La conversión final

La historia de cómo la humanidad se convirtió enteramente a la homosexualidad

Lucas se sentó al borde de la cama, todavía jadeando por la agitada cogida que le había dado a Laura, su novia. Ella estaba recostada, fumando un cigarrillo mientras lo miraba. En ese momento, Laura le dijo: "ah! ¿Sabés lo que me contó Carla? ¡Que se acaba de separar del novio, porque lo encontraron a él chupándole la pija a otro tipo en el baño del colegio! ¿Lo podés creer? ¡Miguel se hizo puto! Lucas se rió, sabiendo que nadie "puede hacerse" algo que no era de antes. Le trató de explicar a Laura que seguramente Miguel era puto desde antes, y había estado llevando una doble vida hasta que lo sorprendieron. ¿Cómo podría ser posible, no? Hace un par de días había estado hablando con Miguel de cómo se garchaba a Carla y qué buenas tetas tenía y que a ella le encantaba darle el culo, y miles de cosas más. ¡Qué bien había fingido hasta ahora ese Miguel, entonces!, pensó Lucas. Comenzó a charlar con Laura, discutiendo justamente de cómo era posible que a un hombre le gustaran otros hombres, y de cómo ella podía estar tranquila con él porque sólo le gustaban las mujeres. Especialmente las muy tetonas, como ella. Laura se rió, y le resfregó las tetas por la cara, hasta que Lucas no pudo más y empezó a chupárselas con pasión. Terminaron en un polvo violento que Lucas cerró con un rugido casi gutural. Besó a Laura en la frente, y se quedaron abrazados en la cama por un largo rato, hasta que Laura le recordó que sus padres estaban por volver de la cena de gala, y él tenía que irse rápido. Lucas se vistió a regañadientes y se fue por los fondos cuando escucharon el auto de los padres, estacionando afuera.

Lucas pensó si sería mejor llamar un taxi, pero la noche estaba agradable y su casa no era lejos. Cruzando el parque, no eran más de 10 cuadras. Así que decidió hacer un poco de ejercicio, y aprovechar. Tal vez, si tenía suerte, alguna putita en el parque le hiciera el pete que su novia se había negado a hacerle, pensó.

Lucas cruzaba el parque, distraído por lo que su novia le había contado sobre Miguel, el ahora exnovio de Carla, y su recién revelada homosexualidad. No podía creerlo. Había estado hablando con Miguel hacía un par de días, y todo el tema de conversación había sido lo buena que Carla era en la cama. Ese tipo no podía ser gay. Pero Laura no le iba a mentir, obviamente. ¿Sería realmente cierto que lo encontraron a Miguel chupándole la pija a otro tipo en el baño del colegio? Le resultaba muy extraño. A su alrededor, protegidas en la oscuridad de una noche sin luna, varias parejas de hombres disfrutaban del cálido clima de Octubre. Lucas salió de su distracción y empezó a percibir lo que ocurría. ¿Desde cuándo había tantos gays y tan visibles en su ciudad? Su preocupación aumentó a medida que descubría que algunas parejas tenían sexo descaradamente a la vista de los demás. Se cruzó con una parejita de chicos muy amanerados, que lo miraron sugestivamente y le sonrieron. Él bajó la vista y siguió su camino. Estos putos están muy atrevidos, pensó.

