La corrupción política y el sexo.

Como una chica vuelve a su pueblo después de haber acabado la carrera universitaria y como crece en la política local.

Nadie entiende en el pueblo como Consuelo esta casado conmigo, ella si.

Consuelo es la alcaldesa del pueblo y líder del Partido Popular en la provincia, una mujer de armas tomar, la típica a la que no le tiembla la mano cuando tiene que cortar la cabeza de un colaborador, humillar en publico a un miembro de la oposición o cambiar una decisión que llevara a la ruina a una empresa que se iba a beneficiar de ella.

Con mi mujer no se atreve nadie, sencillamente es una grandísima hija de la gran puta a la que todo el mundo le tiene miedo, tanto los de su bando como los del bando contrario.

Consuelo siendo la típica chica estudiosa en el instituto del pueblo, por alguna razón estaba loca por mi, un chico más de pueblo que las amapolas y sin ningún interés por los temas académicos.  Consuelo me buscó hasta que una noche de copas decidí llevármela a un descampado donde la desvirgué sin demasiado romanticismo.

A falta de otra cosa nos ennoviamos y pasamos juntos año y medio hasta que Consuelo abandonó el pueblo para ir a estudiar a la capital.

Consuelo era una amante ardiente y siempre dispuesta a mis deseos, no había nada a nivel sexual que no se pasase por mi cabeza y no pudiese practicar con Consuelo.

Cuando se fue decidí que nuestra relación no tenía sentido por lo que la deje con la excusa de que tenía que vivir su vida y el futuro nos diría.

La noche antes de irse tuvimos la mayor de las folladas hasta ese momento.  Consuelo se corrió entre lagrimas rogándome que no la dejase.

Yo me quedé en el pueblo y ella se fue a Madrid.  La verdad es que tias no me faltaban y me pase años follando con prácticamente todas las cejaras de supermercado y peluqueras del pueblo.  Ya sabeis, en los pueblos se folla mucho y yo me aprovechaba de ello.  De vez en cuando llamaba a Consuelo e iba a visitarla a Madrid.  En su piso de estudiantes sus compañeras de piso me odiaban, me veian como el típico cabrón exnovio que iba a verla simplemente para descargar, lo cual era muy cierto.  Sinceramente me encantaba tener a Consuelo a mi disposición a cuatro patas en su habitación con mi polla en su coño y con ella corriéndose a gritos mientras sus amigas en el salón nos escuchaban follar.

Desde aquel punto de vista adolescente no entendían como su amiga se follaba aquel cabrón que la había abandonado antes de partir.

El resto de los polvos que eché a Consuelo aquellos años fueron en Navidades ya que yo en verano me iba a trabajar de camarero a Benidorm, bueno a trabajar y a follarme a suecas y alemanas.

Cuando acabó la carrera contra todo pronostico, Consuelo volvió al pueblo y a su vuelta retomamos la relación justo en el momento en el que ella se convirtió en la mano derecha del entonces alcalde.  No hay muchos licenciados en Derecho en Villalones por lo que no le costó mucho resaltar entre los poco ilustrados candidatos a medrar en la política local.

Cuando finalmente se reinstaló en  el pueblo todavía pasaron tres meses hasta que yo volví a casa.  Estaba celebrando mi regreso con unos amigos en uno de los pocos pubs del pueblo cuando me la topé.  Hablamos de lo divino y de lo humano.  Ambos íbamos bastante borrachos.  Me invitó a conocer se su casa y para cuando me di cuenta estaba volviendo a meter mi dura polla en aquel coño que tanto placer adolescente me había dado durante años.

Llevaba sin follarmela desde navidades, lo primero que me llamó la atención fue su pubis, ni un pelo, lejos quedaba aquel coño cubierto de una masa negra de pelo, ahora Consuelo mostraba orgullosa sus labios vaginales.  Lo segundo es como se tocaba las tetas mientras cabalgaba mi polla y lo último no fueron las posturas en las que se colocaba para ser penetrada sino que me pidiese constantemente que le azotase el culo.

Consuelo siempre fue muy sumisa, pero jamás me había pedido cosas, evidentemente yo se lo di, y se lo di con muchas ganas.

Consuelo era la primera persona joven que conocía que tenía piso propio.  En aquella época todos vivíamos con nuestros padres.  En cuanto me corrí sobre sus pechos y después de que Consuelo me hubiese lamido mi blanda polla para dejármela reluciente.  La besé y salí hacia casa.

