La confidente

Un joven, es abusado, azotado y follado por su madura vecina, a la que no se le puede decir nuna que no.

LA  CONFIDENTE._________________________________________

Volví a la que fue mi casa de la infancia 5 años más tarde, ahora tenía 19 y toda mi familia había muerto.

El Régimen le había dado la que fue mi casa a mi tía y a sus hijas. Ella era una viuda de Guerra, y mis padres eran unos proscritos, así que le adjudicaron a ella y a sus hijos la que fue mi casa de toda la vida.

Los recuerdos se agolpaban en mi mente mientras subía a mi casa en el  tercer piso, allí estuve los primeros 14 años de mi vida, y aunque con penurias, fui inmensamente feliz.

Mi tía era una mujer buena y cariñosa y me acogió como a un hijo, al igual que mis pequeños primos.

No estaba ni diez minutos en casa de mi tía, cuando sonó el timbre.

Cuando oí su voz me dio un vuelco el estómago, era doña Gloria, la confidente del Régimen y la jefa de todo el bloque. Su palabra era ley, sólo tenía que llamar por teléfono a la policía y su acusación iba a misa, así cayó mucha gente, entre ellos mis padres, y a mí me mandaron a un Reformatorio, 5 años de penuria y disciplina en teoría me habían convertido en un “hombre”, alguien afecto al Régimen.

Nada más verme se fue hacia mí con una inmensa alegría, me abrazó y me besó obviando que  ella  había sido la culpable de la desgracia de mi familia, me sobó a su gusto como ella estaba acostumbrada con todos los chavales del bloque, disfrazaba su lascivia de cariño, pero no engañaba a nadie, bueno al menos a mí no lo hacía.

Aquellos besos junto a la comisura de mis labios y la enorme presión de sus grandes pechos, me habían excitado, y eso que odiaba con toda mi alma a aquella mujer, pero no lo pude evitar.

Doña Gloria ya tendría sobre 55 años, era una mujer no muy alta, fuerte, pelo moreno siempre recogido en un severo moño alto y unos ojos verdes que si su maldad no saliera por cada uno de sus poros podrían haber sido bonitos.

A mi tía la tenía engañada y engatusada, y le reía todas sus gracias, y cuando iba a preparar un café, doña Gloria le dijo.

-No cariño, no me hagas café, te tengo que robar a Juan unos minutos, me tiene que rellenar unos impresos para poder trabajar, porque querrás trabajar, ¿ no Juanito?

Yo odiaba que me llamara Juanito, y no sabía si explotar y mandarla a la mierda o seguirle la corriente y aguantar un poco a ver que pasaba.

-Si claro doña Gloria, claro que quiero trabajar.

-Pues venga no se hable más, venga vámonos, que hay mucho papeleo , y cuanto antes nos vayamos antes acabamos; para la hora de comer te lo devuelvo Rosa.

-Muy bien doña Gloria, como guste.

Yo pensé que si eran las diez de la mañana y me iba a “devolver” a la hora de la comida, íbamos a hacer algo más que rellenar un par de formularios.

Me llevaba agarrado de mi brazo izquierdo mientras sobaba de nuevo sus pechos contra mi costado, y yo volvía a maldecirme por estar de nuevo empalmado con esa maldita harpía.

No había podido dejar de observar las zapatillas que llevaba doña Gloria, de chaval me pegó innumerables palizas con unas zapatillas muy muy parecidas a aquellas, de hecho estaba seguro de que siempre llevaba el mismo modelo, la única diferencia es que las podía llevar con medias, o sin ellas, y si hacía mucho calor, además de sin medias, con el talón desdoblado, aquella visión de sus zapatillas siempre me turbó y ahora seguía haciéndolo.

Ella pareció darse cuenta de mis elucubraciones, pero no me dijo nada, llegamos al segundo piso donde vivía, abrió su puerta y me empujó hacia dentro como si fuera su prisionero, y realmente se podría decir que prácticamente lo era.