En un lugar apartado del parque, donde no había nadie, escuchó ruidos entre los arbustos, y vio salir de entre ellos a un tipo, todas sus ropas deshechas, con la mirada perdida, y medio tambaleándose. Pensó si estaría borracho. Se acercó para ver si necesitaba ayuda, y le habló, pero el tipo seguía como ido. De pronto, pareció que finalmente se enfocaba, miró a Lucas, le sonrió y le preguntó si le gustaría que le chupara la pija. Lucas le dio un empujón violento, y se alejó a paso rápido. Después de unos metros, miró hacia atrás sobre su hombro pero ya no pudo ver a aquél puto que lo había ofendido. ¿Cómo se le habrá ocurrido ofrecerle semejante cosa a él? ¿No se daba cuenta que él era un macho con todas las letras? ¿Qué se pensaba? Su ira iba en aumento. Lucas detuvo su marcha y giró sobre sus talones. Decidió volver a buscarlo para enseñarle que él no era ningún puto. Caminó rápidamente hasta el lugar de donde ese tipo había salido de entre los arbustos, pero ya no había nadie ahí. Miró hacia todos lados, pero entre la oscuridad de la noche y lo apartado del lugar, no pudo percibir a nadie, ni siquiera un movimiento. Justo en ese momento, escuchó un ruido detrás de los arbustos. Inmediatamente, pensó que el putito habría encontrado alguna "víctima" y estaría chupando la pija de alguien detrás de los arbustos. Con mucho sigilo, apartó las ramas e intentó ver detrás. No vio a nadie, sólo una extraña planta solitaria. Fue en ese instante en que un olor punzante atacó su nariz.  Era muy ácido y fuerte. Le hizo arder las fosas nasales. Quiso retroceder, pero sintió que su cuerpo no le respondía. El olor era más intenso, pero ya no le molestaba. Es más, en el fondo, tenía algo agradable. Siguió respirando e inhalando cada vez más profundo. Su cuerpo se relajaba más y más. Casi sin darse cuenta, ya había traspuesto los arbustos y caminaba lentamente hacia la planta. El aroma era delicioso. Sabía que quería sentirlo más y más profundamente. Siguió caminando hasta que estuvo de pie al lado de la planta, inhalando con desesperación el perfume irresistible. De entre las ramas, unas lianas aparecieron, moviéndose rápidamente y atrapando las muñecas y tobillos de Lucas, que no se resistía, embriagado por el perfume. Las lianas jalaron a Lucas, forzándolo a caer en el piso, mientras nuevas e incontables lianas seguían apareciendo por entre las ramas, y envolvían su cuerpo, destrozando sus ropas. Lucas permanecía inmóvil y extasiado, hasta que una liana intentó entrar en su boca. Era una liana más gruesa, casi con forma de un enorme pene. Lucas pudo finalmente reaccionar y cerró su boca con fuerza, impidiendo que la liana entrase. Lo que Lucas no pudo prever ni evitar, fue que otra liana, tal vez más grande que la que seguía intentando entrar en su boca, se movía velozmente hacia su desprotegido ano. Cuando Lucas sintió el roce, trató de resistirse cerrando sus nalgas con la mayor fuerza posible. El perfume era ahora intoxicante. Parecía que el aire sólo contenía ese olor, y no había lugar para el oxígeno. Lucas seguía luchando, pero sus fuerzas ya no eran las mismas. En un momento de debilidad, Lucas se distrajo y la liana en su ano lo penetró con fiereza. El dolor lo hizo gritar, y la otra liana se apoderó de su boca. El intenso dolor fue extinguido casi instantáneamente. Lucas no podía entenderlo. Las lianas estaban violando su ano y su boca. Por unos segundos intentó expulsarlas de su cuerpo, hasta que percibió que la liana en su boca emanaba un viscoso líquido cuyo sabor era increíblemente más fuerte que el perfume que había olido antes. Fuerte y dulce. Sabroso, casi delicioso. Un enorme placer se apoderó de él, que comenzó a succionar el líquido de la liana, con temor y desconfianza primero, pero con avidez inmediatamente después. En ese preciso momento, las lianas en su cuerpo comenzaron un movimiento de vaivén, como si estuvieran cogiéndoselo por el ano y la boca. Lucas estaba relajado y sólo se concentraba en succionar ese elixir que lo maravillaba. Lentamente, su cuerpo fue adoptando el movimiento rítmico de las lianas, y en unos pocos segundos, Lucas era cogido placenteramente por dos lianas que parecían pijas. Su mente estaba en blanco, y su cuerpo estaba entregado al placer. A medida que pasaban los minutos, el cuerpo de Lucas se sentía más y más excitado, complacido, satisfecho… Su mente comenzaba a divagar, imaginaba penes… "no, penes no. Pijas", pensó para sí. Imaginaba pijas penetrándolo. Pijas entrando en su cola, cogiéndolo. Se veía arrodillado en baños de hombres, chupando pijas de desconocidos. Cada segundo que pasaba, la imagen de las pijas en su cabeza se consolidaba más y más. ¿Por qué nunca había probado esto? Es fascinante, pensó. Las lianas seguían bombeando ese extraño líquido dentro de su cuerpo. Lucas estaba entregado al placer. Sintió como la liana en su culo rozaba su próstata, y empezó a delirar y gemir intensamente. En pocos segundos, no pudo contenerse y un orgasmo increíble, el más intenso de su vida, se apoderó de su culo y su boca, mientras la planta bombeaba enormes cantidades de líquido dentro de él. Luego de unos segundos de gemir y retorcerse, Lucas se quedó quieto. Su cuerpo estaba híper-sensibilizado. Sus pezones ardían de placer. Su culo quería ser rellenado nuevamente y su boca ansiaba una pija y el sabor del semen de algún hombre que quisiera cogérselo. Como pudo se puso de pie, y caminó, tambaleándose, hacia el sendero por donde había venido.

