La cuadratura del círculo IV

Era Semana Santa y hacía alrededor de un año de aquella mañana de parque. ¿Quién diría que un año después habría pasado todo aquello con Jandra? Mi yo del pasado ni loca,por un segundo, habría imaginado tales cosas, habría sido una ilusa por tan siquiera haberlo formulado en su mente.

Después de la oleada de exámenes, ya en el autobús, con destino al mundillo que vio nacer en mí tantas cosas y a la vez las despedazó.

Busqué en mi mochila mi reproductor de música.  En modo aleatorio comenzaron a sonar las mismas canciones que escuchaba meses atrás, en cada una de tantas borracheras que tuve y reconozco que seguía teniendo, pero ¿qué iba a hacer? Era una forma de evasión bastante fácil, nada ni nadie me llenaban, odiaba mi carrera y eso me frustraba aún más, el insomnio más que ayudar me hacía avanzar negativamente en todo.

Apagué el reproductor, no había más que canciones que me dejaban mal sabor de boca. Relajé mi cabeza contra el asiento y kilómetro a kilómetro me fui sumergiendo en el paisaje que me regalaba la ventana del bus hasta que me quedé adormilada, mezclando los sueños con los pensamientos, sueños que podía dominar.

Tras horas de trayecto y paradas, allí estaba con maleta en mano, cara adormilada, pelo un tanto enmarañado y con una sonrisa pintada.

A los pocos días, mientras disfrutaba de idioteces varias con Maca, sí, en el parque en el que todo comenzó; había cientos de parques, pero ninguno como aquél, desde niña siempre he rondado en él y en ningún momento me ha proporcionado recuerdo triste alguno.

Mientras que jugábamos a las cartas, a lo lejos apareció Jandra y se unió al juego, ya que conocía tanto a Maca, con la cual iba a teatro como a las otras dos. En el fondo no sé si era bueno que tuviéramos tantas amigas en común, por mucho que ya todo estuviera yendo bien, que “habláramos” y tanto ella como yo no quisiéramos acabar como unas completas desconocidas sino intentar ser amigas, el tener amigas en común, a veces complicaba las cosas, al menos para mí, estaba bastante mejor, pendiente y distraída por Cris, pero por mucho que lo estuviera, seguía sin entender muchas cosas acerca de Jandra y el por qué de salir de mi vida sin ningún motivo; muchas veces lo hablé con Maca, horas y horas al teléfono hasta las mil de la mañana, buscando el por qué exacto de que siguiera pensando en Jandra, siempre acabábamos con la conclusión de que si seguía pensando en ella era porque me reconcomía por dentro miles de dudas, si en su día o días después ella me hubiese dejado todo claro o dado una mínima explicación, quizás todo habría sido distinto, tan distinto que no tendría cientos de preguntas con respuestas inventadas.

Con ello me refiero, a que el tener amigas en común, provoca encuentros a punta pala, en los que no sé cómo reaccionar y acabo siendo una cateta de la que brotan cuatro palabras absurdas cada quince minutos.

Jugando a las cartas, Jandra nos ofreció chuches.

-       Chicas, coger chuches, que me las estoy comiendo yo todas y no quiero – rogó Jandra.

Todas agradecimos su oferta pero ninguna optó por coger alguna, a lo que yo salté: - Si quieres las chupo y así ya no te las comes-.

-       Me las comería igualmente, total ya me he tragado tu saliva-. Soltó tranquilamente, como si acabara de decir el buen día que hacía.

Me quedé anonadada, muda, mi cerebro intentó buscar una respuesta ingeniosa pero se quedó bloqueado. Miré a Maca, la cual también lo había escuchado, también se quedó a cuadros.

No hablamos mucho más, nos dedicamos a jugar a las cartas, aún así, no era el lugar adecuado para hablar, pero… ¿qué le diría?, ¿Me atrevería a decirle algo? O más bien dejaría pasar todo y olvidar todas mis dudas y preguntas y continuar como si nada hubiera pasado, como si nos acabáramos de conocer, podría ser una buena opción, porque aún pasando lo que pasó entre nosotras, Jandra para mí seguía siendo una completa desconocida, por mucho que hablaras con ella, si intentabas escarbar dentro de ella, encontrabas poco, podías intuir que había un gran tesoro en su interior, lleno de historias colosales regaladas a escasos oídos, tal tesoro tan enterrado en su interior que era inútil comenzar a cavar con cualquier mera pala, debía de ser alguna especial, de coleccionista, escasas en el mundo entero, pero aún así, existía esa pala y yo en el fondo quería tener esa pala, quería saber qué había en su interior.

