La culpa fue de la Nochevieja
Una mujer y su hijo comienzan una relación a causa del alcohol
Que peligro tienen las fiestas de fin de año. Y este que voy a contar sucedió hace ya tiempo.
Mi madre se quedó embarazada muy joven y el capullo de su novio salió por piernas en cuanto se enteró. Por suerte para ella su familia la apoyó en una época en que no sería raro que la pusiesen de puta para arriba y le pusiesen la maleta en la puerta. Pero mis abuelos son gente con sentido común y comprendieron que un patinazo lo tiene cualquiera. Hoy te puedes permitir comprar condones en cualquier lado. Hay máquinas de vending en cualquier esquina que te hacen la vida más fácil. Pero entonces hasta tomar la píldora era complicado. En algunas farmacias ni la vendían alegando que eso era cosa de putas. Menos mal que hemos avanzado algo.
Esa Nochevieja, como todas, la habíamos pasado en casa de mis abuelos con ellos, mis tíos y mis primos. Había sido una fiesta genial como cada vez que nos juntábamos todos. Después de las uvas mis primos mayores se fueron de fiesta y los menores protestaron porque a ellos no se lo permitían. A mi hacía ya tiempo que no me gustaba salir ese día. Así que me quedé con los “viejos” en casa riendo, bebiendo, cantando y hablando de mil tonterías. Sobre todo bebiendo…
Serían las cuatro de la madrugada cuando mi madre y yo decidimos volver para casa. Por suerte vivíamos cerca y aunque no íbamos tan pedo sí que habíamos cargado un poco de más. Al llegar a nuestro portal oímos ruidos dentro pero no prestamos atención. El portal hace un ángulo hacia el final, donde queda la puerta para bajar a los garajes, justo después del ascensor, que quedaría oculto si no fuese por un espejo. Cuando entramos vimos que en esa esquina estaba una vecina nuestra de apenas veinte años dándolo para que el tío que estaba con ella se corriese. Ella estaba en cuclillas ante él chupándosela desesperada mientras se metía los dedos para intentar acabar ella también. Pero la cosa iba mal. El tipo llevaba tal borrachera que ni siquiera pasaba de morcillona.
Nosotros al verlos nos miramos como preguntándonos qué hacíamos. Sin hablar volvimos a salir. Otra vez en la puerta me preguntó mi madre muerta de risa.
-¿Tú qué dices? ¿Entramos?
-Pobres. Podemos dejarles cinco minutos. ¿No crees? Es fin de año. Que disfruten jajaja.
-¿Disfrutar? -mi madre también se rió-. ¿Pero tú viste la polla de ese tío? No se le pone derecha ni con una grúa -los dos nos volvimos a reír.
-¿Entonces? Si entramos se van a dar cuenta y les cortaremos el rollo -aunque en el fondo me daba igual.
-Bueno. Vamos a dejarles un par de minutos. Que tampoco es plan estar aquí de plantón toda la noche.
De vez en cuando mirábamos para ver los progresos de la pareja. Pero no había manera. El tío no se correría ni aunque se la chupasen con una ordeñadora industrial del pedo que llevaba. Y la pobre Nati (así se llamaba) desesperada por llegar al orgasmo y hacer que el mastuerzo del tío se corriese.
-Ay que pena hija mía -dijo mi madremirándolos una vez más-. Porque el chaval tampoco parece estar mal servido. Pero hoy no vas a lograr nada. A ese no se le levanta hasta carnavales.
Yo no pude evitar reírme al escuchar las chanzas de mi madre. En mi familia somos muy abiertos hablando de sexo y hacemos chistes sobre el tema constantemente con una facilidad y naturalidad asombrosas. ¡Y la más picante es mi abuela! A mi me encanta que sea así.
-Manu -me dijo mi madre cuando llevábamos casi cinco minutos esperando-. Creo que si la pobre Nati quiere un polvo, te la vas a tener que follar tú.
Yo volví a reírme pero para mi sorpresa no era un chiste.
