La conversación telefónica (1)
Esther secuestra a su amante y le usa para su satisfacción mientras habla con una amiga.
La conversación telefónica
Poco a poco recupero el conocimiento. Estoy tumbado, en una cama... en "su" cama. Lo último que recuerdo es estar en el sofá, tomando una coca-cola. Me duele la cabeza y estoy mareado. Veo el techo ligeramente iluminado... la luz proviene del pasillo, quizá del comedor.
Levanto un poco la vista y veo que estoy desnudo. Mis tobillos atados con pañuelos a los extremos de la cama. Las piernas bien separadas. Intento mover los brazos pero los tengo inmovilizados igualmente atados a los barrotes de la cama, por encima de mi cabeza, también bien separados. Imposible soltarse.
Grito... pero un solo obtengo un ruido sordo que sale de mi garganta. Noto un gusto salado... no se lo que tengo metido en mi boca pero no puedo cerrarla. Lo que parece un pañuelo me amordaza e impide que pueda escupirlo.
Después de varios intentos desesperados me rindo, no puedo pedir auxilio ni escaparme. Me han atado a consciencia. La situación me molesta pero al mismo tiempo me excita. Mi miembro se endurece por momentos. Casi empieza a doler.
De pronto, se enciende la luz del pasillo, la habitación pasa de la penumbra a estar a media luz. Oigo unos pasos que se aproximan lentamente; son zapatos con tacón de aguja. Ajusto la mirada a la claridad y miro hacia la puerta. Allí está ella, espléndida. Se apoya en el marco de la puerta, cruzando su pie derecho por detrás del izquierdo y apoyándolo con la punta en el suelo. Sus braguitas negras contrastan con su piel morena. El sujetador, a juego, queda oculto por su brazos que tiene cruzados sobre sus pechos. Lleva una bata semitransparente, de manera que puedo ver la silueta de todo su cuerpo a trasluz. Su media melena negra brilla con la luz, sus pómulos pronunciados me dicen que está sonriendo. Parece que disfruta con lo que está viendo.
Después de unos segundos que me parecen horas decide acercarse. Lentamente camina hacia a mi haciendo que sus zapatos suenen secos y duros al impactar con el suelo. Separa sus brazos y con el dedo extendido recuerde todo mi costado derecho, desde la punta del pie hasta la mano, pasando por mis pierna, rodilla, muslo, cadera... aquí dibuja un círculo alrededor de mi polla totalmente dura pero sin tocarla. Continua por mi cintura, mis axilas y sube por todo el brazo en tensión.
Te dije que no te seria fácil tenerme de nuevo. Pensabas que lo tenías hecho pero... he sido más lista que tu. Ahora te tengo donde quiero y como quiero, listo para que me sirvas, listo para usarte para mi placer hasta que me canse. ¿Tienes alguna objeción?
Justo en ese instante sube su pierna derecha sobre mi pecho, quedando su zapato de tacón justo delante de mi. Lentamente lo va acercando a mi cara y lo apoya en el cuello, haciendo una ligera presión. Sabe que me tiene en sus manos. No puedo defenderme.
¿Sabes quien manda ahora, no? Le digo que si, con la cabeza, intentando respirar.
¿Sabes quien va a disfrutar ahora, no? Le digo que si justo en el momento que levanta su zapato y lo apoya sobre mi miembro. Ahora aprieta más... No me atrevo a moverme.
Bien... por cierto, ¿Te gusta el sabor de mis braguitas? La última vez que viniste a cenar me pareció que no te gustaba mucho mi ensalada... ¿Cómo lo dijiste? Ah si... Las plantas son para que se las coman los conejos, pero bueno... me comeré la "ensaladita" . Por eso pensé que te gustaría probar algo más suculento... ahora tienes mucho más presente el sabor de mi intimidad.
Ahora entendí el sabor salado de la tela de mi boca. Ya no era tanto por el sabor, que casi se había perdido, si no la humillación de tener las braguitas de esa psicópata en mi boca, amordazándome y evitando que pudiera replicar a sus palabras.
De repente, suena el teléfono. Levanta su pie de encima mío. Tranquilamente se descalza y deja sus zapatos sobre mi pecho, con las puntas de cara a mi.
No los tires, monada. Te juegas mucho con eso.
Contoneando todo su cuerpo se va de la habitación no sin mirarme de nuevo por encima del hombro. Noto como corre por el pasillo y contesta al teléfono.
¿Si? ¡Hola cariño! ¿Cómo estás? No, no... tranquila, estaba por aquí haciendo cosillas de casa, ya sabes.
Calculo que está como 10 minutos hablando des del comedor. Mi respiración agitada por culpa de la mordaza y de la excitación hace que los zapatos se tambaleen constantemente. Tenerlos ahí delante me pone enfermo, pero si se me caen será mucho peor.
Noto como se acerca a la habitación. Sigue hablando con una amiga suya, una tal Chesca, creo. De repente, una carcajada justo en el momento que cruza el umbral de la puerta de la habitación me sobresalta y... ¡No! Uno de los zapatos cae al costado, sobre la cama.