Acompañé a Maca a su casa, por el camino comentamos todo lo ocurrido y tanto ella como yo seguíamos sorprendidas por aquél comentario, aunque más que por el comentario por la forma en que lo expresó, se notaba relajada, lo soltó como si no le hubiera importado, como si lo que había ocurrido entre nosotras dos, comenzase a verlo como algo “normal”.

Llegó el fin de semana con sus copas de más, Jandra se unió a aquella noche, en las que la primavera se hacía notar.

No conversamos mucho, más bien de cosas generales y sobre los nuevos libros que habíamos leído desde aquel entonces. Me entusiasmé al oír la trama de uno de ellos y quedamos en que me lo prestaría.

La noche siguiente, hubo de nuevo otra fiesta, a la cual acudimos las dos. Me sentía más tranquila, veía que después de todo, lo que más temía no iba a suceder, no me odiaba y si buceaba aún más en mi esperanza podríais ver reflejado en mis ojos la posibilidad de que encontrase aquella pala e ir poco a poco escarbando en ella, sin dañar nada, sin hacer otra cosa que espantar sus temores o rellenar los huecos vacíos con sacos y sacos de esperanza y valentía, vamos, ser su amiga, de una forma u otra poder cuidarla.

No sé cómo, pero acabamos las dos, más o menos como aquella noche fría de noviembre, entre el meollo de gente pero a la vez al margen, como si de una habitación vacía se tratara, de nuevo en mi casa, en una fiesta pero ésta vez con personas distintas.

No recuerdo quién empezó a hablar del tema, pero por fin, después de tantos meses, Jandra intentó darme explicaciones.

Sé que lo pasó mal, y me lo reconoció pero me dijo que no fue por lo sucedido, sino por una serie de problemas personales que le habían surgido, no sabía exactamente cuales, pero por mis pésimas investigaciones que hice, intuí que tenía que ver con su madre, no pregunté qué sucedió, no me veía con derecho a ello, aún no.

Relató que tardó en ser consciente de lo sucedido, que no lo asimilaba aún que realmente hubiera pasado, había surgido todo tan rápido, era tan extraño y más en un pueblo tan pequeño y plagado de mentes cerradas.

Reconoció que me había odiado, pero no era un odio voluntario, no supo explicarme el por qué de su pequeño odio hacia mí, que no podía evitarlo, yo tampoco sabría explicarlo, pero comprendí de qué odio me hablaba, yo también lo tuve con Elena. Un odio incomprendido y mejor aún, un odio temporal. Con palabras desordenadas mostró lo mucho que lo sentía.

Añadió que el miedo le pudo, los rumores que se formaron en el pueblo se los tragó ella sola, al principio le dañaron y de nuevo su ex novio apareció y con él los rumores cobraron tal incoherencia que terminaron por desaparecer.

Fue un error por mi parte el haberla presionado en alguna ocasión a que me diera explicaciones, o simplemente el hecho de toparnos cualquier tarde tonta era un motivo más, sé que no quería verme, no era el momento adecuado, por aquél entonces no. También, indirectamente, las personas que nos rodeaban y teníamos en común, una parte de ellos sentían lo que yo, una parte empapada de incertidumbre, ¿Qué co* se le pasaba por la cabeza a Jandra? Nadie lo sabía y todos al verla, de una forma u otra intentaban sonsacarle algo y eso, intuyo que poco a poco le consumía por dentro. Imaginaos, es como si Jandra hubiese sido una especie de famosa y todas nuestras amigas fueran periodistas como locas en busca de la gran exclusiva.

Y como una idiota aquella noche me olvidé de Cris y de los pésimos meses que pasé, me sentía tan a gusto, que cualquiera persona que pasase por mi lado, simplemente vería mi sonrisa, no lo podía evitar, al fin estaba obteniendo respuestas, respuestas provenientes de la fuente, nada que ver con las especulaciones o intuiciones del pasado.

Incluso sentí que aún había algo raro entre nosotras, quizás porque en cada minuto intentábamos llenarlo de todo, como si la noche fuera a contrareloj y quisiéramos saber la una de la otra lo máximo posible. Por mi parte, no iba a contrareloj contra el fin de la noche, sino por si al llegar un nuevo día, sucedía que Jandra se le cruzasen los cables y de nuevo, no quisiera saber nada de mí, o tuviera uno de tantos días en los que no se muestra nada receptiva y por mucho que alguien se empeñe en sacar algo de ella le es meramente imposible, esos días es tan fácil odiarla… y lo peor es que a la vez te engancha más, el hecho de que provoque diversas sensaciones en una persona hace que aumente el campo de atracción.