-No te rías joder. Es que si no vamos a estar aquí toda la puta noche. Y hace frío. Además con la tontería me están poniendo cachonda y no es plan -explicó echándose a reír. Yo también me reí por la ocurrencia de mi madre.
-Ven -me dijo tirando de mí y abriendo la puerta.
Yo pensé que iba a ignorarlos y pasar por el lado sin prestarles atención así que la seguí sin protestar.
Cuando llegamos a su altura mi madre nos sorprendió a Nati y a mí.
-Hija. Con ese no vas a conseguir nada. Si quieres un polvo como es debido, aquí Manu te echa una mano. O un polvo. Como prefieras. Que no es cosa de estar aquí toda la noche pasando frío -dijo con toda la naturalidad del mundo.
Soy consciente de que en ese momento me quedé blanco de la sorpresa. Nati también abrió los ojos como platos, sorprendida. Ni siquiera había quitado la mano de su coño. El tío en cambio parecía dormitar apoyado en la pared con los ojos semicerrados. Mi sorpresa aumentó cuando Nati se puso en pie y nos miró primero a mi madre como sopesando si estaba de coña o hablaba en serio. Después me miró y pareció calibrar si estaba más sereno que el pobre diablo que seguía apoyado en la pared en una posición ridícula, con la cadera hacia delante y la polla morcillona fuera del pantalón. Nati me miró a los ojos como retándome.
-Desde luego mejor que ese lo hago -aseguré sin mentir mientras me aguantaba la risa.
-Vale -dijo Nati solamente entrando en el ascensor.
Mi madre me miró un instante y me guiñó un ojo. Mi madre parecía ajena a todo. Yo miraba a Nati. La verdad es que estaba espectacular. Llevaba un vestido de lentejuelas muy ajustado, sin tirantes y que llegaba a tapar el culo y poco más y el abrigo colgado de un homrbo. Ella me miró de arriba a abajo como si calculase si había hecho una buena adquisición. No vióla mirada de mi madre. Se veía el morbo que le producía la situación. Tal vez la duda de si Nati sería capaz de seguir hasta el final. De mi por lo visto no dudaba en absoluto. Sabía que si tenía la oportunidad me follaría a Nati sin dudarlo. La tía me ponía mucho.
Cuando llegamos a nuestro piso mi madre abrió la puerta y enseguida una ola de calor nos envolvió. Esa noche la calefacción no se apagaría hasta el amanecer.
-Hala. Mejor así. ¿Verdad? Pasáoslo bien -dijo mi madre perdiéndose hacia su habitación.
Yo no esperé más. Me desprendí del abrigo y ayudé a Nati a hacer lo propio con el suyo. Su cuerpo escultural quedó a la vista embutido en aquel vestido brillante.
-¿Quieres una copa? -le ofrecí.
-Prefiero ir al tema directamente. El gilipollas de Toni hoy no vale para nada y estoy más caliente que una plancha -supuse que Toni era el pobre diablo que suponía que seguiría apoyado en la pared con la polla de fuera-. ¿Cuál es tu habitación?
-Ven -dije cogiéndola de la mano para guiarla.
Llegamos a mi dormitorio y encendí la luz regulándola para que nos diese una tenue claridad. Sin darme cuenta dejé la puerta entornada en lugar de cerrarla. Nati tampoco se enteró.
En cuanto entramos se abalanzó sobre mí para colgarse de mi cuello y besarme mientras peleaba con los botones de mi camisa. Para evitar que acabase por arrancarlosopté por ayudarla mientras seguía besándola. Nuestras lenguas se enredaban en la boca y se buscaban ansiosas. En un abrir y cerrar de ojos mi camisa estaba tirada en el suelo. Ella comenzó a acariciar mi pecho como si tantease cuanto placer podría proporcionarle aquel cuerpo. Yo deslicé la cremallera de su vestido hacia abajo y lo agarré por la parte baja para sacárselo por la cabeza. Ella levantó los brazos para ayudarme mientras me miraba deseosa.
