La creación del TransBurdel 3: Problema con la ley

Nueva entrega de la saga TransBurdel. La policía investiga de qué se trata el creciente rumor. ATENCION: si bien éste capítulo tiene mayoría de escenas de sexo gay, se incluye en la categoría transexuales para mantener la continuidad de la historia. Espero opiniones por mail o en "Comentarios".

La creación del TransBurdel (III): Problemas con la ley

CAPITULO I

Seis meses habían pasado desde la transformación de Mara, y el TransBurdel era ya toda una megaempresa. Un plantel de veinte chicas atendía a los innumerables clientes las 24 horas, tomando turnos, porque la cantidad de habitaciones disponibles no daba para que todas atendieran al mismo tiempo.

Entre todo el staff, algunas chicas tenían más éxito que otras, pero indudablemente la reina era Mara. Con el paso de los meses, ahora se hacía llamar Ama Mara, y su cartera de clientes era selectísima y super-exigente. Sólo directores de empresa, importantes políticos y algunas otras figuras accedían a citas con ella, a cambio de cuantiosas sumas de dólares. Mara los recibía en su atuendo de dominatriz, y su mayor diversión era reducir a aquellos poderosos hombres a sumisos esclavos, que apenas iniciadas las citas imploraban de su Ama que les diera la pija que tanto les gustaba. Además, Mara se había formado su propio harem, con cinco de las chicas más sumisas del burdel, que cuando no estaban atendiendo clientes se debatían para complacer a la poderosa perra, que las cogía sin piedad. Obviamente, la favorita era Micaela, que a su vez se había erigido en una especie de segunda al mando de Mara, y ejercía su dominio sobre las otras tres chicas de su Ama. Eran frecuentes las orgías donde Mara cogía el ardiente culo de Micaela, mientras las otras tres chicas se turnaban para chuparle la pija, arrodilladas y sumisas, para después cogerlas mientras su Ama Mara las admiraba.

Marcos seguía regenteando el lugar, pero toda la energía que demandaba la administración casi no le daba tiempo para reclutar más chicas. De todas formas, se las había ingeniado para dedicarle tiempo a la investigación y desarrollo de mejoras en la fórmula de su droga de adicción a la leche, y ahora la tecnología que usaban para el control mental era mucho más efectiva. De hecho, Mara ni había participado en las últimas transformaciones, dejando todo en manos de Marcos.

El musculoso propietario del burdel había tenido la fantástica idea de hacerse con la ayuda de tres guardias de seguridad. En un principio, prefirió que fuesen heterosexuales, para evitar que pasasen el día cogiéndose a las insaciables chicas. Pero deslumbrado por los trabajadísimos físicos de los tres hombres, había puesto en práctica un osado experimento de adicción, pero sin aplicar el control mental. Cuando dos de ellos se encontraban en su turno de vigilancia, uno junto a la puerta, imponiendo su presencia en toda la recepción del lugar, y el otro en la puerta de acceso al pasillo de las habitaciones, Marcos llamó al tercero, que estaba en su horario de descanso, y preparó un vaso de whisky, empapando el borde del vaso con su presemen cargado de la mejorada droga. Marcos sabía que en cuanto el patovica apoyara los labios en el borde del vaso, su vida de don juan rompecorazones de hembras quedaría sepultada por la personalidad de un putísimo atleta de gimnasio. En cuanto Charly entró en la oficina, con su ajustada remera negra que le marcaba los pectorales y los enormes bíceps, Marcos casi tiene un orgasmo. Disimuló como podía su enorme calentura, e invitó a Charly a sentarse, y tomar un whisky mientras discutían algunas cuestiones de seguridad. Charly dudó, ya que no debía beber en su lugar de trabajo, pero Marcos lo tranquilizó mostrándole que él también estaba bebiendo uno. Charly llevó el vaso a sus labios, mientras la cabeza de Marcos giraba a miles de kilómetros por hora. En su mente, veía al poderoso urso doblado sobre el escritorio, con el culo abierto de par en par y su pija cogiéndolo como a los candidatos que terminaban transformándose en las perras en celo de su staff. Los labios de Charly apenas rozaron el borde del vaso, y su mirada se transfiguró. Un poderosísimo y enigmático aroma había invadido su nariz, y un sabor único se apoderaba de sus labios primero, de su lengua, de su paladar… Charly no sabía qué era, pero necesitaba más de eso. Inadvertidamente, comenzó a pasar la lengua por el borde del vaso, ante la ansiosa mirada de Marcos, cuya pija estaba a punto de romper el pantalón. Charly estaba perdido en su tarea de saborear eso que no sabía qué era. Marcos se acercó hasta él, sin decir ni una palabra, y en un rápido movimiento, extrajo su pija de entre sus ropas. Charly lo miró, casi con desdén, y le dijo: "jefe, a mí no me gustan los hom…" pero el penetrante olor del presemen lo hizo perderse en la frase. Charly quedó mirando fijamente las gotas que emanaban de la pija de Marcos, y su nariz le confirmaba que ese era el aroma que él quería sentir. Lentamente, Charly fue venciendo su miedo, su asco, su repulsión, y fue acercando su boca a la empapada pija, que se veía a punto de reventar. Los labios de Charly se cubrieron del abundante presemen de Marcos, y lo que sucedió fue más que previsible. La pija de Marcos invadió la boca del musculoso patovica, quien olvidando su rechazo por "los putos", comenzó una delicada tarea de mamar la primera pija de su vida. El presemen brotaba a borbotones de la pija de un desquiciado Marcos, que acompañaba el rítmico movimiento de cabeza de Charly con brutales empujones de su cadera. Para cuando Marcos acabó, Charly era un dedicado chupapijas adicto a la leche. El sabor delicioso del jugo de otro hombre resbalando por su garganta lo hizo acabar en un explosivo orgasmo, el más intenso que había sentido hasta entonces. Después de eso, los besos y caricias de Marcos no hicieron más que predisponerlo para un nuevo round, ésta vez con la hermosa pija de Marcos bombeándole el culo hasta llenarlo de la tan ansiada leche. Sólo 45 minutos después de iniciada su supuesta charla con Marcos, Charly salía de la oficina, sabiéndose totalmente homosexual, decidido a mejorar su rutina de ejercicios con algunos que le dieran mejor forma a su ahora ardiente culo.

A medida que los turnos de trabajo de Aníbal y Rodrigo, los otros dos patovicas, fueron terminando, Marcos hizo lo mismo con ellos. Para cuando llegó la hora de más afluencia de público al burdel, pasadas las siete de la tarde, los tres patovicas cumplían sus funciones en sus nuevos uniformes: unas diminutas tangas que dejaban ver sus impactantes culos, y el resto del cuerpo desnudo. Varios de los clientes los miraban con curiosidad, ocultando el enorme deseo de revolcarse con esos Adonis.

En sus ratos libres, los tres musculosos aprovechaban para cogerse entre ellos, o entregarse a la apetitosa pija de Marcos, que los cogía sin mayores miramientos.

El principal problema que enfrentaba ahora Marcos era que el éxito del TransBurdel era demasiado. ¿Cómo podía ser "demasiado" el éxito de una empresa? Simple, tanta demanda le daba excesiva publicidad, y su intención era pasar desapercibido. Pero eso ya era imposible. Sabía que en algún momento, la policía empezaría a sospechar. Si sólo hubiese sido un burdel, era fácil de arreglar con sobornos, pero la transformación de las chicas era más que difícil de explicar. Pese a la notable red de contactos que ahora tenía, gracias a sus poderosos clientes, Marcos temía que algún celoso oficial del deber decidiera emprender una cruzada en su contra.

