La dama de hierro (4)

Jordana desnuda su verdadera personalidad, mostrandoles a sus futuras sumisas el inhumano castigo al que somete a su ultima esclava con el fin de intimidarlas.

Cuando el telón hubo quedado descorrido totalmente, los ojos de mis perritas quedaron abiertos de par en par incapaces de creer lo que estaban viendo.

En medio de la tarima, se encontraba una mujer desnuda, de pie, apoyada tan solo por las puntas de los dedos de sus pies en una incomodísima posición. La mujer tendría aparentemente unos treinta y tantos y su aspecto no podia ser mas lastimoso. Su castigado cuerpo presentaba marcas de quemaduras de cigarrillos y otros objetos incandescentes, y cuyo aspecto iba del amarillo purulento al violáceo mas profundo, y en algunos casos supuraban unos finos hilillos de pus. Ademas, no habia un solo centímetro de su cuerpo que no mostrara una marca ya fuera reciente o antigua de latigazos y fustazos de todo tipo.

Tenia el craneo completamente afeitado, al igual que su vagina, y ademas de presentar una enorme argolla que le atravesaba el puente nasal, varias y gruesas anillas de acero atravesaban sus labios vaginales. Pero lo mas terrible de todo eran dos gruesos y grandes anzuelos que atravesaban de parte a parte los senos de la infortunada, desgarrándoselos, y de los que salian dos finas pero resistentes cadenas que estaban enganchadas del techo y que mantenian a la pobre desgraciada casi en vilo. Asimismo, ésta presentaba las manos encadenadas a la espalda, y gruesos grilletes mantenian sus tobillos casi pegados. Completando su atuendo, una enorme bola estaba incrustada en la boca de la desdichada casi desencajándole la mandibula e impidiéndole que pudiera articular ni una palabra. A los pies de la torturada mujer habia unos goterones de sangre seca, que probablemente habian manado de sus castigados senos, y que habian ido juntándose hasta formar un pequeño charquito.

El rostro de la infortunada y anónima mujer para mis chicas, presentaba un rictus de insoportable dolor a causa del atroz sufrimiento a que estaba siendo sometida, pues yo sabia que llevaba casi colgada en esa posición mas de 5 horas, y sus fuerzas estaban ya casi al limite, pero lo peor aun estaba por llegar. En realidad se trataba de Mari Carmen, una puta barata de club de camioneros reconvertida en mi ultima esclava particular a causa de una pequeña transacción que tuve con el dueño de dicho club.

Llevaba a mi disposición unos 10 meses en los que habia disfrutado mucho con ella, primero domándola, luego sometiéndola, y por ultimo torturándola, y ahora que ya no presentaba ningun aliciente para mi, iba a prestarme un ultimo servicio demostrándoles a mis dos nuevas futuras sumisas, hasta donde podia llegar el alcance de mi sadica e irrefrenable crueldad. Mas tarde, la trasladaria a cualquier otra de mis residencias o la traspasaria a otro amo, aun no habia llegado a una conclusión.

Aprete un boton del control de mandos empotrado en mi sillon y un silencioso zumbido inundo la habitación en la que solo se oia la trabajosa respiración de mis dos amiguitas, sin duda causada por el miedo que comenzaba a embargarlas. Entonces, las cadenas de las que pendia la pobre Mari Carmen empezaron a tensarse mas y mas hasta que ninguna parte de ésta tocaba suelo. Al estar suspendida solo por sus senos y aguantar estos los 52 kilos de peso de la infortunada, ésta empezo a gritar de dolor, gritos que quedaron afortunadamente apagados por la mordaza, a la vez que su cuerpo empezo a contorsionarse como si de una anguila se tratara. Durante unos segundos, debido al balanceo, quedo a la vista de mis anonadadas espaectadoras de excepcion la parte trasera del cuerpo de mi esclava que habia estado oculto a nuestra vista hasta el momento.

El aspecto que presentaba era tan o mas lastimero que su parte frontal. Tenia la espalda cribada por numerosos anzuelos de diferente tamaño y grosor y unidos entre si por un fino hilo de nylon, que al estar tenso mantenia todos los anzuelos estirando la piel de Mari Carmen, y sus nalgas estaban agujereadas por no menos de 100 o 150 alfileres de costura y agujas hipodérmicas, no quedando prácticamente un solo hueco libre. Completando el sadico cuadro, en su recto tenia implantado un grueso pepino de al menos 12 centimetros de diámetro que lo mantenian grotescamente abierto y deformado, y sin duda le habria provocado un desgarro, que mas tarde habria que suturar.

Pero el atroz sufrimiento de Mari Carmen no habia hecho mas que comenzar. Aprete otro de los botones de mi control, e inmediatamente la tarima se abrio bajo sus pies y un enorme recipiente de cristal trasparente de 2 metros de ancho por 2 de alto empezo a emerger hasta quedar a escasos centímetros de las plantas de sus pies.

La "bañera", como a mi me gustaba llamar a mi artilugio, estaba completamente llena de agua, y mediante un termostato que yo podia regular desde mi sillon, mantenia la temperatura que yo deseaba a cada momento y de una manera constante.

Quise recrearme con la situación y eche un rapido vistazo a mis novicias, estas estaban en silencio, con una expresión de temor y curiosidad por lo que iba a acontecer seguidamente. Decidi no hacerlas esperar mas y apretando un boton, las cadenas que mantenian sujeta a Mari Carmen empezaron a descender lentamente y ésta empezo a sumergirse en el liquido elemento.