En aquella época había móviles, pero no whatsapp.  Me llegó un sms a media tarde.

-       ¿no vas a venir a visitarme?, Estoy aburrida sola en casa – me escribía Consuelo.

-       ¿qué quieres hacer?

-       Tu ven, dejo la puerta abierta, llama a un vecino al telefonillo.

Salí de casa y cruce el pueblo.  Consuelo vivía en una casa de dos plantas que daba a una de las calles principales del pueblo.  La planta baja realmente era una puerta que daba a unas escalera y un garaje donde mi exnovia guardaba su flamante Audi 3.  Como me dijo la puerta estaba abierta, la empujé y subí.  Abrí la puerta principal que daba al salón, el cual estaba vacío.  Entré en la casa mirando a todos lados, el día anterior llevaba una borrachera importante y no me había fijado.  Entré en su habitación la cual tampoco recordaba muy bien.  Consuelo estaba desnuda, se pasaba poco a poco un dedo por su calvo pubis.

-       ¿No vas a pasar?

-       Je je Consuelo, tu con casa eres un peligro.

-       Eso me decían mis compañeras de piso en Madrid.  Pasa y pórtate como un hombre.

Consuelo se levantó y empezó a desnudarme.  Mi polla saltó como un resorte y esta se lanzó sobre ella.  Se la metió en la boca de un solo golpe y empezó a lamer mi polla y mis huevos como nunca lo habían hecho.   La tía tenía una lengua endiablada y me mataba de gusto.  Consuelo dejó mi polla y dio la vuelta quedando a cuatro patas con su raja y culo mirando hacía mi.

La cogí por detrás agarrándole las tetas y encajé mi polla en todo su potorro.  Consuelo lanzó un agudo gemido.

-       Envísteme cabrón, dame duro, dame sin piedad, dame sin pausa

Consuelo se tocaba las tetas metiendo sus manos entre la colcha y su cuerpo mientras yo le machacaba el chocho sin piedad.  Me había puesto las botas con las guiris en Benidorm pero nada como aquel coño.  Consuelo me sorprendía en cada movimiento de cadera.

Consuelo se dio la vuelta dejándome ver claramente sus tetas, ella se tiraba de los pezones mientras acompañaba mis envestidas con sus caderas.

-       abofetéame Rodolfo – yo me quedé cortado por lo que me pedía – abofetéame, trátame como a una puta.

Y eso hice, le solté un sopapo en la cara.

-       más fuerte maricón – y le solté un buen hostión que le cruzó la cara – dame más.

Yo me vine arriba y empecé a darle con fuerza y ganas.  Tanto con mi polla como con mis manos.  Consuelo se encendía más y más cada vez que le soltaba una hostia.  Se corrió pidiendo más.

Evidentemente Consuelo no había sido la novia abandonada y desconsolada sus años en Madrid.  La muy puta se había echado por delante toda polla con la que había coincidido.  Me confesó que al principio por despecho, después por el poder que le daba su coño frente a los hombres y al final porque veía que aquel paraíso se acababa, no había dejado de follar y ser follada como una bestia.  Según decía, más de uno aun se debía de estar masturbando pensando en ella y en los polvos que echaron.  Me encantaba que me confesase sus batallas sexuales mientras se la clavaba sin piedad.

Llegaron las elecciones municipales y mi entonces novia se presentó como numero dos de la lista del partido popular.  Consuelo no tardó ni dos años en hacerle la envolvente al alcalde del pueblo y después de una moción de censura en la que todo el grupo popular apoyó a Consuelo esta se hizo con el poder.

Con 24 años se convertía en la alcaldesa más joven de la provincia de Salamanca y la sexta del país.

Consuelo hizo una limpia en las filas del partido, en menos de un año arrincono a los críticos y se hizo con una guardia pretoriana que decía si a todo lo que ella decía.  Dos años después la historia se repitió en la diputación provincial, un nuevo golpe de estado relegó al histórico dirigente que había guiado los pasos del partido los 15 años anteriores y se había erigido ella como la líder indiscutible del partido.

Se la conocía como la dama de hierro de Castilla León,  una autentica fiera respetada allá donde iba.  Consuelo era una mujer dominante hasta que entraba por la puerta de casa donde pasaba de ser una mujer de armas tomar a una puta sumisa que se rebajaba a cualquier cosa que yo quisiese.

