La crisis me hizo ser profesora

Cuento mi historia personal y las dificultades que me ha acarreado la crisis y cómo los jóvenes son los que me han permitido trabajar en algo que me gusta. Y les gusta a ellos más.

Quiero aprovechar la oportunidad que da internet en que una puede dar a conocer sus experiencias y además del alivio de poder contarlas a los demás recibe a veces respuestas de personas que ayudan mucho. Por eso les contaré algunas de las cosas que me han pasado recientemente que espero hacerlo de forma lo suficientemente interesante como para que me presten atención y si lo entienden así me comenten lo que les parece.

Llegué a esta página de forma totalmente fortuita, alguien en mi computadora de casa había accedido a algunos de los relatos y buscando una receta que había encontrado para luego perderla me encontré estas direcciones en la memoria del ordenador. No sé cómo llegaron hasta aquí, supongo que porque mi hija las visitaría pero no me parece propio de ella. En cualquier caso leí los relatos y además de disfrutar con algunos entendí que había historias de personas con cierto parecido a las mías y al final me decidí a sentarme y escribir sobre mi recientes experiencias.

Mi nombre es Flora y vivo en Madrid. Como comprenderán no quiero darle más detalles. Tengo 44 años y hace apenas un año que me divorcié. Las causas son lo de menos, quizás el desencanto generalizado. No le culpo exclusivamente a él. Bueno, no sé si explicar las razones de nuestra separación si son necesarias. Tengo también una hija de 23 años que lleva uno casada por lo que ya no vive conmigo. Me quedé sola en mi piso y al principio me resultó duro. Supongo que de esa soledad nació mi curiosidad por internet y al final encontré una página de contactos. Me di de alta por curiosidad y bueno, empecé a recibir mensajes de muchos hombres.

Lo primero que me sorprendió es que muchos jóvenes estuvieran interesados en mí. Me sentí muy halagada porque pensaba que a mi edad ya casi sólo podría encontrarme a jubilados o en camino hacia el asilo. Pero nada más lejos de la realidad. Me escribieron muchos chicos jóvenes a los que les gustaba mi fotografía de presentación. No es por ser presuntuosa, pero estoy bastante bien para tener los años que tengo. Aún tengo el pecho bastante erguido y además abundante. Las piernas no están nada mal, me alegro de haber hecho ejercicio desde hace muchos años.

La página de contactos era muy directa para mi, que desde que me casé había olvidado hasta lo que era flirtear. Los chicos me hablaban sin rodeos, pidiéndome que me desnudara delante de una cámara para ellos y muchas otras cosas. Demasiado para mí.

Lo cierto es que vi que lo normal era andarse con pocos rodeos y creo que poco a poco me fui haciendo con esto de internet. La vehemencia de los jóvenes, y por qué no confesarlo el deseo que demostraban, me había hecho casi descartar a los hombres de mi edad. Tenía ganas de probar a chicos jóvenes, ya os cuento que estaba un poco alocada.

Bueno, todo esto quizás se sale un poco del tema, pero creo que es una necesaria introducción para que conozcáis mi estado de ánimo en ese momento. A lo que iba: yo era jefa de personal en una constructora de tamaño mediano. El trabajo era sencillo y la remuneración excelente. Además estaba muy bien considerada y llevaba casi 15 años trabajando con mis compañeros que eran como una familia para mí.

Sin embargo con la crisis económica fui una de tantas afectadas por los despidos. Para colmo de males la empresa sufrió una quiebra y el dueño, un amigo mío que había cenado en mi casa decenas de veces, desapareció. No tuve ni siquiera la compensación económica que por mi antigüedad merecía. Me vi en la calle con el desempleo que es un dinero muy bajo, sobre todo para mí que estaba acostumbrada a un sueldo muy interesante.

Al principio no le di mucha importancia, pero cuando veía que poco a poco el dinero en la cuenta corriente iba bajando, me comencé a preocupar. La verdad es que no tenía mucho ahorrado, no sé porque pensaba que era imposible que perdiera mi sueldo, tan satisfechos los veía con mi trabajo.