CAPITULO II

El Comisario Esteban Martínez Blanco estaba en su escritorio, estudiando el frondoso expediente de un aparente caso de trata de personas. Casi de la nada, un nuevo burdel había aparecido en Buenos Aires, pero hasta ahora todas las investigaciones habían sido infructuosas. Incluso, sus propios superiores no le habían dado demasiado lugar para trabajar, sugiriéndole que abandonara el caso, ya que nunca había podido demostrarles realmente de qué se trataba.

Un hombre muy moralista, de familia tradicional, el Comisario se debatía entre seguir con el caso o atender a la sugerencia de sus superiores y de su propia esposa e hijo, que le decían que lo abandonara, pero el hombre estaba obsesionado. Un informante le había dado el teléfono del lugar, y le había explicado cómo pedir una cita. El policía miraba el expediente, el papel con el número, el teléfono y volvía a mirar el expediente. Si quería conseguir más información tendría que hacerse pasar por un cliente, pero su moral le impedía concretar nada con ninguna de las meretrices del lupanar. Lejos estaba el hombre de imaginar que, en realidad, se trataba de mujeres trans, y mucho menos, de saber la historia de cómo habían sido reclutadas.

Finalmente, tomó el teléfono, y siguiendo las instrucciones del informante, concretó una cita para ese mismo día, a las 3 de la tarde. Le sorprendieron algunas de las preguntas, como sus preferencias en cuanto a tamaños (imaginó que se referirían a los pechos, de qué otra cosa podrían estar hablando?), o si era dominante o sumiso, pero las preguntas cesaron cuando dijo que era la primera vez que llamaba y que no sabía qué ofrecían. Cortó la comunicación, satisfecho de haber conseguido la cita, y se reclinó en su sillón. Tendría tiempo de almorzar, y luego ir hasta la dirección que le habían dado, en un perdido rincón de la ciudad.

Llamó a su esposa, y como era su costumbre, le informó que debía realizar una investigación que tal vez lo demoraría en su horario de llegada a casa, pero que no se preocupara, que no era algo peligroso. Se despidió con el consabido beso telefónico, y poniéndose el sobrio saco de su traje, salió de su oficina para almorzar, y luego cumplir su misión.

A las tres de la tarde en punto, el policía llamaba al timbre de la discreta casona que supuestamente albergaba el misterioso prostíbulo. La puerta se abrió, y el hombre se sorprendió al ver a la exuberante mujer que lo recibió, pero mucho más se sorprendió al pasar el hall de entrada y ver al musculoso patovica prácticamente desnudo que vigilaba la recepción. ¿Qué clase de antro era éste? ¿Dónde se había metido? Ya era tarde para dar marcha atrás, así que entró a la recepción, y comenzó a conversar tímidamente con algunas de las chicas, que se mostraban muy atentas y solícitas.

En su oficina, Marcos trabajaba en sus planillas de cálculo, mientras Aníbal le chupaba la pija bajo el escritorio. En un momento, miró la pantalla de las cámaras de seguridad, y vio al circunspecto hombre que conversaba con las chicas, y algo en su cabeza encendió una alarma. Había algo raro en aquél hombre. Era demasiado formal, trataba a las chicas con demasiada distancia y frialdad. Nunca lo había visto, y eso lo ponía aún más intranquilo. Tomó el teléfono de su escritorio, y llamó a la recepción, dándole instrucciones a Keyra, para que vigilara los movimientos y las conversaciones de aquél hombre. Marcos miró a Aníbal, que tenía un gesto de decepción en su cara, ya que la pija de Marcos se había puesto más fláccida, tal vez por la preocupación que aquel misterioso hombre le generaba.

En la recepción, el hombre hablaba con Keyra, que se le había acercado siguiendo las instrucciones de su jefe. La chica, con gran destreza, trataba de averiguar detalles de ese hombre, mientras intentaba seducirlo para llevarlo a una habitación. La chica no podía ocultar su fetichismo por los hombres con traje. Cuando la insistencia de la puta era demasiada, el policía pensó que si seguía rechazando a las mujeres llamaría demasiado la atención y su investigación quedaría arruinada, así que decidió aceptar la invitación de la joven a pasar a una de las habitaciones privadas. Al entrar al pasillo que llevaba a la habitación, otro musculoso hombre de seguridad lo observaba, tan desnudo como el que estaba en la recepción. El policía sintió repulsión, porque toda su vida había detestado a los homosexuales, que siempre había considerado como enfermos, depravados, que iban contra las leyes de dios.

Cuando entraron a la habitación, la chica comenzó a besarlo y acariciarlo, pero el hombre, lejos de responder, trataba de poner distancia y seguir con el sutil interrogatorio que esperaba le diera la información que necesitaba. Cuando la puta estuvo segura que sus avances no serían aceptados, oprimió el discreto botón de alarma que se ocultaba en la mesa de luz, y en la oficina de Marcos, que acababa de darle la leche a su vicioso patovica, una lámpara roja titilante se encendió. Marcos buscó en las cámaras de las habitaciones, hasta encontrar la que Keyra ocupaba con el policía, y vio que el hombre continuaba vestido y esquivando los embates de la puta semidesnuda, tratando de sacarle información. Marcos no tuvo dudas: ese tipo era policía. Un escalofrío recorrió su espalda, y por un segundo, dudó de cómo manejar la situación. Rápidamente llamó a Mara, que era muy hábil para manejar imprevistos, y contándole rápidamente lo que sucedía, le imploró su ayuda para decidir qué hacer.

Mara pensó unos segundos, y con una enigmática sonrisa, le dijo a Marcos: es el momento de tener un policía de nuestro lado. Este tiene pinta de ser de alto nivel, por lo que podría sacarnos de encima cualquier posible futura investigación. ¿A vos te gustan los daddies?, le preguntó casi jocosamente a Marcos, que en principio, no entendió la pregunta. Mara lo miró con desdén, murmurando: "hombres... Lo que te quiero decir, es por qué no usás la misma técnica que usaste con los chicos de seguridad? Te imaginás? Un policía puto, enamorado de tu pija, cubriéndonos y ayudándonos a mantener el anonimato e impidiendo futuras investigaciones." La cara de Marcos se iluminó. Mara siempre tenía grandes ideas. De inmediato, Marcos se administró la droga, y se dirigió rápidamente hasta la habitación donde Keyra intentaba, infructuosamente, corromper la monolítica convicción de aquel serio hombre.

Marcos irrumpió en la habitación seguido de Aníbal y Charly, y detrás de ellos entró Mara. El policía intentó extraer su arma de su sobaquera, pero los patovicas fueron más rápidos y redujeron al Comisario, que vencido aceptó sentarse al borde de la cama, frente a Marcos, pero sin dejar de mirar a la imponente Mara, que enfundada en su atuendo de cuero negro y látex de dominatriz, miraba entretenida el terror que la cara del policía reflejaba.

