La creación del TransBurdel (IV): Proyecto Tonya

Tendrá éxito Mara con la transformación del hijo del policía en una puta más del burdel, pero sin usar el control mental ni el condicionamiento? Podrá la virtuosa madre del chico, ex-esposa del policía, terminar con el TransBurdel?

La creación del TransBurdel (IV): Proyecto Tonya

CAPITULO I

El plan de Mara para convertir a Tony, el homofóbico hijo de Esteban, en Tonya, la Reina del Gangbang, se desarrollaba dentro de lo previsto. Su intención era la de no usar ningún tipo de condicionamiento mental, sino que el propio chico aumentara su adicción a la leche y las pijas, hasta que su propia mente deseara ser una chica más del burdel. Mara sabía que no era fácil, porque orientación sexual e identidad de género no siempre van de la mano, pero confiaba en que los aliados con los que contaba fueran afirmando en Tony la idea de que cuanto más femenino se viese, más pijas estarían dispuestas a satisfacer sus nuevas adicciones y deseos.

Sólo habían pasado dos semanas desde su iniciación al sexo con hombres, pero Tony ya manejaba los gangbangs con increíble destreza, como si siempre hubiese sido una putita adoradora de orgías. Selectos grupos de clientes de Mara habían aceptado formar parte del Proyecto Tonya, haciendo del chico la estrella de populosas orgías, donde cinco o seis hombres cogían al recientemente asumido putito durante extensas sesiones. Mara se había hecho amiga del chico, y todos los días lo enviaba a una orgía diferente, simulando “haberle conseguido” un encuentro con amigos, donde Tony se iba convirtiendo en un experto manejando las pijas de los machos de turno. Ya era capaz de atender a todos al mismo tiempo, con dos pijas dentro de su culo, dos en su boca, y otras dos en sus manos, haciendo acabar a todos en cuestión de escasos minutos. Luego de incontables orgasmos propios y ajenos, volvía al burdel, donde le contaba a su amiga Mara de sus hazañas, sus logros y aprendizajes. Después terminaba volviendo a su casa, donde Miriam, su deprimida madre veía a su anteriormente masculino hijo convertirse lentamente en una insaciable puta.

El chico se vestía cada día más provocativamente, con ajustadísimos shorts que hacían lucir su cada vez más redondeado y turgente culo, producto de diarias sesiones de ejercicios en un gimnasio cercano. Ahí mismo Tony ya se había hecho un grupo de “amigos”, que una vez terminada su rutina atlética, lo cogían en los vestuarios, para alegría del chico. Las ajustadas remeras dejaban poco para la imaginación, exhibiendo el completamente depilado cuerpo, y las diminutas tangas, que él mismo ahora se empeñaba en usar, sumadas a los mínimos shorts, claramente dejaban ver las formas de un terriblemente hambriento culo, que en varias ocasiones había entregado en algún baño público, cediendo ante la presión de algún macho de turno, que le proponía llenárselo ahí mismo.

En cada charla con Mara, el chico se mostraba más y más interesado en lencería, cosméticos, comportamiento femenino, habilidades en la cama, y todas las cosas que Mara podía enseñarle. Mara sentía que el chico estaba a punto de tomar la decisión. Sólo necesitaría un empujoncito. Le dijo entonces que para mañana le preparaba una sorpresa especial. Sería la mejor orgía de su vida. Descubriría placeres que nunca había imaginado. Sólo tenía que confiar en ella.

Después que el chico se fue a su casa, donde nuevamente discutiría con su madre por su andar extremadamente felino, sus escandalosas ropas y su afeminadísimo cuerpo, Mara diseñó la última parte del plan, y llamó a uno de sus amigos actores, dueño de morbos muy extremos y particulares, para pedirle su ayuda.

CAPITULO II

Esteban estaba entregado a una ardiente sesión de sexo con Marcos. A esta altura, la relación entre ambos era cada vez más sólida. El policía nunca había sentido las cosas que ahora sentía por el musculoso dueño del burdel. Marcos jamás había experimentado por otro hombre el sentimiento que estaba aflorando por aquél maravilloso ser. Además de los sentimientos mutuos, que ninguno se había animado a confesar, tenían una cama inigualable. El entendimiento entre ambos era único. Los orgasmos ocurrían en perfecta sincronía. Una mirada entre ambos bastaba para entender qué era lo que el otro quería en ese preciso momento.

