La consulta del Dr. Love

La tensión sexual entre el Dr. y yo era enorme. Ese morbo de jugar a los médicos podia conmigo...

Llevábamos varias semanas trabajando juntos y la tensión sexual que había entre nosotros se podía notar de una forma más que evidente.

El Dr. Love hacia todo lo posible para acercarse a mí e insinuarse descaradamente. Sabía que lograba excitarme tanto con su juego

Ningún compañero se había percatado de lo que entre nosotros ocurría y eso hacia que yo me pusiera mas cachonda todavía.

Nunca habíamos hablado de lo que sentíamos, pero tampoco era necesario. Solo con mirarnos nos hacíamos entender el uno al otro cuanto deseábamos nuestros cuerpos.

Se acercaba mi ultimo día de trabajo y yo me arrepentía por no haber sabido como jugar mis cartas con el.

¿Como era posible que en todo ese tiempo solo me hubiera resignado a jugar con miraditas como si fuera una adolescente y no una mujer como dios manda?

Ese último día, comenzó a dolerme mucho la cabeza y le pedí a mi Dr. si me podía atender.

En ese momento no me paré a pensar en nada más que en mi salud, ese terrible dolor me estaba matando.

Cuando pasé a su consulta, me olvidé del dolor. Era tan atractivo

Su piel dorada, su pelo castaño, esos ojos negros que me miraban fijamente lograban que enmudeciera y que las palabras se atravesaran en mi boca haciéndome tartamudear.

Ven a la camilla – me dijo.

¿Me tumbo? - Le pregunté

No, siéntate. Solo te voy a examinar – me contestó, mientras me retiraba las

gafas de mi rostro muy delicadamente.

Dime si te duele cuando te toco aquí – extendió sus robustos brazos y me agarró

la cabeza por detrás.

Por un instante nos quedamos mirando intensamente. Yo estaba comenzando a sentir como mis braguitas se humedecían. El silencio se corto cuando le conteste que si.

Pensé que iba a besarme pero no lo hizo. ¡No lo hizo!

Me mandó hacia la enfermería para que me inyectaran un calmante y nada mas.

Me sentí tan frustrada

Yo seguía sentada en mi puesto pensando en que quizás, ese juego, esa atracción, sólo existía en mi cabeza. El había tenido la oportunidad y no había hecho nada.

De pronto sonó el teléfono. Lo agarré enseguida, ¡seguro que era él! No podía ser que no deseara tenerme en sus brazos. Pero no… no era él.

A los pocos minutos, sentí que alguien me agarraba por la cintura y me estrechaba contra su cuerpo. Noté un aliento calido sobre mi nuca que me susurró:

  • Sube a mi consulta.

Me estremecí con esa petición y sin dudas, me dirigí hacia su consulta.

Tenía varios pacientes esperando pero vi que la puerta se abría y que uno de ellos se marchaba. Esta era mi oportunidad.

Con decisión, entre hacia adentro con sonrisa picarona. El me estaba esperando.

Sacó unas llaves y cerró la puerta mientras me agarraba por la cintura. Yo me deshice de nuevo de mis gafas y comenzamos a besarnos salvajemente contra esa puerta que nos separaba de tanta gente.

Mi respiración se aceleraba cada vez más y podía notar sobre mi cuerpo los latidos de su agitado corazón.

Me apretaba fuertemente contra él y podía notar fácilmente cuan excitado estaba.

Sus manos se perdían por mi vestido agarrando con fuerza mis muslos mientras yo enredaba mis piernas sobre sus caderas.

Su boca se deshacía regalando caricias a mis pechos haciéndome enloquecer de placer. Jugaba con mis pezones endurecidos en su boca mientras rozaba mi sexo con su cuerpo.

Yo no podía aguantar más.

Él deslizó mis braguitas por mis piernas para descubrir mi sexo desnudo y saborear mi excitación mientras yo intentaba ahogar mis gemidos mordiéndome los labios.

Su cálida lengua era suave. Notaba ese hormigueo que recorría mi entrepierna y subía por mi espalda. Cada vez aumentaba más y más.

Sus dedos se perdían por mi cuerpo de un modo tan sabio que en pocos minutos me hicieron alcanzar un clímax tan intenso que no pude silenciar.

aaooh

ssschh!! Jaja, nos van a escuchar – me dijo

mmperdona, no… podía aguantar mas

Seguimos besándonos mientras nos dirigíamos hacia su mesa. Allí le deshice de sus pantalones y su pene erecto, excitado, me esperaba ansioso de caricias.

Mis manos y mi boca le regalaron todo tipo de placeres. Mientras mis manos jugaban suavemente con sus delicados testículos, mi boca no dejaba de atender a su pene. Podía notar como un poco de su semen comenzaba a entrar en contacto con mi boca. Era dulce y me encantaba.

El me hizo levantar y me pidió que me sentara sobre la mesa. Separó mis piernas y comenzó a metérmela.

Yo apretaba los labios para no gritar al sentir como entraba su pene tan firme y duro. Primero despacio, podía sentirlo tan bien… Luego el ritmo iba aumentando. Él me miraba fijamente. Su cara de placer me ponía muy cachonda.

Yo acariciaba mis pechos mientras el seguía con sus embestidas.

En la consulta solo se podía escuchar como sus caderas chocaban con mi cuerpo en cada golpe de placer, el sonido de su pene entrando y saliendo de mi vagina y algún ligero gemido que se escapaba de nuestros sonrosados labios.

Humedeció su mano con un poco de saliva y la acercó a mi clítoris endurecido por la excitación para acariciarlo de nuevo. Yo le miraba intensamente para volver a estallar de placer en un nuevo orgasmo. Podía sentir como mi clítoris se contraía de una forma muy intensa.

El se retiró y me hizo apoyar las manos sobre la mesa para penetrarme desde atrás.

Esta vez no fue tan delicado, lo hizo más bruscamente. Su orgasmo estaba cerca.

Sentí como sus manos robustas apretaban mis pechos mientras sus embestidas se aceleraban. Yo acariciaba sus testículos y su mano volvía a perderse en mi vagina.

De repente puede percibir el sonido de un ligero gemido:

Mmmaaaah

Me encantaba sentir los espasmos de su pene dentro de mi vagina mientras se corría.

Él seguía embistiéndome, aunque cada vez más y más despacio, hasta que la última fue acompañada de un:

Ooohh

Nuestras bocas volvieron a fundirse en calidos besos pero no podíamos seguir.

Nos colocamos nuestra ropa y salí rápidamente de su consulta.

Al abrir la puerta, todos los allí presentes me miraban con muy mala cara mientras él hacia pasar a un paciente.

Yo bajaba las escaleras con una gran sonrisa dibujada en mí cara, recordando todo lo que acababa de suceder en la consulta del Dr. Love cuando, de repente, recordé que ¡me había dejado olvidadas las gafas en su consulta!

Decidí subir a cogerlas. Toqué a su puerta.

Adelante – dijo

Disculpe, Dr. me olvidaba de algo – dije guiñándole un ojo y recuperando mis

gafas.

El sonrió devolviéndome el guiño. Yo cerré la puerta y me fui

Aunque, eso si, ¡la paciente no puso muy buena cara ante semejante situación!