La crisis 3
Siguen en marcha las intenciones de nuestra psicóloga
Me desperté temprano, enseguida hilvané mis pensamientos con el quehacer que me esperaba ese día, si Marina me apoyaba iba a tratar de convivir más con Ana, no en plan de psicóloga, sino como alguien que está ahí y tuviera que soportarme.
Aunque ella no me hiciera caso, pensaba que eso de alguna manera quizá llegaría a molestarla como para que reaccionara, bien o mal pero que aflorara algo de su genio, si es que le había quedado algo.
Al llegar me encontré con Fernanda.
-Buen día doctora que tenemos para hoy – la saludé
-Sara no me digas doctora, para las amigas con Fer me alcanza –
Fer, para las amigas con Sara me sobra- contesté con una sonrisa –
Mira tengo una idea de lo que podría tratar de hacer no sé si Marina estará de acuerdo, cuando termine la ronda tratare de explicárselo – dije comentándole la idea.
Mira Sara, seguramente Marina va aceptar tu idea, ella va aceptar cualquier cosa por nueva que sea, entiende que después de ocho años sin resultados no hay nada que pueda ser peor –
Terminamos la ronda y me fui a la oficina de Marina, nos saludamos y se interesó por cómo me adaptaba a mi trabajo, aproveché para explicarle lo que pretendía y que me aconsejara como podía hacerlo, ya que necesitaba una excusa para poder estar más tiempo con Ana.
Marina se quedó pensando un rato, y al fin me dijo-
- ¿Sabes lo que puedes hacer? En su habitación hay lugar, y excusas no te las va a pedir, así que podrías llevarte los reportes diarios y los controlas.
Eso te va a llevar poco tiempo, pero si quieres puedes digitalizar los archivos y pasarlos al ordenador, de paso haces sociales-
-Vaya por las sociales, si sacarle una palabra ya es para el campeonato –
-Bueno, creo que tu idea es esa, saturarla un poco con tu presencia hasta ver si reacciona de alguna manera, hazlo tranquila que ahí no hay nada que pueda salir mal, todo lo malo ya está hecho, y le podemos decir a tu padrino que ese trabajo te lo pague extra – dijo en broma
La verdad me tranquilizas, porque yo tenía miedo de hacer algún daño, pero parece que no hay nada para estropear, ya todo está estropeado -.
Esa es la situación por eso te doy libertad para que pruebes con tus ideas y si van, van y sino esperaremos por otras, aunque me da mucha pena porque cuanto más tardemos más crónico se va haciendo el problema – se lamentó.
Me fui a la habitación de Ana, cuando llegué estaba Teresa, una enfermera muy simpática que me habían presentado en la ronda, acomodando la ropa de Ana, esta estaba en el aparato de ejercicios dale que te dale, el sudor le corría por la cara, pero ella parecía que no notaba ni el esfuerzo ni el calor.
Oye Teresa ¿no se estará esforzando demasiado -.
Hay doctora, es que si no hacemos así no hace nada en todo el día, es una lástima que un cuerpo como ese se vuelva amorfo por la inactividad, si alguien llega a mejorarla por lo menos que se encuentre con un cuerpo que no le de pena -.
Sí, creo que tienes razón en eso, pero mira; me pusieron a cargo de ella y pienso romper algunas rutinas, quizá la descontrole un poco, pero si es que lo logro ya es un avance, no me hago muchas ilusiones visto como vienen las cosas, pero voy a tratar y quizá necesite tu ayuda -.
Doctora la ayudare en todo lo que pueda, si consigue mejorar a Anita, todo el personal se lo va a agradecer, y yo más que nadie, no sabe la pena que me da ver una muchacha tan joven en esta situación sobre todo sabiendo la causa -.
Ana vamos deja ya eso y a bañarse, que ya sudaste bastante hoy, a ducharse y vístete que ya tienes tu ropa en el baño -. Le mandó. – pobrecilla, hay que decirle todo, por de ella no sale nada, después se sienta a mirar por la ventana, pero no sé si ve, creo que si llegara el fin del mundo no se enteraría -.
Ana se salió del aparato se encamino a la ducha, llevaba unas calzas de gimnasia y realmente se entendía las virtudes de esas sesiones.