Desde el día en que me casé con ella se me empezó a conocer en el pueblo como el alcaldito.  Consuelo ganaba suficiente por lo que yo no tenia ni necesidad ni ganas de trabajar.   La verdad es que pasaba mis días tocándome los cojones esperando que Consuelo llegase y se pusiese a mi servicio.  En el pueblo me tachan de vago, de mantenido, de calzonazos, de don nadie, pero lo que no sabe nadie es que cuando mi mujer entra por la puerta de casa nadie lo diría.

-       Nisio mi amor, hay un amigo que nos ha invitado a unas vacaciones.

-       ¿Unas vacaciones?, ¿y quien cojones nos puede regalar unas vacaciones?

-       Jonás Fernández, un constructor amigo, me debe unos favores y esta es su manera de agradecérmelo.

Viajamos a lo grande.  En primera por supuesto y con grandes hoteles, todo pagado, incluso todo el dinero que nos gastamos, que no fue poco, corrió por cuenta del tal Jonás.

Consuelo tenía el capricho de que tomásemos un curso de Shibari, el arte japonés de atar.  A mi mujer le ponía mucho que la atase a la cama, incluso habíamos intentado ataduras más compleja, pero siempre era una chapuza.

Costó una pasta que un maestro Nawashi nos atendiese dos días enseñándome a mi como atar y a la buena de Consuelo como disfrutar de ser atada.

El maestro afeitó el coño de Consuelo antes de empezar, me excitó mucho ver la cara de excitación de mi mujer cuando abierta de piernas dejaba a el nipón pasar la fina cuchilla por los pliegues de su coño haciendo desaparecer el poco bello que tenía.

Fueron dos días interesantísimos en los que Consuelo desnuda fue atada de todas las maneras y formas.  La colgó de un gancho, la ató cabeza abajo e incluso hecha un bolillo.

Volvimos de Japón encantados de la vida y con nuestro juego de cuerdas que según el nipón en España no encontraríamos.

Consuelo llevaba 16 años como alcaldesa y acababa de volver a arrasar en las elecciones municipales.  A pesar de las distintas noticias sobre corrupción urbanística, prevaricación y trafico de influencias aparecidas en la prensa regional en las ultimas fechas, Consuelo no tuvo rival en las elecciones.

Llamarme primo, pero no fue hasta un día con Consuelo atada en el salón de casa con mi polla en su culo cuando después de tres órganos seguidos me confesó que éramos millonarios, que teníamos una cuenta en Panamá con cantidad de dinero, que me amaba, que no podía vivir sin mi polla en su cuerpo y que ella se iba a encargar de que no me faltase de nada.  Me corrí perplejo en sus intestinos.  Una sensación de poder envolvió mi cuerpo mientras me corría dentro de ella.

Después más tranquilos me confesó que llevaba cobrando comisiones tanto a nivel local como provincial por todo tipo de favores a empresarios de la zona desde hacía años.  Nada inmoral, por supuesto.

Vista nuestra desahogada posición económica, empezamos a viajar a multitud de lugares, a veces pagado por nosotros, la mayoría de veces de gorra.  No es que me gustase mucho viajar, pero si lo que hacíamos en los lugares a donde íbamos.

Consuelo se soltaba la coleta en publico cuando estábamos fuera de España, ni siquiera en viajes a Madrid había logrado llevarla a lugares pecaminosos, sin embargo era pisar el extranjero y era ella la que sacaba una libreta con los sitios a ir.

Al principio fue un poco cortante para los dos ver como otro hombre se la metía a mi mujer.  En la segunda vez que fuimos a un club de intercambio, en Oslo.  Como en la primera vez, simplemente fuimos a tomar un copa y quizás a darnos el lote delante de gente, pero una pareja de guapos noruegos nos entraron y viendo el pedazo de mujer que se me ponía tiro no tuve más remedio que indicarle a mi mujer que se dejase hacer por el hombre.  Consuelo se moría de ganas aunque me puso cara de no querer, pero en cuanto el rubio empezó a subir la mano por su pierna sencillamente se dejó llevar.

El hombre metió sus manos dentro de su falda y las retiró con las bragas de Consuelo entre ellas.  Mi mujer abrió las piernas dejando su depilado coño al aire.  El de Oslo no se pudo controlar y arrodillándose metió su cabeza entre sus piernas y empezó a lamer, deduje por las caras de placer que ella iba poniendo que le estaba comiendo el coño de puta madre.  La rubia imitó a sus amigos y sacando mi polla del pantalón se la metió de golpe hasta la garganta.

