La Cruz de Rosavia
Rosavia, la hija de un poderoso senador romano tendrá que pagar un precio alto por sus amoríos con un esclavo.
La Cruz de Rosavia
Ella lo observaba detenidamente, sus juveniles ojos exploraban con curiosidad aquella figura que bien pudiera ser divina, tal vez era Apolo ó un héroe como Perseo. No, el no era un dios, solo era un esclavo pero le había atraído desde aquél día que llegó casi desnudo y encadenado. Su nombre era Talos. Había llegado el momento y la oportunidad de disfrutarlo, de saciar todos sus deseos más profundos, de entregársele.
Talos era un joven griego, natural de Atenas, tenía unos 20 años. Era de figura atlética y de buena apariencia, cabello ensortijado oscuro y bello rostro. Había sido esclavo desde niño, sus padres lo perdieron al no poder pagar sus deudas y había pasado de amo en amo desde entonces. En su país aprendió a leer y escribir en griego y latín, sabía poesía, teatro y algo de filosofía. Muchas veces fungió como secretario de sus amos y por lo general fue bien tratado.
Pero un día vio como su amó violaba por la fuerza a una esclava luego de una lluvia de azotes atada desnuda a una columna y se abalanzó sobre él para defenderla. Talos fue duramente castigado, casi hasta morir, pero su amo decidió que era más ventajoso venderlo que matarlo. Por 20 monedas cambió de manos, ahora obedecía a Valerio un viejo senador que vivía a las afueras de Roma.
Talos llegó cubierto de marcas, encadenado de pies y manos con sólo un trapo cubriendo su abultado miembro. Valerio dio órdenes de alimentarlo y curar sus heridas. 2 esclavas se encargaban de esto cuando Rosavia lo vio por vez primera, tendido desnudo sobre un catre. Ella ya conocía la desnudez de un hombre pero aquel nuevo esclavo era diferente. Era ciertamente hermoso y bien proporcionado y aunque sólo tenía 15 años sabía que ese instrumento entre sus piernas sería la delicia de cualquier mujer.
Lo observaba curiosa imaginándose poder recorrer ese pecho y abdomen poco a poco, lamiendo y besando cada parte de su musculosa anatomía. Esa noche fue la primera en que ella conoció la auto satisfacción. No podía contenerse, pasaba sus manos furiosas por su coño húmedo e inundado de vellos. Bordeaba cada estructura buscando el mayor placer, humedecía sus dedos en saliva para que corrieran suavemente por su rajita abierta mientras apretaba sus pechos en medio de una gran calentura. Esa noche se quedó dormida bañada en sudor pensando en aquel nuevo esclavo.
Según pasó el tiempo Talos se convirtió en la mano derecha de su padre, de hecho se encargaba de coordinar sus asuntos cuando él no estaba. Rosavia aprovechaba para pasar tiempo con él. Sólo hablaban de diferentes cosas, él era muy educado y ella hipnotizada lo escuchaba hablar de filosofía, grandes poemas e historias de dioses y héroes de tiempos lejanos. Poco a poco ella quedaba prendada de él con mayor fuerza y él la miraba como una joven hermosa deseosa de conocer los placeres físicos. Pero sabían bien que eso no podía ser, su padre, un senador, no podía permitir amoríos entre su hija y un esclavo aún cuando era tan común el uso sexual de las esclavas por sus amos.
Aquello podía costarle la vida a Talos y Rosavia lo sabía. Pero aquella sensación no se iría con solo negarla. Los besos y caricias a escondidas fueron inevitables, sólo con pequeñas descargas podía liberarse toda su pasión.
En una ocasión de una fiesta de miembros del senado en casa de Valerio se celebró una gran orgía con esclavas traídas de Galia y Britania. Incluso el viejo senador participó y en medio de esto Talos observaba atónito, necesitaba saborear aquellos pechos redondos, sentir su hombría entrar en las partes más deliciosas de esas mujeres. Pero ese no era su papel en esa casa. Talos se alejó del evento excitado y con el corazón acelerado. Caminó por los pasillos hasta tropezar con Rosavia que salía de ser bañada y perfumada por sus sirvientas.
Ella se veía preciosa. Rosavia era de pequeña estatura pero cuerpo bien formado, sus menudos pechos estaban terminados en pequeños pezones que parecían cincelados. Su cabellera era morena a media espalda algo ondulada. Su mirada era fresca y penetrante.