Marcos rompió el silencio: "esperaba que finalmente algún policía se apareciera. Lo que no esperaba, era uno tan elegante, tan atractivo." El comisario miró a Marcos fríamente. Lo único que le faltaba es que el dueño del lugar fuese un degenerado invertido, pensó, haciendo alarde de su mente retrógrada y anticuada. Marcos siguió con su monólogo: "no sé qué habrás pensado, lindo, pero entenderás que ahora no podemos dejarte ir así, alegremente. Vamos a tener que explicarte cómo son las cosas, y después veremos qué hacemos con vos. Este lugar se llama 'TransBurdel', justamente porque todas las chicas son trans." El policía miró inquisitivamente, y Marcos, girando los ojos hacia atrás, dijo: "no puedo creer que seas tan retrógrado. Chicas trans! Travestis! Entendés?" El policía miró a Keyra, y luego a Mara. Las chicas se miraron, y casi al mismo tiempo extrajeron sus pijas de sus ajustadas ropas. El policía quedó estupefacto. Mirando a Marcos, alcanzó a tartamudear: "son-son-son todos travestis?" Marcos, visiblemente irritado, le espetó: "todAs!!!! TodAAAAAs!!!!! Son MU-JE-RES! No lo entendés?" El policía, asqueado, miró a Keyra y soltó un indignado: "hijo de puta! Me besaste! Asqueroso!" Los dos patovicas tomaron de cada brazo al policía, y lo trabaron en una llave que lo hizo ver las estrellas. El incrédulo comisario seguía gritando: "degenerados, hijos de puta, basuras, corruptos!", lo que sólo hacía que Mara se sonriera más y más, mientras Keyra se manoseaba la pija y los ojos de Marcos brillaban de deseo.

Cuando el dolor era insoportable, el policía imploró que lo soltaran. Con un gesto, Marcos ordenó a sus chicos que dejaran libre al hombre, que miró casi con agradecimiento. Marcos volvió a hablar: "vas entendiendo cómo son las cosas? Ves quién manda acá? Estos chicos son mis amantes. Están a mi servicio. Si yo se los pido, se van a arrodillar y me van a chupar la pija. A vos te gustaría chuparme la pija?" El policía sintió una arcada que casi lo hace vomitar. La expresión de extremo desagrado fue obvia, y Marcos lo miró fríamente. "Ya vas a cambiar de opinión", dijo, y siguió: "ahora decime cómo te llamás". El policía estaba devastado. Se sabía derrotado. Bajando la vista, sólo atinó a responder: "Comisario Inspector Esteban Martínez Blanco." Marcos dio una carcajada y tomando al policía del mentón, le dijo: "qué tierno! Comisario Inspector! Pero yo no te pregunté de qué trabajás, así que limitate a responder lo que yo te pregunte, entendiste?" La respuesta del policía fue un lacónico: "Sí". Marcos fue más allá: "entonces respondeme lo que te pregunté antes: a vos te gustaría chuparme la pija?" Nuevamente, el policía bajó la vista y quedó en silencio. Uno de los patovicas tomó el brazo del policía, pero no llegó a torcerlo cuando, con un hilo de voz, el Comisario respondió: "No." Marcos sonreía satisfecho de cómo iban quebrando la voluntad del altanero policía. Tomándolo nuevamente del mentón, lo hizo levantar la cabeza, hasta que las miradas se encontraron. Marcos dijo: "mirá, Esteban, no quiero hacerte daño. Al contrario, necesito un amigo en la policía, y me encantaría que fueras vos. Sos muy atractivo. De hecho, estoy terriblemente excitado con vos. Querés ver?" Los ojos del policía dejaban entrever una mezcla de asco y de terror. Tímidamente, dijo: "No, por favor. No me gustan los hombres. Soy casado, tengo un hijo. Por favor, no, te lo ruego." Marcos sentía el triunfo en la imploración del policía. "ERAS casado", remarcó, agregando: "en cuanto a tu hijo, creo que Mara podría tener planes para él, no, Mara?" La dominatriz sonrió casi con malicia, y dijo: "otra chica no nos vendría mal… Dejámelo una semanita, y te devuelvo una putita insaciable." Los ojos del policía estaban ahora llenos de lágrimas, pero se sobrepuso y gritando les espetó: "no se atrevan a tocar a mi hijo, hijos de puta! Además, él es bien machito, y no va a dejar que le hagan absolutamente nada!" Mara se rio, junto con Marcos. Keyra no paraba de pajearse, y los dos patovicas se frotaban la pija a escasos centímetros de la cara del policía, que tenía la vista fija hacia adelante, para evitar ver el dantesco cuadro. Marcos tomó la cara del policía con las dos manos, e inclinándose, le dio un profundo beso. El policía se retorció de asco, escupiendo cuando Marcos lo soltó, totalmente enrojecido de ira y vergüenza. En ese instante, Marcos extrajo de su pantalón su enhiesta pija, que ya chorreaba presemen, producto de la excitación que la situación de dominación extrema le provocaba. El policía trataba de apartar la vista, pero para donde miraba veía pijas siendo acariciadas. De pronto, un penetrante aroma asaltó sus fosas nasales. Nunca había olido nada parecido. Era un aroma intrigante, misterioso, casi seductor. Marcos, usando su mano derecha, aproximó su pija a la cara del comisario, y con la izquierda lo tomó del mentón suavemente, mientras decía: "mirá, Esteban, mirá qué hermosa es. Sentí como el deseo se va apoderando de vos, cómo cada segundo se te hace más y más atractiva, cómo tu cuerpo empieza a implorar que te la meta en la boca, cómo tu lengua se retuerce de deseo de saborearla… dejate llevar, Esteban, dejá salir al puto relajado que tenés adentro… sabés que la querés… sabés que querés saborearla, sentirla, adorarla…" Esteban se resistía como podía, pero sentía como sus defensas iban cediendo. Se daba cuenta que en poco tiempo más estaría chupando esa pija, saboreándola, deleitándose con ella… Su mente se debatía. No quería hacerlo, pero esa pija cada vez era más atractiva. De pronto, sintió cómo Marcos se la refregaba por los labios, humedeciéndolos con ese néctar delicioso. Instintivamente, se relamió, saboreando el presemen de Marcos que impregnaba sus labios, y una descarga eléctrica recorrió su espalda. Era el sabor más maravilloso que ya había experimentado. Su cuerpo no podría resistirse más. Tenía que saber qué sensación le produciría esa pija en la boca. Cerrando los ojos, se dejó llevar, y en un rápido movimiento, Marcos le introdujo la totalidad del majestuoso pedazo de carne dentro de su ávida boca. Esteban se atragantó, pero enseguida acomodó su garganta, al sentir el irresistible sabor de la pija de su captor. Marcos comenzó un suave movimiento de vaivén, y Esteban se dejaba coger la boca, mientras su cabeza explotaba de sensaciones y nuevos deseos. En pocos segundos, sus labios habían envuelto la maravillosa pija, y la chupaban casi obsesivamente. Su cabeza se movía hacia adelante y atrás, mientras Marcos sólo lo sujetaba de sus plateados cabellos. Keyra y Mara se pajeaban mutuamente, mientras a un lado Aníbal cogía el ansioso culo de Charly, que gemía y murmuraba sin parar cosas como "cogeme, divino… haceme tuyo… mi culo es para vos."