Esteban acababa de practicarle una descomunal mamada, e inmediatamente después Marcos lo había acostado sobre el escritorio de la oficina, y aprovechando la lubricación de la leche que aún brotaba de su pija, lo había penetrado y estaba ahora moviéndose rítmicamente mientras Esteban lo acompañaba con sus caderas. En esa posición, las miradas de ambos estaban clavadas en los ojos del otro, logrando una unión perfecta. La tierna sonrisa en el rostro de ambos dejaba entender que lo que experimentaban era mucho más que sexo del bueno.

Marcos susurraba frases dulces, y Esteban retribuía acariciando el pecho y los brazos de SU hombre. Por momentos, Marcos disminuía el ritmo y bajaba su torso para que sus labios encontrasen los de Esteban. Se besaban por largos segundos, hasta que Marcos volvía a elevarse un poco para retomar el ritmo anterior. Así estuvieron por unos minutos, hasta que finalmente el orgasmo sacudió a los dos al mismo tiempo. La leche de Marcos llenó el culo de Esteban, mientras que su propia leche empapó el torso y el abdomen de su amante.

Marcos se dejó caer sobre el cuerpo de Esteban, mientras éste lo abrazaba y acariciaba con la mayor dulzura que podía. Juntando coraje, la boca de Esteban se acercó al oído de Marcos, y dejó escapar un “te amo”. Marcos levantó la cabeza y quedando a escasos centímetros del rostro de su putito, susurró un: “y yo a vos, hermoso”.

Se fundieron en un tierno beso, mientras su abrazo los unía como si fuesen un solo cuerpo. Quedaron así por largos minutos, hasta que Marcos se puso de pie, saliendo finalmente del culo de Esteban, que quedó extenuado, con sus brazos y piernas colgando del escritorio.

Marcos se sentó en su sillón, y se quedó admirando el cuerpo bañado en sudor de su... ¿pareja? ¿novio? ¿amante? ¿¿¿esposo??? Esteban finalmente se incorporó, quedando sentado sobre el escritorio, totalmente desnudo y cubierto en leche. Mirando a Marcos, le dijo: “¿y ahora? ¿qué quiere decir ésto? Estoy confundido...”

El musculoso barbudo tomó la mano del policía, y mirando profundamente a sus ojos, respondió: “lo que vos quieras que signifique. Nos amamos, está claro. De lo que yo estoy seguro, es de que quiero pasar el resto de mi vida con vos. ¿Vos querés?”.

Esteban rompió en llanto, por la alegría infinita que le causaban las palabras de Marcos. Volvieron a abrazarse, y Marcos aprovechó la cercanía para susurrarle: “casémonos”. Esteban aceptó, entre llantos y risas, y se quedó abrazando a su futuro marido, feliz de todos los cambios que se habían sucedido en el último mes de su vida.

Los dos, semidesnudos, fueron con una botella de champagne y tres copas hasta la habitación de Mara, para contarle la noticia. Mara saltó de alegría, abrazó a ambos hombres, y brindó con ellos festejando la maravillosa noticia. Sabía que al día siguiente, Tony vendría buscando su consejo, y finalmente necesitaría de la aprobación de Marcos y Esteban para poder culminar el Proyecto Tonya.

Al día siguiente, ya en la Comisaría, Esteban llamó a Javier a su despacho. El joven rubio entró acomodándose el pantalón. Más por curiosidad que otra cosa, Esteban le preguntó: “¿con quien cogías?”. Javier se sonrojó, y reconoció: “con el cadete Zamperi. Qué buena pija que tiene el pendejo, por favor!”. Esteban se rio jocosamente, y a continuación le contó de la gran noticia. En el Departamento de Policía ya todos eran conscientes de la homosexualidad asumida de Esteban, y las sospechas sobre Javier se habían convertido ya en certezas, así que a nadie tomó por sorpresa el anuncio oficial sobre la próxima boda, aunque todos pensaban que ellos dos eran la pareja. Luego de conocer la noticia, todos estaban intrigados sobre quién sería el dueño del corazón del maduro policía. Obviamente, nadie sabía la profesión del futuro marido del Comisario, salvo Javier, que jamás le contaría a nadie, porque pasaba sus noches en el TransBurdel, disfrutando los cuerpos bien trabajados de los tres chicos de seguridad, que lo cogían con maravillosa fogosidad, haciéndolo totalmente feliz.