Consuelo se había sacado las tetas de su camiseta palabra de honor cuando el noruego sacó la cabeza de su entrepierna y cogiéndola de la mano la llevó hasta un reservado.  Me moría por seguirlos para ver como se iban a follar a mi esposa, pero la chica no dejaba de lamer mi rabo por lo que tampoco era cosa de interrumpir a mi nueva mejor amiga.

Cuando la rubia se vio saciada, sacó mi polla de su boca, me sonrió con una sonrisa coronada en babas y cogiéndome del brazo me llevó a donde su marido y mi mujer fornicaban como locos.

Es impresionante follarse a una nórdica, pero incluso con un pedazo de mujer gimiendo debajo tuya es muy duro ver como un desconocido se la endiña a tu mujer.  Consuelo no solo disfrutó como una autentica cerda sino que le cogió gusto al asunto.  Me imagino que si no le hubiésemos cogido el gusto a los locales de intercambio, no hubiésemos viajado tanto.

Nuestro sexo en casa cada día era más radical.  Las pasábamos putas para comprar por correo distintos juguetes sexuales, no podíamos recibirlo ni en el ayuntamiento ni en casa, ya se sabe lo indiscretos que son los carteros rurales.  Consuelo se negaba ha hacerlo en persona en una tienda en Madrid ni hacerlo en el extranjero y facturarlos en nuestros viajes, según ella la prensa se mataban a buscar escándalos y cualquier cosa les valía.

Finalmente solucionamos el problema mandando los paquetes a una oficina de MRW en Madrid a mi nombre, por lo que cada vez que comprábamos un juguete nuevo me tenia que hacer los 300 km de ida y los 300 km de vuelta.  Esto hizo que comprásemos cosas casi en masa cada vez que lo hacíamos.

Aquella tarde llegaba de Madrid con un nuevo cargamento.  Esa mañana Consuelo había ido a trabajar con unas pinzas colgándole de sus labios vaginales, en cuanto llegase a casa pensaba follármela sin miramientos.  Le mandé un sms

-       cariño, estoy a 30 kilómetros, deja lo que este haciendo y espérame en casa en posición, llevo todo el día pensando en meterte esto que llevo.

-       Salgo ahora.

Conduje los últimos kilómetros y me dirigí a nuestro chalet, me moría de ganas de follármela sin piedad.

-       lo siento Nisio, voy a tardar, me han llamado de la Junta de Castilla - León y tenemos un marrón importante.  En cuanto pueda me deshago de esta chusma y voy a casa -  escribió Consuelo.

-       no te preocupes, pero sabes que vas a tener que compensarme.

-       ¿alguna vez no lo hago?

Consuelo llegó a casa pasadas las once de la noche, ese día había salido muy temprano de casa pues en el ayuntamiento las cosas estaban movidas.  Mi mujer abrió la puerta de casa y como y tal y como le había avisado por whatsapp se arrodilló según pasó el umbral de la puerta, se arrodilló a la espera de mis indicaciones como sabía no solo que me gustaba sino que debía de hacer.

Como le tenía ordenado, Consuelo miraba al suelo.  Me acerqué despacio hacía ella, yo ya llevaba mi polla en la mano y sin cruzar palabra se la metí en la boca.  Consuelo miró hacía arriba abriendo su boca lo más que podía.  No me corté un pelo, sabía lo que le gustaba y empujaba mi polla hasta el fondo de su garganta.  Unas lagrimas empezaron a salir de sus ojos mientras yo penetraba su boca hasta el fondo con fuerza.

Mi mujer mantenía sus brazos en la espalda, a su lado descansaba su bolso.  A pesar de su camisa y su sujetador sus pezones se marcaban claramente.

