La cuenta White&Becks

El estresante trabajo del señor Redman provoca que de vez en cuando necesite un tipo de atenciones que solo un profesional puede administrar.

Volvía a mi habitación del hotel de muy mal humor. La cuenta White&Becks se me resistía. Se acababa el tiempo y no veía ningún avance claro, mi jefe me iba a matar, y luego lo más seguro es que me despidiera. Al menos la cena había sido exquisita.

Entré al hotel y salude al recepcionista.

-Buenas noches.- le dije.

-Buenas señor Redman. Ha llegado un compañero suyo, se ha alojado en la habitación contigua a la suya.

-Un compañero mio?-pregunté, pues no esperaba a nadie.

-Si, el señor Stewart. Dijo que trabajaba en su empresa.

-Ok.- Dije. No conocía a ningún Stewart que trabajase en mi empresa, así que decidí subir a ver quien era.

Subí al ascensor, pulse el numero 7 y mientras subía repasé mentalmente los trabajadores de mi empresa. Definitivamente no había nadie con ese nombre.

“Mierda,” pensé, “el cabrón del jefe ya me ha endilgado a un novato para que lo enseñe. Y justo ahora y en esta situación es lo último que me faltaba.”

Llegué a mi planta y las puertas se abrieron. Ante mi se abría el pasillo iluminado por una tenue luz. Era un buen hotel, agradable, clásico y bien decorado. Mi habitación era la ultima del pasillo, por lo que la habitación que estaba viendo abierta debía ser la del tal Stewart. Me dirigí hacia ella cuando vi que no simplemente estaba abierta, sino que un hombre, el tal Stewart debía ser, estaba en la puerta. Debían de haberle avisado de recepción que subía. Pero no solo estaba esperándome, sino que lo estaba haciendo sin pantalones.

“Que cosa más rara,”me dije. Me acerqué a el, me miró y me dijo:

-Señor Redman?

-Si,- Le dije. No supe que más decir, la situación era de lo mas surrealista.

-Soy John Stewart.- Dijo tendiéndome la mano. -Me envía el señor Tisdale. Voy a ser su ayudante... esta noche.

-Como?-Dije dándole la mano.

-Pase y hablamos, me dijo que esta negociando con unos clientes sobre una cuenta muy importante, no?

-Si, así es, pero no veo como...

-Pase y lo hablamos.

Pasé a su habitación. No entendía nada. ¿Que hacía este hombre sin pantalones esperándome en el pasillo del hotel donde me hospedaba? ¿Que tenia todo esto que ver con la cuenta White&Becks? Me costaba mucho pensar, la mirada se me iba irremediablemente hacia el paquete del señor Stewart.

-¿Quiere tomar algo?- Preguntó. -Me he tomado la libertad de pedir una botella de cava. Espero que sea de su gusto.

-Si, gracias.- Acerté a decir.

-Siéntese. -Me senté en una butaca que había en la habitación. -Bueno, me ha enviado el señor Tisdale a ayudarle.- dijo mientras descorchaba la botella y servia dos copas. -Me dijo que es una cuenta muy difícil, y que estaría usted muy estresado.

-Pues bueno, si... -Dije y bebí de la copa que me había tendido.

-Y ¿podría yo hacer algo para desestresarle, señor Redman?- Dijo dejando la copa en una mesita auxiliar y poniéndose tras de mi. -Por ejemplo, ¿le vendría bien un masaje?

-Bueno... No estaría mal...

Pasó sus manos por mi pecho, y comenzó a deshacer poco a poco el nudo de mi corbata. Me la quitó con un movimiento rápido y la tiro al otro lado de la habitación. Me quitó la americana y poco a poco fue desabrochando los botones de mi camisa, hasta que pudo quitármela también sin problemas. Entonces comenzó a masajear mis hombros, sus manos fuertes presionaban mis músculos contraídos por la tensión y el estrés y yo iba relajándome y dejándome llevar.

-Esto le relaja, señor Stewart?

-La verdad es que si, tiene usted unas manos...

-Pues no es lo único que se utilizar... -Dijo pasando otra vez enfrente de mi. Se sento encima de mi, cara a cara, no sin antes dejar su paquete un momento delante de mi cara. Al sentarse notó mi excitación.

-Vaya veo que le gusta lo que ve, ¿No es así?

Por un momento se me pasó de todo por la cabeza, que todo eso era una broma, un sueño húmedo, una trampa de mi jefe para confirmar que soy gay y echarme, pero bueno, fuese lo que fuese ya estaba hecho, valía mas la pena disfrutar ahora y ya veríamos.

-Pues si, la verdad es que si.

-Pues mire usted por donde está usted de suerte, porque esta noche soy todo suyo...

Empezó a besarme, a lamerme el cuello, a besarme y morderme el pecho y los pezones, y siguió bajando. Sus hábiles manos desabrocharon mis pantalones, y después de sacármelos, me bajó los calzoncillos hasta los pies y se arrodilló delante de mi,

Comenzó a chupar como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, succionaba de una manera que nunca me lo habían hecho, sentía un placer tan grande que me olvide de la cuenta, de mi jefe y de todo. Solo existían en el mundo mi polla y su boca. Se la sacó de la boca para preguntarme.

-¿Tu quieres chupar?

Y claro que quería, le dije que si con la cabeza, y se puso de pie delante de mi, mostrándome la majestuosidad de su verga que pedía a gritos introducirse en mi boca y reventarme la garganta.

Abrí la boca y la metió de un golpe. Su glande chocó contra mi garganta y apretó para entrar, me lloraban los ojos, pero me encantaba tener tamaño nabo taladrándome la boca. Paró de apretar y pude dedicarme a recorrer su polla con mi lengua, a chuparla bien chupada, a comerle esos huevos gigantescos que tenia.

Al cabo de un rato me preguntó:

-¿Activo o pasivo?

-Versátil, -respondí yo.

-Uy que bien lo vamos a pasar tu y yo. -Me dijo con una sonrisa picarona en sus labios perfectos, me cogió la polla, y me hizo ir hasta la cama.

A la mañana siguiente me despertó el sonido del teléfono, me giré y el señor Stewart no estaba allí.

Descolgué el teléfono y dije:

-Si?

-Vaya, veo que recibiste mi... regalito, -oí decir a mi jefe. -Me alegro, ahora levantate duchate, vístete y a por la cuenta!

Dicho esto colgó el teléfono.

Vaya con mi jefe...