Me preguntó por qué le eliminé de toda red social, que no le pareció bien que lo hiciera. Fui sincera, no me parecía bien que si había salido de mi vida de tal manera, en la que yo no sabía nada de ella, y más el día que lo hice fue un día muy frustrante y opté por eliminarla, era la única vía “fantasma” por la que saber cómo nos iba a las dos, estaba harta de intentar buscar una maldita señal o un mensaje escondido tras cada canción o frase.

La acompañé a su casa, continuábamos con tantas ganas de seguir conversando…

A mitad de camino, señalo que era tarde y que no la acompañase más, que le estaba dando apuro, a mi no me importaba, incluso me convenía para despejarme y airear los efectos del alcohol.

Nos sentamos en el bordillo, sacó su paquete de tabaco y entre calada y calada entre nosotras no solo fluía el humo de su cigarrillo.

Le pedí que me abrazara, quería sentir la sensación que sentí en nuestro primer abrazo, sensación que he de reconocer que nunca más he vuelto a sentir, aún la recuerdo, al entrelazarse nuestros brazos con nuestros cuerpos, sentí que no hacía falta nada más, sobraban las palabras, en ese abrazo se derritió el cariño especial de ambas para convertirse en uno solo.

Justo cuando llevábamos escasos segundos abrazadas pasó una bicicleta y frenó en seco, nos apartamos rápidamente, en mi mente golpeó la idea de que podría ser cualquier persona que tras interpretar como le diera la gana aquél abrazo le atacara el morbo de ir de boca en boca contando lo que acababa de ver, una noticia muy jugosa para tal pueblo, pueblo que se mueve por el cotilleo, sacar lo más oculto de cada persona y criticarlo negativamente.

Jandra saludó, al parecer era el novio de su mejor amiga, tras varios minutos de conversación entre ellos, se despidió alegando, más bien insinuando que había interrumpido. Me quedé un poco intranquila, no me apetecía que resurgieran nuevos rumores, rumores falsos. Hacía días que me había llegado a mis oídos que supuestamente yo tenía depresión y me hinchaba a pastillas. ¡Imbéciles!

Me levanté del bordillo, ella imitó mi gesto y nos despedimos.

Tres días después, tras un mensaje de aviso, aparecí por su casa con la intención de que me prestara el libro e irme a mi casa a disfrutar de la lectura.  Concretamos que me pasaría alguna tarde pero tenía ganas de verla y al ser tan de noche, seguramente sí o sí la encontraría en su casa.

Llamé al timbre y recordé la última vez que lo hice, ésta vez no estaba nerviosa, ésta vez la que tenía que dar algo, era ella a mí.

Abrió la puerta con su sonrisa de niña pintada en la cara, con el libro en una mano y en la otra su chaqueta.

Se puso la chaqueta y rápidamente con la mano libre me empujó hacia la acera de la calle, cerró su puerta y puse tal mueca de no entender nada que no hizo falta que le preguntase “qué hacía”.

-       Vamos a dar una vuelta, llevo todo el día encerrada en mi casa -. Explicó.

-       Pero… es muy tarde, es de noche y hace frío-.

Ignoró mis palabras y marcó el ritmo hacia ninguna parte.

Paseamos durante un buen rato, conversaciones interrumpidas o acabadas por sus carcajadas.

Comenzó a hacer cada vez más frío, cansadas de patearnos las calles, nos sentamos próximas a su casa, frente a un colegio. Tras un buen rato conversando sobre cómo le iba a ella con su novio.

Yo llevaba un gorro negro, tanto ella como yo llevábamos medias, el frío comenzaba a provocar tartamudeos, cogí su mano e intenté que no perdieran más calor aún, toqueteé sus uñas.

-       Tengo las uñas muy duras -. Comentó.

-       ¡ah! ¿sí? – me arremangué, me olvidé del frío – lo comprobaré, aráñame-. Le invité.

-       No, no te voy a arañar, te haría daño, además hace frío, tápate – cogió la manga y me tapó el antebrazo.

De nuevo me arremangué. – He dicho que me arañes -. Insistí.

Me tapó de nuevo – No, he dicho que no, además es tarde, dame un beso que me voy-. Dijo divertida.

-       No, hasta que no me arañes no me voy a ir de aquí- cogí mi gorro y lo bajé para cubrir mi cara, ya que Jandra se había levantado, posicionado frente a mí y se disponía a soltarme un beso en la mejilla derecha.