Esteban se concentraba cada vez más en darle placer a aquél hermosísimo pedazo de carne que lo estaba haciendo gozar. Sentía como Marcos disfrutaba de su mamada, y eso lo hacía sentir casi orgulloso. Era su primera vez, pero mamaba como un experto. La pija de Marcos no paraba de chorrear presemen que Esteban deglutía casi con gula. En cuestión de un par de minutos, Marcos estaba a punto de explotar, y Esteban lo sabía. Aumentó el ritmo del movimiento de su cabeza, y en pocos segundos, sintió la leche de Marcos invadiendo su boca, llenándola, dándole la recompensa que tanto había buscado. El poderoso sabor que invadió su garganta hizo que Esteban experimentara un orgasmo como hacía años que su esposa no le daba. Evidentemente, las mujeres no sabían hacer gozar a un hombre, como ahora él sabía hacerlo. Se imaginó dándole infinitos orgasmos a un satisfecho Marcos, que soltando la cabeza de Esteban, se inclinó para besarlo como había hecho antes, pero esta vez, el beso fue ardorosamente retribuido. Marcos y Esteban se acariciaban y besaban, mientras Aníbal acababa dentro del culo de un incontenible Charly, que ya gritaba de placer, mientras Keyra y Mara se cubrían mutuamente con sus acabadas.

Marcos ordenó a todos abandonar la habitación, quedando a solas con Esteban. Delicadamente, guio al policía hasta dejarlo recostado en la cama, respirando agitadamente, mientras continuaba besándolo y acariciándolo. Esteban devolvía los besos y caricias, mirando a Marcos casi con admiración. Eso excitaba nuevamente a Marcos, que susurrando al oído del policía, dijo: "quiero hacerte totalmente mío. Quiero sentirte mi puto, que sepas cómo se siente una pija cogiéndote ese culo hambriento. Llenarte con mi leche, haciéndote olvidar por completo de las conchas y su patético intento de hacer gozar a un hombre como vos." Esteban buscó la mirada de Marcos, y con voz temblorosa, dijo: "haceme tuyo. Cogeme y terminá de convertirme en el puto que siempre quise ser."

Marcos no necesitó ni una palabra más, y colocándose encima de Esteban, le abrió las piernas y se calzó los tobillos del policía en sus hombros, apoyando la cabeza de su nuevamente erguida pija en el ansioso culo que se dilataba para recibir la primer pija de su vida. En un solo empujón, Marcos estaba dentro de Esteban, que soltó un grito de dolor, pero que en un segundo se relajó para permitir que esa incomparable pija hiciese su trabajo de terminar de hacer de él un hambriento puto. Marcos comenzó un suave bombeo, para ir acelerando rápidamente mientras Esteban no paraba de gemir, y en voz baja primero, y a los gritos después, decía: "cogeme!!! Haceme tu PUTO! Quiero ser puto por siempre! Me encanta la pija! Me encanta tomarme la leche y que me hagan bien el orto! No pares! No pares de cogerme! Haceme sentir totalmente PU-TO!!!!" La estrechez del culo de Esteban, sumado a la habilidad que el policía demostraba siguiendo los sutiles consejos de Marcos que le susurraba al oído cómo contraer los músculos para exprimir mejor la pija que lo penetraba, hizo que el musculoso dueño del burdel acabara dentro del policía, que en cuanto sintió la leche invadiéndolo, acabó también, cubriendo su entrecano pecho y su rostro con su propia leche. Su lengua se esforzó por alcanzar los hilos de leche que habían caído cerca de sus labios, y Esteban supo en ese preciso instante que su vida heterosexual no era más que un angustioso recuerdo, adivinando un futuro de múltiples pijas y orgasmos y mamadas y caricias entre fornidos machos que se lo cogerían con extrema dedicación.

CAPITULO III

Marcos besó por última vez a Esteban, que se zambulló bajo la ducha de la habitación. Marcos se vistió tal como estaba, cubierto en sudor y restos de leche, propia y de Esteban. Cuando el policía salió del baño, Marcos lo esperaba con sendos vasos de whisky en las manos y, extendiéndole uno a Esteban, dijo: "tenemos que hablar. Vos viniste con un propósito, pero también con una familia y todo un pasado y bagaje de cosas. Ahora sos otra persona. Pero cómo hacemos para congeniar todo esto que trajiste al llegar, con la persona que sos ahora? Lo primero que tenemos que resolver, es qué vas a hacer con tu familia." Esteban se sentó pesadamente al borde de la cama. Claramente, ya no podría vivir más con su mujer. Su hijo, con 20 años recién cumplidos, ya era capaz de manejar la situación. Pero debería hablar con mucha calma con ambos, siendo que su ex(?)-mujer era una persona muy religiosa y pacata, pero con muchos contactos en la curia, y su hijo era un homofóbico universitario con muchos amigos hijos de poderosos.

Marcos le sugirió que fuese a su casa, y aprovechase la cena para explicar que ya no quería vivir con ellos, que los dejaría pero que se ocuparía que nada les faltase y bla-bla-bla. Le explicó que lo mejor era no dar detalles y que tomara algunas cosas de ropa y volviera esa misma noche a dormir al burdel. Ya tendrían tiempo de buscarle un lugar, le dijo. Pero en su fuero íntimo, Marcos tenía la ilusión de que ese lugar fuese a su lado, durmiendo cada noche en su cama. Sin dudas, el maduro policía había despertado sentimientos en Marcos. Esteban se despidió de Marcos con un apasionado beso, y el musculoso acompaño al policía hasta el auto. Nuevamente se besaron, despidiéndose hasta dentro de un rato.

Esteban estacionó fuera de su casa, como todos los días, y juntó coraje tras el volante para entrar. Tal vez fuese la última vez que traspusiese esa puerta, pensó. Caminó con decisión hasta la puerta de calle, abrió y dio dos pasos, hasta encontrarse cara a cara con su mujer, que salió a recibirlo con un beso, como todos los días. El hombre se hizo el distraído, girando la cabeza en el momento justo, para evitar rozar esos desagradables labios de mujer. Aprovechó que vio a su hijo bajando la escalera en el momento exacto, y dejó a la desairada mujer con el beso en el aire. Saludó a su hijo con la misma frialdad con la que lo hacía todos los días, y se encerró en su estudio. La madre le dijo al chico que no se preocupara, que seguramente era un tema de trabajo. Esteban estaba ahora encerrado en el baño privado del estudio, pajeándose violentamente mientras tres dedos de su mano izquierda masajeaban su culo por dentro, dándole otro orgasmo, y ratificando frente al espejo del baño su nueva condición de homosexual totalmente asumido. Se lavó las manos con cuidadosa obsesión, y se acomodó su insulso traje gris. Mañana mismo debería hacer algo respecto de su guardarropas. Era lo más aburrido y apagado que había visto en su vida. Tal vez una camisa en color coral, y un ajustado pantalón blanco, lo harían verse más atractivo. No era cuestión de que quedaran dudas de su asumida orientación sexual, pensó.

Salió del baño, justo cuando la mujer llamaba a la mesa, para sentarse a cenar. Cuando los tres estuvieron en sus lugares, la mujer lo miró, esperando que hiciera la oración de gracias que todas las noches comandaba. En lugar de eso, le cedió la responsabilidad al hijo, que, sorprendido, apenas pudo balbucear una mínima plegaria, mientras Esteban ya se estaba sirviendo sus porciones de comida, ante la atónita mirada de la mujer.

