La confusión
Una joven triste y sola encuentra bienestar en una confusión.
Julia volvia de su colegio, ella era una recatada jovencita de diecisiete años que portaba una larga cabellera rubia unida en una trenza, tenia pecas y unos intensos ojos azules.
Su padre, un empresario de éxito y su madre, una aristócrata firme defensora de la moralidad, eran lo que se decía, unos estirados.
Como siempre, Julia traia las notas, todo sobresalientes, pero su padre estaba ocupado por los negocios y su madre promoviendo la decencia en la ciudad y hoy estaban especialmente alterados.
En su barrio se habia levantado una casa de citas de lujo, alterando especialmente a su madre, que no paraba de llamar a toda la población para hacer una concentración ante esa casa de citas para cerrarla, ni siquiera se dio cuenta de que su hija estaba delante de ella.
En cuanto a su padre, sus negocios lo absorbían.
Julia se fue triste hacia su habitación, los peluches, los vestidos que sus padres le compraban, no le quitaban la horrible sensación de soledad.
No la felicitaban.
No la regañaban.
No la aconsejaban.
-ni siquiera saben que existo decía Julia con tristeza.
Durante la comida, el momento que más disfrutaba Julia, no por la comida, sino por la conversación, pero todo el tiempo su madre monopolizó la conversación.
-¡si! ¡tu iras conmigo cariño! ¡no solo esa madame degenerada se ha atrevido a poner su denigrante negocio en nuestro barrio, sino que su pérfida mansión es idéntica a la nuestra ¡se burlan de nosotros, estaremos toda la noche delante de esa mansión citando versos de la biblia.
Julia, tiró una carísima copa de cristal al suelo a propósito, solo para que le prestaran atención, pero sus padres estaban demasiado concentrados en la conversación para darse cuenta.
Las únicas que reaccionaron eran las sirvientas, que limpiaron la alfombra y retiraron los cristales.
Julia se levantó de la mesa y se fue a su habitación con un solo pensamiento.
Ella no existía.
Hizo los deberes, cuando llegó la noche bajó a despedirse de sus padres, pero ellos se fueron a la casa de citas.
Ella regresó a su habitación y lloró hasta dormir.
A las dos de la madrugada, sonaba el timbre.
Julia se levantó, hoy el servicio tenia el día libre.
Al ver la cámara del portero automático, vio un hombre canoso de unos cincuenta años, con gafas y barriga cervecera.
-¿madame Rosa?
Julia sabia quien era, la madame del prostíbulo, lo sabia porque su madre no paraba de pronunciar su nombre, iba a decir que se había equivocado.
Pero, algo la hizo abrir, que ese extraño accediera a su casa.
Fue a recibirlo en el recibidor, temblaba como una hoja y no era capaz de mirarle a los ojos.
-¿solo estas tu? preguntó el desconocido.
Julia asintió con la cabeza y reuniendo valor dijo.
-¿desea algo?
-me gustan los disfraces, pero, ¿no tienes otro? Con esta ropa me recuerdas a mi hija pequeña.
-si me puede esperar dijo Julia mientras se retiraba.
Aun no se explicaba como fue capaz, parecía que ella haría cualquier cosa con tal de que alguien la mire y sepa que existe, fue a la habitación del servicio y cogió uno de los vestidos de sirvienta.
Se quitó su uniforme escolar mostrando un cuerpo joven y esbelto con unos senos pequeños y marcadas caderas, ella le pusieron como asignatura optativa ballet y se notaba en la ligereza y flexibilidad de su cuerpo.
Tras vestirse de sirvienta, fue a por una botella de brandy y una copa, volvió hacia el desconocido y le dijo mientras le entregaba la copa.
-¿el señor desea brandy? preguntó imitando el comportamiento de las sirvientas.
El hombre no articulo palabra, se habia quedado prendado de la belleza de Julia, pero le dijo.
-si, por favor.
Julia llenó con delicadeza la copa, el hombre la bebió en pequeños sorbos, cuando terminó Julia dijo.
-¿desea más mi señor?.
Un pensamiento impuro pasó en la mente del hombre al ver los finos labios de Julia.
-si, pero, me gustaría que usases tus labios para darme de beber.
Julia se sonrojó, pero se sobrepuso, sus labios envolvieron el cuello de botella de la botella de brandy y depositó su liquido en la boca.
El sabor era fuerte para ella, pero se acercó a los labios del desconocido y lo besó, introduciendo el brandy de su boca en la de el.
A medida que bebía, sus manos acariciaban la espalda de Julia, unas manos que lentamente bajaban a su trasero respingón.
Eso alteró a Julia que se separó bruscamente de el, derramando el brandy en el paquete del hombre.
-¡oh! ¡lo siento! ¡déjeme limpiarle!.
Cogió un pañuelo y lo limpió como pudo, pero notaba que algo crecía, algo caliente y vivo se movía por los pantalones.
La mente de Julia se debatía, por un lado sentía que era malo lo que hacia.
Pero por otro, tenia curiosidad.
Lentamente bajó la cremallera del pantalón y sus manos sacaron la verga de aquel hombre.