Un grupo de personas pasó cerca nuestro, las dos nos sobresaltamos y sabíamos perfectamente que nos habían visto y desde su perspectiva seguramente creerían haber visto que nos habíamos besado y tras varios segundos de “terror” por sentir que nos habían pillado… comenzamos a reírnos y a juguetear con mi gorro, lo agarraba con tal fuerza que por mucho que insistiera no conseguiría quitármelo, por lo que optó por otra táctica, tras varios zarandeados consiguió tirarme al suelo, ella perdió el equilibrio y cayó encima mía, la niebla cada vez era más pesada… tanto que aquél momento era solo nuestro, fuimos invisibles a los ojos de todo, se creó un mundo blanquecino, en el que solo estábamos ella, nuestras risas y yo, nadie más, tras varios intentos de intentar darme un beso de despedida, tendidas en el suelo, yo intentando huir y ella intentando cazar mi mejilla provocó que emprendiéramos a rodar por toda la acera. Consiguió paralizarme de pies y manos, ambas absorbimos el papel de ganadora y perdedora e inmediatamente ella posó sus labios en mi mejilla, a pesar del frío, su beso fue cálido, nos quedamos varios segundos así, su boca pegada a varios milímetros de la mía. Mi mente se quedó en blanco y si algo hubiese pensado en esos momentos habría sido para exigir a Chronos unos segundos más.

Apartó su nariz, clavada en el lateral de la mía y acto seguido su boca. Nos levantamos, y tras varias frases sin interés y temblores incontrolados ( sospecho que por el frío ), nos dimos dos besos y un hasta pronto.

De nuevo me fui a Granada, comenzaba el segundo cuatrimestre de la carrera.

Siempre se nos ha dado fatal mantener una conversación estable por el chat, no eran nada intentas, interesantes o… no sabría qué adjetivo escoger para describirlo, pero poco a poco abandonábamos nuestro contacto cibernético, el único que existía.

La cagué con Cris, no por Sandra, sino por otros motivos, me encanta ella, sus pecas, su todo, pero en el fondo sabía que no estábamos hechas la una para la otra.

Y de repente llegó el verano, regresé para pasar unos casi tres meses en el pueblo hasta comenzar una nueva carrera en Granada, había decidido cambiarme de carrera, odiaba la actual y más que hacerme crecer como persona, me estaba amargando, quitando la ilusión por formarme para el día de mañana unirme al sistema productivo del trabajo laboral.

Después de la hora de comer, en aquél caluroso día de verano decidimos refrescarnos con vino en mi casa. Quedamos varias amigas y comencé a hablar de que había descubierto una página web con relatos eróticos, horas atrás se la había enseñado a Jandra, la cual me había reconocido que le había gustado.

Bromeando dejaron caer que trajera el portátil para leer al azar algún relato, tras varias insistencias, accedí.

Comencé a leerla, todos prestaron atención a la historia que brotaba de mi voz. El vino comenzaba a hacernos efecto, Jandra me sustituyó y continuó leyendo.

Al parecer, el relato surtió efecto en todas, quizás el vino y la alta temperatura ayudó a excitarnos un poco a todas.

Continuamos bebiendo y divirtiéndonos, una pareja se excusó en que tenían mal aparcado el coche y volvían en un rato. Distraída acabé observando la espalda de Jandra, le ofrecí darle un masaje, acepto.

-       Se te da bien hacer masajes -.

-       Lo haría mejor si estuvieras tumbada -.

Mi comentario iba sin segundas, pero ella se levantó y se tumbó en una mesa larga y espaciosa. Me puse sobre ella, con una pierna a cada lado de sus caderas, continué con mi masaje, de vez en cuando nos echaban un vistazo y en su cara podía ver cómo alzaban una ceja.

La mayoría de mis amigas no habían parado de decirme que aquello había acabado, yo les quería creer, pero ¿cómo algo podría tener fin sin siquiera haberlo aclarado? Ninguna de las dos nunca nos dijimos o insinuamos que todo formaba parte del pasado, y ahora, que Jandra ya no estaba con su novio, se sumaba a la posibilidad de que aún quedase algo.

Seguí a lo mío. Si hay una parte corporal que más absorta me ha dejado desde siempre, es la espalda. Si algo me podía encantar más de Jandra, eran los dos huesos pequeños en forma de bola que le sobresalían al inicio de la espalda, es decir, (hueso que forma parte del hombro), se le marcaban bastante, al igual que sus omoplatos, también se le marcaban en menor medida. Grabé cada vértice de su espalda, no solo por ser la de Jandra, sino porque era una de las que más me habían gustado hasta ese entonces. No era ni pequeña ni grande, era perfecta para perderte en cada caricia.