Cuando pasó los arbustos, pensó que en éste momento estaría dando la misma imagen que le dio a él aquél tipo de hace un rato. ¿Dónde estaría aquél tipo? Capaz que podría convencerlo de hacer un 69 y chuparse las pijas mutuamente. O tal vez debería buscar aquella parejita que cruzó por el camino antes, y ofrecerles que lo cojan despiadadamente como hizo la planta. Fue deambulando por el camino, a medida que recuperaba los sentidos y la estabilidad. De pronto, se encontró con la parejita, que estaba cogiéndose al tipo de los arbustos. Sintió una envidia increíble, pero también una excitación incomparable. Se acercó a ellos, se acostó en el piso y comenzó a chuparle la pija al tipo. Así estuvieron por un rato, hasta que todos acabaron y luego cambiaron posiciones, siendo Lucas el que recibió dos pijas de hombres de verdad, por primera vez en su vida.

Un par de horas después, cuando todos habían experimentado tantos orgasmos que era imposible hacer una cuenta, se miraron y entendieron que debían irse a otro lado. Como los padres de Lucas no iban a estar en casa por un par de días, y él vivía realmente cerca de la plaza, los invitó a venir con él. Los otros aceptaron, y fueron todo el camino besándose y acariciándose entre los cuatro.

Al llegar a la casa de Lucas, siguieron con los juegos eróticos, que dieron paso a nuevas sesiones de penetraciones, fellatios y juegos de todo tipo. Para mejorar el clima, Lucas usó el navegador de su Playstation para conectarse a sitios de videos porno gay, que enmarcaron una noche de sexo desenfrenado, el más caliente que Lucas hubiera tenido en su vida.

Lucas despertó por el sol que golpeaba en su rostro. Su cuerpo estaba cubierto en semen y sudor secos, y la sábana de su cama estaba totalmente manchada por el semen de su propia pija y la de los otros chicos. Miró a su alrededor y vió a Martín, el chico de los arbustos, que dormía relajadamente con su cabeza en el pecho de Tiago, el más alto de los chicos de la pareja. Jorge, el otro chico de la pareja, dormía en la cama junto a Lucas. Una sonrisa invadió sus labios, besó suavemente a Jorge y se levantó. Fue hasta el baño y abrió la ducha, que dejó correr para que tomara temperatura mientras se cepillaba los dientes. Finalmente, se metió a la bañera y comenzó a enjabonarse. Cuando llegó a su culo, el deseo fue más fuerte que él y se introdujo un dedo. Luego otro, y otro más. En pocos segundos, estaba con la cabeza contra los azulejos, la cintura doblada, forzando su culo hacia atrás, mientras con una mano se separaba las nalgas y con la otra pajeaba incesantemente su culo. La puerta del baño se abrió, y Lucas vio a Martín mirándolo, con la pija dura y una expresión de deseo casi animal en el rostro. Lucas se entregó inmediatamente. Martín lo penetró y lo cogió con rudeza, pero sin violencia, hasta que ambos acabaron casi juntos. Luego se besaron por largos minutos, y terminaron de bañarse juntos.

Cuando entraron a la cocina, Jorge estaba penetrando a Tiago contra el mueble, mientras Tiago gemía con inmenso placer. Martín y Lucas los miraron mientras se abrazaban, se besaban y disfrutaban el momento. Finalmente, Jorge sacó su pija del culo de Tiago y le acabó en la espalda, mientras Tiago acababa en el piso de la cocina. Los cuatro se miraron y se rieron, y mientras Tiago y Jorge se iban a bañar, Martín y Lucas se dedicaron a ordenar la cocina y preparar el desayuno para los cuatro.

Mientras desayunaban comenzó la conversación. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Qué extraño efecto tenía esa planta sobre los hombres? ¿Siempre habían sido putos y la planta sólo hizo aflorar su homosexualidad? Lucas contó lo que su exnovia (cierto, tenía que llamarla para avisarle que era "ex") le había dicho sobre Miguel. ¿Habría tenido Miguel un encuentro con la planta, también? Sería raro, ya que Miguel no vivía muy cerca de la plaza. ¿Habría otras plantas en otras plazas, otros parques, otros lados? Debería llamar a Miguel para que venga, y nos cuente qué pasó con él, ¿no? De paso podrían coger un rato. Miguel estaba bastante bueno. Ese pensamiento le causó gracia. ¿Pensar que otro hombre puede estar "bueno"? Era gracioso. Hasta ayer, sólo podía pensar así de una mujer. Pero las mujeres no tienen pija, así que no tiene sentido pensar en ellas de esa forma, ahora. Y, para ser sinceros, si la pija está buena, no importa demasiado cómo esté el tipo, pensó. ¿Estos pensamientos lo hacían puto? Sin ninguna duda, se respondió a sí mismo. Miró a Tiago, a Jorge y a Martín, y se echó sobre la mesa, ofreciéndose para que los otros tres lo cogieran.

