La curiosidad, no mata al gato!

Mi curiosidad fué aumentando después de haber urdido yo mismo la trama, para descubrir ese "pequeño sexo"...

Hola, soy M. Asunción y quiero contarles un dato clave en mi vida amorosa. Mejor dicho, a veces las apariencias nos engañan y creemos que todo lo que viene en envolturas pequeñas o mal presentadas es de poca calidad…jeje…nada qué ver.

Lo conocí por mi marido. Bueno, eso de “marido” suena y está bien cuando de por medio ha habido un matrimonio, del tipo que sea. Lo nuestro no pasó de un enamoramiento que se volvió permanente, a pesar de la enorme diferencia de edades entre él y yo, -él 55 y yo 17- lo que surgió por ese entonces, también nos condujo permanentemente a la cama. Entre miedos, curiosidades y dolores de mi parte; y él, por su condición de sacerdote, a escondidas y disimulando todo el tiempo. Sus ternuras paternales se volvieron mi dulzura y mi tormento. Amén de los cuidados, mimos y detalles que hicieron que olvidándonos de todo nos quedáramos a vivir juntos cerca de cuarenta años, hasta su irremediable partida.

Pues bien. José su entrañable amigo motivo de mi relato, lo había conocido casi de manera fortuita cuando él ya rondaba los 80 años. Hallándose necesitado de consejería espiritual e ignorándolo todo, había encaminado sus pasos hacia la institución en donde se desempeñaba como capellán. Allí se habían hecho amigos. Para entonces José tendría unos 35 años muy bien conservados. De contextura mediana y sin llegar a la gordura, se había vuelto muy asiduo de Miguel, debido a que los dos compaginaban en sus curiosidades de historias y misterios. José aprovechaba cualquier espacio de su tiempo para visitarlo o para llevarlo de paseo en su coche. Ya me había habituado a abrirle la puerta, invitarlo a pasar después de un breve saludo y como era consabido a quien buscaba, después de instalarlo con él, yo me escabullía de sus vistas. A pesar de parecerme simpático, educado y muy buena persona, había un no se qué, que me hacía huir de él…de los dos. Siempre en guardia y pensando en mis adentros: con la confianza que se tienen, seguro que en cualquier momento llegará a averiguarle sobre nuestra situación, el porqué de mi presencia cerca de él y sobre todo, de dónde aparecieron “los sobrinos”…!!!

Así transcurría el tiempo, y también yo, como que le fui perdiendo el miedo. Ya no lo veía tan lejano y hasta empezamos a gastarnos una que otra broma cuando por fin me integraba a sus largas conversaciones. Había algo que me llamaba la atención en él…pero no podía determinar qué podía ser aquello.

Cierto día; mejor, cierta noche luego de nuestra acostumbrada jornada que por cierto se tornaba larga y sin prisa alguna, debido a lo avanzado de su edad…Agustín ya relajado después de haber expulsado para mí su exquisito jugo…y mientras me esmeraba por secarlo y secarme yo también, de pronto y suspirando profundamente me dijo:

-          Sabes mi viejita linda que mi amigo del alma, además de permanecer hasta ahora soltero, me ha contado que ha tenido muy pocas oportunidades para disfrutar del sexo?

Me quedé de un palmo. Pensé ¿A qué viene semejante confesión de su parte? Y justo en éste momento!!! Notando mi confusión evidente prosiguió:

-          Como su novia menor a él, vive cuidando a una anciana de sociedad y  que jamás la desampara…les ha sido difícil estar solos, y cuando han podido han intentado hacerlo deprisa, por lo que me parece que ninguno de los dos se ha satisfecho plenamente.

-          No me digas –le dije-  pero eso es problema de él. De ellos dos. Ya tendrán oportunidad de hacerlo igual que lo hacemos nosotros…y me sonreí.