Tenía un cuerpo trabajado que no podía ser sino a causa del ejercicio ya que aparte de eso su actividad era nula; estuve esperando que se duchara, por lo que había escuchado ya iba a salir vestida, y así fue, traía un vestido de colección propio de una Barbie, con su pelo largo rubio, sus ojos azules sin ninguna expresión, faltaba que la pintaran y ya teníamos la muñeca en casa.
Ven que te maquillo -. Dijo Teresa
Tere (dije yo) por favor déjala así que la rutina la quiero empezar ahora -.
- ¡Ay! sí doctora lo que usted mande -. Me dijo un poco picada
- Tere no te quiero mandar, te pido tu ayuda para ver si podemos encontrar la forma de curarla, tu que estuviste más tiempo con ella, me puedes ayudar en algunas cosas que yo no conozco-
Le dije con ánimo de ponerla en plan de importante, que siempre es bueno tener al personal a favor, sobre todo porque muchas veces saben cosas que nosotras ignoramos.
Pídame lo que quiera, que con tal de ayudarla voy a hacer lo que usted me pida doctora -.
Primero no tanto doctora, y llámame Sara, y tutéame que tampoco no soy tan vieja -.
Vieja usted (me contestó) por favor si puede ser mi hija-.
- No lo soy, pero tutéame como si lo fuera -.
Se echó a reír, - Bueno Sara, me da la impresión que hasta puedes conseguir algo con Ana y créeme que te voy a ayudar en todo lo que pueda -.
Me acerque a Ana y la salude.
- Hola Anita, soy tu nueva doctora y creo que vamos a ser buenas amigas-
Me acerque y le di dos besos en las mejillas, me miró, dijo hola y se fue a sentar en el sillón donde siempre la maquillaban, miró a Teresa, pero esta le dijo que ese día no había maquillaje, parecía que su cara estuviera esculpida en mármol, alzó los hombros, ningún tipo de expresión se notaba en ella, se sentó en la silla frente a la ventana y ahí se quedó quieta viendo sin ver.
-Ves, así son sus días, siempre mirando, pero creo que su mente está en otro lado y a ese sitio es imposible llegar-
Bueno no nos demos por vencidas antes de la pelea-
Lo que pasa que esta pelea ya la vi varias veces y el resultado siempre es el mismo – dijo
Tengamos esperanzas que por ahí toca la lotería – le dije con optimismo
Fui a la oficina y junté una buena cantidad de reportes viejos para empezar a digitalizar el archivo, no era precisamente mi trabajo, pero era algo que el hospital necesitaba y pensaba hacerlo en la habitación de Ana, y eso es precisamente en donde yo quería estar.
Llené la mesa de papeles y comencé a pasarlos por fecha al ordenador portátil, era una pila, y si mi cometido fuera digitalizar todo el archivo ya me hubiese dado por despedida, pero al fin esto me servía.
Sobre un costado había un espejo de acero atornillado a la pared, se ve que era de ese material para que no pudieran romperlo y cortarse o vaya a saber qué barbaridad podían hacer con un pedazo de vidrio.
Llevé un reproductor y puse música, dicen que amansa las fieras, ahí todo estaba amansado, así que con un poco de suerte trataría de agitarla, pondría diferentes canciones para saber que estilo le gustaba, o le disgustaba, tanto me daba que, con tal de hacerla reaccionar, que fuera para bien o mal era lo mismo.
Puse música cantada en ingles a ver si se entusiasmaba, pero nada, en un momento me puse a cantar, no es que fuera una maravilla, pero para entre casa me defendía.
-Ana, vieras lo linda que son estas letras, tendrías que aprender inglés para comprenderlas y acompañarme a cantarlas-
-Si claro- nada más decía eso y daba vuelta la cara sin más vueltas.
Me había colocado como para poder ver en el espejo las reacciones de Ana ante mi presencia, pues fue una pérdida de tiempo porque en ningún momento dio signos de estar interesada en mí.
Pasaban los días y nada, comencé a darle ordenes yo, me hacía caso, pero nada más que eso, un día la mande a hacer ejercicio, y me puse a pasar los reportes y en vez de una hora, la deje casi dos horas era impresionante, le daba como si fuera una máquina.