CAPITULO III

Tony llegó a la dirección que Mara le había dado, prometiéndole una orgía como nunca había experimentado. Esta vez no se trataba de un lujoso hotel, ni de una apartada casa, o un moderno departamento de soltero, sino de un galpón abandonado. El barrio era bastante tenebroso, y el lugar era lúgubre y sombrío. Inclusive, una desvencijada mesa hacía sospechar todo tipo de torturas y horrores, causando que Tony, fuera tejiendo en su cabeza todo tipo de terribles finales para su aventura. Aterrorizado, recorrió el lugar, y cuando no encontró a nadie, decidió irse.

Caminaba asustado hacia la salida, cuando un grupo de hombres entró al lugar. Tony los miró, asustado, pero la excitación dentro de él fue inmediata. Obreros, operarios, mecánicos, hombres de una cuadrilla de obras municipales, charlaban ruidosamente y se reían. Pudo contar ocho de esos machos que lo asustaban, pero que también le resultaban imposiblemente atractivos. El morbo de los chongos masculinos violándolo sin piedad era más fuerte que él.

Los hombres se percataron de la presencia del chico, y se quedaron mirándolo, casi boquiabiertos. El cuerpo delicado, los movimientos femeninos, el largo y arreglado cabello que caía sobre los hombros, la ropa insinuante y provocativa, el chico era toda una invitación al sexo. Tony retrocedía temeroso, con terror por lo que pudiera pasarle, pero con una excitada curiosidad, que ya había dilatado su culo, y que hacía agua su boca. ¿Cómo serían las pijas de éstos tipos? ¿Serían tan calientes como él los imaginaba? ¿Lo cogerían sin misericordia, haciendo de él la puta sumisa que quería ser?

La espalda de Tony quedó contra una pared. Lo habían arrinconado. Los ocho machos lo rodeaban, y lo miraban como el tigre mira a su presa acorralada. Tony dejó caer su mochila, y se sacó la remera. Se arrodilló, y mirando a los bultos de los hombres, se relamió sabiendo lo que le pasaría. Uno a uno, los tipos fueron abriendo sus pantalones, exhibiendo sus pijas increíblemente erectas. Tony casi se desmaya ante la visión que tenía enfrente. Ocho enormes monstruos, mucho más grandes de los que había probado hasta ahora, apuntaban a su cara. La pija más chica que pudo distinguir, ya mediría unos 28 centímetros. A su derecha, la más imponente, superaba holgadamente los 30 centímetros de largo por 7 de diámetro.

En apenas dos segundos, Tony tenía dentro de su boca dos enormes pijas, aunque las dos más grandes habían permanecido más lejos de su alcance. Los dos hombres que le cogían la boca lo habían agarrado de su largo pelo, y lo forzaban a recibir a los dos monstruos sin siquiera darle tiempo para tomar aire. A sus lados, otras dos pijas ya estaban envueltas por sus delicados dedos, que las pajeaban sin el más mínimo titubeo. Otros dos hombres completaban el semicírculo, acariciando su cabeza mientras se frotaban las pijas. Tony no tenía mucha noción de lo que pasaba a su alrededor, ni podía distinguir las cosas que le decían. Entre palabras sueltas, entendía “puta”, “chupapijas”, “tragaleche”, y cosas por el estilo.

De pronto sintió como cuatro poderosísimos brazos lo alzaban por las axilas, y lo llevaban hasta la mugrienta mesa. Lo forzaron a acostarse boca arriba, sobre el cuerpo desnudo de uno de los hombres. Cuando Tony pudo acomodar su mente, se dio cuenta que su culo ya era penetrado por dos de esas enormes y deliciosas pijas, mientras los dos que le habían empezado cogiendo la boca habían vuelto a hacerlo, subidos ahora a la mesa, arrodillados a ambos lados de su cara. A los lados de la mesa, las manos de Tony pajeaban dos pijas, que no sabía a quién pertenecían. Un par de metros más allá, los dos con las pijas más grandes, observaban la orgía, pajeándose con enorme dedicación.

El que lo cogía ubicado debajo de él, no paraba de decirle cosas al oído. Al principio, Tony no entendía bien, pero con las sucesivas repeticiones iba encontrándole sentido a las palabras. “Qué bien te quedarían un par de tetas bien grandes, puta”, “la de pijas que tendrías a tu disposición si tuvieras una cintura bien marcada y unas caderas más anchas”, “cómo gozaría tu culo si tu cuerpo fuera el de una mujer”, y otras innumerables frases, que Tony creía eran fruto de la calentura del chongo, pero que en realidad habían sido cuidadosamente ideadas por el plan siniestro de Mara. Los hombres cumplían a la perfección con lo que Mara había ideado, y estaban cogiéndose al chico sin compasión. Tony no podía terminar de ordenar sus ideas, porque las pijas lo hacían gozar sin pausa.