-¿Tienes condones? -me preguntó cuando se quedó casi desnuda ante mí. No llevaba sujetador y sus pezones se veían duros como piedras. Un pequeño triángulo de tela tapaba su pubis y las medias le daban un aspecto muy tentador.
-Pues no -reconocí al caer en la cuenta. No contaba con un polvo esa noche así que no me había molestado en comprar.
-Espérame -dijo entrando en mi baño moviendo las caderas de forma ostensible. Joder, que culazo tenía.
Oí correr el agua mientras me despojaba del resto de la ropa. Abrí la cama y me tumbé esperándola. Mi rabo comenzó a ponerse morcillón pensando en lo que venía a continuación. Conocía a Nati desde hacía tiempo pero no teníamos mucha confianza más allá de la típica entre vecinos; un saludo, una conversación intrascendental en el ascensor y poco más. Pero esa noche me la iba a tirar.
Nati no tardó en salir del baño. Venía igual que había entrado. Se subió a la cama con y gestos felinos se acercó a mí. Me besó otra vez y se giró para mostrarme su culo totalmente descubierto por el tanga que se colaba entre sus nalgas mientras bajaba la cabeza para comenzar a chupar mi polla.
Cuando la cogió con su mano le pasó la lengua suavemente por la cabeza. Eso hizo que yo diese un respingo de placer. Después comenzó a metérsela en la boca poco a poco. Como disfruté del calor de su boca envolviendo mi pene. Nati sabía lo que se hacía. Yo mientras tomé el elástico de su tanga y comencé a tirar hacia abajo para deshacerme de el. Ella me ayudó moviendo las piernas para facilitarme el trabajo. Cuando al fin lo dejé caer en la alfombra pude ver su coñito ya húmedo. Tiré de su pierna para que se pusiese sobre mi cara. Lo hizo encantada y comencé a pasar mi lengua por aquella raja que se abría deseosa de atenciones. Lamí, chupé, besé por cada pliegue, por cada rincón hasta que conseguí que los espasmos de un orgasmo me hicieron saber que Nati había alcanzado el clímax. Se dejó caer un momento sobre mi recuperando el aliento. Cuando se repuso miró hacia atrás sonriendo.
-Ya que no tienes condones y lo comes tan bien creo que te mereces que te permita que me partas el culo. Aunque no sé si este pollón cabrá entero -dijo con los ojos brillantes de deseo. Eso me encendió más si cabe. No tengo una polla descomunal pero se puede decir que voy bien servido.
Por toda respuesta volví a ocuparme de su coño. Ella respondió arqueando la espalda sorprendida por el nuevo ataque. Mojé un dedo en sus abundantes jugos y lo llevé hasta su culo. Con cuidado, poco a poco, fui introduciendo el dedo hasta llegar a la mitad. Entonces comencé un movimiento de mete saca que le arrancó un gemido mezcla de dolor y placer. Aquel agujero era muy estrecho.
-¿Lo has hecho antes? -le pregunté extrañado por la angostura de ese agujero.
-Solo una vez. Pero el tío no la tenía tan grande como la tuya -contestó entre jadeos que ahora eran solo de placer.
-De acuerdo. Entonces vayamos con calma -dije moviendo el dedo para aflojar el esfínter
-Gracias -contestó volviendo a chupar con ansia.
Seguí masajeando el culo de Nati hasta que poco a poco fue abriéndose. Cuando creí que ya podría entrar en ella le dije que se pusiese a cuatro patas. Ella obedeció encantada.
-Despacio, por favor -me pidió mirándome ansiosa.
-Descuida -le contesté mientras pasaba mi polla por su raja para impregnarla bien de lubricación.
Después apunté a aquel agujero me me miraba desafiante. Apoyé la cabeza sobre la entrada y presioné poco a poco hasta que entró la cabeza. Nati hundió la cabeza en la almohada para ahogar sus gritos al tiempo que instintivamente echó el culo hacia delante intentando cerrar las nalgas. Yo empujé lo suficiente para que no se saliese pero tampoco quise meterla más. Esperé hasta que sentí que su cuerpo se relajaba y entonces seguí avanzando despacio. De vez en cuando Nati soltaba un grito que quedaba apagado por la almohada.