Discúlpeme mi ama, no pretendí tropezar con ustéd.- le dijo Talos.
Esta bien, sé que no fue tu intención. Vas con prisa, ¿Pasa algo?
No, solo quería tomar algo de aire.
Estas agitado notó Rosavia- y cubierto de sudor.
Sí, es que estaba sirviendo a los invitados de su padre.
Dirás, ¿a los que están en la orgía?
¿Cómo? ¿Usted sabe de esto?
Si Talos, ya conozco las fiestas de mi padre. ¿Sabes que dice? Que no hay placer como el que da el cuerpo de un esclavo. Me imagino que es la primera vez que vez algo así.
¿Con 38 personas? Sí, definitivamente.
Sabes Talos, creo que es injusto que sólo mi padre y sus amigos disfruten de ésta velada.
Mi ama, sabe perfectamente que pasaría si nos sorprenden, mas ahora con tantas personas aquí. Sería como suicidarme.
¿Temes tanto morir que no quieres vivir?
Talos la miró sorprendido, ella ya no era la niña que había conocido, era toda una mujer y deseaba disfrutar de su cuerpo. La acarició levemente bajo sus ligeras ropas sintiendo la suavidad de su perfumada piel.
Si hacemos algo- le advirtió él- no puede ser aquí. Vamos a una de las bodegas.
No tenemos que hacer el amor Talos, yo me conformo con saborear tu grueso miembro, el mismo que he deseado desde aquel día que te vi cuando llegaste. Quisiera poder satisfacerte y como estás de excitado no creo que sea muy difícil. Déjame comerte.
Muy bien señorita Rosavia, sígame.
Caminaron sigilosos hasta los almacenes. Allí con sólo la luz de la luna como cómplice se conocerían.
Señorita, áteme a ese poste por favor.
¿Para qué?
Por que sé que si no lo hace, no me conformaré con lo que quiere hacer y no pararé.
Rosavia le amarró las manos a la espalda y lo desnudó. Aquel pene pulsante ya esperaba completamente duro. Rosavia lo tomó curiosa entre las manos y comenzó a lamerlo entre los gemidos de placer del esclavo. Instintivamente ella lo cubrió de saliva y mordía levemente el glande, raspando la hinchada superficie con sus dientes. Chupaba y lamía succionando con fuerza, Talos sentía que se le iban las fuerzas, sus piernas temblaban y desesperadamente trataba de romper sus ataduras. Rosavia disfrutaba al fin aquel cetro tan deseado y cada lamida y chupada eran muestra de su devoción. Tras unos intensos minutos Talos explotó en una descarga que inundó la cavidad bucal de la chica que sin embargo diligente tragó poco a poco cada gota. Rosavia vistió al esclavo y lo desató. El le dio un suave beso y se fue a atender a los invitados. Ella caminó hacia su cuarto satisfecha de haber podido finalmente saborear a su adorado esclavo.
Ya había pasado más de un año de aquella noche y Talos y Rosavia no habían podido tener otro encuentro. No hubo oportunidad de un beso ó una caricia, Valerio la vigilaba constantemente, tenía planes de casarla con un sobrino del emperador lo que lo uniría a la línea imperial y lo haría aún más rico y poderoso.
El confiaba plenamente en Talos y justo a él le confió la virtud se su hija.
Esa primavera el emperador viajaría por los territorios de occidente para supervisar varias obras. Valerio fue uno de los senadores invitados a acompañarlo, éste aceptó gustoso. El viaje duraría unos 6 meses.
Talos y Rosavia miraron con gusto al séquito de Valerio marcharse. Al fin podrían dar rienda suelta a su pasión. Rosavia contaba las horas, esa noche sería suya.
Las lámparas de aceite iluminaban tenuemente la habitación. Los cuerpos sudorosos se encontraban por primera vez. Rosavia se tendió boca arriba mientras Talos cubría de húmedos besos sus pechos. Saboreaba aquel manjar con paciencia, había esperado mucho tiempo y no iba a apurarse ahora. Ella suspiraba con cada contacto de la lengua contra sus pezones que duros desaparecían en la boca del esclavo. Sentía la creciente humedad entre sus piernas y una sensación de intenso calor que solo un el chorro de un duro miembro podía apagar.
El bajó lentamente hasta llegar al monte de placer sobre su sexo abierto. Metió la lengua en la apertura e inmediatamente los gemidos de placer de ella se escucharon. El la tocaba exactamente donde ella necesitaba. Sentía las olas de placer inundándola, golpeándola con fuerza. Aquel semi dios la hacía sentir como si fuera la misma Venus, una criatura para se adorada, para dejarse subyugar por su embrujo.