Casi sin darse cuenta, los dos hombres que lo cogían acabaron casi al unísono, llenando de leche su insaciable culo. Ambos salieron de adentro de Tony, y los dos de pijas enormes tomaron sus lugares. El culo de Tony se abrió como nunca lo había hecho. Dentro de él, dos enormes monstruos lo saturaban, pero a la vez lo hacían sentirse más puta que nunca. Mara había cumplido lo que prometió. Era la mejor orgía de su vida. Nunca se había sentido así. En su cabeza, las frases de los hombres daban vueltas sin darle tiempo a pensar; “qué puta sos”, “con un cuerpo de mujer, no pararían de cogerte nunca”, “no lo dudes más, naciste para ser la más puta de todas”, “serías la reina de los gangbangs”.

Tony sintió las dos pijas dentro suyo ponerse totalmente duras. Sabía que el momento era inminente. Su propio cuerpo lo sentía. Los hombres en su boca acabaron sin aviso, inundando su garganta de leche. Eso lo hizo acabar al instante. La contracción de sus músculos causó el orgasmo de los dos hombres dentro de su culo. La sensación de la leche llenándolo lo hizo acabar nuevamente, casi sin interrupción. Los dos hombres a su lado acabaron, chorreando su leche sobre su abdomen y pecho. Tony acabó por tercera vez consecutiva. Su mente estaba prácticamente fundida. Las frases de los hombres se habían grabado a fuego y toda la personalidad de Tony se desvanecía rápidamente, mientras Tonya se apoderaba de su mente, y también de su cuerpo.

Los seis hombres se apartaron, y los dos primeros que lo habían cogido se acercaron a su cara, sacudiendo frenéticamente sus pijas, cubriéndole el rostro con la leche de sendas acabadas. Tonya gimió, mientras su cuerpo no paraba de experimentar pequeños espasmos, y su pija no paraba de soltar chorros de su propia leche.

Quedó tendida sobre la mesa por largos minutos, con la vista perdida en el techo, mientras su boca y su culo dejaban escurrir hilos de la leche de todos los hombres que acababan de hacerla toda una mujer. Su mente estaba desconectada, sus pupilas dilatadas, su respiración agitada y entrecortada. Poco a poco, sus sentidos comenzaron a despertarse. A medida que iba reaccionando, sus ojos se enfocaban y sus manos y piernas se movían, con extrema lentitud, tratando de ayudarla a entender dónde estaba.

Cuando pudo levantar levemente la cabeza, miró sus manos, sus piernas, su cuerpo bañado en leche. Sintió su culo totalmente dilatado, el sabor de la leche en su boca y su garganta. Miró su propio pecho, y supo sin lugar a dudas que ahí debería haber un par de grandes tetas, capaces de darle el placer de sentir una pija entre ambas. Miró sus estilizadas piernas, y supo que tenía que trabajarlas más, para que las medias de red las hicieran lucir. Miró sus caderas, y supo que necesitaba hacerlas más anchas. Miró su cintura, y supo que tenía que afinarla, para que los vestidos que empezaría a usar la hicieran ver como ella quería.

Se sentó al borde de la mesa. Miró a los hombres que esperaban una reacción. Tonya sabía que todo había cambiado esa noche. Y esos hombres eran los responsables de su cambio final. Sonrió sabiendo que éste era el inicio de una vida totalmente nueva para ella. Se paró, y caminó lentamente hacia cada uno de sus machos. Uno por uno, los besó dulcemente en los labios, y les dijo “gracias”. Para el final, dejó al de la pija más grande. Envolvió el cuello del tosco hombre con sus delicados brazos, y con un beso profundo agradeció lo que acababa de hacer por ella. El hombre se sonrió, y simplemente, le dijo: “me alegro por vos, hermosa. Me hace feliz haber sido el causante de que descubras quién sos de verdad.”

CAPITULO IV

Tonya llegó al TransBurdel pasadas las diez de la noche. Nunca antes había demorado tanto en una de las orgías que Mara le había organizado. Estaba totalmente bañada en leche y sudor, y su culo aún seguía dilatado. Entró por la puerta trasera, porque su aspecto no daba para que los clientes la vieran. Fue directamente a la habitación de Mara, que estaba jugueteando con Micaela. Interrumpió a las chicas, y se sentó al borde de la cama. Las dos la miraban con curiosidad, dado el deplorable estado en el que estaba.

