La conquista del angel
Un profesor de Derecho, maduro y casado y su pasión por su estudiante de 20 años. Una historia calentísima.
LA CONQUISTA DEL ANGEL
Verte pasar con tus amigos, desplazándote con esa tu forma tan masculina y sensual de caminar, con esos dos redondos melones jugosos y dulces de tus nalgas elevándose rítmica y alternadamente con cada paso. Culo de mis sueños mas impúdicos, de mis orgasmos mas rabiosos, de mi leche derramada en sueños. Encontrarte en el patio de comidas del shopping center vestido con ese short verde que te marca obscenamente el pito y hasta los huevos. Y querer manosearte, y apretarte ese bulto impertinente. Verte en el cine con tu amigo, el rapado, apoyando desafiante tus pies desnudos sobre el respaldo del asiento de adelante. Esos pies flacos y elegantes, de bellos dedos parejos, tus blancos pies mas grandes de lo que parecían dentro de las ojotas japonesas que calzabas.
Adivinar tus pezones bajo la remera blanca que los acaricia impunemente. Acariciar mentalmente los pelitos rizados que cubren levemente tus piernas largas y elegantes, las axilas de tus brazos . Tu nuca. Todo eso me excita, acelerando el pulso de mi sangre, aumentando los latidos cardíacos, elevando el ritmo de mis hormonas, estimulando mi funcionamiento glandular o sea , calentándome a mas no poder., poniéndome al palo, a mil, cachondo,, lleno de una necesidad demasiado fuerte para ser real, demasiado intensa para ser posible.
Verte y mirarte Hernán, y tener ganas de gritar de deseo, ganas de correr por esas calles desnudas y frías, ganas de ir contra la moral y la buenas costumbres, y derribar las reglas que me atan a una clase social, a una posición, a un estado civil, a una educación y forma de ver la vida.
Y en mis fantasías o pesadillas ahí estabas, con una mirada que me decía tantas cosas que yo no sabía descifrar, y al despertar sobresaltado sentir esa urgencia de besar tu boca, de darte mi vida, de enseñarte todo...
Quién diría, no, un hombre grande como yo, profesor universitario, casado, padre de familia, valuarte de la sociedad en la que vivo, un hombre de los llamados intachables, perdidamente loco por el amor de un chico de 20 años, de uno de sus estudiantes de derecho, de un post-adolescente que apenas amanece a la vida.. Pero quién podría entender el calor de mi pecho cuando te miro, el rápido palpitar de mi sangre, la dureza de mi pija, esta calentura atroz que pone mi piel de gallina. cuando te veo. Quién podría comprender este escalofrío, este dolor cuando no te tengo, cuando tu piel suave y fragante esta lejos de mi piel, de mis manos , de mis brazos y de mi boca.
Te quiero Hernán, y este amor parece una maldición, un hechizo, una brujería inesperada y cruel que me hace enfrentar mis principios, que relaja mis convicciones y que hasta me expone al ridículo. Porque este amor me invita al abismo.
Me esperabas al final de cada clase para consultarme Y al principio no reparé en vos, eras uno mas de los tantos que se me acercan para hacerse ver, para que yo los recuerde en el momento del exámen final oral.
Pero al fin me dí cuenta que tus preguntas no tenían lugares comunes, que eran inteligentes, producto del razonamiento lógico tras haber estudiado el tema. Ay Hernán de los ojos profundos, de los dientes tan blancos, del mechón sobre la frente, de la voz de barítono y la barba oscura, la barba sombra, pugnando por salir.
No hablaré de lo académico Hernán, del diez sobresaliente que obtuviste, ni de la tristeza del fin de curso, uno de los tantos en mi larga carrera, ni del terror a perderte. La vida sigue y mañana ya ni te acordarias de mi.
En aquella noche de celebración del fin de curso, por una razón u otra te despediste de mi tres veces, con esa hermosa costumbre argentina , desconocida en otras partes, de darse un beso en la mejilla entre hombres, y vos mi angel besándome tres veces como quien no quiere la cosa , y yo sintiendo la caricia de tus labios suaves por primera vez en mi piel
Pero yo no podía aceptar esas demostraciones de cariño tan sinceras sin exponer mi reputación.. Como no acepté tus llamados a mi oficina, ni te recibí cuando pasabas a saludarme en persona. Una tarde superaste el control de la secretaria y me sorprendiste cuando leía algo que había escrito y me miraste ofendido y vi tu bronca y supe que a vos también te pasaba algo conmigo pero no sabía exactamente si era lo mismo.
Afirmé estar muy ocupado, pedí disculpas, pero no te conformó. Te fuiste con un libro que te regalé bajo el brazo y me dejaste tu perfume a lavanda, tu aliento a chicle , la fragancia de tu desodorante, la marca en el parquet de tus zapatos con suela de goma y ese cosquilleo que se hizo picazón y desconsuelo que me quedó en la mano que me estrechaste.
Esa noche como muchas otras no volví a mi casa, y pretextando un recurso extraordinario a presentar ante la Corte, me fui al estudio para aclarar mis ideas, para pensar en vos, para extrañarte y para pajearme tristemente pensando en los besos que no nos dimos, en las caricias que no intercambiamos, en los fluidos que no se mezclaron, en el deseo enorme e insatisfecho que corrompía mi salud y mis principios.