Nuevamente suspiró y me dijo:

-          Creo que no me entiendes. Quisiera ayudarlo a mi amigo para que se satisfaga plenamente…pero creo que además de las prisas, por lo que me ha contado…su instrumento es pequeño…o no resiste mucho tiempo….o no puede ensartarlo por algún motivo…

Creo que me quedé con los ojos en blanco. Porqué me contaba esto ahora mismo y qué interés por ayudarlo tenía? ¿Qué se traía entre manos el hombre por el cual me había desvivido todos éstos años? Por el momento no lo comprendía y preferí, cambiarle la conversación hasta entregarnos al sueño que tan profundamente nos acudía después de nuestras sesiones.

A partir del siguiente día, mi cabeza comenzó a darle vueltas a lo que había escuchado.

A pesar de la satisfacción que hasta entonces me producía su ya languideciente sexo. Me empezó a cruzar por la cabeza también la idea del “pequeño instrumento” del amigo…¿sería verdad? ¿Cómo será? ¿Será que no se le paraba? ¡Quizá estaba todavía virgen y seguramente era  falso aquello de la novia y de las prisas!!

A Miguel le encantaba quedarse en calzoncillos para que yo jugara a sacarle sus enormes huevos, a jalarle ese largo pedazo de carne morena, que cuando estaba flácida semejaba una delicada membrana llena de agua que parecía escurrírseme entre los dedos…En eso estábamos una noche cuando me decidí lanzarle a quemarropa una idea que ya estaba sembrada en mi cabeza.

-          Miguel, le dije: qué te parece si lo convences a tu amigazo para que te enseñe en algún momento “eso” que ha dicho tenerlo tan pequeño? Le solté de una. Relamiéndome para mis adentros.

Él se quedó en silencio unos instantes. Luego, mirándome fijamente me dijo:

-          Si tú lo quieres mi viejita, se lo pediré y no creo que me lo niegue….demasiada confianza hay entre los dos para no más de eso; y seguro que luego te lo describo sin guardarme nada, me dijo mientras se soltaba el último botón del calzoncillo para entregarnos a nuestro juego cotidiano.

Pasaron algunos días y no había la menor oportunidad de saberlo. Pero cierta tarde calurosa, de pronto el carro azul se detenía ante la puerta para “llevarlo a dar una vuelta”. Para mis adentros me dije: seguro que hoy es el gran día.

Ya en la noche y después de cenar se lo pregunté de golpe:

-          Fuiste con él a su casa? ¿Si o sí????

-          Siiiii…me respondió. Y ya puedes imaginar que se lo propuse….

-          ¿¿¿yyyyy??

-          Le noté ciertos reparos al principio…pero accedió, me dijo.

Casi grito de júbilo.

-          Me pidió que lo acompañara hasta su dormitorio para enseguida quitarse el pantalón y quedarse en calzoncillos. Se recostó en la cama y me dijo que se lo palpara, claro, por encima de la tela, por lo que le pedí que se lo bajara. Quiero verlo, le dije

Yo contenía la respiración.

-          Se bajó el calzoncillo a media pierna y me dejó ver: es cierto, lo tiene muy pequeño…apenas sobresale por entre una mata de pelos negros. Yo diría que quizá le mide unos 3 o 4 cm…¡¡con la punta bien cerrada!!...y las bolitas…qué bolitas….después de palparlas, creo que las dos de él no son una de las mías…..la bolsita es arrugada y corta, pero eso si bien oscura, casi negra. En cambio el pitito es blanco…

Yo, seguramente estaba con la boca abierta. Continuó:

-          Sin embargo…, me dijo pero dejándome en suspenso….aquí viene la parte buena: le pedí que se lo sobara para ver si se le paraba….lo hizo, y no me lo vas a creer….le creció en lo ancho y en lo largo…quizá llegaría a unos 12 o 13 cm, volviéndose bien grueso. Se le bajó la capuchita y dio paso a una cabeza bien definida, con un filo impresionante, amén de una aberturita casi imperceptible….!!! Yo no entiendo cómo no va a poder ensartarlo si se le pone bien dura!!!