Parece que la pasaste bien, no?”, preguntó Mara, sabiendo la respuesta de antemano. Tonya tenía los ojos llenos de lágrimas, y tomando coraje, comenzó un discurso que había venido pensando en el auto, en su camino desde aquél galpón donde su vida había cambiado para siempre. Mirando a Mara, arrancó: “la experiencia de hoy fue única. Nunca me sentí así. Mi vida ha cambiado. Desde esta tarde, Tony no existe más. Ha nacido Tonya, y quiero que me ayuden para poder hacer mi transición sin problemas.”

Micaela abrazó a Tonya, y entre llantos, le dijo: “te felicito, hermosa. Me alegro enormemente por vos. Contá conmigo para lo que necesites durante tu transición. Por lo pronto, necesitás un baño”, bromeó, con lo que las tres chicas se rieron.

Mara la tomó de la mano, y le dijo: “desde que te vi por primera vez, supe que dentro tuyo había una hermosa mujer atrapada. Tu homofobia era tu mecanismo de defensa ante eso que no entendías y temías asumir. Te felicito. Y desde ya, voy a ser la primera en apoyarte y ayudarte. Tendremos que hablar con tu padre, porque la transición es muy costosa, pero estoy segura que podremos hacer algo.”

Tonya se entusiasmó: “ya pensé en eso. Marcos se ocupa de la transición de las chicas que trabajan acá, no es cierto?”. Internamente, Mara explotaba de satisfacción, sabiendo que su Proyecto había sido todo un éxito. Aquél homofóbico chico que había insultado a todos el primer día, ahora quería ser una puta más del TransBurdel. Y sabía exactamente cuál era el lugar que ocuparía. Tonya siguió: “hay algo que las chicas del burdel no hacen, y son los gangbangs. Ninguna se anima. Yo, por el contrario, soy una experta, y lo adoro. ¿Aceptará Marcos que me convierta en Tonya, la reina del gangbang del TransBurdel? De esa forma, financiaría mi transición, y recuperaría su inversión en poco tiempo.”

Mara no cabía en sí misma de satisfacción. “Proyecto terminado y cumplido exitosamente”, pensó. Sólo faltaba hablar con Marcos, quien seguramente no tendría problemas, y con Esteban. Ese era el principal temor de Mara. ¿Cómo reaccionaría el padre de la chica? ¿La aceptaría? ¿Permitiría que se transformara en una puta más del burdel?

Ayudaron a Tonya a bañarse, y cuando salió de la ducha, la secaron, la peinaron, la maquillaron y la vistieron con la lencería más provocativa que tenían. Unos fantásticos zapatos con taco de 15 centímetros completaron la vestimenta. Ayudaron a Tonya a ir hasta el espejo, y, por primera vez en su vida, Tonya se vio como deseaba. Una estilizada y hermosa mujer, vestida como la más puta del burdel, lista y dispuesta para recibir las pijas de todos los que quisiesen cogerla.

Iban a llevarla hasta la habitación de Marcos y Esteban, pero la caliente imagen que el espejo le devolvía a Tonya hizo que se arrojara en los brazos de Mara, besándola desenfrenadamente, mientras Micaela lamía febrilmente su culo, preparándola para la penetración, aunque a juzgar por la dilatación, no sería necesario. En segundos, las tres mujeres estaban sobre la cama, con Mara y Micaela cogiendo simultáneamente el insaciable culo de Tonya, que gemía y movía rítmicamente sus músculos anales para exprimir ambas pijas. En menos de dos minutos, su entrenadísimo culo extraía la leche de las dos putas, que con sus palabras reforzaban la decisión de Tonya, de convertirse en toda una mujer: "qué linda vas a estar con un buen par de tetas. Vas a ver cómo disfrutás cuando te las chupen", "con las hormonas tus caderas y tu culo se van a ver mejor, más redondeado!", "una pequeña cirugía y tu cintura va a ser la envidia de todas!". Tonya no cabía en sí misma de placer.

Unos minutos después, luego de acomodarse un poco la ropa y el maquillaje, Mara, Micaela y Tonya entraban a la habitación de Marcos y Esteban, para darles la noticia.

Esteban miró a Tonya, y de inmediato supo lo que vendría. Antes que nadie dijera nada, se acercó a la joven, la abrazó, y le dijo: “mi alegría es enorme. Yo quería contarte que me voy a casar con Marcos, y ahora te veo y veo a la mujer que siempre tuviste adentro y nunca te animaste a mostrar. Desde ya que estoy con vos a muerte. Si éste es el inicio de tu transición, voy a estar con vos a cada paso, y si decidís que ésto es todo lo que querés, también.”