Hazme tuya Talos, hazme tu mujer le pidió ella entre los gemidos.
El la complació, de un golpe la penetró desvirgándola. Ella chilló levemente pero aquel dulce dolor era muy esperado y ella rodeando las caderas de él con sus piernas lo invitó a clavarla más intensamente. Ellos disfrutaron de aquella noche tanto como pudieron.
Y sería su única noche.
En la mañana ambos amanecieron abrazados en la cama tras una noche de pasión. Talos despertó deseoso de poseerla denuevo. La tendió boca abajo y separó sus nalgas levemente. Rosavia tenía caderas pequeñas pero abultadas y lo invitaban a conocerlas más de cerca. El puso la punta de su pene en la entrada del culo rosado de ella y empezó a empujar suavemente. Ella despertó sorprendida pero no se negó, se incorporó y levantó las caderas y arqueó su espalda ofreciéndose completamente.
Talos la tomó por las caderas y la clavó a plenitud entre unos suaves quejidos de la chica. Ya ella era toda de él, la había poseído de todo los modos
La puerta se abrió de golpe era Valerio.
¿Qué le estas haciendo a mi hija maldito griego?- preguntó furioso.
Padre, no le hagas daño, ¡Déjame explicarte!- le suplicó Rosavia aterrada.
Gracias a los dioses tuve que regresar, sabe quién que más te ha hecho. ¡Vas a pagar ésta traición con tu vida! ¡Confié en ti y así me pagas!
¡No Padre, no lo mates!
Cuando termine con él me suplicará que le dé muerte. ¡Guardias llévenselo!
¡Padre ten piedad, yo lo amo!
¿Tú? ¿Amar a un esclavo? ¿Qué acaso perdiste la razón?
¡Si Padre, te lo suplico, ten piedad!
¿Piedad? Ya verás mi piedad.
Los guardias llevaron a Talos desnudo al camino que lleva a las afueras de la villa. Él sabía que era su fin, no había modo de escapar. Valerio no lo perdonaría, nada que Rosavia dijera lo convencería. Detrás venían Valerio, trayendo a rastras a su hija llorosa vestida con una sábana.
¿Este es el infeliz que amas? ¿Un hombre que traiciona a tu padre y roba tu honor?
No Padre, yo me le entregué decía Rosavia entre lágrimas- por favor, déjalo ir, véndelo pero no lo mates.
Valerio la miró sin inmutarse. Su mirada estaba llena de odio.
Bueno Talos, vas a pensar bien lo que hiciste porque te daré mucho tiempo, ¡Ponganlo en ése árbol!
El no se resistió, cabizbajo se dejó arrastrar hasta un tronco cercano y los guardias rápidamente lo ataron a las ramas extendiendo sus brazos, luego hicieron lo mismo con sus piernas.
¡Ahora clávenlo!
¡Nooo, Padre, ten piedad!- le gritaba deseperada Rosavia.
Pero él no la escuchó y ordenó que traspasaran las manos y pies del esclavo con largas espigas de hierro. Talos gritó con cada martillazo, sintiéndose humillado frente a la mujer que amaba. Sería reducido a un animal aullante que se desangraba lentamente.
Rosavia no resistió y se desmayó a los pies de su padre.
Leven a mi hija arriba, pongan 2 guardias en la puerta, que no la dejen salir. A éste denle 50 azotes para que no se sienta tan solo y se entretenga contándolos.
Los azotes cubrieron cada esquina del cuerpo de esclavo quien trataba de pensar sólo en Rosavia para no sentirlos. Ella despertó en su cuarto desorientada, no sabía si aquello de verdad había ocurrido, se levantó y miró por la ventana hacia los árboles del camino. Allí colgaba Talos, desnudo, atado, clavado y ahora azotado. Su cuerpo sangrante no se parecía en nada a aquel que ella disfrutó la noche anterior. Pero era la misma persona. Se sentía terriblemente culpable, el hombre al que amaba sufría una muerte lenta, dolorosa y humillante por consumar su amor.
Rosavia intento salir de su alcoba pero los guardias no se lo permitieron, sabían que fallar podría significar acompañar al griego en su agonía. Ella solo podía ver a lo lejos como sudoroso y ensangrentado era lentamente abrasado por el sol. Su remordimiento era horrible, los más oscuros pensamientos la atormentaban. Pero no podía hacer nada.