Ay Hernán de los labios dulces, de la lengua caliente y fresca a la vez., de la boca de infierno y ambrosía , ay amor de la piel mas suave que un bebé, de la carne mórbida y fuerte, amor mío imposible de los huesos grandes y los hombros anchos y el pecho rebosante, y las manos grandes , Hernán de mis pajas impensadas, responsable de mis derrames, de mis desagotes, de mis lluvias, de las lavas de mi volcán, de mis lágrimas por no poderte tener y amarte como te amaba.
El paso del tiempo, fue útil en el empeño de no perder familia, posición social, principios.
Pero también me ayudó a ser el hombre desdichado para el que había sido instruído.
De mi casa al trabajo, de mi trabajo a mi casa o a la iglesia o al cementerio.. Los fines de semana, vida de country club con familia y amigos y con las mismas conversaciones aburridas y los mismos aburridos conversadores.
De vez en cuando , y en las sombras, algún encuentro clandestino con un José o Luis o Carlos o Mario pero que nunca decían sus nombres, y cuyos rostros olvidaba al dia siguiente o antes cuando bajo la ducha. trataba de despegar de mi memoria el olor de esos cuerpos , la urgencia de esos besos, la humedad de esas salivas, el espesor de ese semen, el calor de esas manos, los gemidos, las voces de deseo salvaje y animal
Aquel domingo lluvioso, me fui al estudio, para trabajar o para dormir en esas oficinas vacías del segundo cuerpo de un edificio de aquellos de la buena época, y el silencio me estaba volviendo loco. Por la ventana veía los techos de los edificios de Buenos Aires, las cúpulas, los campanarios, los pararrayos, los frentes con estatuas incorporadas y la lluvia que caía incesantemente.
Tenía frío y puse a calentar agua para el café cuando sonó el timbre de la puerta de calle. Me asustó y me sorprendió porque no esperaba visitas, y porque nadie va a un edificio de oficinas de abogados en un domingo y a esa hora. Pensé en un error y no contesté al llamado y el timbre de la calle dejó de sonar pero unos minutos después sonó el de la puerta del estudio.
Encendí las luces del hall y fue entonces que observando por la mirilla te ví Hernán , empapado por la lluvia, con el pelo chorreando, temblando de frío. Abrí la puerta y asi como la abrí me empujaste y pasaste como un loco diciendo, hoy te voy a tutear, hoy te voy a tutear.
Tuteame te dije, si para vos es tan importante, pero antes, te pedí que te sacaras esa ropa mojada y te acerqué un toallon blanco para que te envolvieras y secaras. Lo hiciste bruscamente y te miré a los ojos y estabas llorando bajo tus anteojos redondos. Nadie ha llorado nunca por mi. No me dio placer sino una extraña sensación de culpa. Fui a abrazarte pero te corriste y mis brazos quedaron vacíos. Pero no en vano soy mas viejo y fuerte que vos, por fin de abracé y los dos temblábamos. Mi angel tan joven y tan vulnerable, mi angel enamorado.
Nos acostamos en la cama, vos casi desnudo envuelto en una toalla y yo en mi pijama antiguo y se apagó la luz, se fue el día, el viejo profesor y su discípulo nos quedamos dormidos.
Cuando despertamos, recién amanecía, y busqué tu cuerpo y tu boca, y tus manos acariciaron mi cabeza casi inconcientemente y me desnudé como pude y te lami de a poco como a un caramelo largamente deseado, y besé tus ojos y tus orejas y tu pelo y mi lengua se introdujo en tu boca. Tu boca húmeda y dulce, tu boca de adolescente enloquecido tu boca de lengua carnosa y esgrimista que entabló una lucha cuerpo a cuerpo con la mía y metí mi lengua entre tus labios y te besé como nunca lo hice , y te dije que te amaba. Y tus hermosas piernas fuertes y musculosas rodearon mi cuerpo, y tu calor tan fuerte y tan joven, repasó la piel de mi espalda de mi culo , de mis pies de mis propias piernas. Besé por fin tus pezones, lamiendo tus tetas frescas, tu vulnerable par de tetitas lindas y blancas, lamí tu ombligo de caracol y tus bolas grandes llenas de leche y por fin me puse tu pija en la boca y lamí tu espada esponjosa y tibia, y tu glande recorrío mi paladar, y gocé de tu sexo solamente con enjuagarlo con la pasión de mi saliva con el deseo de mi alma.
Vos buscabas mientras tanto mi pija, mi pobre poronga abandonada, mi desplazada verga triste, que se enamoró de tu mano, que jugó a las pulseadas con tus dedos y de tan gruesa los hizo abrir con el debido respeto y la necesaria veneración,. Tu mano grande y suave que comenzó a masturbarme , a recorrer mi piel que deseaba la tuya, ay amor de mi mida, besaría una a una tus uñas , chuparía uno a uno tus dedos de manos y pies. Y lamí tus nalgas redondas y hermosas , y me comí tu culor edondo, sembrando poco a poco, escalofrío y deseo en tu hoyo inexplorado y virgen. Y cuanto te penetré y gritaste despacito, sentí que mi pasado moría como una flor que se marchita, y que en tu cuerpo, en tu piel desfallecida de deseo, encontraba el salvavidas, la visa , el salvoconducto hacia una especie de felicidad.
galansoy
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