Tonya lloraba sin poder controlar su emoción. Seguía abrazada a su padre, y entre sollozos le contó que quería completar su transición como las demás chicas del burdel. Que su placer era ser el centro de los gangbangs y que quería proponerle a su futuro padrastro (cosa que llenó a Marcos de alegría) que financiara su transición, y que ella trabajaría como una chica más del TransBurdel, siendo Tonya, la reina del gangbang.

El padre la abrazó nuevamente, y luego miró a Marcos, buscando una respuesta con su mirada. Marcos se acercó, abrazó a Tonya, y le dijo: “voy a estar orgulloso de que mi hijastra sea una de mis chicas. Desde ya que tu transición será a cargo del TransBurdel”. Los llantos se mezclaban con las risas, hasta que Esteban dijo: “vamos a tener que hablar con tu madre. ¿Querés que te acompañe?”.

Tonya pensó unos segundos, y decidió que esa noche la pasaría en el burdel con sus amigas, y mañana iría a su casa a explicarle a su madre que se mudaría y que iniciaría una nueva vida, convertida en Tonya.

Las tres chicas salieron de la habitación de los dos hombres, y fueron hasta la de Mara, donde pasaron el resto de la noche en una interminable orgía a la que se sumaron las otras esclavas de Mara, que cumpliendo las órdenes de su Ama, cogieron a Tonya hasta que todas estuvieron exhaustas, con sus cuerpos cubiertos en sudor y leche y la mente de Tonya ya ni registraba su pasado de post-adolescente homofóbico.

CAPITULO V

Esteban, Tonya, Marcos y Mara bajaron del coche en la puerta de la ex-casa del policía. Tonya temblaba de nervios, pensando en que las dos semanas de convivencia mientras descubría su nueva sexualidad habían enfriado la relación entre madre e hijo, distanciándolos. Cuando viera a Tonya, seguramente no iba a ponerse más feliz. El riesgo era enorme. La mujer había dedicado su vida a ésta familia, y ver cómo se le había escapado de sus manos podría despertar en ella rencores y deseos de venganza. Si bien su familia no era acaudalada, como la de Esteban, la vida al lado del policía le habían dado muchos contactos en la curia y tenía acceso a sectores de poder. Eso podría ser perjudicial para Esteban, para el TransBurdel, y para todas las chicas.

Miriam estaba sentada en el sillón del living, hojeando desinteresadamente una revista. La ausencia de su exmarido y ahora la de su hijo la habían dejado devastada. Cuando vio entrar a los cuatro, se sorprendió. En último lugar entró Tonya, y al principio, su madre no la reconoció. Luego de unos segundos, creyó ver en la chica rasgos conocidos, hasta que por fin reconoció a su hijo.

La ira la invadió y comenzó a insultar a Esteban, que con un gesto drástico la hizo callar. Mara observaba deslumbrada, presintiendo que ésta mujer podría ser la frutilla del postre en la conversión de ésta familia. Esteban finalmente le dijo: "ahora que paraste de decir estupideces, quiero que conozcas a mi futuro marido. Él es Marcos. El hombre de mi vida. Él me enseñó lo que es la felicidad plena. Ahora veo que desperdicié más de 20 años de mi vida con vos." La mujer se había echado a llorar y miraba con una mezcla de tristeza e ira a la feliz pareja. Tonya, que había sufrido los duros embates de su madre durante su corta convivencia reciente, siguió: "y esta soy yo, mamá. Soy Tonya, y trabajo en el burdel de Marcos. Ahí somos todas chicas trans, como Mara, y atendemos a hombres que vienen buscando a chicas como nosotras. Yo recién estoy empezando, pero me voy a especializar en atender orgías. Te gusta?". El rostro de la mujer mostraba su furia. Mirando a Esteban, gritó: "mirá lo que le hiciste a tu hijo! Ahora es una puta de cabaret! Te hace feliz eso?". Esteban respondió calmadamente: "ella es la que está feliz. Y por supuesto, su felicidad me hace feliz a mí. Deberías pensar un poco en eso, no? De paso, tratar de ser un poco más feliz vos misma." La mujer retrucó: "yo era feliz! Tenía un marido bien macho y un hijo que no dejaba pendeja insatisfecha. Mírense los dos ahora! Un putazo y un… un… no sé qué disfrazado de prostituta!"

