La contadora Gabriela Diaz

Una historia de mujeres.

LA CONTADORA GABRIELA DIAZ

Esa era el último día de trabajo con la contadora Gabriela Díaz, en su estudio. El jefe de la sucursal donde yo trabajaba había fallecido un mes atrás, y de la empresa me enviaron a mí con la contadora para poder cerrar el balance de sucursal, ya que después de él era yo quién mejor conocía el movimiento financiero. A pesar de ser sólo una sucursal de pueblo, éramos una importante fuente de ingresos para la compañía, por eso querían las cuentas claras. Y como la estadía en la capital corría por cuenta de la empresa...pues acepté gustosa....la estadía de una semana se había alargado a tres, porque una vez terminado el balance de mi sucursal la compañía había decidido que siguiera colaborando con la contadora para terminar el resto de los movimientos financieros.

La Cra. Díaz era alta, con cuerpo esbelto, rondando los 40 y pico, cabello largo rubio, ojos negros y una piel increíblemente blanca. Manejaba la contabilidad de tres empresas, entre ellas esa en la que yo trabajaba, desde su estudio en la Ciudad Vieja de la capital. En esas tres semanas trabajando juntas habíamos logrado una relación amigable, ella era siempre muy reservada, casi rayando en la sequedad en su trato y yo...me limitaba a cumplir mi tarea a pesar de que me atraía la mujer, despertaba mi curiosidad...porque detrás de sus vestimentas severas podía intuir a una mujer fogosa. Pero no quería dejarlo en evidencia, ya que nadie en la empresa donde trabajo sospecha que soy les. Discretamente había logrado averiguar que era soltera y vivía sola.

Terminamos muy tarde esa noche...un balance impecable. Gabriela se tiró hacia atrás en su sillón, se quitó los lentes, mi miró y sonrió ampliamente. La vi radiante, era la primera vez en esas semanas juntas que la veía sonriendo.

  • Esto esta excelente...creo que no pueden quejarse de nosotras. Tenemos que festejarlo...te invito a cenar en mi casa....digo, si no tienes otros planes.

  • No, claro que no - dije, sorprendida de que me invitara, pero fascinada al mismo tiempo.

  • Compraremos algo de camino a mi apartamento...mis dotes para la cocina son nulas.

  • Bien.

Pasamos por una rotisería donde ella compró spaghetti, vino tinto y mousse de chocolate. Manejaba un pequeño utilitario blanco impecablemente encerado, y dentro del coche había un perfume indefinido a pino o algo así.

El apartamento de la Cra. Díaz era diferente a lo esperado...muy cálido, con muchas pinturas en las paredes, moquete, un lugar donde daban ganas de quedarse. Me senté en un sillón mientras ella fue a la cocina, puso a calentar el spaghetti y paso hacia el dormitorio diciéndome:

  • Voy a cambiarme...espérame un minuto.

Regreso poco después con una remera blanca muy ceñida...tanto que se notaban sus pezones desafiantes por debajo...tan escotada que podía perder mi mirada entre la curva de sus senos sin hacer mayores esfuerzos y un short también ajustado. Contuve un suspiró...se veía fabulosa...tenía ganas de acercarme y tocarla, pero me contuve.

Minutos después ella tenía ya la mesa dispuesta hasta con velas...me sirvió una copa de vino y comenzamos a comer. De pronto se le cayó encima de la ropa la salsa de los espaguetis:

-¿Puedes limpiarme?- me dijo, mirándome directo a los ojos. A mí me daba vergüenza porque se había manchado justo por el escote y parte de la salsa se había escurrido dentro, pero cogí una servilleta y empecé a limpiarle las tetas, pasando descaradamente mis dedos por sus pezones para ver que ocurría.

Los ojos de ella parecían oscurecerse aún más mientras yo sobaba sus pezones, de pronto me dijo:

  • Mejor me voy a quitar la camiseta para no mancharla más y continuamos comiendo - y así lo hizo, se la quitó y dejó al aire sus tetas. Seguimos comiendo, yo sin poder apartar mi mirada de ella, cuando alargó el brazo para coger la sal y «sin querer» volvió a meter una de sus tetas de lleno en el plato. Meneando la cabeza fingiendo estar apesadumbrada comentó.

  • Soy un desastre a ver si puedes quitármelo- yo empecé de nuevo pero era aceitoso y no se iba del todo.