Valerio había regresado por unos documentos que debía presentar al emperador. Jamás se imaginó la escena que encontraría; su única hija desnuda y clavada por el culo por el sirviente en que más confiaba. Su ira era terrible, quería matarlo con sus manos, sentir como su miserable vida se extinguía. Aún viéndolo crucificado en aquel árbol quería hacerlo sufrir más ¿Pero cómo?
Al otro día en la mañana mandó a traer a su hija. Rosavia había pasado todo el día llorando y gritando el nombre de Talos. Aún vestía la sábana con la cual su padre la cubrió. Ella cayó de rodillas ante él.
Veo que sigues lamentando la suerte de ese bastardo, no sé por que. Tú debiste imaginar que yo no permitiría esa unión, de saberlo antes ya estaría muerto.
Yo ya no tengo por que vivir, Talos muere lentamente por mi culpa y a manos de mi padre.
Lo que hago, lo hago por tu bien.
No, no por el mío, por el tuyo, por más dinero y más poder.
Esas cosas controlan a Roma y Roma controla al mundo.
Tal vez pero tú no vivirás para disfrutarlas
Rosavia enloquecida se tiró sobre su padre tratando de asfixiarlo con sus manos, pero los guardias la detuvieron. Valerio la miraba con asombro y sintiéndose traicionado.
¿Tú también me traicionas? ¿Qué acaso quieres morir? ¿Deseas morir con tu amado esclavo?
¡Sí! ¡Quiero morir con él, no me importa vivir!
¡Si eso quieres así será, guardias llévenla al camino y crucifíquenla frente al griego, quiero que la vea colgando desnuda por su culpa!
Pero, mi señor es su hija.- le replico asombrado el sirviente.
¡Yo ya no tengo hija, ésta mujer es una traidora y morirá como tal!
Se hará como usted diga.
Ahh y dado que ya el griego la inició, pueden violarla antes, no creo que a ella le moleste.
Rosavia no dijo nada, ya nada tenía sentido. Se dejó conducir hasta donde Talos estaba crucificado. El estaba medio inconsciente y no se dio cuenta de su presencia. Los hombres desnudaron a la chica y le amarraron los brazos a una rama baja para azotarla.
Decidieron despertar a Talos para que viera a su amada Rosavia ser flagelada.
Hey, griego, ¿aún no estas muerto?, mira que te hemos traído un regalo.
Talos miró hacia todos lados tratando de enfocar la vista, la sangre y el sudor se le había metido en los ojos y no podía ver bien. ¿Era acaso Rosavia que venía a salvarlo? Para su horror la encontró frente a él desnuda y atada a un árbol de olivos, 2 fornidos guardias se preparaban para azotarla.
¡No, no Rosavia, no le hagan nada, háganme lo que quieran a mí!
Ya esto no tiene que ver contigo muchacho, éste castigo lo ordena Valerio mismo.
Talos no podía creer aquello. Su amada Rosavia sería torturada frente a él.
¿Qué le harán después?
Pues después de entretenernos un rato con ella la crucificaremos aquí frente a ti para que se hagan compañía.
Talos no dijo nada. No podía hacer nada.
El primer azoté cayó y con él empezaron los gritos de la chica. Un hombre adelante y otro atrás se repartían su cuerpo. No sabían cuantos le darían pero lo usual eran unos 50 así que le darían 40, 20 por cada lado. Rosavia trataba de no mirar a Talos, sabía que le esperaba lo peor y luego días de suplicio. Veía los gruesos clavos que lo fijaban al árbol y temblaba pensando en el terrible dolor que debían provocar.
Una vez terminaron de azotarla descansaron unos minutos. A lo lejos Valerio la veía colgar de los brazos adolorida, cubierta de marcas rojas, desnuda ante todos. No sentía ningún reparo o emoción. Ella lo traicionó y tenía que castigarla.
Un copioso sudor cubría a la joven que sentía su piel ardiendo bajo el sol. Esto le daba una apariencia aún más atractiva. Del mechón de greñas entre sus piernas caían grandes gotas que previamente bajaban por sus tetas y costados. Los hombres decidieron cogerla en ese momento. El primero se paró detrás de ella y sacó su enorme mástil, sólido y grueso y se lo colocó entre las piernas primero para sólo que supiera que estaba ahí. De inmediato quedó bañado en el sudor que bañaba la castigada anatomía de Rosavia. En ese momento con una mano tomó el miembro buscando la angosta entrada a su sexo y con la otra le agarró las caderas y la hizo levantarlas para facilitar la penetración.
