La corrupción de Súper Victoria

Ciudad Victoria se encuentra protegida por tres súperheroinas, pero un nuevo poder oscuro en la ciudad les pondrá a prueba. Alicia es una chica normal: Hace su trabajo, paga sus facturas... Pero lo que nadie sabe es que detrás de sus enormes gafas se encuentra la mayor heroína de la ciudad.

–¡Arriba las manos! ¡Esto es un atraco!

En la joyería del centro comercial “Las tres rosas” de Ciudad Victoria unos hombres armados y encapuchados acaban de entrar para atracar la tienda. Rompen sin contemplaciones los escaparates y llenan sus sacos con las joyas sin discriminar su mayor o menos valor, sólo preocupados en salir cuanto antes de allí.

Pero Martín Fresnedo es un guarda de seguridad competente, al que le gusta moverse por los pasillos para comprobar que todo está bien. Pronto detectó a un grupo de hombres en uno de los bancos del área de descanso, unos sentados, otros de pié, pero ninguno parecía tener nada que hacer. Así que los controló desde la sala de cámaras y en cuanto se metieron violentamente en la joyería llamó a la policía.

Cuando los atracadores salieron del comercio dispararon a Martín a bocajarro, que había tenido la mala idea de ir a contenerlos arma en mano hasta que llegara la policía. La gente se alarmó por los pasillos y lo que parecía un robo rápido acabó convirtiéndose en un atraco con rehenes, puesto que metieron a punta de pistola en la joyería a todos los que pudieron en cuanto vieron luces azules en la entrada.

La policía montó un cordón de seguridad y desalojó el centro comercial. Los atracadores estaban nerviosos y no parecía sencillo negociar con ellos, pero una mancha de esperanza surgió de los cielos para regocijo de todos los curiosos. Aterrizó en el cordón de seguridad, como una mancha azul y roja. Súper Victoria hizo acto de presencia y de pronto parecía hasta que había más luz en el ambiente. Alta, rubia, de buenas proporciones y con un traje ajustado azul y rojo con una gran uve en su firme pecho.

Todos la conocían y ella los llamaba por su nombre. Incontables veces había ayudado a la policía y ellos la respetaban porque era una gran ayuda para la ciudad. Y también porque podía partirles la cara con su impresionante fuerza. El capitán Márquez estaba al mando del operativo y a él se dirigió Súper Victoria.

–¿Cual es la situación, Capitán?

–Un robo en la joyería que se ha complicado –respondió el capitán–. Han tomado rehenes y parece que no tienen muy claro qué hacer.

–¿Os importa si intento el rescate? –Preguntó ella con su habitual humildad.

–En absoluto, si podemos ayudarte en algo no dudes en pedirlo.

Mientras tanto en el interior de la joyería las cosas no estaban demasiado bien. Los ladrones se reprochaban entre ellos el que no había salido bien el plan. Los rehenes estaban en la zona de clientes, aunque con la puerta y la reja del comercio bajadas para que no pudieran escapar; los atracadores estaban detrás del mostrador, discutiendo en vez de estar preparados para un asalto.

Pero nadie podía estar preparado para lo que sucedió. Un trozo del suelo se desmoronó debajo de los pies de un atracador, y entre el polvo una fuerza contundente entró a gran velocidad para noquear a los atracadores. En menos de lo que nadie podía creer Súper Victoria había usado su súper-visión para ver a través del suelo dónde estaban situados los atracadores; su súper-fuerza para romper el suelo y su súper-velocidad y su vuelo para entrar como un avión y golpearlos a todos.

Abrió la reja con facilidad a pesar de tener la llave echada, y los rehenes corrieron a hacia su libertad. Se cruzó con la policía mientras iba hacia la salida y les informó que sólo tenían que esposar a los atracadores. Ellos le agradecieron mientras se despedía y salía volando.

Pero desde las alturas, desde un punto en el que ni siquiera la súper-visión de Súper Victoria se había fijado, un drone seguía sus movimientos con una cámara de alta resolución. Le siguió cuando ella aterrizó en un callejón, y después fue más fácil cuando se disfrazó de Alicia y caminó hasta su edificio. El drone se retiró y al otro lado de los controles el hombre que había contratado a los atracadores se sintió satisfecho aunque había perdido el botín.


Varios días después Alicia volvía a casa después de trabajar, pero cuando el ascensor llegó a su planta observó que la puerta del piso de al lado no estaba cerrada. Se suponía que el piso estaba vacío porque los dueños querían venderlo, y desde luego no quería meterse donde no le llamaban, pero su súper-oído le alertó de una especie de forcejeo, así que se acercó a la entrada.

