La Corredora de Seguros
Después de un delicioso almuerzo con la Corredora de Seguros, se dirigen al apartamento de ella a tomar una erótica taza de café.
Soy ejecutivo de una importante empresa, y entre mis múltiples funciones estoy encargado de tratar con el Corredor de Seguros. Como estaba recién entrado a trabajar, solicité que me enviaran un funcionario de esa compañía, para tratar el tema del cubrimiento. Enviaron a la Subgerente, llamada Ágatha.
Cuando entró a mi oficina, casi me derrito: una belleza de piel blanca, ojos oscuros, pelo negro liso, tetas no muy grandes pero deliciosas, piernas torneadas y un culo de miedo. La conversación fue muy profesional, pero yo ocasionalmente me deleitaba lanzándole miradas de reojo.
Varias semanas después, y luego de varios almuerzos mitad trabajo y mitad de placer, en los que no ocurrió nada especial, sucedió lo que voy a contarles:
Llegamos como de costumbre al restaurante a almorzar. La conversación empezó en temas varios, pero pronto fue orientándose hacia ella. Me contó que tenía un novio, pero su mirada revelaba que le gustaría acostarse conmigo. Al salir del restaurante, y mientras nos dirigíamos al estacionamiento le pregunté:
¿Te gustaría que fuésemos a tomar un café, para pasar el almuerzo?
Me encantaría dijo ella - ¿a dónde vamos?
Yo que estaba ya muy caliente le respondí:
¿Qué te parece ir a tu apartamento?
Ella aceptó inmediatamente, en medio de mi sorpresa, pues esperaba que fuera más difícil convencerla.
Nos dirigimos a su apartamento; un lugar no muy grande, pero confortable, con una sala-comedor con chimenea, unos muebles cómodos, una cocina integrada al comedor, una habitación grande con una espaciosa cama y un cuarto de baño.
Mientras yo recorría el apartamento, ella entró a la cocina a servir el café. Yo me acerqué lentamente por detrás hasta casi rozarla. Le susurré al oído un "hola", y ella se sobresaltó, pues pensaba que aun estaba en otro lado. Se dio vuelta y quedamos frente a frente, muy cerca el uno del otro porque yo no me había movido. Nuestros ojos se cruzaron....
Yo me acerqué más y le di un beso.... sentí cómo se derrumbaba entre mis bazos, respondiendo al beso con su boca dispuesta a que yo la invadiera.
Nos besamos por un largo rato, muy apretados, en donde ella empezó a sentir mi bulto presionando sobre su cuerpo.
Sin soltarnos de la boca, nos dirigimos a la sala donde nos sentamos en el sofá..... mis manos la recorrían por sobre su ropa, mientras ella me empezaba a quitar la camisa. Rápidamente quedamos los dos desnudos, ella recostada boca arriba sobre el sofá y yo arrodillado a su lado besándole todo su cuerpo
Desde su boca, fui bajando por su cuello, mientras ella con los ojos cerrados me acariciaba la espalda y las nalgas.
Al llegar a sus pezones, los tenia erectos y redondos, de un color oscuro que hacía resaltar su aureola sobre la blanca piel. Los lamí y los mordí con delicadeza pero con firmeza. Su respiración entrecortada delataba que estaba muy excitada.
Seguí bajando por su vientre hasta encontrar su pubis, que estaba perfectamente depilado. Sintiendo que mi lengua estaba recorriendo todo su cuerpo, abrió lentamente las piernas para invitarme a lamer su sexo. Empecé por lamer sus labios, recorriendo su raja de arriba abajo. Ya el clítoris estaba erecto y colorado, como si fuera el borrador de un lápiz. Lo lamí rodeándolo con mi lengua y luego empecé a chuparlo.
Para entonces, ella había bajado su mano hasta tocar mi pene en erección y me estaba haciendo la paja, mientras todo su cuerpo vibraba con las sensaciones que emanaban de su clítoris. Mi lengua empezó a viajar de su vagina a su ano, mezclando los flujos de su sexo con mi saliva.
Como ella quería saborear mi falo, nos acostamos sobre la alfombra haciendo un 69. Mi pene erecto y rojo fue enseguida alojado en su boca, llegando su nariz hasta mis pelotas. Lamía el tronco de arriba abajo, como si de ello dependiera su vida. Mientras tanto, mi cabeza alojada entre sus piernas abiertas seguía concentrada en lamer su sexo.
Con sus manos empezó a acariciar mis pelotas y mi ano, produciéndome una excitación que nunca había sentido.