Empecé a echar curriculums en empresas pero no me llamaban. Tardé algún tiempo en darme cuenta que tendría que aspirar a una profesión menos remunerada. Al final encontré complicado incluso un trabajo en una oficina, todo lo más que encontraba era para trabajar en restaurantes y bares. Hice alguna entrevista pero siempre fue poco satisfactoria, o bien por el sueldo que ofrecían era demasiado bajo o porque mi edad les parecía un motivo para no contratarme.

Llegué entonces a solicitar puestos de secretaria, algo para lo que estaba sobrecualificada. Pero tampoco llegaban las entrevistas. Sólo tuve una y cuando realicé la entrevista, el gerente para el que se requería la secretaria me indicó tras la entrevista que aunque le había parecido muy apropiada, se notaba que me faltaría experiencia en el cargo. Me llamó la atención que dijera que ya por la forma de vestir lo había intuido y cuando le pregunté me dijo que no vestía como una secretaria.

No sabía a lo que se refería con eso, pero luego estuve fijándome en cómo iban las chicas y en televisión y me hice a la idea de que tendría que ir con un vestuario más formal. Trajes de chaqueta, faldas con medias y zapatos de tacón. En el trabajo me había gustado ir siempre cómoda pero la situación lo exigía.

Ahora bien, como no encontraba nuevas entrevistas y ya estaba abiertamente preocupada, llamé de nuevo a ese gerente proponiéndole una entrevista. Se mostró reticente pero al final accedió. Me arreglé especialmente para el caso, creo quizás que demasiado. Fui con unos tacones bien altos y una falda corta con medias y una blusa clara que realzara mis pechos. Me pareció sucio tener que realzar mi belleza femenina para conseguir un trabajo inferior a mi categoría pero la crisis no entiende de esos motivos.

El gerente, que se llamaba Carlos, me acabó proponiendo que entrara a prueba pero sólo a tiempo parcial. Aunque el trabajo me interesaba, el sueldo de media jornada no y arriesgué pensando que seguro que encontraría algo mejor.

Pero ese trabajo no llegaba y la situación económica no hacía sino empeorar. Y con ella aumentaba mi preocupación. Al final no tuve más remedio que aceptar un empleo como camarera en un restaurante. Lo bueno es que al tener el turno de tarde-noche podía seguir haciendo entrevistas para trabajos de oficina.

La idea de trabajar en un restaurante nunca me gustó. Es un trabajo duro y los clientes son a veces terribles en sus quejas. Los primeros días acabé agotada, poco a poco fui soportándolo. No estaba preparada para eso, yo que acostumbraba a pasar el día en mi despacho, tranquila y alejada de las prisas, aquí tenía que pasarme las horas sirviendo platos y bebidas. La ropa del uniforme me resultaba incómoda, me apretaba mucho el pantalón, supongo que porque ya una tiene un trasero considerable y los hacen más pensando en chicas jóvenes. No quiero decir que sea una gorda culona, sólo que tengo un culo que tiene un tamaño más grande que el de ese pantalón.

No salían muchas entrevistas y me fui haciendo a la idea de que eso sería para durar. Lo peor era el trato con el jefe de cocina. Era un tipo viejo, vivaz pero zafio y sucio. Se tomaba unas confianzas con las otras camareras que no me gustaban nada. Un día al ir a retirar una comanda me dio una palmada en el trasero con toda la desvergüenza del mundo. Me chocó por completo, aunque se lo había visto hacer a otras compañeras. No dije nada. A partir de ahí se convirtió en una rutina. No digo que lo hiciera constantemente, pero raro era el día que me iba a casa sin una de esas palmadas. Lo peor de todo es que parece como que se preparaba y siempre encontraba un momento para pillarme de sorpresa y conseguía hacerlo captando con toda su manaza mi trasero y golpeándolo fuertemente. No decía nada pero notaba en su mirada la lascivia. Luego tenía que seguir sirviendo las mesas y sentía mí pobre culito dolorido durante por lo menos media hora. Eran los gajes de la profesión.

Llegué al punto de entender que no conseguiría ningún trabajo de lo mío. Eso me entristecía, y aunque mi hija me acompañaba muchas veces para aliviar mi sufrimiento, no podía dejar de sentir una agonía enorme.

En algún momento pensé en dar clases a chicos. Por un lado sería mucho más cómodo y era un trabajo que se podía realizar al margen de cualquier otra profesión. Era buena más o menos con todas las materias y para cursos no muy avanzados podía servir.