-Bueno bueno bueno, mi Juanito, no sabes las ganas que tenía de verte.

Una vez en su casa ya no disimulaba, se lanzó a por mí en el mismo recibidor de la casa, yo andaba para atrás para evitarla, pero ella sabía que no tenía escapatoria y sonreía segura de su victoria.

-Vamos a mi habitación anda, que tengo allí los papeles. Te acuerdas donde está mi habitación verdad?

-Eh , si si.

Cuando éramos chavales, cada vez que según ella hacíamos una trastada, nos metía en su casa, y normalmente en su habitación  y con total impunidad nos pegaba una buena paliza, bien con una correa, o la mayoría de las veces con su zapatilla sobre su regazo, aquello le encantaba porque así tenía excusa para restregar su cuerpo contra el nuestro, en aquellos momentos no lo sabía, pero hoy estoy seguro que después de cada una de aquellas palizas, se masturbaba como una auténtica posesa.

Entré a su habitación y estaba igual que la recordaba, oscura y fría, aunque tengo que reconocer que olía a limpia. Entonces se acercó a mi más, tanto que además de sentir sus pechos en el mío podía oler su aliento, y me dijo:

-Estás muy guapo Juanito.

-Bueno…gracias.

-A mi no me des las gracias por eso, es la pura de verdad… Siendo tan guapo tendrás muchas novias, ¿ no?

-No no , doña Gloria, en el Reformatorio no podemos… ( cómo si ella no lo supiera)

-Entonces tendrás ganas de mujer.

En aquel momento me lanzó un beso intenso, fue como un reptil, me cogió la cabeza por detrás para que no pudiera escapar, y me devoró la boca, me la comió literalmente, me metió su lengua hasta la última de mis muelas, pasando por el paladar, me empezó a masticar, hacía un ruido con su boca como si estuviera degustando un exquisito manjar.

Yo tras la sorpresa inicial de mi primer y tremendo beso, conseguí zafarme de mi odiosa vecina, algo que no le gustó mucho, por lo que tras mirarme un segundo me cruzó la cara con un guantazo que me casi me tira encima de su cama.

-¿ Qué pasa, que no te gusto? ¿Es eso mocoso?

-No es eso doña Gloria, es que…

-¿Soy poca cosa para ti?¿Quieres volver al reformatorio?

Yo sabía que estaba delante de una mujer con poder y muy vengativa, por lo que de una manera inteligente y cobarde le dije.

-No, doña Gloria, es usted muy atractiva.

Entonces mirándome con la cara de la lascivia personificada, se volvió a acercar a mí,  me agarró la mano y me la puso en su pecho, y ella misma me la apretó para que le amasara aquella voluminosa y esponjosa teta que aún conservaba pese a su edad.

-Toca, toca y chupa, quiero que te la comas cariño.

Mientras me hablaba,  se desabotonó su blusa como un rayo, y me llevó mi cabeza a su otra teta, y yo mientras que con una mano le sobaba un pecho, con la boca le besaba en el escote que pronto vi abierto y empecé a comer teta y sujetador al mismo tiempo, estaba desaforado y más aún cuando ella con gran destreza me desabrochó la bragueta y me sacó mi picha que debió de encantarle debido a su expresión facial.

-Vaya tranca que gasta mi Juanito, me parece que tú y yo vamos a disfrutar mucho amor mío.

-…

Yo entre el calentón que llevaba por un lado y el cabreo conmigo mismo por otro, no decía nada, solo sobeteaba, pero con cara de enfado algo que no gustó a mi madura vecina, que me volvió a abofetear y me dijo:

-¿Se puede saber que te pasa?

-No me  pasa nada.

-A mí no me engañas… ¿que pasa que necesitas, que me quite la zapatilla?

¿es eso no?

Yo me quedé con la boca abierta sin saber qué decir.