Pensé en esas máquinas que tu no apagas a tiempo y de golpe se te funden Ana era igual, sudaba a mares se veía la tensión en sus músculos, pero la cara no demostraba nada, me dio miedo y la mande parar, paro y se me quedo mirando esperando lo que tenía para mandarle, me imagine un robot que se pudiera controlar por el sonido de la voz y que todo lo que pidieras lo haría sin discutir nada.
-Siéntate Ana y cuando te pase un poco la agitación te das una ducha- esperé a ver si le salía lo de darse la ducha, pero no hasta que no la mandé no hubo caso, de ella no salía nada.
Seguí pasando los archivos, por lo menos en algo iba a ser útil, me había acostumbrado a saludarla con dos besos en la mejilla, trataba de buscar un vínculo de aproximación, pero parecía que tampoco daba resultado.
Rafa a veces me burlaba un poco, pero de buena manera, Marina lo reñía y le decía que si lo conseguía el nobel tenía que ser en efectivo, estos dos creo que tenían algo más que la camaradería.
Un día después de los ejercicios directamente la mande a sentar, tenía algo en mente que pensé que podría irritarla, y bañarse sin que se lo mandara, le avise a Teresa que no le pusiera la ropa a ver si ella la iba a buscar. Pasaron cuatro días, y siguió como antes, el jueves cuando llegué al darle los dos besos, le dije.
-Ana, por dios que olor que tienes niña, si no quieres bañarte por lo menos perfúmate un poco que apestas-.
Saqué un desodorante de mi cartera y empecé a rociarla por todos lados, frunció el ceño por un instante, pero no dijo nada, igual ese gesto de desagrado para mí era una pequeña esperanza.
Estuve toda la tarde sin aparentar prestarle atención, pero me di cuenta que de vez en cuando de reojo miraba hacia donde yo estaba.
A la hora de irme, me acerque a saludarla y fruncí la nariz como si oliera algo desagradable, me pareció ver un atisbo de ira en sus ojos, le di los dos besos y me despedí hasta el otro día.
El viernes comente lo que había pasado con Fer y me alentó a que siguiera.
-Sigue, es más de lo que logramos hasta ahora, así que lo poco en este caso es bastante-
Le agradecí el ánimo que me había dado, agarré otra pila de legajos y fui a la habitación de mi paciente a seguir con mi estrategia, entre y fui derecho a ella.
-Hola Ana, como andamos hoy, parece que de lavarse nada- mientras hacía que estaba oliendo algo muy desagradable.
Saqué un desodorante de ambientes y empecé a dispersarlo por todo el cuarto, como al descuido echaba más por donde estaba ella.
Puede ser que no estaba acostumbrada a los aerosoles, el asunto que empezó a estornudar y salió corriendo al baño.
Me dio un poco de temor a ver si era alérgica o algo así, después de todo, no es que haya conseguido entrar en su cerebro, más bien fue en sus narices.
Salió al rato, el olor se había disipado un poco, me miró, esta vez sí, se le notaba la molestia, yo trate de disculparme.
-Perdóname cariño, no sabía que esto te molestaba, pero es que hueles muy feo, tendrías que lavarte más seguido, sino no se aguanta- exageraba, realmente tampoco es que oliera tan mal, pero el sudor de esos días de cuando hacía ejercicio tampoco era para ventilarlo por ahí.
Estuve pasando papeles mirando a cada rato a Ana, se le notaba molesta pero no mostraba ninguna reacción, cuando llegó la hora de irme, acerqué a ella y le dije.
-Anita hasta mañana, no tengo que trabajar, pero voy a venir un poco más tarde, aunque sea a perfumarte el ambiente-
Abrió grande los ojos casi como un poco espantada pero no dijo nada, al ir a besarla tiró un poco la cabeza para atrás, pero al fin no se animó a rebelarse, pero yo ya sabía que, aunque sea malamente, algo se estaba entreabriendo en su muralla.
Antes de irme le comenté a Marina y me alentó a seguir, dejando la orden de que me dejaran entrar libremente al otro día.
Me fui a mi departamento contenta, me sentía como si hubiese ganado algún premio o algo así, estuve mirando televisión un rato y después de cenar me fui a dormir satisfecha, el día había sido fructífero.