La puerta no estaba forzada, pero al acercarse escuchó a alguien tratando de gritar como si tuviera una mordaza, así que empujó la puerta y entró sin llamar. Se acercó a la habitación en la que escuchaba los ruidos y entró corriendo muy rápido, pero conteniéndose para no desvelar su identidad.

Había un hombre con una pistola y un segundo hombre atado y amordazado en una silla. El hombre de la pistola no se esperaba para nada su intervención, así que le fue sencillo quitarle la pistola (lo hizo como si la apartara, pero con su enorme fuerza la sacó de las manos del delincuente) y hacerle una llave para lanzarlo al suelo, siempre con cuidado de no excederse.

Desató al hombre de la silla y usó la misma cuerda para atar las manos del asaltante. El rescatado se deshizo en gratitud, antes y después de que la policía llegara y se llevara al maniatado. Le contó que acababa de comprar la casa y estaba haciendo la mudanza, cosa que se podía ver por la cantidad de cajas que había por las habitaciones. También le invitó a cenar en su casa para agradecerle que le salvara.

Era un hombre bastante alto, por lo menos medía 1,90. Además tenía una buena constitución y se mantenía en forma. Al principio se negó un tanto avergonzada, diciendo que tenía que madrugar mañana; pero cuando alzó la vista y clavó sus ojos en los verde esmeralda del hombre, de pronto le pareció una buena idea la cena.

Volvió a su casa y pasaron las horas. Cada vez le parecía peor idea el ir a cenar con su vecino. Pensó en hacerse la enferma o en marcharse dejándole una nota por debajo de la puerta, pero al final acabó cogiendo una botella de vino y timbrando en el piso de al lado. Le abrió la puerta y le hizo pasar al salón. Se había apañado muy bien para hacer una buena cena, a pesar de acabar de mudarse. Hablaron y rieron, y también bebieron la botella de vino que había llevado.

El vecino, que se llamaba Sergio, trabajaba como abogado para una importante firma, y la ampliación de la sucursal en Ciudad Victoria le había dado la oportunidad de ascender, pero teniendo que asumir la mudanza. Acababa de llegar y no conocía a nadie. A Alicia le cayó bien y resultaba bastante simpático. Además, no podía parar de mirar sus ojos verdes. Era como si siempre estuvieran clavados en los suyos.

Le enseñó el resto de la casa y acabaron en la habitación. Alicia estaba nerviosa, aunque no sabía bien el motivo. Sergio estaba muy cerca, y clavó sus ojos verdes en los suyos.

–Seguro que quieres probar la cama –le dijo. Y Alicia quiso probar la cama. Se acercó a ella y se sentó en el borde, haciendo fuerza repetidas veces para probar la consistencia del colchón. Fue entonces cuando se dio cuenta de que pasaba algo raro. ¿Qué diablos estaba haciendo? Aunque tuviera pensamientos eróticos ella jamás se comportaba así.

Se puso en pie y al alzar la vista de nuevo se encontró con los ojos y la cara de Sergio, y aunque lo intentó no pudo apartar la mirada. Sergio sonrió. Pero no una sonrisa de felicidad, sino la sonrisa del lobo que sabe que la oveja está perdida. Él acercó su cara hasta que apenas les separaron unos centímetros, y sólo dijo una palabra.

–Bésame.

Ella se lanzó a besarle apasionadamente sin poder pensar en lo que estaba haciendo. Sus bocas se unieron en una sola y sus lenguas jugaron salvajemente en ese juego de pasión y deseo. La separó y volvió a quedarse mirando sus ojos. De nuevo una única palabra resonó en su mente, mientras sólo podía pensar en sus ojos.

–Desnúdate.

Se sacó la camiseta y el pantalón. Llevaba un sujetador y unas braguitas rojas. Sergio sonrió ante la evidencia, y ella fue consciente de que ya iba conjuntada de casa porque de alguna forma su subconsciente sabía lo que iba a pasar. Se desabrochó el sujetador y se sacó la braguita, quedando desnuda frente a él. Y él sonrió.

–Espera aquí un momento.

Sergio salió de la habitación, y Alicia no pensó en hacer más que esperar tal y como le había dicho, mientras pensaba en sus ojos verdes. Pero algo estaba pasando, y a pesar de que él había tomado el control de la mente de Alicia, no contaba conque ella era también Súper Victoria. En el fondo era como dos personas diferentes, y sólo había hipnotizado a una. Una mancha de color carne salió disparada hacia su casa y volvió de color azul y rojo, por supuesto con el antifaz. Cuando Sergio entró en la habitación no se encontró con Alicia, sino con Súper Victoria.