Las dos comenzamos a tener ganas de ir al baño, por lo que fuimos juntas y al intentar abrir la puerta, nos encontramos con que la pareja que “iba a cambiar el coche que estaba mal aparcado”. Abrieron la puerta y un olor a sexo desenfrenado nos echó hacia atrás. Todos empezamos a reírnos.

-       Perdónanos, es que el relato, el alcohol… no hemos podido evitarlo- intentaron disculparse.

Ventilamos un poco el baño para que primeramente entrara Jandra. Me quedé tras la puerta y en mi estómago brotó un desfile de gusanos y mariposas. Algo me decía que ese era el momento de saber si seguía continuando algo de nosotras o todo había acabado. Oí la cisterna y pegué un respingo, al mismo tiempo que ella quitaba el seguro de la puerta y entreabría la puerta yo le apagué la luz.

Su reacción fue murmurar algo y abrir la puerta del todo. Entré hacia ella y la penumbra, mis manos se adaptaron a su cadera y con mi espalda y pasos hacia atrás fui cerrando la puerta mientras mis manos invitaban a Jandra a ayudarme. Oscuridad completa, respiraciones alteradas, sus vamos se instalaron en mi nuca. Levemente nos aproximábamos, nos besamos con ganas, con delicadeza, incitando al morbo en cada acto.

La agarré con mi mano izquierda por el final de su espalda, mientras que mi mano derecha enganchó su pierna izquierda para poder empujarla contra la pared lateral, con suavidad pero a la vez intensamente, Mi lengua paseó por su cuello, mordidas casi rozando su oreja. Sin darnos cuenta dimos un golpe a una estantería y de ella calló un vaso de cristal, los reflejos actuaron y nos apartamos a tiempo de que nos golpeara en la cabeza, pero un cristal salió disparado y se me clavó en el empeine, sentí una punzada extraña, más que dolorosa fue molesta; Jandra abrió la puerta y encendió la luz, me miré el pie, el cristal era fino, pero tenía pinta de ser alargado, sin pensarlo me lo saqué con cuidado y comenzó a salir a borbotones la sangre. Jandra salió en busca de ayuda, ya que ella no puede ver la sangre. Acudieron todos y para no manchar más posicioné el pie en el inodoro, solo una amiga se atrevió a poner un pequeño remedio y cogió el agua oxigenada y comenzó a echármela sobre la herida. Llamaron a mi madre, la cual llegó al instante y junto a mi amiga intentaron disminuir la hemorragia. Tuvieron éxito, cada vez sangraba menos, entre prisas por ir a urgencias, me despedí de todos para que me condujeran hasta el hospital y me cerrasen del todo la herida.

Una vez allí, me atendieron enseguida, ya que la sangre seguía abandonando mi cuerpo. Con una especie de anzuelo-aguja, comenzaron a coserme, la verdad es que me dolió, mis nervios estaban dese hace varios minutos empezando a avivarse y ahora que estaban cosiéndome sentía más el dolor. Al fin me cerraron la herida y me dijeron que no caminase mucho, ya que la herida había sido bastante profunda. Ya de vuelta a mi casa, mi madre me echó una gran bronca, mi aliento olía bastante a alcohol, le conté cómo fue el incidente, aún así, por mucha preocupación que llevara encima, estaba bastante enfurecida.

Tras muchas afirmaciones de que me encontraba bien, pude bajar para limpiar los restos de aquella tarde de vino. Intenté apoyar el pie lo menos posible, ya solo me quedaba fregar unos platos cuando mi móvil comenzó a sonar, me sequé las manos lo más rápido posible y descolgué sin mirar quién era.

-       ¿Sí?-.

-       ¿Cómo estás? ¿te han dado muchos puntos?-.

Aparté el auricular de mi oído para comprobar si la voz era de Jandra, así era, mi móvil reflejaba su nombre.

-       Eh.. sí, estoy bien, me dan como calambres punzantes, pero estoy viva, aquí estoy, fregando los vasos - dije entre risas.

-       ¿Estás tonta? Deja de recoger y limpiar y vete a descansar, o mejor aún, abre la puerta que estoy fuera-.

Colgó y a mí sorprendida por casi se me cae el móvil al fregadero.

Cojeando fui hacia la puerta, ¿Desde cuándo Jandra mostraba tanta preocupación hacia mí? Nunca había sido tan atenta conmigo, es decir, ni conmigo ni con nadie, vale que nos acabábamos de liar en el baño, pero… las veces anteriores, tras hacerlo, no volvía a saber nada de ella, y en cambio, ahora está ahí, a varios metros que en unos instantes serán centímetros… quizás se siente culpable por lo del cristal y quiere disculparse… no… no sé…

Tragué saliva y mi mano giró el pomo de la puerta.