-¿Te sigue gustando la zapatilla verdad? Como cuando eras un crío, crees que no me daba cuenta, cada vez que te zumbaba con ella se te ponía una tranca que no te cabía en los pantalones, golfo, igual que a tu amigo Damián el del primero, os creíais que no me daba cuenta? A doña Gloria no se la engaña.

Entonces hizo un gesto muy característico en ella, adelantaba el pie derecho para pisarse su zapatilla con la punta de su zapatilla izquierda para así descalzarse, aquello preludiaba ineludiblemente una muy buena paliza.

Cuando estuvo descalza se agachó a recoger su zapatilla, y me dijo con ella en la mano.

  • Desabróchate los pantalones!!!

Mi polla aparecía grotescamente a través de la cremallera debido a la manipulación que le estaba haciendo mi vecina, por lo que tuve que desabrocharme el botón con cuidado, y procedí a bajarme cuidadosamente tanto pantalón como calzoncillo.

En cuanto me tuvo desnudo de cintura para abajo, y estando ambos de pie,  me dio una salva de zapatillazos con aquella robusta zapatilla que me hicieron ver las estrellas.

-Toma, toma , toma, toma, toma, y toma, vicioso, que siempre has sido un vicioso, pero te aseguro que si quieres zapatilla, vas a tener zapatilla.

Aquella tanda de zapatillazos además de hacerme saltar literalmente provocó en mí una erección como nunca había tenido, mi polla se pegó a mi barriga y la notaba dura como el mármol de Macael.

El sonido del teléfono , que estaba en la mesilla de noche, interrumpió aquella rápida y dura azotaina que estaba recibiendo, doña Gloria me miró un momento a la cara y después se le fue la vista a mi polla, y de la forma más natural del mundo colgó su zapatilla en mi pene , sentí aquella zapatilla caliente y diría que un poco húmeda abrazando mi pene, hizo que aumentara, si es que aquello era posible, mi erección, era una escena graciosa, y excitante a la vez, cualquiera que hubiera mirado por la ventana habría visto a un muchacho desnudo de cintura para abajo, con una zapatilla que parecía pegada a sus partes, pero no estaba pegada, estaba literalmente colgada, de hecho aquella felpa azul marino me estaba acariciando la barriga, mientras que mi vecina veía la suela amarilla, entonces divertida me dijo antes de descolgar el teléfono:

-Procura que no se caiga, son mis zapatillas favoritas.

-Descuide, que no se cae, le dije yo rápidamente.

Contestó con calma aquella llamada, se sentó en la cama, mientras que con su pie desnudo se acariciaba su pantorrilla, e incluso su otra zapatilla calzada.

Como la conversación no acababa, me hizo un gesto con su dedo índice para que me acercara a ella, entonces yo con su zapatilla colgada en mi polla me acerqué hasta que me tuvo a su alcance, acto seguido metió su pie desnudo , sólo enfundado en su media color carne por entre mis muslos, hasta acariciar mis huevos, aun no me explico cómo pudo mantener la conversación mientras se bajaba sus bragas sin quitarse la falda, me daba pataditas pero no conseguía sacarme su zapatilla de mi polla, que le venía realmente como un guante, hasta que de repente le dijo a la otra persona al teléfono.

-Te dejo, que tengo un asunto pendiente y estoy cogiendo frío. Y colgó.

Entonces con mucho cuidado, volvió a coger su zapatilla colgada en mi miembro y me dijo.

-Muy bien cariño, me la has cuidado muy bien, ahora ven aquí conmigo, y si te portas como un hombre no la usaré mucho, ¿está claro?

Yo asentí como un autómata, y conforme ella se echaba en su cama, aún con su zapatilla en la mano, yo me tendí sobre ella mientras se remangaba su falda azul marino.

Cuando caí sobre su cuerpo lo hice follándola, tal era su ansia, y tal mi erección que aquello entró como diamante en carne de membrillo, el gemido de doña Gloria fue celestial, lo que no me evitó un sonoro y excitante zapatillazo, no le dio tiempo a darme muchos más, ya que su gozo no la dejaba hacer otra cosa, que eso, que gozar.