Aparté el bolso de una patada mandándolo a una esquina del hall.  Cogí sus muñecas y se las espose a la espalda.  Consuelo seguía de rodillas.  Eché su cuerpo hacia delante.  Subí su falda y rasgué sus bragas.  Me gustaba ver como de sus labios vaginales caía la cadenita que unía las pinzas de los pezones.  Me chupé un dedo y lo metí en su estrecho ano.  Consuelo emitió un quejido.  Metí un segundo dedo, metí un tercer cerdo inmediatamente.  Consuelo no se atrevería a quejarse.  Metí y saqué mis dedos durante unos minutos, retiré mis dedos y metí en su ano el más grande de los plugs recién adquiridos.  Nunca era fácil meter un zeppelín de ese tamaño en un culo a pesar de que ese culo estaba más que acostumbrado.  En cuando entraba aquello no saldría de allí en toda la noche.  Consuelo sufría en silencio el seguro daño que el objeto le estaba causando.  Tardé más de cinco minutos en meter aquel monstruo en su interior de mi esposa.  Cuando la volví a mirar a la cara su mirada era de una zorra sedienta de sexo.

Acaricie la cara de Consuelo, le di una bofetada, después otra.

La cogí por la axila y le hice entrar en “nuestra habitación”, aquella en la que nadie salvo ella y yo jamás había entrado, la única casa que no limpiaba el servicio y donde teníamos todos nuestros juguetes.

Volví a hacerla arrodillar, Consuelo intentaba enganchar mi polla con su boca, pero yo lo evité. Solté sus manos de las esposas y cogiendo el primer juego de cuerdas empecé a atarla empezando por sus brazos.

Aquello de atar lleva mucho tiempo, pero la excitación hace que el tiempo vuele.  De los brazos pasé a los pechos, de los pechos al cuello y de ahí bajé hacía sus piernas.  Cuando estuvo atada entera, uní las cuerdas de la cabeza con las de las piernas, enganché el resultante a un gancho y aplicando un motor hidráulico elevé el cuerpo de mi amada.  Su cara quedó mirando el suelo.

Dejé a Consuelo a la altura de mi polla.  El tipo de atadura que le había aplicado dejaba al aire su coño, su culo y por supuesto su boca.  Consuelo me miraba con cara desafiante, sabía que iba a pasar horas de placer y que a pesar de estar a mi disposición era ella la que sobre todo iba a disfrutar como una loca.

Sin preocuparme por el espacio que ocupaba el plug anal, abrí con los dedos de mi mano los labios vaginales de su coño y sin miramientos metí otro inmenso vibrador.  Consuelo solo había hecho una doble penetración en su vida, a base de pollas claro, pero con vibradores no había parado.

Consuelo empezó a jadear aun más lo cual me encendió, a más jadeo mayor mete saca del vibrador en su coño.  Consuelo se retorcía de placer entre las cuerdas.  A cuanto más se movía más se clavaban estas en sus carnes, pero eso a ella le hacía sentirse dominada, cometida, a mi disposición.  El vibrador tenía un motor extremadamente fuerte, desde luego había sido una gran compra.   Lo saqué de su coño, Consuelo protestó un poco pero sabía que no debía hacerlo demasiado.

Abrí un cajón y saqué unas pinzas.  Aparté una de las cuerdas y descubría un pezón, le coloqué una de las pinzas.  El otro pezón quedaba al aire por lo que solo tuve que colocar las pinzas.  Consuelo disfrutaba con ello.  Apreté ambas pinzas y les colgué unas pesas para que sus pezones quedasen estirados.

Agarré mi polla con mi mano derecha y la metí en el coño de mi suspendida esposa.  Mi pene entró como la mantequilla, era algo que suponía viendo el charco de flujo que había en el parquet.  Agarré las cuerdas y empecé a balancear el cuerpo de mi mujer sobre mi polla. Yo permanecía impasible, de pies, y era su cuerpo el que se movía de adelante atrás.

Me la estuve follando durante más de media hora.  La verdad es que me estaba molando mucho la dura sesión de sexo que estábamos teniendo, estaba apretando la barriga para no correrme, estaba justo en el momento en el que tienes que decidir si llenarle el coño de lefa o sacarle y fustigarla con otra cosa para que el show no acabé.  Por un lado quería correrme, por otro estaba excitadísimo de verla así.

El timbre de la puerta de casa empezó a sonar, la verdad es que no le di importancia hasta que me di cuenta que era la puerta de casa y no la del jardín.  Debía de ser importante cuando alguien se había molestado en saltar la valla para que lo oyésemos.  Dude entre seguir a lo mío o ponerme un batín, entre pasar de todo y reventar el coño de mi mujer que bien se lo había ganado o parar un segundo y ver quien coño era..

El timbre volvió a sonar, juré en arameo y saqué mi polla de su coño.

-       cielo por dios no pares, me estas matando de gusto.