-          Increíble lo que me estás diciendo –le dije sintiéndome mojada por lo que estaba escuchando-

-          Se le para muy bien y los huevitos, aunque chiquitos, le quedan resaltados al piecito mismo del cañón. A pesar de los pelos por todo lado, tantos que parece oso …                  –completó-   En eso me gana, verdad? dijo sonriendo.

-          Y…se quedó con “eso” así parado? Le pregunté un tanto maliciosa.

-          Qué vá….el muy bandido extendió la mano y me tocó también mis partes…por sobre mi pantalón…

Solo atiné un ¡¿OHHH!??

-          Me dijo que si podía calmarse manoseando mi capacha….qué podía decirle?. Se lo permití y desabotonó mi pantalón hurgándome hasta quedarse con mis bolas, mientras se sobaba….lo echó lejos rápidamente. Fuerte y en varios chorros. Ya calmado, pude ver como se escondía de nuevo entre los pelos. Mientras su mano se aferraba a mi manguera…él también me dijo que había sido muy dichoso de haber palpado “semejante bulto”. Que siempre que me veía sentado, no podía dejar de sentir envidia y de cómo se imagina que disfrutaría una mujer con aquel pedazo dentro.

-          Yo, claro!!  –le respondí-  Imagínate el tuyo con la cabeza que dices, lo que me harías…pues el tuyo es mas bien mochito y casi ni se nota que ahí hay una cabeza…jejeje

-          Y ya no te rías mucho, me dijo poniéndose muy serio: sabes que después le he contado todo respecto de lo nuestro.

-          Pero cómo fuiste capaz Agustín!!...le dije. ¡Qué vergüenza!!...¿Qué dijo???

-          Se ha comportado a la altura. Ni siquiera demostró sorpresa…creo que desde siempre lo ha intuido. Me ha hecho preguntas sobre ti y le he respondido. Se ha mostrado comprensivo conmigo…creo que es el único amigo que he conseguido al final de mi vida  -dijo con cierta tristeza-.

-          Tengo mis reservas, pero si tú lo dices…creo que es un amigo verdadero. Le dije.

-          Sabes también viejita: ¡cómo me gustaría que algún día se fijara en ti! ¡saber que mi amigazo lo llegue a disfrutar  igual que yo ¡!!!!

-          ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿???????????!!!!!!!!!!!!

Esa noche ya en la cama, mientras él se desvestía para meterse junto a mí, mi cabeza daba giros y más giros….ya no estaban solo esos enormes huevos, el largo y delgado látigo moreno de casi 20 cm adornado apenas por un pequeño mechón de suaves pelos ensortijados en su base y que ahora me costaba un mundo endurecérselo lo suficiente para que lograra introducírmelo; tampoco la delgada y lampiña membrana de su colgante bolsa que al manipularla, daba la impresión de correr el riesgo de romperse…Hasta ahora, mi mundo sexual había sido aquello…también como un antojo ahora se entrecruzaba “eso” que se escondía entre una mata de pelos negros, y que crecía al calor de los deseos, hasta triplicar su longitud y su circunferencia, adornado con un par de  semillas de míspero  -según propia expresión de mi gran hombre- . Y que para colmo, lanzaban rápidamente fuertes y repetidos chorros de ese néctar que a mí tanto me ha gustado.

Hasta entonces, inocente de mí, había creído que todos los hombres serían iguales en sus dotes. Pero claro, siempre que pensaba eso, me asaltaba una duda: ¿porqué a los demás hombre no se les notaba como al mío? A José mismo, lo había visto ya muchas veces sentado enfrente mío, pero al parecer entre sus piernas no existía nada....!!

Casi diez años debieron transcurrir para constatarlo todo; yo misma, en persona!!