Y mientras seguía en el restaurante. Una cosa que quiero contarles aprovechando el anonimato es que aunque me dolían y desagradaban enormemente, las nalgadas que recibía de manos del jefe de cocina en cierto modo me gustaban. Por lo de atraer a un hombre, algo que echaba en falta. Es algo que no puedo explicar ni acabar de entender yo misma, pero la torta en mi culo me hacía sentir muy mujer y algunas veces me mojaba a poco de recibirla.

Pero el trabajo en general era desagradable y el sueldo casi peor aún. Empecé a anunciarme por el barrio con carteles para dar clases a jóvenes. Este sistema no funcionaba porque no me llamaba nadie. Menos mal que recibí ayuda para hacerlo usando internet.

Ahí tuve ya mis primeras entrevistas. Para mi sorpresa, los padres no me consideraban idónea porque no tenía ningún título universitario específico (he estudiado ciencias empresariales). Esperaban a una matemática o historiadora o química.

Menos mal que conté la ayuda con uno de los chicos que conocí por internet. Él fue el que me enseñó a poner los anuncios en internet y me dijo que tenía un método infalible para conseguir alumnos. Al final tuve que hacer un trato un poco deshonroso. Supongo que debo contarlo porque este es un sitio de textos eróticos. El chico quería acostarse conmigo, eso estaba claro, pero yo no me sentía atraída por él. Al final hicimos un trato de que yo cumpliría alguna de sus fantasías sin llegar al sexo y él me ayudaría con esto. Para el anuncio tuve que cumplir su idea de quedar en un bar del centro de Madrid y tras un rato de charla me pidió que fuera al baño y me quitara las braguitas y se las diera, que ese sería el trato.

Sabía que algo así podía ocurrir, no exactamente qué pero algo de contenido sexual. Mi situación era tan desesperada que acepté. Me fui al baño y me quité las braguitas. Me volví a poner el pantalón y me sentí desnuda, que todo el mundo se daría cuenta de que no llevaba braguitas. Pero aún así lo hice. Menos mal que eran unos jeans y no unos pantalones claros, si hubieran sido unos pantalones claros no lo habría hecho.

Le di las bragas con el mayor sigilo que pude y el chico se las guardó. Nos quedamos ahí un rato más y luego cada uno se fue por su lado. Así conseguir poner los anuncios.

La siguiente cosa que tuve que hacer por él fue más sencilla. Como sabía que mi hija iba mucho por mi casa me pidió que un día quería verla y que ella estuviera en minifalda. Eso no fue difícil porque mi hija suele vestir de forma atrevida, para algo es joven y tiene la edad. Así que lo acordé así y un día el me visitó y se cumplió su idea. Le presenté a mi hija como un amigo y nada más, estuvimos un rato agradable charlando. Noté que no quitaba ojo de las piernas de mi hija, no me pareció nada sucio, es normal que los hombres hagan ese tipo de cosas.

Gracias a algo tan sencillo me explicó un método que él consideraba infalible. A mí no me gustaba pero bueno, el sistema era simplemente dar la primera clase gratis. Y funcionó.

La idea era sencilla, me presentaba en casa de los padres y estos siempre querían que diera la clase. Efectivamente me llamaron de muchos más sitios. Pero como método para asegurar que me contrataran, lo que hacía era que cuando estaba a solas con el chico o la chica en cuestión, me quitaba un suéter o una prenda que tuviera que me cubriera y me mostraba con algo mucho más sexy. Normalmente aprovechaba mis pechos que son bastante grandes y que me hacen un escote muy atractivo. Me ponía una blusa bien escotada y a poco que me volcara un poco contra la mesa mis pechos venían conmigo. Era un éxito garantizado con los chicos. Con las chicas no funcionaba exactamente así, pero gracias a Dios son mejores estudiantes y tuve pocas ofertas para chicas. Aunque hacía algo parecido, esta vez le preguntaba por los chicos y les caía en gracia como posible amiga mayor.

Quizás haya quien piense que esto no está bien, pero tampoco creo que esté bien que a una la minusvaloren por tener demasiada edad y que todo lo más que pueda aspirar es a camarera. Aunque seguía obteniendo rechazos, la mayoría de los chicos acababan convenciendo a sus padres de que me contrataran. Y con eso, poco a poco, fui acumulando una cartera de alumnos lo suficientemente grande como para renunciar al odioso trabajo del restaurante.

