La cosecha de la tristeza
Se llama Alex y está sentado en lo alto de una de las dos lomas que posee el pequeño parque. Desde ella domina casi toda la ciudad y el atardecer se le antoja sereno y acogedor, más que nada por sus pensamientos.___ Relato de un desencuentro entre dos hombres, donde la ilusión de uno es opuesta a la indolencia del otro.
La cosecha de la tristeza
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Se llama Alex y está sentado en lo alto de una de las dos lomas que posee el pequeño parque. Desde ella domina casi toda la ciudad y el atardecer se le antoja sereno y acogedor, más que nada por sus pensamientos.
Lo ha conocido hace poco, se llama Tom y tanto él como Alex, tienen una grata impresión de su encuentro. Ahora sueña, y aunque la razón altera considerablemente los impulsos del corazón, este quiere pensar que tal vez por una vez, el mundo que conoce, aquel donde se encontraron, sea lo que desea y no lo que en realidad es. Por eso piensa que ahora no será decepcionado.
Una llamada telefónica le hace afianzarse en sus sentimientos. El hombre que ha conocido, ocultando su número para reafirmar la teoría de que la cobardía gay es más intensa, le ha llamado y han tenido una conversación que lo ha hecho sonreír y pensar que ese era un día especial por haberlo conocido.
Ahora mira como desaparece el sol entre las montañas que rodea la ciudad y sus emociones, todavía en dura pugna con su razonamiento le hacen sentir que comparten el lugar, aquel en el que siempre se pierde en soledad y que ahora es de ellos dos, donde solo naturaleza y dos hombres con sentimiento común comparten juegos, charlas y lo que los dos están deseando, ellos mismos.
Él lo abraza por la cintura y Tom se deja hacer mientras un pequeño escalofrió recorre su cuerpo. Introduce sus manos por debajo de la camisa y las caricias suben por el pecho y los hombros. El hombre a quien Alex acaricia, arrima su espalda al pecho de su amante, permitiendo que este pueda acariciarlo sin molestias. Alex lo hace, uniendo a la caricia besos y mordiscos en hombros y cuello mientras le susurra al oído.
_. Gracias por existir, Tom, y gracias por estar ahora aquí. No sé lo que siento, pero es fuerte y estoy emocionado. Quisiera poder decirte amor, pero aunque lo deseo, me siento un poco avergonzado al pensarlo, pero me alegro de que estés conmigo, por lo menos hoy.
Tom no responde con palabras, pero se gira un poco ofreciendo sus labios y Alex lo besa, con suavidad pero largo e intenso. Sus manos recorren el cuerpo del hombre hasta que llegan al pantalón, que desabrochan para continuar la caricia. Poco después llegan al miembro de él, notando como esta erecto y duro. Lo agita con la mano, sin dejar de besar su boca y notando sus convulsiones cada vez más intensas, hace lo que ambos están deseando.
Pide a su amante que se tumbe en el suelo y lo despoja de la ropa. Aproxima la boca al falo del hombre y comienza a besarlo. Se traga el miembro y sigue hasta que la eyaculación llena su boca de semen. Quiere pasárselo a la boca de su amante, pero ante la duda de que no pueda gustarle y para no estropear el dulce momento, roza el cuello y la cara con la boca mientras va dejando en ellos el rastro de semen. El hombre se toca con los dedos la parte donde está el producto de su eyaculación y se pasa estos por los labios, la cara y la boca de Alex. Después por debajo de la entrepierna, rozando con los dedos de semen los muslos y el esfínter.
Su miembro aún sigue algo erecto, a pesar del orgasmo, así que comienza a tocárselo y en esa masturbación le pide a su amigo que haga lo mismo. Alex se toca el miembro, después retira la mano la mano de su amigo de su propio pene y la lleva al suyo. Así, coge el falo de Tom, se sienta sobre él y colocándolo, lo introduce en su ano y comienza a cabalgarlo. Tom se mueve al mismo compas, agitado por la pasión. Su mano aprieta con fuerza el pene de Alex, como si quisiera estrangularlo, pero al otro hombre, que está siendo penetrado le encanta. Sigue cabalgando hasta que siente el orgasmo del otro dentro de sí. A su vez, acompañado por un grito, su eyaculación cae sobre la barriga y el pecho de su amante, que también ha gritado.
Ninguno de los dos se mueve porque les gusta como están y quisieran que el tiempo no pasase, para poder seguir uno dentro del otro.
Alex vuelve del sueño a la razón y esta le dice que ese onírico erotismo es lo único que tendrá y sabrá de Tom. Su corazón quiere creer que no, que lo tendrá aunque solo sea un amigo con el que conversar y compartir afición. Pero la cosecha de la tristeza ha sido sembrada y solo amargura, pena y decepción será lo recogido.
Aún siente la débil esperanza de que su nuevo amigo, aquel con el que vivió una ilusión erótica, que le prometió volver a verlo, cumpla su palabra. Pero la razón, eterna enemiga de sus impulsos. Le dice que debe de ser el único que en ese especial mundo gay, no solo se desnuda por los pies, sino que también se viste por ellos.