Mi lengua y labios invadían todo su sexo, entrando, escarbando, chupando, mordiendo y enviando toda clase de sensaciones que hicieron que su cuerpo empezara a arquearse. Empezó a gemir, primero calladamente porque mi pene en su boca no dejaba que el sonido saliera, y luego ardientemente a pesar del caramelo que lamía con deleite y aplicación. Cuando empezó a temblar, supe que estaba a punto de tener un profundo orgasmo, y le chupé con más fuerza el clítoris mientras con mis dedos exploraba dentro de su ano, tocando las paredes de su recto. En un momento dado, arqueó su cuerpo y se quedó completamente quieta, a excepción de un leve temblorcillo que, empezando en su cadera fue aumentado en potencia hasta cubrir todo su cuerpo. Para entonces empecé a sentir una gran cantidad de flujo sexual que salía de su cuerpo, llenando mi cara del producto de su excitación. Bebí con deleite los jugos de su cuerpo mientras percibía el afrodisíaco olor de su vagina.
Luego de varios minutos de caricias y lamidas, mi pene que ansiaba permanecer en su húmeda garganta lanzó dentro de su boca toda la leche que las pelotas tenían. Ella con delicadeza, pero con decisión, saboreó y limpió de semen todo mi pene, hasta dejarlo completamente limpio. Pero no tragó el sensual líquido, a pesar que el volumen que mi polla había disparado era enorme, sino que lo almacenó en sus inflados cachetes, y dándose vuelta me dio un beso en mi boca con el cual compartió conmigo el delicioso manjar. Tan pronto lo tragamos, yo me senté en el sofá, mientras ella tomaba mi flácido pene y a punta de lengüetazos y de comerse mis pelotas, hizo que de nuevo apuntara al cielo.
Montándome y poniendo sus piernas a lado y lado, se metió mi pene de un solo golpe, y empezó a galopar sobre mí. Sus tetas saltaban, dándome un deliciosos espectáculo que nunca olvidaré. Con el fin de ayudarla en el ejercicio, le agarré cada nalga con mis manos, empujando su cuerpo hacia arriba y abajo. Mis dedos empezaron a sentir su ano, y poco a poco, con cada salto se iban introduciendo más y más dentro de su cuerpo. Sus gritos de excitación eran tan fuertes, que llegue a pensar que los vecinos acudirían asustados. Cuando empezó a ver por la expresión de mi cara que muy pronto me derramaría, se recostó boca abajo en el suelo y levantó el maravilloso culo que tiene y me dijo:
Dame por el culo
Yo me acerqué y le hice lamer mi pene, para que dejara una gran cantidad de saliva en la colorada cabeza, y así lubricara la entrada a sus entrañas. Estaba tan excitada, que rápidamente mi pene taladró su culo hasta golpear con mis pelotas su afeitada chochita. Empezamos un baile de vaivén acompasado y rítmico, en el que cuando yo me echaba hacia atrás, ella movía su cadera hacia delante, para luego con una gran potencia arremeter cada uno en busca del otro, con lo que nuestros cuerpos chocaban violentamente. En el ambiente de su apartamento, solo se oían nuestras respiraciones entrecortadas y un fuerte clap, clap que se escuchaba cada vez que nuestros cuerpos se encontraban.
Mis dedos acariciaban su clítoris, mientras mis ojos se deleitaban con el maravilloso espectáculo de su gran culo taladrado por mi erecto miembro.
Aunque ya estábamos muy cansados y sudorosos, seguimos moviendo nuestros cuerpos al unísono hasta que llegamos al tiempo: yo disparé una mayor cantidad de semen que la vez anterior, haciendo brotar de su culo gotas de esperma que bajaban por sus piernas y que se mezclaban con la gran cantidad de fluidos que su orgasmo había lanzado por su vagina. Exhaustos, quedamos uno sobre el otro, sintiendo nuestras respiraciones entrecortadas, pero felices por haber dado por fin rienda suelta a nuestros deseos por el otro.
Luego de descansar un rato, fuimos a tomar una ducha juntos para limpiar nuestros cuerpos, pero fue imposible. De nuevo nuestra libido estaba en erupción, y allí en la ducha lo hicimos en todas las posiciones posibles, mientras el agua acariciaba nuestros cuerpos desnudos.
Finalmente, al terminar la tarde, cuando vestidos nos despedimos en la puerta de su apartamento, me dijo al oído.
¡Almorcemos de nuevo mañana!