"Esteban, ¿estás bien?", preguntó la mujer. "Tony y yo estamos preocupados", agregó, mirando al hijo y nuevamente a Esteban. El policía sólo atinó a bajar la cabeza, y tomando coraje, dijo: "se terminó, Miriam. Hoy me voy de casa. Ya no te amo, y no quiero seguir compartiendo éste espacio. Necesito distanciarme de ustedes. Que no queden dudas que te amo, hijo, pero no puedo seguir acá. Estén tranquilos, que nada les va a faltar, pero yo ya no voy a estar por acá." Tony lo miraba incrédulo, mientras la mujer sollozaba angustiada sin poder articular palabra. Tony finalmente respondió: "de qué estás hablando? Cuándo pasó esto? Qué tenés? Te volviste loco?". El tono de voz del muchacho era áspero. Tenía más indignación que otra cosa. La mujer lloraba ahora desconsoladamente, mientras Esteban seguía sin levantar la cabeza. "No puedo mentirles ni mentirme más. Se acabó.", se limitó a decir. Tony sintió que se llenaba de ira, y comenzó a insultarlo con vehemencia, mientras la madre lloraba y se angustiaba más y más, al punto que ya le costaba respirar. Tony corrió a abrazar a su madre, mientras seguía profiriendo gruesos epítetos contra su padre. Cuando finalmente la mujer pudo respirar, miró al hombre que había amado toda su vida, y le dijo: "por respeto a todo lo que vivimos juntos, decime: por qué?" El hombre no respondió. No podría confesarle que se había descubierto un adorador de pijas. Ella nunca lo entendería, y además se convertiría en una enemiga implacable que podría destruir a Marcos y comprometer a las chicas. Tony lo miraba con odio, y sin poder contenerse, soltó: "qué pasa, papá? Tenés otra mina? Te encamotaste con alguna pendeja por ahí?" La mujer volvió a llorar, consciente de que tal vez esa fuera la razón, y junto a su hijo comenzaron a increpar al hombre, acorralándolo más y más, inquiriendo sobre su supuesta amante, hasta que el arrinconado policía no pudo resistir más, y confesó: "hay otra persona, sí." Tony lo miró con los ojos llenos de reprobación e ira. La mujer continuó con las preguntas: "quién es? Cómo se llama? La conozco? Qué te dio que yo no te haya dado?". Las preguntas aumentaban, y el hijo ahora lo presionaba diciéndole cosas como: "tan buena es en la cama, esa puta? Tan bien coge que vas a dejar a tu familia?". Nuevamente, fueron arrinconándolo, hasta que no pudo resistir la presión, y dejó escapar: "no es ella. Es él. Se llama Marcos." Ambos, mujer e hijo, quedaron mudos. Atónitos. Un silencio oscuro se apoderó del comedor. Finalmente, Tony vociferó: "me querés decir que te hiciste puto? Que después de todos estos años de insultarlos y denostarlos ahora te pasaste a su bando? Qué te pasó? Qué te hicieron?". La mujer, sollozando, dijo: "qué te hicieron? Te drogaron? Te lavaron el cerebro? Decinos qué te pasó!". El hombre sólo atinó a responder: "no me hicieron nada. Uno no se 'hace' puto. Simplemente asumí mi verdadera orientación. Me gustan los hombres. No puedo negarlo más." El hijo lo tomó de las solapas y se dispuso a golpearlo, pero la madre lo impidió. "Dejalo. Que se vaya. No quiero verlo más." El hombre se soltó de las manos de su hijo, y en silencio fue hasta su cuarto, a prepararse un bolso con las cosas más necesarias para continuar su vida fuera de ahí, al menos por unos días, hasta que pudiera hacerse un nuevo guardarropas y encontrase un lugar para vivir. Por el momento, Marcos lo recibiría, pensó, e inmediatamente la idea de maratónicas sesiones de sexo con el musculoso hombre invadieron su mente, lo que le provocó una enorme excitación, y su pija respondió instantáneamente. Encerrado en el baño de la suite, tuvo que pajearse nuevamente, como lo había hecho al llegar a la casa, imaginando la gloriosa pija de Marcos dentro de su ávido culo.

Cuando bajó de la habitación, con el bolso al hombro, vestía una ajustada remera que había encontrado entre sus ropas viejas, y un antiguo jean con corte Wrangler clásico, de esos que marcaban el culo y estilizaban sus piernas. Unas zapatillas blancas cubrían sus pies, que descendían escalón por escalón con marcada gracia, contrariamente a los torpes movimientos que siempre había exhibido. La mujer lo miró bajando, y con ira en su voz, le gritó: "estás hecho un putazo! Mirá cómo caminás!". Lejos de causarle vergüenza, el hombre se sintió orgulloso. Continuó caminando hasta la puerta, y, ya desde el umbral, se giró y les dijo: "otro día terminaremos de hablar. Ahora los ánimos están muy alterados." El hijo lo insultó con palabras que casi nunca en su vida había oído, pero él no respondió y, cerrando la puerta, fue hasta su auto.

CAPITULO IV

Esteban acomodaba su bolso en el baúl del auto, mientras dentro de la casa, Tony le decía a su madre: "vos quedate acá que yo lo sigo a ver dónde va. A lo mejor puedo descubrir más de lo que pasó." Su madre asintió, y el joven corrió por la puerta trasera, sacando su auto del garaje a escondidas, mientras su padre ya salía rumbo a un destino desconocido para el joven. Tony lo siguió a distancia prudencial, para que Esteban no lo notase, y en el camino la imagen de su padre, sometido y dominado, obligado a sodomizarse, cruzaba por su cabeza, y lo llenaba de rabia y angustia. Llegaron a un recóndito barrio de la ciudad, donde una casona sobresalía de las pequeñas viviendas que la rodeaban. Esteban estacionó en la puerta, mientras que Tony lo hizo a media cuadra, oculto entre las sombras de una calle casi en penumbras. Sigilosamente, Tony fue hasta la puerta por la que había entrado su padre segundos antes, pero en lugar de llamar, trató de encontrar otra forma de entrar.

Fue de un lado al otro de la casona, y en el lateral vio una escalera de acceso al techo. Sigilosamente, subió, buscando una forma de entrar a la casa desde el techo. Obviamente, las cámaras de seguridad externas captaron su escalada y dispararon las alertas en la oficina de Marcos, que acababa de recibir a Esteban y lo besaba apasionadamente. Marcos miró el monitor, y cuando estaba por llamar a sus guardias de seguridad, Esteban se percató que se trataba de Tony. Le imploró a Marcos que no fueran a dañar a su hijo, con lo que Marcos se conmovió, pero con lo que estaba en juego, decidió tenderle una trampa. Le explicó a Esteban que quería que el chico los sorprendiera en la cama, en una ardiente sesión de sexo. De esa forma, su atención estaría enfocada en otra cosa, y sus guardias podrían capturarlo sin hacerle ningún daño. Esteban aceptó, un poco por la tranquilidad de que no lastimaran a su hijo, pero también por el incontenible deseo de sentir a Marcos nuevamente dentro suyo. Marcos llamó a Mara y le contó lo que sucedía, mientras les daba instrucciones a los patovicas para que cerraran con llave todas las habitaciones, excepto una. Mara apartó a Marcos de Esteban, y hablándole al oído le dijo: "tengo un plan. Dale la droga a los chicos de seguridad, y vos metete en la habitación con Esteban. Cogételo como si no hubiera un mañana, y asegurate que sus gritos y gemidos se escuchen por todo el pasillo. Hacelo hablar e implorarte que lo cojas, OK?". Marcos asintió, y le pidió a Esteban que lo esperara en la habitación. Luego, se encerró en la oficina con Mara y los tres hombres de seguridad, y les administró la droga. Les dijo que estuvieran preparados, escondidos en las habitaciones contiguas a la que él iba a usar con Esteban. Todo estaba preparado para recibir a Tony. Mara, en su cabeza, seguía pergeñando el "Proyecto Tonya".