-¿Quieres que la saque? -pregunté preocupado. Su culo era muy estrecho.
Por toda respuesta ella movió la cabeza negando al tiempo que comenzó a empujar el culo contra mi polla. Yo la dejé que fuese ella la que marcase el ritmo de la penetración. Centímetro a centímetro fue empujando hasta que notó el contacto de mis huevos contra sus nalgas. Entonces se quedó parada un momento. Parecía esperar.
Sacó la cabeza de la almohada y me miró. Sus ojos se veían húmedos pero brillantes de lujuria.
-Dale -fue lo único que dijo empujando un poco más mientras se llevaba una mano a su coño para masturbarse.
Yo comencé entonces a moverme para follarme aquel maravilloso culo. Con calma al principio para ir acelerando el movimiento a medida que sentía que ella comenzaba a sentir más placer que dolor. Al final mi polla casi salía entera del culo para volver a clavarse sin misericordia en aquel culo perfecto. Aunque había bebido más de lo normal y eso retardaba la eyaculación, el morbo de la escena y el trabajo que ella me había hecho antes no tardaron en tenerme al borde del orgasmo.
-Me voy a correr -le anuncié casi a punto de explotar.
-Sí. Lléname el culo de leche. Suéltalo todo. Yo también me corro.
Los dos explotamos a la vez en un orgasmo largo, impresionante. Caí rendido sobre su espalda. Le di un beso en la espalda mientras intentaba recuperar el aliento, sin sacarla. Ella tampoco se movió mientras nuestras respiraciones volvían a la normalidad. No tardé en sentir que mi pene se aflojaba y salía del culo de Nati. Me tumbé a su lado mientras me recuperaba y la besé. Ella respondió con pasión.
-Gracias -dijo cuando recuperó el aliento.
-A ti -contesté-. Tienes un culo maravilloso. Y no contaba yo con acabar la noche con un polvo.
Ella rió antes de contestar.
-Esto hay que repetirlo.
-¿Es que quieres un novio? -a mi maldita la gracia que me hacía tener pareja.
-Que va. Lo que quiero es que alguien me folle en condiciones de vez en cuando. Y he de reconocer que lo haces de cine. Si lo hubiese sabido te habría follado antes.
-¿Y Toni?
-¿Ese? A ver si no acabó meándose en el portal -el comentario hizo que nos riésemos de nuevo recordando como había quedado el tío apoyado en la pared sin enterarse de nada y con el rabo por fuera.
-Bueno. Me tengo que ir -dijo Nati al cabo de un rato-. ¿Me permites que me de una ducha?
-Claro. Nos podemos duchar juntos. Si quieres…
-Venga -contestó riendo mientras tiraba de mí.
En la ducha volvimos a masturbarnos mutuamente mientras el agua corría por nuestros cuerpos. Todavía nuestros sexos estaban sensibles, así que logramos acabar enseguida. Después se vistió y se asomó al pasillo.
-Vamos. Te acompaño hasta la puerta -dije sin vestirme.
-¿Y vas a salir así
-Mi madre está durmiendo. Así que no hay problema.
Cuando llegamos a la puerta me dio un pico y se marchó asegurando que volveríamos a vernos mientras sonreía con picardía. Yo cerré la puerta y pasé el pestillo. Me quedé un momento apoyado en la puerta rememorando el polvo hasta que una voz me sacó de mis ensoñaciones.
-Parece que la noche acabó bien -mi madre estaba en el pasillo sonriente. Llevaba un camisón negro casi transparente. Pude ver que no llevaba nada debajo. En ese momento me di cuenta de que estaba desnudo.
-Joder, mamá. Podías avisar -protesté tapándome como podía. Ver a mi madre así vestida, con la luz tras ella mostrando su cuerpo escultural, dejándome ver que no llevaba nada debajo del camisón y mostrándome sus pezones hizo que me costase tapar la erección que me había provocado-. ¿Tú no estabas durmiendo?
