La cuadratura del círculo

Tengo un amigo gay que se llama Sebastián, al que espero que no le moleste que cuente esta aventura. Suelo salir con él de vez en cuando. Nos contamos nuestras penas, y hacemos cada uno suyo del hombro ajeno.

Tengo un amigo gay que se llama Sebastián, al que espero que no le moleste que cuente esta aventura. Suelo salir con él de vez en cuando. Nos contamos nuestras penas, y hacemos cada uno suyo del hombro ajeno.

Aquella noche habíamos decidido ver una película en casa, así que pedimos comida china y nos preparamos el sofá y la mesita centro paara pasar una velada agradable.

Estuvimos hablando de que se le había declarado una compañera de trabajo que no conocía su condición sexual, y del chasco que se llevó la pobre. A él le había sabido mal haberla hecho pensar que quería algo con ella. Yo me limitaba a escucharle y a brindarle mi comprensión.

-¿Jamás lo has hecho con una chica? -le pregunté.

-No, nunca.

-Y entonces, ¿cómo sabes que no te gusta?

-Porque ni siquiera me excito cuando os veo desnudas.

-Algo te excitarás, digo yo, por poco que sea -le dije-. Yo soy lesbiana y a veces me excito con algún que otro hombre.

-A ti lo que te excita es pensar que te penetran, no el hombre en sí.

-Eso es verdad, ja, ja -le contesté-. Pero creo que deberías probarlo, aunque fuera una vez.

-Si tú me haces de voluntaria...

Él creía que no me iba a lanzar, pero aún no sé porqué, me lancé. Creo que tenía curiosidad.

Me puse de pie y le reté.

-Venga, nos desnudamos y lo comprobamos.

-Ja, ja -se rió-, será inútil, ya lo verás -me dijo poniéndose en pie y empezando a desnudarse. Yo también lo hice, hasta que estuvimos los dos como Dios nos trajo al mundo.

Nos miramos un momento, y luego él habló.

-¿Lo ves?

-¿Que si veo el qué? La tienes medio empalmada -le dije.

-No, está morcillona simplemente. Es así.

-Sentémonos -le dije-. A ver, tócame las tetas.

-¿Qué dices? -preguntó alarmado.

-Que me toques las tetas. Quiero estar segura de que no te vayas a empalmar.

-Está bien -contestó empezando a tocármelas.

Lo hizo suavemente, acariciándolas. Incluso se atrevió a tocarme los pezones, que se pusieron duros como una piedra.

-Parece que al final igual no eres tan lesbiana como me quieres hacer creer -dijo divertido, sonriendo, al verlo.

-No seas idiota -le contesté-, se ponen así siempre que me las acarician. Es una reacción natural. A ver tú.

Y sin decir nada más, y de improviso, le agarré la poya y la apreté un poco.

-¡Eh! -protestó.

-Venga, que quiero comprobarlo.

-Bueno, pero sólo un poco.

Me arrodillé entre sus piernas y empecé a acariciarla. Reconozco que empezaba a excitarme aquel juego morboso. En mi interior pensaba que aquella situación era ridícula; una lesbiana declarada como yo, jugando sexualmente con un chico gay declarado como Sebas. La situación era muy morbosa y yo estaba empezando a estar terriblemente excitada.

En aquel momento dejé de pensar en nada y empecé a masturbarle. Él reaccionó a pesar de todo, comenzando a empalmarse.

-Oye, te estás empalmando -le dije.

-Claro, me estás masturbando. ¿Qué quieres que haga?

Estaba empalmándose, aunque tengo que reconocer que lo hacía muy despacio. Pero si él había conseguido con una caricia que mis pezones se pusieran duros como piedras, yo no quería quedarme atrás, así que de nuevo sin avisar, me la introduje en la boca.

-¡Ohh...! -gimió echando hacia atrás la cabeza.

En ese momento ya no había dudas. Se le había puesto dura como un mástil, así que empecé a darle una buena mamada.

Por un momento me sentí algo sucia, pero la sensación desapareció en seguida. Noté cómo mi coño se empapaba y le puse más énfasis. Notaba la poya de Sebas palpitando en mi boca.

-Si sigues así vas a hacer que me corra.

Y ese fue el detonante que disparó mi lujuria, porque empecé a masturbarle y a acariciarle los testículos mientras se la chupaba.

Él se abrió de piernas y entendí, así que chupé también mi dedo índice y lo deslicé por debajo de sus huevos hasta llegar al ano, donde lo fui introduciendo suavemente sin interrumpir la mamada.

-Me corro... -susurró jadeando, y poniendo las manos en mi cara para apartarme. Pero yo estaba muy caliente y quería llegar al final, así que no me quité.

De repente sentí cómo mi dedo era apretado por su aro anal, y un torrente de semen cálido y espeso llenaba mi boca. No tenía intención de tragarlo, pero no tuve más remedio, y no me arrepiento. Nunca lo había hecho, pero su sabor no me desagradó.

Cuando supe que había terminado de descargarse y noté que su pene perdía la erección, me lo saqué de la boca y me levanté.

-¿Por qué lo has hecho? -me preguntó.

-Porque estaba caliente, pero yo no he terminado, así que no te acomodes mucho.

Me subí al sofá, abrí mis piernas frente a él, y puse mi coño a la altura de su boca. Sebas sonrió.

-Nunca se lo he comido a una tía.

-Pues hoy será la primera vez -le dije acercando mis vagina a su boca. Me besó entre los labios.

-Estás empapada -me dijo.

-Y más que voy a estar. Come y calla.

Lanzó su lengua como un látigo hacia mi coño y la introdujo muy adentro. Al sacarla me rozó el clítoris y sentí algo electrizante. Gemí. Entonces él se dio cuenta de dónde tenía que tocarme con su lengua. Empezó a lamerme fuerte, acariciándome las nalgas, mientras con los dedos buscaba mi puerta de atrás.

Hundió un dedo en mi culo, dos en mi coño y frotó mi clítoris con la lengua. Noté cómo el orgasmo me llegaba con los primeros estertores. Creo que grité, no lo recuerdo. Sólo sé que tuve un orgasmo fabuloso, y que un día de estos, aunque yo sea lesbiana, y Sebas sea gay, quiero convencerle para que me folle, aunque sólo sea como experimento.

¿Quién sabe? A lo mejor así, entre orgasmo y orgasmo, descubrimos la cuadratura del círculo.