Mientras tanto, en el techo, Tony buscaba una forma de entrar a la casona. En el centro de la terraza, un enorme tragaluz rectangular, vidriado, dejaba ver la gran recepción, donde Tony pudo ver varias chicas, charlando y jugueteando con unos pocos hombres. ¿Se trataba de un prostíbulo? ¿Qué hacía su padre ahí? ¿Les había mentido respecto a estar con un hombre, y se había enamorado de una prostituta? Su cabeza trataba de ordenar las ideas, cuando, mirando a su alrededor, encontró una puerta que seguramente conduciría al interior del lugar. Sigilosamente, abrió la puerta que estaba sorprendentemente abierta, y bajó en el mayor de los silencios, tratando de encontrar a su padre y entender qué estaba pasando. Fue recorriendo un solitario pasillo, con múltiples puertas, pero todas estaban cerradas. A lo lejos, pudo escuchar gemidos y pequeños gritos, y trató de encontrar de dónde venían. Al doblar una esquina del pasillo, la voz se hizo más clara. Era indudablemente su padre, que gemía y gritaba: "cogeme, por favor, llename el culo con ese pedazo de carne increíble… dame la leche… haceme tu puto!" A Tony se le revolvió el estómago, pero decididamente avanzó hacia la puerta entreabierta de dónde venían los gritos. Se detuvo en el umbral de la puerta, y con gran disimulo pudo entreabrirla un poco más, para encontrar la imagen de su padre, de rodillas en la cama, con la cabeza hundida entre las almohadas, mientras Marcos lo cogía con ardorosa dedicación. La expresión en el rostro de su padre dejaba ver claramente que nadie lo había forzado y que estaba disfrutando de esa pija en su culo como una de las putas que él solía cogerse por unos pocos pesos. Tony explotó de ira, y de un empujón abrió la puerta, entrando como una tromba hasta el costado de la cama, desde donde su padre lo miraba con horrorizada expresión, y Marcos lo medía en silencio. Tony comenzó a insultarlos, especialmente a Marcos, gritándole como si fuese el culpable de la nueva sexualidad de su padre. Marcos permanecía con su pija hundida en el culo de Esteban, que rojo de vergüenza no atinaba siquiera a mirar a su hijo. La ira y los gritos le impidieron a Tony percibir que detrás de él, los tres hombres de seguridad estaban listos para reducirlo, y en cuanto el chico hizo un movimiento para atacar a Marcos, los patovicas se abalanzaron sobre él, sorprendiéndolo.

Minutos después, Tony estaba atado a una silla, su padre seguía en la cama, cubierto hasta la cintura por la sábana, mientras Marcos se paseaba delante del joven, totalmente desnudo. El chico lo miraba con odio, y seguía tratando de zafarse de las ataduras, ante la atenta mirada de los hombres de seguridad, que estaban preparados para cualquier intento de ataque por parte del joven. Detrás de los patovicas, Mara observaba en silencio, con una macabra sonrisa en su rostro.

Marcos finalmente dijo: "¿así que vos sos el hijo de Esteban? ¿Qué esperabas encontrar? ¿Creías que yo obligué a tu padre a chuparme la pija y entregarme el culo? ¿No imaginabas que él estaba acá por su propio deseo? ¿Te convenciste que es bien puto, ahora que lo viste disfrutando de mi pija?". El chico se retorcía de ira, y sólo pensaba en liberarse y matar a aquél hombre con sus propias manos. Sin que lo notara, los hombres de seguridad se habían ubicado extremadamente cerca, a sus lados y por detrás de él, y manoseaban sus pijas mientras lo miraban fijamente. Cuando su ira cedió mínimamente, el chico dio un vistazo rápido a su alrededor, para encontrarse con las tres pijas terriblemente erectas a pocos centímetros de él. Gritó encolerizado, esperando que eso amedrentara a los hombres y los hiciera apartarse. Lejos de esa reacción, los hombres sonrieron y se acercaron aún más. Esteban permanecía en silencio, y Marcos continuaba hablando, aunque Tony ni se molestaba en escuchar sus palabras.

De pronto, Tony vio a Mara, que se había parado delante de él, muy cerca de los dos hombres de seguridad que lo flanqueaban. En ese momento, Marcos dijo: "creo que llegó el momento de las presentaciones. Ella es Mara, la gerente de éste lugar. Yo soy Marcos, el amante de tu padre y propietario del TransBurdel. Y ellos, son Aníbal, Charly y Rodrigo, mis hombres de seguridad." Tony soltó una carcajada y retrucó: "no creo que sean muy hombres, con esas tanguitas y esos culos tan marcados." Marcos se sonrió, y le dijo: "qué bueno que puedas apreciar un buen culo de hombre. Pronto tu propio culo va a ser tan hambriento como el de ellos." Tony nuevamente reaccionó con violencia, y gritó: "no se atrevan a tocarme, no soy puto. Los odio, me dan asco. Degenerados." Salvo Esteban, que miraba con gran tristeza, los demás se echaron a reír. Marcos miró a Mara, y no necesitó decirle nada. La mujer tomó las pijas de los dos hombres más cercanos a Tony, y untándose los dedos con el presemen de ambos, los acercó a la nariz del joven, para luego untar el blanquecino líquido debajo de sus fosas nasales. Tony trataba de resistirse, pero las ataduras y las fuertes manos de los dos hombres se lo impedían. Mara miró entonces a Rodrigo, que permanecía detrás de Tony, y con una seña le ordenó que se colocara frente a él. De los tres patovicas, Rodrigo era el que tenía la pija más grande, de unos 23 centímetros, y era el de cuerpo más marcado. Mara se había hecho a un lado, y ahora el joven tenía tres pijas chorreando presemen a escasos centímetros de su rostro. El penetrante olor había invadido ya las fosas nasales del joven, y su cabeza daba vueltas sin entender qué le pasaba. Sin poder evitar inhalar el aroma, su propia pija había reaccionado y se encontraba totalmente erecta. Tony trataba de evitar las reacciones, pero su cerebro no entendía razones. Inhalaba cada vez más profundamente, dejando que el delicioso olor fuese tomando control de su cuerpo. Casi sin darse cuenta, su lengua recorrió su labio superior, y se estiró hasta sentir el sabor del líquido que la mujer le había esparcido bajo su nariz. Cuando su lengua entró en contacto con el presemen, una sucesión de explosiones en su cabeza, como si de fuegos artificiales se tratara, acabó con sus inhibiciones. Rodrigo aprovechó la distracción del chico para refregarle la pija chorreante sobre los labios. Apenas el patovica retrocedió, Tony se relamió, saboreando ese delicioso líquido, sintiendo cómo la excitación se apoderaba más y más de él.

Sabiendo que el destino de Tony estaba sellado, Marcos, Esteban y Mara salieron de la habitación, aunque Tony ni siquiera se percató del hecho. Toda su atención estaba puesta en la pija delante de sus ojos, y sólo esperaba que aquél musculoso bronceado se la acercara hasta su boca, para poder saborearla en su totalidad.