-¿Con el ruido que hacíais? No había manera.
-Joder. Lo siento. Me olvidé de cerrar la puerta.
-No lo sientas -corrigió ella sonriente-. Así pude disfrutar de las vistas.
-¿Queeeeeé? -¿mi madre nos había espiado? Estaba sorprendido.
-Venga. Que no fue para tanto. Aunque debo reconocer que no lo haces nada mal -dijo riendo para mi desesperación.
Pero la cabrona no se apartaba del pasillo. Estaba entre la puerta de mi habitación y yo. No podía colarme en mi dormitorio para escapar. La situación me tenía abochornado.
-Anda. Ven -dijo ella caminando hacia el sofá. Cuando se sentó palmeó el asiento indicándome que me sentase a su lado-. Cuéntame que tal.
-Joder, mamá. Que estoy en pelotas.
-Ya lo veo, tonto. ¿Ya te vi antes dándolo todo y crees qué me voy a asustar por verte el rabo?
El tono despreocupado de mi madre me encendió más aún. Ella estaba sentada con las piernas ligeramente abiertas. Aunque no podía verlo, sí podía intuir su coño allí escondido y eso me aceleraba todavía más. Pero joder. Era mi madre. Eso no podía hacer que me empalmase. Pero lo hacía.
-Anda, ven -dijo ahora más seria para transmitirme calma. Me senté a su lado intentando apartar la mirada de sus tetas que desafiaban todavía la gravedad. Sus pezones se notaban duros. Seguramente todavía estaba excitada por el espectáculo que había contemplado.
-¿Te gustó? -me preguntó poniendo una mano sobre mi brazo. Eso me provocó un calambrazo de corriente por todo el cuerpo.
-¿Cómo no me iba a gustar? Ni de coña contaba yo con acabar la noche así -reconocí todavía nervioso.
-Tiene tela que sea tu madre quien tenga que conseguirte una tía para echar un polvo -rió.
A mi pesar hube de reír. Era cierto que la situación había tenido su lado cómico. Pero ahora en cambio se estaba volviendo incómoda.
-Lo de esta noche no ha sido muy normal -contesté yo.
-No. Lo cierto es que no. Pero la pobre llevaba un calentón de mucho cuidado y aquel pobre chaval no valía para nada.
El recuerdo de Toni nos hizo reír de nuevo. Yo me iba tranquilizando por momentos. Mi madre siempre lograba que las cosas fuesen fáciles.
-Y a mí es que me estaban poniendo mala -siguió contando-. Acabé yo también con un calentón de cuidado -confesó para mi sorpresa.
-¿Qué? -mis ojos debían estar como platos.
-¿Qué te crees? ¿Qué tu madre es de piedra? Yo también me excito si veo algo así. Y no me digas que tú no lo hiciste.
-Bueno. Sí -reconocí-. Pero tú…
-¿Pero yo qué? Anda este. Yo también tengo mis necesidades y las cubro como puedo. No te jode… Y después del calentón por el espectáculo que me habéis brindado tuve hacerme algo -dijo bajando la voz como si me contase una confidencia.
Yo seguía anonadado. Mi madre no solía actuar así. Me dije que era por todo el alcohol que habíamos bebido. Pero mi erección decía que necesitaba más alcohol para bajar. O eso, o una paja. Ella se dio cuenta.
-Y tú sigues empalmado como si no acabases de romperle el culo a una putita -dijo separando mi mano por sorpresa-. Caramba. Y que bien estás.
-Mamá -protesté.
-¿Qué? Yo también estoy mojada. Mira -sin darme tiempo a reaccionar tomó mi mano y la metió bajo su camisón. Efectivamente sentí que sus labios estaban húmedos. Mi polla dio un respingo al sentirlo . Mi madre lo notó y dejó salir un suspiro cuando sintió el tacto de mis dedos sobre su coño.
-Ah, pequeño cabroncete. ¿Te excita tu madre?
-Coño mamá. Que yo tampoco soy de piedra y tú eres una mujer muy sexi.
