La copa
Relato de D/s
Sentado al otro lado de la mesa miraba tu sonrisa y tus ojos brillantes, tu expresión siempre era algo que me decía que estabas más que dispuesta a sorprenderme, veía que te sentías cómoda a mi lado, que te sentías sensual, y por encima de todo sabía que te sentías tan traviesa como solo tu puedes ser.
De tus pequeños labios brotaba una voz suave y dulce que seguía la conversación con afán divertido, era perfecta para deleitar mis sentidos y una combinación devastadora para mi deseo. Junto con tus ojos y los movimientos de tu pequeña , suave y deliciosa lengua que rozaba aquellos labios solo deseaba besarte.
Eres la primera y única persona que conozco capaz de hacerme sentir como la potencia devastadora de una explosión nuclear hace arder mi cuerpo de deseo por poseerte con firmeza. Quizás por eso seas la única que siempre me interesó por encima del resto sumisas perfectas cuadradas con regla de calculo.
P
or si fuera poco coronabas aquella presencia dulce e inocente, traviesa y juguetona con esos vestiditos que tan loco sabes que me vuelven, dejándome ver todos tus encantos asomando por los pliegues de la fina barrera de tela que al final solo deseaba rasgar con mis zarpas de fiera, para llegar hasta aquellos perfectos pechos, al igual que hasta la piel sedosa de tus piernas para apretarla entre mis dedos reclamando el fruto prohibido para todos menos para mi.
Te fuiste al baño y me dejaste ensimismado en mi copa, el hielo del whisky se derretía probablemente al contacto de mi mano, la transmisión de calor haría de ella un caldo imbebible si seguías retándome a aquel ritmo. En el momento en que sonó el móvil supe que eras tu… y cuando mis ojos vieron aquel dichoso encaje… el reactor estuvo a punto de estallar en mil pedazos, mi sangre se agolpó en mi rostro y en otras parte de mi que deseaban independizarse de la superficie de mi cuerpo –Serás puta…-susurré con una sonrisa mordiéndome el labio como cada vez que me provocabas de aquella manera –Te vas a enterar...
Volviste feliz e inocente, delicada, como si nada de aquellos juegos fueran parte de ti, nadie podría decirlo al verte o al oir tu voz, tan solo yo veía lo que había debajo de aquello… y quería ver mucho más… Así que hice caso omiso de tus intentos por hacerme confesar lo intensamente excitado que me tenías y contesté somera y educadamente a tus preguntas.
En cuanto separaste tus piernas y me mostraste que no tendría nada que arrancar tomé tus bragas, y las acaricié, las intuí ligeramente húmedas debido al incesante juego que habíamos llevado aquella noche. La corrección propia de un superhéroe se fue al carajo, mi cara fue un poema. Podías estar satisfecha de haberme ganado… pero no soy hombre de buen perder.
Pagué la cuenta en un abrir y cerrar de ojos y te arrastré hasta un taxi sujetándote fuertemente, guiándote mientras sentías que en un momento podría saltar a tu boca para comerte en segundos. Una vez en el taxi di una dirección que no era la de nuestra casa como quizás esperabas ante mi urgencia, en aquel momento supiste que te la iba a devolver.
Por el camino te besaba, pero no uno de esos besos castos y tranquilos… Te besaba mientras metía mis dedos entre tus piernas acariciando tu sexo. Notaste como forcé contra la entrada algo frío, se deslizó con un leve esfuerzo ante la humedad provocada por el juego y las caricias. Volví a deslizar por tus piernas y tus muslos tus braguitas y me recoloqué de nuevo en mi asiento. Miré al espejo retrovisor delantero con dureza y orgullo viendo como un par de ojos volvían a la carretera algo alarmados por haber sido descubiertos. En cada frenazo que el taxi dio para evitar saltarse la luz roja sentiste como tu interior tintineaba provocando un gemido ahogado en tus labios y un apretón en mi mano. Yo miraba al frente y sonreía con la mayor de las vilezas y satisfacciones en mi rostro.
Al llegar a nuestro destino pagué al taxista y salimos, estábamos frente a un pub menos tranquilo, la música se oía amortiguada. Pese a que siempre me decías que no sabías bailar, entramos y te saque al centro de la pista, comencé a moverme apretándote contra mi, haciéndote girar divertido liándome a veces torpemente debido al alcohol, regalándote risas fáciles con mis movimientos más cómicos que otra cosa pero totalmente intencionados, porque no todo es seriedad y superioridad... Pero sobre todo el movimiento de las bolitas dentro de tu apretado sexo al bailar, mis manos recorriendo tus muslos, mis besos y mi forma de mordisquear tu cuello y tu oreja derritieron tu sexo en un deseo húmedo y creciente.
Cuando ya estuvimos cansados de fiesta llegó el momento de volver a casa… y allí si aun nos aguantaba el cuerpo llegaría el momento de tu respuesta a mi contrataque la cual esperaba con ansia. No me sorprendería cual podría ser para terminar de redondear la noche.