Los chillidos no se hicieron esperar, la pobre y martirizada esclava se movia y trataba de encogerse, intentando por todos los medios a su alcance, que desgraciadamente para ella, eran muy limitados, escapar a su doloroso destino, pues el agua estaba calentada a la temperatura justa en que el dolor es insoportable y parece que te estan cociendo viva, aunque en realidad, era una ilusion causada por las terminaciones nerviosas de nuestra piel. En realidad su salud no peligraba en absoluto y yo estaba segura que cuando terminara su sesion, tan solo le quedaria como recuerdo transitorio un color rosado profundo, a causa de la abrasión superficial de su piel. ¡ Pero como gritaba y sufria la condenada !, daba gusto verla, y yo no podia aguantar mas mis impulsos de correrme, asi que estirando levemente de la cadena que sujetaba a Elo, le hice un gesto señalando a mi coño al tiempo que le escupia un seco :

¡ A ver lo que eres capaz de hacer, cómemelo bien, maldita zorra !.

Como yo para la ocasión, habia decidido no llevar absolutamente ningun tipo de prenda debajo de mi inmaculada bata blanca de laboratorio, Elo no tuvo ninguna dificultad en alcanzar mi velludo y ansioso coño y tímidamente y venciendo su repulsión inicial, pues según su expediente, era absolutamente heterosexual, habito que yo me encargaria de corregir en seguida, comenzo un suave e indecido lameteo al borde de mi caliente vagina.

Mi otra " perra ", Inma, miraba incrédula la insolita escena que se estaba desarrollando delante de sus ojos, el cruel martirio al que estaba sometiendo a Mari Carmen, y el ver a su compañera de desdichas arrodillada frente a mi, indefensa, chupandome el coño, con una expresión de mal disimulado asco en su adorable rostro. Entonces decidi que ella tenia que participar tambien en mi fiesta particular, asi que tironeando secamente de su collar le ordene que me chupara los pezones. Con una mirada de estupor, me dijo que ni hablar, que ella no estaba dispuesta a hacerselo nunca con otra mujer. Yo le dije entonces que tenia dos opciones, hacermelo por las buenas o por las malas, a la vez que señalaba a la infortunada Mari Carmen, que prácticamente ya ni se quejaba, pues se habia quedado ya sin fuerzas y estaba prácticamente inconsciente.

Después de lanzar una breve mirada a mi pobre y torturada esclava, Inma decidio con sensatez que de nada le serviria negarse a cumplir mis deseos, y que ya que lo tendría que acabar haciendo, mas le valia la pena hacerlo con el minimo dolor corporal posible, pues psicológicamente el daño ya era irreparable. Asi que, medio incorporándose comenzo a pasar su rosada lenguecita por mis enormes y palpitantes senos. La fiesta duro unas tres horas, en las que mis nuevas y recien estrenadas esclavas lamieron mi cuerpo, como si este fuera la mas sabrosa tarta de chocolate jamas confeccionada.

Chuparon y lamieron mi coño, mi ano, mis pies, mis axilas, mis manos. . . . . ni una parte de mi cuerpo quedo sin que sus voraces lenguas dejaran su impronta de saliva e él. Yo a mi vez, les habia desgarrado los asquerosos y malolientes harapos que componian su ropa interior, dejándolas al fin completamente desnudas. Ya nunca mas, mientras estuvieran a mi servicio, volverían a vestir prenda alguna, a no ser que yo quisiera darme el capricho. Tambien les obligue a que se lamieran la una a la otra sus malolientes coños e incluso les ordene que se follaran con el puño todos sus indefensos agujeros, especialmente sus culos manchados de mierda seca. Ante la menor vacilación, yo, con un pequeño latigo les daba dolorosos azotes en las partes mas sensibles de sus anatomias, y ellas, impotentes ante la situación, acababan por obedecer todas mis ordenes por desagradables y humillantes que les resultaran.

Cuando por fin, di por finalizada mi primera sesion oficial de doma y posesion con mis recien estrenadas esclavas, estas estaban medio desfallecidas, tumbadas a mis pies como grandes muñecas desmañadas y rotas, todas sucias, desgreñadas, con un hedor a mierda y cuerpos mal lavados, que unidos al aroma de sudor reciente y de sexo recien consumado, componian el elixir perfecto para mis depravados sentidos.

Decidi dejarlas descansar alli mismo, en las mismas posturas que habian quedado, y llamando a Felipe, mi chofer y asistente, le ordene que transportara a la maltrecha Mari Carmen al pequeño dispensario que tenia dispuesto en mi mansión, para atenderla de las multiples heridas, contusiones, e irritaciones que infestaban su, en otro tiempo deseable cuerpo. Después de casi un año a mi servicio, de deseable ya no le quedaba nada. Sus tetas al principio turgentes y duras, ahora se asemejaban a dos melocotones demasiado maduros y casi podridos, y su en otro tiempo elestico y pequeño coño, ahora parecia mas un tunel de lavado para camiones y autobuses. De todas maneras la pobre puta me habia servido bien, y me habia proporcionado muchos placeres, asi que después de curarla, en vez de revenderla otra vez a algun misero club de carretera, tal vez decidiera conservarla, reconvirtiéndola en una criada mas al servicio de una de mis innumerables inmuebles. No se, ya lo decidiria mas tarde, ahora tenia cosas mas importantes y suculentas en las que pensar.

FIN DEL CUARTO CAPITULO