-¿De verdad?
-¿Acaso lo dudas? ¿Es que no tienes espejos? -en ese momento dejé que el alcohol hablase por mí. Además el tono de voz de mi madre me tranquilizaba y me incitaba a seguir-. Estás muy buena. Y porque soy tu hijo, que si no…
-¿Si no qué…? -siguió ella con voz melosa.
-Si no te comía entera -rematé arrancándole una carcajada.
De repente su rostro cambió. Su sonrisa cambió. Se volvió pícara, sugerente, incitante. Su voz cambió de timbre para sonar más ronca.
-Pues ven aquí -dijo tomándome de la mano al tiempo que abría más las piernas y arrastraba el culo hacia delante haciendo que el camisón quedase atrás el tiempo que mostraba más su sexo.
Yo no pensé. Dejé que la excusa del alcohol justificase mis actos y me arrodillé ante mi madre. Ella se echó un poco más hacia delante. Metí la cabeza entre sus piernas y besé aquel coño que se abría ante mí, sonrosado, húmedo de placer y deseo. Pasé la lengua a todo lo largo arrancado un gemido de placer de la boca de mi madre. Ella tenía las manos aferradas al cojín del sofá. Las llevó hacia sus pechos y los masajeó con fuerza sobre el camisón. Yo seguí lamiendo cada pliegue de aquel coño que se ofrecía generoso ante mí. Busqué con la lengua el clítoris y lo encontré deseoso de atenciones.
En cuanto lo toqué, mi madre arqueó la espalda y soltó un ronco gemido de placer. Aquellas caricias le encantaban, así que dediqué un par de minutos a estimularlo a conciencia. Sus jadeos se volvían cada vez más intensos. Una de sus manos agarró mi pelo empujando mi cabeza entre sus piernas como si quisiese que nunca saliese de allí.
-Joder, que bien. Así, así. No pares -jadeaba ya sin control.
Metí un dedo en su coño mientras seguía lamiendo y arqueó una vez más la espalda pidiendo más y más. No tardó en avisarme de la inminencia de un orgasmo. Yo seguí insistiendo en la faena dispuesto a proporcionarle el mejor orgasmo de su vida mientras ella intentaba apartar mi cabeza sin demasiada convicción. En el fondo deseaba correrse sin control.
-Córrete, mamá. Déjalo salir todo. No te reprimas. Córrete -la animé.
No hube de insistir mucho. Enseguida su cuerpo se convulsionó cuando llegó al clímax. Intentó cerrar las piernas como si le molestasen mis caricias pero yo insistí para prolongar el éxtasis lo máximo posible. Durante un minuto los espasmos de placer se sucedieron uno tras otro hasta dejarla agotaba, abandonada en el sofá, rendida totalmente.
-Joder, Manu. Como lo comes. No me extraña que Nati saliese con las piernas temblando. Me has dejado para el arrastre. En mi vida he tenido un orgasmo así. Como lo necesitaba.
-¿Te ha gustado? -pregunté sonriendo todavía entre sus piernas.
-¿Estás de coña? Ha sido genial -sonrió inclinándose hacia delante para darme un pico-. Pero ven. Que ahora es el momento de devolverte el favor.
-No es necesario, mamá -dije sin convicción. Mi madre tenía que ser una máquina chupándola y yo deseaba que lo hiciese.
-Anda que no. Túmbate ahí y verás lo que es una mamada en condiciones -me empujó sobre el respaldo del sofá.
Ahora fue ella la que se puso de rodillas ante mí después de deshacerse del camisón mostrándome su maravilloso cuerpo. Yo sabía que mi madre tenía buen tipo. Muchas veces la había visto en biquini en la playa. Pero nunca la había visto desnuda como ahora. Su pecho se mantenía todavía firme; los pezones era oscuros y pequeños, como botones para activar los sentidos del placer. Alargué la mano y tomé uno con los dedos. Ella no hizo ningún ademán de impedirlo. En lugar de eso soltó un suspiro. Le gustaba que jugasen con sus pezones.