Rodrigo dio un paso al frente, y un ávido Tony abrió su boca golosamente, engullendo su primera pija con sorprendente dedicación. En pocos segundos, la cabeza de Tony se movía rítmicamente, chupándosela a Rodrigo como un experto de años. Cuando Aníbal y Charly estuvieron seguros que el chico ya no se rebelaría, soltaron las ataduras del joven, que rápidamente llevó ambas manos a las pijas de los dos hombres que lo flanqueaban, y empezó a pajearlos con frenética vehemencia. Cuando percibió que Rodrigo comenzaba a ponerse tenso, incrementó la succión y velocidad de su movimiento, haciendo que el musculoso acabase dentro de su boca, proporcionándole a su vez el primer orgasmo de su nueva vida, al sentir el inigualable sabor de la leche de macho. En cuestión de minutos, Tony había tragado la leche de los tres hombres, y ahora estaba sobre la cama recibiendo y devolviendo besos, caricias y gemidos.

En la gigantesca pantalla de LED de la pared opuesta a la cama, un video con un chico parecido a él, mostraba cómo tres musculosos hombres lo cogían reiteradamente, para deleite del joven, que disfrutaba más y más a cada pijazo que recibía.

En un momento en que estaba arrodillado en la cama, Tony se distrajo con el erótico video del chico. Charly empujó su cabeza hacia abajo, forzándolo a dejar su culo expuesto, mientras los otros dos hombres se pajeaban a los lados de su cabeza. Charly hundió su lengua en el curioso culo de Tony, que sintió, por primera vez en su vida, una ardorosa boca de hombre, lamiéndolo y lubricándolo para la inminente penetración que iba a experimentar. El chico ya no trataba de zafarse de la posición en la que estaba, y dejaba que Charly lo preparase con dedicación. Cuando estuvo listo, Charly se sobó la pija dos o tres veces para que el abundante presemen sirviese como lubricante, y la hundió en el hambriento culo del chico, que inmediatamente comenzó a gemir de placer, mientras Aníbal le acercaba su pija a la boca, y Tony comenzaba a chupar mientras Charly lo bombeaba sin piedad. A un lado, Rodrigo tenía su pija envuelta en los dedos del chico, que ya lo pajeaba con suma destreza. Cuando Charly acabó dentro de él, Tony soltó un intenso gemido, y tuvo su propio orgasmo, desparramando su leche sobre las suaves sábanas de seda rosa. Inmediatamente, Rodrigo reemplazó a Charly dentro del ardiente culo, que recibió con alegría una nueva pija, aprovechando la lubricación que las grandes cantidades de leche de Charly había provocado. Nuevamente experimentó un intenso orgasmo cuando Aníbal acabó en su boca, y luego otro cuando Rodrigo llenó su culo nuevamente.

Pasaron así el resto de la noche, con los tres hombres cogiéndolo por el culo, dándole de mamar sus pijas, con intensas sesiones de besos y caricias entre medio de las cogidas.

En algún momento de la noche, Mara entró a la habitación, entre polvos, y le acercó a Tony una Tablet, con un mail ya escrito, y le pidió que, logueándose a su cuenta de email, se lo enviara a su madre. En el mail, supuestamente escrito por Tony, podía leerse: "Mamá. Qué equivocado estaba. Seguí a papá hasta un boliche gay. Entré para ver qué pasaba. Pude verlo feliz en brazos de un hombre. Me di cuenta que todos los que ahí estaban eran felices, y me sentí culpable por criticarlos. No tengo derecho de juzgar a los demás por su orientación sexual o por su identidad. Cuando estaba por irme, un chico se me acercó y nos pusimos a charlar. Después bailamos, nos reímos, y terminamos besándonos. Me invitó a su casa por el fin de semana. No me esperes hasta el Lunes. Ya te contaré. Estoy feliz por papá, y por mí. Nos vemos. No nos busques."

Tony sonrió, y luego de tipear un poco en el teclado en pantalla, dio "Send" al mensaje, sellando el inicio de su nueva vida. En la cabeza de Mara, el "Proyecto Tonya" ya estaba encaminado. Iba a convertir a Tony en Tonya, pero no pensaba usar ni control mental ni dominación, sino que haría con que el propio chico implorase transformarse en una perra insaciable. Mara, en su cabeza, empezó a visualizar a Tonya, la reina del gangbang.

CAPITULO V

Esteban estaba en su escritorio de la comisaría, y ya había presentado el informe a sus superiores, donde daba por terminada la investigación de ese supuesto burdel, sin haber podido reunir pruebas de su existencia, más allá de un montón de rumores.

De todas formas, se aseguró de que se le notificase de cualquier otro intento de investigación al respecto, declarando que si en algún momento se reabría, él debería liderar la investigación por tratarse de "su" caso.

Una semana había pasado ya desde su iniciación, y Esteban se sentía feliz de haber conocido a Marcos. Ahora su vida giraba en torno de aquél increíble hombre, y su día laboral se hacía insoportablemente largo esperando que llegase la hora de volver a verlo, a besarlo, a tocarlo, a sentirlo. Le resultaba muy curioso que su libido se hubiese incrementado de la forma en que lo había hecho, aunque alguna vez había leído que los homosexuales tenían una libido muchísimo más elevada que los heterosexuales. Su permanente apetito por la pija de Marcos demostraba esa afirmación. El pensamiento de la pija de Marcos hizo que su propia pija se pusiese insoportablemente dura, así que se encerró en su baño privado, e insertándose uno de los dildos que ahora formaban parte de las pertenencias que cargaba en su mochila, pajeó su culo, hasta que un enorme chorro de leche saltó de su pija, ensuciando el piso y el lavatorio del baño. Cuando se recompuso, limpió como pudo los rastros de su satisfactoria paja anal, y acomodándose la ajustada camisa fucsia y el diminuto slip que usaba bajo el ceñidísimo pantalón blanco, salió del baño, para encontrarse de frente con el oficial Giménez, uno de sus subordinados inmediatos.

Giménez era un joven con promisoria carrera, muy detallista y observador, pero su afición por las mujeres lo ponía siempre en situaciones delicadas. Varias veces el comisario había recibido quejas de algunas de las agentes femeninas, que no tomaban con liviandad los avances del rubio y espigado oficial. Esteban estaba cansado de cubrirlo, y tuvo la idea de que, siendo un hombre tan cuidadoso de su apariencia y los detalles, su lado homosexual debía ser muy marcado. Jugueteó con la idea de seducirlo, y finalmente hacer de él todo un puto, como ahora el mismo comisario era, gracias a Marcos. Dudaba de su propia capacidad de ser activo con otro hombre, pero sabía que si se lo proponía, podría terminar cogiendo al muchacho sin demasiados problemas. Ya antes había recurrido a la pastilla azul, cuando quería fingir pasión por su exmujer. Esa misma noche, hablaría con Marcos sobre cuál sería la mejor forma de abordar al joven, para evitar ser él mismo el objeto de una denuncia por acoso por parte del rubio oficial.