Ya... claro... pues si, tienes toda la razón. Yo le hubiera dicho que no... ah, bueno, luego te pidió perdón. ¿Ah si? ¿Te lo llevaste a tu casa? Uf, cuenta, cuenta, dime con todo detalle todo lo que te hizo... o le hiciste tu, claro.
Mientras habla con ella me mira con cara de maestra que va a reñir a su alumno. Dice que no con la cabeza y se coloca de nuevo los zapatos. Se apoya en la cabecera de la cama y se pone de pie sobre el colchón. Lentamente coloca sus pies a ambos lados de mi pecho, justo a la altura de las axilas y me mira atentamente. Su pelo cae sobre su cara. Apenas puedo verle los ojos, sólo su sonrisa mientras habla con su amiga.
Bien, así que te lo follaste en el sofá de casa, vamos... pues quiero que me cuentes los detalles de todo. Mientras, yo me siento en mi sofá y te escucho atentamente.
Diciendo esto baja lentamente si se sienta sobre mi pecho. Su coñito oculto tras sus braguitas está a escasos cm de mi cara. Apoyándose el teléfono con el hombro coge uno de los cojines de la cama y lo coloca bajo mi cabeza, de manera que aun tengo más cerca su monte de Venus. Está caliente, muy caliente. Lo noto por las manchas de las braguitas y por el olor que desprende. Está mojada, excitada. Reposa todo su peso sobre mi mientras escucha como su amiga le cuenta de qué manera se folló a un tío que había conocido en una noche loca.
Es humillante, me usa como asiento. No puedo apartar la mirada de su entrepierna ya que, cuando lo intento, ella me coge de la barbilla y me la vuelve a poner de frente. Me observa mientras va asintiendo con la cabeza y diciendo que si a todo lo que su amiga le cuenta. Entonces me coge la polla, bien dura, y empieza a tocármela suavemente. Sabe que si me masturba llegaré al orgasmo y por eso lo hace muy superficialmente, lentamente. Sufro mucho; se que no llegaré a ninguna parte y eso a ella la hace disfrutar aún más.
Vaya con mi amiga... si señor. Ahora quiero que me cuentes al detalle cómo llegaste a ese orgasmo, revívelo de nuevo. Venga, ¡¡¡Porfa!!! Vale, te debo una copa... cuenta, cuenta.
Diciendo esto se deja caer hacia delante, apoyando sus rodillas sobre mis brazos. Se sienta literalmente en mi cara. Tengo su coñito incrustado en la nariz. Mientras su amiga le cuenta los detalles más íntimos de su cita, Esther se mueve lentamente restregándose sobre mi cara. Despacio, sin prisa, se masturba conmigo. Sigue acariciándome lentamente.
Noto como aumenta el ritmo... sigue masturbándome. Es como una carrera entre ella y yo. Deja de masturbarme y tapa el auricular del teléfono, respira profundamente, cierra los ojos y gime... cada vez más fuerte. Me ha sacado de la carrera; no tengo ninguna posibilidad. Hace una pequeña pausa para soltar un "SI" casi imperceptible a su amiga. Está a las puertas del orgasmo. Lo noto porque cada vez aprieta más su pubis contra mi rostro. Tapa de nuevo el auricular, se muerde los labios, aprieta los ojos y.... como siempre, de forma discreta pero evidente, llega a su esperado orgasmo. Destapa el auricular y me coge del pelo, con fuerza, mientras me restriega su coñito satisfecho un par o tres de veces más para terminar lentamente con el movimiento.
Alucinante..., Chesca..., me has dejado totalmente.... parada. No se si yo hubiera... tenido tanto descaro para hacer eso...., ya sabes que soy muy vergonzosa Dice a su amiga recuperando el aliento y disimulando la respiración acelerada al mismo tiempo que me hace la señal de silencio poniéndose el dedo en los labios y me guiña un ojo... joder, evidentemente no voy a decir nada, ¡No puedo hablar!
Se levanta de la cama, vuelve a sacarse los zapatos y los deja sobre mi pecho de nuevo. Con la mirada entiendo qué debo hacer. Quizás si no hubiera dejado caer uno de ellos también podría haber disfrutando de un intenso orgasmo. Me ha castigado por eso. No se si podré soportar otro castigo igual. Tengo mi polla a reventar, me palpita al ritmo de mi corazón.
De nuevo se dirige a la puerta, me lanza un beso desde allí y desaparece por el pasillo, cerrando de nuevo la luz. En ese momento entiendo que estoy en sus manos y que hará conmigo lo que le plazca sin ningún tipo de piedad. Aprendí la lección: Nunca critiques a una cocinera uno de sus platos porque puede ser una psicópata sexual y vengarse de ti en cuanto menos te los esperes.
Tan solo pensar en lo que vendrá ahora me pone muy nervioso. Tengo que mantener el equilibrio de los zapatos... tengo que... a la mierda! Con un movimiento seco consigo que los dos caigan a ambos lados de la cama. Veremos quien puede más.