Después de un par de horas de otra sesión de sexo, Lucas llamó a Miguel. Le pidió si podía venir a su casa, ya que le habían comentado algo y quería charlarlo con él personalmente. Miguel accedió rápidamente, tal vez por la perspectiva de coger con un amigo, o tal vez porque el tono de voz de Lucas tenía cierto amaneramiento que le daba la certeza a Miguel que Lucas también había probado la pija, y quería más.

Mientras esperaban, Martín y Lucas se pusieron a charlar sobre la ropa que querían vestir, porque nada de lo que tenían les resultaba apropiado para insinuar el cuerpo ardiente y hambriento que los dos ahora tenían. Jorge y Tiago cogían desenfrenadamente en el dormitorio de Lucas, cuando el timbre de la puerta anunció la llegada de Miguel. Decidido a impresionarlo, Lucas fue a recibirlo sólo vestido con una tanga de encaje negro de su hermana. Cuando abrió la puerta, Miguel lo miró por unos segundos, y luego se abalanzó sobre él, besándolo furiosamente. En pocos segundos, los cinco chicos estaban enredados en una ardiente orgía sobre la cama de los padres de Lucas.

Después de varias horas, el agotamiento se había apoderado de los cinco. Decidieron reponer fuerzas comiendo algo, para lo que fueron a la cocina y prepararon un suculento almuerzo entre todos. Mientras comían, se suscitó la conversación.

Lucas: Miguel, hace 3 días lo único que te importaba era coger con la concha esa y ahora estás acá, putísimo como nosotros. ¿Qué pasó?

Miguel: Yo podría preguntarte lo mismo, ¿no?

Lucas: si te lo cuento, no me lo vas a creer. Es de ciencia ficción. Pero yo pregunté primero…

Miguel: está bien. Lo mío también es rarísimo, pero vale la pena que les cuente. Vos bien dijiste que hace 3 días… eso fue el Jueves a la mañana. El mismo Jueves, antes de irme del colegio, paso por el baño, porque me estaba meando. Entro, meo, y cuando me estaba lavando las manos, veo a alguien por el rabillo del ojo que me mira. Levanto la vista, y era Esteban, el chico sexy del otro 5to año, que me miraba como si yo fuese una presa de caza. Me molestó, y le dije que no me mirara. Dio dos pasos y quedó al lado mío. Así que giré y quedamos cara a cara, mirándonos. Yo pensaba en romperle la cabeza por atrevido, pero en ese momento me agarró la cara con las dos manos y me besó, metiéndome la lengua (y bastante saliva) en mi boca. Yo lo empujé, escupí como pude y lo insulté. Iba a pegarle, pero algo en mí pasó. De golpe me pareció que besarlo no era mala idea. Me había gustado su lengua. Quise sentirla más. Me acerqué a él, lo agarré y le comí la boca. La intensidad del beso iba subiendo, a medida que mi pija se me ponía cada vez más dura. Yo sentía la de él apretada contra mi pantalón, pero me daba impresión. Sólo quería que él sintiera la mía. En un momento, nos metimos en uno de los reservados, y él se arrodilló y sacó mi pija por la bragueta. Empezó a chupármela como nunca ninguna concha me la había chupado. La sensación era única. No pude contenerme mucho, y le acabé en la boca. Él se la trago toda. No soltó una gota. Se paró y sin decirme nada, empezó a besarme de nuevo. Yo podía sentir el sabor de mi propia leche en su boca, y eso me excitaba muchísimo. Casi sin darme cuenta, él se dio vuelta, se bajó el pantalón y me apoyó el culo contra mi pija, que estaba durísima y un fuego otra vez. Obviamente, no tuvo que decirme qué quería. Con un poco de saliva, lubriqué su culo, que estaba dilatadísimo, y lo penetré. Lo cogí como una perra en celo. Él gemía como una loca y yo bombeaba como nunca en mi vida. En poco tiempo, acabé dentro de él. Pero lo más loco, es que mientras lo cogía no podía pensar en otra cosa que no fuera qué sabor tendría la leche, y cómo se sentiría una pija bien dura dentro de mi boca. Así que después que acabé, lo abracé, lo besé, y me arrodillé yo. Se la chupé como él me lo había hecho a mí y en segundos lo hice acabarme en la boca. Sentir la leche bajando por mi garganta fue una de las sensaciones más maravillosas que había experimentado. Cuando me puse de pie, sabía que quería tener esa pija adentro de mi culo, inmediatamente. Me di vuelta, y me ofrecí a él, como él había hecho conmigo. Enseguida, tenía su pija serruchándome el culo como si fuese el día del juicio final. El placer que yo sentía era inigualable. Cada empujón me hacía soltar un chorro de leche por mi pija, que estaba tiesa otra vez. Cuando Esteban acabó, no pude evitar soltar un gemido altísimo, y acabar como una perra. Nos quedamos quietos y callados, abrazados, dándonos piquitos y acariciándonos. En un momento lo miré a los ojos y le pregunté qué había pasado. Él me sonrió y me dijo: hace 4 horas, a mí me pasó exactamente lo mismo con otro chico. Y cuando le pregunté lo mismo, ese chico me contó que la noche anterior había estado en una plaza y una planta lo violó, y desde entonces, estaba putísimo y que a cada hombre que besaba, lo "contagiaba" con su putez. Me reí porque me pareció increíble, pero ahora lo creo. Vos sos el tercer "hétero" que se hace puto después que lo beso. Cómo te sentís, me preguntó. Le respondí que nunca me había sentido tan bien en mi vida, y que lo único que quería ahora era seguir cogiendo con hombres. Me besó muy tiernamente, se acomodó la ropa y salió del baño. Yo me quedé sentado ahí, sin entender bien qué pasaba, hasta que entró Carlos, el del equipo de básquet, que salía con la rubia tetona de 4to año. Me acomodé la ropa, y en un momento que se distrajo, pude besarlo como me había besado Esteban. No hace falta que les cuente que Carlos está ahora tan putito como nosotros, ¿no? Después de Carlos, fueron muchos, ya ni me acuerdo. Sólo recuerdo que en un momento alguien me vio chupando una pija, y fue corriendo a contarle a Carla.