Las imágenes de su propia pija penetrando el culo de aquél rubio oficial distrajeron completamente a Esteban, que no escuchó ni una palabra del reporte oral que el joven le estaba presentando. Cuando Giménez se percató de eso, dijo, con voz firme: "señor, ¿me está escuchando?" La vergüenza de Esteban fue inmediata. Enseguida, se disculpó explicando que acababa de separarse, y su cabeza estaba muy dispersa con sus problemas. El oficial Giménez se compadeció del hombre, y le preguntó si tenía dónde vivir o si necesitaba algo. Esteban explicó que se quedaba en casa de un amigo, y por un segundo quiso corregirse: "amante, no amigo. Mi amante Marcos." Pero sabía que si lo hacía, el mundo caería sobre él. Abandonó inmediatamente la idea, y se obligó a concentrarse en el informe del oficial, evitando todo pensamiento sobre coger con él. Cuando Giménez terminó el informe, bajó la cabeza y en voz muy baja, dijo: "Señor, puedo hacerle una pregunta? Su cambio de vestimenta y actitud, tiene que ver con su separación?" Esteban se quedó mirándolo sin saber qué contestar. Finalmente, inquirió: "a qué te referís con actitud, Javier? La vestimenta lo entiendo, realmente he cambiado mi estilo. Pero, ¿actitud?". Giménez se disculpó con el comisario, sin saber cómo explicar su pregunta. Le rogó que olvidara que había hecho esa pregunta, y abandonó la oficina del comisario sin esperar el permiso de éste para retirarse.

Ya de vuelta en casa, mientras cenaba con Marcos, le comentó sobre Giménez. Le explicó que, además de resolver el problema que el joven tenía con las conchas (así llaman los gays a las mujeres, le había explicado Marcos), le serviría tener un oficial de confianza para cubrir al TransBurdel, y por ende a Marcos, a las chicas, y a él mismo. Y le pidió consejo sobre cómo seducirlo, cómo abordarlo, y cómo evitar una denuncia de acoso.

Marcos dudaba de contarle sobre la droga. Temía que si le decía de la existencia del poderoso aditivo, el policía sospechara de que todas las chicas y hasta él mismo estaban ahí contra su voluntad, sólo siguiendo los efectos del sofisticado químico creado por él. Aunque sabía que el único efecto real era el de elevar la libido hasta el infinito, y aniquilar las represiones, Marcos no quería que su incipiente relación se resquebrajara. Disfrutaba muchísimo de la compañía de Esteban, más de lo que había disfrutado con cualquiera de sus parejas anteriores, incluso Miguel (ahora Micaela), y quería seguir construyendo esa relación.

Marcos diseñó rápidamente un plan en su cabeza. La idea de Esteban le gustaba, porque contar con dos policías de su lado era mejor que tener sólo uno, así que le explicó cómo debían proceder. Esteban llamaría a Giménez luego de irse de la oficina, y le pediría que a la noche le trajera un expediente a la "casa" de su amigo. Lo recibiría por la puerta trasera, para que no viera a los clientes y las chicas, y lo conduciría a una habitación, donde lo dejaría a solas con Mara, quien hablaría con el oficial para ver si realmente el muchacho era pasible de ser seducido. Obviamente, Marcos sabía que una vez a solas con Mara, el pobre oficial no tendría chance frente a la leche cargada de la droga, pero Esteban no debía enterarse de eso. Marcos se paró y fue hasta la silla de Esteban, y fundiéndose en un beso, le dijo, sonriente: "pensar que hace unos días me dijiste degenerado y no sé cuántas cosas más. Ahora querés seducir a tu subordinado. Putito divino." Esteban se sonrojó, pero se sintió feliz y satisfecho, porque sabía que Marcos lo decía en tono de broma. Devolvió el beso de Marcos, y poco después estaban cogiendo desenfrenadamente sobre la mesa de la cocina, donde acababan de cenar, para satisfacción de Esteban, que cada día disfrutaba más de ser penetrado y de saberse puto.

Al día siguiente, Esteban dejó la oficina muy temprano, varias horas antes de lo normal, argumentando que tenía que investigar algo. Aprovechó el tiempo libre para ir al shopping a comprarse más ropa de la que ahora le encantaba usar, esa que mostraba su cuerpo y su inocultable homosexualidad. Esperó que estuviese cerca de la hora de salida de Giménez, y lo llamó al celular. "Javier, estás en la oficina todavía? Perfecto. Fijate que arriba de mi escritorio dejé un expediente. Necesito que me lo acerques a la casa de mi amigo, porque hay algo de ese caso que no me cierra." Giménez mordió el anzuelo, dispuesto como estaba a hacer buena letra con su jefe, y anotó la dirección, encontrando extraña la instrucción de ir por la puerta trasera, que daba a un baldío, donde debía estacionar el auto. La intención de Esteban era la de no llamar la atención bajo ningún concepto.

Poco antes de las siete, con Marcos y Esteban preparados en la oficina, Javier llegó por la puerta trasera, como le había sido ordenado. Esteban le abrió, le agradeció el expediente, y lo guio hasta una habitación, donde le pidió que esperara unos minutos para ver si necesitaba que lo llevase a algún lado. Pocos segundos después de que Esteban salió de la habitación, Mara entró, y acercándose seductoramente al oficial, comenzó a besarlo, a acariciarlo y a excitarlo, usando la ya consabida técnica del presemen en sus labios y pezones. Javier estaba totalmente ido por la excitación que le causaba el sabor de los labios y las tetas de la puta, cuando vio con horror la durísima pija que la chica le acercaba ahora al rostro. Quiso empujarla, pero Mara lo tenía sometido en una posición donde no podía escapar. En cuanto su nariz detectó el aroma de la pija de la puta, su cerebro se entregó. En apenas unos segundos, Mara cogía la boca de Javier, que chupaba y mamaba como un poseído. Cuando Mara soltó su leche dentro de la boca del oficial, la pija del joven explotó en un orgasmo inédito, borrando todo deseo por conchas que pudiera sentir. Sólo unos minutos después, Javier disfrutaba de la pija de la puta en su culo, cuando en la habitación entró Charly, totalmente desnudo, luciendo una enorme erección. Javier lo miró asombrado, y casi sin pensar se metió esa pija en la boca, chupándola con pasión, mientras Mara lo hacía acabar una y otra vez, cogiéndole el culo reiteradas veces. Cuando Javier ya no tenía idea de dónde estaba ni de qué le estaba pasando, Rodrigo se sumó, reemplazando a Mara, que dejó a los dos patovicas terminar de convertir al previamente mujeriego y misógino oficial, en un ardiente putito insaciable.

Al día siguiente, Esteban entró a la habitación donde Javier dormía plácidamente tras la noche de sexo más salvaje de su vida, y lo despertó amablemente, susurrando a su oído que era hora de ir para la oficina, donde charlarían con calma de lo sucedido. Javier besó tiernamente en los labios a Esteban, y mirándolo a los ojos, le dijo: "yo sabía que eras puto. Gracias por hacer esto por mí."

Ya en la oficina, los hombres se encerraron y luego de que Esteban le explicara todo lo que sabía sobre TransBurdel, y de confesarle que estaba en una relación con el dueño, Marcos, fueron derivando la charla a temas más interesantes, como el lomazo de los patovicas que tan bien habían cogido a Javier, o de la vestimenta divina que Esteban lucía diariamente. Una cosa llevó a la otra, y un rato después, Esteban cogía a un ardiente Javier sobre el escritorio, sabiendo que ya no tendría más reclamos de conchas indignadas ni llamados de atención de sus superiores por el comportamiento del oficial Giménez.

Al salir de la oficina, los dos policías fueron juntos hasta el TransBurdel, donde Marcos esperaba a Esteban, y Javier ya tenía su lugar para vivir, junto a sus amigos Rodrigo, Aníbal y Charly, con quienes pasaría largas noches de sexo y placer.