones… a ver si de verdad eres lo que aparentas, niñato.”

Sus palabras terminaron de encenderme y provocarme. Salió mi lado más animal y mi rabiosa juventud, para empalarla de un solo movimiento. Y ya tenía la polla envuelta en ese chochazo maduro, de golpe y porrazo, nunca mejor dicho. Tenía el coño dilatadísimo, era el más holgado que me había follado de largo, se notaba mucho (incluso con lo gorda que tengo la polla) y así se lo hice saber con unas buenas embestidas. Otra de las diferencias con las adolescentes y veinteañeras que me solía beneficiar.

Y: “¡Cómo se nota la cantidad de rabos que han pasado por tu coño, eh, pedazo de puta!”

M: “Ahhhh, siiii. Sigue cabrón.”

El coche se llenó de mis bufidos empotrándola contra la puerta del coche, sus gemidos recibiendo polla y mis cojones rebotando en su culo con cada empujón que pegaba. Hasta que, agarrándola muy fuerte del pelo, le llenaba el coño de mi espesa y caliente leche tras unos buenos minutos de pollazos frenéticos.

Reposamos unos minutos y me fijé que en la mano me habían quedado algunos pelos suyos del último tirón que le pegué, me había pasado, pensé. El sonido de su móvil me sacó de estos pensamientos. Ella rápidamente se recompuso y sacó el móvil del bolso para responder la llamada entrante. Aún recuperando el aliento, contestó al que parecía ser su marido:

M: “¿Sí, cariño?”

“Con Maite de compras en El Corte Inglés”

“Sí, para la cena estaré en casa mi amor”

Mientras decía esto llevó su mano a su maduro y rasurado coño; sacando algo de lefa de mi anterior corrida con el dedo se lo llevó a la boca y lo degustó con placer y una cara de puta como no había visto en mi vida.

“Aunque he merendado bien”

….

Ahí dejé de prestar atención a la conversación que mantenía mi madura amante con su esposo, pues, su mano había empezado a pajear suavemente mi polla, lo que, unido a la morbosa situación y palabras de cariño y amor que le dedicaba al cornudo de su marido sin ningún pudor, al lado un chaval que se la acababa de follar, y que era incluso menor que su hijo, me puso otra vez cachondo y las ganas de follármela volvieron a mi espíritu, a pesar de haberme vaciado escasos minutos antes.

Cuando hubo colgado a su marido me dijo, sin soltar mi polla:

M: “Ahora seguimos con el último asalto, pero tengo que avisar a mi amiga Maite para que me cubra la coartada”.

Y: “¿Y qué le vas a decir a tu amiga?” Pregunté curioso, sorprendido por su naturalidad.

M: “La verdad.”

Y: “¿En serio?” Esta mujer cada vez me sorprendía más con su puterío y la naturalidad con la que lo mostraba.

M: “Claro, a ella le digo la verdad siempre. Maite y yo lo compartimos todo.”

Y: “¿Todo, todo?” Pregunté con una sonrisa maliciosa y claras intenciones de que fuera su amiga Maite la segunda madura que me follara en mi vida.

Ella, que me entendió perfectamente, puso cara de zorra y me pareció que estaba planeando algo.

M: “Sé a dónde quieres llegar golfillo… y me gusta. De hecho, le voy a mandar una foto de tu preciosa polla para que entienda por qué me tiene que cubrir esta vez. Pero para ello vamos a ponértela bien dura antes.”

Me guiñó un ojo y sacó la lengua para empezar a saborear mi rabo, que con lo que me acababa de decir y la mamada que estaba empezando tardó poco en ponerse en pie de guerra de nuevo. Escupió y me pajeó para después sacar el móvil y dármelo.

M: Haz me una buena foto mientras te chupo el capullo y se la mandamos a Maite.

Fue dicho y hecho. En la foto salía ella con los ojos entre cerrados y cara de placer, y la cabeza de mi polla por completo en su boca. Le dije que salía muy guapa y natural, por lo que se rió orgullosa y juguetona, y le devolví el móvil para que le enviara la foto a su querida amiga.

No había apenas reanudado la mamada, cuando un whatsapp de Maite respondiendo a la foto nos llegó. Lo leyó y me comentó lo siguiente

M: “Mi amiga dice que le encanta la polla que me estoy comiendo, que parece muy gorda.”

Y: “Vamos a demostrarle lo gorda que me pones la polla comparando con tu antebrazo, putita.” Sospechaba que mi polla tenía el grosor de la muñeca de mi pequeña amante madura, y quise comprobarlo de la manera más morbosa, haciéndola partícipe de la prueba.

Puso el brazo al lado de mi rabo y le hice otra foto que volvimos a mandar a su amiga del alma. Hasta Mar se sorprendió, al ver la foto, del grosor de lo que se acababa de meter por el coño.

Ya no supe que más respondió porque la calentura me pudo, y dejando el móvil a un lado tumbé a mi puta en los asientos de atrás y me dispuse a penetrarla de nuevo, esta vez en un misionero para ver la carita de gozo que ponía la muy golfa.

Empecé a jugar con mi polla en la entrada de su coñito, masajeando el clítoris, abriendo los labios y amagando con meter la puntita, ante sus caras de placer y sus gemidos de gozo.

Cuando menos se lo esperaba, y de un golpe de cadera, la introduje toda en su interior empezando un suave vaivén. Abrió la boca en un gemido muy profundo y seco que acallé metiendo unos dedos dentro.

Y: “Te gustaría tener otra polla en la boca, eh, zorra casada.”

M: “Gggaaah, siii… ggghh.”

Esto me puso tan cachondo que volví a darle caña como un animal agarrando su boca con mi mano, mientras con la otra le apretaba las tetas, o, loco por la excitación, abofeteaba flijito, para marcar territorio, su cara de zorrón.

Estuvimos tanto tiempo en esa postura que a ratos el polvo se convertía en algo menos bruto y más pasional y romántico (en parte por el cansancio acumulado que llevaba yo encima), y, cuando me acercaba a ella para descansar el cuerpo apoyándome un poco en el asiento, nos comíamos a besos.

Acabé extasiado tras largo rato, y me corrí sobre ella haciéndome una furiosa paja que acabó con unas gotas de leche sobre sus tetazas de abuela. Gotas que se esparció mientras me decía que no se iba a lavar antes de cenar con su marido. Me terminó de volver loco con ese comentario final.

Tras un breve reposo mirando cada uno su móvil y respondiendo cosas pendientes tras 4 horas de frenético sexo, me dejó en la estación de metro cerca de donde quedamos, nos intercambiamos los móviles para volver a quedar otro día y continuar nuestras placenteras aventuras,  y se fue a su casa a cenar con su maridito sin un ápice de vergüenza ni pudor. Me encanta esta golfa.

Ese día aprendí que el sexo no tiene edades ni físicos y, desde entonces, me gusta mucho más disfrutar con mujeres maduras y expertas o casadas necesitadas de acción, atención y satisfacción sexual.

Esta historia continuará tal y como ocurrió si es bien recibida. Pasaron muchas cosas más que espero poder relataros, con ayuda de vuestros comentarios y valoraciones iré mejorando para que podáis disfrutar de lo que yo hice con Mar… y amigas.