Así debe haber sido como se enteró tu novia, le dijo a Lucas. "Exnovia", corrigió Lucas. Y a todos les causó mucha gracia.

¿Entonces la planta te da la habilidad de "convertir" héteros en putitos?, fue la pregunta general. Miguel preguntó: ¿qué planta?, y Lucas le contó con lujo de detalles, cómo había sido cogido soberbiamente por la planta la noche anterior. Siguieron charlando animadamente, conjeturando que el día siguiente era Lunes, y el colegio sería un lugar ideal para seguir probando la teoría de su habilidad para "aputasar" héteros. Tiago dijo que podría probar la teoría en su trabajo y Jorge se relamió pensando en la cantidad de compañeros super-lindos que tenía en la facultad. Y la curiosidad científica de Lucas le hizo pergeñar una idea delirante.

Lucas golpeó la puerta del departamento de biología, y esperó la respuesta. El profesor Gómez lo invitó a entrar. Gómez, de unos 35 años, pelo castaño y contextura normal, miró detenidamente a Lucas. Conocía a este chico, pero no sabía que fuera gay. Hasta ahora lo había mantenido en secreto, pensó, al evaluar que el chico no podía usar ropa más demostrativa de su sexualidad que la que se había puesto. Una ajustada remera rosa, shorts blancos ajustados y zapatillas de "Hello, Kitty" no podían significar otra cosa.

Lucas se había tomado el trabajo de traer una rama con hojas de la planta misteriosa, y le dijo al profesor que tenía problemas para identificar de qué planta se trataba. El profesor observó la planta y le dijo al chico que la dejara para estudiarla. No quiso hacer demostración de su excitación por el posible descubrimiento de una nueva especie vegetal, hasta no estar seguro, porque si no era nueva, iba a quedar como un idiota. Lucas se retiró con una sonrisa, sabiendo que el profesor había caído en su trampa.

Los pasillos del colegio ahora estaban repartidos entre las parejas hétero y las parejas de chicos, que se besaban sin complejos frente a todos. Los que antes se burlaban y hacían comentarios homofóbicos se veían superados por la situación, y con temor de decir algo por la cantidad de gays que ahora circulaban por el colegio. Lo más llamativo, había sido ver a quien en el pasado fue el más recalcitrante homofóbico del colegio, que hasta había golpeado y lastimado a varios chicos por su orientación sexual, que hoy estaba vestido con una minifalda tableada, una blusa atada y totalmente maquillado. Aunque debería decirse maquillada, ya que dijo que no lo llamaran más Lisandro, como era su nombre, sino Lía. ¿Habría alguna relación entre el nivel de homofobia y la virulencia de la transformación? Otro punto interesante para analizar, pensó Lucas, mientras Lía se iba por el pasillo caminando felinamente y arrojando besitos sugestivos.