Era normalita, pero era la primera que veía.
Sus curiosos dedos recorrieron la carne de aquel símbolo masculino en una mezcla de temor y delicadeza, sus ojos, contemplaban hipnotizados aquella cosa que no paraban de nombrar sus amigas del internado.
Pero sentía unas manos en su cabeza, unas manos que la dirigían hacia la verga, obligándola a engullirla.
Esas manos, marcaron el ritmo, ella no entendía, sentía la carne dentro de su boca, sabia mal, pero los jadeos del hombre parecían que le gustaba.
Dejándose guiar por esas manos, Julia chupaba la verga con ganas hasta que sintió que algo liquido la llenaba, haciéndola tragar.
-¡oh! ¡lo siento! ¡m-me sentía tan bien! decía el desconocido disculpándose.
-¿Qué se había tragado? Era viscoso, olía raro, metió un dedo en la boca y sacó los restos que aún tenia.
Era viscoso, blanco y todavía goteaba de la verga del desconocido, el cual, se excitaba ante la inocente curiosidad de Julia.
-¿me llevas a la cama? preguntó el desconocido.
-s-si, d-déjeme guiarle señor balbuceó Julia.
A medida que subían las escaleras hacia el piso de arriba, Julia notaba como su corazón latía tan fuerte que parecía que quería salírsele del pecho y latía aún más fuerte al sentir la mano de aquel hombre explorar bajo su falda de sirvienta, ella sabia lo que pasaría cuando entrasen en la habitación de sus padres, su madre le insistió en la importancia de la virginidad, oía a sus compañeras que la primera vez la marcaria toda su vida, ella pensaba en como evitar eso, en como explicar a ese hombre que se había equivocado de casa y que ella solo le seguía el juego porque se sentía sola.
Pero no podía, era la primera persona que la hablaba en clase apenas casi siempre tenían que estudiar porque estaban bajo la atenta mirada de los profesores, en casa sus padres no la escuchaban y en las clases de equitación y ballet solo le indicaban que tenia que hacer.
Su mano temblaba nerviosa a medida que movía el picaporte de la habitación de sus padres mientras aquel hombre profanaba sus pechos por encima de su ropa, esos senos que tenían la función de dar de comer a sus futuros hijos.
La cama, allí estaba, Julia la miraba con miedo, pero la mano amorosa del desconocido colocándose en su hombro, inexplicablemente, la calmaba.
-desnúdame dijo el hombre.
Ella, desabrochó los botones de su camisa uno a uno, era un hombre muy fofo y velludo, pero a ella no le importaba, luego vinieron los pantalones medio desabrochados, sus manos temblaban al tocarlos, pero despacio y con dudas, los bajó, la verga estaba ahí, erecta, mirándola con su agujero, como si le dijera que iba a ser suya.
El desconocido la tumbó sobre la cama y empezó a desabrochar los botones del uniforme de sirvienta de Julia, la cual temblaba sin poder evitarlo y se le hizo un nudo en la garganta al notar que le sacaba el sujetador.
Tuvo un escalofrió cuando aquel hombre empezaba a lamer sus pechos, recorriendo sus jóvenes senos con la lengua, mordisqueando sus pezones, acariciando su suave y sedosa piel.
Desabrochó la falda y despojó a Julia de esa prenda, dejándola solo en bragas, calcetines y zapatos, el desconocido le excitaba esa imagen y sus manos recorrieron el vientre de Julia, luego a su sexo, debajo de sus bragas y empezó a tocarla.
Pero cuando introdujo el dedo, paró sorprendido, miró incrédulo a Julia y le preguntó.
-¿eres virgen?
Julia hizo un gesto afirmativo, el desconocido le dedicó una cálida sonrisa y la besó en los labios con suavidad, pero lentamente ese beso despertó pasión, la joven, inundada por la pasión de ese largo beso, abrazó a su amante que se había colocado el preservativo y se puso entre las sedosas piernas de Julia.
Ella tenia miedo.
Pero despacio, las separó.
Apretó los dientes de dolor cuando el entró dentro de ella.
El amante se mantuvo quieto un momento, sus sexos estaban unidos, cuando el dolor pasó, empezó a moverse.
Una nueva sensación afloraba en ella, las embestidas eran lentas pero deliciosas, poco a poco, los envites cogieron fuerza y velocidad.
Julia, notaba que algo intenso le venia, que tomaba su cuerpo, pero no pudo saborearlo del todo, su amante había dado un ultimo empujón llenando su preservativo.
Quedó agotado, encima de ella, respirando con ansia, Julia sentía que el peso del cuerpo de aquel hombre la aplastaba.
Pero no dijo nada.
Ambos se vistieron y Julia le acompañó a la puerta, el desconocido le pagó añadiendo una propina, se dieron un beso, pero antes de irse, el desconocido preguntó.
-¿estas bien?
-si- dijo Julia tímidamente.
El desconocido abrazó a Julia y le dijo al oído algo que hizo que valiera la pena perder la virginidad.
-has sido maravillosa, me ha encantado haberte conocido.
El corazón de Julia latía amorosamente a medida que aquel desconocido se alejaba de la casa.