No hacía nada indecente. Simplemente me vestía bastante sexy para las clases y dejaba que los chicos disfrutaran un poco viéndome. Algunas clases las daba en mi casa. Para mí era perfecto porque no tenía que perder el tiempo en desplazamientos (Madrid es muy grande) y podía comportarme de forma más desvergonzada sin miedo a llamar la atención de los padres.

Los chicos en general son muy tímidos y con mirar hasta reventar se conforman. Lo hacían poco a poco con más descaro y yo me hacía la loca. Tengo que ser sincera y decir que me excitaba mucho algunas veces, sobre todo con los mayores y más valientes. A algunos les notaba un paquete tremendo dentro del pantalón y me ponía como fuera de control, quería saber cómo sería lo que tendrían ahí dentro, tenía que ser algo enorme.

El caso es que mi método funcionaba y llegué a un punto en que hasta tuve que rechazar alumnos. Al final elegí a los que estaban dispuestos a recibir las lecciones en mi casa. Ahí les recibía con una falda que mostrara mis piernas y normalmente con un top o una blusa. Tengo una en particular que me gusta, la arreglé yo misma para que parezca que es así. Sólo tiene unos pocos botones por abajo, con lo que el escote es inevitable y aunque me diera pudor tengo que estar exhibiendo mis pechos. Casi siempre iba con sujetador pero a veces era más valiente y lo hacía con los pechos desnudos.

Sé que los chicos también miraban mi culito. Internamente deseaba que algún día uno de los alumnos hiciera como en el bar y me diera una palmada en el culo. No sé si eso ocurrirá. Algunos poco a poco se van tomando confianzas pero no dejan de ser jóvenes que van con mucho miedo. Por un lado me alegro de que sea así, por otro a veces quisiera que fueran más aguerridos.

Al final mi hija se dio cuenta de todo esto. Sabía que enseñaba pero no que había tenido que recurrir a mis artes femeninas para conseguirlo. Para nada le pareció mal, lo que me sirvió como gran apoyo. Un día incluso me pidió que ella quería dar una de esas clases especiales. Me sorprendió su propuesta pero no pude decirle que no. Ese día llegaron dos chicos. Al primero le conté que yo tenía que ir a hacer un recado que si no le importaba que le atendiera mi hija o lo dejábamos para otro día. Mi hija tiene un cuerpo estupendo y se presentó con una falda cortísima, creo que minifalda es demasiado poco para indicar que tenía algo que apenas cubría sus piernas. Luce unas piernas muy lindas y el chico estuvo de acuerdo. Yo me marché y volví para cuando tenían que terminar la clase.

Mi hija me dijo que le había gustado y que estaba como para dar la segunda clase. Esta es con un chico más golfo y también estuvo encantado con el cambio de profesora. Aquí me quedé por casa y los dejé a solas. No quise interferir pero la curiosidad me pudo y en un momento eché una mirada distraída al salón donde daba la clase mi hija y noté para mi desconcierto que el chico tenía una mano en el muslo de mi hija sin que ella dijera nada. La idea me turbó y preocupó, era uno de mis alumnos y mi hija. Me marché pero no pude aguantar más y a los pocos minutos volví a mirar y el chico seguía con su mano allí. Mi hija se dejaba tocar con impunidad.

La clase terminó y eso es todo, lamento haber desilusionado a los que se esperaran algo más lleno de escenas lujuriosas, es mi historia y he querido contarla. Esta última escena me ha causado sentimientos enfrentados porque tengo que reconocer, bajo el anonimato de todo este relato, que me excitó y me tuve que tocar pensando en lo que había visto. Me excitó la indolencia de mi hija como para querer pasar por la clase y luego dejarse tocar sin más, siendo como es casada. Me excitó pensar que luego tendría que dar clase a ese chico que quizás intentaría lo mismo conmigo. Y me excitó la imagen en sí misma, puede que lo que más.

Sin más me despido dándoles unos fuertes ánimos a todas las mujeres que se encuentren en situaciones como las que yo he vivido, les deseo mucha suerte y toda mi ayuda por si les puede servir de algo mi experiencia. Gracias. floraaflorat@gmail.com