Mara, que había permanecido al costado, entró en escena. Se paró frente a la furibunda mujer, y se quitó el sacón de piel sintética que traía. Lo que apareció fue una visión casi demoníaca. Un portentoso cuerpo, enfundado en un revelador traje de látex, con accesorios en cuero, y unas botas brillantes hasta las rodillas, con altísimo taco, remataban en un arnés que envolvía las tetas de la puta, pero las dejaban al descubierto. Miriam no sabía cómo reaccionar. Marcos, riéndose a carcajadas, dijo: "dejaste sin palabras a esta vieja puta. Me parece que le gusta demasiado lo que ve. Por qué no le mostrás lo que se pierde por ser tan arrogante, tan soberbia?" Claramente, Mara y Marcos habían planeado esto, sabiendo, por lo que Esteban les había contado, que su exesposa posiblemente sucumbiría ante la dominación de alguien como Mara, y estaban a punto de dilucidar si habían acertado en el diagnóstico. Mirando a Marcos, Mara dijo: "vos que creés? Me parece que con un poco de botox, algo de colágeno y un par de buenos implantes en esas tetas caídas, más un buen guardarropas, podríamos tenerla de mucama en el burdel. Calculo que para limpiar debe servir. No creo que nadie quiera cogerla, pero por lo menos nos va a servir para mantener el lugar en condiciones. No te olvides que muchos de nuestros clientes gustan de dejar su leche chorreada por todos lados." Miriam se retorcía de asco de sólo pensar en limpiar el semen de desconocidos. Mara entonces sacó su pija del ajustadísimo traje de látex, y la acercó a Miriam, que intentó mirar a otro lado. Mara respondió con violencia, asestando un sonoro cachetazo en la mejilla de la indignada mujer, que gritando de ira intentó ponerse de pie. Otros dos cachetazos cruzaron nuevamente su cara, y en ese instante algo sucedió. Miriam, en lugar de continuar insultando, gritando o luchando, soltó un leve gemido, y sus manos se hundieron entre sus muslos, ya que sus piernas estaban fuertemente cerradas, como si ella quisiese

ocultar

su

gran

secreto.

Triunfante, Mara dijo al grupo: "epa, parece que descubrimos un secreto de ésta puta. Te calienta que te peguen? Te gusta que te maltraten, puta? Querés que te obligue a chuparme la pija, como la puta que sos?". Miriam levantó la vista hacia Mara, que no le dio tiempo a decir nada y aplicó otro cachetazo en la cara de la mujer, que al recibirlo gimió ahora claramente, y sus piernas se abrieron, dejando ver su empapada entrepierna. Mara desenganchó un pequeño rebenque que llevaba colgando de su cintura, y comenzó a darle pequeños rebencazos en las tetas a Miriam, que gemía cada vez más intensamente, mientras sus manos ya jugaban descaradamente con su concha. Mara no paraba de reírse, mientras golpeaba cada vez más intensamente a Miriam, que en lugar de implorar o pedir que se detuviera, había dejado de gemir y ahora vociferaba: "más, más! Más fuerte! Más duro!". Mara introdujo su enhiesta pija en la boca de la mujer, que comenzó a chuparla como si fuese el más preciado manjar, mientras su mano derecha estaba hundida en su inundada concha. Tonya no podía creer que aquella puta sumisa fuese su madre, y Esteban no salía de su asombro, al descubrir el lado más oscuro de quien había sido su compañera por 20 largos años. Marcos se acercó a las dos mujeres, y quitando a Mara de la boca de Miriam, introdujo él su pija en la boca de la ansiosa puta vieja. Mara no demoró ni un segundo en penetrar la concha de la mujer, y entre ambos siguieron castigando físicamente a la perra, mientras la cogían tan duramente como nunca se la habían cogido. Mara seguía con sus frases humillantes: "vas a ser mi mucama personal en el burdel, y después que los clientes se vayan, me vas a limpiar la pija con la lengua, oíste yegua?" Miriam había pasado ya del quinto orgasmo consecutivo, y su mente era una masa gelatinosa que sólo registraba órdenes. Cuando Marcos y Mara acabaron en ella, el destino de Miriam estaba sellado. La mandaron a juntar algunas cosas, y la subieron al auto, y junto con Tonya y Mara, se fueron para el TransBurdel, mientras Marcos y Esteban comenzaban la redecoración de su nuevo hogar.