Rosavia cerró sus ojos al sentir el tosco instrumento dentro de ella. Talos por su parte trataba de no mirar, aún en aquella terrible escena Rosavia, desnuda, azotada y ahora follada por la fuerza lo excitaban. Los pechos de la chica se zarandeaban con cada movimiento y embestida. El hombre le daba con todas sus fuerzas y al final se corrió dentro de ella dejándola con el coño chorreando su leche.
El otro guardia no esperaría mucho, tan pronto el otro se retiró la penetró del mismo modo. Rosavia deseaba desmayarse, no sentir nada más. Pero por el contrario estaba completamente lúcida y alerta, cada embestida y sacudida, cada manoseada en su cuerpo era grabada en su mente. El segundo hombre se corrió y con eso terminaba su violación.
Mientras ella colgaba de sus ataduras fueron a buscar un tronco para su patíbulo, usarían un leño de buen tamaño que era utilizado para asegurar el portón principal. Soltaron la chica y la acostaron en el suelo, extendieron los brazos en el madero y el primer guardia por ser de mayor corpulencia la sujetaría mientras el segundo clavaba las manos.
3 golpes de martillo fueron suficientes para pasar por las muñecas los clavos de 20 cm. Rosavia gritaba y se revolcaba en el suelo histérica. Uno de ellos la abofeteó varias veces para callarla mientras el otro la levantaba y la colocaba contra el árbol donde la habían azotado. Ataron el transversal al tronco y para terminar clavaron sus pies a los lados dejando sus piernas separadas y su sexo expuesto.
Rosavia solo miraba a Talos que impotente observaba su cruel castigo.
Valerio vino a admirar su obra. Su hija Rosavia había sido brutalmente crucificada tal y como ordenó. Pensó que le pediría perdón o misericordia, pero ella sólo miraba a su adorado esclavo. Ella siempre fue de carácter fuerte y obviamente ahora no sería diferente. Incluso con el inmenso resentimiento que sentía tenía que admitir eso. Dio media vuelta y volvió a su villa para almorzar.
Rosavia, Rosavia, ¿Por qué lo hiciste?- le preguntó un lloroso Talos.
No quiero vivir sin ti, sabiendo que soy la responsable de tu muerte. Así yo pagaré mi culpa y al final estaremos juntos.
Te amo Rosavia.
Lo sé.
Ambos inclinaron sus cabezas y se dejaron colgar bajo el inmisericorde sol del mediodía. Valerio ordenó a todos los sirvientes y esclavos ha ir a verlos. Todos regresaban pensando lo mismo: Si le hace esto a su hija ¿qué nos hará a nosotros?
Otro día amaneció, era el tercero para Talos y el segundo para Rosavia. Valerio miraba pensativo la escena, el emperador lo esperaba para iniciar el viaje y tenía que irse. Se preguntaba si había hecho lo correcto para alguien de su posición, ya Césares habían mandado a matar a familiares incluso madres e hijos antes. Pero Rosavia era su única hija, con ella moría su descendencia.
Montado a caballo y seguido por su séquito pasó por en frente de los amantes crucificados. Observó a su hija azotada y violada, su sexo amoratado a la vista de todos. Vio sus manos y piernas estiradas por los largos clavos que la traspasaban. Algo le dijo que aún así era su hija y decidió tener una última deferencia hacia ella. Llamó a uno de los que los vigilaban y le dijo:
Pónganles taparrabos a ambos. Cuando mueran entiérrenlos juntos.
La miró por última vez y siguió su camino.
Los sirvientes hicieron lo ordenado y con largos trapos los cubrieron. Talos y Rosavia morirían más tarde ese día. Tras bajarlos los envolvieron juntos en una sábana y los sepultaron en el jardín de la villa.
Valerio no viviría mucho más que su hija, en medio del viaje se descubrió un complot para asesinar al emperador y Valerio fue implicado. El no tenía nada que ver pero eso no importaba, el divino César conocía bien de su ambición y no lo creía incapaz de nada así que era mejor ir a la segura y eliminarlo. Su guardia pretoriana se encargó. El cuerpo del viejo Valerio fue llevado a su villa, donde fue enterrado junto a su rebelde hija, Rosavia que fue crucificada por amor.