Lucas entró al baño, y comenzó a reír por el panorama que vio. Miguel y Carlos, el de básquet, cogían vehementemente a José, que a su vez masturbaba con ambas manos a Martín y Esteban. Los ojos de José mostraban su placer y satisfacción mientras los rostros de los demás sólo reflejaban las ansias de acabar y darle a José todo su semen. Finalmente, los cuatro acabaron casi al unísono, y José dio gemidos de placer y también acabó en el piso. Entre los cuatro lo ayudaron a incorporarse, y Miguel le dijo: "¿así que vos no eras puto y no querías que te tocáramos? Me parece que no estabas muy convencido, ¿no?" Todos soltaron una carcajada, especialmente José, que se arrojó a los brazos de Miguel y lo besó durante largos minutos. Cuando notaron mi presencia, me saludaron con un pico, como hacemos ahora todos los chicos que somos "del palo", en el colegio. Les conté que había visto a Lía, y Carlos me contó que había sido su primera "víctima", poco rato después de su propia conversión con Miguel, en el vestuario de básquet, ya que Lisandro, "perdón, Lía", se corrigió, jugaba antes en el equipo. Evidentemente, existía alguna relación entre la homofobia de un individuo y la profundidad de su conversión. O tal vez, Lisandro siempre quiso ser Lía, y lo ocultaba con su extrema homofobia. La realidad es que Lía ya le había contado a Carlos que iba a hacerse un tratamiento hormonal y posteriormente cirugías, para tener el cuerpo que deseaba. Mientras tanto, iba a cogerse cuanto tipo se le pusiera a mano. Ese último comentario despertó la risa de todos y el comentario general de: "bien por ella".

Ya habían pasado tres días desde su visita al laboratorio de biología, y Lucas decidió que era hora de visitar nuevamente al profesor Gómez. Los pasillos del colegio eran ahora lo más parecido a un boliche gay que podía encontrarse. A propósito, anoche Lucas había estado en el boliche que solía frecuentar antes, y que desde anteanoche se había convertido en el lugar de encuentro gay por excelencia. Chicos, daddies y toda clase de putos se juntaban y terminaban en maratónicas orgías en los reservados del boliche. Y los pasillos del colegio sólo mostraban parejas de chicos paseándose de la mano, algunas chicas trans que iniciaban su camino de transición, y muchísimas mujeres biológicas desconcertadas ante la pérdida de sus novios para algún otro hombre. Lo que era innegable, era que el gusto de los chicos en ropa había mejorado notablemente, pensó Lucas. ¿Ese es un pensamiento de puto?, se cuestionó, e inmediatamente se respondió: "sin dudas". Sonriendo, siguió por el pasillo hacia el laboratorio de biología.

Al entrar, encontró a Gómez en el microscopio, estudiando algo detenidamente. Se acercó hasta donde estaba el profesor, y lo llamó con un toque en el hombro. Gómez levantó la vista, y vio a Lucas parado a su lado. Saludó al chico con un piquito, en señal clara de que ahora él también pertenecía a su mismo círculo. Lucas se sobresaltó, pero inmediatamente se sonrió, sintiéndose satisfecho. Gómez le contó que la ramita que le había dejado, creció en una noche hasta convertirse en una planta de más de un metro de alto, y cuando volvió al otro día al laboratorio, la planta lo hizo suyo. Después de eso, Gómez llamó a sus alumnos dilectos, de los años superiores, y uno a uno, los fue "convirtiendo". Le dijo a Lucas que si quería, podía pasar a su oficina, detrás del laboratorio, donde los chicos estaban en una orgía iniciando a uno de los últimos alumnos hétero de 5to año. Lucas estaba más interesado en los descubrimientos de Gómez con la planta, así que decidió quedarse a escuchar lo que el profesor tenía para decir.

Gómez había descubierto que la planta no era un espécimen conocido para la biología. Tenía características muy especiales, ya que era capaz de percibir la presencia de un hombre en sus cercanías y emitir un fuerte olor que atraía al hombre, poniéndolo al alcance de sus tentáculos. No los llamaba lianas porque dijo que se parecían, anatómicamente hablando, a los tentáculos de un pulpo, con estructura muscular y movimientos voluntarios. La planta luego usaba dos tentáculos especiales, con formato de pene en sus extremos para poseer sexualmente a su víctima, a la que llenaban con un fluido viscoso cargado con algo similar a un virus, entre otras sustancias. Una de las sustancias modificaba el comportamiento y la preferencia sexual de la víctima, hasta hacerlo sentir atracción sólo por otros hombres. La parte del fluido que parecía un virus, hacía que la víctima tuviese la capacidad de transmitir el mismo conjunto de sustancias a otros hombres, ya sea a través de la saliva como del semen. A Gómez le resultaba curioso que no funcionara con las mujeres, y hasta había experimentado hacerle ingerir el fluido a varias alumnas, que no mostraron ningún cambio de comportamiento. Lucas le preguntó si estaba intentando iniciar una "epidemia de lesbianismo", a lo que Gómez se rio a carcajadas, pero terminó asintiendo, argumentando que era la mejor forma de evitar que las mujeres eventualmente intentaran alguna forma de defensa contra la epidemia de putez. Le indicó a Lucas que se fijase bien que los hombres del colegio ya eran prácticamente todos gays, y eso estaba sucediendo en muchísimos lugares e iba a terminar por llamar la atención en cualquier momento. Lucas ya no pudo mantener la concentración, y se arrodilló a chuparle la pija a Gomez, que fue más que complaciente con su alumno.