CAPITULO VI

Miriam había terminado de limpiar el baño de Mara, y estaba arrodillada lamiendo los restos de leche que habían quedado sobre el cuerpo de Micaela. Sin dudas, había encontrado finalmente su lugar en el mundo. Nada quería más que ser la mucama de una diosa como el Ama Mara. Ya el botox y el colágeno le habían devuelto sus rasgos más sexys, y en la próxima semana recibiría dos implantes de senos del tamaño de una pelota de fútbol de salón, porque Mara quería que sus tetas tuvieran un contorno de 125 o más. El uniforme que su Ama había elegido para ella era espectacular. Los tacos de 18 centímetros le hacían difícil la tarea de limpiar, pero hacían resaltar su culo para deleite de todas las chicas del burdel, que se lo pellizcaban al pasar, y hasta había recibido una o dos propuestas para que se dejara coger, de parte de alguna de las que no le tenían miedo a Mara. Seguían unas medias de red rojas, y luego un ajustadísimo short, sin nada debajo, que remarcaba las líneas de sus labios vaginales, y se hundía entre sus nalgas, dejando entender que estaba disponible siempre que su Ama se lo ordenase. El problema es que debía cambiarse cada pocas horas, porque su constante nivel de excitación la mantenía empapada. El uniforme se completaba con un ajustado corset con hombros, pero que dejaba sus tetas afuera, ofreciéndolas a quien quisiese tocarlas, besarlas, lamerlas o morderlas. Finalmente, el cargadísimo maquillaje, que la hacía parecer una prostituta de barrio bajo, remataba en un largo cabello teñido en color rojo fuego. Si bien era una mujer en sus cincuentas, era la imagen del sexo caminando, por lo que bien merecido tenía el apodo que las chicas del TransBurdel le habían puesto, llamándola "Vieja Puta". Mara, más sutilmente, la llamaba sólo "eme", para que la puta entendiera que ni derecho a un nombre tenía.

Por otra parte, Tonya seguía con su terapia de hormonización acelerada, su entrenamiento, y ya había recibido dos de las tres cirugías pautadas. Sólo faltaba que, como a su madre, le implantaran sus nuevas tetas. Las hormonas le habían dado un busto de 85 centímetros, lo que era casi una revolución hablando de terapias hormonales, habían redondeado su culo, ensanchado sus caderas y hecho maravillas por su piel, por la desaparición del vello, por el suavizado de sus rasgos faciales y el tono de su voz. Sabía que, en cuestión de una semana, cuando sus nuevas tetas terminaran de cicatrizar, su carrera en el TransBurdel empezaría. Ese pensamiento le hacía cosquillear el culo, que estaba permanentemente rellenado por un dildo de 25 centímetros, para evitar que el músculo se contrajese, y además para mantenerla caliente todo el tiempo. Era común ver a Tonya chupando cualquier pija en un rincón del burdel, sin mirar mucho a quién se lo hacía.

Esteban y Marcos prácticamente no aparecían por el lugar, viviendo una especie de luna de miel adelantada, en la casa que antes Esteban compartía con eme, la concha esclava de Mara. A esta altura, ya los dos enamorados hombres habían cogido en cada rincón de la casa, desde la propia cama matrimonial, que ahora les correspondía, hasta en el piso de la cochera, pasando por el living, la mesa del comedor, el cuarto de servicio, la cocina, el estudio, y cuanto otro lugar hubieran detectado.

Mara se pajeaba ahora en el sillón de su habitación, deleitándose con el pensamiento de lo que había logrado con esta familia. "Convertí al hijo macho homofóbico en la que será la mejor puta del burdel, y a la madre en mi esclava personal, tan sometida que ni nombre le dejé, y que en lugar de reclamar, me lo agradece." Mara acabó en la cara de eme, que había permanecido arrodillada en silencio frente a la pija de su Ama, siguiendo celosamente las instrucciones recibidas. Cuando Mara terminó, eme eliminó todo rastro de leche de la pija de su Ama, y luego se limpió con su propia lengua, y aquello que estaba fuera de su alcance, lo recogió con sus dedos, y se lo metió en el culo, ante la complacida mirada del Ama. "El futuro no puede ser más brillante", pensó Mara. "Sólo falta que Tonya comience a atender a los grupos", que ya estaban sacando turnos, ante la insistente publicidad que se venía haciendo en la recepción, haciendo pasear a una sonriente Tonya mientras en las pantallas se mostraban videos de las orgías que había hecho antes de empezar su transición. Antes de empezar a atender, ya tenía una lista de espera de más de una semana. Mara no cabía en sí de la satisfacción y de la ansiedad de ver a la nueva chica en todo su esplendor.