Llevó la cabeza hasta mi polla y desde allí me miró con una pícara sonrisa que me desarmó. Lentamente pasó la punta de su lengua por el glande llevándose con ella una gota de líquido preseminal que asomaba ya por mi polla. Por un momento me pareció que la saboreaba. Después, despacio, deslizó la lengua a lo largo del tronco hasta llegar a los huevos. Se metió uno en la boca y lo chupó un momento.
Cuando se apartó su cara se veía roja de deseo. Con una mano comenzó a masajearse el pecho que yo había dejado libre mientras volvió a subir hacia el glande sin perder mi mirada de vista. Después cerró los ojos y envolvió mi polla con los labios para comenzar a masturbarme con la boca poco a poco, introduciendo cada vez un poco más, como acostumbrándose al tamaño hasta que toda mi polla se perdió en la boca de mi madre. Sentí como su nariz tropezaba en mi pubis para luego ir soltando sin aflojar la presión que sus labios ejercían sobre mi rabo. Cuando la sacó de la boca me miró sonriendo.
-¿Te gusta mi vida?
-Me encanta. Como sigas así me correré en menos de nada.
-Pues hazlo. Suéltalo todo. Dámelo todo -añadió lujuriosamente.
-¿En la boca? -pregunté sorprendido.
-Claro, cielo. ¿No te gustaría?
-Ufff. Eso sería un sueño. Pero creí…
-No creas nada. No pienses. Déjate ir -contestó volviendo a chupar.
Tal como temía no tardé nada en estar a punto de estallar.
-Estoy a punto, mamá -exclamé jadeando a punto de explotar.
Como respuesta ella aceleró el movimiento de su cabeza. Mi mano se aferró a su pecho, pero eso no pareció molestarle. Vi que ella hacía otro tanto con el otro pecho tirándose del pezón. Eso acabó de desarmarme. Me desparramé en su boca sin remedio.
Ella mantuvo la boca alrededor del tronco mientras tragaba mi leche sin dejar de moverla adentro y afuera hasta que exprimió hasta la última gota. Cuando acabé siguió chupando hasta que la dejó impoluta.
Después sin dejar de acariciarla levantó la mirada hacia mí.
-¿Te ha gustado, mi vida?
-Me ha encantado. Nunca nadie me había hecho una cosa tan rica. Eres la mejor, mamá.
-Cuando estemos así no me llames mamá. Prefiero que me llames por mi nombre; Tere.
¿Cuándo estuviésemos así? ¿Eso quería decir que se iba a repetir? Estaba alucinado.
-¿Lo repetiremos? -pregunté como si estuviese soñando. No quería que me despertasen.
-Siempre que quieras, cariño. ¿O no te ha gustado?
-Gustado es poco. Me ha encantado. Me pasaría así la vida -dije convencido.
Pues entonces, siempre que lo desees -me prometió besándome en los labios-. Pero por hoy creo que es suficiente. ¿No te parece? Es muy tarde.
-Vale, Tere -dije aunque me sonaba artificial llamarla por su nombre de pila-. ¿Quieres que duerma contigo?
-Despacio Casanova -rió poniéndose en pie-. Esta noche vale más que cada uno duerma en su cama. O me temo que no dormiríamos nada. Y la noche ha sido muy larga. Mañana no hay prisa para madrugar. ¿De acuerdo?
-Vale mamá -contesté levantándome a mi vez-. Te quiero -dije abrazándola.
-Y yo a ti, mi vida -contestó ella respondiendo al abrazo antes de irse a su habitación.
La vi recoger su camisón del suelo y caminar desnuda hacia su dormitorio contoneando las caderas. Creo que lo hizo a posta para provocarme. Cuando llegó a la puerta se volvió y me lanzó un beso sonriendo antes de perderse dentro.
Me fui a mi habitación y me tiré sobre la cama. La calefacción seguía encendida. Pasé los brazos tras la cabeza y pensé en lo que había sucedido. ¡Vaya noche!
Sin darme cuenta me quedé dormido.