Pero él también estaba distinto. Un traje negro le cubría, y el antifaz que le tapaba la cara permitía que se viesen sus ojos, grandes y verdes. Súper Victoria fue consciente del peligro y le lanzó un puñetazo para tratar de noquearlo cuanto antes, pero él lo esquivó por un pelo al agacharse, y corrió a placarla por la cintura. Aunque ella era dura como una roca perdió el equilibrio y dio un paso atrás, para encontrarse que cuando Sergio no pudo tirarla optó por levantarse. Y sus ojos quedaron separados por apenas un par de centímetros.

Los grandes ojos verdes le miraron fijamente, y ya no pudo apartar la mirada. Al igual que Alicia, Súper Victoria cayó en sus hipnótica trampa y perdió la capacidad de controlar su mente, puesto que sólo podía pensar en esos preciosos ojos verdes. Sergio respiró aliviado. Había valido la pena; la contratación de los atracadores, la compra del drone y la trampa del asaltante en su casa. Todo había valido la pena para tener a una de las defensoras de Ciudad Victoria a su merced.

Se le ocurrieron muchas cosas para hacer, pero le dio prioridad a su plan inicial. Le dijo que se desnudara y Súper Victoria se desnudó. Del armario sacó un traje oscuro y le ordenó que se lo pusiera, y Súper Victoria se lo puso.

–Ya no eres Súper Victoria, ahora eres Dama Oscura –le dijo él.

–Ya no soy Súper Victoria, ahora soy Dama Oscura –respondió ella totalmente supeditada a su voluntad.

Pero no todo iba a ser trabajo, así que decidió probar su lealtad. Se abrió la cremallera y se sacó la chorra, ordenándole que se la chupara, pero no se esperaba cómo lo iba a hacer. Alicia, ahora Dama Oscura, se arrodilló sin dejar de mirarle a los ojos. Suavemente le dio unos lametazos a la punta, que fueron suficiente para que se pusiera dura. Poco a poco y sin dejar de mirarle a los ojos se fue introduciendo la chorra en la boca, con pequeños y placenteros movimientos.

Sergio no daba crédito. ¿Pero quién le había enseñado eso? Sin poder aguantarlo por más tiempo se corrió, pero ella ni siquiera hizo el ademán de parar y siguió chupándola tragando el líquido sin en menor rubor. La excitación de la situación le hizo mantenerse bastante bien a pesar de haberse corrido, pero seguir le resultaba casi doloroso, así que le ordenó que parara y se levantara. Ella lo hizo y se quitó un poco de semen de la comisura de los labios, para después chuparse el dedo seductoramente.

–¿Cómo aprendiste todo eso? –Le preguntó él atónito.

–Te obedezco lo mejor que sé –respondió ella. –Nadie me enseñó, pero he visto cómo se hace y lo trato de repetir.

Sergio no salía de su asombro. ¿Súper Victoria viendo porno? ¿Súper Victoria viendo chupadas? Estaba claro que había encontrado mucho más de lo que esperaba. Pero su excitación volvía, así que probaría suerte de nuevo.

Quiero darte una follada que te deje seca –le ordenó sin pudor.

Súper Victoria, ahora Dama Oscura, puso la mano sobre su pecho y le hizo retroceder, hasta que llegó a su cama y Sergio se sentó. Ella le hizo reclinarse y se colocó sobre su polla. Se rozó con ella antes de excitar su clítoris con la mano, y la abocó poco a poco, tratando de que él mantuviera su erección por el máximo tiempo posible. La corrida de la chupada ayudó a que fuera más calmado, así que poco a poco aumentó la velocidad hasta que prácticamente cabalgó sobre él mientras ambos lanzaban gemidos de placer.

Se corrieron juntos en un fabuloso coito, y ella acabó tendiéndose sobre él, estando ambos totalmente exhaustos. Sergio sonrió, consciente de que se acababa de follar a Súper Victoria y que tenía sus tetas descansando sobre su pecho. Seguía excitado mentalmente, pero su cuerpo ya no podía seguir. Recordó entonces su plan para dominar Ciudad Victoria y volvió a sonreír. El plan seguiría su curso, sumándole el erotismo correspondiente. Pronto la ciudad estaría a sus pies, al igual que lo estaba ahora Súper Victoria.