  • Quizás con la boca lo puedas limpiar mejor querida - susurró ella cerca de mi cara. Yo empecé a lamerle la teta primero sin tocarle el pezón pero luego ella me lo metió en la boca y me dijo que lo chupara que aún estaba sucio, así que empecé a mamar como una niña pequeña mientras ella gemía. Luego me apartó, me desabotonó la camisa y me empezó a chupar mis tetas, metía la cara entre ellas y sonreía, me las juntó y se metió los dos pezones a la vez en la boca. Saboreaba mis pezones lentamente, como si fueran un delicioso caramelo. A estas alturas ya no me quedaban dudas que no terminaríamos con esa cena...sino que pasaríamos directo al plato fuerte. Metí la mano en el plato de salsa y lo pasé por su vientre....y luego fingiendo una gran sorpresa dije.

  • Ups...creo que ahora te he manchado yo...tendré que seguir limpiándote.

Lentamente empecé a lamer su vientre y ella me decía - Más abajo- bajé al ombligo y me decía que más abajo yo sabía que lo que ella quería era que llegara a su vagina, pero como seguía haciéndome la tonta, ella se bajó los shorts y debajo no llevaba bragas, levantó las piernas en el aire y las abrió, invitadora. Le empecé a tocar con los dedos y como ya estaba empapada, acerqué mi boca y le chupé el clítoris, metiendo mi lengua dentro de su vagina, penetrándola...luego sacándola y volviendo a prestar atención al clítoris...cuando note que se tensaba atrape al pequeño con mi boca y lo succioné fuertemente, logrando que se corriera totalmente....no conté el número de contracciones de su vagina, pero fueron unas cuantas.

Yo estaba super excitada, pero para mi sorpresa Gabriela solo me besó en los labios super suave y me dijo que iba por el postre....no podía creer que fuera capaz de dejaré así como estaba....desde la cocina ella me contaba que el mousse de chocolate era su preferido, que tenía una especie de adicción con ese postre....y mientras la oía mi enfado desapareció para dar paso a una gran idea. Me quité la falda, las bragas y tiré la camisa..y totalmente desnuda me senté sugerentemente en el sofá.

Gabriela se detuvo un minuto al verme así...luego sonrió picaramente y me dio el bol con el mouse...la miré, metí la mano en el mouse y luego me unte desde los senos hasta la vagina...como si fuera una cobertura. Gabriela dejó su bol en el piso y se lanzó sobre mí para lamerme....deliberadamente lento la muy guacha me fue quitando el mousse de mi piel, centímetro a centímetro, chupando mis pezones y dando pequeños mordisquitos que me pusieron súper excitada, bajó por mi vientre, luego se detuvo en mi vagina, me devoraba con desesperación metiendo su lengua en mi vagina....sorbía, lamía con fruición, hurgando dentro de mí...me corrí varias veces, pero ella no se detenía, aunque bien sabía yo que ya no había ni un mínimo resto de chocolate...subió de nuevo por mi vientre hasta mi boca, donde me besó con una profundidad que no había experimentado antes....que bien besaba...volví a sentirme caliente a pesar de todos los orgasmos que había tenido...ella siguió besándome en el cuello, mordisqueando mis orejas e involuntariamente me moví para apretar mi cuerpo al suyo....de pronto volvió a atrapar mis labios y me penetró con sus dedos...entraron fácilmente debido a la lubricación que tenía mi vagina...comenzó a penetrarme rápida y firmemente, mis caderas se movían contra su mano para aumentar la presión, ella me penetraba con los dedos y masajeaba mi clítoris con la palma de la mano...me vino otro orgasmo y esta vez sí que mi cuerpo ya no quería mas batalla. Suspirando me quedé acurrucada en sus brazos mientras ella besaba mis cabellos suavemente, con una ternura inesperada en la profesional y austera Cra. Díaz.

Han pasado tres meses desde esa primera vez. Mi solicitud de traslado a la capital fue aprobada hace una semana y ahora estoy instalando mis cosas en el departamento de Gabriela. Para el mundo esto es solo algo temporal mientras consigo apartamento propio....pero me temo que esta situación se alargara indefinidamente, pues desde que entramos al departamento la Cra. Díaz no ha podido dejar de tocarme o besarme, así que aún no he podido sacar ni una prenda de ropa de la maleta...

Este relato lo encontré en la red y me pareció que vale la pena compartirlo con ustedes y si la autora lo lee por favor que no piense en un plagio sino en un reconocimiento a ella.