Mientras Lucas se entretenía con la pija de Gómez, éste le contó que había contactado a un amigo suyo docente de la facultad, y que luego de iniciarlo, le había pasado sus investigaciones para que el otro las continuara con los recursos de la universidad, que eran mucho más amplios que los de su modesto laboratorio escolar. Obviamente, Lucas no prestó atención a nada de esto, obsesionado como estaba en ese momento de engullir el abundante semen de tan hermoso hombre.

Después de una placentera sesión de sexo con su profesor de biología, Lucas se encerró en la oficina con el resto de los chicos, mientras Gómez se encaminó al gimnasio para demostrarle al entrenador de fútbol su descubrimiento. Era uno de los pocos hombres del plantel docente que le faltaba "convertir", y quería llegar antes que alguno de sus putísimos colegas.

El Dr. Rolando Menghini, titular de cátedra de biología avanzada de la Universidad, y flamante homosexual asumido, acomodaba en su laboratorio las hileras de Gomesus homosexualensis , bautizada así en honor al descubridor y a los efectos, imaginando el espacio necesario para que las plantas pudiesen cumplir con comodidad el cometido de transformación de los especímenes que él mismo iba a ir eligiendo, con el fin de iniciar dentro de la facultad la misma epidemia que su colega e iniciador Gómez le había comentado que sucedió en el colegio donde daba clases.

Ya sus dos ayudantes, sus primeras víctimas, estaban encerradas en las oficinas de la cátedra, iniciando a otros colegas de otras cátedras. Menghini había descubierto que, con mínima manipulación de los genes, el componente modificador del comportamiento podía tener efecto en las mujeres, aunque los resultados de las tres pruebas realizadas no eran alentadores. Las mujeres perdían absolutamente su capacidad de razonamiento, y quedaban reducidas a poco más que animales en permanente estado de excitación, sin posibilidad de planificar adecuadamente la propagación del lesbianismo, como Gómez y él habían discutido. De hecho, las tres mujeres estaban ahora encerradas en un aula abandonada de la facultad, entregadas a una orgía permanente entre ellas. Debería seguir analizando los resultados, para conseguir que el contagio no las anulase de tal forma, y que dejaran a los hombres entregarse al placer del sexo entre ellos, dedicándose a diseminar la voluntad de satisfacerse sexualmente entre ellas, sin necesitar de un pene masculino para tal fin. Lamentablemente, no pudo terminar de pensar su idea, ya que la excitación que le provocaron las frases "sexo entre ellos" y "pene masculino", lo hicieron correr a la oficina donde sus ayudantes se encontraban en plena orgía con los otros dos docentes ya convertidos.

Dos horas después, Menghini salió de su oficina, y se dirigió al aula donde debía dar su clase, de donde sacaría sus primeros cinco alumnos para entregarles a las plantas del laboratorio.

En el pasillo, se cruzó con Jorge, a quién no conocía, que iba de la mano de Matías, su más reciente conversión. "Qué bueno que no vamos a tener problemas con mostrarnos, ya que se ha vuelto algo bastante común", pensó Menghini. Al llegar al aula, saludó a sus alumnos, que miraron extrañados el ajustadísimo pantalón blanco de tiro bajo que dejaba asomar el elástico de un suspensor negro, que el profesor lucía orgullosamente. Poco antes de finalizar la clase, el profesor nombró a sus cinco mejores estudiantes, y les indicó que tenía para ellos un trabajo especial en su laboratorio, así que los esperaba treinta minutos después del fin de la cursada del día para darles las explicaciones. Después, se retiró a revisar cómo seguían sus experimentos femeninos, ya que no podía abandonarlas sin más.

Un par de cervezas después del fin del día, los cinco jóvenes fueron al laboratorio, como Menghini les había solicitado. Al entrar, descubrieron a Menghini besándose ardorosamente con uno de sus ayudantes, y alguno de los alumnos dejó escapar una mueca de desaprobación. Menghini se recompuso inmediatamente, y mirando fríamente al homofóbico, les indicó que cada uno tomara ubicación en una de las cabinas donde las Gomesus esperaban a sus desprevenidas víctimas. Una hora después, los cinco chicos se habían sumado a la orgía en la oficina, con el homofóbico implorando desesperadamente que lo penetraran en todas las formas posibles.

Un par de días después, Judith, el anteriormente homofóbico alumno de Menghini, se pasaba el día encerrada en el baño de hombres, atendiendo sexualmente a cualquier desprevenido que quisiera poseerla, acelerando la diseminación de la putez que ya se encontraba ampliamente extendida entre alumnos y docentes de la facultad.