No le dije nada.  Cogí el vibrador nuevo y se lo clavé en el coño, con una de las cuerdas me aseguré que no se saldría de ese encharcado parrus.  Consuelo empezó a bramar de placer.  Para evitar que la oyesen al abrir la puerta le coloqué un plug en la boca.  La verdad es que la tía estaba en la gloria.

Me puse el batín y bajé al piso de abajo para abrir la puerta.

Cuando la abrí me encontré  un grupo de guardias civiles con un par de personas vestidas de trajes.

-       ¿que deses…?  - me dejaron con la palabra en la boca

-       tenemos una orden de detención contra Consuelo Baena Fernández y otra de registro de la casa – dijeron mientras me apartaban de la puerta y entraban

-       Disculpen, podrían esperar fuera, ahora mismo estamos poco presentables – el secretario del juzgado me dio el papel que me acaba de leer.

-       Lo siento nosotros juzgaremos si están o no presentables – dijo él..

Intenté pararlos pero para cuando quise darme cuenta dos números de la Guardia Civil estaba llamando a todo el mundo hacia la habitación donde Consuelo gozaba.

Cuando llegué a nuestro cuarto de juegos cuatro guardias civiles contemplaban a Consuelo con sus tres agujeros llenos y enlazando orgasmo tras orgasmo.  Nadie sabía que hacer.

-       ¿qué es esto? – me preguntó un Guardia Civil que no parecía muy espabilado.

-       Mi mujer

-       ¿la ha puesto usted así?

-       Por supuesto -  Consuelo jadeaba mientras los miraba con ojos de terror – pero con su permiso.

Uno de los picoletos intentó bajarla, pero la cosa no era fácil.

-       bájela y desátela – me ordenó.

El proceso de desatado es casi tan laborioso como el de atar.  Consuelo tuvo que soportar que le retirase los plugs y vibradores de su cuerpo delante de todo el personal de juzgado y los agentes de la ley, me imagino que ellos hubiesen grabado la situación de haber podido.   La operación de desatado duró más de 20 minutos.  Permitieron que consuelo se pusiese un chandal y fue esposada con las manos por delante.  La sentaron en una silla mientras la policía empezó a hacer su trabajo.

La policía se llevó al juzgado a Consuelo a las 8 de la mañana después de pasar toda la noche contestando preguntas del juez de instrucción, la policía judicial y el secretario del juzgado.  Nuestra casa quedó hecha un desastre.  Cuando salió por la puerta esposada, en chándal y con pelos de loca, mil cámaras la esperaban.

Durante la noche, la policía también había registrado el ayuntamiento, la diputación y detenido a veintiséis personas más.

Durante los dos días en los que Consuelo estuvo en los calabozos del juzgado a la espera de declarar ante el juez, nuestro mundo se nos vino encima.  Consuelo fue expulsada del partido. La prensa filtró como encontró la policía a Consuelo, con todo lujo de detalles he de decir.  Una pareja de polacos declaró en una revista amarillista que había compartido una noche de sexo salvaje con nosotros en Londres dos años antes. Y por último nuestra cuenta bancaria en Panamá había sido bloqueada.

Consuelo fue enviada a prisión provisional eludible con una fianza a la que literalmente no podíamos llegar.  Tuve que armarme de valor y pedir prestado dinero entre amigos y familiares.

Cuando la fui a buscar a la puerta de la prisión de Salamanca, seis días después, aquello parecía una rueda de prensa por la cantidad de periodistas que la esperaban.

Consuelo tenía una pinta horrible, como espesa, como si no se hubiese lavado en una semana, como si no hubiese dormido en ese tiempo.

Logramos salir del parking de la cárcel.  No hablamos mucho durante el viaje hacia nuestro pueblo.  La puerta de nuestra casa volvía a estar inundada de periodistas.  Logramos entrar en ella por el garaje y no nos bajamos del coche hasta que la puerta del garaje se cerró.

Salimos del coche y entramos en casa.  Consuelo se puso de rodillas

-       Nisio, vuelve a atarme y dame duro, quiero ser sometida de nuevo, hoy lo necesito más que nunca.

PD:  HE USADO UN PARTIDO POLITICO COMO PODRÍA HABER USADO OTRO.  ESTO DESGRACIADAMENTE SE DA EN TODOS LOS PARTIDOS.  QUE NADIE SE LO TOME PERSONALMENTE.  GRACIAS.