Con la ayuda de otros dos profesores, uno de ellos especializado en genética, Menghini había podido aislar ciertos componentes del modificador de comportamiento y estaban a un paso de alterarlo para evitar el daño que les había producido a sus tres especímenes mujeres. Realmente avanzarían muchísimo más rápido con la investigación si no se detuviesen con tanta frecuencia a calmar sus incontrolables apetitos sexuales, organizando enormes orgías con otros docentes y alumnos, hasta quedar exhaustos y poder derivar la atención a los estudios y ensayos más enfocadamente. Lamentablemente, aquellas tres mujeres debieron ser internadas en una sala aislada de un sanatorio privado muy reservado, asegurándose que no tuvieran contacto jamás con otro ser humano, a fin de evitar que se propagase esa cepa que destruiría la capacidad de razonamiento del género femenino en su totalidad.

Varios meses habían pasado desde los primeros casos detectados, y ya la población femenina mundial se había restringido a no salir de sus casas, ya que los hombres que circulaban libremente no tenían el menor prurito en embarcarse en relaciones sexuales ocasionales a la vista de todo el mundo, cuando encontraban alguien que les resultaba atractivo. El 100% de la población masculina mundial era abiertamente homosexual, y las mujeres languidecían y evitaban salir, por sentirse intimidadas por el panorama que se observaba por las calles. Sólo las mujeres lesbianas se sentían liberadas y se permitían disfrutar de una libertad que nunca habían sentido antes, siempre habiéndose sentido víctimas de una sociedad machista opresora, que ahora las reconocía como pares, sin ningún tipo de objeción.

Menghini estaba en su laboratorio, trabajando con Adolfo Raineri, su colega genetista, cuando no pudo resistir más la tentación y, sin más, lo tomó por detrás y lo penetró con fuerza. Raineri se inclinó sobre la mesada, para permitirle a Menghini un mejor acceso a su culo, y descuidadamente permitió que un compuesto químico se derramara sobre una de las muestras del modificador de comportamiento, que reaccionó, y generó una nube de gas. Menghini y Raineri no fueron afectados, pero la Dra. Liliana Fernández, presente en el laboratorio, lesbiana declarada y ardiente defensora de los derechos de las mujeres, decidida a colaborar con Menghini para liberar al colectivo de mujeres de la auto-reclusión, aspiró el gas, y no pudo evitar la reacción que sobrevino. Arrojada de espaldas sobre una de las mesas, se masturbó violentamente, hasta alcanzar una sucesión de orgasmos que la dejó exhausta. Cuando eso sucedió, les explicó a Menghini y Raineri que lo único que pasaba por su cabeza en ese momento era tener sexo con otra mujer, cualquier mujer. Lo que no quedaba claro, era si el deseo era debido a su orientación sexual, o si se trataba del accionar del modificador. Lo que sí estaba claro, es que no había afectado en nada su capacidad intelectual, y que significaba que posiblemente habían encontrado, por accidente, una fórmula que sí funcionaba. Sólo les restaba probar en algunos especímenes de mujeres heterosexuales, con el compuesto completo, y ver si adquiría las mismas capacidades de homosexualización y transmisibilidad del compuesto original. Menghini mencionó a su exesposa, que permanecía encerrada en su casa, mientras que Raineri traería a su hermana y Fernández a una vecina a la que, según confesó, le tenía ganas hace mucho, pero siempre la había rechazado por ser totalmente heterosexual.

Unas horas después, las tres mujeres que oficiarían de conejito de indias, estaban en el laboratorio, engañadas con el cuento de que iban a experimentar en ellas un virus que curaría la homosexualidad de los hombres, pero que debía ser propagado a través de mujeres sanas heterosexuales. Las tres fueron expuestas simultáneamente por intermedio de un vaso de agua mezclado con el compuesto. La respuesta fue casi instantánea. Fernández y su vecina se trenzaron en un furioso 69, mientras las exesposas de los profesores se dedicaron al clásico tijereteo lésbico, y las cuatro terminaron en una ardiente orgía que duró largas horas, mientras los profesores se dedicaron a darse placer entre ellos, festejando ardorosamente el logro conseguido. Cuando las mujeres saciaron sus apetitos, las tres nuevas lesbianas fueron llevadas a sus casas, donde fueron a visitar a otras mujeres vecinas, comenzando la dispersión del lesbianismo creado genéticamente en el laboratorio. La Dra. Fernández volvió a su casa, donde junto a su pareja se prepararon para el inicio de una nueva vida donde la totalidad de la población femenina mundial sería tan lesbiana cuanto ellas.

FIN